Dibujos de Nube me
hizo llegar el otro día este artículo donde nos informan, como podéis leer, que un grupo de científicos ha compuesto
una serie de canciones para gatos, utilizando bases rítmicas basadas en el
ronroneo y la succión, para que estén tranquilitos. Yo me imagino a esta gente
recibiendo una subvención para investigar y diciendo “¿en qué la usamos?” y concluyendo
“pues en componer música sedante para gatos, que seguro que nos dan el Ig Nobel”.
Ahí, con un par.
No obstante, como no podía ser de otra manera, el tema me
picó la curiosidad, por lo que quise experimentar en carne de mis propios
felinos si realmente estos soniquetes surten algún efecto en el comportamiento
de los gatos. He aquí los resultados de mi investigación, donde hemos utilizado
tanto la “melodía” de aproximadamente un minuto que acompaña al artículo como
las tres muestras de unos treinta segundos que encontramos pinchando en el
enlace que apreciamos en el mismo.
Sujeto 1
Nombre: Munchkin.
Edad: 9 meses
Estado natural: Inquieto. Mucho.
¿Qué lo tranquiliza normalmente?: La música para dormir que
ponen en Baby TV.
Condiciones del experimento: El sujeto estaba haciendo el
vago en el sofá.
Conclusiones: Pues pocas.
El sujeto del experimento levantó repentinamente la cabeza al escuchar los
acordes de la primera melodía (la más larga de las cuatro) abriendo los ojos
como platos y volviendo a su estado de semi-letargo a los pocos segundos.
Repitió esta misma operación con las tres melodías restantes, por lo que no
puede concluirse que alguna de ellas tenga efectos mejores o diferentes a las
otras. Los ojos como platos hacen sospechar que, más que tranquilizador, el
efecto fue algo inquietante.
Sujeto 2
Nombre: Forlán.
Edad: 5 años (casi).
Estado natural: Generalmente tranquilote.
¿Qué lo tranquiliza normalmente?: La vida misma. Acabaríamos
antes diciendo qué lo pone nervioso. Es el rey de la pachorra.
Condiciones del experimento: El sujeto estaba paseando por
el salón sin rumbo fijo.
Conclusiones: Algo
más reveladoras que con el Sujeto 1, pero tampoco para echar cohetes. Con la
primera melodía detuvo su paseo, me miró, emitió un maullido corto y se fue a
afilarse las uñas al sofá. A continuación empezó a lavarse una pata, tarea que
no abandonó durante el resto del experimento, salvo para abrir, al igual que el
Sujeto 1, los ojos como platos al comenzar el segundo soniquete. Vamos, que no
se lo veía más relajado de lo habitual.
En definitiva, que no he sacado demasiado en claro de esta
observación científica pero me ha servido para estar un rato entretenida
haciendo el ganso, que siempre es de agradecer. Os insto a probar con vuestros
felinos y a compartir los resultados, a ver si llegamos a alguna conclusión
medianamente coherente, más allá del consabido “los gatos hacen lo que les da
la gana y no hay fórmulas mágicas”.
Por mi parte, creo que voy a seguir poniéndole Baby TV a
Munchkin y dejando a Forlán a su bola, que me da mejores resultados.