Como ya hemos terminado de relatar las vacaciones (lo que me
cunden a mí una vacaciones de una semana en materia bloguerística), volvemos a
relatar situaciones surrealistas de mi cotidiano vivir, que nunca faltan y son
la sal de mi vida.
En este caso, más que la sal de mi vida, fue la sal de la
vida del churri, ya que yo únicamente oficié como espectadora pero como él no
tiene blog, me adueño de su experiencia y os lo cuento.
Nosotros tenemos televisión de pago. Vamos, que somos tan
pardillos que pagamos para hacer lo que hace gratis casi todo el mundo. Esto
es, recorrer toda la parrilla de canales con el mando para terminar
sentenciando “no echan nada”. La única
diferencia es que la parrilla de canales sobre la que hacer zapping es mucho
más extensa.
El caso es que descubrí un buen día mientras me dedicaba a
la noble actividad del zapping, que en el canal 11 aparecía un cartelito
señalando que era un canal de suscripción y que, si queríamos contratarlo,
teníamos que llamar a atención al cliente. Sabía yo que era un canal de
suscripción pero lo curioso es que sí estamos suscritos a ese canal y, más
curioso todavía, que va en paquete con el canal 12, y ese se veía
perfectamente.
Hicimos lo habitual: Resetear el decodificador, volver a
descargar los canales… pero nada. Así que el churri, que es el titular del
servicio, llamó ipso facto. Con “ipso facto” quiero decir que llamó cinco días
más tarde, harto de escucharme diciendo “Chiqui, tienes que llamar a lo de la
tele”, “¿Has llamado a lo de la tele?”, “¿Cuándo vas a llamar a lo de la
tele?”. Yo puedo ser muy intensa cuando quiero. A todo esto, debo puntualizar
que tampoco se me iba la vida en ver o no ver ese canal pero saber que algo no
está como debería desestabiliza mi escaso equilibrio mental.
Pues eso, que llamó. Le dicen que resetee el deco. Lo hace, pese
a que ya estaba hecho, porque es muy obediente. Lo malo de eso es que nuestro
deco tarda la vida en volver a pillar señal cuando se enciende, así que ahí
teníamos que tener a la muchacha esperando. Volvemos a descargar los canales con
idéntico resultado. La chica refresca los canales en remoto y ¡ya se ve el 11! ¡Albricias! ¡Aleluya! Ah,
no, que no está arreglado porque se ve el 11 pero no se ve absolutamente nada
más.
Vuelve a refrescar los canales (con su subsiguiente reseteo
de deco y tiempo de espera para que eso vuelva a su ser). Le pide al churri que
mire a ver si ya se ve todo. Pues se ve… casi todo. Ahora hemos perdido el 12. Yo
estaba a punto de gritar “¡Trata de arrancarlo, por Dios!”.
La chica, creo que harta de nosotros y deseando quitarse el
marrón de encima porque estaría próxima su hora de merendar, le dice al churri
que no se preocupe, que eso será porque todavía no se han refrescado todos los
canales pero que en un ratito seguro que ya se ve y finaliza la llamada porque
somos unos cansinos. El churri también tenía pinta de estar deseando terminar
con aquello, que ya llevaba su buena media hora. Yo no, porque me estaba
frotando las manos pensando en el pedazo de post que pensaba escribir (helo
aquí).
No sé si por casualidad o porque al final tocó algo más,
pero el caso es que tenía razón y, un rato más tarde, ya se veían todos.
Me recordó a esos juegos de lucecitas, donde tienes que
dejar todas las bombillas encendidas pero cuando enciendes una se apagan otras
tres. Al final se consigue pero hay que echarle paciencia.
Como a todo en esta vida, por lo visto.
P.S. Sí, me ha quedado largo pero me pilláis con el día vago
y no me da la gana editar. Además, me dijo mi querida amiga Madre Desesperada que al SEO le gustan más los posts largos. Creo que a los lectores no tanto
pero qué sabréis vosotros.