Marrameowww!!!
Por fin ha venido el buen tiempo y, aunque en principio no
lo paso demasiado bien porque el exceso de pelaje me lleva a estar todo el día
arrastrándome por los suelos cual vulgar reptil, he de reconocer que esto
también conlleva una ventaja. La ropa se seca antes.
Diréis vosotros que por qué me importa a mí tanto el secado
de la ropa si yo voy por la vida como mi madre felina me trajo al mundo pero la
explicación es sencilla. A la bruja no le gusta demasiado que yo salga a la
terraza cuando hay ropa tendida porque tiene la idea loca de que me pongo a
hacer agujeritos con las uñas en sus prendas. No sé de dónde se sacará esas
cosas. Yo no “hago agujeritos”; simplemente soy muy fan de los tejidos calados
y quiero que la bruja salga a la calle luciendo mis creaciones, a ver si
consigo convertirme en un diseñador famoso aunque, para lograr tal objetivo,
probablemente debería buscarme otra modelo.
A lo que iba, que la ropa se seca antes y, por ende, tengo
más días a la semana para salir libremente a la terraza. Y esto en verano es
especialmente agradable ya que puedo tener controlados los nidos (por
desgracia, una ventana maldita me impide alcanzarlos) y, para completar la
diversión, tengo otra cosa súper estupenda: Bichitos.
Los bichitos, en invierno, están como alelados (eso, si hay
alguno, porque por lo general ni aparecen cuando el frío aprieta) y no mola
nada cazarlos porque apenas se mueven y así se arruina la juerga. Pero en
verano están en plena posesión de sus facultades y es una gozada dar maullidos y
correr en pos de moscas, mosquitos, arañas, polillas y, mis preferidos, los
avispones. La bruja se pone de los nervios cuando me ve intentando zamparme un
bicho y, si está en su mano, siempre intenta impedirlo. Aunque lo intenta de
una manera bastante torpe, la verdad, porque le da mucha impresión y así es
como todo su intento se reduce a dar saltitos y grititos histéricos diciendo
“Peque, suelta eso, qué asco, ayyyy, quéascoquéascoquéasco”. Ya hablaremos de
lo de “Peque” algún día, que uno ya tiene una edad y esto ya empieza a ser un
poco vergonzoso. El caso, que para cuando termina de montar el número y de
hacer el indio, yo ya tengo el insecto digerido por lo que, en realidad, si me
ve o no me ve no me preocupa en lo más mínimo.
Pero con los avispones ya es la fiesta. No sólo porque sean
grandes y, por tanto, hacen que el esfuerzo valga más la pena sino también
porque dan mucho juego a la hora de dejar a la bruja al borde de un infarto.
Porque los avispones no son como las arañas (vale, ya sé que es una obviedad).
Los avispones zumban.
Y no sabéis lo divertido que es mirar a la bruja con algo
moviéndoseme en el hocico mientras emito un sospechoso zumbido.
Prrrrrr.