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jueves, 13 de julio de 2017

Porque me lo he ganado

Sé que lo estabais intuyendo aunque os diese miedo expresar vuestros temores en voz alta pero, aunque no queramos atraer a la desgracia, lo que está en el destino está en el destino y no podemos alejar el mal a base de no nombrarlo.

Sí, queridos y queridas, lectores y lectoras, personas y personos: Me voy de vacaciones. Me da mucha pena dejaros abandonados pero mi cuerpo necesita relax y descanso y pasar de todo por unas semanas. Bueno, vale, no me da ninguna pena, estoy feliz de la vida porque por fin han llegado mis ansiadas vacaciones de verano.

Que sí, que tuve vacaciones en primavera y planeo tener más en invierno pero las de verano son las de verano y son las que más deseamos en el mundo mundial.

Volveré, como siempre. Supongo que el  7 de agosto pero si vuelvo el 14 porque necesito una semana más para liberarme de la depresión postvacacional tampoco llaméis a un equipo de salvamento.

Vosotros estaos atentos que ya veréis cómo aparecemos.

Pasad muy feliz verano los que estéis en el hemisferio norte y que os trate bien el invierno a los del sur. Lo importante es ser felices y comer perdices.

O lo que haya en la nevera. 

miércoles, 12 de julio de 2017

Anuncios Pesadillescos CCXIII: ¿Esto cómo se reclama?

Tal vez alguien piense que me estoy cebando con los anuncios de coches. Es más, tal vez alguien piense que me estoy cebando con los anuncios de una marca de coches en concreto pero es que cada vez que sacan uno nuevo yo me quedo con cara de WTF y tengo la necesidad imperiosa de compartirlo con vosotros.

En este caso, vemos una vista aérea de un pueblecito de lo más idílico. O eso pretenden hacernos creer porque, si miramos atentamente, se nota que el pueblecito idílico está hecho por ordenador y consiste en una iglesia, una casa más grande que el resto, que debe ser la del rico del pueblo y un montón de casas exactamente idénticas colocadas por filas. Eso sí, con mucho verde alrededor y un lago al fondo.

Suena “Close to you” de los Carpenters y, en nuestra vista de pájaro, vemos… pues justamente eso: un pájaro. Una cigüeña, para ser más exactos. La cigüeña en cuestión, para no faltar a la tradición, porta en su pico una sábana blanca con algo en su interior. Aterriza y, en la entrada de una casa, deposita la sábana que oh, sorpresa, resulta llevar un bebé.

La cigüeña se da la vuelta, presta a dar por concluida su jornada laboral cuando, de repente, ve un coche en la entrada de la casa de enfrente. Un coche que, si bien no llega a ser un monovolumen, se intuye que es espacioso. Así que, ni corta ni perezosa, recoge nuevamente la sábana y su pueril contenido y lo lleva a la casa del vecino, suponiendo que el bebé estará mejor atendido en esa casa, mientras un rótulo nos anuncia que están dejando sitio para la nueva generación.

Y si yo fuera la jefa de la cigüeña la despediría ipso facto. ¿Qué clase de empleado irresponsable deja un paquete en la dirección que no es basándose únicamente en su opinión personal (o avícola)?

¿Acaso le da igual romper el corazón a la familia sin coche que esperaba su paquete con ilusión? ¿Y si son unos hippies ecológicos que querían llevar al bebé en bicicleta o andando, que viene muy bien para las piernas, o en autobús, que viene muy bien para relacionarse y fortalecer el sistema inmunológico? ¿Acaso no tienen derecho?

¿Y si la familia del coche espacioso no quiere niños? A lo mejor se han comprado un coche espacioso simplemente para poder llevar con comodidad sus bártulos de esquí en temporada invernal.

A mí esto me ha dado mucho miedo. ¿Y si un día una cigüeña que a todas luces no sabe hacer su trabajo me deposita un bebé en la puerta? ¿A quién reclamo? Porque no veo que las cigüeñas lleven en las patas un cartelito con la frase “¿Qué tal reparto?” al estilo del “¿Qué tal conduzco?” que llevan los camiones americanos, con el número de atención al cliente.

Voy a tener que poner un cartel aclaratorio en la puerta. Algo como “Prohibido dejar bebés. Responsable: la empresa repartidora”.

lunes, 10 de julio de 2017

Crónicas Felinas CCXX: Cómo convertir algo sencillo en una odisea

Marrameowww!!!

El sábado tocó desparasitación. Como ya sabéis, yo me tomo mi pastillita sin rechistar y salgo corriendo a que me den mi latita de premio porque tengo aprendido que, aunque no me guste demasiado, las alternativas son peores.

Munchkin, que no tiene muchas luces, debe ir al veterinario a que le den una pastita en la boca porque las pastillas no hay forma de conseguir que se las trague. Así que, algo que podría hacer en casa con pocas molestias, se convierte en una odisea de maullidos y gruñidos teniendo que ver a un “bata verde”, con lo poco que nos gusta eso.

Y, generalmente, cuando vuelve a casa se pasa el resto del día maullando sin ton ni son porque se pone de los nervios pero esta vez fue más allá. La bruja le puso su latita de premio y no la quiso; decidió que quería pienso (supongo que para conseguir que tuviera que tirar la lata a la basura, como parte de una venganza económica).

No contento con eso, al rato vomitó el pienso (y supongo que también el antiparasitario). Los humanos ya estaban de los nervios. Sobre todo el consorte, que es muy sentido para estas cosas; la bruja es más de tomarse las cosas con calma porque es un ser sin sentimientos. Resulta que el veterinario, según les dijo a nuestros humanos, había calculado dosis como para siete u ocho kilos. Sé que el imberbe está gordo pero tampoco hay que pasarse, que no llega ni a seis. Les había dicho el “bata verde” que no se preocuparan, que el antiparasitario tiene mucho margen y que no pasaba nada pero, al ver que vomitaba y seguía maullando, la bruja finalmente llamó telefónicamente a una veterinaria amiga pidiendo perdón mil veces porque dice que no le gusta abusar de las profesiones de la gente. Dirá que no le gusta pero bien que lo hace, la muy irrespetuosa. Es como entrar a un banco y decir mientras amenaces a la concurrencia con una recortada “no me gusta nada asaltar pero voy a hacerlo, sabrán ustedes disculpar”.

El caso es que la veterinaria amiga también le dijo que por la dosis no se preocupara y que si había vomitado una vez era normal también.

Ya más tranquilos ambos humanos, siguieron con sus vidas tras agradecer profusamente a la veterinaria amiga (ya veis qué clases de amistades se gastan estos humanos; no son de fiar) pero Munchkin maullaba y maullaba, desconsolado. La bruja, como no sabía qué hacer con él, se dedicó a hacerle mimitos en la cabeza, obteniendo como premio un arañazo de proporciones épicas en el dorso de la mano. La bruja montó su escándalo particular lloriqueando y diciendo “¿Por qué me arañas? Ay, me duele muchoooo”.

Curiosamente, el imberbe se quedó más tranquilo después de agredir físicamente a la bruja. El resto de la tarde transcurrió sin incidentes salvo por la bruja repitiendo cada cinco minutos “Me escueceeee”.

Se ve que el pobre sólo necesitaba descargar adrenalina.

Prrrrrr.

jueves, 6 de julio de 2017

La paja en el ojo ajeno

Hoy me voy a poner un poco seria, porque sí, porque las risas están muy bien en el diario vivir pero, de vez en cuando, me da por reflexionar.

Veía el otro día en la tele un reportaje sobre víctimas del tocomocho y la estampita, que parece que, pese a ser ya clásicos, siguen dando resultados hoy en día.

Esta clase de estafas se basan en que la víctima crea que una persona supuestamente tonta tiene un montón de billetes que piensa que son estampitas o, en su defecto, que tiene un billete de lotería premiado y no lo sabe. Aparece en escena la persona lista quien convence a la víctima para comprar a medias las “estampitas” o el billete premiado y dividirse las ganancias.

Pues bien, yo a todo esto me preguntaba, ¿la víctima es tan víctima? No es cuestión tampoco de decir que se lo merece pero me indignaba ver cómo salían llamando sinvergüenzas a los estafadores que se aprovechaban de gente de bien. ¿Acaso esa gente de bien no estaba intentando aprovecharse de la ignorancia o la discapacidad psíquica de alguien? Se ve que cuando nos aprovechamos de la coyuntura es porque somos muy listos y cuando se aprovechan de nosotros es que los demás son unos bribones. Una persona de moralidad intachable jamás caería en un timo de estos porque su conciencia sencillamente no se lo permitiría.

Y esto me llevó a pensar en otro tema, la corrupción (porque yo soy así, muy de divagar de un tema a otro). Me paso la vida escuchando a la gente despotricar de lo corruptos que son los políticos, de cómo se quedan con el dinero de la gente, de cómo deberían estar todos en la cárcel y blablablá. No, no voy a defender a los políticos corruptos (no estoy tan loca) pero he escuchado en infinidad de ocasiones a gente decir que si se encontrasen una cartera llena de dinero en la calle no moverían un dedo por intentar localizar a su dueño (también hay gente que sale en las noticias por haberla devuelto, todo sea dicho). Y yo me pregunto ¿qué pasa si quien ha perdido la cartera necesita ese dinero? La respuesta más popular suele ser que a lo mejor el dinero es de un narcotraficante. Pues sí, puede ser. O no. Eso no lo sabemos pero tenemos esa tentación de quedarnos con lo que no es nuestro.

También mucha gente me ha dicho que si en un comercio la cajera le devuelve dinero de más y se dan cuenta de ello, se callan y se quedan el dinero. La excusa suele ser que con el dineral que ganan los grandes comercios, no hacen daño a nadie. Y sí, hacen daño. Hacen daño porque los descuadres de caja suelen cubrirse con el sueldo de la cajera, así que, al quedarnos con dinero que no nos corresponde, estamos perjudicando a una persona que está haciendo su trabajo y que, desde luego, dudo que sea millonaria. Eso sí, si la cajera devuelve de menos bien rápidos que estamos para hacerle percibir su error.

¿Eso no es corrupción? ¿Cuál es la cantidad de dinero que hace que una “travesura”  pase a convertirse en un escándalo? Si todos los que nos quedamos con las vueltas tuviésemos acceso a cantidades mayores de dinero ¿no haríamos lo mismo a mayor escala?

La honestidad empieza en casa y, mientras no cambiemos la mentalidad, la corrupción va a seguir estando a la orden del día.

Me ha quedado un post un poco largo pero qué a gusto me he quedado.

miércoles, 5 de julio de 2017

Anuncios Pesadillescos CCXII: La familia consumista (el musical)

El anuncio de hoy nos llega directamente desde Argentina, de la mano del Demiurgo de Hurlingham, quien es ya a estas alturas un proveedor habitual de anuncios internacionales para esta sección.

Amanece en una casa cualquiera, o tal vez no sea una casa cualquiera porque en la mía os puedo asegurar que no pasan estas cosas y, por una vez, creo que tengo que estar agradecida. La madre se encuentra aún en la cama cuando irrumpe en el dormitorio un niño de unos diez años que abre las cortinas de par en par dejando que los rayos de sol inunden la habitación y comienza a cantar sobre lo bella que luce su madre esa mañana. La madre lo mira con cara de sueño mezclado con un poco de terror, tapada hasta la barbilla con el nórdico.

Cuando la buena mujer aún no se ha repuesto del susto, entra en escena su hija adolescente trayéndole el café en una bandejita. Por si esto fuera poco, el padre sale del armario (literalmente) al tiempo que caen pétalos del techo sobre la cama mientras su maridito le asegura, también cantando, que será él quien se encargue de limpiar semejante estropicio.

Levantan a la madre casi a la fuerza mientras ella les pregunta qué narices pasa. La sientan en un sillón y con su cancionceja le explican que han montado ese musical para exponerle unas compras que quieren hacer.

El padre dice que hay que poner un cobertizo para hacer asaditos. En el Río de la Plata se le llama “quincho”, que es lo que se dice en el anuncio pero me ha costado horrores “traducir” esto al español de España; supongo que con esto os hacéis una idea y si no pues ya tenéis Internet para buscar imágenes.

Los niños se indignan porque, al parecer, ese no era el plan inicial. El niño quiere un móvil y la chica, celebrar su cumpleaños de quince.

La madre, de repente, se indigna y los hace callar. Pareciera que les va a echar la bronca a todos por levantarla de la cama un domingo para pedir tanta cosa pero resulta que debe de estar peor de la cabeza que el resto de sus familiares y empieza también a entonar una canción, diciendo que ella ya tiene una idea muy clara y que, si ella está feliz, también lo estará el resto de la familia. Se sube a una mesa tapada con una sábana y se quita la bata dejando ver que debajo lleva un vestido azul de lentejuelas. Muy cómodo para dormir no debe de ser.

Ataviada con su vestido y sus pantuflas, anuncia que van a comprar una mesa de tejo, la cual, al parecer, ya está comprada puesto que en ese momento se desvela que, lo que se oculta bajo la sábana es, efectivamente, una mesa de tejo. Toda la familia entona muy feliz “Tejo, tejo, tejooooooo”.

Y nos muestran la tarjeta de crédito con la que se puede  comprar todo eso.

Y ya. 

lunes, 3 de julio de 2017

Crónicas Felinas CCXIX: Reiniciando producción

Marrameowww!!!

Ha refrescado.

Ha refrescado y yo no puedo ser más feliz. Lo he festejado comiendo todo lo que no he comido en los calurosos días previos y saltando con Munchkin por toda la casa porque de vez en cuando también tengo mis momentos lúdicos, no os penséis que estoy siempre sumido en mis profundos pensamientos. Cada tanto hay que actuar como un gato “normal” para que nadie sospeche acerca de mis planes ocultos de conseguir la dominación mundial.

Como os podréis imaginar, ante la ola de calor yo me había deshecho de todos mis pelos sobrantes, dejándolos esparcidos por toda la casa para que los humanos tengan que aspirar el doble (sobre todo el consorte, que es el encargado de utilizar esa máquina infernal y ruidosa). Ya que el consorte aspira, a la bruja le reservaba un honor especial: recoger las bolas de pelo babeadas que iba escupiendo a mi paso.

Pero ahora, como ha refrescado, he empezado a producir pelo de nuevo. Los humanos flipan con mi habilidad para ponerme peludo en cuestión de tres días pero si ellos, que están siempre en la parra, lo han notado, la transformación debe ser bastante evidente. Hasta la bruja, que es una cegata, me dijo el otro día “Peque, ¡pero si vuelves a tener bufandita!”. Ella le llama “bufandita” a los pelos que produzco alrededor de mi cuello cuando hace frío. Lo hago porque los dolores de garganta son muy malos y yo tengo un maullido barítono precioso que no hay que arriesgarse a perder; no sea cosa que un día me quieran contratar para los coros de una ópera y yo sin poder maullar una sola nota en condiciones por no haber tenido mi garganta a buen recaudo. Más vale prevenir que curar; uno nunca sabe cuál puede ser el momento en que salte a la fama y pueda, por fin, librarme de mis humanos y contratar mano de obra profesional, que los que tengo son unos meros aficionados pero, de momento, es lo mejor que me he podido permitir. Si fuese rico y famoso no tendría por qué disimular el régimen de esclavitud al que someto a los humanos porque a los divos se les permite todo. Y, dicho esto, supongo que ahora entenderéis perfectamente por qué produzco pelos alrededor del cuello.

Pues eso, que he vuelto a producir pelo y lo que más gracia me hace es que me imagino que el verano no ha terminado aún porque los años anteriores recuerdo que duró muchísimas siestas y este año no llevamos tantas, así que esto debe de ser una falsa alarma pero eso no me importa porque, en cuanto vuelva el calor, puedo volver a soltarlos repitiendo el proceso de tener a los humanos entretenidos aspirando pelos y recogiendo bolas babeadas.

A ver si con un poco de suerte vienen más días frescos este verano y puedo repetir más veces el proceso, que ya sabéis que a mí todo lo que implique fastidiar a mis humanos me encanta.

Prrrrrr.