Como decía la semana pasada, hoy vamos a continuar hablando
de la maravillosa odisea que viví en la comisaría.
Cuando ya por fin está buena mujer ha revisado todos mis
papeles me pregunta dónde tengo el impreso de las tasas para pagar. Le digo que
no lo tengo y me dice que en el papel con los requisitos pone muy claro que lo
tiene que aportar el solicitante. No es cuestión de ponerse a discutir en una
comisaría, sobre todo porque la gente va a armada y tal, pero os puedo asegurar
que tan, tan, tan claro no venía. Es más, decía algo así como que ni se te
ocurriera pagar la tasa antes de que ellos te dijeran que la pagaras, por lo que di por sentado que no tenía que
imprimirla hasta que me dijeran el importe a pagar. Pero no. Tenía que llevarla.
Me dijo que, como estaban hasta la una de la tarde, tenía
tiempo de ir a descargar la tasa e imprimirla para llevarla y que me dijeran
ese importe misterioso que no me podían decir hasta tener el papel impreso.
En un mundo ideal sí tenía tiempo de sobra pero en un mundo
donde no te funciona la impresora primero tenía que pasar por mi casa a
descargar y completar el formulario y después irme al locutorio que está junto
a la comisaría con un pen drive para imprimirlo.
Elegir la opción correcta en el formulario fue toda una aventura
porque había una que no me daba ningún importe y otra que sí. Y no me habían
dado pistas, así que elegí la que tenía importe guiándome por la técnica del “pinto-pinto
gorgorito”.
La señora del locutorio, al verlo, dijo que creía que tenía
que haber elegido el otro. A esas alturas yo ya estaba dispuesta a fiarme más
de la señora del locutorio, que debe estar harta a ya de imprimir cosas de esas
pero me la jugué y me fui con mi elección inicial y la lengua fuera nuevamente
a esperar al banco incómodo de la comisaría.
Cuando me hicieron subir nuevamente, me atendió otro chico
(bastante más solícito, todo hay que decirlo) que me confirmó que le tenía que
haber hecho caso a la señora del locutorio. Pero nada que un poco de tippex no
pudiera arreglar. Tanta tecnología para esto... en fin. Para entonces ya era la
una menos diez pero, para mi sorpresa, me dijo que me esperaba hasta la una y
media para que me diera tiempo a ir al banco a pagar. Le hice notar que había puesto mi número de
cuenta en el apartado destinado a tal fin para que pudieran pasar el cargo
directamente pero me dijo que eso no valía. No sé para qué ponen el apartado,
entonces. Total, que fui corriendo al banco no sin correr antes hasta el cajero.
Aguanté estoicamente la cola mientras veía impotente cómo pasaban los minutos y
me atendió el empleado bancario más simpático y gracioso del mundo. No es que
tenga nada en contra de los empleados bancarios simpáticos y graciosos. En
circunstancias normales hasta es de agradecer pero cuando llevas prisa lo que
buscas es alguien expeditivo.
Finalmente, llegué a la comisaría como a la una y
veintisiete al borde del infarto y con una deposición de paloma en el bolso (no
era mi día, desde luego) y el chico agradable me dijo que en dos semanas o
veinte días me llamarían para avisarme de que podía pasar a buscarla.
A los 17 días más o menos, como no tengo noticias, llamo
para informarme. Me dicen que es imposible que me hayan dicho 20 días porque el
trámite tarda un mes. Imposible no es porque es lo que me dijeron pero vale, si
es un mes, será un mes.
Me llamaron cuatro días más tarde.
Contando el fin de semana.
P.S. Sé que me he
pasado de extensión pero creo que no os haría gracia una tercera parte.