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jueves, 28 de agosto de 2014

Supercalifornialísticoespialidoso IV: Mexicaneando

Como os comentaba la semana pasada, una vez que abandonamos Venice Beach, nos dirigimos al centro de Los Ángeles (la idea era pasar antes por Santa Mónica pero quedaba bastante lejos de Venice Beach como para ir andando y volver al aparcamiento de superlujo a recoger el coche).

Un árbol enorme justo enfrente de la calle Olvera
El centro de Los Ángeles, a mi modesto entender, no es nada del otro mundo. Claro que hay que reconocer que a mí las ciudades grandes no me van demasiado. Mucho edificio alto, mucho loco suelto por la calle… Vamos, nada que me haya llamado demasiado poderosamente la atención aunque, según mi primo R., hay un restaurante llamado “Philippe´s” donde preparan el mejor rosbif del mundo mundial. El pobre estaba como loco por hincarle el diente a uno pero a mí no me gusta el rosbif y, pese a sus insistencias e intentos de convencerme con argumentos tales como “pero es que es el mejor rosbif del mundo” nada pudo hacer ante mi irrefutable “No me gusta el rosbif, aunque sea el mejor del mundo”. Tuvo suerte que, al día siguiente, su hermana (mi prima S.) se apiadó de él y le llevó a su casa un poco de rosbif de “Philippe´s” para que el pobre no sufriera. Si os gusta el rosbif y andáis por el centro de Los Ángeles, ya me contaréis.
Esta cruz nos informa que Los Ángeles fue fundada el 4 de septiembre de
1781 con el nombre "El Pueblo de Nuestra Señora La Reina de los Ángeles"

El motivo fundamental de ir a “Downtown LA” era recorrer Olvera Street. Esta fue la calle que dio origen a lo que hoy conocemos como Los Ángeles y, como cabe esperar, es una calle completamente mexicana. Hoy por hoy (y cuando yo era pequeña también) está llena de puestecillos con artesanías típicas mexicanas y no tan típicas, como veréis a continuación. M., el hijo menor de mi primo, compró un llavero, de éstos que son una cinta larguísima, con la bandera de Uruguay. Él es nacido en Estados Unidos así que podréis imaginar que yo estaba más feliz que unas castañuelas y casi me lo como a besos. Yo no me compré banderita pero sí piqué con una calaverita roja que luce estupendamente en mi salón. Qué gusto da poder comprar en español en un país de habla inglesa, de verdad.

Vieja casita de adobe
Un poco más tarde llegaron mi prima S. con su novio y sus hijos y nos dirigimos a cenar (eran como las seis de la tarde, que para nosotros es más bien la hora de la merienda pero ya se sabe que, donde fueres, haz lo que vieres). Por allí lo único que hay son restaurantes mexicanos así que agradecí a los astros haberme librado del infame rosbif y nos encaminamos a “La Golondrina”. Recuerdo haber comido allí de pequeña y me sigue gustando igual que antes. Pedí unos tacos de camarones que estaban divinos de la muerte. Eso sí, no fui capaz de terminarlos porque las raciones eran más que abundantes, no fuera cosa que nos quedáramos con hambre.


Y así transcurrió el sábado 12 de julio. La semana que viene volveremos con más aventurillas americanas. 

Una vista de la calle con sus puestecillos

Otra toma de la calle. Ojo al cartel de "Mr. Churro"

miércoles, 27 de agosto de 2014

Anuncios Pesadillescos CVII: De cereales y focos infecciosos

Pese a lo surrealistas que han sido mis últimos viajes en avión, como ya os he ido contando, los anuncios televisivos siempre están ahí para recordarnos que siempre hay un peor y que, por muy mal que estemos el churri y yo de lo nuestro, eso no es óbice para que exista gente que esté peor que nosotros.

La escena se desarrolla en un avión, claro está, de otra manera la introducción hubiese sido un completo sinsentido. Vemos a una parejita que ha tenido la inmensa suerte de conseguir asientos juntos, no como nos pasa casi siempre al churri y a mí. Pues bien, el muchacho se acerca a la orejilla de su amada y le susurra algo. Ella se sonroja y emite una risilla nerviosa al escuchar la indecente propuesta que realiza el dueño de su corazón. No obstante, la idea no parece desagradarle porque, algo azorada, le pregunta “¿Ahora?”. A lo que él responde “Me comería hasta la caja”. Una señora mayor abre los ojos como platos, no sé si escandalizada ante semejante declaración de intenciones o porque no entiende qué pinta una caja en todo este tinglado y está intentando imaginarse a qué clase de prácticas retorcidas son aficionados estos dos.

El caso es que el chico, sin poder aguantar más las ganas, la saca en medio del avión.

La caja, digo. Una caja de cereales a la que le pasa la lengua con fruición. Sí, le pasa la lengua a una caja de cartón. Sólo de pensarlo me da dentera,  por no hablar del ataque de ansiedad que me provoca pensar en las bacterias que tendrá eso. Una vez representada esta escena tan “hot”, sirve los cereales en un tazón y vierte leche sobre ellos (ni idea de cómo le han dejado subir al avión con todo eso).

Por si este momentazo no fuera suficiente, nuestro protagonista se pone a rugir con toda la fuerza que su capacidad pulmonar le permite, desatando el caos en pasajeros y azafatas por igual. Todos corren. Los hay, incluso, que se esconden en un baño. No me preguntéis cómo caben siete personas en el baño de un avión porque yo tampoco me lo explico. Eso sin contar, una vez más, con los gérmenes. Gérmenes everywhere. Estoy al borde del colapso nervioso con este anuncio.

Al final ya nos muestran cómo la parejita se ha quedado sola en la zona turista (supongo que los que no están en el baño estarán en Business, dándose la vidorra padre), aunque aun así alcanzamos a atisbar a alguien que seguramente no encontró escondite y va gateando entre los asientos, rezando para no ser visto. Sabéis que en el suelo también hay mucho microorganismo, ¿verdad?

Y me imagino que, ahora que están solos, sí podrán dedicarse a otras cosas aparte de comer cereales. Por lo visto aquello era una hábil estrategia para desalojar al personal. Ahora todo encaja y cobra sentido. Si es que me pongo a criticar antes de tiempo. Agonías que es una. 

martes, 26 de agosto de 2014

Nonagésimo octavo Premio: El premio al blog amigo

Sí, hoy me vuelvo a saltar el Ustedes Dirán pero es que se me acumula el trabajo, sabréis perdonar…

Allá por el 2 de julio, Madre Desesperada me hizo entrega de este premio. No es que no lo haya publicado antes por desagradecida, sino que entre que estuve de vacaciones y tenía reseñas que publicar y demás cosillas, se me quedó en el tintero o en el teclado, según se mire.

Agradezco mucho a Madre Desesperada la entrega del premio, que sólo tiene dos normas: Contar qué significa para mí la amistad y pasarlo a diez blogs. Pues vamos a ello.

Es difícil explicar con palabras qué es la amistad. No soy de muchos amigos y sí de muchos colegas. Con un colega te lo pasas bien, te ríes y compartes alguna cosilla de tu vida pero sin entrar en demasiados detalles. Con un amigo también te ríes y te lo pasas bien pero forma parte de tu vida, a veces más que muchos miembros de la familia. Están ahí cuando los necesitas y para ello no es necesario estar llamándose o mandándose mails todo el día. Un amigo es esa persona que sabes que está ahí, aunque no la veas a diario. Alguien con quien contar para lo bueno y para lo malo y alguien por quien estar en las mismas condiciones.

Dice el dicho que quien tiene un amigo, tiene un tesoro. Y sí, es un tópico como la copa de un pino pero no podría yo estar más de acuerdo con esa afirmación. A mis mejores amigas (ya os hablé de ellas alguna vez) las conozco desde que tenía seis años (a una de ellas la conocí después pero la sensación es la misma) y, francamente, mi vida no sería la misma sin ellas. Hemos pasado juntas por mil cosas, buenas y malas y son un pilar fundamental en mi vida. No podría estar yo más agradecida por los tesoros que me han tocado en suerte. Espero que opinen lo mismo… que sufrirme a mí tiene tela y aun así me aguantan, las muy santas.

Y luego está la amistad virtual, que es diferente pero también mola, oye. Eso de ver que conectas con alguien a través de un monitor, los nervios en las desvirtualizaciones, ése poder hablar con alguien que no has visto nunca como si le conocieras de toda la vida… También digo siempre que he tenido suerte con los que os prodigáis por aquí. De momento sólo cuento con buenas experiencias y espero que siga así porque está muy bien esto de conocer gente maja.

Bueno, no me enrollo más. Lo voy a pasar a diez amiguitos virtuales (aunque puede cogerlo quien quiera). Ojo, que no hace falta explayarse tanto como yo, en las reglas no comentan nada de extensión mínima en cuanto a las reflexiones.

Los afortunados (creo) son:


- Naar, de Tirando pa´lante.

- David, de Kassius9.



-Inma, de Inma y su mundo.

- Inmagina, de Territorio sin dueño.

- Mandarica, de Mejor será que corras.


- Y el último se lo dejo a Dolega, que no lo va a publicar pero para que vea que no me olvido.


¡¡A ser felices y disfrutar de la amistad!!

lunes, 25 de agosto de 2014

Crónicas Felinas CI: Cuánta frustración

Marrameowww!!!

Como si no hubiera sido suficiente maldad el dejarme abandonado a mi suerte durante dos semanas mientras éstos recorrían mundo dándoselas de gente jovial y despreocupada, a principios de la semana pasada escuché cómo  la bruja le decía lo siguiente al consorte: “A este gato ya le va tocando la vacuna”.

Fue escuchar eso y yo, que estaba en ese momento compartiendo sofá con los humanos, tan tranquilo y sin meterme con nadie, abrí los ojos como platos y miré fijamente a la bruja, sin dar crédito a lo que mis pabellones auditivos captaban. Y no lo digo para que os hagáis una idea de mis pensamientos en tal momento o podáis imaginaros una especie de reconstrucción de los hechos ficticia, no señor. Literalmente levanté la cabeza, abrí los ojos todo lo que pude y miré a la bruja. Ella, impasible, sólo atinó a decirme “Sí, hijo, sí”. Y encima se tronchaba junto con el consorte al tiempo que decían “Qué gracioso, si parece que lo hubiera entendido y todo…”.

Nos ha fastidiado, ¿cómo no lo voy a entender? Llevo escuchando la misma cantinela todos los veranos de mi vida, que ya son cuatro. No sé a los humanos cuánto os costará pero os puedo asegurar que para un felino escuchar algo cuatro veces ya es suficiente para memorizarlo.

Puse toda la cara de gato con botas que pude pero eso no impidió que la muy perversa me enganchara el jueves pasado por la mañana, cuando yo estaba tan a gusto panza arriba tomando el sol en el alféizar y me metiera en el transportín. No os vayáis a pensar ni por un momento que me dejé meter sin resistirme. Empecé a patalear ya en el aire según vi el infame bolsito rosa pero apenas soy un felino de cuatro kilos y la bruja cada día pesa más. Si os chiváis de haber dicho esto, lo negaré rotundamente y os lanzaré una maldición gitana. Si lo guardamos entre nosotros, prometo ir trayendo más información jugosa de cuando en cuando.

A lo que iba, que no pude zafarme de sus garras de bruja malvada y allá que me sacó  a la calle, con toda la solana y las obras (no tengo ni idea de por qué siempre que la bruja me lleva a algún sitio, hay maquinaria haciendo ruido).

Una vez allí me hicieron pesarme (no sé para qué, si yo siempre mantengo un peso ideal, no como otras que yo me sé) y me preparé mentalmente para recibir los dos pinchazos de rigor… que esta vez fueron tres. Sí, tres. Resulta que el muy torpón me atravesó la piel de lado a lado y tuvo que repetir el pinchazo. Ayyy, cómo me gustaría tener la mala leche que tenía Luhay. Yo no era capaz ni de protestar y encima, el muy pazguato no hacía más que decir “Qué bueno es, a estas alturas ya me debería haber metido un bocado”.

Y no, no pude darle lo que pedía a gritos.

Prrrrrr.

jueves, 21 de agosto de 2014

Supercalifornialísticoespialidoso III: De cenas, madrugones, desayunos y Venice Beach

Como llegamos  un viernes por la tarde-noche, como comprenderéis ese día no se hizo mucho, más que ponernos hasta las orejas de pollo frito con puré de patatas y hablar largo y tendido con mis tíos y mis primos que pasaron a saludar.

Tras la tormenta de ideas pertinente en cuanto a lugares a visitar, mi primo R., que fue nuestro chófer durante casi toda nuestra estadía, se curró un itinerario impresionante para que todos los días estuviesen cubiertos y nada quedase librado al azar y la improvisación (luego me preguntan a quién me parezco…). Así que, ya sabiendo cuáles eran los planes para el día siguiente, nos fuimos pronto a la camita.

El jet-lag me hizo levantarme a las siete de la mañana, arrastrando al churri en el proceso, que si yo madrugo en vacaciones me niego a ser la única. Mi tía, que ya estaba levantada, nos preparó un desayuno tan copioso que yo creo que la mujer tenía miedo que nos fuéramos a perder ese día por esos mundos de Dios y fuésemos a morir de inanición.

Después de desayunar, arreglarnos y cotillear a gusto (durante horas, dado el madrugón que nos habíamos metido), llegó mi primo R. con su mujer, S.  y dos de sus tres hijos, L. y M., y fuimos a Venice Beach.

Llegando a la playita
Antes de partir, le pregunté a mi primo si me llevaba el bañador y esas cosas y me miró con cara de “¿pero tú te piensas que me voy a tirar cual lagarto? Vamos a dar una vueltecilla por el paseo marítimo”. Así que me resigné a no poder lucir palmito. Menos mal, porque había por ahí cada palmito (femenino y masculino) que quitaba el hipo y tampoco es plan de hacer el ridículo.

Venice Beach es un sitio peculiar donde hippies, pijos  y “pijippies” conviven en perfecta armonía (o eso aparentan). Todo está pensado para ganar dinero. En el parking nos soplaron cincuenta dólares por ser un coche grande (en el cartel ponía que eran cuarenta y no se hacía alusión al tamaño del vehículo pero resulta que el cartel sólo era visible una vez que entrabas). 

El parking en cuestión. Para que no os pillen.

El parking del mal está justo enfrente de esto. No hay pérdida.
La mayoría de los artistas callejeros no permiten que les saques una foto a menos que les pagues por ello y la venta de marihuana es legal si llevas receta. Pero a no preocuparse si no tienes receta. Hay un montón de locales donde, por unos treinta dólares, te expiden un certificado prescribiéndote el tratamiento. Todo controlado. 
En la playuki

Me encapriché de un vestido que no compré porque me pedían veinticinco dólares que no valía. Me dijo mi primo que regateara. Sí, claro; no sé regatear ni en español, como para regatear en inglés.

A M. se le acercó un músico a “regalarle” un CD y terminó pidiéndole la voluntad a mi primo. La voluntad de mi primo se valora en cinco dólares y una bronca a M. por haber picado.

De ahí fuimos a Olvera Street, de la que hablaremos en el próximo capítulo. Os dejo hasta la semana que viene con un par de fotitos más de Venice Beach.




miércoles, 20 de agosto de 2014

Anuncios Pesadillescos CVI: El Doctor Barbudo, supongo

Un barbudo. Un barbudo a la orilla del mar. Un barbudo a la orilla del mar que encuentra una caja. Un barbudo a la orilla del mar que encuentra una caja con un aparato de limpieza en su interior.

Una jungla. Una jungla con enchufe en un tronco. Una jungla con enchufe en un tronco y manguera en medio de la maleza.

El barbudo conecta el aparato tanto al enchufe como a la manguera de su peculiar isla desierta y empieza a manguerear el suelo. Sorprendentemente, el suelo de la isla es de azulejos y conforma un caminito de lo más coquetuelo. Apunta la manguera a un montón de hojarasca y, de debajo surge un coche, que queda impoluto con un poco de jabón y la potencia limpiadora de su cacharro. Nadie diría que lleva meses sin ser arrancado.

Y no queda aquí la cosa, el hombre avanza y dirige el chorro de agua a un edificio precolombino cubierto de enredaderas. Para cuando termina, vemos que no es un edificio precolombino sino una casa de reciente construcción y diseño modernísimo que alberga en su interior a una rubia que, presuponemos, debe de ser la mujer del barbudo que ha estado de punto de morir aplastada bajo la roña.

Y es así como nos demuestran que, sin importar lo guarro o dejado que seas, este aparatejo tiene un accesorio para cada necesidad, que te hará recobrar la decencia en un pispás. Lo que no parece incluir el invento es afeitadora, que no le vendría nada mal a nuestro protagonista para afeitarse esas barbujas de Robinson Crusoe que gasta.

De manera que no os preocupéis. Podéis dedicaros a la vida contemplativa sin preocuparos de tener nada en condiciones que, en cuanto la suegra diga que viene de visita, podéis lograr un entorno de ensueño en un abrir y cerrar de ojos para que parezca que sois gente de bien y no tengan que repetirle a su hijo/a que ya le había dicho ella que iba a casarse con un/a vago/a de quien no podía esperarse nada bueno y que no le iba a traer más que disgustos y probablemente alguna enfermedad infecciosa a costa de vivir en ese estado de dejadez, con lo limpitos que eran en su familia, sobre todo su bisabuela, en paz descanse, que…

Pues eso, a callarle la boca a la suegra y a hacerse con un aparato de éstos para que podáis pasar de todo a placer sin que se note que sois lo más parecido a un vagabundo. Eso sí, afeitaos las barbuncias (o las piernas y las axilas, según vuestro sexo) porque, al parecer, ese aspecto de vuestra imagen no puede mejorarse de esta manera y delataría vuestro auténtico carácter de eremitas.

Un poco de ropa limpia y sin rotos tampoco vendría mal para completar el cuadro. Sé de un quitamanchas que logra que, metiendo una camisa en un cuenco con agua y este producto, salga limpia, seca y planchada.

Pero ése es otro anuncio.

martes, 19 de agosto de 2014

He leído: “Ya lo dijo Thomas” de David Orell


Hoy, con la venia, me vuelvo a saltar el “Ustedes Dirán”. No es culpa mía sino de los bloggers, que están que se salen. Nuestro amigo Kassius9, conocido en los círculos más serios como David Orell, también acaba de publicar libro.

He tenido ya el privilegio de leerlo y he de decir que me ha gustado mucho, mucho. Bendito mes de agosto, que me deja ratos muertos en el trabajo para dedicarlos al sano placer de la lectura (shhhh, no se lo digáis a nadie…)

El libro no es extenso, lo que lo hace ideal para esas tardes piscineras, playeras o de mero esparcimiento estival. Se trata de un conjunto de relatos muy amenos que en ocasiones nos hacen pensar, en ocasiones nos hacen sonreír pero seguro que lo que no van a hacer es dejarnos indiferentes. También podría tratarse de un único relato, según se mire. Cuando lo leáis (que lo leeréis) ya sabréis por qué digo lo que digo, que sé que a veces parece que divago y se me va demasiado la olla pero otras veces prometo que hasta presto atención y me doy cuenta de las cosas y todo.

En definitiva, una lectura muy recomendable y refrescante para estos calurosos días que podéis adquirir  pinchando aquí. No puedo escribir mucho más al respecto porque cualquier cosita que diga sería destriparlo y como que no es plan así que mi post de hoy queda así de escaso como lo veis. Así también conseguimos una entrada ligerita para el verano.

¡Feliz lectura!

lunes, 18 de agosto de 2014

Crónicas Felinas C: Consejos prácticos para animales desorientados

Marrameowww!!!

No hay nada que me divierta más que desconcertar y complicarle la vida a mis humanos, bien sabido es esto por todos los que me leéis desde hace algún tiempo.

Uno de los momentos más propicios para la tocada de narices es, sin duda, cuando realizan las tareas del hogar. Nada más placentero que observar qué están haciendo para poner en práctica alguna técnica ingeniosa a la par que desquiciante, por lo que dedicaré mi sección de hoy a dar algunos prácticos consejillos a aquellos animalitos que me leen y que tal vez estén un poco escasos de tácticas para fastidiar.

Todo lo que tenga que ver con la ropa es una fuente inagotable de momentos en los que podemos dar por saco de lo lindo. Podemos, por ejemplo:

1) Meternos en la lavadora cuando se disponen a llenarla de prendas para su posterior lavado.

2) Colgarnos de la ropa que se seca al sol en el tendedero, dejando constancia de nuestro paso mediante sutiles arañazos (puntos extra si la ropa es nueva y/o cara). Si eres perro, un buen mordisco también es de valorar.

3) Una vez que la ropa está seca, si la han dejado momentáneamente sobre una silla o sofá para su posterior planchado, es una buena idea tumbarse a echar la siesta encima. Cuanto más monos y adorables parezcáis, mejor. De esta manera, se debaten entre la indignación que les supone ver cómo sus prendas se llenan irremisiblemente de pelos, por un lado, y el cargo de conciencia por movernos de ahí con lo a gustito que se nos ve, por otro.

4) Si planchan con vosotros cerca, ni qué decir tiene que saltar a la tabla de vez en cuando está muy bien. Esto no puedo hacerlo porque la bruja se cuida muy mucho de mantenerme alejado de la plancha caliente, tras algún susto que se ha llevado en el pasado al ver que, de repente, a una camiseta le habían salido orejas y rabo.

5) El montoncito de ropa planchada también puede ser un colchón perfecto o, en su defecto, también es interesante saltar encima o desparramar las prendas sin ton ni son. Cuanto más las arruguéis en el proceso, más cercanos al nivel experto.

Pero no sólo de ropa vive el animal. Las tareas del hogar ofrecen muchas posibilidades como pasar corriendo por donde acaban de fregar, patalear la arena del cajón cuando acaban de barrer o pasar la aspiradora, subirse a la cama cuando están cambiando las sábanas y si, como en casa de la bruja, usan escalerita de mano para limpiar la parte alta de los muebles, recordad que es una magnífica ocasión para subir vosotros también y desde ahí saltar a explorar el mundo desde las alturas. Sobre todo si las alturas en cuestión están llenas de adornitos y más aún si los adornitos se rompen fácilmente.

Como siempre digo, echad mano de vuestra imaginación. Hay miles de posibilidades a la hora de lograr que vuestros humanos necesiten un ansiolítico.

Prrrrrr. 

jueves, 14 de agosto de 2014

Supercalifornialísticoespialidoso II: Llegando a la línea de meta

La semana pasada dejábamos el asunto llegando al aeropuerto de Charlotte. Cuando compramos los billetes, nos daban dos opciones: Una escala de aproximadamente una hora (o menos) y otra de cuatro horas. Dado que teníamos que recoger el equipaje, cambiar de terminal, pasar la aduana, volver a despachar el equipaje y pasar nuevos controles de seguridad para embarcar en el nuevo avión, consideramos que tal vez una hora se nos quedase escasa y optamos por ir a lo seguro y pillar la escala de cuatro horas.

Mal.

Recogimos el equipaje en menos de lo que canta un gallo, en la aduana el hombre nos preguntó dos tonterías, nos selló los pasaportes y nos dio la bienvenida sonriendo (luego de comprobar que habíamos aprobado el examen que hay que pasar por Internet y por el que te cobran catorce dólares luego de preguntarte si estás loco, si eres drogadicto y si tienes intenciones de ir a hacer pupita), y el equipaje se soltaba directamente en una cinta. Sólo nos faltaban los controles de seguridad. “¿Cuánto tiempo nos queda?”, pregunta el churri. “Tres horas cincuenta minutos”. Estupendo.

Salimos a fumar. Fuimos a tomar té frío al Starbucks. Volvimos a salir a fumar. Fuimos a comprar tabaco sin impuestos y nos salió el tiro por la culata porque íbamos a tomar un vuelo nacional y, como ya no sabíamos que hacer, pasamos el control de seguridad y fuimos a sentarnos a la sala de embarque a ver las horas pasar. Ahí aproveché para leerme todas las guías de viaje que habíamos descargado y que no habíamos tenido tiempo de mirar.

En el avión me tocó ir delante del churri. En asientos de estos que son de tres. En el medio. A un lado llevaba un pibe que no se había duchado en una semana y, del lado del pasillo, una mujer que apenas se podía mover porque decía que, jugando con su nieta, ésta la había tirado al suelo y ahora no podía caminar. Muy rocambolesco, todo. No nos dieron mantas y hacía un frío de tres pares. Tuve que soportar el frío glaciar las cinco horas que duró el vuelo. Al apestoso se lo ocurrió ir al baño por lo que hubo que liar la de Dios para salir escalando por encima de la señora. A la vuelta, no sé cómo nos las apañamos para quedar yo en la ventanilla, la señora en el centro y el apestoso en el pasillo. Mejor para mí. Ahí empezamos a reorganizar nuestras pertenencias. Toma, tu libro; toma, tu bolso. Parecíamos los tres chiflados.

A una de las compañeras de asiento no apestosas del churri se le ocurrió la loca idea de pedir una manta. Poco le faltó al sobrecargo para reírse de ella en su cara por lo que deseché la idea de pedir nada.

A pesar de todas las vicisitudes, llegamos a Los Ángeles y allí estaban mis tíos y la hija mayor de una de mis primas esperándonos. Por fin empezaban las vacaciones. 

miércoles, 13 de agosto de 2014

Anuncios Pesadillescos CV: Destripamiento con menos sentido que el anuncio

Creo que éste ya no lo echan porque me da a mí que la promoción ya ha terminado pero, como estuve disfrutando de mi merecido descanso, lo publico hoy como si de un momento “remember” estuviésemos hablando.

Se trataba, en este caso, del anuncio de una conocida óptica. La del francés. Ésa. Para promocionar su oferta de verano, nos hacen creer que han organizado un concierto multitudinario donde dos muchachillas dan saltitos sobre el escenario al tiempo que corean entusiasmadas el slogan de la empresa. Una muchedumbre enfervorizada y haciendo gala de un paroxismo sin par, baila en éxtasis al ritmo de la canción de moda (por decir algo).

En el anuncio no pasa mucho más, la verdad. Nos informan que si compras un par de gafas te dan otros dos pares por sólo un euro más y más o menos ahí acaba el invento pero lo que me llamó la atención (aparte del hecho de haber montado semejante parafernalia para anunciar esto) es que, en la mencionada muchedumbre, apenas pude vislumbrar dos o tres que no llevaran gafas. Tal vez sea una fiesta exclusiva para gente con gafas y los que no las usan sean vulgares colados a los que de un momento a otro van a sacar a mamporrazo limpio los vigilantes de seguridad o también puede ser que sean simples advenedizos que mueren por pertenecer a la selecta élite de aquéllos que sí usamos gafas y hemos podido disfrutar en algún momento de nuestras vidas de ese magnífico día en que apareces de repente en el colegio con tus lupas y todo el mundo te dice “halaaaa, te has puesto gafas” como si todos y cada uno de ellos fueran los primeros en darse cuenta de un detalle tan sutil del que nadie más se había percatado hasta ese preciso instante. Ese momentazo de protagonismo no está pagado. Creo que me convertí en diva a partir de ahí.

Tal vez estos dos o tres personajes desgafados que se aprecian en el concierto del siglo sean como mi tía que, según dicen las malas lenguas (bueno, vale, la que lo dice es mi madre; para qué vamos a andarnos con eufemismos a estas alturas), cuando era pequeña, tuvo una época en que le había dado tal perreta con que quería que le pusieran gafas que se andaba chocando con cuanto mueble o pared se cruzase en su camino para demostrar que estaba cegata perdida y que el asunto de las gafas no podía posponerse un minuto más so pena de terminar necesitando un bastón blanco y un perro lazarillo. A veces pienso que la única normal de mi familia soy yo y eso es bastante preocupante; sobre todo cuando me da por compararme con el resto de la sociedad o cuando de repente caigo en la cuenta de que yo venía a destripar un anuncio televisivo y he terminado hablando de mis traumáticas experiencias escolares o de cómo mi tía se daba porrazos a propósito contra objetos inanimados.

martes, 12 de agosto de 2014

He leído: Ell@s No esperéis su piedad, de Daniel Renau

Sacrifico el Ustedes Dirán de hoy para traeros la reseña de un libro publicado por el escritor (y blogger) Daniel Renau. Lo tenía en mi poder desde hacía más de un mes pero entre que me fui de vacaciones y demás vicisitudes, no he tenido tiempo de terminar de leerlo hasta ahora.

¿Qué pasaría si una buena mañana te levantas y descubres que puedes cambiar de sexo a voluntad? ¿A que mola? ¿A que parece un plan chachipiruli para quedarse con el personal? A mí se me ocurren unas cuantas cosas divertidas que podría hacer si contase con esa habilidad.

¿Pero qué pasaría si enseguida descubres que no eres el/la único/a en el mundo a quien le pasa esto y que, al parecer vas a tener que vivir en la clandestinidad por los días que te restan? Ya no mola tanto, ¿a que no?

Pues precisamente de esto versa el libro “Ell@s: No esperéis su piedad”. Más allá de la ciencia ficción, este libro nos habla de un tema que ha estado y está muy presente en todas las sociedades: El miedo a lo diferente, la discriminación y la lucha de un grupo de personas por hacerse su hueco en la sociedad y ser aceptadas como iguales.

A medida que avanza el libro, en ocasiones podremos estar de acuerdo con sus metodologías y, en otras, tal vez no tanto pero no podremos dejar de empatizar, en mayor o menor medida, con Ell@s y plantearnos si, en caso de encontrarnos de repente en un grupo relegado a la exclusión social, estaríamos dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias con tal de conquistar la libertad y nuestro lugar en la sociedad. ¿Seríamos conformistas con el statu quo que se nos ha impuesto o lucharíamos con uñas y dientes por lo que consideramos justo? De esta manera, aparte de engancharnos con la historia en sí misma, nos hace pensar sobre diferentes situaciones que hemos visto y seguimos viendo a diario.

Un libro altamente recomendable, que se lee en un pispás (si no sois como yo y, cuando estáis de vacaciones, lo dejáis todo a medias) y que te deja con ganas de saber más de esta gente (sospecho que sabremos más pero éstas son simples conjeturas mías; a ver si no me fallan las artes adivinatorias brujeriles).

Soy un poco desastre escribiendo reseñas porque no tengo costumbre de ello y, por tanto, siempre tengo miedo a desvelar demasiados datos y terminar destripando la historia (espero que no haya sido el caso) pero, si he conseguido transmitiros cuánto me ha gustado el libro de Daniel Renau, estaréis sin duda ansiosos preguntándoos dónde podéis conseguirlo. Estáis de suerte. Es tan fácil como pinchar aquí, así que ya estáis tardando. Gracias a él, ya tenéis lectura para el verano. ¿Qué más se puede pedir?

Muchas gracias, Daniel, por haberme tenido entretenida en las ociosas tardes de oficina en verano que, de no ser por ti, se me hubieran hecho más largas que un día sin pan. 

lunes, 11 de agosto de 2014

Crónicas Felinas XCIX: Así amenizo las mañanas veraniegas

Marrameowww!!!

Ahora que la bruja y el consorte llevan algo más de dos semanas de vuelta en casa y somos nuevamente una familia feliz… No, esto no era así. Vuelvo a empezar: Ahora que la bruja y el consorte llevan algo más de dos semanas de vuelta en casa y somos nuevamente un heterogéneo grupo de seres que más o menos se soportan, ya puedo dejar de perseguirlos por la casa a todas horas, vigilando cada uno de sus movimientos, no sea cosa que les dé por volver a darse el piro y esta vez dejarme solo, abandonado a mi suerte sin una triste bolita de pienso que llevarme a la boca. Ahora ya me voy tranquilizando y voy un poco más a mi rollo, como suele ser mi costumbre.

Por lo tanto, he vuelto a disfrutar de los placeres de la terraza (siempre que no haya ropa tendida, que ya sabéis que la bruja me tiene terminantemente prohibido acercarme a la ropa tendida) y, en mi afán por tocar un poco más aún las narices a mis humanos, he desarrollado una nueva manía.

La terraza tiene una puerta (normal, claro, a ver si no cómo vamos a entrar y salir) y en ella también hay dos ventanas que comunican con dos dormitorios. Uno de estos dormitorios es el de los humanos. Pues bien, cuando la bruja se levanta por las mañanas, lo primero que hace (a petición mía) es abrir la ventana del dormitorio para que yo pueda salir por ahí a la terraza siempre que no haya ropa en el tendedero, recordemos. A partir de ahí, se va a hacerse sus abluciones matinales y, cuando sale, se dirige al salón y me abre la puerta de la terraza que da al salón para que yo tenga un circuito de lo más chulo por el que entrar y salir. Y así me paso yo la mañana, entrando y saliendo por la puerta y la ventana respectivamente.

Pero imaginemos que, en un momento dado, la bruja va al dormitorio y le da por cerrar la ventana. ¿Qué imagináis que hago yo? Pues subirme ipso facto al alféizar maullando como si me fuera la vida en ello.  Y la bruja, ante mis maullidos lastimeros, abre la ventana nuevamente, pensando que quiero entrar. Recordemos que la puerta está abierta, así que en realidad podría entrar por ahí aunque la ventana estuviese cerrada; por tanto, como es evidente (al menos para mí, que ya sabemos que la bruja es algo corta de entendederas) no es realmente entrar lo que quiero. En realidad no quiero otra cosa que molestar. Cuando la bruja abre la ventana yo me quedo un rato largo sentado en el alféizar, dando a entender que no tengo la más mínima intención de entrar por ahí pero que quiero que la ventana esté abierta y, por ende, así se va a quedar hasta que yo decida que ya puede ser cerrada.

Y así es como en casa amenizamos nuestro día a día.

Prrrrrr.

jueves, 7 de agosto de 2014

Supercalifornialísticoespialidoso I: Aventuras aeroportuarias

Comenzamos hoy la crónica del viaje realizado por el churri y quien suscribe estas pasadas vacaciones. Como sabéis que soy dada a deshacerme en explicaciones, desconozco cuánto vamos a estar dando detalles de esas dos semanas de esparcimiento.

Para quienes no lo sepáis, hemos estado en California, donde vive gran parte de mi familia, a quienes hacía muchos años que no veía en su inmensa mayoría. Sin embargo, no será hoy cuando nos zambullamos de cabeza en las maravillas del American Way of Life, sino que nos dedicaremos a hablar del viaje de ida, que fue bastante rocambolesco. Lo que no me pase a mí…

Ya íbamos un poco cabreados porque en la agencia de viajes nos habían dicho que los asientos no se podían reservar hasta veinticuatro horas antes y, cuál no sería nuestra sorpresa, cuando al ir a reservar los asientos vimos que ya estaba casi todo pillado tanto en el vuelo Madrid-Charlotte como en el vuelo Charlotte-Los Ángeles. Para el primero tuvimos que coger un asiento casi en la parte delantera (donde iba yo) y otro casi en la parte trasera (donde iba el churri).

Total, que llegamos a Barajas con todo nuestro rebote y, luego de facturar el equipaje y responder a un interrogatorio interminable donde nos preguntaron cuándo habíamos hecho el equipaje, si había estado controlado en todo momento, si nos habían dado algo para llevar por encargo (iba a decir que, así a bote pronto, sólo me acordaba de los cuatro kilos de heroína que llevaba en un doble fondo pero no estaba segura de si eso se podía considerar  un encargo ya que por eso me pagaban pero preferí callarme. La mujercita no tenía pinta de tener demasiado sentido del humor) y advertirnos seriamente que no aceptásemos nada de nadie (ni caramelitos, ni nada) partimos a pillar el trenecito ése que te lleva a la Terminal 4 Satélite, no sin antes habernos quitado los zapatos, los relojes, los anillos y la dentadura postiza. 

Pese a haber optado por no hacer el chiste de la heroína, cuando ya íbamos a acceder a nuestra puerta de embarque, el que revisaba los pasaportes (por quinta vez) debe de habernos visto pinta de sospechosos porque nos hicieron ir a otra salita donde nos volvieron a hacer quitar los zapatos (unos fetichistas de los pies, es lo que son), nos cachearon, nos revisaron el equipaje de mano cosita por cosita y nos dejaron ir con su bendición. Ese día debían estar en plan paranoico-festivo porque juraría que había más gente en la salita esa que en la propia puerta de embarque.

Finalmente pudimos subir al avión y, por primera vez ese día, la suerte estuvo de mi lado y el asiento que estaba delante del mío quedó libre, por lo que corrí a avisarle al churri para que pudiésemos estar un poquito más cerca.

Nueve horas después aterrizábamos (con total suavidad, he de reconocer) en el aeropuerto de Charlotte.

Sobre qué aconteció allí hablaremos en el próximo capítulo.

miércoles, 6 de agosto de 2014

Anuncios Pesadillescos CIV: Los ve bien vistos

Estamos en época estival y, por tanto, es normal que el miedo a los mosquitos se dispare, generando un estado de alerta constante en la ciudadanía toda. Por ello, en el presente anuncio, vemos a una mujer metiéndose inquieta en la cama (con edredón, en agosto, le va a dar el sarampión) La voz en off nos hace saber que nunca sabemos dónde se puede esconder un mosquito y, en cuanto la mujercilla apaga la luz, vemos a uno de estos seres agazapado cual ninja en una esquinita del techo, esperando su oportunidad para atacar y ponerse morado a sangre fresquita, que es como leche merengada para los mosquitos.

El mosquito, zumba que te zumba, se deja caer dentro de un florero que se agita y deja caer unos cuantos pétalos de las flores allí dispuestas. ¿Cuánto pesa este mosquito? Retiro lo de “cual ninja” y lo sustituyo por “cual luchador de sumo”. Y, como es normal, la mujer se despierta. Cómo no se va a despertar, la pobre, si un mosquito del tamaño de Ávila acaba de caer en su jarrón. Habría que ser un oso pardo en plena hibernación para no despertarse ante semejante escándalo.

Sin embargo, el mosquito, que es un maestro del camuflaje, consigue escabullirse tras una cortina utilizando el archiconocido truco de “soy un pétalo que va caminando solo”. Pero ahhhhh, no contaba con que en la pared tienen enchufado un novedosísimo aparato, una auténtica máquina de matar, la niña mimada de la tecnología punta alemana en lo que a insecticidios se refiere, que mata incluso los mosquitos que no se ven.

Espera.

¿En serio?

Sí, en serio. Nos venden el insecticida con la promesa de que va a matar también a los mosquitos que no se ven. Más allá de que a este mosquito en particular sería imposible no verlo porque, apoyado en la repisita de la ventana la cabeza le llega hasta el marco  de la misma, por lo que calculo que debe de medir unos ocho centímetros de pie, ¿qué pasaba con los difusores de antes? ¿Tenían un sensor óptico que hacía que saliese un martillo de la pared para machacar a cuanto mosquito se cruzase en su camino, en plan artilugio marca ACME de dibujito animado? ¿De qué va esto?  Hasta donde yo sé, los insecticidas consisten en partículas químicas que flotan en el aire. No hace falta que el insecto en cuestión sea visible para que funcionen. Si sólo matasen a los bichos que se ven, pues ya me apaño yo con la técnica de la zapatilla, que a ecológica no le gana nadie y me sale bastante más barato, que no está la economía como para andar derrochando en cosas superfluas que no me van a aportar mayores beneficios que las costumbres tradicionales.

Parece que ya no saben qué inventar para meternos un producto por los ojos. En cualquier momento nos van a vender un antibiótico alegando que mata incluso las bacterias que no se ven. Con un par. 

martes, 5 de agosto de 2014

Ustedes Dirán XCIII: Técnicas para ligar de ayer, hoy y siempre(sugerido por mi madre)

Sí, sugerido por mi madre. Ni ella ha podido resistirse a la tentación de enviarme una propuesta al escuchar esta joya de canción. Para evitar que me retire el apellido tengo que aclarar que la escuchó de casualidad. No es que ella sea dada a este tipo de música tan profunda. Dicho esto, tengo que agradecer infinitamente a la madre que me parió por haber dado con esta obra maestra. Mi vida es otra desde que la conocí. Mi madre nos trae…

“Un Beso de Desayuno” de Calle 13

El ritmo es machacón a más no dar, vaya esto por delante, así que, si consigo no dormirme con la cadencia del temita, podré analizar la letra que dice cosas como ésta:

Yo quiero caminar por encima de tu pelo

Empezamos bien. El tío éste tiene complejo de piojo y quiere parasitarme.

Hasta llegar al ombligo de tu oreja

¿El ombligo de mi oreja? ¿Eso qué es? ¿El lóbulo? ¿O insinúa que el piojo se me va a meter por la oreja hasta llegar al ombligo? Ichhhhh.

y recitarte un poquito de cosquillas

No hay cosa que me dé mayor ataque de risa que las cosquillas recitadas. Dónde va a parar.

y regalarte una sábana de almejas

¿Un regalo para mí? A ver, qué será, qué nervios… Estoooo. Emmmm. Estoooo. Gracias, creo. El ticket regalo lo pediste, ¿no?

darte un beso de desayuno

¿Pero sin galletitas ni nada?

para irnos volando hasta Neptuno

Con el jet lag que arrastro de mi último viaje… Quita, quita.

si hace frío te caliento con una sopa de amapolas

¿Por lo del opio? Otro que ya me quiere drogar

y con un fricasé de acerolas

He tenido que buscar qué es un fricasé (es una especie de guisote francés que no creo que sea lo más adecuado ahora en agosto). En cuanto a las acerolas, hay acerola europea y otra originaria de la zona de las Antillas y América Central. Supongo que se referirán a éstas últimas, siendo estos señores de Puerto Rico. Pues bien, entre las propiedades de la acerola americana destacan las siguientes (copio y pego de Wikipedia):

“Además de su consumo como golosina o en mermeladas, la acerola es utilizada en la medicina tradicional para facilitar la recuperación de astenias o de estados de mucha debilidad (por ejemplo los derivados de una hambruna), también se usa para coadyuvar en el tratamiento de diarreas y problemas hepáticos”.

No sé qué insinúa este muchacho. En fin, el caso es que repiten las sandeces anteriores (vuelvo a quedarme a cuadros con la sábana de almejas) y seguimos.

Tú eres un panal de dulces

Fruta fresca

Bueno, son piropos un poco cursis, pero pasen.

Tú tienes una mirada demasiao pintoresca

Oye, chavalín, que yo nunca he tenido problemas de estrabismo.

una mirada color infinito

Mírame fijamente a los ojos… Sientes mucho sueño… Ahora tienes ganas de cantar canciones de El Fary…

tú me pones el estómago blandito

¿Te preparo un té de acerolas a ver si se te pasa?

vamos pasito a pasito, siguiéndonos las huellas

caminando en una tómbola de estrellas

De luz y de coloooooor , de luz y de colooooor.

un trayecto con clima perfecto

regálame una sonrisita con sabor a viento

¿Qué quieres, que te sople en un ojo? Eres demasiado profundo para mí.

tú eres mi vitamina del pecho, mi fibra

tú eres todo que me equilibra

un balance, lo que me complementa

Vamos, que soy como un yogur con bífidus

tú...tienes una cosita que brilla

que sobresale

¿Sí? Voy a tener que pedir cita con el dermatólogo.

Por eso quiero que tú me regales

30 carnavales, 400 mil cuentos

Éste se ha creído que soy Schehrezade.

Una cajita pa' guardar momentos

Te voy a traer una monísima que diga “Estuve en Villalmendruco de Abajo y me acordé de ti”

 Vamos a hacer burbujas dentro el cafe

Menuda cochinada. Con la comida no se juega, hombre ya.

vamos a tener 100 bebes y a dejar los cliches pa' otro dia

¿Cien bebés? Éste nunca ha leído mi blog.

tú me hiciste brujeria, bruja

Bueno, lo mismo a mi gato sí que lo ha leído.

vámonos pa' Cuba

a cien millas, patinando por las Antillas

Que no voy a ningún sitio, leñe, qué manía… Y menos a patinar.

vamos a hacer un compromiso sin capilla

con una siembra de trigo y con la luna de testigo

enrolladitos usando el mismo abrigo

¿Pero un abrigo de berberechos o de qué?

Ahí repite lo del piojo y las almejas y las acerolas. Después empieza a decir que soy una pintura (por no decir que soy un cuadro) y que soy un árbol, una diosa, que rimo y que con él combino. Toma ya. Y remata con esto:

¿qué tal

si me inyecto el pulgar

en la boca y me inflo como un globo?

Eso quiero verlo yo. Estoy muy desfasada en lo que a técnicas para ligar se refiere.

nos estacionamos en un arbol de algarrobo

No he podido evitar acordarme de esto (a partir del minuto 3:53)

vámonos que el tiempo es oro

la noche a da'o un estiron

y tengo el océano de chaperón

Ve yendo tú, si eso, que ya te alcanzo.

mis piernas se convirtieron en algodón

Porque estar contigo se siente cabrón.

Pero qué bonito, qué poesía, qué… ¿qué?


P.S. Seguro que habéis dado con algo sobre lo que queréis que escriba. Soy toda oídos. 

lunes, 4 de agosto de 2014

Crónicas Felinas XCVIII: Y la vida sigue

Marrameowww!!!

Como veis, la bruja me ha vuelto a liar. Al irse de vacaciones optó por usurparme vilmente mi sección semanal pero, a la vuelta, se ve que las reglas no son las mismas. Pensaba yo, ingenuo de mí, que ya que volvía por lo menos tendría la decencia de dar la cara y currarse ella misma un post de apertura de la nueva temporada pero no, ella es así de perversa. Me ha mirado fijamente y me ha dicho que ya iba siendo horita de retomar el blog y que me pusiera a ello. De nada valieron mis alegaciones en cuanto a que lo suyo sería que la que se encargase de dicha tarea fuera ella misma, que para eso siempre que habla de este espacio en la red no dice “nuestro blog” sino “mi blog” y para eso también hay fotos de su gepeto por doquier. Nada, oídos sordos.

Su excusa ha sido que, el día que volvió de vacaciones (hace ya más de una semana, para que veáis a qué clase de ser irresponsable nos enfrentamos), llegó con fiebre y se sentía muy mal y que luego empezó a toser como un perro con tuberculosis y que luego se le quedó voz de camionero (como si esto último tuviera algo que ver, digo yo; no me parece a mí que para teclear sea necesario tener una prístina voz de diva del bel canto). Pues eso, que ponía carita de cordero degollado y decía “es que yo estoy muy pachucha; ocúpate tú”.

Como si no tuviera yo mis propias preocupaciones, que me han tenido dos semanas abandonado en una especie de reformatorio para gatos. Dice ella que no, que es un hotel felino. Vale, es cierto que me cepillaban y me cortaban las uñitas y me daban juguetitos y mimitos y de todo pero a mí no me engaña. Eso era un centro de rehabilitación felina, fijo. Mientras tanto, ella y el consorte muy felices allende los mares y uno en su particular cárcel pasando las de Caín para que luego venga a hacerse la víctima argumentando lo malísima que está. No estaba tan malísima para andar por ahí de pingo y, ya que estamos, os hago partícipes de la indignante noticia de que no me ha traído ni un mísero souvenir del otro lado del charco. Tampoco es que pida yo mucho pero, qué sé yo, un ratoncito con sabor a hot dog o a pollo a la barbacoa. ¿Es mucho pedir? Pues nada, ni acordarse. Dicen que han estado llamando al hotel-spa-cárcel en el que yo me alojaba pero ¿cómo puedo comprobar eso? A ver si se creen que al final del día me dejaban una notita con los mensajes recibidos; que aquello era como Guantánamo y no me dejaban tener contacto alguno con el exterior. Como en la casa de Gran Hermano pero sin derecho a premio final.

Bueno, pues eso, que ya estamos aquí de nuevo. La bruja relajada y yo, cabreado.

Lo normal, vaya.

Prrrrrr.