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lunes, 30 de noviembre de 2015

Crónicas Felinas CLVII: Orgullo paterno

Marrameowww!!!

Me siento muy orgulloso de la labor que estoy realizando como mentor y tutor legal de Munchkin. Vale que es cierto que no compartimos lazos familiares pero desde que lo conocí me propuse el reto de convertirlo en un digno sucesor de la saga de seres perversos que se inició con el difunto Luhay, en paz descanse y cace ratones rellenos de saltamontes.

Como ya he dicho en más de  una ocasión, él trae mucha maldad de serie, lo que ha hecho que incorpore nuevas estratagemas de su cosecha para hacer la vida imposible a los humanos pero nunca está de más enseñarle alguna que él desconozca.

Siempre he tenido mucha manía con meterme en los armarios. Armario que veo abierto, armario en el que me meto y, si no me ven y cierran la puerta, ahí puedo pasarme durmiendo las horas muertas hasta que hacen recuento de gatos, se percatan de que les falta uno y empiezan a buscarme desesperados hasta que a algún iluminado se le ocurre abrir el armario, descubriéndome ahí con cara de sueño.

Munchkin no le prestaba ninguna atención a los armarios. Veía abrirse la puerta de uno en sus narices y no reaccionaba, como si la cosa no tuviese absolutamente ningún interés para él. La bruja estaba de lo más contenta con esto, ya que cuando estoy yo en las inmediaciones tiene que andar con cuidado para que no me cuele pero, con él, se despreocupaba.

Pues esos días de bonanza han terminada para ella porque, gracias a mí, el niñato ha descubierto los placeres de entrar en la cueva prohibida de los secretos misteriosos y se cuela como una sombra, sin que nadie le vea. Ya dos veces le han tenido que sacar de algún armario.

Y, aunque me duela decirlo, el alumno está superando al maestro, ya que él no se limita a echarse una siesta encima de las camisetas de la bruja, llenándolas de pelos. No, no. Él se aferra a las prendas colgadas en las perchas. La bruja ya ha descubierto sospechosos agujeritos en una de sus faldas preferidas. Me  parto y me mondo con la risa más malvada que he podido conseguir. Eso es arte y lo demás, tonterías. Tendríais que haber visto la cara de la bruja cuando descubrió a Munchkin dentro del armario y, a continuación, la falda colgada en una posición bastante precaria. Sacó la falda, la analizó con ojo clínico y, acto seguido, comenzó a blasfemar en arameo con traducción simultánea al castellano al grito de “¡Qué voy a hacer con vosotros! ¡Si es que nunca aprendéis nada bueno!”. Miraba la falda lamentando su suerte y, a continuación, al techo, como pidiendo una explicación escrita ahí arriba (de verdad, qué cosas más raras hacéis los humanos). “¡Mira lo que has hecho con mi falda!” aullaba indignada mientras le ponía a Munchkin la prenda en los morros, quien la seguía mirando con ojos golosones.

A la falda, se entiende. La bruja no despierta ningún instinto goloso.

Prrrrrr.

jueves, 26 de noviembre de 2015

Una serie de catastróficas desdichas IV: El portátil

Sé que a muchos os he tocado la fibra sensible con este título. Tal vez uno de los peores castigos a los que pueda verse sometido un blogger es a verse de repente privado de su herramienta (herramienta de trabajo para aquellos que sois todos unos profesionales del tema y herramienta sin más para quienes, como servidora, gustamos de hacer el indio).

Para vuestra tranquilidad, antes de que a alguno le dé un ictus, adelanto que la cosa tuvo fácil solución pero no os podéis imaginar los calores que me subieron cuando, una buena mañana, cuando me disponía yo a bloguear mientras desayunaba, como hago todos los días, veo que mi querido portátil rosa divino de la muerte que me tiene loquita de amor no reconocía mi usuario. No hablo de la contraseña, sino del usuario. O sea, que había dejado de existir para mi querido e incansable compañero. Pocas veces en mi vida un desprecio me había tocado tanto mi tierno corazoncito.

Llamé al churri, claro está, que para eso es el informático de la casa y porque con alguien tenía que compartir la terrible tragedia que estaba viviendo en esos momentos ¿Acaso las parejas no están para eso? ¿Para amarse y respetarse en la salud, en la enfermedad y en las incidencias técnicas? El churri estaba trabajando pero a mí eso me daba igual. Yo tenía un problema y había que solucionarlo. Ya. Ipso facto.

Y no, no se solucionó ipso facto porque me dijo que explicármelo por teléfono era mucho lío y que ya me lo arreglaría por la tarde cuando volviera. ¿Qué? ¿Iba a estar sin portátil toda la mañana? En serio, ¿por qué no podía arreglármelo por telepatía o algo? ¿Acaso no confiaba en mi capacidad para comprender sus explicaciones vía telefónica? Ah, cierto, que estaba ocupado trabajando y esas cosas que se hacen para ganar un sueldo a fin de mes y poder comer y financiar otros caprichos como un techo sobre nuestras cabezas. Me da igual; esto era un caso de vida o muerte. Me sugirió que usase su ordenador pero yo ahí sí que no me meto. Su ordenador es demasiado moderno para mi gusto y no me apaño. Yo quiero mi portátil porque ya llevamos muchos años juntos y nos hemos acostumbrado a nuestras respectivas manías, como un matrimonio bien avenido.

Por la tarde pude respirar tranquila porque cumplió su promesa y lo arregló. Aunque hay que decir que de vez en cuando el problema se repite, lo que me hace sospechar que mi querido portátil rosa divino de la muerte que me tiene loquita de amor está diciendo adiós y tendría que ir pensando en buscarle un reemplazo.

Y no es que me niegue a cambiarlo por razones sentimentales, que por muy loquita de amor que me tenga siempre puede aparecer otro en su reemplazo, como cuando dices “no amaré a a nadie como a ti” y al final sí, sino porque no estoy yo para dispendios.

Rezad por él. 

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Anuncios Pesadillescos CLVIII: El folleto que metamorfosea

No he podido resistirme a colgar esto. Desconozco la autoría
porque la saqué de Facebook...
El anuncio se basa en la supuesta entrevista que le realizan a un hombre que se autodefine como “el hombre más feliz del mundo”.

Desde el muelle de una playa, comienza diciendo que su vida no era especialmente feliz. Nos muestran imágenes de su pasado, currando en una oficina con el pelo engominado, cenando solo frente a la tele y caminando contra el viento en un desapacible día de tormenta, luchando para que Eolo no le arrebate la chaqueta del traje ni el maletín.

Pero Eolo, juguetón él, tiene otros planes para nuestro protagonista. En su constante ir y venir, le da en el careto con el folleto de una conocida tienda de aparatos electrónicos (de la que salió mi plancha nueva, todo hay que decirlo).

Al parecer, lo mejor que te puede pasar en esta vida es que te golpee en la cara un folleto que ha estado en el suelo, revolcándose sobre chicles, escupitajos, deposiciones de perro y demás inmundicias, aunque yo no sé si llamarlo “suerte” y ahora veréis por qué.

Para cuando el folleto se despega de su cara, la tormenta ha pasado y luce un sol espléndido. Hasta ahí, bien, pero el problema es que nuestro otrora engominado oficinista se ha convertido en un hípster de poblada barba, gorra, gafas de sol, auriculares más grandes que su cabeza y ropa de estridentes colores combinada sin ton ni son. No pueden faltar, claro está, las zapatillas de la estrellita, que ya se sabe que para parecer un indigente hay que dejarse un dineral.

El ex oficinista se nos vuelve loco bailando “Freak out” en mitad de la calle y se encamina a la tienda a comprar un montón de gadgets molones para poder seguir bailando en la tienda, en la calle, en la playa. Baila por doquier como poseído por un saltimbanqui del circo de los horrores.

Y digo yo que ni tanto ni tan calvo. Una cosa es ser una persona gris sin ningún interés y otra andar por la vida hecho un espantajo. Yo trabajo en una oficina y me encanta vestir de colores (siempre y cuando combinen entre sí y las prendas sean de mi talla). En serio, si comprar en esa tienda, por muy barata que sea, me va a convertir en ese esperpento, prefiero seguir pagando más y me quedo como estoy, tan ricamente.

A ver si ahora que me he comprado la plancha va a resultar que me da por beber vermouth y pasarme los domingos en el Parque El Capricho, con lo a gusto que se está en casita con el chándal de pelotillas jugando frikadas en el ordenador o escribiendo paridas para vuestro deleite.

Amén de que todo esto implicaría tener que renovar por completo mi armario, con el gasto que ello supone. Lo que me ahorré en la plancha quedaría en mera anécdota comparado con el pastizal que voy a tener que gastar en ropas caras que me hagan parecer pobre.

Virgencita, que me quede como estoy. 

lunes, 23 de noviembre de 2015

Crónicas Felinas CLVI: Técnicas de tortura

Marrameowww!!!

Y hoy seguimos hablando de Munchkin. Tal vez penséis que yo no tengo nada interesante que contar sobre mí mismo pero es que los divos somos así, nos gusta comportarnos de manera enigmática. Es por esto que prefiero hacer de paparazzi y contaros las vergüenzas del imberbe.

En esta ocasión, no obstante, la vergüenza es más para la bruja que para el imberbe, cosa que a mí me satisface mucho más, como podréis imaginar.

La bruja tiene junto a la cama un bloquecito de madera hueca pintado por un antiguo compañero de trabajo que le hace las veces de mesilla de noche. No es que ella lo haya querido así, sino que decidió ponerlo ahí provisionalmente cuando se mudaron (hace como tres años) hasta que amueblaran el dormitorio. Como son un par de vagos redomados y deben de haber sido gatos en una vida anterior, el dormitorio continúa sin amueblarse y ahí sigue la mesita improvisada.

Pues bien, Munchkin se ha dado cuenta de que no hay cosa más divertida que hacer por las mañanas que subirse al bloquecito este. Podría parecer una actividad de lo más tonta pero el asunto es que la cosa tiene bastantes ventajas. Por un lado, desde esa posición queda justo enfrente del careto de la bruja, por lo que puede tirarle un zarpazo a traición a la mano (por la cara todavía no le ha dado pero todo se andará). Otras opciones son maullarle a un volumen digno de una rave para que se despierte sobresaltada o, mi favorita, acercarle el morro a la nariz hasta que la bruja se despierta y se encuentra con un par de ojos felinos que la vigilan en la semipenumbra. Eso la pone especialmente nerviosa, por lo que se convierte en la actividad más divertida de contemplar.

Otra ventaja que tiene el bloquecito es que la base no es completamente plana por lo que, al subirse Munchkin encima, dado que no es especialmente habilidoso como ya hemos demostrado en capítulos anteriores, la superficie se mueve, provocando un repiqueteo allegro ma non troppo que resulta también muy efectivo a la hora de no dejar dormir. Es como intentar conciliar el sueño con un bailaor de flamenco al lado.

Y así es como la bruja, finalmente, se levanta. Vale, se levanta de mala leche, sí, pero se levanta. Y ahí podemos empezar a pedirle comida, agua (Munchkin bebe del platito pero yo soy más aficionado a que me abran el grifo para beber directamente de la cascada, haciéndome la ilusión de que habito un paisaje paradisíaco), salir a la terraza o simplemente tumbarnos en el sofá sin nada más que hacer en esta vida salvo deleitarnos en la satisfacción de haber conseguido que la bruja se haya levantado del lecho. Como veis, en este proceso yo ni siquiera he participado por lo que, aparte de disfrutar de las ventajas, quedo de bueno y la bruja me pone como ejemplo frente al jovenzuelo, que es el que se lleva la bronca.

Prrrrrr.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Una serie de catastróficas desdichas III: La Plancha

Tras los hechos acontecidos en los anteriores capítulos aquí relatados, creí que el destino iba a dejar de cebarse conmigo y que los dioses comenzarían a mirar hacia otro lado. No sé, hacia algún parlamentario corrupto, a lo mejor…

Pero no. El mismito día en que intenté sin éxito extraer el filtro de la lavadora y en el que ya me estaba viendo escurriendo la ropa a mano, con lo cansado que es eso, me dio por planchar. Porque sí, aparte de querer la ropa limpia también la quiero planchada. Si es que lo quiero todo en esta vida y así me va, por avariciosa.

Pues bien, hete aquí que me pongo yo a planchar “tralarí tralará” mientras tarareaba unas alegres coplillas (mentira, pero a ver ahora cómo os deshacéis de esa imagen marujil que acaba de irrumpir en vuestras cabezas) y, no preguntéis cómo, porque yo apoyé  la plancha en la tabla pero se debe de haber quedado el cable debajo o algo porque la vi precipitarse irremisiblemente al vacío.

Tuve suerte de ser una persona extremadamente lenta de reflejos porque mi primer instinto, he de confesar aun a riesgo de resultaros una palurda integral, fue intentar pescarla al vuelo. Por fortuna para la integridad de las capas epiteliales de mis manos, no lo conseguí. De lo contrario, el resultado hubiese sido una plancha rota y una llamada a urgencias. Así de lista soy. Veo caer un aparato que se caracteriza por alcanzar unas temperaturas elevadísimas y mi reacción es intentar atraparlo con las manos. Menos mal que no me dio por prepararme para bombero porque ya me veo intentando cruzar las llamas en mangas de camisa por salvar una batidora.

Como digo, dada mi torpeza sólo me quedé con la plancha rota. No rota del todo porque la condenada seguía funcionando (a pesar de que si no tenía 10 años, no tenía ninguno) pero se rompió una parte de la carcasa de plástico, dejando expuestos los cablecitos interiores. No sé a vosotros pero a mí un aparato eléctrico enchufado a la corriente, relleno de agua y con los cables expuestos me da como que bastante mal rollito. Terminé de planchar, no obstante, porque una buena obsesiva como yo prefiere llevarse el calambrazo del siglo antes que dejar una tarea sin terminar.

Poco tardé en enviarle un mensaje al churri para informarle que, no bastándonos con la lavadora, nos acabábamos de quedar sin plancha debido a una aparatosa caída. Su respuesta fue “¿Le ha pasado algo al suelo?”. Le confirmé que el suelo estaba perfectamente y que a mí no se me había caído la  plancha en un pie ni nada, que muchas gracias por preocuparse.

Me ganó la batalla de sarcasmos porque alegó que, conociéndome, de estar con un dedo como una morcilla hubiese sido lo primero que hubiese comunicado. Probablemente adjuntando fotos que sirviesen como documento gráfico irrefutable de la gravedad del accidente doméstico. Qué malo es conocerse, de verdad.

Lo bueno es que tengo plancha nueva. 

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Anuncios Pesadillescos CLVII: Los diminutos

Vamos hoy con el anuncio de un desodorante. La marca se especializa tanto en desodorantes como en geles de ducha y demás implementos para tener una piel tersa, sana y maravillosa.

Vienen utilizando el mismo recurso desde tiempos inmemoriales en su publicidad pero, no sé por qué razón, no fue hasta el otro día que me di cuenta de la grima que en realidad me causa. Se ve que vengo viendo lo mismo desde hace tantos años que el mensaje ya había calado en mí y lo veía como algo normal. Es como cuando en las novelas distópicas la gente parece estar feliz con ese nuevo orden en que no se les permite ni pensar. Por suerte, he sabido reaccionar a tiempo y hoy vengo a advertiros, para que no caigáis en la trampa y podamos salvar la civilización.

La cosa va así. En este anuncio en concreto, comenzamos viendo un montón de gente desnuda que bailotea mientras unas capsulitas blancas vuelan por ahí sin orden ni concierto. Según nos cuenta la voz en off, esas capsulitas blancas son la flora bacteriana de la piel de nuestras axilas. Nos explican que los antitranspirantes pueden dañar a las capsulitas, provocando que nuestra piel se vuelva vulnerable. Para ilustrarlo, vemos cómo se rompen las capsulitas y los miles de personas desnudas se hacen una bolita, demostrando su debilidad. Sólo les falta revolcarse por los suelos haciendo la croqueta, en una clara exhibición de patetismo.

Pero las capsulitas (y, por ende, los seres que representan a nuestra piel) pueden dormir tranquilos con el que aquí anuncian, porque tiene un componente con nombre en inglés que no se sabe muy bien cómo funciona pero, al tener nombre extranjero tiene que ser la caña de la montaña. Ese componente ataca las bacterias que ocasionan el mal olor pero respeta la flora, o sea, a las capsulitas,  a las que vemos revivir con renovado ímpetu mientras los seres que habitan nuestras axilas inician nuevamente sus gráciles movimientos, felices como lombrices.

Y yo no sé a vosotros pero a mí la idea de tener personitas viviendo en mis sobaquillos me causa bastante inquietud. Sobre todo si bailan de manera cadenciosa cual elfos de los bosques o chamanes con sobredosis de peyote. Pensadlo por un momento. Bajo los brazos tenéis personas diminutas bailando.

¿A que da yuyu? A mí, sí. Así que, de ahora en adelante, no estoy segura de si después de ducharme voy a preferir echarme desodorante o si voy a optar por rociarme las axilas con insecticida o directamente con ántrax para iniciar ahí una pandemia y librarme de estos okupas que vete tú a saber con qué intenciones viven ahí. Que lo mismo en el anuncio te los pintan como seres muy pacíficos y el desodorante éste lo único que pretende es que crezcan y se reproduzcan y se hagan con el control mundial.

Aunque, bien pensado, tal vez no sea tan mala idea. Peor no lo van a poder hacer, visto lo visto. 

lunes, 16 de noviembre de 2015

Crónicas Felinas CLV: El gato al agua

Marrameowww!!!

Si bien siempre digo que Munchkin es digno de admiración en lo que a planificación de maldades se refiere (tengo pendiente contaros su última técnica de tortura) también tengo que admitir que hay veces que parece tonto y me hace plantearme si no tendré que estar día y noche pendiente de él para evitar que deje en ridículo a la especie felina y ponga en tela de juicio nuestra legendaria agilidad. Jamás imaginé que semejante responsabilidad iba a pesar sobre mis delicados y gráciles hombros.

Una de sus aficiones preferidas, como ya os conté en alguna ocasión, es entrar corriendo al baño en cuanto los humanos abren la puerta para tirar las toallas. Pero se ve que esta actividad ya le estaba sabiendo a poco y ha decidido aumentar las trastadas que pueden hacerse en dicha estancia del domicilio familiar, por lo que ha descubierto que tirar todos los botes que descansan en la repisa de la bañera es una actividad lúdica muy entretenida también.

Hasta aquí no habría problema pero resulta que hay veces en que no salta directamente a la repisa de la bañera sino que prefiere hacer escala antes en el váter. Lo malo de esto (o lo bueno, según se mire, porque hay que ver las risas que me he echado a su costa) es que no salta al borde con cuidadito, como hago yo a veces. No, él salta a lo bruto sin mirar. ¿La consecuencia? Pues que el otro día entró a toda carrera y pegó el salto a la tapa del váter con tan mala suerte para él que no había tapa. Bueno, sí había, pero estaba levantada.

El resultado creo que os lo podéis imaginar. Por más que lo intentó, no consiguió evitar dar en el agua con sus patas delanteras y parte de la cabeza. Salió de ahí ensopado e intentando disimular, porque si hay algo que nos fastidia a los felinos es tener que asumir que hemos sido unos torpes. La bruja intentaba secarlo con una toalla mientras él trataba de huir, como diciendo “déjame, que estoy bien, cansina” y, cuando nadie lo miraba, se lamía disimuladamente una pata en un vano intento por secarse con discreción.

Y debería poder decirse que aprende de los errores y que ahora siempre comprueba la tapa antes de saltar pero no olvidemos que estamos hablando de Munchkin, que es un poco lento de aprendizaje. Días más tarde casi repite la misma hazaña. Se libró por los pelos de volver a dar con sus extremidades en el agua, por lo que no descarto volver a vivir la misma escena en días venideros. Está visto que eso de que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra a veces debería ser ampliado a otras especies, mal que me pese tener que admitir que los gatos también pueden llegar a ser unos perfectos ineptos (no es mi caso en absoluto, por supuesto).

Habrá que preparar la cámara, por si acaso.

Prrrrrr. 

jueves, 5 de noviembre de 2015

Una serie de catastróficas desdichas II: La Lavadora

Por si no hubiese tenido suficiente con el disgusto del calentador, parece que el aciago destino aún tenía más sorpresas preparadas para mí.

En la semana de vacaciones que tuve en octubre, el churri se fue un par de días a Albacete, dejándome ahí tirada. Y a mí me dio por poner una lavadora. Porque yo soy así, muy de querer la ropa limpia; manías tontas que tiene una.

De repente, se paró sin motivo aparente. Miro la pantallita y me aparecía un código de dos letras. “Fh”, pongamos por caso (ya no me acuerdo, no soy tan freaky). Y a mí me gusta dármelas de mujer independiente y liberada que no necesita a su maridito para resolver un simple problema doméstico, por lo que me fui muy dispuesta al cajón de los manuales de instrucciones (sí, tengo un cajón ex profeso para tal fin) para rebuscar entre los cientos de libritos que tengo ahí y encontrar el de la lavadora. Nota mental: Darle un repaso a ese cajón un día de estos. Creo que hay manuales de cosas que ya ni se fabrican.

El dichoso código parecía indicar que la lavadora no podía descargar el agua porque algo obstruía o bien el filtro o bien la tubería. Supuse, ilusa de mí, que lo más fácil era mirar primero el filtro. Abrir la tapa ya supuso para mí una titánica tarea, porque la misma no tiene agarradera y hay que meter una especie de paletita en la junta para que eso se abra (gracias al cielo que hace tiempo que ya no llevo las uñas largas) pero la abrí, porque soy una mujer independiente y liberada, bla, bla, bla…

Y también conseguí desenroscar el filtro pero no conseguí sacarlo. Yo tiraba y tiraba y aquello no salía ni para atrás, por lo que hice lo que cualquier mujer independiente y liberada haría en un momento de crisis: Llamar a su hombre para que, al menos, la consuele. Para algo soy independiente. Hago lo que me da la gana.

Lo llamo.

 Hola, chiqui, ¿qué tal?

_ ¿Cómo c**o se saca el filtro de la p**a lavadora?

¿Para qué quieres sacar el filtro de la lavadora?

Para ver cómo es, ¿no te j**e?

Tienes que tirar.

Ya estoy tirando.

Tira más.

¿Hasta que me descoyunte los brazos o cuándo se decide que es suficiente?

Hay que ver cómo te pones.

Es que seguro que no has vaciado los bolsillos.

Mientras tanto, mi suegra opinaba entre bambalinas. “Que haga esto, que hago lo otro, que haga lo de más allá”

Al final conseguí que aquello descargara el agua cambiando el programa. Por suerte no tuve que escurrir la ropa a mano….

Al día siguiente el churri consiguió sacar el filtro. Ahí se había quedado un trapo que uso para limpiar y no tengo ni idea de cómo pudo colarse hasta ahí.

Pero el churri no había vaciado los bolsillos. Del tambor saqué un mechero.


P.S. Me vuelvo a ir de vacaciones. Últimamente no damos un palo al agua. Por aquí os quiero ver el lunes 16. Aprovecharé para ver si consigo arreglar el problema con los vídeos, que no sé por qué últimamente no se ven. 

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Anuncios Pesadillescos CLVI: De anacronismos y percepciones erróneas

Estaba yo un día tan tranquila cuando, de repente, veo este Tweet de Remorada:


 
Ni corta ni perezosa, le pregunté a qué se refería y me enteré de que se trataba de un anuncio de los zumos más famosos de España. Esos que en los años 80 y 90 nos hacían desear tener un primo grandullón que fuese por la vida intimidando a nuestros enemigos.

Pues les ha dado por hacer un anuncio nostálgico, recordando aquellos maravillosos años.

Lo primero que me ha llamado la atención es que sale un chico con unos pelos medio largos – medio cortos, que se llevaron mucho en los 90, y dicen “En los 90 esto era un peinado atractivo”. Y sí, vale, el peinado no mola nada pero ¿es que nadie va a decir nada del jersey oversized en color ratón de campo con un montón de estampados de diversa índole? ¿Nadie va a hacer una mención a semejante adefesio?

Luego sale una chica rodeada de libros porque, según dicen, esa era la Wikipedia de la época. Podríamos reírnos de sus gafas de pasta pero el tema es que ahora se han vuelto a poner de moda y hasta quien no necesita gafas se planta unas lupas delante de los ojos para parecer más nerd (cómo cambian las cosas).

Parece que lo guay era decir “OK Mackey”, “Me piro vampiro” y “Dabuten”. A Dios pongo por testigo, cual Escarlata O´Hara, de que jamás he dicho semejantes cosas. Aunque tal vez esto lo dijeran sólo en ciertas clases sociales, porque quienes lo dicen en el anuncio son un chico esquiando y otra jugando al tenis; y a mí nunca me ha dado por tales actividades.
Luego sale una chica rebobinando una cinta con un boli, en momento nostálgico total. Pero el problema es que los 90 ya fueron más bien de CD´s. Lo de rebobinar cintas a boli era cosa de los 80, a ver si ahora van a robarles a los 80 uno de sus símbolos emblemáticos.

También hablan de los famosos órganos donde todos nos hemos creído Jean Michel Jarre, aunque el que yo tuve también fue en los 80 así que sigo pensando que esta gente no se ha documentado demasiado bien. Con las cámaras de rollo concuerdo, aunque tengo que reconocer que yo seguí con cámara de rollo hasta bien entrados los 2000 porque me resisto a los cambios.

Pero, según dicen, los tiempos han cambiado y, a juzgar por la imagen que tienen ellos de esta época, ahora lo que mola es llevar un rollo surfero e hincharse a zumos a la orilla del mar con tus amigos, con la tabla de surf apoyada en una Voyager. Lo que hacemos todos a diario, vamos. Sobre todo los que vivimos en Madrid y tenemos unas playas tan envidiables donde ir a surfear.

Esta gente tiene una idea bastante distorsionada de lo que son las modas ¿Soy la única que no se viste de surfera y bebe zumos apoyada en una Voyager?

lunes, 2 de noviembre de 2015

Crónicas Felinas CLIV: Y entonces todo fue caos

Marrameowww!!!

Se ha liado parda.

Ayer estaba el consorte en lo que ellos dan en llamar “despacho” pero que en realidad es un cuartucho donde él se dedica a jugar a jueguecitos en el ordenador en lugar de trabajar (a veces trabaja cuando no le queda más remedio). El caso es que va y le comenta a la bruja que Munchkin estaba de lo más entretenido subido en la torre de los CD´s mirando por la ventana.

La torre de los CD´s es una que tiene la bruja desde tiempos inmemoriales (A.K.A.  sus épocas de soltería) y que consiste, básicamente, en dos cuadraditos de madera, uno arriba y otro abajo, sujetos por dos tablitas con muescas para poner ahí los CD´s. A decir verdad, no es una superficie muy estable que digamos y así se lo hizo saber la bruja al consorte pero él, haciendo caso omiso de sus consejos, como viene siendo costumbre en todos los habitantes de esta casa salvo ella misma, le dijo que no pasaba nada y que estaba todo controlado.

Pues bien, hete aquí que, en un momento determinado, no sabemos qué vio el imberbe por la ventana (parece ser que ha quedado tan traumatizado con la experiencia que no ha querido ni contármelo a mí, a pesar de que hablamos el mismo idioma) que se llevó un susto de muerte y, del bote que pegó, se cayó de la famosa torre, derribándola a su paso. Munchkin, al verse en el aire y sin superficie de agarre, antes que piñarse prefirió aferrarse al consorte, clavándole las uñas en la cabeza, el pecho y una mano.

El resultado, unos seis o siete arañazos de diversa índole de profundidad y varias blasfemias irreproducibles para un gato fino como yo.

Por supuesto, no faltó el sermoncito de rigor de la bruja quien, al tiempo que recogía del suelo los CD´s y volvía a colocarlos con esmero, le repetía incansable al consorte “Mira que te lo dije, que esto se iba a terminar cayendo y tendríamos un disgusto, bla bla bla”.

Supongo que la cosa habrá seguido pero confieso que ahí desconecté porque Munchkin y yo decidimos que era un magnífico momento para irnos a echar un sueñecito, dejándolos a ellos recogiendo el desastre y aplicando alcohol y agua oxigenada a partes iguales.

Admito que el consorte me da un poco de pena. Si le hubiera pasado a la bruja, me daría un poco igual porque se lo tiene merecido por eso mismo, por bruja. Pero el consorte suele ser bastante más permisivo con nosotros y no me ha hecho mucha gracia que el pobre haya terminado como un colador.  A ver si por culpa de esto se va a convertir en otro tirano y nos va a terminar prohibiendo otro montón de cosas aparte de las que ya tenemos prohibidas con tal de que no se repita la historia.

Vale, no me da pena. Me preocupan las consecuencias que puedan existir para nuestras ya de por sí escasas libertades.

Prrrrrr.