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jueves, 28 de abril de 2016

El romanticismo y yo

A veces me sorprendo a mí misma con mi poco romanticismo. Reconozco que a los veinte años, cuando una estaba con todo el pavo subido y viviendo las mieles del primer amor “en serio” todo me parecía un cuento de hadas. Cualquier nimiedad que en circunstancias normales podría interpretarse como simple educación, yo la veía como la gesta de un caballero.

Pero luego vino el desamor y, con él, se me quitó la tontería. Luego de llorar durante meses por pensar que ya nunca jamás sería capaz de volver a amar, me sacudí las penas y seguí adelante porque era lo único que podía hacer, básicamente. Bueno, eso o encerrarme en un convento de clausura pero los hábitos me ensanchan las caderas y el velo me deja el pelo fatal, así que me dije “pues a seguir, que aunque el amor me dé palos, al menos puedo elegir mi outfit”.

Y fui viviendo diferentes historias de amor, algunas más intensas que otras. Y reconozco que cada ruptura me resultaba más fácil. Me volví una persona de lo más práctica y el pragmatismo no suele ser buen compañero del romanticismo al uso. Y luego conocí al churri y si bien admito que es la persona con la que más a gusto he estado en mi vida y que no lo cambiaría por ninguno, ya no siento esas maripositas que otrora sentía cuando era joven e inexperta. Tal vez haya perdido magia en el proceso pero he ganado en tranquilidad lo que no está escrito. O sí está escrito, porque lo acabo de escribir.

Así que, cuando el otro día el churri me dejó por sorpresa un muffin de arándanos en la cafetería para que me lo diera la chica majísima de los cafés al ir yo a buscar mi ídem, me pareció un gesto de lo más bonito y por supuesto que se lo agradecí pero si esto me hubiera pasado a los veinte años creo que ni me hubiese comido el muffin. Lo hubiese enmarcado para contemplarlo día y noche como símbolo eterno de un amor inquebrantable. Pero me ha pasado con 37 años a punto de tocar a su fin, así que me lo comí, y bien bueno que me estuvo.

Tengo una amiga que es todo lo contrario a mí. Creo que en su otra vida fue Sissi Emperatriz. Hasta ir a Cibeles a coger el búho (autobús que pasa por la noche, para los que no conozcáis la expresión) un sábado a las cuatro de la mañana le parece de lo más romántico. Para mí es ir por la Gran Vía sorteando borrachos, locos y gente de dudosas intenciones. Está visto que cada uno ve la vida con el prisma que le haya tocado en suerte.

Y creo que por eso me dan urticaria las novelas de amor, las canciones pastelosas y las comedias románticas. Especialmente esas donde la protagonista se termina enamorando locamente de alguien que al principio de la película le caía fatal. ¿Dónde se ha visto eso? Si alguien me cae fatal será por algo. La gente no cambia y no voy a decir de repente “pues mira, es un borde, un pedante, un egoísta y tiene mal aliento pero, de repente, me chifla”.

Nada, que no hay caso. No consigo ser romántica.

P.S. Ya estamos en la segunda fase de los PAPA. Recuerda que tienes tiempo de votar al ganador hasta las 23:59 españolas del martes 3 de mayo pinchando aquí.

miércoles, 27 de abril de 2016

Los PAPA 2016: Segunda fase

Y continuamos con la segunda etapa de esta trepidante edición de los PAPA.

Una vez recontados concienzudamente los votos (con ayuda de mi amigo Excel para evitar errores humanos), los anuncios que más votos han conseguido (con tres y dos votos, porque con tres votos sólo había dos anuncios y la cosa se vuelve poco emocionante) en la primera fase han sido:

De depiladoras: La depiladora mágica

De limpiador para el baño: Los géeeermeneeees

De compresas para la incontinencia: Que viva la amistad

De antigripales: Pasión de antigripales

De jamón de pavo: El lago de los pavos

De producto para las uñas: Cómo vender a través del asco

Pues de aquí va a salir el ganador. Así que ya sabéis, tenéis otra semanita (hasta las 23:59 españolas del próximo martes 3 de mayo) para votar por el que más pesadillesco os parezca. Os recuerdo que aunque el que hubieseis votado en la primera fase no esté ahora en la segunda, podéis votar nuevamente por alguno de esta lista. Y si tenéis la suerte de que vuestro anuncio más odiado ya esté entre los finalistas, aprovechad y volved a votarlo (en esta etapa todos los finalistas comienzan con cero votos). La ceremonia de entrega será el próximo miércoles 4 de mayo.

Mucha suerte a todos los participantes y que gane el peor. 

lunes, 25 de abril de 2016

Crónicas Felinas CLXXV: Necesito mi espacio

Marrameowww!!!

Ahora que parece que quiere asomar el buen tiempo, tanto para solaz nuestro como de la bruja (en algo tenemos que estar de acuerdo), nos dejan salir más a menudo a la terraza. No digo siempre porque cuando hay ropa tendida la bruja no nos deja ni acercarnos con nuestras uñas a sus prendas pero, cuando es invierno, pocos son los días que salimos porque la bruja se queja de que no quiere estar con la puerta abierta porque entra mucho frío. Que se fastidie por no tener un abriguito de piel natural como nosotros.

Supongo que os imaginaréis que tanto Munchkin como yo disfrutamos mucho de la terraza. El problema está en que no la disfrutamos de la misma manera. Digamos que tenemos diferentes puntos de vista sobre el significado del deleite.

Mientras a mí lo que me gusta es tumbarme al solecito a sentir cómo los rayos del astro rey calientan mi cuerpecito (a veces hasta límites un poco exagerados, todo hay que decirlo), a Munchkin lo que le gusta es hacer el cabra. Da saltos; se sube al tendedero que, como no es del todo estable, hace “tacatacatá” mientras el imberbe camina por su superficie; se sube al cesto de la ropa sucia (el cual la bruja tuvo que cambiar porque el que había antes tenía la tapa muy blandita y este bruto se la terminó cargando) o, lo más inverosímil de todo: se sube al alféizar de la ventana del dormitorio y, en cuanto ve aparecer a alguien, le maúlla para que le deje entrar. ¿Qué sentido tiene estar dentro de casa, querer salir y luego maullar para que te permitan acceder en un sitio al que podrías acceder por dentro de la casa? Ah, ya lo pillo: Fastidiar. Pues lo mismo no es tan mala idea.

El caso es que con tanto ir y venir, tanto salto y tanto maullido no me deja disfrutar en paz de mi siestecilla al sol. Así que pido (no, no pido; exijo) tener una terraza de uso privado donde pueda relajarme a gusto como si de un solárium se tratase. ¿No se supone que soy el mayor y el que más tiempo lleva viviendo en esta casa y soportando a los humanos? Pues alguna compensación tendré que tener por ello, ¿no?

Bastante tengo con compartir el cajón de arena. Con lo pulcro que soy yo, que me tiro horas pataleando arena para que todo quede convenientemente tapado, y tener que soportar que este salvaje vaya, alivie sus necesidades y lo deje todo ahí, a la vista.

Pues nada, ya que comparto baño con este impresentable, por lo menos que me deje disfrutar en paz de mi momento de relax, que me lo he ganado. Total, lo mismo puede dar saltos dentro de casa, no sé qué necesidad tiene de salir fuera para dedicarse a las mismas actividades destructivas a las que se dedica dentro.

Si es que ni un momento de paz se puede tener. No gano para disgustos.

Prrrrrr.


P.S. Dice la bruja que, si no habéis votado aún por el Anuncio más Pesadillesco del Año, tenéis tiempo hasta mañana martes 26 de abril a las 23:59 (hora española) pinchando aquí. Encima me tiene de recadero. Qué vergüenza.

jueves, 21 de abril de 2016

Trapicheos

En la cafetería de mi trabajo, aparte de las consabidas máquinas de vending, hay también un puestecillo donde te atiende gente de carne y hueso y venden desayunos, comidas y café (meriendas y cenas no; a las cuatro y media se van y los de la tarde nos chinchamos, como de costumbre).

Pues bien, ese puestecillo antes lo llevaba una empresa que vendía unos cafés con leche de un tamaño bastante considerable y, aunque su precio era más elevado que el de la máquina, valía la pena porque por lo menos no estás tomando ese polvillo químico que debe llevar de todo menos café. Hace un tiempo, el puestecillo se lo quedó otra empresa diferente, que debe de haber una oferta imposible de rechazar, al mejor estilo Corleone.

Y en el renovado puestecillo también venden café, pero resulta que los cafés con leche grandes los sirven sólo por la mañana, para los desayunos. Si pides un café con leche al mediodía te lo sirven en un mini-vasito con un mini-palito y unos mini-sobrecitos de azúcar. En serio, parece que hubieran sacado todo de la casa de Pin y Pon. Todo menos el precio que, incomprensiblemente, es el mismo que para el café grande. Yo nunca como ahí pero dicen las malas lenguas que para las ensaladas también ponen un mini-tenedor. Debe de ser que se toman muy en serio eso de que hay que comer la comida en bocaditos pequeños para hacer correctamente la digestión y no tener que andar después tomando yogures con bífidus activo, por mucho que los recomiende nuestro chef más televisivo y más fan del perejil y de los chistes malos.

Una de las personas que trabaja en el puestecillo es una chica híper mega maja que ya estaba antes, por lo que el truco que hemos ideado los de la tarde es esperar a verla sola y pedirle que nos sirva un café grande. De hecho, generalmente no dan tapita para el vaso pero tienen tapas también por ahí (no sé por qué las tienen y no las dan, la verdad; o bien los dueños del cotarro tienen un extraño fetichismo relacionado con la acumulación de tapitas o bien con las tapitas sucede como con la prensa, que puedes devolver lo que no has vendido sin repercusión económica de ningún tipo), por lo que es el momento ideal para pedir una de estraperlo. Somos un cuadro, hablando bajito y señalando las cosas con los ojos para no llamar la atención. Me siento como en las series de cárceles, tan de moda últimamente, donde hay todo un submundo de mercados alternativos y economías sumergidas. Si a eso le sumamos que, según terminas de subir la escalera, lo primero que ves es un cartel donde dice “No hay salida”, sólo nos falta que nos pongan uniformes de colores chillones.

Así que en esas andamos. Esto debería considerarse tráfico de influencias. Ya que no me hago famosa por mis talentos, al menos ser conocida por mis acciones delictivas.

P.S. Por si os perdisteis el post de ayer, os recuerdo que ya está abierta la votación para los PAPA 2016. Podéis ver los candidatos y votar pinchando aquí

miércoles, 20 de abril de 2016

Los PAPA 2016: Primera fase

Sí, queridos lectores y lectoras, ciudadanos y ciudadanas, personos y personas. Ya llegó, ya está aquí, el momento más esperado del año por todos vosotros. La edición 2016 del PAPA (Premio al Anuncio más Pesadillesco del Año) ¿Quién se alzará este año con el codiciado galardón? La decisión está en vuestras manos y yo muero de impaciencia por conocer a nuestro ganador.

El mecanismo es más simple que el funcionamiento de un botijo y el mismo de todos los años pero, por si tú que me lees es la primera vez que presencias estos premios, aquí lo explico.

En esta primera etapa, vamos a seleccionar a los finalistas. Participan todos los anuncios publicados desde la última entrega de los PAPA hasta el del miércoles pasado. Lo único que tenéis que hacer (de momento) es ponerme aquí en un comentario qué anuncio consideráis merecedor de ser considerado el más pesadillesco del año. Para esto tenéis tiempo hasta las 23:59 (hora española) del próximo martes 26 de abril. Por favor os lo pido, que el voto sea concreto. Es que luego me volvéis loca con “es que este me parece horrible pero el otro también” y yo entro en bucle sin saber a quién colgarle el voto.

El día 27 publicaré los finalistas, que serán aquellos tres que hayan obtenido más votos (aunque a veces son más en caso de empates). A partir de ahí habrá otra semanita para que volváis a votar y comprobemos con algarabía quién ha sido el (des)afortunado. No importa si en la primera etapa votasteis por uno y luego cambiáis en la segunda porque los votos no se acumulan. Al inicio de la segunda etapa, todos los finalistas partirán con cero puntos.

Creo que esto sería todo. Si os queda alguna duda, la responderé gustosamente.

Y para no teneros rebuscando, aquí os dejo con la lista de anuncios y sus correspondientes enlaces por si queréis refrescar la memoria o deleitaros con mi prosa. Los nominados son:

De caramelitos: Ya ni disimulan

De venta de artículos de segunda mano: Lama glama texana

De depiladoras: La depiladora mágica

De desodorante para pies: A vuestros pies

De productos de limpieza: Productos para torpes

De depiladora masculina: Tiene nombres mil

De parchecitos para callos: Qué decepción, Sara

De jueguecillos para el móvil: El detonante de traumas

De veneno para los mosquitos: Tonto a la par que inexacto


De jabón para la ropa: Fiestóooooon

De papel absorbente: Who´s that girl?

De suavizante de ropa: Qué fue de…


De galletitas: El efecto dominó

De limpiador para el baño: Los géeeermeneeees

De piojicida: El piojo acosador

De compresas para la incontinencia: Que viva la amistad

De bebidas espirituosas: La poción mágica

De tiras adhesivas: La Torpe y La Enterada


De desodorante: Los diminutos

De tiendas de electrodomésticos: El folleto que metamorfosea

De ambientador: El ambientador-laca

De postres bajos en calorías: Los peligros de la cocina


De tiendas de juguetes: Los nuevos Umpa Lumpas


De antigripales: Pasión de antigripales


De leche de continuación: Hay que ser la leche

De coches: El coche yonki

De venta de cosméticos por catálogo: El labial curalotodo


De máscaras rejuvenecedoras: Bella a la par que siniestra


De jamón de pavo: El lago de los pavos

De producto para las uñas: Cómo vender a través del asco

Otro de caramelitos: Tíooo



¡A votar se ha dicho!

lunes, 18 de abril de 2016

Crónicas Felinas CLXXIV: El aparatito

Marrameowww!!!

Munchkin, en su infinito afán de destrucción, ha encontrado una nueva manera de acercar más a la bruja a la locura definitiva, a ver si con un poco de suerte un día de estos la ingresan y nos quedamos únicamente con el consorte, que no es que sea la panacea pero, al menos, es bastante más manipulable en lo que a chantaje emocional se refiere.

De un tiempo a esta parte, la bruja se venía quejando de que, dada la sequedad del ambiente, no podía respirar bien para dormir por las noches. Es lo que tiene haber vivido una década en una ciudad que anda siempre rondando el ochenta por ciento de humedad, que luego vuelve al secano y no se acostumbra, aunque lleve aquí ya media vida. O, bueno, tal vez sea porque es defectuosa y punto, cosa que yo tampoco descartaría.

El caso es que se compró un aparatito que rellena con agua y se dedica a soltar vapor y dice que con eso duerme algo mejor. Y aquí es donde entra Munchkin en acción. Ha descubierto que, si bien el recipiente que contiene el agua está cerrado, hay parte de esa agua que se acumula en la parte de abajo (entendemos que para ir vaporizando posteriormente) y que, si tira el aparato con un manotazo efectivo, se forma un charquito de lo más entretenido.

La bruja, que es más tonta que Abundio, siempre comete el mismo error. Dice que se va a dormir y se lleva el aparatito lleno de agua al dormitorio, dejándolo en el suelo. Mientras tanto, va a lavarse los dientes y a hacerse sus abluciones nocturnas, momento que aprovecha Munchkin para hacer su nueva gracieta.

A la que no le hace gracia es a la bruja, cuando vuelve al dormitorio y se encuentra el aparato caído y el consabido charco haciendo de las suyas en el parquet. Ya le toca ir a por papel de cocina para ponerse a secar, mientras blasfema en arameo diciendo que bonitas horas para dedicarse a las tareas de limpieza. La semana pasada, el imberbe se superó a sí mismo consiguiendo no sólo ensopar el suelo sino también la alfombrita que tiene puesta la bruja al lado de la cama, la cual tuvo que sacar a la terraza con la esperanza de que a la mañana siguiente estuviese seca ya que necesitaba libre el tendedero porque al día siguiente era día de colada.

Y la bruja le dice a Munchkin, mientras éste va escabulléndose como puede y poniendo cara de culpabilidad, que ya podría aprender de mí, que soy tan buenecito y nunca tiro ni rompo nada. Lo que no sabe es que yo le maúllo cosas al oído al niñato para instigarlo a hacer el mal y reírme entre bambalinas con el espectáculo que se monta cada vez que monta alguna de las suyas. Eso es algo como para alquilar balcones y comer palomitas.

Y encima me llevo alguna chuche, como premio por haberme portado tan bien.

Prrrrrr.

jueves, 14 de abril de 2016

¿Agobio o aburrimiento?

Hay días en mi trabajo en los que voy con la lengua afuera y no me dan las horas para llegar a completar todo lo que tengo pendiente. Esos días no me gustan nada, como supongo que puede ser comprensible.

Pero también hay días que sucede justamente lo contrario; son días en los que entra muy poquito trabajo y me veo ahí, sentada en mi mesa viendo las horas pasar, sin saber muy bien en qué ocupar el tiempo, rogando para que entre al menos un mail consultando algo que no llevemos en el departamento para el que trabajo para, al menos, poder responder con un “sigue participando”.

Y en esos momentos casi echo de menos el agobio de otros días. Digo “casi” porque lo suyo sería tener un volumen de trabajo normal, que no me haga sentir que estás corriendo contrarreloj pero que tampoco sienta que estoy muriendo de manera lenta (y aburrida) pero, si sólo tengo esas dos opciones donde elegir, por loca que parezca voy a decir que prefiero el agobio. Vale que estoy todo el día al borde del infarto pero, al menos, para cuando me quiero dar cuenta ya he consumido casi la totalidad de la jornada, lo cual supone todavía más agobio porque empiezo a decir “Mira la hora que es y yo sigo aquí con esto a medio hacer. No me da tiempo, no me da tiempo”… Soy lo más parecido al conejo blanco de Alicia en el País de las Maravillas en esos momentos. Pero, a pesar de eso, tengo la sensación de que llego antes a mi casa (acelerada como una moto y todavía dándole vueltas a los mil temas que llevo en la cabeza pero, lo que es llegar, llego).

Pero cuando me aburro las horas pasan leeeeentas y miro el reloj cada cinco minutos y me sorprendo de que sólo hayan pasado esos cinco minutos porque tengo la sensación de que han sido cinco horas. Y el aburrimiento me engorda. Bueno, no es que engorde por el hecho de estar aburrida pero el ocio me impulsa a entretenerme zampando porquerías; que si ahora voy a por unas patatas fritas, que si luego unos frutos secos, más tarde tengo sed por culpa de los frutos secos y voy en busca de un refresco… lo que termina siendo una ruina para el bolsillo y para las posaderas, que cualquier día se me van a salir de España.

Total, que un despropósito. Como digo, prefiero ir por la vida como las locas antes que tener esa sensación de que estaría mejor en mi casa planchando, que ya hay que estar desesperada para preferir planchar pero es que me pone histérica saber que estoy perdiendo el tiempo cuando podría aprovecharlo en algo productivo para luego, con la satisfacción del deber cumplido, tumbarme a la bartola a perder el tiempo con conocimiento de causa y a zampar grasas saturadas como si no hubiera un mañana.

Y si se salen de España, que se salgan.

miércoles, 13 de abril de 2016

Anuncios Pesadillescos CLXXV: El arte y la limpieza no son compatibles

Hoy vamos con un producto de limpieza. Los productos de limpieza son de los que más presencia tienen en esta sección. Debe de ser que es complicado hacer algo creativo con un producto que sirve para mantener limpios nuestros hogares. O haces una cosa aburrida con tufillo a NO-DO o intentas innovar tanto que al final es un despropósito. Este pertenece a la segunda categoría.

Un chaval que trabaja en un taller mecánico se dispone a salir por la puerta, dando por finalizada su jornada laboral pero el jefe, que es un vil negrero, le tira un trapo pretendiendo que el pobre se quede toda la noche limpiando el taller, que está hecho una auténtica porquería. Al cerrar la puerta de persiana, se vuelca una lata de aceite, incrementando el caos aún más, si cabe.

El pobre chico mira con desolación la mancha de aceite que se expande por el suelo pero, resignado, se dirige al armario de los productos de limpieza, donde encuentra gran variedad de productos, todos de la marca anunciante, como no podía ser de otra manera. Echa un chorrito junto a la mancha de aceite y, al pasar el trapo, comprueba con satisfacción que ese trocito de suelo ha quedado de un blanco nuclear así que, con una sonrisa en los labios, se pone los cascos y se da a la tarea con gran alegría. Que empiece la fiesta.

En su reproductor de música suena la canción “Maniac” de Flash Dance y comienza a bailotear por el taller, rociando un poquito aquí y otro poquito allá, da volteretas, se sube por las paredes, patina con el trapo por el suelo y hasta da vueltas en una escalera con ruedas (“pa´haberse matao”) mientras lanza  escupitajos de eso por el techo sin ton ni son. Crea formas de lo más artísticas con el producto sobre techos, suelos y paredes. Vamos, que lo está dejando todo a lamparones. Ya, para finalizar, enciende los aspersores contra incendios y todo queda  limpio como una patena. Ni idea de cómo ha conseguido eso dados los movimientos aleatorios que ha utilizado para la limpieza.

Cuando el jefe entra al recinto a la mañana siguiente, de la impresión se le cae el café de la mano y si cualquiera de nosotros, en circunstancias normales, diríamos “¡A ver si tenemos un poco de cuidado, que acabo de limpiar!”, nuestro protagonista sonríe, se vuelve a poner los cascos y empieza a sonar la cancionceja en bucle nuevamente.

Si bien hay que reconocer que la coreografía es una pasada, también es justo decir que limpiar así es completamente imposible. En la limpieza, como en la vida, si no se sigue un orden al final todo es caos y el resultado termina siendo peor. Si limpiar fuera tan divertido siempre habría voluntarios para ello. A lo sumo se puede usar mi técnica, que consiste en movimiento de culete al compás de la bayeta.

Y ese es el máximo margen artístico que se permite  a la hora de limpiar. 

lunes, 11 de abril de 2016

Crónicas Felinas CLXXIII: Costumbres alimentarias

Marrameowww!!!

Munchkin y yo tenemos hábitos diferentes en lo que a alimentación se refiere (como para casi todo, la verdad sea dicha). Mientras él se abalanza sobre el plato en cuanto ve que ha sido rellenado y come sin respiro hasta que no queda ni un grano de pienso, no sea cosa que de repente vaya a aparecer un gato alienígena que le robe el alimento, yo soy de comer despacio y en varias tandas, masticando bien y dándome tiempo a disfrutar de la comida, porque soy muy fino y me han dicho que así se engorda menos, motivo por el que tengo una bolsa primordial envidiable.

Gracias a este estilo que tengo para comer, he dado con una fórmula perfecta para poner de los nervios  a la bruja. Como el imberbe es un zampabollos, no pueden dejar mi plato abandonado a su suerte para que yo vaya comiendo según me apetezca, ya que la consecuencia sería que el salvaje este se terminaría comiendo lo suyo y lo mío, por lo que nos ponen a comer en habitaciones separadas y, cuando yo ya no como más, guardan mi plato hasta que yo vuelvo a pedir comida y me vuelven a poner el plato en algún sitio alejado de la influencia de semejante glotón. Pues bien, cuando toca la comida del mediodía, la bruja sale de la ducha y le pone la comida en la cocina a Munchkin y a mí en el salón, cerrando la puerta para evitar injerencias. Mientras tanto, la bruja se pone a maquillarse en el salón (ella se maquilla en el salón porque dice que es donde tiene mejor luz natural; opino que da igual la luz que tenga, es fea y va a quedar hecha un cuadro con o sin maquillaje). Yo como tres granos y empiezo a maullar desesperado para que me deje salir a jugar con Munchkin, que ha terminado su plato en un suspiro. Ella, resignada, abre la puerta del salón dejándome salir y sigue a lo suyo.

Y es más tarde cuando pongo en marcha mi plan maestro. En cuanto veo que la bruja ya se ha maquillado, vestido y está poniéndose el abrigo para salir a trabajar, me acerco a ella y la miro con ojitos lastimeros, contemplando con suma satisfacción cómo ella mira de reojo el reloj y empieza a ponerse de los nervios pensando que va a llegar tarde a trabajar mientras yo mastico despacito y disfruto cada bocado con sumo deleite por dos motivos fundamentales: Uno de ellos es el simple hecho de comer, que siempre es algo muy gustoso y el otro, como era de esperar, es el saber que estoy consiguiendo que la bruja se ponga completamente histérica. Con un poco de suerte, cualquier día de estos le echan una bronca en el trabajo, lo que sería la culminación perfecta para mi maldad.

Tengo que practicar a ver si consigo masticar más despacio y relamerme bastante entre grano y grano, a ver si consigo mi propósito.

Prrrrrr.

jueves, 7 de abril de 2016

¿Recordáis la primavera?

Más de una vez he comentado por aquí que no me gusta nada el invierno. Yo soy de naturaleza friolera, así que sólo me siento a gusto a partir de los 25 grados (siendo generosa). Aparte, no me gusta nada ir cual cebolla embutida en capas y capas de ropa con lo fácil que es ponerse un vestidito, un par de sandalias y a vivir la vida.

Pero, desde hace unos años, creo que hay algo que detesto todavía más que el invierno y son estos primeros días de “primavera”, por decir algo, donde llueve y sigue haciendo frío cuando una ya se había hecho ilusiones de empezar a disfrutar un poco del buen tiempo. Porque el invierno es un asco (al menos para mí) pero tengo que reconocer que es una estación sincera. Se supone que tiene que hacer frío y llover y matarme a disgustos y es lo que hace. Va de frente, sin dobleces.

Pero esta primavera que no empieza nunca y que, siendo sinceros, ya ni siquiera empieza nunca sino que tal vez se limita a un par de días de clima templado para luego convertirse súbitamente en verano, se me antoja un ser traidor y despiadado. Y la culpa es del cambio climático, estoy segura. Cuando yo era pequeña, la primavera era primavera. Había cuatro estaciones bien definidas pero ahora tenemos dos y con suerte. Hacía tiempo que no había vivido un diciembre tan generoso como el que hemos tenido este año pero mi miedo era que al final nos íbamos a plantar en mayo todavía con el frío respirándonos en la nuca y, por lo que estoy viendo, mis temores no eran infundados.

Suelo ser una persona optimista pero tengo que reconocer que a mí el clima me afecta mucho y cuando miro por la ventana y veo que sigue haciendo frío cuando ya no debería hacerlo se me cae el alma a los pies. A ver si la situación mejora en breve y puedo salir  a la calle en mangas de camisa. Camisas que, por otra parte, tengo desde hace años porque hace tiempo que dejé de invertir en la llamada “ropa de entretiempo”. Me parece un gasto inútil en vista de que el entretiempo últimamente dura dos días en primavera y otros tantos en otoño. Por poner un ejemplo, siempre he sido una enamorada de las gabardinas y es por ello que tengo tres. Y tres son exactamente las oportunidades que tengo de usarlas durante el año. Lo bueno es que en ese sentido no repito modelito pero lo malo es que se pasan 362 días del año ocupando espacio en el armario (este año serán 363).

Así que tengo que admitir que ando un poco “chuchurría”, como sin ganas de nada. Y eso en mí no es habitual. Quiero disfrutar del solecillo, quiero que las prendas se me sequen rápido y quiero que la gente se dé cuenta de que debajo de todas esas capas de ropa se escondía una personita. 

miércoles, 6 de abril de 2016

Anuncios Pesadillescos CLXXIV: Tíooo

Estos caramelitos ya habían tenido su momento de protagonismo en esta sección pero, como parece que se superan a sí mismos día a día, hoy les vuelve a tocar. No es que me esté cebando con ellos, es que me ponen muy difícil ignorar sus anuncios.

Un tío con pinta de motero pasea un perro por la calle despreocupadamente. En un jardín aledaño, un vecino poda las ramas de un árbol de manera aún más despreocupada. Se masca la tragedia.

El del perrito pasa al lado del árbol y, efectivamente, le cae encima una rama. En la siguiente escena, vemos al motero bajo el follaje (siempre había tenido ganas de usar esta palabra y no veía yo la oportunidad). Sólo se le ve la cabeza, una mano y un pie en una posición de lo más antinatural. Lo único que atina a decirle al vecino que corre preocupado a socorrerle es “Tíooo”. No se acuerda de toda su familia, no le lanza improperios, no suplica que lo lleven a un hospital ni grita desesperado, no. Sólo dice “Tíooo” como si apenas le hubiesen pisado un callo. O bien el motero es muy estoico porque para eso es motero y tiene lo que hay que tener o bien es muy educado y le da apuro montarle el pollo al vecino, que el hecho de ser motero no necesariamente implica que tenga que ser un macarra.

El vecino, que es un experto en socorrer accidentados, le ofrece un caramelito que el motero acepta de buen grado extendiendo la mano para cogerlo. Quedaos con este dato, porque es de vital importancia para el destripamiento.

Lo siguiente que vemos es al vecino conduciendo un coche. De copiloto va el motero, escayolado literalmente de la cabeza a los pies y luciendo unas gafas de sol para no quemarse las córneas, que parece que es lo único que le ha quedado entero. Recordad que en el momento del accidente tenía la cabeza fuera de la rama y fue capaz de usar la mano para aceptar el caramelito que le ofrecía su vecino, por lo que veo muy poquito rigor científico en este anuncio.

El vecino que, pese a ser un total irresponsable, parece buena persona, se lleva al motero-momia a tomar un helado, dándoselo en la boquita porque el pobre hombre no puede mover un solo dedo, juegan al tenis sorprendentemente bien y hasta se van de copas aunque el pobre motero-momia, evidentemente, ni puede doblar el brazo para acercarse el brebaje ni puede agacharse para hacer uso de una pajita normal pero, afortunadamente, no hay nada que no se solucione con una buena dosis de ingenio en esta vida, por lo que arregla el problema usando una pajita “extra large”.

Y el anuncio termina nuevamente en el coche del vecino negligente, donde el motero-momia va siguiendo el ritmo de la música agitando un dedito que queda fuera de la escayola. El vecino lo mira con ojitos de profundo cariño.

Eso es amistad de la “güena”.

lunes, 4 de abril de 2016

Crónicas Felinas CLXXII: Trabajo en equipo

Marrameowww!!!

En alguna ocasión he compartido con vosotros las técnicas que tenemos tanto Munchkin como un servidor para despertar a nuestros humanos los fines de semana cuando el hambre arrecia. Si no fuera por nosotros, ellos seguirían durmiendo tan panchos mientras nosotros sufrimos una lenta y agónica muerte por inanición. Son unos irresponsables y los servicios sociales deberían retirarles nuestra custodia. Por todos es sabido que, si decides poner un gato en tu vida, primero va a estar el gato en cuestión y, si acaso en segundo plano, sus necesidades vitales.

Como ya he contado, yo soy de técnicas más sutiles, como el mimoseo extremo, mientras que Munchkin utiliza métodos más radicales como el zarpazo descarado. Por norma general, uno de nosotros lo intenta durante un rato y luego es el otro quien pasa al ataque pero, de un tiempo a esta parte, hemos aprendido que es mucho más efectivo atacar simultáneamente por varios flancos.

Si veo que la técnica del ronroneo y el cabezazo no surte el efecto deseado, paso a morder partes descubiertas de la anatomía de los humanos. Aquí tengo que reconocer que esto es más divertido en verano, donde hay más donde elegir y puedo optar por la parte carnosita de la mano (la que queda junto al dedo gordo), o partes de la cara. Las manos, en invierno, suelen estar tapadas, así que sólo me quedan sus caretos. Mis lugares preferidos para hincar el diente en esta parte de su organismo suelen ser la ceja, la barbilla o el moflete (este último cabrea especialmente a la bruja). Pongamos por caso que la bruja duerme sobre su lado izquierdo. Pues ahí que me pongo yo a darle bocados en el moflete mientras Munchkin se posiciona sobre la mesita de noche, que queda al lado derecho, para darle zarpazos en la espalda mientras tanto. De esta manera, a base de bocados, cabezazos y arañazos, la bruja termina abriendo el ojo porque no le queda más remedio y ya está cansada de repetirnos que nos estemos quietos y nos vayamos a molestar a otra parte.

Lo malo de todo esto es que, si bien nuestra intención es levantar a la bruja de la cama para que nos alimente, el damnificado suele ser el consorte, ya que la bruja (que es más mala que un dolor), le termina dando una patada y diciendo algo como “los cansinos estos tienen hambre”, lo que provoca que el consorte termine incorporándose, legañoso, harto de oír improperios y de recibir patadas.

Pero, como todo, también tiene una parte buena, y no sólo es que por fin alguien decide mover su enorme trasero y darnos de comer (que también) sino que el consorte ni siquiera se enfada con nosotros ya que se levanta hecho un basilisco con la bruja por haberlo despertado.

Creo que los entendidos llaman a eso “Ingeniería Social”. Me estoy planteando seriamente entrar al cuerpo diplomático para resolver conflictos internacionales.

Ya ibais a ver como a muchos se les quitaba la tontería.

Prrrrrrr.