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jueves, 18 de diciembre de 2014

Hasta el año que viene!!!

El post de hoy es breve, nada más que para avisar que me voy de vacaciones navideñas y volveré… pues no sé bien cuándo, la verdad. Ya imagino que para después de Reyes porque por aquí no suele quedar ni el tato y me enfada sobremanera estar escribiendo al aire; aunque tal vez mi incontinencia dactilar me haga publicar algo antes, qué sé yo. Cuando menos os lo esperéis estaré por aquí. Permaneced atentos a vuestros monitores.

Para dejaros con un buen sabor de boca, os conmino a leer una entrada navideña que escribí en febrero de 2012. Sí, en febrero, yo soy así de particular. Como por aquel entonces era todavía menos conocida que ahora, comentaron cuatro gatos así que para la mayoría la entrada será nueva y, si ya la conocíais, pues podéis disfrutar rememorando el sabor de un clásico. Aquí os la dejo.

Os deseo muy felices fiestas y que el 2015 sea genial para todos, que nos lo hemos ganado, qué narices. En lo personal, pido que los publicistas sigan haciendo mis delicias y que os pongáis las pilas con el Ustedes Dirán, que estáis de un vago…

Muchos besitos y muchas gracias a todos por haber estado por aquí durante este 2014.

Y por aquí lo dejo, que me conozco y ahora viene el momento ñoño y de exaltación de la amistad blogueril.


¡¡¡Sois unos bloggers de P**A MADRE!!!

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Anuncios Pesadillescos CXXI: El deseo, el cambio… la rayada

Un hombre se termina una bebida en la terraza de un bar y se va. La camarera recoge el vaso y, a pesar de que no hay ni un duro de propina, se emociona mucho porque, en la servilleta, le ha escrito las palabras “Comienza”  y “Deseo”. En inglés, porque es mucho más cool.

Hay un señor con sombrero subido a lo alto de una torre metálica que luce un cartel de la misma marca de bebida espirituosa que apreciaremos sutilmente en otras partes del anuncio. No sabremos si es  un suicida, un funambulista o si quiere que le dé el viento fresco.

En la esquina de un callejón se dibuja otra vez la palabra “Comienza” que se va, juguetona ella, calle arriba. Por si acaso el mensaje no se entiende, el hombre que se balancea en las alturas hace un gesto con la mano como diciendo “hala, mona, síguela”. Ella, sin dudarlo un minuto ni pararse a pensar si la estarán intentando captar para una secta chunga, se dispone a doblar la esquina y, súbitamente, alguien le coge la mano cuando la apoya en la pared para asomarse. Es un hombre trajeado con la palabra “Deseo” impresa cual dorsal de corredor de maratón que la hace correr por el callejón con otros tantos flipados. Estoy esperando a ver cuándo aparecen los toros de San Fermín pero no, así que no sé por qué todos corren por una estrecha callejuela. En una calle que cruzan, hay dos sujetando una gigantesca palabra “Cambio” también en inglés cuando justo en eso suena un silbato y un policía hace detenerse a nuestra camarera y le arranca el delantal con un solo movimiento. El de la torre metálica baila la jota aragonesa o entona el Hare Krishna o no sé muy bien qué hace. Esto es peor que Twin Peaks.

El policía le pone a la camarera una chaqueta blanca sobre los hombros. Será para que la pobre no pille un catarro, que son fechas muy malas y los virus acechan. Ah, no, parece que es para distinguirla de los demás, que van todos de negro. A esto es a lo que yo llamo “ser un blanco fácil”. Ella sigue por el callejón, donde hay una mujer con un montón de flores. Pareciera que las está repartiendo pero sólo entrega una a la camarera porque es la más guay. Ella llega a una especie de estación de tren donde se lee, esta vez en italiano, “El futuro eres tú”. Se queda parada como diciendo “¿qué pinto yo aquí?” A buenas horas te lo preguntas, hija mía. Coge una maleta vintage hábilmente colocada a sus pies donde aparece otra vez la palabra “Deseo” y, mientras vemos al de la torre metálica hacer peligrosos equilibrios a puntito de precipitarse al vacío, ella corre para pillar el tren.

Una vez en el vagón, ella despliega su servilletita, que no ha soltado en todo el camino y comprobamos asombrados que ahora pone “El deseo comienza el cambio”. El hombre de la torre lanza un besito al aire, el cartel de bebida alcohólica se ilumina y ya.

Me han dado más ganas de apuntarme a una maratón que de beber vermouth. 

lunes, 15 de diciembre de 2014

Crónicas Felinas CXVI: Buenas noches – buenos días – buenas noches

Marrameowww!!!

La bruja a veces nos echa en cara que parecemos estar más unidos al consorte que a ella misma. Y eso tiene una explicación. Bueno, en realidad tiene la explicación obvia de que es una bruja fea con una nariz enorme y que no nos deja hacer cosas divertidas como colgarnos de la ropa en el tendedero o jugar con la escobilla del váter. Pero, aparte de estos motivos evidentes, existe una razón más sutil pero no por ello menos importante: La bruja no se echa la siesta.

Por todos es sabido que los gatos somos seres dormilones, que preferimos tumbarnos a la bartola hasta que nuestros esclavos humanos vuelvan a  servirnos una nueva ración de comida y procedamos a recomenzar el proceso. La cosa viene siendo: comer, dormir para hacer una buena digestión, despertarse con hambre, volver a comer y volver a dormir. En algún momento nos da por corretear por la casa, lo cual nos da hambre y podemos retomar la rutina habitual donde la habíamos dejado.

Al consorte le gusta mucho dormir la siesta; momento que nosotros aprovechamos para hacernos la rosquillita con él en el sofá y tirarnos ahí las horas muertas pero la bruja, a pesar de lo que presume de sus orígenes latinos, tiene una especie de rigor alemán que vete a saber de dónde habrá sacado y defiende la extraña teoría de que el tiempo que duerme es tiempo perdido,  por lo que no se permite echarse una ligera cabezadita, aunque más no sea, mientras los otros tres miembros de esta extraña familia que conformamos roncamos a pierna suelta. Lo de aprovechar el  tiempo es bastante relativo porque, si luego le preguntas qué ha estado haciendo mientras los demás dormíamos tan a gusto, te saldrá con que ha estado viendo alguna bobada en la tele o escribiendo las tontunadas que después publica en el blog o leyendo alguna cosa en Internet sobre la última estafa que haya salido a la luz (tiene una obsesión muy extraña con las estafas y las sectas) por lo que no sé yo si el tiempo realmente no hubiera estado mejor invertido en dormir un rato y hacer menos el ganso. Vamos, que sigue siendo igual de improductiva pero muerta de sueño, lo cual es un despropósito en toda regla, tal como lo veo yo desde mi filosofía felina del buen vivir.

Como a mí lo de ver la tele ni me va ni me viene (no obstante, habría que puntualizar que Munchkin continúa siendo un fan incondicional de los dibujitos animados aunque ahora esté ya en plena adolescencia y con las hormonas algo alborotadas) y las estafas no me interesan demasiado, aunque pensándolo fríamente tal vez podría aprender alguna estratagema para hacer más difícil la vida de la bruja, prefiero irme a hacer el vago con el consorte que, para estas cosas, sí que sabe vivir la vida.

Y ése es el motivo subyacente que nos hace sentir mayor afinidad con él. Se lo ve más felino.


Prrrrrr.

jueves, 11 de diciembre de 2014

La involución tecnológica

Como comenté por Twitter hace un par de semanas (aunque creo que no lo leyó nadie así que lo mismo me hubiera dado contármelo a mí misma frente al espejo), tengo móvil nuevo.

Y diréis: “Pues vaya cosa. Ésta ya no sabe cómo llamar la atención y si pasamos de ella en Twitter viene a contarlo en el blog en muchos más caracteres, para que la final le tengamos que decir que enhorabuena, que lo disfrute con salud y todas esas bobadas”.

Pues no, listillos, que sois unos listillos. No negaré que es cierto que estoy encantada con mi nuevo móvil porque el otro cada dos por tres se quedaba en estado catatónico, y sólo lo reanimabas con una RCP consistente en arrancarle de cuajo la batería y volvérsela a poner. Para colmo, era un desmemoriado en todos los sentidos: Primero porque, cuando regresaba del coma no me avisaba de las llamadas perdidas (mis amigas de Vaya Telita saben bien de lo que hablo) y segundo porque tenía muy poca capacidad y en cuanto le intentaba guardar una cosita más, tenía que borrar otra. Total, que el churri me ha hecho un gran favor regalándome un nuevo artilugio con el que estar comunicada.

Pero no todo iba a ser un lecho de rosas. Tengo un problema con mi nuevo móvil y es el tamaño. Antes de tener Smartphone recuerdo que tenía un móvil de éstos que se cerraban doblándolos al medio y podía llevarlo cómodamente en los bolsitos más diminutos. Mi primer Smartphone (del que, como digo, me he deshecho) ya no se doblaba, lógicamente.  No obstante, lo elegí lo más pequeño posible y aun así tenía unas dimensiones bastante mayores que mi antiguo teléfono.

El que tengo ahora debe ocupar, como mínimo, una cuarta parte más que el que tenía antes y prometo que los he visto incluso más grandes. El de mi primo G., sin ir más lejos, es una especie de tablet que permite hacer llamadas. Como yo soy de mano más bien pequeña, confieso que a veces me cuesta sostener mi teléfono con una sola mano. Antes podía escribir un mensaje o un Tweet teniendo una mano ocupada pero ahora no hay manera, oye. ¿Qué clase de involución es ésta que, en lugar de empequeñecer los artículos, los hace cada vez más grandes? Creo que el problema es que los móviles se han quedado a medio camino entre algo que crece y algo que decrece. Me explico: Del PC con monitor de culo pasamos al PC con monitor plano. De ahí, al portátil; del portátil al notebook; y del notebook a la tablet. Y resulta que los teléfonos, envidiosos ellos, han querido parecerse a las tablets y así les va, que crecen para parecer un ordenador pero tienen el inconveniente de que se tiene que poder hablar con ellos y se frustran, los pobres, porque si la gente no tuviera esa manía de querer comunicarse de viva voz, ellos podrían crecer sin control.

Qué triste, ¿no?

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Anuncios Pesadillescos CXX: Si Freddie levantara la cabeza…

Vemos a una familia en una mañana invernal, abrigados hasta las orejas mientras cargan el coche con mil bártulos para irse a la nieve (o eso me hace pensar el trineo sobre la baca), como si en su lugar de origen no tuviesen ya suficiente frío. Da fe de ello la capa de escarcha sobre el parabrisas. Quiero creer que es escarcha porque, de lo contrario, tendré que instarles a darle un agüita al vehículo.

El padre tose. Empezamos bien. En el momento de cargar la última maleta, estornuda. Su mujer pone una cara de preocupación que cualquiera diría que el hombre acaba de ser atacado por un Tiranosaurio Rex. Tanta alharaca por un estornudo. El hombre no se queda atrás en lo que a reacciones sobredimensionadas se refiere y, con sus ojos llorosos propios del constipado (o quizás porque la pena lo embarga) mira hacia arriba y comienza a cantar “Don´t stop me now” de Queen. Los niños se asoman desde el asiento trasero entonando a dúo “´Cause we´re having a good time”. La hija jovencilla, que se dispone a darse un besito con su ligue de turno en el dormitorio, preparando el terreno para el fin de semana sola en casa que se le avecina, mira por la ventana y, ante el terrible pensamiento de “Ay, madre, que éstos al final no se van y me chafan todo el plan”, se une a la cantinela con voz digna de musical de Broadway.

Pero el hombre, que es de lo más previsor, vuelca el contenido de un sobrecito en un vaso con agua que no sabemos si ha sacado de dentro de la casa o si ya lo tenía ahí preparado dentro del coche porque a él a previsor no le gana nadie y, un segundo más tarde, se dirige a la cámara dando saltitos, sobre en mano y con los pelos de punta (desconozco si a causa del viento o si se trata de un efecto secundario del medicamento) al grito de “I don´t wanna stop at all”.

Y allí que se van, tan contentos  con sus gorritos de lana. La madre conduce, los niños se dan collejas en el asiento de atrás pero todos sonríen muertecitos de felicidad. A ver cómo iban a perderse ellos ese viaje tan idílico donde todo apunta a que va a ser paz y armonía. Llamadme agorera pero me da a mí que ahí la única que se lo va a pasar bien es la hija jovencilla, a quien ya no vemos más durante el anuncio pero a la que me imagino viendo alejarse el coche mientras se frota las manos de satisfacción.

Diréis que soy una sosa, que lo soy, pero yo hubiese aprovechado la coyuntura para quedarme en casita tapada con una manta y el medicamento me lo hubiese tomado una vez que ya todos se hubiesen ido con viento fresco (como las propias condiciones climáticas exigen) para emular a Tom Cruise en Risky Business.

Esta gente no sabe divertirse. 

lunes, 8 de diciembre de 2014

Crónicas Felinas CXV: Más difícil todavía

Marrameowww!!!

Tengo que confesaros que Munchkin cada día me desconcierta más. Ya os había comentado alguna vez que lo veía bastante torpón, al punto de saltar a la mesita de centro, que no sé si llega a los cincuenta centímetros de alto, y caerse perdiendo toda la dignidad.

Pero luego hace cosas dignas de Circo del Sol que no he podido hacer yo ni en mis años mozos y me pregunto si realmente es tan torpe o si lo hace para despistar. También puede ser que tenga mucha suerte y, cuando realmente pone en peligro su integridad física, consigue no esmoñarse.

Os pongo en antecedentes. En la cocina de mi casa hay un baño. No preguntéis por qué. Se ve que cuando vivían aquí los dueños del piso decidieron que era una idea estupenda convertir la típica terracita que suele usarse para la lavadora o algo así en un bañito. La bruja y el consorte hubieran preferido una alacena pero, como no es su  piso, se fastidian sin poder hacer obra y ahí tienen el baño, que no se usa para otra cosa que para albergar nuestro cajón de arena. Tenemos baño privado, ¿cómo lo veis?

Pues bien, el baño tiene una puerta (sólo faltaba que no) que, cuando está abierta de par en par queda justo al lado de la encimera. El otro día estaba la bruja perdiendo el tiempo en vuestros blogs cuando, de repente, escucha un ruido de alguien rascando. El alguien evidentemente, era Munchkin.

Cuando la bruja entró a la cocina, se encuentra al imberbe subido a la puerta, haciendo equilibrios cual funambulista y, como no podía cogerlo, empezó a dar saltitos nerviosos alternando un pie y otro y diciendo “pero baja de ahí, insensato”. No conforme con esto, Munchkin decidió seguir dando muestras de sus habilidades circenses y se subió encima de la caldera del gas, a la que accedió haciendo equilibrios sobre las tuberías finitas que están pegadas a la pared.

Bajar ya le resultó más complicado pero lo consiguió sin mayores incidentes y la bruja se puso de un ñoño inaguantable y le daba besitos y le decía “Ay, no me des estos sustos, que cualquier día vas  a matarme de un disgusto”. Cuando la bruja quiere, es la mayor madre agonías del universo; de ésas que te quitan manchitas con un pañuelo mojado en saliva. Desde entonces, la bruja deja la puerta entornada para evitar tentaciones, por lo que tenemos que entrar a hacer nuestras necesidades haciendo la víbora, con un sinuoso arqueamiento de lomo primero hacia la derecha y luego hacia la izquierda. Pero debo reconocer que ahora tenemos mucha más intimidad.

Os preguntaréis si hay fotos pero no. La bruja estaba en tal estado de nervios que ni se acordó de la cámara. Ya veis; la que se planteó en cierto momento de su existencia ser reportera de guerra. Es lo menos profesional que he visto en mi vida.

Así no le van a dar el Pullitzer jamás de los jamases.

Prrrrrr.

jueves, 4 de diciembre de 2014

He fracasado mil veces. ¡¡Ole yo!!

Como ya hemos terminado con las crónicas de mi viaje y la economía no está para dirigirme a un nuevo destino con el que saciar vuestras ansias de cotilleo, toca volver a divagar sobre chorradas varias.

Hace tiempo que le estaba dando vueltas a esto así que, allá vamos, aunque tal vez se abra un foro de debate a raíz de este post. Vaya por delante que, como sabéis, no soy madre ni tengo a mi cargo la educación de ningún ser humano así que voy a dar mi opinión como vulgar ciudadana, que para eso tengo blog y escribo lo que me sale de la punta del peroné. Hoy me voy a poner un poquito seria, para que veáis que a veces también pienso.

Noto últimamente una tendencia generalizada a fomentar la autoestima en formas que no alcanzo a comprender. He sabido de colegios, centros deportivos y demás instituciones encargadas de tratar con cachorros humanos que, cuando las criaturitas participan en una actividad, se les da un premio a todos y cada uno de ellos porque todos han participado y, por ende, todos son ganadores. Así nadie se frustra por perder (cachis, que no debo decir “perder”, eso es muy negativo. Corrijo: Nadie se frustra por… ¿no ganar?, ¿quedar en un puesto diferente al primero? ¿Cuál es la correcta?).

Y a mí que me perdonen pero ni comulgo con esta idea ni la entiendo demasiado. Me da un poco de miedo pensar qué puede suceder con estos niños cuando ya no sean tan niños; cuando se presenten a una entrevista de trabajo y vean que, no sólo no le dan el puesto a todos los que se presentan sino que el gerente no le pone un pin en la solapa con la frase “Tu visita nos ha hecho felices. ¡Enhorabuena!”. ¿Qué pasará cuando vean que la señora que tienen delante en la panadería se lleva la última baguette y nadie le da una bolsita de colines por haber participado?

Dudo que la autoestima se fomente dándote a entender que el fracaso no existe. El fracaso existe. Y fastidia; vaya que si fastidia pero, tal como yo lo veo, nuestra autoestima crece cuando comprendemos que, a pesar de los fracasos, somos lo suficientemente fuertes como para no dejar de luchar por lo que queremos, para intentar mejorar cada día con el fin de alcanzar nuestro objetivo. Y podrán caernos encima, uno, dos, mil fracasos. Tal vez nunca consigamos algo que nos hemos propuesto pero lo importante es mantener la cabeza alta y tirar para adelante porque nosotros lo valemos y no vamos a permitir que un contratiempo (o cuatro millones) nos arruine el día.

Soy muy optimista. Tan optimista que a veces rozo lo naif pero creo que hay que tener los pies en el suelo. No todos somos iguales y eso es lo que hace que la vida mole tanto.

Me está cansando eso de pretender que somos una masa informe donde nadie destaca en nada sobre los demás. 

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Anuncios Pesadillescos CXIX: Técnicas de venta

En un salón, un niño se frota los bracitos en una genial interpretación del frío tremendo que está pasando mientras su madre le coloca un gorrito. Llamadme loca pero, si se frota los brazos, tal vez el problema no sea que tiene frío en la cocorota sino que la chaquetilla que lleva puesta en insuficiente. Pero una no es madre así que estoy dispuesta a escuchar opiniones expertas.

Sentaditos en el sofá, el padre de familia y otro que no sé si es un amigo de la familia porque no nos explican qué pinta ahí. Yo apostaría a que es el cuñado, porque todos sabemos que los cuñados son expertos en cualquier materia. Hombres del mundo: Si vuestra hermana no está emparejada no tenéis autoridad para opinar de nada. Curiosamente, a las cuñadas se las suele ver como unas arpías metomentodo…

El supuesto cuñado se dispone a aleccionar al padre de familia preguntándole si tiene pensado instalar un determinado sistema de calefacción (que no desvelaremos pero es el que estáis pensando)  en su casa este invierno. El padre, con cara de niño cabezota, contesta con un rotundo “No”, desviando hacia abajo la mirada, probablemente porque se imagina la que se le viene encima.

El cuñado, que debe de ser comercial de la compañía, comienza con sus argumentos y le dice que es algo muy económico. El padre, por toda respuesta, se encoge de hombros y arquea la boca hacia abajo, dando a entender que ni lo sabe, ni le importa. Como venganza de la naturaleza, al padre le empieza a nevar encima. Habría que revisar el techo de esa casa.

El cansino de turno sigue con su speech y le dice que instalarlo es rápido y fácil. El padre asiente con la cabeza, a ver si el cuñado se calla de una buena vez, y vemos que la montaña de nieve ya llega a las rodillas de la víctima.

“Y no sólo cuesta menos de lo que piensas”, arguye el cuñado (¿Es impresión mía o la baza del precio ya había sido jugada?). Vuelve a cambiar el plano y vemos que los brazos del padre han sido sustituidos por sendas ramas con forma de tridente.

El cuñado concluye aduciendo que la instalación le puede salir gratis (¿Le puede salir gratis? ¿Esto va a sorteo o qué?) A estas alturas, nuestro pobre hombre ya  tiene una bola de nieve en las piernas y otra cubriéndole el torso.

“Gratis”, recalca el muy pesado mientras coloca una zanahoria en la bola de nieve que ahora tiene por cabeza el marido de su hermana. (Sí, se ha convertido en muñeco de nieve; sabía que lo ibais a pillar). Para completar la humillación, un pajarito entra volando por la ventana y se posa en la cabeza del muñeco de nieve.

Al final, el pobre hombre se deja convencer, por no escuchar al cuñado y su mujer se acerca rauda con el teléfono para que su hermano se lleve su comisión.

Este hombre es un blando. 

lunes, 1 de diciembre de 2014

Crónicas Felinas CXIV: No pasarán

Marrameowww!!!

Con la tontería, Munchkin ya lleva dos meses bajo el mismo techo que un servidor. El balance viene siendo positivo, si dejamos de lado sus ansias por que lo amamante (esto ya se le va pasando un poco, por suerte) y que venga a morderme la oreja cuando estoy en brazos de Morfeo.

Tiene una gran tendencia a acaparar los juguetes y no dejar que juegue con ninguno. También tengo que reconocer que ahora, de repente, me ha dado por juguetes a los que antes no hacía ni caso pero, al ver lo bien que se lo pasa el infante, he decidido probar a ver cuál es la gracia hasta que viene él y me los roba. Normalmente le dejo hacer porque soy de poco discutir y, para qué negarlo, también bastante vago por lo que casi que prefiero dejar que se salga con la suya antes que ponerme a montar la gresca por un quítame allá esa pelotita con cascabel incorporado. Habrá quien opine que me dejo expropiar mis bienes pero la verdad es que me da bastante igual. Soy feliz teniendo mi rinconcito mullido en el sofá donde pasarme las horas muertas echando interminables siestas y esto suele respetarlo bastante porque, por norma general, anda por ahí haciendo el cabra o se va a dormir él solo a la cama, en un alarde de independencia y rebeldía adolescente.

Pero… siempre hay un pero. Y en este caso serían los ratoncitos de juguete. No cualquier ratoncito. Unos pequeñitos que siempre me han encantado y que no me dejan usar mucho porque me da por metérmelos enteros en la boca y a estos humanos exagerados les da por imaginarse que me voy a terminar atragantando y no sé cuántas paranoias más.

Pues bien, podré soportar que Munchkin se haga con el control de cualquier juguete pero los ratoncitos… ayyyy, los ratoncitos. En las raras ocasiones en que logro hacerme con uno bajo el férreo control de mis humanos, no lo suelto ni a sol ni a sombra. Con deciros que el otro día, sin ir más lejos, cogí el ratoncito con mis fauces y, cuando vi que el canijo venía a intentar arrebatármelo, le tiré un zarpazo y hasta le gruñí, cosa que no hago ni con los veterinarios más infames. Los ratoncitos son mi último reducto de independencia; el estandarte que representa el gato único que otrora fui; la última propiedad privada que me va quedando y, aunque el derecho de usufructo me sea administrado con cuentagotas, bien vale la pena esperar lo que haga falta para luego disfrutar de ellos, así que en esto no pienso ceder ni un poquito. Ya puede quedarse con todos los otros juguetes, que no me importa. Ni siquiera le echo la bronca cuando viene a meter el hocico en mi platito para robarme granos de pienso cuando estoy comiendo pero mis ratoncitos son sagrados y por ellos me convierto en un felino coraje dispuesto a darlo todo por sus roedores de plástico.

Prrrrrr.

jueves, 27 de noviembre de 2014

Supercalifornialísticoespialidoso XVI: De Beverly Hills a Madrid

La entrada a Beverly Hills.
Procedo hoy a relatar el último día que pasamos en las Californias. Snif. Todo lo bueno llega a su fin.

Para culminar nuestro viaje, no podíamos dejar de visitar Beverly Hills. No es que hayamos podido ver mucho, la verdad sea dicha, ya que las súper-mega-mansiones de urbanizaciones como Bel Air y similares están protegidas tras garitas de seguridad donde no te dejan pasar ni a tiros si no pintas nada por ahí, así que eso nos lo perdimos.




El Beverly Wilshire.
Lo que sí recorrimos fue Rodeo Drive, donde no me llegaba el dinero ni para comprar una bolsa, y estuvimos en el hotel Beverly Wilshire, donde rodaron Pretty Woman. Mi prima V. pidió  en la cafetería unas patatas fritas y un refresco para su hija mayor, S., que se había puesto un poco malita en el coche (y ya de paso compró otro refresco para su hijo A., que dijo que él también quería) y le cobraron la friolera de 25 dólares por esas tres tonterías. Así que, si vais a Beverly Hills, llevaos el tupper de casa. Eso sí, hay que destacar que, como las patatas tardaban un poco porque supongo que habría un chef francés friéndolas, mi prima dijo que íbamos a hacer un par de fotitos por el hotel y que en un ratito volvíamos a por ellas. Cuál no sería nuestra sorpresa cuando, un rato más tarde, sale de la cafetería un camarero con una bolsa como de boutique, que parecía contener un collar de diamantes o algo similar y le dice a mi prima: “Señora, sus patatas”. Eso es lo que se consigue por 25 dólares en Rodeo Drive, amigos míos.

El Muelle de Santa Mónica.
Luego de dar una vueltecita babeando ante los escaparates, fuimos al muelle de Santa Mónica, que me gustó mucho porque es muy animadillo y degustamos deliciosa comida mexicana.
Enseguida emprendimos el camino de regreso a casa ya que para la cena (hora de cena americana, claro está) teníamos que estar en casa de mi primo G., donde disfrutamos de rica comida italiana y, luego de una charleta amena con la familia allí reunida y de dar besos y lloriqueos varios, volvimos a casa de mis tíos para hacer el equipaje ya que a las cuatro de la mañana había que partir al aeropuerto. Nos vino a buscar mi primo R., que es un santo.


Del viaje de regreso, he de destacar que nos incluyeron en un programa experimental que están empezando y que consiste, básicamente, en dar una tarjetita a los que consideren menos sospechosos para que pasen por una cola especial donde no hay que quitarse los zapatos y va más rapidita. Tuvimos suerte y nos vieron cara de honrados, aunque a mí me pasaron un rodillito por las manos para comprobar si había manipulado explosivos. El vuelo en sí mismo transcurrió sin mayores incidentes pese a que un pasajero se emborrachó como una cuba y que, al abrir el compartimento de equipajes una vez aterrizados en Barajas, se me cayó una muleta en la cabeza. Para rematar, cuando llegué a casa tenía fiebre.

Era una señal del destino. Me tenía que haber quedado.


Conclusiones finales: Disfruté muchísimo de este viaje, no sólo por todos los sitios chulos que he compartido con vosotros sino por haber podido reencontrarme con tanta gente a la que hacía muchísimo tiempo que no veía y que nos trataron de lujo. ¡¡¡Ay, con qué gente más maja comparto ADN y parentesco político!!! 

Gracias a todos por la paciencia de haber aguantado el tostón durante dieciséis semanas. Os dejo con las últimas fotitos y con un vídeo que he mangado de Tú Tubo a unos chicos que fueron a California en vacaciones de primavera. Les quedó muy currado así que aquí os lo comparto. 

Los famosos ascensores de Pretty Woman.

Yo, a punto de bailar la jota en Rodeo Drive.

La playa de Santa Mónica.

El punto final de la Ruta 66.

Gente dándose un chapuzón en Santa Mónica.

El final del muelle.
Un camión cachondo.



miércoles, 26 de noviembre de 2014

Anuncios Pesadillescos CXVIII: El poder de un medicamento

Ya comienzan los primeros fríos y, con ellos, los anuncios de antigripales, antitusivos y demás porquerías para intentar mantener el bienestar.

El que traigo hoy (porque habrá más; palabrita de Álter) comienza enseñándonos a un mecánico cachas, un bombero cachas y un vigilante de la playa también cachas. Todos ellos con el torso desnudo (cosa que no entiendo bien en el bombero, a menos que su vello corporal sea ignífugo) y su pelo ondeando al viento producido, sospecho, por un ventilador convenientemente colocado en el plató.

Una voz en off nos explica que éstos son nuestros héroes urbanos o los héroes de hoy en día o algo parecido. Confieso que de esto no me he enterado muy bien porque, en mi caso, es ver un mecánico llave inglesa en mano y perder el norte. Todos tenemos nuestras debilidades y a mí me van los ñapas: Mecánicos, fontaneros de buen ver que no enseñen la hucha, albañiles y oficios así. El rollito ejecutivo a lo Cincuenta Sombras de Grey me va poco, la verdad sea dicha. Yo soy más de hombres sudorosos con las manos encallecidas por el duro trabajo, con su punto bruto pero tierno al mismo tiempo…

Esto… ¿dónde estaba? Ah, sí, estaba hablando de un antigripal, perdón por la dispersión.

Después de ver al mecánico (y a los otros, que no me interesan), la escena cambia a una oficina donde una trabajadora mocosa y tosedora recibe a un compañero calvito y gordito que le trae un antigripal que va a poner fin a todos sus males. Eso es un calvito atento y considerado de los que ya no quedan.

Dado el extremo nivel de altruismo del calvito, su compañera de repente lo ve como un Hércules oficinista, con un melenón rubio que vuela al viento del mismo ventilador de antes y cuyo alquiler debían amortizar, que es época de crisis y no está la cosa para dispendios.

Y luego ya nos hablan de las maravillas del antigripal, que es mucho mejor que todos los otros antigripales del mundo aunque algunos de ellos estén fabricados por el mismo laboratorio.

Todo este sinsentido me ha hecho pensar. En mi oficina hay un compañero que está siempre pidiéndome ibuprofenos. ¿Me verá él como la hermana gemela de Angelina Jolie? Porque, de ser así, pienso ir con un alijo de medicamentos en el bolso para arrancar suspiros por donde paso. Vale, ya sé que estoy prácticamente casada pero a nadie la amarga un dulce y a mí la idea de levantar pasiones siempre me ha molado, para qué vamos a engañarnos. Una es diva desde que nació. Es así que he decidido incluir en mi lista de propósitos para el 2015 hacerme con un arsenal completo de remedios para todos los males; desde pastillas para la tos a antipiréticos, pasando por crema para las hemorroides (aunque a ver quién tiene narices de pedirme eso en el trabajo).

Ya veréis, ya. Voy a ser la más sexy de la ofi. Anda que no.

lunes, 24 de noviembre de 2014

Crónicas Felinas CXIII: Bar La Bruja

Marrameowww!!!

Hace unos días, la bruja llegó a casa desde el trabajo (bueno, ella dice que va a trabajar pero no puedo ni explicar lo que me gustaría verla por un agujerito) y se sorprendió al comprobar que las dependencias olían más a taberna medieval que a hogar dulce hogar  En efecto, no olía a tarta de manzana ni a canela ni a ninguna de esas cosas estupendas a las que se supone que debe oler una casa. Olía a vino tinto.

Resulta que no es Munchkin el único que tira y rompe cosas en nuestro domicilio.  Al consorte también se le da bien el arte del destrozo y tuvo a bien (o a mal, según se mire) estrellar una botella de tinto contra el suelo de la cocina.

Ante el susto, Munchkin atinó a salir corriendo sin que el incidente tuviera mayores consecuencias para él pero yo no tuve tanta suerte.

Quiso el cruel destino que, en el momento del “estampamiento”, yo me encontrara sobre la encimera, por lo que mi única manera de huir era saltando al suelo y poniendo pies en polvorosa.  Lo malo fue que, al saltar, no conté con que el suelo estaba mojado, lo que provocó que mis preciosas almohadillas resbalasen en las baldosas a causa de la bebida espirituosa derramada, empapando de tintorro mi hermoso y negro pelaje.

Me secaron como buenamente pudieron dentro de lo que les permitían sus limitaciones humanas pero no había manera de limpiarme del todo,  por lo que fue muy gracioso contemplar sus caras de preocupación cada vez que me veían lamerme. En cuanto me levantaba para caminar, se fijaban a ver si lo hacía recto o en zigzag. Sólo les falto pintar una raya en el suelo para hacer que me pasease por ella y pedirme que me tocase el hocico con la pata mientras cerraba los ojos.

Por si acaso os lo estáis preguntando, no maullé ninguna tontería, por lo que creo que este cúmulo de síntomas (o de ausencia de los mismos, mejor dicho) les hizo finalmente convencerse de que continuaba en plena posesión de mis facultades mentales y felinas y que no iba a ir en un momento dado a maullarle a la luna con la melodía de “Asturias, patria querida” mientras que le confesaba a Munchkin mi amistad incondicional por él al grito de “Eres un gato de p**a madre”.

Para mayor seguridad, han optado por no manipular botellas con contenido alcohólico cerca de nosotros. Supongo que tienen miedo a que le termine pillando el gustillo y me convierta en un ebrio consuetudinario (un borrachuzo, en otras palabras) aunque debo confesar que el brebaje no estaba mal del todo. Debe de ser porque, como sabéis, soy cuasi vegetariano y como me enteré de que aquello era zumo de uva, pues tampoco era cuestión de andar haciéndole ascos. Voy a tener que seguir probando otras variedades de líquidos alcohólicos, ahora que sé que están elaborados a base de ingredientes naturales.

Hay que ser ecológicos, oye.

Prrrrrr.

jueves, 20 de noviembre de 2014

Supercalifornialísticoespialidoso XV: Disfrutando del show business

La bola
Y seguimos con las banalidades. Hoy toca recorrer Universal Studios. Me encanta esa habilidad que tienen los americanos para convertir cualquier cosa en un parque de atracciones porque, sí, aparte del tour que haces en un trenecito recorriendo los estudios con diferentes decorados que se han utilizado en múltiples películas y series televisivas, pues ya que están añaden montañas rusas (virtuales y reales), juegos de agua y demás atracciones de feria, pero en plan guay, para hacer las delicias de todo el mundo. En esta ocasión íbamos cuatro adultos y cuatro niños y hay que reconocer que salimos todos encantadísimos de la muerte.

La casa de Gabrielle Solís
El tour en sí mismo es de lo más entretenido porque te enseñan muchas curiosidades del mundo del cine. Nos encontramos cara a cara con Tiburón (es de cartón puro y duro; no sé por qué nos daba tanto miedo), vimos al de Psicosis guardando un cadáver en el maletero, nos encontramos en mitad de la falla de San Andrés con volcado de camión e incendio incluidos, nos vimos en medio de una inundación en un pueblecito mexicano y hasta paseamos por la calle de Mujeres Desesperadas. Lo malo fue que el guía tenía dos frases fetiche que incluía con calzador en cuanto tenía oportunidad. Una era “todo es magia aquí en Hollywood” y la otra era “el incomparable… (nombre de cualquier famoso)” pero hasta eso tuvo su gracia.

El pasaje del terror
En cuanto a las atracciones, fuimos al pasaje del terror, donde el churri se dedicó a azuzar al hombre lobo para que me persiguiera. Está muy logrado porque los actores están caracterizados con su buen maquillaje de efectos especiales y también se puede ver a Chucky, el muñeco diabólico y otros personajes emblemáticos de las pelis de terror. Es bastante largo y vale la pena. El tiempo de espera que marcaba fuera era de 45 minutos. Mi prima le preguntó a una si era cierto que había que hacer cola de 45 minutos y ésta le dijo que sí, pero que era rápido. Tuvimos risas para todo el día con lo de los 45 minutos “rápidos”.

Las que más nos gustaron fueron la de los Minions y la de los Simpsons. Ambas son montañas rusas virtuales y están muy logradas. La de los Simpsons es la fiesta. Hay un momento en que te llevas un escupitajo de Maggie y todo.

Springfield
También subimos a la de Jurassic Park, que no me gustó mucho porque es la típica donde al final sales ensopado (no me hace mucha gracia mojarme porque sí), a la de los Transformers, donde mezclan un poco el movimiento del carricoche con imágenes en 3D pero no me pareció que estuviera demasiado logrado, al menos comparado con la de los Minions y la de los Simpsons y, por último, a La Venganza de la Momia, que es una montaña rusa de las de verdad pero techada. Reconozco que yo iba con un poco de miedo porque las montañas rusas “reales” me asustan un poco. Mi prima no hacía más que decirme “si quieres salir de la cola, me lo dices y yo salgo contigo”. Al final me hizo reír porque le dije que me daba la sensación de que la que quería darse a la fuga era ella. Fui valiente y subí. Y no me arrepiento. No se basa tanto en las caídas sino en la aceleración hacia adelante y atrás y, como elemento innovador, juegan con la temperatura (hay un momento en que te congelas ahí dentro) y hasta con el sentido del tacto. De repente aquello se para y, mientras ves unos escarabajos en una pantalla, te empieza a correr algo por los pies. Da un poco de grimilla pero es divertido.

Qué cosa más luminosa
Y ya nos fuimos, dispuestos a cenar el rico asado criollo que preparó R., el marido de mi prima V. Él es americano de pura cepa pero aprendió a asar con su suegro, mi tío M. y hay que reconocerle que se le da muy bien la cosa. Estaba de rechupete.


Hoy me he enrollado un poco más de lo habitual, sorry, pero tampoco le veía mucho sentido a dividirlo en dos entradas. A disfrutar del resto de fotitos!!!





Yo, para que se vea que estuve

Las puertecitas de los personajes de Shrek. ¿No son una monada?

Un trocito de New York en mitad de California.

Los coches de Regreso al Futuro.

Un tanque donde graban las escenas submarinas.

El decorado de Tiburón

Ayudadme los que tenéis hijos ¿De qué era esto?

Un avión que compraron para destrozarlo y simular una catástrofe.

El amigo Apu.

Los estudios de la Warner, en la lejanía.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Anuncios Pesadillescos CXVII: Las finanzas son algo serio

Los anuncios de microcréditos me causan bastante pavor, así en general. No hay más que ver uno de dibujos animados donde un cajero automático se parte de risa porque el pobre usuario tiene la cuenta más pelada que árbol en otoño (qué poético me ha quedado esto) y enseguida aparece un robot oportunista que le ofrece dinero rápido. Parece un trato con la mafia, eso.

Y aun a pesar de ello, luego de haber visto el que hoy paso a relatar le daría al robotito un par de achuchones y al cajero burlón un beso de tornillo. Sobre todo porque este anuncio no es de dibujos animados, lo que hace aumentar mi vergüenza ajena.

Vemos gente en un par de situaciones donde se presupone que va a haber un gasto extra (viene un bebé, me quiero ir de vacaciones… cosillas así). Pues bien, en una especie de torre de control tenemos a un superhéroe que parece tener la ciudad controlada en busca de las apreturas económicas de la peña. Hacía tiempo que no tenía que sufrir a ningún superhéroe en un anuncio de la tele. Se ve que la moda ha vuelto tras comprobar el éxito alcanzado por el superhéroe del antigripal y el del aliento gélido. Podéis volver a disfrutar de sus aventuras aquí y aquí.

Este superhéroe, he de decir, supera todas mis expectativas en lo que a superhéroes cutres se refiere. No contentos con vestir al paisano con un traje de látex, han intentado darle un toque más ejecutivo colocándole una corbata colgando a modo de triste apéndice. Claro, no olvidemos que estamos hablando de servicios financieros y ése es un tema que requiere una cierta seriedad. ¿Qué clase de confianza podría inspirarnos un superhéroe encargado de nuestra economía si no lleva una corbatita de auténtico broker de Wall Street? Con la corbatita inspira mucha más confianza, dónde va a parar. El hecho de que lleve los calzoncillos por encima de unas mallas de colorines es secundario. Lleva corbata, uy, uy, uy, qué responsable, qué lejos ha llegado en la vida y yo aquí de pringada usando la ropa interior como su propio nombre indica que debería usarse. ¿Veis? No soy nada transgresora y por eso no salgo en la tele ni me encomiendan misiones importantes.

Ya puestos, yo le habría dado también un maletín pero se ve que eso le restaba aerodinámica a la hora de salir corriendo a entregar dinero en mano a gente en apuros y por eso decidieron que todo el trámite se haría sin ningún papeleo. Para ello contrataron a una chica con gafitas y traje de chaqueta negro (muy seria, ella; muy formalita, ella) que mueve con agilidad los deditos sobre una pantalla transparente suspendida en el aire. Matrix ha hecho mucho daño, amigos míos.

Ahora sí que sí. Con el superhéroe encorbatado y la secretaria eficiente de Matrix no me lo pensaré dos veces si algún día tengo que pedir dinero.

Podéis interpretar esta última frase como consideréis más conveniente. 

martes, 18 de noviembre de 2014

Centésimo Premio: El premio Cabras Locas

Eva, de Opiniones Incorrectas, que es así de maja, me ha nominado al Premio Cabras Locas. No sé por qué, la verdad, si yo me caracterizo por ser seria y formalita. ¿Qué mejor forma de celebrar mi premio número cien que perdiendo la poca dignidad que me iba quedando?

Como parece que no basta con obligarnos a hacer el ridículo públicamente, el premio tiene reglas y son las siguientes:

1.- Dibuja y adorna en un folio el nombre de tu blog.

2.- Saca el móvil y mientras grabas dicho folio:

a/ Pon de fondo tu canción favorita

b/ Canta la canción de Don Melitón (para los paganos: "Don Melitón tenía tres gatos, que los hacía bailar en un plato y por las noches les daba turrón, que vivan los gatos de Don Melitón"). Yo he tenido que buscarla en Tú Tubo así que, que no os avergüence admitir que no tenéis ni repajolera idea.

c/Nomina entre cinco y diez blogs

3.- Sube el video a tu blog.

4.- Ahora sube la foto de una cabra que te guste.

Pues hala, a reíros un rato de mí y enhorabuena a los premiados.

El vídeo. No sé ni lo que dije. Está grabado en una sola toma y no tenía guión ni nada:




La cabra, la cabra, la ... de la cabra, la madre que la parió:


Espero que todavía siga alguien por aquí... Que escribir para mí misma es una cosa muy triste. 

lunes, 17 de noviembre de 2014

Crónicas Felinas CXII: Qué fantástica, fantástica esta fiesta…

Marrameowww!!!

Hace un par de semanas la bruja, como buena bruja que es, montó un aquelarre con sus amigotes en casa. Como bien sabéis, yo soy muy poco amigo de las reuniones sociales. Tanta gentuza gritando al mismo tiempo me pone muy nerviosito, por lo que corro a esconderme debajo de la colcha hasta que todos se hayan ido con viento fresco.

La bruja y el consorte estaban expectantes por saber si Munchkin se parecería más a mí o si sería más bien como Luhay, que le gustaba más un sarao que a un tonto un lápiz rojo. Y resultó que se parece más a Luhay, sí. Anduvo zascandileando por ahí hasta que terminó la reunión, que duró nada menos que seis horas. Hasta se durmió encima del sofá, al lado del único alérgico de todo el grupo (está empezando a despertar toda mi admiración, el enano éste). Como andaba por ahí, aprovechaba a poner carita de “mira qué cachorrito tan guapo y adorable soy” para que le dieran de comer. Pilló atún, palitos de cangrejo y, para cuando empezó el reparto de salchichas, me atreví a asomarme un poco al salón para pillar algo yo también, no vaya a ser yo el único pringadillo. La estadía en el salón me duró poco porque justo en ese momento el alérgico estornudó y me metí tal susto que me faltaron patas para correr de vuelta a la seguridad del dormitorio pero, a pesar de ello, tanto la bruja como el consorte me felicitaron por mi valentía y por haber logrado abrirme un poco al mundo exterior. Hasta dejé que S. me cogiera la cara para hacerme un par de carantoñas. Pensé que me iba a dar algo de comer después pero no. A la próxima, no se lo consiento.

Hay que decir en favor de los amigotes de la bruja, que C. y J., el alérgico, nos trajeron de regalo un túnel de esos para acecharnos mutuamente. Ya teníamos uno pero éste nos mola más porque lleva cosidas unas pelotitas con cascabeles que nos gusta mucho menear a las dos de la mañana, haciendo apuestas a ver qué sucederá antes: a) Que la bruja y/o el consorte nos confisquen el juguete hasta que se levanten de la cama; b) Que el vecino de abajo suba hecho un basilisco con un gorro de dormir y una palmatoria. De momento sólo hemos vivido la opción (a) pero seguiremos intentando conseguir la segunda opción porque la borla del gorrito tiene que ser de lo más divertida para colgarse de ella. Ya os contaré si en algún momento vemos cumplido nuestro propósito.

Por su parte, S. y J., el no alérgico, trajeron queso y chocolate. Vergüenza debería darles a la bruja y el consorte no habernos dado ni un poquito. A partir de ahora, sólo admitiré visitas que traigan regalos exclusivos para felinos. Ya que tenemos que sufrirlos, por lo menos llevarnos algo de provecho que echarnos al gaznate o, en su caso, a las zarpas.

Prrrrrr.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Supercalifornialísticoespialidoso XIV: Frivolizando

Vista de Los Ángeles desde las alturas
Seguro que os estabais preguntando qué pasaba con la parte más trivial de cualquier viaje a California que se precie. ¿Acaso os pensabais que iba a volver a las Españas sin haber paseado por Hollywood? Pues no. Mi prima V. se encargó de enseñarnos la parte más superficial de esos lares, que no por superficial deja de ser interesante de ver.

Antes de ir a Hollywood, dimos una vueltecita por Pasadena, que es famoso porque allí se realiza el Desfile de las Rosas, que son un montón de carrozas cubiertas de floripondios hasta los topes. Según nos hizo ver mi prima, en mitad de la calle por donde pasan las carrozas, hay pintada una línea roja porque el que va conduciendo el carruaje no ve nada y sólo atina a ver la línea roja esa que le va indicando el camino para no piñarse. Juraría que tenía alguna foto del rayajo pero se ve que no…

Yo en el Griffith Park. No se nota pero al fondo
se ve el "Hollywood Sign"
De ahí partimos a Griffith Park, que es un parque enorme que, por razones de tiempo, no recorrimos y que cuenta en su haber con un observatorio astronómico que dicen que es una pasada. Digo “dicen” porque fuimos un lunes y resulta que los lunes está cerrado así que sólo pudimos deleitarnos con las vistas que hay fuera del edificio. Sólo por eso ya vale la pena. Se ve todo Los Ángeles y, a lo lejos, el archiconocido cartel de Hollywood, a donde enseguida dirigimos nuestros pasos.

Llamadme sosa pero la verdad es que, para mí, Hollywood no es tan maravilloso. Que sí, que vale, que tiene su gracia eso de pasear mirando al suelo a ver las estrellas de qué famosos encuentras y ni qué decir tiene que en el Teatro Chino te puedes pasar ahí las horas muertas buscando huellas. Yo estaba como loca por ver las de Robert De Niro y me costó un poco hasta que al final las encontré en un rinconcito, flanqueadas, nada menos, que por las de Al Pacino y Johnny Depp. Toma tres por uno.

Justo a mi derecha, Robert De Niro. Delante tengo a Al Pacino
y encima de éste está Johnny Depp.
He de decir que justo ese día aquello estaba hasta los topes porque era la premiere de Guardianes de la Galaxia y había allí una auténtica multitud esperando para ver pasar a los actores por la alfombra roja. Llamadme sosa una vez más pero nunca entenderé eso de esperar horas a pleno rayo de sol para ver pasar a alguien fugazmente.

Fuimos a comer a una pizzería donde el camarero nos habló en español y nos trajo cantidades ingentes de alimento. Como dejar comida en el plato está muy feo, igualmente dimos buena cuenta de ello. Lo malo fue que comimos tardísimo y, como allí cenan a la hora de merendar, nos costó un poco de trabajo comer el riquísimo salmón que había preparado R., el marido de mi prima V., mientras nosotros andábamos de pingo pero que igualmente degustamos en compañía, además, de mi primo G., su señora esposa y los hijos tanto de una pareja como de la otra.

Os dejo, como siempre, con fotitos y os aviso que voy a disfrutar de una semanita de merecido descanso. Volveré el lunes 17 con las pilas cargaditas. No me olvidéis. Yo nunca lo haría. 

La Iglesia de la Cienciología. Son los dueños de Hollywood.

Estrellitas variadas.

Gente esperando con la solana a ver el famoseo.

Yo con la estrella de mi querida Judy Garland.

Éste es el punto de donde partió el primer desfile del Orgullo Gay de Los Ángeles.

Con Vivien Leigh.

Una vista general.

Alfombraca roja porque sabían que iba yo.

Michael Jackson. ¿Cuántas manos tenía este hombre?

El museo gratuito "Psiquiatría, industria de muerte" ¿A qué os suena?
Me quedé con unas ganas locas de entrar pero el salmón esperaba ansioso.