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sábado, 31 de marzo de 2012

Sexto premio: Blog con estilo (Ja, por si lo dudabais)



Pues tal como lo leéis, ya llevo seis premios. No va a haber plumeros en el mundo para limpiar tanta estatuilla.

En este caso, se trata de un ramo de flores virtual (por suerte, porque dada la alergia que arrastro desde hace varios días, uno natural hubiese sido bastante contraproducente) y me llega de la mano de Nuria, de Nurinotas que siempre recibe a todo el mundo con mucha cordialidad (no prepara té y pastas porque Internet aún no es tan realista, pero al tiempo), así que os animo a conocerla si no lo habéis hecho ya. Estas son las palabras que me ha dedicado al entregármelo:

“Por ser siempre espontánea, directa y franca con lo que sientes y expresas pero, sobre todo, por tu gran personalidad!”  ¿Cómo se os queda el ojo?

Este premio está chulo porque no tengo que responder nada ni elaborar preguntas. Vamos, el premio ideal para gente vaga como yo.

Según parece, hay que pasarlo a quince blogs. Si tuviese 500 seguidores, esto sería una tarea fácil pero, dado que tengo algunos menos, me resulta imposible dárselo a quince personas sin repetir a gente que ya haya recibido premio, así que, para ser ecuánime con el quinto premio, lo voy a pasar sólo a tres, saltándome las normas a la torera porque yo lo valgo.

Y el premio floripondio al mejor estilo va para:

Bionda, de La Número Nueve



Muchas gracias otra vez, Nuria. Me encanta recibir premios!!! ¿Se me nota?

viernes, 30 de marzo de 2012

De cómo el merchandising me ha abducido


Vais a decir que soy una ñoña ñoñísima pero a estas alturas ya hay confianza y he perdido la vergüenza y todo.

Yo confieso que soy fan de la gatita esta dibujada que tiene merchandising por un tubo. Ya sabéis de la que os hablo. Sí, de esa gatita.

Me di cuenta de que mi obsesión comenzaba a alcanzar límites preocupantes la otra mañana, por culpa de una alergia. No pongáis esa cara. Por culpa de una alergia.

Nunca he tenido alergia en primavera pero este año se ve que mi organismo ha optado por ser original y  ando por la vida convertida en un saco de mocos y lagrimones ambulante. La estampa no me ha quedado muy glamourosa pero es lo que hay, las divas también tenemos mocos, desengañaos.

El asunto es que estaba yo sentada frente a mi portátil rosa super fashion horterísima de la muerte que me tiene loquita de amor y, de repente, me dio por percatarme de todos los artículos de la felinilla que había encima de la mesa. A saber: El ratón del ordenador, la funda del móvil, una caja de tissues que había traído desde el baño porque andaba yo en pleno ataque de alergia y un paquete de pañuelitos de papel para que no se me olvidase echarlos al bolso. Da hasta penita sonarse la nariz sobre la estampa de la pobre gateja, tan mona con su lazo en la cabeza peeero…

Pues eso. Que cuando vi todos esos objetos juntos en plan concentración fue cuando comencé a caer en la cuenta de lo grave de mi adicción a la bicha.

Porque la cosa no termina ahí, claro. Si me pongo a recorrer mi casa encuentro braguitas, calcetines, neceseres, frasquitos de body splash, brillo de labios, un cepillo para el pelo, un espejito, una sudadera, varios pijamas y seguro que algo más que no recuerdo.

En mi mesa del trabajo también está presente. Tengo un block de notas, regalo de mi jefa que me conoce como si me hubiese parido (y que el otro día me trajo hasta un huevito de pascua con su forma, que me dio hasta pena comerme pero que al final me zampé sin remordimientos) y dos figuritas meramente decorativas (una de ellas regalada por una compañera y otra que compré yo misma en un ataque de adicción).

A todo esto, yo me pregunto ¿qué tiene la gata esa que engancha de semejante manera? Su diseño es más simple que el de un chupa chups y, sin embargo, he llegado a ver hasta papel de cocina y papel higiénico con su careto estampado. Por más que lo he intentado, no he conseguido convencer al churri para comprarlo. Dice que esa batalla no la ganaré. Que ya bastante invadido se siente, el pobre.

El colmo del freakysmo (aunque lo digo por puñetera envidia ya que, de tener dinero, seguro que yo sería una víctima usuaria más) es un avión.

Como lo leéis. Un avión de la gateja. Con su tarjeta de embarque, sus azafatas vestidas de no sé bien qué (van como de camareras de hotel pero con la personajilla estampada en mitad del pecho), los protectores de los asientos, los vasos, las cajitas de la comida, los sobres de azúcar, las toallitas húmedas, el jabón del baño y hasta una magdalena que tendrá el mismo destino que mi huevito de pascua.

Vamos, que quien diseñó este fenómeno, debe estar frotándose las manos a la voz de “Comprad, mortales, comprad”. Ole por él, gracias a gente como yo debe de vivir como un marajá.

Me despido mientras me sueno mi dolorida napia con uno de los susodichos pañuelitos de papel que, para completar la cursilada, son perfumados. 

miércoles, 28 de marzo de 2012

Mi quinto premio: Blog creativo






Laura, de Mi mamá me canta, me ha otorgado un premio al blog creativo. ¿Ves, mamá? Y tú decías que escribiendo chorradas nunca llegaría a nada en la vida… (Mentira, mi madre nunca ha dicho esto pero siempre le da un toque de dramatismo hacerse pasar por un genio incomprendido). 

Si no conocéis a Laura, ya estáis tardando, que tiene un blog estupendo y que me llena de recuerdos porque mi mamá también me cantaba mucho. 

Ya se sabe que, cuando uno recibe premios, luego tiene que ir a las ruedas de prensa y demás, así que estas son las preguntas que debo responder para hacerme digna merecedora del galardón. 

1. Si el nombre de tu blog ya hubiera estado ocupado... que otro nombre le hubieras puesto? 

Pues la verdad que no lo sé. Tuve suerte de que no estuviese ocupado porque me está dando dolor de cabeza sólo pensar en la posibilidad de tener que rebautizar el blog. 

2. Serie favorita de televisión 

En la actualidad, estoy enganchadísima a “The River”. Históricamente, diría que “Twin Peaks”. Ahora la están reponiendo y me he vuelto a enganchar. Soy de un nostálgico… 

3. Dónde y cómo conociste a tu pareja 

Pues lo conocí en el trabajo, ambiente poco romántico donde los haya. Por aquel entonces no teníamos puestos fijos así que un día, de casualidad, me senté a su lado, empezamos a hablar, nos hicimos amigos y, apenas dos años más tarde, surgió el amor. Si es que vivo como un caballo desbocado. 

4. Que te gustaría hacer con tu vida cuando te jubiles 

Irme a las Maldivas, o a una isla griega a estudiar cuidadosamente mi ombligo. 

5. Si te vieras obligado a ocupar parte de tu tiempo libre en alguna actividad benéfica... que tipo de actividad elegirías? 

Creo que para una actividad benéfica uno nunca debe verse obligado pero cuando me toque el Euromillón y pueda vivir sin trabajar sí que me gustaría dedicar unas horas de mi día a alguna actividad voluntaria. Seguramente algo relacionado con adicciones. 

6. Campo o ciudad? 

Campo. 

7. Si tuvieras de nuevo 18 años y tuvieras que elegir qué estudiar... elegirías lo mismo que hiciste o cambiarías de opción? 

Elegiría lo mismo pero me buscaría un marido rico. XD 

8. Te dejan cambiar una sola cosa de tu pasado, cual elegirías? 

No cambiaría nada. Me encanta ser yo, con lo bueno y con lo malo porque de lo malo se aprende y mucho. 

9. Recuerda el día más feliz de tu vida 

Prefiero pensar que está por venir. 

10. Como eliges los temas para tus post? 

Generalmente me surgen de alguna situación que haya vivido o de una conversación que he mantenido. Empiezo a darle vueltas a cualquier tontería y de repente me digo “Tengo que escribir sobre esto”. Creo que, en el fondo, no los elijo. Ellos me eligen a mí. Las chorradas varias han encontrado una válvula de escape fabulosa en mi personita. 

11. Qué tarea doméstica te toca más las narices hacer? 

Cocinar, pero como eso no lo hago, diré que limpiar el polvo de las estanterías, quitando cada cosita y volviéndola a poner… Una lata. 


Bueno, y ahora tengo que elaborar otras once preguntas y pasárselas, cual patata caliente, a tres bloggers. 

1. Una película, canción o grupo musical que te avergüence admitir que te gusta. 

2. El anuncio de radio o televisión que te ponga más de los nervios. 

3. ¿Cuándo eras peque veías la tele sentado/a al revés en el sofá? (Es decir, con las piernas hacia arriba y la cabeza colgando). 

4. Alguna cosa absurda que te hayan preguntado en una entrevista de trabajo. 

5. ¿Hay alguna comida en base a la cual podrías alimentarte día tras día durante el resto de tu vida sin cansarte? 

6. Una moda pasada por la que rezas para que no vuelva, nunca, nunca.

7. Y una moda actual que estés deseando perder de vista.

8. ¿Escribes para ti o para quienes te leen? 

9. ¿Tienes algún amuleto? ¿Cuál? 

10. ¿Cuál es tu objeto más preciado? 

11. Tu día preferido de la semana. 


And the winners are: 

CreatiBea de vinividivinvi 

Gatuneada de Gatuneada al Cubo 



Enhorabuena a las premiadas. Sé que estabais esperando este momento.

martes, 27 de marzo de 2012

Siempre hay un peor


Seguro recordáis, porque sois personas memoriosas, esto que os contaba. Lo malo es que a mí siempre se me riza el rizo y no escarmiento con eso de que siempre hay un peor.

La cosa sucedió así.

Anoche, cuando salí del trabajo, me monté como cada noche en el Cercanías para volver a mi casita. Suelo buscar sentarme donde no esté sola pero donde no haya gente rara (por lo miedoseta que soy). El problema es que tendría que ser más específica cuando busco gente “no rara”.

Elegí sentarme en las inmediaciones de un señor con maleta que parecía bastante normal y un chico trajeado con pinta de comercial de aspiradoras. Generalmente, huyo de los comerciales pero, oye, yo también he sido comercial de cosas de lo más extravagantes y soy norm… Bueno, que me senté por ahí cerca.

Con el señor con maleta acerté (al menos en lo que a comportamiento en un tren de cercanías se refiere, habría que ver cómo se desenvuelve en su vida cotidiana).

El comercial de aspiradoras ya era otro cantar, y nunca mejor dicho.

Las comisiones de las aspiradoras no debían haberle llegado para comprarse un móvil high technology para deleitar al resto de viajeros con su selección musical pero, lo que le faltaba en comisiones, lo compensaba con ingenio. Llevaba puestos los auriculares del MP3, sí, pero eso no iba a ser impedimento para dar a conocer al mundo entero su excelente gusto en lo que a materia musical se refería.

El muchacho se puso a cantar (o eso creo) a grito pelado una canción que hablaba de gente que moría todos los días. Ruego a quien haya que rogarle que la melodía no fuese como él la interpretaba porque, de serlo, aquella masacre no merecía alcanzar la categoría de canción. No sé si la tenía puesta en modo bucle o que la cancioncilla era más larga que un día sin pan porque aquella tortura no tenía fin.

De repente, se calló y preguntó, en voz igualmente alta, destripando al mismo tiempo el rico idioma de Garcilaso “¿Ka pasao?”.

Yo no cabía en mí de gozo. Se le había roto. Se le había roto!!! Mis rezos habían surtido efecto. Prometí ser mejor persona a partir de ese momento.

Mi promesa duró menos que una promesa electoral porque, a los dos minutos, se ve que consiguió poner nuevamente en marcha el aparatejo y la gente siguió muriendo cada día.

Me pregunto si morían porque se les reventaban los tímpanos.  

lunes, 26 de marzo de 2012

Quien no tiene una cruz, se hace una con dos palitos


Yo no sé si es que en el mundo cada vez pasan menos cosas (lo dudo) o si los informativos nos han visto la cara de tontos y prefieren que pensemos en banalidades en lugar de en las cosas que interesan (esto ya me cuadra un poco más).

Soy consciente de que los domingos los servicios informativos suelen ser más light que entre semana pero lo de ayer al mediodía ya rozó el absurdo.

Estaba yo viendo el informativo y, cuál no será mi sorpresa cuando veo que le dedican casi cinco minutos completitos al tema del cambio de horario.

Hicieron hasta entrevistas por la calle preguntando a la gente qué tal le había sentado el adelanto de hora. Debe ser que esto de quejarse es deporte nacional porque no hubo ni uno solo (o no lo mostraron, por dar mayor dramatismo a la situación, que también puede ser) que dijera que el cambio de horario no le había afectado.

Todo el mundo diciendo que lo estaba pasando fatal, que tenía un sueño que se moría, que necesitaban volver a adaptar el metabolismo (WTF???). Unas quejas todo el mundo por haber dormido una hora menos… Esta gente se nos va de viaje a Australia y se nos muere!!!

Lo de los informativos es que hay veces que no tiene precio. Recuerdo otra vez (el informativo era de la misma cadena)  en que relataban una nevada bestial que había ocurrido en la carretera de la Coruña y que había paralizado el tráfico cerca de cinco horas. La gente relataba aquello como si acabasen de sobrevivir a la tragedia de los Andes.

Recuerdo en particular a un preocupado padre de familia diciendo que habían estado allí cuatro horas sin agua ni comida, con un niño pequeño (no bebé). Vale, el niño tendría hambre y puede que hasta sed pero tampoco saquemos las cosas de quicio. Sería el caso de inanición más rápido de la historia.

El problema, digo yo imaginándome el panorama, debe haber sido que el niño en cuestión habrá empezado a berrear a la media hora a la voz de “Tengo hambreeee, tengo seeeed. Me abuuuurroooo. ¿Cuánto faltaaaa?”. Y, claro, su progenitor entró en estado de stress post traumático y ya no atendía a razones. Empezó a vivir aquello como una verdadera catástrofe digna de aparecer en los anales de la historia junto al Huracán Katrina.

Entre que somos quejicas por naturaleza y que a los mass media de este país le encanta arrojar cortinas de humo sobre los verdaderos problemas, se juntan el hambre con las ganas de comer. 

domingo, 25 de marzo de 2012

Presentación oficial de mis brujitas


En algún momento os he hablado de mis brujillas, que es como yo cariñosamente llamo a mi grupillo de mejores amigas.

Las conozco desde el colegio, es decir, desde los seis años (menos a C., que se unió al grupo en el Instituto, cuando yo ya estaba en Uruguay, así que a ella la conocí más mayorcita, cuando volví a las Españas).

Os las presento:

S.: Fue mi mejor amiga durante todo el colegio, aunque a mí me gustaba pincharla diciéndole que era la segunda o la tercera, en estos extraños rankings de amistades que montamos cuando somos pequeños y que cambian más que la lista de los cuarenta principales. Siempre fue (y sigue siendo), una niña muy dulce. No conoce la maldad, no detecta malicia en los actos de nadie y siempre tiene buenas palabras. Es solidaria, generosa y atenta. Últimamente la veo menos porque, desde que fue mamá, ya le cuesta más unirse a nuestros aquelarres pero sigue yendo siempre que puede.

S.S. (queda un poco nazi, pero bueno): Es una monada. Bajita, bonita y me encanta cómo viste. Comparte conmigo la obsesión por comprar trapos siempre que tiene tiempo. A veces, cuando quedamos, me lía vilmente para ir luego de tiendas y yo tengo el sí fácil, así que el resultado es evidente. Acabamos agotadas y felices con nuestras compras. Es directa, con algo de mala leche pero un corazón que no le cabe en el pecho. Cariñosa cuando hay que serlo. Prefiere ver obras de teatro o películas que sean dramones antes que comedias. Sin embargo, tiene un sentido del humor bastante ácido que me hace reír mucho.

C.P.: Muy diplomática. Mediadora. La calma personificada (lo opuesto a S.S., que es como un torbellino y lo quiere todo para ya). Se toma las cosas a su ritmo y sin agobios. También ha sido mamá pero, de momento, no es impedimento para que siga participando en los aquelarres, aunque tenga que montarlos en su casa por problemas de movilidad. Feminista. Collejea a su marido cuando no cumple con las obligaciones del hogar (tengo que aprender la técnica pero ya). Comprensiva. Sabe escuchar.

C.: A veces campa por estos lares. Como decía más arriba, la conocí bastante más tarde pero me conquistó lo mismo. Reservada. Hay que sacarle las cosas con sacacorchos. Siempre tiene una palabra bonita para dedicarte. Te sube el ego de una manera asombrosa (lo que me faltaba, que me inflen todavía más el ego, jajaja). A pesar de ser más calladita, siempre está ahí y sabe decirte la palabra justa en el momento justo. El lambrusco le deja unos coloretes naturales de lo más glamourosos.

En fin, estas son mis brujitas. El orden ha sido aleatorio, no va por orden de importancia. Si las conocierais, seguro que las querríais tanto como yo. 


P.S. Habemus Facebook. Aquí, a la derechita. Ya estáis tardando. 

sábado, 24 de marzo de 2012

Pruebas fehacientes de mi inconstancia


Cuando echo la vista atrás, me doy cuenta de la cantidad de cosas que he hecho en esta vida y que he ido dejando de lado.

Soy inconstante. He de asumirlo. Hagamos un review.

Cuatro años:

Natación y Ballet. No recuerdo haber solicitado explícitamente acudir a ninguna de estas clases. La natación me duró muy poco porque la detestaba y mi madre detectó perspicazmente que no había yo nacido para sirena, así que no me llevaron más. El Ballet me duró hasta los seis años.

Siete años:

Decidí cambiar el Ballet por Gimnasia Rítmica. La cosa me duró muy poco porque yo era de lo más patoso y mi gasa, mi pelota y mi aro eran unos rebeldes que nunca caían donde yo quería que cayesen.

Diez años:

Vi treinta y cinco veces (contadas, no lo estoy diciendo a boleo) la película “Chorus Line”. Decidí que lo que más molaba en la vida era la danza moderna. Esto me duró bastante más tiempo y la verdad es que hasta el día de hoy me arrepiento de haberlo dejado (porque también lo dejé, sí).

Once años:

Tras un viaje a Uruguay donde tuve mi primera experiencia hípica en el campo de mis primos, decidí que quería ir a clases de equitación, además de las de danza. Lo dejé un año más tarde porque aquello de que me estuvieran diciendo constantemente por dónde ir, marcar las esquinitas y dar vueltecitas me aburría soberanamente. Lo mío es pillar campo y sentirme libre como el viento. Adiós equitación.

Doce años:

Desarrollé una afición desbocada por el ajedrez. Tampoco mantuve durante mucho tiempo el hobby, mayormente porque casi nunca tenía a nadie con quien jugar, y doy fe que de que jugar sola al ajedrez es un auténtico pestiño. Paralelamente, opté por dejar un poco apartada la danza y dedicarme al Arte Dramático para convertirme en una artista integral. La cosa me gustó mucho más de lo que había pensado que me gustaría y estuve con ello hasta los quince, ya en Uruguay.

A partir de ahí ya paré con la tontería. Es evidente que lo mío es empezar las cosas. No acabarlas. No obstante, en momentos puntuales de mi vida, me dio por aprender a echar las cartas de Tarot, desarrollar técnicas telepáticas, aprender a leer en braille, coleccionar monedas, coleccionar sellos y no sé si alguna otra cosa más.

Huelga decir que, a día de hoy, no echo las cartas de Tarot, no soy telépata, no sé leer en braille (y sin gafas no sé leer en nada), las monedas me duran lo que un caramelo a la puerta de un colegio y, teniendo e-mail, para qué quiero sellos…

Ya más adelante, un poco más mayorcita, digamos a los 25, me dio por tener blog. Me duró dos años y, para este año 2012, me hice el firme propósito de abrir otro y mantenerlo.

De momento, vamos bien. 

viernes, 23 de marzo de 2012

Maquillaje pa todos o pa naides


Hoy, en mi trabajo, surgió un tema de conversación. No sé cómo porque es difícil saber cómo surgen los temas de conversación en mi trabajo. Un tema se va hilando con otro, con otro y, al final, terminamos hablando de las cosas más raras.

El tema de hoy fue ¿por qué los hombres no se pintan los ojos?

Vale, es un planteamiento raro pero es que a veces veo actores, cantantes o modelos que se pintan la raya del ojo y les queda espectacular. Evidentemente, es porque ojos tenemos todos y, si en una chica el delineador sirve para resaltar y dar profundidad al ojo, en los chicos tiene exactamente el mismo efecto.

Sin embargo, ellos sólo lo hacen o porque se dedican al mundo del espectáculo o porque pertenecen a determinadas tribus urbanas.

Pues yo me opongo. En la época de los egipcios el tema “delineado de ojo” no era algo reservado sólo a las mujeres. Lo hacía todo el mundo. ¿En qué momento se comenzó a pensar que el hecho de maquillarse tiene que ser algo exclusivamente femenino?

Mi compañera V. se tronchaba con mi teoría y comenzó a imaginarse a algunos compañeros con los ojos maquillados, y cada vez se tronchaba más pero yo le decía que eso es porque no tenemos costumbre de verlo. Tú ves a una chica con los ojos maquillados y no te sorprende pero, claro, al ver a un chico llama la atención.

Seguro que si el tema se pusiera de moda, dentro de dos semanas ya ni nos fijaríamos o hasta puede que nos empezase a gustar. Tal vez, claro está, no sería algo que le quedase bien a todos. De hecho, hay chicas que están más guapas sin maquillaje que maquilladas (y las odio profundamente por ello) pero yo ponía como ejemplo a Nelsan Ellis, el actor que interpreta a Lafayette en la serie True Blood. Vale, éste no sólo usa delineador, también usa sombra y a veces hasta un poco de brillo de labios pero yo he visto fotos suyas en Internet sin maquillarse los ojos y lo prefiero mil veces maquillado. Le queda una mirada interesantísima (también hay que reconocer que yo soy de gustos raros). Me parece de lo más atractivo.

Así que desde aquí propongo una campaña para que los chicos se dejen de tonterías y empiecen también a destacar sus puntos fuertes. Eso de que el maquillaje es cosa de mujeres es un completo sinsentido.

Hombres del mundo, sacad a la Señorita Pepis que lleváis dentro!!!

Hablando de todo un poco y ahora que no nos lee nadie… ¿A qué mente preclara se le puede haber ocurrido un nombre con tan poco gancho publicitario?

jueves, 22 de marzo de 2012

Ya soy mayor


Hoy voy a relataros algo que me tiene muy contenta y orgullosa de mí misma.

Como ya he comentado aquí en más de una ocasión, soy muy miedosa cuando voy por la calle. No siempre he sido así, claro está. Cuando  una es jovenzuela se come el mundo, vive como si no hubiera mañana y piensa que nació para el peligro.

El caso es que fui creciendo y me llevé un par de sustos en esta vida, lo que ya me hizo ser mucho más desconfiada y aumentó mi miedo a las calles.

El barrio donde vivo es muy tranquilo pero hubo un día en que mi churri me llamó al trabajo y me dijo “Hoy voy a ir a buscarte al Metro”. Cuando pregunté por qué, me explicó que habían intentado asaltarlo volviendo a casa (a eso de las ocho de la tarde). Hoy por hoy, salgo de trabajar a las once de la noche pero en aquella época salía a las doce.

De esto hace más de tres años. El miedo que cogí con aquello hizo que no fuera capaz de volver a ir sola por la noche desde el Metro hasta mi casa (debe haber unos doscientos metros). Mi churri volvía a mi casa por las tardes y, por la noche, volvía a bajar para ir a buscarme, porque yo no era capaz de enfrentarme al caminito a solas.

Desde el verano pasado, empecé a aventurarme un poco más y, si bien mi churri seguía bajando, yo salía del recinto del Metro y comenzaba a hacer el caminito hasta que me lo encontraba. Me daba seguridad saber que andaba por ahí y que, en algún momento, me lo cruzaría.

Como habréis notado, como lectores experimentados que sois, he conjugado en pasado los dos párrafos anteriores. Esto se debe a que, desde hace tres días, he dado un nuevo paso en el enfrentamiento a mi miedo y estoy haciendo el caminito sola. Solita, sola.

Puede parecer una tontería, así contado, pero soy una persona por lo general independiente y me frustra mucho el tener que depender de alguien para hacer algo tan básico como volver a mi casa desde el Metro así que, para mí, es todo un logro esto que estoy haciendo. No voy a decir que no me cueste porque me cuesta y mucho pero me da muchísima satisfacción el momento en que meto la llave en la cerradura y me doy cuenta de que lo he conseguido un día más.

Espero seguir así. Qué mayor soy ya!!! 

miércoles, 21 de marzo de 2012

Momentos de rebeldía


No recuerdo muy bien por qué pero hace unos días estaba yo recordando una de las pocas veces que me dio por ser rebelde en mi vida.

La culpa la tuvo un gato. A mí me dicen “gato” y se me nubla la razón. Dejo de tener principios y valores morales. Cualquier norma de convivencia que haya podido aprender, se me olvida ante la presencia de un felino indefenso.

Yo debía tener unos doce años, más o menos. Estudiaba en un colegio de monjas grande, muy grande. Hubo un día, durante el recreo de después de comer, que unas compañeras de clase encontraron un gatito naranja atigrado por el patio. Era una monada. Daban ganas de comérselo.

El caso es que una de ellas dijo que se lo llevaba a casa, donde ya tenía más gatos (a mí no me dejaban tener gato ni de blas, uno de los grandes traumas de mi infancia). El asunto era dónde dejar al felino hasta la salida del colegio.

De manera que incursionamos en terreno prohibidísimo para nosotras, yendo hacia el pabellón donde vivían las novicias, que eran muy majas, a ver si alguna nos podía guardar el gato en algún sitio.

Mientras andábamos de excursión por esos terrenos de Dios (nunca mejor dicho) sonó el timbre para volver a clase, poniendo fin al recreo. Nosotras ni nos inmutamos, lo que importaba en ese momento era el minino.

Cabe destacar que éramos siete en total. Siete personas para llevar un gato es un poco excesivo pero estas cosas si no se hacen en plan banda criminal, no molan. En ese momento, éramos un solo ser, con una causa común. Así es como han comenzado las grandes revoluciones de la historia. Si sólo hubiese habido un bolchevique no hubiésemos oído hablar nunca del Octubre Rojo y estoy segura de que si una sola loca se hubiese dado a la fuga con el gato, la cosa no hubiese dado tanto que hablar.

Llegamos donde las novicias y, una de ellas, nos dijo que valía, que lo dejaba en un garaje en desuso donde se guardaban las herramientas de jardín, hasta que mi compañera pasase a buscarlo a la salida.

Casi media hora hacía que había empezado la clase y nosotras que no aparecíamos, por lo que mandaron a mi amiga S. (que sigue siendo una de mis mejores amigas a día de hoy) a ver dónde corcho nos habíamos metido.

Nos encontró volviendo por el camino prohibido y le hice jurar y rejurar que no confesaría ni bajo tortura dónde habíamos dejado el gato. S., que era muy aplicadita pero un cielo, dijo que nos había encontrado ya volviendo a nuestro pabellón. Vamos, que dio a entender que no sabía dónde habíamos andado.

Nos echaron una bronca del quince y nos dejaron como una semana sin recreo pero valía la pena porque estábamos luchando por un pobre animalito indefenso.

El animalito indefenso en cuestión se dio a la fuga en cuanto el jardinero, ajeno a nuestros tejemanejes con las novicias, abrió la puerta del garaje para sacar sus herramientas. Ahí terminó nuestra historia de rebeldía.

La monja que nos castigó, al final hasta se reía con la historia. Tanto nadar para morir en la orilla. 

martes, 20 de marzo de 2012

De compras (o algo así)


Ayer lunes fue festivo. Por ende, no fuimos a trabajar y aprovechó mi churri para convencerme de que le acompañase a una gran superficie de culto al bricolaje y las tareas de reforma en general.

Como ya sabéis, estas grandes superficies a mí me dan una especie de urticaria muy difícil de subsanar, por lo que tuvo que currárselo mucho para poder tener la mañana en paz sin que yo le pusiese morritos cada dos pasos.

La cosa empezó levantándonos a una hora prudente (las once de la mañana, que ya sabéis que trabajo siempre hasta muy tarde, por lo que mis horarios no son como los del resto de los mortales) y me llevó a tomar el Brunch, o sea, el desayuno tardío de toda la vida, pero lo fashion ahora es llamarlo “Brunch”. Me estuvo delicioso y, ya con mi primer chute de cafeína, empecé a ver las cosas de otra manera.

Ya con el estómago satisfecho, partimos hacia ese paraíso de la testosterona. Una maravilla, oye. Comprando focos para el baño, mirando pinturas a ver de qué color pintamos… No sé si os acordaréis pero aquí os contaba que en nuestra casa es urgente dar un nuevo aire. La cosa va lenta, pero medianamente va. En fin, que me lo estaba yo pasando de muerte.

Una vez que terminamos de hacernos los machotes, me convenció para ir a otro paraíso. Esta vez de ordenadores, televisores y demás electrodomésticos para el ocio y el disfrute de toda la familia. Desde luego, mi churri no es tonto. Esta gran superficie me disgusta un poco menos que la anterior, aunque tampoco es que estuviese yo dando palmas con las orejas. Me compró un juego de ordenador para compensar.

Ya fuera de Villa Ocio, pensé que ya tocaba volver a nuestros aposentos pero me dijo que, ya que estábamos, podíamos pasar por otra gran superficie (esta vez de muebles) a ver si veíamos algún juego de dormitorio que nos convenciese. Nos fuimos con alguna idea para el dormitorio y un juego de jabonera y porta-cepillos de dientes monísimo que se me antojó.

Saliendo de Villa Mueble, imaginaba que, ahora sí, ya nos íbamos a nuestra mal amueblada pero confortable casita pero me comenta mi churri que, dado que ya hay gusa, me invita a comer en el centro comercial Plaza Norte 2, que está al ladito y que, así, luego puedo ir a recorrer un poco las tiendas, ya que yo nunca había estado en ese centro comercial y me lo merecía por haber sido buenecita y no haber dado la lata en todo el camino.

Dije que bueno.

Es difícil describir la decoración de ese sitio. Una especie de palacio con lámparas inmensas, una cúpula, papeleras doradas y unas columnas de colorines subiendo desde la planta baja hasta lo alto de la cúpula. Me quedé un rato mirando las columnas, pensando que en cualquier momento iban a aparecer los trapecistas o los domadores de leones. No sucedió.

Comimos comida oriental y nos dispusimos a recorrer un poquito las tiendas. No es que haya comprado mucha cosa. Por una parte, porque estoy en plan ahorro ya que quiero irme de viaje a mi Montevideo a fin de año y, por otra, porque la verdad que tampoco vi grandes maravillas. Así que sólo pillé algo de ropa interior y un bolsito sport verde de bandolera que me pareció muy práctico a la par que graciosete.

Pero, claro. Yo soy yo y no podía marcharme de allí sin haber vivido mi momento surrealista del día.

Hace un tiempito, mi amiga C. (una de mis brujillas) me hablaba de una tienda de ropa nueva, con moda de California, que estaba causando furor y que había que verla sólo por lo bizarra que era.

Soy muy mala para los nombres así que ni me acordaba de cómo se llamaba pero ayer, en cuanto pasé por la puerta. Supe que era esa.

La tienda tenía una entrada de madera con una lámpara de araña colocada sobre una mesa. Desde ahí había que elegir puerta: Izquierda para la ropa de chica, derecha para la de chico. Me metí por la de la izquierda y vi un vestidito blanco, muy mono, pero que parecía sacado de una peli de los años 50 (tengo mucha familia viviendo en California y prometo que no he visto a una sola prima mía llevando un vestido así). De repente, aparece de la nada una rubia monísima con aspecto de top-model y nos dice, sin anestesia, ni previo aviso, ni nada: “Hey! What´s up? Welcome to…”

Me quedé en tal estado de shock que no sé si le devolví el saludo. ¿En qué contestas? ¿En inglés para no que no se diga? ¿En castellano para defender el producto nacional? Estuve tentada de sacar mi mejor acento uruguayo y soltarle un “¿Qué hacés, boluda? ¿Todo bien? ¿Qué contás?”. Suerte que me contuve.

No me enteré mucho de qué vendían. La iluminación era… no sé si decir escasa. Con iluminación escasa aún alcanzas a ver algo. Era más bien inexistente. Se veía algo mejor la ropa que estaba colocada junto a unas pantallas gigantes que proyectaban las olas rompiendo en las costas de California.

Indescriptible. Hay que verlo para entenderlo. Gracias, C., por haberme puesto sobre la senda correcta. De más está decir que no compré nada.

Así que ya tengo pensado el negocio de mi vida. Voy a dejar mi trabajo y pondré rumbo a California para montar una tienda de moda madrileña (la ropa que venda da igual. Qué saben cómo nos vestimos) donde, según entre la gente, les suelten algo como “Sa peña guapaaaa. ¿Qué pasa troncos? Bienvenidos a nuestra keli”. También con pantallas gigantes, que no vamos a ser menos, emitiendo sin cesar imágenes de la M-30 antes y después de las obras, para que vean lo que es el progreso.

Lo veo. Lo estoy viendo (porque yo sí tengo luz).

lunes, 19 de marzo de 2012

A mí no me la dan


Como ya os comentaba aquí, tengo la asquerosa costumbre de fumar, de una forma cada vez más íntima ya que los fumadores nos hemos convertido en los apestados de esta sociedad.

El otro día fui a comprar un cartón de tabaco para mi churri (que es otro apestado) y para mí. En el estanco siempre nos regalan un mechero, a cuál de ellos más bonito. Los hemos llegado a tener con luces, con pinza para sujetarlo al bolsillo, con cositas colgando… Una monada y un paradigma de buen gusto todos ellos. Pero el último que me han regalado ya me desbarata todos los esquemas.

Por uno de sus extremos es un mechero al uso, de los que no tienen ruedecita, sólo botón. Es naranja, para poder encontrarlo a oscuras, lo que viene muy bien en los apagones pero, lo realmente curioso es que, por el otro extremo, es un abrebotellas. Es evidente que éste no es un diseño pensando por un profesional. Os explico por qué.

Se supone que los diseñadores industriales han ido a la Universidad. Pues salta a la vista que, quien haya diseñado este artilugio no ha pisado una Universidad en su vida porque cualquier ex universitario que se precie sabe perfectamente que un mechero ya es un abrebotellas per se. En la Universidad se aprenden dos cosas básicas y fundamentales para nuestro posterior desarrollo como miembros productivos de la sociedad. Una es jugar a las cartas y la otra es abrir botellas con mecheros. Son asignaturas troncales. Quien no sepa esas cosas no puede demostrar que ha estado en la Universidad. Qué título ni qué narices, lo que nos tendrían que pedir en las entrevistas de trabajo es que abramos una botella con un mechero y que les ganemos al mus. Un título lo falsifica cualquiera pero esas habilidades sólo se adquieren en un ambiente universitario. Ahí es donde demuestras que te has paseado por las aulas (no significa que hayas estudiado, pero has ido, oye).

Así que a mí me da cierta desconfianza el mecherito este porque no estoy yo muy convencida de que lo haya diseñado personal cualificado. Y claro, tratándose de un mechero, me asaltan inseguridades. ¿Y si me explota en un ojo? ¿Y si abro una botella con su otro extremo y la pieza de metal me salta al ojo que me quedaba sano? ¿A quién le voy a pedir responsabilidades si quien diseñó el mechero no tiene número de colegiado?

Parecerá una tontería pero es un tema muy serio. Uno no puede dejar su seguridad física y la seguridad de su hogar en manos de vete a saber qué tarambanas. Indagaré sobre la fábrica de mecheros para escribirles una carta indignada manifestándoles mi malestar y para que sepan que les he pillado, que un universitario que se precie jamás incurriría en semejante contradicción.

Me van a oír. 

domingo, 18 de marzo de 2012

Cuando la cámara no te quiere, poco se puede hacer


Cuando volví de Albacete, me pedisteis que colgara fotos de los gatos. Algo que parece fácil pero no lo es tanto. Voy a demostrarlo gráficamente.

Mi Gordi es un modelo nato. Le saques la foto que le saques, sale guapísimo y hasta parece que el sobrepeso le sienta bien. He aquí un ejemplo:

 

Mi martirio empieza cuando intento sacarle una foto decente a Forlán.


Vaya, ha salido con cara de endemoniado. Probemos a hacer otra.


Ahí parece que le he pillado infraganti leyendo algo que no debía. Yo soy muy paciente. No me daré por vencida.


Sin comentarios… A ver si va a ser que la cámara no funciona bien. Probemos de nuevo con el Gordi.

 
Pues no, definitivamente no es la cámara. Vamos a probar una última vez.

 
Por fin!!! Una foto en condiciones. I can´t believe it. Mi pobre Forlancete está tan contento de que ya he parado con la tontería de la cámara, persiguiéndolo en plan paparazzi, que lo celebra con un gran abrazo. 

sábado, 17 de marzo de 2012

Alta traición


Me siento estafadísima. A mediados de esta semana disfrutamos de temperaturas de hasta 25 grados en la Capi. Yo ya estaba feliz, pensando que iba a poder hacer en breve el trasvase de armario de la temporada otoño-invierno a la primavera-verano.

Pero va a ser que no porque esta semana vuelven a bajar las temperaturas, con máximas de 14 ó 15 grados. No hay derecho. El día 21 se supone que entra la primavera. Pues que entre, leñe. Como os comentaba aquí, el invierno no es precisamente lo mío (aunque hay que reconocer que el invierno, este año, ha sido hiper-bondadoso) y, estos días de calorcillo que hemos tenido, como preludio a la llegada de mi amiga la primavera, me han hecho muchísima ilusión.

Pero la ilusión se me ha roto pronto. Ahora entiendo cómo deben sentirse mis gatos cuando, las veces que se meten en un sitio donde no deben, sacudimos la bolsita de golosinas para que salgan y luego no les damos ninguna porque no se las han ganado. Pues lo mismito me ha pasado a mí con la pseudo-primavera que hemos tenido. En plan “que vengo, que vengo. No, no vengo, que no te lo has ganado”.

Sí me lo he ganado. He sido buena, creo. No he matado a nadie, no piso a la gente en el Metro, cedo mi asiento, no escupo por la calle, no meto los dedos en los ojos de mis congéneres, no insulto, no voy a programas del corazón… ¿Se puede saber qué narices he hecho mal? ¿Por qué mi amiga ha jugado con mis sentimientos de esta manera? Es peor que un desengaño amoroso.

Un día de estos vendrá y hará como siempre. Una visita de médico porque viene el verano pisándole los talones. Si es que cada vez se queda menos tiempo, la condenada. No piensa en mí, que me compro chaquetitas y camisas molonas que voy a poder usar una semana. Dos, a lo sumo.  ¿Para eso invierto dinero y tiempo en ella? Una desconsiderada es lo que es.

Pero es que es tan bonita… Me hace tan feliz verla aunque sea unos días… que se le perdona todo. Me pongo mis mejores galas para recibirla aunque la vestimenta me vaya a durar dos asaltos. Es como la relación que se puede tener con un amante pasajero. Dedicas tus días a esperarle, compras ropa pensando en él y, cuando al fin llega el ansiado día, te pones ese atuendo maravilloso para que te diga “Qué guapa estás, tal como te recordaba desde la última vez…” pero no, no te dice eso. Te arranca el conjunto carísimo a tirones y, cuando se da por satisfecho, se va. Y tú vuelves a sentarte a esperarle cual Penélope, hasta que vuelva un día y tú vuelvas a empeñar algo para poder estar despampanante.  Y vuelta a empezar. El eterno retorno nietzscheano es moco de pavo comparado con eso.

Pues para mí la primavera es igual. Una amante fugaz y platónica. Una relación imposible y turbulenta. 

viernes, 16 de marzo de 2012

Yo te bautizo


El mayor problema que tengo al escribir entradas, no es la entrada en sí. Es el título.

Yo me pienso mi temática y empiezo a desarrollarla con primor hasta que el post alcanza la longitud deseada. Soy muy metódica e intento siempre que las entradas tengan una extensión medianamente homogénea para que no sean tan largos que aburran ni tan cortos que decepcionen.

Una vez que he terminado de desarrollar, releo. Dos veces. No sea cosa que en la primera relectura se me haya pasado por alto alguna vurrada burrada.

En cuanto quedo satisfecha con el resultado (o en cuanto veo que eso ya no tiene más arreglo posible), llega el momento de publicar la entrada.

Y ahí es donde empieza mi mayor dilema. Tengo que titularla.

Puedo llegar a pasar más tiempo pensando el título que planteándome la temática o desarrollando la misma. Tiene que ser un título ingenioso pero descriptivo. Descriptivo pero no obvio. No obvio pero no rebuscado. No rebuscado pero no simplón. No simplón pero no… y así hasta el infinito.

A veces lo resuelvo releyendo una tercera vez y dando con una frase que me gustaría destacar. En ese momento ya respiro tranquila y publico. Pero ¿qué pasa si no encuentro ninguna frase digna de mención? Pues ahí ya hiperventilo, me dan ataques. Pienso que jamás podré publicar la entrada sólo porque no tiene nombre. Será una entrada sin nombre, expósita, desamparada. Andará vagando en el limbo de las entradas por toda la eternidad, esperando a que alguien se apiade de su alma y la bautice para no tener que aparecer en el purgatorio de los posts.

Y, claro, yo me siento mal. ¿Qué paridora de posts desnaturalizada sería yo si permitiese que mis criaturas acabasen en el purgatorio? Así que pienso y pienso y pienso. Me devano los sesos. Me deshidrato, me desespero, lloro, me da la risa histérica, le echo la culpa a los gatos… No rompo a cabezazos mi portátil rosa super fashion horterísima de la muerte que me tiene loquita de amor porque todavía lo estoy pagando. Por lo demás, todo vale.

El método catártico debe tener ciertas repercusiones o la musa se cansa de escuchar mis lamentos (o directamente teme por su vida) porque, al final, algo viene a estas pocas neuronas que me van quedando tras tantos años de televisión. Al principio, es como una hilacha de pensamiento. Pero la hilacha me gusta y empiezo a barajar posibilidades con ella. Le doy vueltas, la miro, la remiro, la junto con otra hilacha, hago un nudito y, voilà, tengo título.

Es difícil expresar ese momento de satisfacción suprema. El bautismo ha costado más que el parto pero ha valido la pena el esfuerzo.

Y ahí, queda mi post, listo para ser publicado, tras haber sudado sangre y derramado lágrimas de hiel. En qué horita dije yo “Voy a abrir un blog, que me gusta mucho escribir y seguro que me relaja…” Ja! Digo ahora. Si no fuera por vosotros que me leéis y le dais sentido a este calvario… Porque, si algo tengo claro, es que escribo para vosotros (llamadlo afán de protagonismo o altruismo puro y duro, lo que más os pegue) pero, si escribiera para mí, lo guardaría en el disco duro y no me andaría preocupando por la frecuencia, la métrica, el título… Por la temática, como habréis podido comprobar, me preocupo más bien poco.

Cualquier chorrada es buena. 

jueves, 15 de marzo de 2012

Post no reembolsable. Avisados quedáis


Estoy escribiendo esto a la 1:37 de la mañana. Siempre escribo más o menos a esta hora porque es cuando el churri ya se ha ido a dormir  y me inspiro con la soledad y el silencio de la noche. Soy así de gótica.

Sí, me habéis pillado. Programo las entradas para que se publiquen siempre a la misma hora (21:30), de esta manera, se publican a una hora decente para la gente normal y la frecuencia de publicación es siempre la misma. Es que soy muy organizada para todo, no lo puedo evitar.

Pero bueno, no vengo hoy a hablar de mi organización. Eso lo puedo dejar para otro post porque telita conmigo. El asunto es que, según termine de escribir hoy, tengo que ponerme a planchar una camisa para que mi churri vaya mañana decente a trabajar.

Mis días de lavadora son los miércoles y los sábados. Los de plancha, los jueves y los domingos. Esos son mis días y son impepinables (porque soy muy organizada). Entonces, yo me pregunto, si la frecuencia de lavado y planchado es siempre la misma ¿por qué la frecuencia de uso de la ropa no lo es? ¿Cómo puede ser, un suponer, que si he puesto la lavadora el miércoles, el sábado me encuentre con cinco camisas del churri para lavar? No me cierran los números, y eso que trabajo con ellos a diario. Me lío a hacer tablas de Excel intentando cuadrar las cuentas de ropa usada – (ropa lavada + ropa planchada) = ropa disponible pero oye, que descuadra por todos lados. ¿La ropa desaparece sin previo aviso? ¿Se van las camisas de juerga a ligar con pantalones y el sábado aparecen baldadas y de empalme en el cesto de la ropa sucia? ¿Hay una dimensión paralela para la vestimenta? ¿Tengo un portal dimensional o un agujero negro en la alacena?  

Las más feministas me podréis decir que, si tanto necesita la camisa, que se la planche él pero es que me ha dado penita. El pobre se levanta super pronto y, por la noche, en vez de irse prontito a dormir, baja al Metro a buscarme (porque soy una miedosa, de esto ya he hablado algo pero algún día quizás amplíe el tema) y luego me hace la cena. También he de reconocer que hoy con la cena me ha timado un poco. Plato precocinado para calentar en microondas. Una camisa planchada vale mucho más pero en fin, diremos que lo hago por amor y porque, el sólo hecho de meterme en la cocina, aunque más no sea para calentarme algo al microondas, me da una pereza tremenda. Prefiero planchar toda la ropa del mundo antes que ponerme a cocinar. Cuando vivía sola lo llevaba fatal. Terminaba comiendo siempre cualquier guarrería con tal de pasar el menor tiempo posible en ese averno. Las compañías de congelados me hicieron accionista y todo. Lo más triste es que, realmente, no se me da mal. Las cuatro chorradas (medianamente elaboradas, me refiero, que un huevo lo fríe cualquiera) que sé cocinar me salen de rechupete. Pero sólo cocino en ocasiones muy contadas y cuando tengo tiempo, mucho antojo y buen humor para ello; tres variables que sólo coinciden cuando se alinean Júpiter y Saturno.

Bueno, os voy dejando que tengo que ponerme a planchar la camisita. Mira, con la tontería he escrito una entrada enterita sin haber contado nada ¿a que molo?

miércoles, 14 de marzo de 2012

De fruta madre


Como bien sabéis, viví muchos años fuera de España (diez años, en Uruguay, concretamente).

Pasé los trece primeros años de mi vida en este bendito país, me fui para allí/allá y a los veintitrés volví aquí/acá. Dado que me fui siendo bastante peque, hay cosas que una, siendo tan joven, no aprecia. Una de ellas es la calidad de los alimentos.

En Uruguay, la fruta y la verdura viaja poquito. La razón es simple, es un país canijo donde viven cuatro gatos y, para más Inri, es casi todo campo. Esto hace que eso de vender fruta o verdura transgénica sea un absoluto despropósito. Sería más cara que la que surge del arbolito o la tierra sin tanta alharaca.

De manera que cuando volví a las Españas, yo me sentía extranjera en mi propia tierra y tuve que aprenderlo, como quien dice, todo de cero. Nunca había sido independiente en España. Fue así como descubrí (o recordé, no sabría definirlo ya que no recuerdo si cuando era más pequeña la fruta era igual en esta tierra) que había mandarinas sin pipos, que supongo que se reproducirán gracias a la Anunciación de un Ángel, como la Virgen María y unas manzanas que parecen sacadas del cuento de Blancanieves. Rojas, enormes, a la que sólo les falta un cartel que diga “Muérdeme” y que luego, cuando las pruebas, son un corcho sin zumo que te hace pensar que le sacarías más sabor a un clavo oxidado.

Pero hete aquí que me he dado cuenta de que el problema de la fruta española, no es problema de la fruta española, es problema de la fruta madrileña. Sí, soy una ignorante, qué queréis que os diga.

Me he dado cuenta de esto porque, uno de los jefes de mi trabajo, que es valenciano, ha traído unas naranjas de su finca, de las que crecen felices en su naranjo sin que nadie les meta prisa (ni sustancias extrañas).

Se trajo pues, mi churri, unas cuantas a casa y, después de cenar me dice “¿Probamos las naranjas?”. Le digo que vale, pero que les ponga azúcar. Trae las naranjas cortadas y el azucarero aparte “por si no hay que echarles azúcar”, dice. Yo esbocé una sonrisilla entre sarcástica y escéptica que tuve que tragarme junto con la naranja. Ni azúcar ni milks. Aquello era la gloria. Tuve un momento de regresión a mi tierra adoptiva, pensando “esto era la fruta, ya ni me acordaba”. Así que me desdigo de todas las veces que he repetido hasta el cansancio que la fruta en este país es un asco. Como dice el maestro Sabina “Pongamos que hablo de Madrid”.

Nota: Yo ya no sé si voy al trabajo o al mercado. Huevos de chocolate, naranjas, mi jefa dos por tres también trae tortilla o rosquillas o cualquier otra cosa que haga… Adoro mi trabajo. Me llena. Literalmente. 

martes, 13 de marzo de 2012

Me han visto la cara


Ya son dos los correos que recibo instándome a leer artículos en un blog (no daré el enlace, por si os abducen). Curiosa que es una, allí que me fui a leer (sí, he picado dos veces. No sé si es que tengo poca memoria o si, en el fondo, quiero unirme a esa gran familia) y allí hay artículos muy raros mezclando espiritualidad con ciencia, salpicadillo con un poco de todas las religiones existentes. Vamos, todos los componentes de una secta. Tal vez no lo sea pero tiene toda la pinteja.

Tampoco es que lo haya leído mucho porque no me ha interesado ni por curiosidad pero, el hecho de considerarme carne de secta, me ha dado que pensar.

Supongo que habrá gente más propensa que otra a caer en sus garras (por problemas que se puedan estar teniendo o por ser más fácilmente sugestionable) pero ¿existe gente inmune a las sectas o es que la secta para ellos aún no los ha encontrado?

Hay montones de tipos de sectas diferentes: Religiosas, económicas, filosóficas, sectas OVNI, comerciales… Así que, realmente, yo creo que debe de existir una secta para cada uno de nosotros. Una secta que encaje a la perfección con cualquiera que sea nuestra debilidad o nuestro talón de Aquiles. Los que no hemos caído, es porque hemos tenido la suerte de que nuestra secta aún no nos ha golpeado la puerta.

¿Que cuál sería mi secta ideal? No lo pienso decir. Tampoco se lo voy a poner tan fácil. El trabajo de campo se supone que es cosa de ellos así que, que se lo curren.

El tema del Cyber-acoso y la Cyber-venta ya ha pasado a la historia. Ahora me veo inmersa en medio de las Cyber-sectas. Vamos mejorando.

Lo más triste de todo es que, por vuestros comentarios, parezco ser la única que recibe este tipo de correos. Yo creo que se toman en serio la frasecita que está justo debajo del título de mi blog. No entienden la ironía, por lo que se ve. Eso sí, complacientes son un rato. Gracias, gracias. No hace falta que os esforcéis más, de verdad que no. Ya habéis demostrado todos que no tengo más que pedir por esta boquita.

¿Si me da por escribir que quiero recibir flores y bombones todos los días estarán igual de atentos a mis deseos? Porque mira que me abro un apartado de Correos pero ya. Empezaré por las flores y los bombones. Si veo que la cosa funciona pues ya me lío a pedir joyas, viajes, coches, apartamentos en Torrevieja… Vamos, que hasta que mi vida no parezca el Chollo del “1,2,3…” o el escaparate de “El precio justo” no paro (Uy, qué momento flashback más tonto. Hacía años que no me acordaba de estos programas). Si me da resultado la estratagema, ya os pasaré los trucos para conseguirlo, que vosotros no vais a ser menos. Privilegios que se obtienen por leerme. Quienes no me siguen, se lo pierden.

Si el problema no está en la frasecita, entonces es que soy yo directamente. Claro, la gente verá las paridas que escribo y pensará o bien que estoy muy perdida en la vida y, por tanto, dispuesta a unirme al primer grupo que me tienda una mano amiga o bien que mayormente estoy alelada y voy a comprar cualquier cosa que me ofrezcan o a caer en una estafa o lo que primero se les ocurra. No andan tan descaminados. Me muero de vergüenza sólo por ir a una tienda a cambiar un artículo porque siempre pienso que estoy molestando, como para decirle a alguien a la cara que no me voy a dejar captar o estafar o lo que pretendan hacer conmigo. Me parecería una grosería tremenda decirles que no, después de tantas molestias que se han tomado los pobres.

P.S. Léase con humor. Obviamente, sé muy bien que tanto ser víctima de una estafa como de una secta, son problemas muy graves para los que siempre se debe pedir ayuda.