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jueves, 19 de marzo de 2015

Experimentando

Dibujos de Nube me hizo llegar el otro día este artículo donde nos informan, como podéis leer, que un grupo de científicos ha compuesto una serie de canciones para gatos, utilizando bases rítmicas basadas en el ronroneo y la succión, para que estén tranquilitos. Yo me imagino a esta gente recibiendo una subvención para investigar y diciendo “¿en qué la usamos?” y concluyendo “pues en componer música sedante para gatos, que seguro que nos dan el Ig Nobel”. Ahí, con un par.

No obstante, como no podía ser de otra manera, el tema me picó la curiosidad, por lo que quise experimentar en carne de mis propios felinos si realmente estos soniquetes surten algún efecto en el comportamiento de los gatos. He aquí los resultados de mi investigación, donde hemos utilizado tanto la “melodía” de aproximadamente un minuto que acompaña al artículo como las tres muestras de unos treinta segundos que encontramos pinchando en el enlace que apreciamos en el mismo.

Sujeto 1

Nombre: Munchkin.

Edad: 9 meses

Estado natural: Inquieto. Mucho.

¿Qué lo tranquiliza normalmente?: La música para dormir que ponen en Baby TV.

Condiciones del experimento: El sujeto estaba haciendo el vago en el sofá.

 Conclusiones: Pues pocas. El sujeto del experimento levantó repentinamente la cabeza al escuchar los acordes de la primera melodía (la más larga de las cuatro) abriendo los ojos como platos y volviendo a su estado de semi-letargo a los pocos segundos. Repitió esta misma operación con las tres melodías restantes, por lo que no puede concluirse que alguna de ellas tenga efectos mejores o diferentes a las otras. Los ojos como platos hacen sospechar que, más que tranquilizador, el efecto fue algo inquietante.

Sujeto 2

Nombre: Forlán.

Edad:  5 años (casi).

Estado natural: Generalmente tranquilote.

¿Qué lo tranquiliza normalmente?: La vida misma. Acabaríamos antes diciendo qué lo pone nervioso. Es el rey de la pachorra.

Condiciones del experimento: El sujeto estaba paseando por el salón sin rumbo fijo.

 Conclusiones: Algo más reveladoras que con el Sujeto 1, pero tampoco para echar cohetes. Con la primera melodía detuvo su paseo, me miró, emitió un maullido corto y se fue a afilarse las uñas al sofá. A continuación empezó a lavarse una pata, tarea que no abandonó durante el resto del experimento, salvo para abrir, al igual que el Sujeto 1, los ojos como platos al comenzar el segundo soniquete. Vamos, que no se lo veía más relajado de lo habitual.

En definitiva, que no he sacado demasiado en claro de esta observación científica pero me ha servido para estar un rato entretenida haciendo el ganso, que siempre es de agradecer. Os insto a probar con vuestros felinos y a compartir los resultados, a ver si llegamos a alguna conclusión medianamente coherente, más allá del consabido “los gatos hacen lo que les da la gana y no hay fórmulas mágicas”.

Por mi parte, creo que voy a seguir poniéndole Baby TV a Munchkin y dejando a Forlán a su bola, que me da mejores resultados. 

viernes, 15 de febrero de 2013

Liebster Award versión rosita pero en gatuno



Marrameowww!!!

Esta semana publico dos veces. La bruja está que trina.

El pasado 21 de noviembre, Eva, de Opiniones Incorrectas le dejó este premio a mi compi Luhay para que se repusiera. Por desgracia, ya no llegamos a tiempo para que él pudiese responderlo pero la bruja prometió que me lo daría a mí. Así que allá vamos. Muchas gracias, Eva. Seguro que a Luhay le hubiese gustado mucho.

Es el primer meme que contesto así que espero estar a la altura…

Hay que contar once cosas sobre uno mismo y responder las once preguntas que plantea Eva (se supone que también hay que crear otras once preguntas y pasarlo a once blogs pero esta parte nos la saltamos, que los gatos somos muy vagos).

Once cosas sobre mí:

1) Si me molestan mientras duermo, cruzo las manos delante de la cara y muevo la cabecita (soy más rico…)

2) En cuanto me rellenan el cuenco del pienso, tengo que ir a comer, aunque anteriormente todavía me quedase comida en el plato.

3) Adoro beber agua según cae del grifo.

4) Prefiero un canónigo a un langostino.

5) A la bruja la busco cuando quiero mimitos y al consorte lo busco cuando quiero jugar.

6) Si me ves con luz normal, parezco negro azabache pero si me da el sol de lleno soy más bien marrón oscuro.

7) Siempre me busco lo que esté más mullidito para tumbarme a descansar. Que les den a los humanos.

8) Cuando yo decido que es hora de levantarse, es que es hora de levantarse.

9) Lo que la bruja entiende por momento de cepillado, yo lo interpreto como momento de tirarle bocados al cepillo.

10) Me encanta el zumo de manzana.

11) Siempre que echan documentales de animales, me quedo hipnotizado frente a la tele.

Y ahora, a responder las preguntas de Eva:

1.- ¿Crees que hay vida en otros planetas?: Mi pobre Luhay, de pequeño, tuvo vida hasta en su interior así que me creo cualquier cosa.

2.- ¿Te has olvidado del libro de Ana Rosa?: ¿Quién es esa señora?

3.- ¿Rosquillas con limón ó con anís?: El limón me da dentera y el anís me lo tienen prohibido. Cuán desgraciado soy…

4.- ¿Qué ventajas tiene ser un angora turco?: Que en invierno el rabo te tiene que abrigar muchísimo la nariz cuando te haces la rosquillita.

5.- ¿Vales más por lo que callas que por lo que hablas?: Valgo más por lo que escribo que por lo que maúllo.

6.- ¿Planeas un cambio de color de pelo a corto plazo?: No. Mi color de serie está bien. Los gatos que se tiñen no están bien vistos en la comunidad.

7.- Cuando seas viejo, ¿te dejarás el pelo blanco?: ¿Voy a ser blanco? ¿Qué dirían mis padres si se enterasen? Seré como el Michael Jackson de los gatos…

8.- ¿Cómo prefieres cocinar La Gula del Norte?: A mí que me la den hecha. Sin ajo. Gracias.

9.- ¿Te gusta la tarta de zanahoria?: Sí, soy muy vegetariano.

10.- ¿Quieres más a tu mejor amig@ que a la mayoría de tus familiares?: Mi mejor amigo era Luhay y sí, le echo mucho de menos. Estos humanos no saben hacer zarpitas.

11.- ¿Cuál es tu pan favorito?: No soy muy de pan. ¿Hay pan de canónigos?

Y esto ha sido todo… Hoy me toca a mí desearos feliz fin de semana.

Prrrrrrr. 

lunes, 26 de noviembre de 2012

Crónicas Felinas XXII: Carta a mi Gordito




Querido Gordi:

Hoy puedo volver a llamarte Gordi, ya sin temor a las represalias judiciales. Porque siempre fuiste y serás mi Gordi, aunque la última vez que te pesaron te me habías quedado en algo más de tres kilos.

Me diste nueve años inolvidables. Nueve años en los que te quise día sí y día también. Te quise cada minuto y espero que te hayas ido sabiendo eso.

Te quise cuando me arañabas el sofá, te quise cuando me tirabas  el cubo de la basura y te quise cuando me robaste cincuenta euros de encima de la mesa y estuviste a punto de rompérmelos.  Te quise.  Todos en esta casa te quisimos.

El pasado miércoles por la noche nos dejaste. Ha quedado un vacío que no va a volver a llenar nadie. Estamos tristes, desorientados. Forlán reclama más atención que de costumbre porque no te tiene para acurrucarse junto a ti. Yo me quedo esperando que vengas a la puerta cuando llego a casa y tardo unos segundos en ser consciente de que no vas a venir.

Son tantas las cosas que te diría si te tuviera aquí que no sé ni qué decirte. Me cuesta un esfuerzo sobrehumano escribirte esta carta y, al mismo tiempo, necesito escribirla tanto como respirar.

Es tu homenaje. Te lo mereces. Te echamos de menos, cosita peluda. Espero que, allá donde estés, te estés poniendo ciego a langostinos y aceitunas, que estés destrozando todo lo que pilles y que seas muy, muy feliz. Casi tan feliz como nos hiciste a nosotros.

Descansa en paz, mi Gordito y vigila desde allí a Forlán para que no nos haga la vida muy imposible. Dile que abrir el grifo del fregadero no es buena idea y perdona por esta carta tan caótica, con una estructura tan nefasta. Tú la hubieses escrito mejor pero yo soy una simple humana.

Con mucho cariño,

Tu Bruja, el Consorte y Forlán.

P.S.1: Forlán me ha pedido permiso para continuar la sección. Al principio no me ha parecido buena idea pero luego pensé que tú hubieses querido seguir dando voz a los felinos en este humilde blog así que le daremos el gusto al imberbe…

P.S.2: Me han llegado un montón de mails y comentarios de gente interesándose por ti. Para que veas que no sólo te quería yo. Estoy segura de que tú también los agradeces tanto como los he agradecido yo. 

jueves, 26 de julio de 2012

¡Las mujeres (cobardicas) y los gatos primero!


Me considero una persona en esencia empática y altruista. Siempre intento pensar antes en los demás que en mí misma aunque, claro está, existen situaciones en esta vida en la que hay que ser un pelín egoísta. O, al menos, así es como lo veo yo.

No obstante, hay otras situaciones donde se supone que debería aflorar todo el altruismo, empatía y generosidad inherentes a mi persona y, sin embargo, llegado el caso no afloró nada.

El asunto fue el siguiente: Cierta noche nos encontrábamos el churri y yo en la cocina. Él cocinaba. Yo, que he tenido que buscar el término “cocinar” en el diccionario, fregaba cacharros. Luhay nos miraba (iba a decir “El Gordi” pero tengo una demanda pendiendo sobre mi cabeza cual espada de Damocles y ando con pies de plomo).

Hasta aquí, todo muy idílico y muy Casa de la Pradera. Sólo nos faltaba estar canturreando algo mientras desempeñábamos los quehaceres.

En nuestra antigua casa, los fogones estaban justo enfrente al fregadero por lo que según nos dedicábamos a nuestras tareas estábamos de espaldas el uno al otro y no podíamos mirarnos amorosamente a los ojos mientras nos salpicábamos juguetonamente un poco de espuma por aquí, un poco de aceite hirviendo por allá… (esa parte idílica falla, qué vamos a hacerle).

A todo esto, noto a mis espaldas un ruido tremendo y como que había más luz de lo normal. El gato toma las de Villadiego y yo, sin siquiera darme la vuelta a ver qué narices pasaba, le sigo como alma que lleva el diablo, que los animalitos tienen mucho instinto. Eso sí, yo no suelto ni a palos el plato y el estropajo, que me acompañan en mi carrera por el pasillo cual caballo desbocado.

A los treinta segundos sale el churri de la cocina. Un poco de aceite había prendido fuego pero me informa que ya está sofocado y que, aparte de las manchas negras en el mobiliario, que ya veríamos cómo se quitaban, no había que lamentar pérdidas. Que él estaba bien. Que muchas gracias por la preocupación.

Ejem, ejem.

Está claro que el instinto de supervivencia es, en mi caso, más fuerte que mi altruismo. Si yo hubiese sido la protagonista de Titanic ya os digo que me hubiese dado el piro en la barquichuela. Luego, probablemente, me hubiese arrepentido pero mi cobardía hubiese nublado mis sentidos por encima de mi amor apasionado.

Quizás me hubiese llevado el cuadro. Como recuerdo.

Y porque nunca se sabe cuánto puede llegar a valer tras semejante tragedia…

P.S. ¿Habré guardado el estropajo?

martes, 5 de junio de 2012

El Gordi reclama su hueco


mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm

 No me he vuelto vaca. La “frase” anterior la ha escrito el Gordi a su paso por encima de mi portátil y, tras regañarle, me ha dado penita borrarla. Una es así de sentimental y, por otra parte, hay que dejar a la criatura que se exprese. No seré yo quien coarte su libertad creativa.

No alcanzo, sin embargo, a comprender qué habrá querido decir en este arrebato de expresividad. ¿Se está acordando de algún alimento que el churri le ha dado de estrangis, quizás? ¿O es un eufemismo y, como se aburre, lo que quiere decir es mierda, mierda, mierda…? No es que no lo escriba completo porque no sepa. Es que lo tengo muy bien enseñadito y sabe de sobra que en casa no se dicen palabrotas, que el Peque todo lo aprende después.

El primer blog que tuve, hace años, lo escribía él. Quiero decir, que eran básicamente las mismas chorradas incoherentes de ahora pero contadas desde la óptica de mi felino. Así que estoy pensando que tal vez con la introducción de la entrada de hoy lo que ha querido decir es que echa de menos sus épocas de fama en la blogosfera y quiere volver a hacerse con el público.

No sé si dejarle. Me da miedo que me robe protagonismo. Tan peludo, con esas orejitas y esos ojos regalones… Seguro que termina teniendo más fans que yo y eso, con lo diva que soy, seria mi ruina total.

Pero es que tendríais que verlo ahora, tumbado al lado del portátil mientras yo tecleo, como diciendo “¿Me dejas que te dé alguna idea?”

Mal no me vendría, la verdad. He de confesar que no tenía la más puñetera idea de qué escribir hoy, y estaba sentada frente al monitor en ese momento degradante de página en blanco y cursor riéndose de ti hasta que ha pasado el Gordi, ha escrito la primera frase y, a partir de ahí, a divagar se ha dicho. No cabe duda de que él está más inspirado que yo.

Pero no le dejo retomar las riendas del blog (o hacer alguna colaboración esporádica), ya no sólo porque me vaya a hacer sombra (que también) sino porque, tal y como le estoy explicando ahora mismo, el mundo blogueril ya no es el que era hace seis o siete años. Ahora hay mucha competencia: Ferny, Umpa Lumpa, Sagutxo e Hirua… No sé si mi pobre Gordi va a ser capaz de aguantar esa presión y no salir a bufidos con sus co-bloggers.

Lo debatiré seriamente con él en estos días. Que luego se le pasa el caprichito y me como yo el marrón. ¿Qué opináis? ¿Le dejamos?

martes, 22 de mayo de 2012

Malas artes


Encontrábame yo anoche en casa intentando cenar puré de patatas y caballa (cena elaboradísima donde las haya, el churri me tiene como una reina) pero la experiencia, como tantas otras veces, no fue tan relajante y placentera como debería ser una cena luego de una dura jornada laboral.

Rondaban alrededor mío dos seres que, en un principio, tomé por moscardones hasta que me percaté de que tenían orejas y rabo, por lo que deduje que debían ser los gatos.

Ante cualquier estímulo alimentario, mis gatos reaccionan cual moscas. Así, sin más. La mosca es un ser a todas luces desmemoriado. Ve, un suponer, un poco de leche condensada y piensa “Mmmm, leche condensadaaaaa. ¡¡¡A por ella!!!”. Tú, que la ves venir, haces el característico gesto de abanico con la mano, aun cuando no quieres quitarle el calor al insecto sino quitártelo de encima. La mosca, viendo la que se le viene encima, sale volando al tiempo que piensa “Horror, una mano, la peor de mis enemigas. ¡¡¡Huyamos, huyamos!!!” En cuanto se ha alejado medio metro, vuelve a mirar a la mesa y dice “Mmmm, leche condensadaaaaa. ¡¡¡A por ella!!!”. Y así podemos entrar en un bucle infinito.

Pues mis gatos, lo mismito. Empiezan con la pata tonta de la que sabiamente hablaba Irene aquí y, si ven que la pata no da resultado, cambian de estrategia y recurren al morro tonto, la oreja tonta, y la cara tonta (es decir, cara de angelitos desamparados que ponen cuando ven que no consiguen alcanzar su objetivo, a ver si te apiadas de ellos y les das un poquito).

El sólo hecho de sentarme a la mesa aunque sea con un sandwich en la mano es comenzar una batalla campal de manotazo-empujón, hocico-empujón, maullido-ignorancia, ronroneo-pasotismo.

Es tremendo, en serio. Y ¿sabéis qué es lo más triste de todo? Que las moscas no suelen ganarme la batalla pero estos seres del averno, con esa carita de “mira qué bueno, qué rico y qué encantador soy” generalmente se acaban llevando algo.

Súcubos, es lo que son. Auténticos súcubos. Me engañan con sus estratagemas abisales y yo, simple mortal, no puedo oponer resistencia. No tengo suficientes armas para enfrentarme a ese despliegue de malas artes.

Cuando no te ganan por cansancio, te ganan por pena. Un chantaje emocional en toda regla.

Pero es que son tan monos…

miércoles, 25 de abril de 2012

Me han hinchado las narices


Antes que nada, aclaremos que esto lo estoy escribiendo casi veinticuatro horas antes de su publicación. Lo comento porque, para cuando sea publicado, ya sabremos si lo que paso a relatar no ha sido más que una mera exageración o, por el contrario, una premonición al mejor estilo Nostradamus.

Presiento que, en los próximos días, voy a tener que decirle a la gente que he estrenado una recién descubierta afición por el boxeo porque sospecho que mi nariz (no muy pequeña, ya de serie) va a alcanzar tamaños insospechados en días venideros. Si digo que ha sido por accidente, nadie me va a creer y ya me imagino a la Policía llevándose a mi pobre churri en plena noche (estas cosas siempre alcanzan un mayor grado de dramatismo si suceden por la noche) mientras yo intento en vano explicarles que él no tiene nada que ver con mi napia gigantesca y amoratada.

¿Quién me va a creer si digo que la culpa la tiene Forlán? (Mi gato, aclaro para los no seguidores del blog, que a ver si me van a llamar de un programa del corazón para que lo cuente. Bueno, si pagan, lo cuento, que total no es mentira… Cada cual puede interpretar, a posteriori, la historia como quiera y yo ya me lo he llevado calentito. En fin, dejo de divagar).

Resulta que mi felinillo tiene una manía tremenda de colarse en cualquier parte en cuanto ve una puerta abierta. Abres el baño, se cuela. Abres la lavadora, se cuela (suerte que siempre miro porque, en caso contrario, ya hubiese tenido el pobre un ciclo completo de lavado, aclarado y centrifugado).  Abres una mochila, se cuela, lo prometo. Y, adivinad lo que hace cuando abres un armario… pues que se cuela.

Al fondo del pasillo tenemos un armario donde obligué bajo amenazas al churri a poner unas barras para que yo pudiese colgar mis abrigos y, debajo, poner mis cajas de zapatos. Mis zapatos tienen que estar en cajas. De otra manera, me da la impresión de que cogen polvo y no puedo consentir tamaño sacrilegio. Tengo, prácticamente, tres armarios para mí solita en casa pero esa es otra historia.

El asunto es que, cuando llegué a casa de trabajar, abrí el armario del fondo para guardar las botas. Me agacho para dejarlas al fondo, porque ese es el sitio de esas botas en concreto. Había un par de cajas delante. No suelen estar ahí, sino más al fondo, apiladas con las demás cajas pero hoy tenía prisa y, como saqué varios pares de botas para ver cuáles me ponía, luego no me dio tiempo a colocar las cajas. Forlán quería colarse en el armario y unas cajas de porquería no se lo iban a impedir, menudo es él. Total, que saltó por encima.

Saltó por encima con tal mala suerte que no calculó bien la altura del salto y me dio con la cabeza en la nariz con todas sus fuerzas (recordad que yo estaba agachada, si hubiese estado de pie me voy con él a un concurso aunque sea con la nariz escayolada). No sabía exactamente a qué se refería la expresión “Ver las estrellas” hasta hoy. Se me revolvió el estómago y todo. No miento.

De esto hace como tres horas y todavía me duele. Como se me hinche, como se me hinche…

Como se me hinche tendré que irme inventando una historia alternativa porque a ver cómo descargo yo mis iras con este animalico tan guapetón. 

domingo, 18 de marzo de 2012

Cuando la cámara no te quiere, poco se puede hacer


Cuando volví de Albacete, me pedisteis que colgara fotos de los gatos. Algo que parece fácil pero no lo es tanto. Voy a demostrarlo gráficamente.

Mi Gordi es un modelo nato. Le saques la foto que le saques, sale guapísimo y hasta parece que el sobrepeso le sienta bien. He aquí un ejemplo:

 

Mi martirio empieza cuando intento sacarle una foto decente a Forlán.


Vaya, ha salido con cara de endemoniado. Probemos a hacer otra.


Ahí parece que le he pillado infraganti leyendo algo que no debía. Yo soy muy paciente. No me daré por vencida.


Sin comentarios… A ver si va a ser que la cámara no funciona bien. Probemos de nuevo con el Gordi.

 
Pues no, definitivamente no es la cámara. Vamos a probar una última vez.

 
Por fin!!! Una foto en condiciones. I can´t believe it. Mi pobre Forlancete está tan contento de que ya he parado con la tontería de la cámara, persiguiéndolo en plan paparazzi, que lo celebra con un gran abrazo. 

viernes, 17 de febrero de 2012

El endecálogo* del buen gato

1- Los gatos no piden, los gatos toman.

2- Cuando miro fijamente al techo, es solamente para ver cuánto tiempo tardas en mirar tú también. 

3- No te lamo por cariño. Me hace gracia ver la cara de sufrimiento que pones cuando te paso por la piel la escofina que tengo por lengua. 

4- Tampoco duermo a tus pies por cariño. Puede ser que tenga frío o simplemente que me divierta verte incómodo por no querer molestarme, criaturica.

5- Nunca intentes que mire hacia donde tú señalas. Yo te miraré la mano y, si de paso le puedo meter un zarpazo, mejor. 

6- No creas que no te entiendo. Te entiendo pero paso de ti.

7- No pretendas que vaya a ti cuando me lo pidas, no soy un perro. Si quieres, vienes tú y ya veremos si te hago caso. 

8- Soy un ser superior, asúmelo. Los egipcios sí que sabían. 

9- Me encanta la Navidad. Pon un árbol con luces, espumillón y bolas brillantes y verás como disfruto. 

10- Cuando te miro fijamente es porque estoy lanzándote mensajes subliminales para dominar tu mente. 

11- Nunca intentes comprenderme. Eso está muy por encima de tus posibilidades. 

*N del A: Soy consciente de que la palabra “endecálogo” no está reconocida en el diccionario y que debe usarse “decálogo”, independientemente de la cantidad de puntos que se planteen pero es un vocablo ya tan extendido a la par que bonito que merece existir. Propongo una plataforma pro-inclusión del término “endecálogo” (a la que llamaremos "Plataforma PITE") en el diccionario de la Real Academia de la Lengua. Veréis qué adhesión si nos ponemos con pancartas en un atasco. 

lunes, 13 de febrero de 2012

Nueve dedos y medio

No, no es un remake de la película erótico-festiva por excelencia de la década de los 80. Mi gato Luhay, que es un cachondo, ha optado por dejarme lisiada.

Ya comenté aquí que mi Gordi es muy bruto. Cuando quiere que le hagan caso, se pone insoportable. Te lanza mordiscos, arañazos y te mira amenazante. Como pesa mucho y tiene mucha fuerza, hace daño.

Estaba mi churri en la habitación del ordenador jugando al ídem y el Gordi andaba por ahí, fastidiando. A mi churri se le hincharon las narices y lo echó de la habitación, cerrando la puerta tras de sí. A él esto le importó más bien poco porque aún le quedaba otra víctima humana sobre la que descargar sus iras. Servidora.

Entra como quien no quiere la cosa en el salón, donde estaba yo con mi portátil rosa-super fashion-horterísima de la muerte que me tiene loquita de amor, se sube a la mesa y empieza con sus habituales artimañas de mordiscos y zarpazos (medianamente suaves para lo que puede llegar a hacer).

Me enfado, lo miro con cara de malas pulgas y le digo “Gordi, baja de la mesa o te echo fuera”. Se baja de la mesa. Yo me congratulo en vista de mis altas dotes de mando. Sibilinamente, la rodea y se coloca junto a mis pies, desde donde me mira aguardando el momento de atacar.

El momento llega. Y ataca. Lanzando sus zarpas contra una de mis indefensas piernecitas. Me pongo de pie demostrando mi superioridad y le digo “Pues te vas fuera”. Ja. Que me he creído yo eso. Se parapeta debajo de la mesa semi - oculto tras una silla (digo “semi” porque, dado su tamaño de gran felino, nunca consigue esconderse del todo).

A todo esto, mientras está él, digamos escondido, y yo convertida en Medusa, pasa desprevenido mi pobrecito Forlán y se lleva un bocado en una pata sin comerlo ni beberlo.

Aparto la silla, desbordando recursos y me dedico a intentar cogerlo escondiendo las manos en las mangas del jersey. Es evidente que, con las manos metidas en el jersey poco voy a conseguir coger así que opto por distraerlo con una mano oculta en jersey y, cuando la ataca con las pupilas dilatadas, pillarlo con la otra mano desnuda.

Es un truco que me suele funcionar pero esta vez debe ser que andaba yo baja de azúcar porque me pilló la cubierta y la desnuda, concretamente clavando su zarpa debajo de la uña de mi índice derecho, que comenzó a sangrar ipso-facto.

Mi aullido de dolor y mi insulto en uruguayo (yo, cuando me cabreo, insulto en uruguayo. No tengo idea de por qué ya que vivimos en un país con un amplio abanico en lo que a expresiones soeces se refiere pero a mí me sale mi vena charrúa en esos momentos) se deben haber oído en todo el edificio.

Pues ahí no nos hizo falta echarlo. Él solito se fue corriendo al dormitorio y se escondió bajo la cama, como diciendo “Ahora sí que la he liado buena”.

Le sacaré el lado positivo. El ataque de mi Gordi me ha dado para un post enterito. Qué brutito es…

jueves, 26 de enero de 2012

Dormitorio con escalera

No es que viva en un dúplex, no. Más quisiera. El asunto es que, desde hace unos días, mi dormitorio cuenta con una escalera de mano al lado del armario.

Ni siquiera es una escalera bonita, de colorines o Art Nouveau. Es vieja, fea, cojea, está llena de manchas de pintura… Vamos, una monada.

“¿Por qué narices tienes, entonces, semejante armatoste en tu dormitorio?”, os preguntaréis vosotros, seres de naturaleza curiosa.

La respuesta es simple: Por los gatos.

La explicación ya no es tan simple. Se hará lo que se pueda.

Resulta que a Forlán (mi gato más pequeño) le dio hace un tiempo por saltar a la parte de arriba del armario, como ya comenté en su post de presentación. Ahí tiene su atalaya particular y vigila todos nuestros movimientos.

Esto generaba dos problemas. A saber:

Primero: El armario no es muy estable que se diga y, cada vez que saltaba ahí arriba desde la cama, golpeaba la puerta con el consiguiente estruendo. Cuando lo hacía a las seis de la tarde como que no le dábamos mucha importancia pero cuando le daba por hacerlo a las cuatro de la mañana ya nos imaginábamos a algún vecino desayunando gato en pepitoria.

Segundo: Mi gato Luhay, como ya dije, pesa cinco kilos y medio, por lo que no puede saltar tan alto. Le pesa el culete. Daba un dolor de corazón tremendo verlo ahí abajo, mirando al otro pavoneándose encima del armario, con cara de “Yo también quiero subir. Eso tiene pinta de ser divertidísimo”.

Pues hete aquí que mi churri, tuvo que cambiar la bombilla del techo (en mi casa las bombillas se ponen de acuerdo para fundirse todas a la misma vez. Creo que nos odian) y ahí trajo la escalera. Cuando se baja, ve a Forlán subiendo al armario por la misma y a Luhay detrás.

Conclusión: Ahí se ha quedado la escalera porque, estética no será, pero hemos matado dos pájaros de un tiro, oye. 

martes, 10 de enero de 2012

And now introducing... My cats!!!!

Tenía escrita otra cosilla para mi segundo post pero, a petición popular (o más bien individual porque de momento no es que tenga muchos seguidores que se diga; aunque no me preocupa, son pocos pero buenos), os voy a presentar a mis gatos.



Breve descripción de quién es quién:

El blanco y negro

Nombre: Luhay
Alias: “El Gordi”
Edad: 8 años y cuatro meses aproximadamente.
Peso: 5.5 Kg. (Sí, de ahí sale su alias)
Procedencia: Apareció una noche en la puerta de mi casa junto a otra gatita igual que él (por lo que siempre imaginé que serían hermanos). Eran dos cachorritos preciosos de un mes y medio, más o menos, que tenían hambre. Fuera llovía y hacía viento y frío. Total, que los metí dentro y me dije “ya mañana, si hace mejor tiempo, los saco”. Al día siguiente sí hizo mejor tiempo pero yo ya estaba enamoradita perdida. La gata dio en llamarse Aída pero me la perdieron a los tres años.
Personalidad: La vagancia personificada. No se mueve ni aunque le vaya la vida en ello salvo si hay motivos culinarios que lo impulsen. Le gusta dormir la siesta conmigo, apoyado en mi brazo izquierdo para que yo lo abrace con el derecho y ahí nos quedamos fritos, en posición “cucharita”. Algo ciclotímico. Tan pronto está tan a gusto con los mimitos como se le cruza un cable y te lanza un bocado o un zarpazo así porque sí. En cuanto le echas la bronca tras el zarpazo o bocado de rigor, se te restriega contra las piernas para pedirte perdón y recomenzar el ciclo. Bruto, muy bruto. No controla su fuerza con esos casi seis kilos que gasta y, cuando juega contigo, fijo que te va a terminar haciendo daño. Le gusta charlar. Cualquier cosa que le digas en tono de pregunta te la responde con diferentes tonalidades de maullido. En serio, lo hace.

El negro

Nombre: Forlán (soy medio uruguaya y llegó a casa poco después del Mundial…)
Alias: “El Peque”
Edad: 1 año y 9 meses, también aproximadamente.
Peso: 2.5 Kg. (Este se nos quedó canijo así que el alias le perdura desde que era un cachorrito).
Procedencia: Tras la desaparición de Aída (que nunca tuvo alias) mi pobre Gordi no levantaba cabeza. Al principio pensé que se le pasaría con el tiempo pero dos años más tarde estaba cada vez más histérico el pobre. Más ciclotímico que nunca y hasta con un tic nervioso (le daba por lamerse al lado de la cola hasta que se dejaba unos pelones de órdago). Intentamos de todo, hasta feromonas artificiales a 24,00 € el repuesto de un mes de duración (No os miento, estas pijotadas existen), que no le iban del todo mal pero el caso es que seguía haciéndose sus desconchones capilares. Al final me dijo el veterinario (a quien yo creo que ya le estaba dando pena la millonada que me estaba dejando yo en feromonas) que me dejase de pamplinas y trajese otro gato. Y ahí llegó Forlán. Lo adoptamos en una asociación bajo el nombre de “Karioko” pero no pensaba yo mantenerle mucho ese nombre… Hicieron muy buenas migas y les encanta dormir juntos abrazaditos y, de tanto en tanto, perseguirse, morderse y hacerse maldades.
Personalidad: Raro, raro, raro. Su comida preferida son los canónigos y su bebida el zumo de manzana. Nos ha salido un gato vegetariano que, para colmo, adora meterse debajo del grifo de la ducha. Por lo general es bastante independiente y su lugar preferido es encima del armario, desde donde puede vigilarnos a gusto. Eso sí, cuando decide que es el momento de entrar en contacto con humanos, es lo más pegajoso que te puedas echar a la cara. Se te echa encima y eso no es un gato ronroneando, eso es un motor de seis cilindros. Y que no se cansa, el tío. Puede estar así media hora contando por lo bajo. Cuando por fin se aburre, se vuelve a lo alto del armario. Al contrario que el Gordi, que creo que ya ha quedado claro que es muy bruto, éste es una cosita delicada. Nunca muerde, nunca araña y tiene un gesto muy tierno de cogerte la cara con la pata para que lo mires mientras lo tienes en brazos.

Podría estar horas y horas escribiendo sobre ellos pero mejor no sigo porque se me va a caer la babilla. Ya contaré anécdotas en posts venideros.