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lunes, 31 de agosto de 2015

Crónicas Felinas CXLVI: Yo sólo quiero descansar

Marrameowww!!!

Parece mentira que vaya a hacer lo que estoy a punto de hacer. Nunca me hubiera imaginado que un día iba a terminar yo defendiendo a la bruja pero sí, lo voy a hacer. Será un momento histórico en esta sección.

Hay que aclarar antes que nada, en pro de mantener mi buen nombre y no quedar como un blandengue, que realmente la defiendo porque esta situación también me afecta a mí, así que en realidad lo que estoy haciendo es luchar por mis intereses y si la bruja sale beneficiada en el proceso, sólo serán beneficios colaterales.

El asunto es el siguiente. Munchkin es un obseso de los pies. Casi se lo podría tildar de fetichista. Durante el día no les presta mucha atención pero, en cuanto la bruja se duerme, comienza a desatarse la pasión desmesurada de Munchkin por esas extremidades tan feas. En cuanto tiene oportunidad, le clava las uñas en la planta o en el empeine o en el dedo gordo del pie. Confieso que a mí lo que más me gusta es el arañazo en la planta porque luego la bruja camina raro todo el día.

Cuando digo que le clava la uña quiero decir literalmente que le clava la uña. No es un arañazo normal de saco mi garra y la deslizo con más o menos presión por la parte elegida, generando un surco. No. Él saca la uña y la deposita en un punto concreto, comenzando a hacer fuerza sin realizar ningún tipo de movimiento en horizontal ni en vertical, lo que provoca que la bruja de repente se despierte con la sensación de que alguien le está clavando una aguja. Imagino que no debe de ser una forma agradable de despertarse para nadie pero la bruja lo hace saber a base de bien. Empieza  a dar unas voces y unos quejidos insoportables pero, a pesar de ello, tiene que incorporarse en la cama para coger la uña de Munchkin y “desclavarla”. Efectivamente, hasta que no intervienen manos humanas, la uña de Munchkin puede seguir ahí ad aeternum. El consorte le había dicho a la bruja que eso era porque el “pobre gatito” veía algo que se movía bajo la sábana y como es un “ser inocente” sólo quería jugar pero no, ya está comprobado que, aunque la bruja deje los pies al aire, no hay noche que se vea libre de su correspondiente ataque.

Una vez que la bruja ha conseguido liberarse del instrumento de tortura, pensaréis que ahí queda la cosa pero no, porque ahí empieza a echarle la bronca, a chillar, a gimotear y a lamentar su suerte. Todo este proceso puede durar unos diez minutos y, claro, comprenderéis que así no hay quién duerma ni quién se relaje, así que voy a tener una seria charla con Munchkin a ver si consigo que desista de sus actividades para que los demás  podamos tener un poco de paz.

O, al menos, que sólo torture a la bruja durante el día.

Prrrrrr.

jueves, 27 de agosto de 2015

Mi aventura norteña II: La preboda

La semana pasada nos quedamos en que acabábamos de llegar al hotel de lejano pueblo asturiano después de un largo periplo que nos mantenía en movimiento desde hacía unas catorce horas.

Cualquiera diría que lo suyo hubiese sido echarse a dormir hasta el día siguiente o, como mínimo, echarse una siestecilla reparadora pero nooooo, la fiesta acababa de empezar. Muchos ya sabéis a quién andaba yo buscando y, para quien no lo sepa, la persona en cuestión era Eva, del blog Opiniones Incorrectasque nos había concedido el honor de invitarnos a su boda. Sí, morid de envidia. Asistí al evento blogueril del año.

Pero no adelantemos acontecimientos. La boda fue un sábado y el relato aún va por el viernes. Pues eso, que llegué y llamé a Eva porque tenía que coordinar con ella para ir a la preboda, consistente en barbacoa regada con sidra “de la güeña”. Y me daba apagado (en serio, no sé qué pasa con los móviles en Asturias). A los dos minutos me llama y me dice “Álter, ¿dónde estáis?” (es incapaz de llamarme por mi nombre y debo admitir que el apodo me está gustando). Le digo que en el hotel y me dice “uy, pero si estamos aquí mismo. Venid para la entrada y ya os venís al pueblo con nosotros, a menos que queráis ducharos o algo y os vais luego en taxi”. Pensé en el infierno que podía suponer ponerse a buscar otro taxi y decidí que la ducha ya nos la daríamos en otro momento. En ocasiones hay que establecer prioridades, por lo que le dije que en un minuto estaba ahí. Creí que con “nosotros” se refería a ella y su casi-marido pero resultó que también estaban María la Solterona y Poti-Poti (de quienes habréis leído si seguís a Eva y sus aventuras), junto con más amigos.

En el "prau". Sintiéndome un elfo de los bosques
Y para el pueblo nos fuimos, donde se abrió la veda para empezar a comer y no parar en el plazo de una semana. El estómago se hace a todo, oye. Todo es acostumbrarlo a la ingesta permanente de alimentos. La carne hubo que esperarla porque su casi-marido se la había olvidado y tuvieron que ir a comprar más.

Comiendo y bebiendo se socializa que da gusto, así que para la una de la mañana ya éramos tan amigos de todos y así sabíamos que en la boda no íbamos a estar perdidos cual pulpos en garaje (había más bloggers invitadas pero fui la única valiente). Lo malo, el frío. Yo no me separaba del fuego ni a la de tres. Me decían que iba a coger olor a humo en el pelo pero mi teoría es que es más fácil lavar el pelo que deshacerse de una hipotermia. Vale, también se reían de mí de lo lindo pero ande yo caliente…
Yo, al fueguito para hacer frente a la hipotermia.

El infaltable momento surrealista lo tuve cuando me sonó el móvil y pensé “como sea el taxista, me parto”. Pero no, era Eva que acababa de ver mi llamada perdida de hacía como tres horas. Nos pusimos a contarnos nuestras vidas por teléfono hasta que el churri nos dijo que por qué hacíamos el menso de semejante manera si estábamos ahí mismo.


Es la costumbre de no vernos…

P.S. Os dejo un par de fotitos más, para que no os quejéis hasta la semana que viene. 

MLS enseñándonos a Eva y a mí cómo poner marcas de agua directamente desde el móvil. Los bloggers nunca descansamos.

Poti-Poti asando carne y yo arrimándome al fuego como quien no quiere la cosa.

miércoles, 26 de agosto de 2015

Anuncios Pesadillescos CXLVII: Who´s that girl?

Hoy vamos a destripar en plan histórico porque si yo puedo ponerme a investigar sin que me paguen, cuánto más deberían hacerlo quienes se lucran con su trabajo.

En la primera escena nos hacen saber que estamos en 1612. Una mujer que no sé si llegará a los treinta años, sube una escalera de lo más sonriente porque Galileo le ha agujereado todo el techo. Deberíamos suponer, por ende, que se trata de la mujer de Galileo. Bueno, no exactamente la mujer porque la tal Marina Gamba y él nunca llegaron a casarse y sus hijos jamás fueron reconocidos como hijos de este señor que tanto ha hecho por la ciencia. El tema es que, si nos fijamos en la fecha y hacemos números, para 1612 Marina Gamba debería tener 42 años (o no tener nada, porque parece que murió en agosto de 1612) y, para rizar el rizo, dicen que Galileo se piró en 1610, abandonando a Marina y a su prole, así que ¿quién es? ¿Una querida? ¿La empleada doméstica? (aunque a una empleada doméstica se la debería traer al pairo lo que hagan sus jefes con su casa)  ¿O acaso los publicistas han pasado de informarse?

Total, que la mujer sonriente cuya relación con Galileo es un misterio y a quien no parece importarle en absoluto que ahora puedan contemplarse las estrellas a través del techo de su casa, sube al taller de Galileo y, mientras revisa con él sus últimas deducciones, contempla cómo sobre la mesa cae agua proveniente de los hoyos que Galileo ha realizado vete a saber haciendo qué.

Pero Marina (o quien sea) no se inmuta por semejante nimiedad y, ni corta ni perezosa, pasa una toallita de papel sobre la superficie de la mesa, dejándola seca de una sola pasada y demostrando de forma patente el tremendo poder de absorción de las famosas toallitas.

Y el anuncio termina más o menos por ahí. Ya veis que no hace falta que un anuncio sea extenso para incurrir en garrafales errores históricos. Si hubieran optado por la manida imagen del niño tirando un batido de chocolate en medio del salón, tal vez hubiera sido menos efectista pero sí más ajustado a la realidad.

Averiguar estos datos me ha llevado cinco minutos, más o menos. No sé yo qué les hubiese costado leer la Wiki un poquito antes de escribir el guión. Después yo los pillo, los dejo en evidencia y… la vida sigue igual porque me falta un largo camino por recorrer antes de ser una de estos bloggers a los que la gente les teme. Ya llegará el día, ya. Sus vais a enterar.

Aunque no venga a cuento, si no lo digo, reviento. Mientras hacía mis averiguaciones fui a parar al Yahoo Answers, porque no hay manera de buscar algo en Internet sin que te aparezca un enlace al Yahoo Answers, y había uno preguntando cómo podía conseguir una foto de la mujer de Galileo.

Una foto, claro. Y a todo color. 

lunes, 24 de agosto de 2015

Crónicas Felinas CXLV: Voy aprendiendo

Marrameowww!!!

Como ya os había comentado en alguna ocasión, Munchkin me roba terreno siempre que puede y me arrebata mis sitios preferidos.

Pero, desde que tenemos el castillito que os enseñé en alguna entrada anterior, ya no soy tan pusilánime y he aprendido a defender mi territorio con uñas y dientes. Esto es debido a que he descubierto las beldades de encaramarme en lo más alto y contemplar el mundo desde las alturas, menospreciando a los seres inferiores que quedan debajo de mí. Y, claro, esa sensación engancha y no estoy yo dispuesto a renunciar a ella simplemente porque al niñato este se le emperejile que quiere ponerse justo donde estoy yo; que hubiera espabilado más y se hubiera puesto ahí antes de que yo llegara. Aquí no impera la ley del más fuerte, sino la del más rápido.

Y no, no siento ningún remordimiento cuando lo veo un piso más abajo del castillito, mirando mi atalaya con ojitos golosones, expectante, pendiente de si en algún momento me despisto y me voy por ahí, dejando el fuerte abandonado a su suerte. Yo lo miro desde las alturas y me río (para mis adentros, que el imberbe tiene un poco de mala leche y tampoco es cuestión de jugársela tontamente), sabiendo de antemano que no pienso moverme de ahí hasta que me canse (o hasta que llegue la hora de comer; lo que suceda antes).

Así que, ya veis, me he empoderado. Más de cinco años de mi existencia han tenido que pasar para darme cuenta de que ser un abusón, de vez en cuando, tiene sus ventajas. Por una vez le he hecho caso a mis humanos cuando me decían “pero defiende tus derechos, Forlán”, al ver que Munchkin se hacía con algún espacio o juguete previamente conquistado por mí. Quién diría que en algún momento de mi vida iba a obedecer en algo a los humanos pero, la verdad, he comprobado que esto sí era un buen consejo y tampoco va a estar uno negándose a escuchar por mera cabezonería, que eso es cosa más bien de mulas y ya sabemos que los felinos estamos en una escala evolutiva bastante más avanzada que las acémilas y sus parientes.

A partir de ahora, pienso contemplarlo todo desde un plano superior, como si la cosa no fuese conmigo. Me dará un aire mucho más de divo, que es lo que he sido siempre. No en vano yo soy el encargado de escribir esta sección y Munchkin no es más que un simple actor de reparto en las historias que cuento. Que no se queje. A mí ya me tocó pasar por eso en épocas de Luhay. La antigüedad tiene que ser un punto a favor en estos menesteres, que aguantar a la bruja y el consorte durante más tiempo tiene que tener alguna recompensa, aunque más no sea recibir vuestros elogios, que son muchos y variados, ensalzando mi talento natural para la escritura.

Superior al de la bruja, mal que le pese.

Prrrrrr.

jueves, 20 de agosto de 2015

Mi aventura norteña I: El viaje

Este tal vez debería haber sido el primer post de la semana pero como soy de lo más cuadriculada y me cuesta salirme de mi orden preestablecido, vengo hoy a relataros qué tal han sido mis vacaciones.

La primera semana transcurrió casi entera en Albacete, donde habíamos ido a dejar a los gatos para luego partir rumbo al norte. Fue una semanita de relax y de salir a comprar cosillas que necesitábamos. El viernes 31 de julio hubo que levantarse temprano para iniciar un larguísimo viaje. Mi intención era levantarme a las seis pero Forlán decidió que las 5:30 era una hora mucho más adecuada para iniciar la jornada, así que por su culpa perdí media hora de mi valioso sueño. A las ocho tomábamos un tren que nos llevaría hasta Madrid y, desde ahí, cogimos otro que iba a Gijón pasando por Valladolid, León, Palencia y no sé cuántas estaciones más. Justo detrás llevábamos a un chico argentino y una chica brasileña que se ve que se conocían de hacía tiempo pero hacía mucho que no se veían. El chico se dedicó todo el viaje a poner al día a la chica (y a todos nosotros) con los apasionantes acontecimientos de su vida. Durante la última hora de trayecto, la chica dijo que tenía sueño y se durmió (o se hizo la dormida o cayó en coma directamente), y pudimos disfrutar de un ratito de silencio.

A eso de las seis de la tarde llegábamos a Gijón. Paseíto con la maleta y las bolsas hasta la estación de autobuses. Llevábamos una maleta sola porque la otra la habíamos dejado en Albacete a fin de no ir tan cargados, que no es plan de parecer sherpas. Nuestro destino final era un pueblecito de Asturias que no sé si estoy autorizada a desvelar, por lo que no desvelaré (ya veréis por qué) y en la hora que duró el viaje fuimos parando en cuanto pueblecito nos encontramos, cual carro del lechero. Hay que decir que, a pesar de todo, como todo es una preciosidad, el paseíto era una gozada. Llegamos al pueblo y desde ahí había que llegar al hotel donde teníamos reserva. Cierta blogger me había facilitado el teléfono de un taxista al que llamé para que viniera a buscarnos a la parada. Una llamada y nada. Dos llamadas y el taxista pasaba de mí como de meterse alfileres al rojo bajo las uñas.

Así que decidimos lanzarnos a la aventura y buscar la parada de taxis del pueblo. El pueblo es una monada pero tiene el inconveniente de que las aceras son más bien pasillitos de cincuenta centímetros que, o suben, o bajan. Moverse por ahí con el maletoncio fue de lo más interesante. Me sentía la típica paleta de ciudad, que la sacan de su hábitat y anda más perdida que un pulpo en un garaje.

Preguntando un poquito, llegamos a la parada de taxis y, finalmente, al hotel. Qué pasó a continuación será desvelado la próxima semana.

P.S. Sí, soy mala.

miércoles, 19 de agosto de 2015

Anuncios Pesadillescos CXLVI: Fiestóooooon

Vemos un montón de gente en lo que parece una nave industrial. Van a darles una lección magistral de cómo poner una lavadora. Hay que ver ahí a los alumnos, cada uno con su lavadora (que deben ser inalámbricas, porque no veo cables por ningún sitio), siguiendo las instrucciones para levantar los pesados tambores y botellas de detergente, quejándose del dolor de riñones que supone colocarlos sobre la superficie del electrodoméstico. No sé qué necesidad hay de colocar el tambor sobre la lavadora, si es más fácil coger la cantidad deseada con el cacito, dejando el tambor en el suelo pero, evidentemente, esto le restaba un componente dramático importante al asunto. También me sorprende por qué ponen la misma cara de sufrimiento tanto los que levantan un tambor de cinco kilos como los que levantan una botellita que a duras penas debe alcanzar los dos litros. 

El segundo paso sería aplicar el quitamanchas (yo este paso me lo ahorro porque uso lejía color traída directamente del futuro) y, el tercero, poner a remojo. Aquí es donde yo me planteo si es que soy una guarra y no sé lavar la ropa. ¿Hay quien siga poniendo la ropa a remojo antes de echarla en la lavadora? De todas formas, hay que admitir que están monos levantando al unísono sus camisetas chorreando agua, con sus barreñitos colocados también sobre la superficie de la lavadora (qué manía con ponerlo todo ahí)

El paso número cuatro parece ser “el derrame”, que es cuando echas el detergente en el taponcito y se te sale. Quien más, quien menos, todos hemos pasado por ahí pero, a menos que seas primo hermano de Mr. Bean, yo consideraría esto más como un hecho circunstancial que como un paso en sí mismo.

Pero todo esto va a cambiar porque entra una tía dando saltos a enseñarnos  unas revolucionarias capsulitas que hacen que todo se llene de luz y color. Los estudiantes lanzan la cápsula en el interior del tambor de la lavadora y cierran la puerta del mismo con un giro “en dehors” y un golpe de culete.

Llueven serpentinas y confeti, bailan, se suben a las lavadoras. Todo es algarabía.

Menos para los niños, ya que se cuidan muy mucho de indicarnos que se mantengan fuera de su alcance. Los pobres se van a perder la diversión que supone poner la lavadora. Estos de las cápsulas son unos egoístas que quieren toda la fiesta para ellos.  Mira cómo con el levantamiento de tambor de detergente se ahorraban las indicaciones de seguridad. Saben más que los ratones “coloraos”.

Me voy a hacer con estas cápsulas, a ver si monto una jarana cada vez que toque hacer la colada. Lo mismo hasta invito a mis amigos para que todos podamos disfrutar de ese momento en amor y compañía. Eso sí, dada mi naturaleza pueril, quizás yo también tenga prohibido su uso y puede que me pierda la parte buena.

A ver si me va a tocar poner cosas a remojo. 

lunes, 17 de agosto de 2015

Crónicas Felinas CXLIV: Gato-canguro

Marrameowww!!!

Una vez más, la bruja me ha encasquetado el marrón de tener que retomar esto después de las vacaciones. Claro, es muy fácil escribir un post diciendo “majetes, que me voy”. Lo difícil es venir aquí a sacudir telarañas y tener que comprobar si seguís ahí o si os habéis olvidado para siempre de este blog. Pero bueno, dice ella que bastante tiene con tener que reincorporarse a la vida laboral y que tengo que colaborar un poco, así que en esas estamos.

En cuanto a las vacaciones de la bruja, ya os contará ella. Supongo que bien pero yo vengo a contar las vacaciones felinas, que son las que he vivido.

Munchkin y un servidor hemos pasado las vacaciones en Albacete, con los padres del consorte, mientras mis humanos se pegaban la gran vida eludiendo las responsabilidades que tienen para con nosotros. Por un lado, está bien eso de las vacaciones en Albacete porque resulta más fácil poner ojitos para que nos den de comer cosas ricas. La bruja y el consorte están más inmunizados y cuesta más convencerlos. Como consecuencia, creo que ambos hemos vuelto más hermosotes.

Como contrapunto, si bien es más fácil conseguir manjares, hay que admitir que es más difícil arañar el sofá. El de mi casa está ya más que destrozado, por lo que mis humanos ya no hacen ni caso si nos pillan afilando nuestras garras en su trono del descanso. Sin embargo, la madre del consorte defiende su sofá con uñas y dientes y no sólo le puso una funda sino que andaba todo el día ojo avizor por si hubiera algún resquicio que nosotros pudiéramos aprovechar para clavar nuestras zarpas en él.

Otra cosa es la terraza. La de mi casa es cerradita, por lo que podemos salir ahí a trastear sin peligro pero la de Albacete es abierta y se oye mucho ruido. La bruja les rogó encarecidamente que no nos dejaran salir porque le daba mucho miedo que nos diera por subirnos a la barandilla y nos piñáramos. A mí no hacía falta ni decírmelo; ese ruido infernal me causaba pavor pero Munchkin es otro cantar. En cuanto tenía oportunidad intentaba escabullirse para salir. El imberbe llegó a descubrir el truco para colgarse de una ventana que daba a la terraza y abrirla con la pata para intentar darse a la fuga. Para que después digan que parece tonto. Por suerte, lo pillaron.

Si yo lo veía intentando salir, le maullaba con todas mis fuerzas y le mordía el cuello, a ver si escarmentaba y dejaba de hacer el cabra, que como le pasase algo me tocaba a mí quedarme solo ante el peligro (AKA “la bruja”) y eso sí que no. Aquí a sufrir todo el mundo por igual.

Total, un estrés porque, si bien la bronca parecía surtir efecto en el momento,  no podía despistarme ni un minuto porque enseguida lo teníamos ideando un nuevo plan de fuga.

Tomarme vacaciones para hacer de niñera. No hay derecho.

Prrrrrr.