Éstos ya habían caído una vez pero, como se ve que no
tuvieron suficiente o que les mola aparecer en esta sección, este año han
vuelto a la carga con otra maravillosa obra de arte. Podéis leer el
destripamiento anterior aquí,
si es que os interesa y, si no os interesa, pues entonces no.
La escena nos ubica en un campamento. Alguien tañe una
campanita y una horda de niños sale de su tienda de campaña. De fondo, suena
una música de tambores que nos hace pensar más bien en un campamento militar
pero se supone que es un campamento de verano para niños.
Como están muy bien aleccionados, van haciendo filita ordenadamente
para que un monitor les pulverice el cuero cabelludo con “algo” que aún no
sabemos lo que es. Un niño aspira embelesado el aroma que ha dejado en el aire
la pulverización del mejunje y a una niña le echan el spray y, acto seguido, le
cepillan su larga melena sin que haya un solo enredo. Qué maravilla, oye.
Los niños salen corriendo no
sabemos muy bien hacia dónde y, de repente, vemos que tras un árbol
acecha un bicho de etilvinilacetato (o de goma eva, que viene siendo lo mismo y
tiene menos sílabas, es que me quería hacer la culta…) que debe de medir
aproximadamente un metro ochenta, centímetro arriba, centímetro abajo.
Por el contexto general del anuncio entenderemos que es un
piojo gigante pero bien puede ser una cucaracha, un marciano o un inspector de
Hacienda. No sé yo si un entomólogo reconocería este espécimen a la primera
como un ftiráptero (ya estoy resultando pedante, ¿a que sí?).
El caso es que, sea lo que sea el bicharraco, los persigue
por el bosque ocultándose entre la maleza, como un vulgar acosador. Y,
entonces, vemos un niño que se dispone a saltar en tirolina y al bichejo
escondido detrás del palo, esperando su momento para atacar. Lo de “escondido”
es un decir. Muy tarado tienes que ser para no ver semejante esperpento detrás
de ti.
O muy tarado o muy indiferente debido a que te han rociado
la cabeza con el spray antedicho. No sé muy bien cómo debe de funcionar porque,
según va avanzando el riel de la tirolina, va dejando a su paso un brillo anaranjado
que hace que el piojo resbale y caiga cuando intenta ir a por su presa.
Eso sí, dicen que huele a naranja y mango, así que lo mismo
te protege de los piojos pero te conviertes en un claro objetivo para las
avispas. Seguro que el mismo fabricante también elabora repelentes de insectos
y así tiene el negocio doblemente asegurado. Deben de ser unos genios de las
finanzas, oye. Seguro que el repelente tiene olor a pescado para que te
persigan los gatos y así te pueden vender antihistamínicos si eres alérgico. Lo
tienen todo calculado al milímetro.
Al final, el pobre bicho abandona el campamento, hato al
hombro, buscando nuevos emplazamientos donde no sean tan crueles.