No recuerdo muy bien por qué pero hace unos días
estaba yo recordando una de las pocas veces que me dio por ser rebelde en mi
vida.
La culpa la tuvo un gato. A mí me dicen “gato” y se me
nubla la razón. Dejo de tener principios y valores morales. Cualquier norma de
convivencia que haya podido aprender, se me olvida ante la presencia de un
felino indefenso.
Yo debía tener unos doce años, más o menos. Estudiaba
en un colegio de monjas grande, muy grande. Hubo un día, durante el recreo de
después de comer, que unas compañeras de clase encontraron un gatito naranja
atigrado por el patio. Era una monada. Daban ganas de comérselo.
El caso es que una de ellas dijo que se lo llevaba a
casa, donde ya tenía más gatos (a mí no me dejaban tener gato ni de blas, uno
de los grandes traumas de mi infancia). El asunto era dónde dejar al felino
hasta la salida del colegio.
De manera que incursionamos en terreno prohibidísimo
para nosotras, yendo hacia el pabellón donde vivían las novicias, que eran muy
majas, a ver si alguna nos podía guardar el gato en algún sitio.
Mientras andábamos de excursión por esos terrenos de
Dios (nunca mejor dicho) sonó el timbre para volver a clase, poniendo fin al
recreo. Nosotras ni nos inmutamos, lo que importaba en ese momento era el
minino.
Cabe destacar que éramos siete en total. Siete
personas para llevar un gato es un poco excesivo pero estas cosas si no se
hacen en plan banda criminal, no molan. En ese momento, éramos un solo ser, con
una causa común. Así es como han comenzado las grandes revoluciones de la
historia. Si sólo hubiese habido un bolchevique no hubiésemos oído hablar nunca
del Octubre Rojo y estoy segura de que si una sola loca se hubiese dado a la
fuga con el gato, la cosa no hubiese dado tanto que hablar.
Llegamos donde las novicias y, una de ellas, nos dijo
que valía, que lo dejaba en un garaje en desuso donde se guardaban las
herramientas de jardín, hasta que mi compañera pasase a buscarlo a la salida.
Casi media hora hacía que había empezado la clase y
nosotras que no aparecíamos, por lo que mandaron a mi amiga S. (que sigue
siendo una de mis mejores amigas a día de hoy) a ver dónde corcho nos habíamos
metido.
Nos encontró volviendo por el camino prohibido y le
hice jurar y rejurar que no confesaría ni bajo tortura dónde habíamos dejado el
gato. S., que era muy aplicadita pero un cielo, dijo que nos había encontrado
ya volviendo a nuestro pabellón. Vamos, que dio a entender que no sabía dónde
habíamos andado.
Nos echaron una bronca del quince y nos dejaron como
una semana sin recreo pero valía la pena porque estábamos luchando por un pobre
animalito indefenso.
El animalito indefenso en cuestión se dio a la fuga en
cuanto el jardinero, ajeno a nuestros tejemanejes con las novicias, abrió la
puerta del garaje para sacar sus herramientas. Ahí terminó nuestra historia de
rebeldía.
La monja que nos castigó, al final hasta se reía con
la historia. Tanto nadar para morir en la orilla.
Ya lo dicen, los perros son fieles como los hombres y los gatos desagradecidos como las mujeres.
ResponderEliminarPero bueno!!! No sé ni por dónde empezar a rebatir un argumento tan traído de los pelos... Hala, besitos y a recapacitar...
EliminarTú álter, "dicen" que yo no digo nada. A mí las mujeres sois lo que más me gustáis del mundo todo el mundo lo sabe.
EliminarBesos.
Ya, ya, ahora con peloteos... jajaja. Está bien, ego te absolvo. Besotes.
EliminarPero y lo bien que lo pasasteis planeando la salvación del gato??? La tita U tenía una gata y la dejó con su madre cuando se mudó, como la pobre mujer era mayor no quería saber nada de gatos, así que venía a comer a mi casa. Cuando parió me los trajo al lado del patio de mi casa... mas cuquis!!! un día desaparecieron, no sé que les pasaría.
ResponderEliminarBesos.
Ay, qué pena. A mí me perdieron una gata (la hermana de mi gordito) y hasta el día de hoy lloro su pérdida... Un besote.
EliminarJuan Ignacio, los gatos no son desagradecidos y las mujeres tampoco :-P
ResponderEliminarjajajaja...menuda aventura...las 7 en cuchipandi con el minino!!
Por fin, se me actualizan tus entradas en mi blog :))
besotes
No te preocupes. Ya le he echado la bronca...
Eliminar¿No se te actualizaban? Ya se lo comentaré a Blo.
Besotes.
Esto es como en las novelas de misterio, ¡si no es el mayordomo, es el jardinero!
ResponderEliminarJajaja. Pues sí, aunque aquí el misterio se resolvía fácil porque había mayordomo... Un besito.
Eliminar¡Qué penita!, ¡lo que debísteis sufrir por el gatito!...¡pero menuda aventura!...¡qué emoción!; vamos, de las que se pueden tener con 12 años y no se vuelven a repetir...
ResponderEliminarUn besazo!!
Sí, me dio mucha pena, y eso que ni siquiera me lo iba a quedar yo. Un besito.
EliminarHola Mi Álter...la fidelidad y lealtad no va con los gatos, yo tengo uno Tartufo se llama y ni caso me hace...es mi sino....
ResponderEliminarLa rebeldía amiga siempre es positiva, bien encauzada claro...pero es que estudiar con monjas.........me callo ahora mismo...
Gracias, pasa buen día, y hoy..besos felinos...
Que no hagan caso no significa que no sean leales. Son leales pero independientes.
EliminarY sí, estudiar con monjas te marca de por vida...
Un beso.
Compartimos trauma infantil. Nunca me dejaron tener nada que no estuviera en jaula, vamos pájaros! Y después me fui a vivir con un paspán que era alérgico!! Suerte que llegó Mr.Trax, y entre otras cosas, compartimos el amor por los gatos.
ResponderEliminarJuan Ignacio no conoce a mi gata, que es de un agradecido, que te levanta a las seis de la mañana para agradecer tu existencia!
Aunque el gatito huyó, la aventura os ha quedado en la memoria.
Un besete.
Mi primera mascota fue un pececillo y la segunda un hamster, que era un encanto, la verdad, pero yo quería un gatoooo.
EliminarNuestros gatos también nos levantan de la cama. El peque, con ronroneos, el Gordi se deja de sutilezas y pasa directamente a los mordiscos.
Y sí,la verdad es que me acuerdo como si fuera hoy. Besotes.
Como me gustan las historietas de cuando éramos peques!!!
ResponderEliminarUna pena que se escapara el gato, pero ganasteis algo que contar.
Me ha encantado :)
Y yo que me alegro :)
EliminarSí, la anécdota perdurará siempre en la memoria. Un besín.
A mí la rebeldía me llegó más tarde, y de todas formas yo era una buenaza. A los 12 años no hubiese tenido ovarios de saltarme clase...Pero vuestra misión era de las buenas, jejeje...Muas!
ResponderEliminarYo, por norma general, tampoco me hubiese atrevido, pero habiendo un gato de por medio...
EliminarUn besote.