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jueves, 17 de diciembre de 2015

Una serie de catastróficas desdichas VI: La historia de un envío (o dos). Segunda parte.

Siiiiii. Ya llegó, ya está aquí, la segunda parte de esta historia que con tanta ansia esperabais. Ya veis que a veces tardo pero cumplo con lo prometido.

El capítulo anterior había terminado con mi paquete retenido en la aduana uruguaya y el paquete de mi madre abandonado en algún lugar de Móstoles.

Pues bien, mi madre, al día siguiente de imprimir el papelito que necesitaba para hacer el pago, fue muy diligente a Correos para pagar el impuesto revolucionario que le pedían. En la oficina le informaron que ahí no era, que tenía que ir a otra oficina peeeero, que ese día no la iban a atender porque estaban en “suspensión de tareas”, que es un eufemismo hermoso para no decir que están de huelga. Mi madre, que es una rebelde y tiene un pronto muy malo, se enfadó tanto que, según sus propias palabras, se dio la vuelta y no dio ni las gracias. Mi madre es la reencarnación de La Pasionaria, sí.

Total, que pensó que tendría que volver al día siguiente siempre y cuando no lloviera porque estaba pronosticada una tormenta terrible y decía mi madre que lo único que le faltaba era pillarse una pulmonía por culpa de Correos, Aduanas y la santa madre de todos. Como, al parecer, al día siguiente no diluviaba, para allí que salió pero hete aquí que, cuando va a salir de su edificio, le dice la portera que le había llegado un paquete. Sí, mi paquete. Por razones inexplicables, lo habían mandado igual aunque no estuviera pagado el importe correspondiente. Uruguay is different. Según le contó la portera del edificio, a ella le había pasado lo mismo. Rellenó el famoso formulario y dejó pasar un par de días antes de ir a pagar y se lo mandaron igual, así que ya hemos dado con el truco para no tener que soltar dinero por algo que ya estaba pagado en origen. Lo malo es que mi madre ya tenía pensado mandar una carta a la radio para quejarse y hacerse oír como ciudadana indignada y, la pobre, se ha quedado con las ganas.

A partir de ahora, cada vez que tenga que mandarle un regalo a mi madre tendré que preguntarle qué tal le viene. Si se lo mando ya o mejor me espero a principios de mes, que ya habrá cobrado. Surrealista.

Como había gente deseando saber qué le mandé (y no, no fue un huevo Fabergé) os informo que era un colgantito, una lechuza de lana porque mi madre colecciona lechuzas desde que tengo memoria y una revista que me había encargado.

Próxima parada, Móstoles City. Aprovechando que tuve una semana de vacaciones, hablé con la sobrina de la compañera de trabajo de mi madre y me dijo que fuera a buscarlo cuando quisiera. Hay que ver las excursiones que hay que hacer para ir a cualquier sitio fuera de Madrid capital cuando uno no tiene coche pero, finalmente, llegamos (fui con el churri porque así, el muy pillín, aprovechaba para engatusarme y que fuéramos al Ikea luego de recogido el paquete).

Tengo que decir que la chica es un encanto y, lo que pensé que iba a ser un trámite de cinco minutos, terminó siendo una visita de más de una hora, donde nos contamos nuestras vidas y de lo que echábamos de menos del paisito. Entrañable, todo.

Mi madre me mandó un colgante hecho con sus propias manos (no sé a quién salgo con mi legendaria torpeza), un calendario perpetuo de madera con un gatito y camisetas para el churri y para mí. Todo super chulo.

Así que, al final, todo salió maravillosamente. La vida me pone duras pruebas, sí, pero al final siempre salgo airosa porque no me dejo vencer por las adversidades.

Y me he vuelto a enrollar y a escribir más de la cuenta pero bueno, os dejo palabras de más de propina porque… me vuelvo a ir de vacaciones. En principio será una semana pero creo que no volveré a asomar la nariz por aquí hasta dentro de dos semanas porque voy a necesitar unos días para programar las entradas y poner un poco de orden. Amén de que en época navideña no suele quedar ni el tato por aquí; y predicar en el desierto pues como que no.

Pasad muy buenas fiestas, no os empachéis de polvorones y, si decís “Pamplona” colgadlo en vuestros blogs y nos echamos unas risas.

Todos mis buenos deseos para este 2016 que se nos viene. Sed felices y reíd en cada oportunidad que tengáis porque siempre, siempre, hay motivos.

¡Hasta el año que viene!

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Anuncios Pesadillescos CLXI: Los gintonics ya no son lo que eran

Desconozco si este anuncio lo han echado o lo echarán por la tele. No lo he visto, pero di con él mientras miraba estupideces en Tú Tubo y no he podido resistir la tentación de destriparlo.

Lo primero que nos muestran es una botella de ginebra. Yo diría que la ginebra más conocida por los españoles; esa que cada vez resulta más difícil de pronunciar según avanza la noche y el volumen de alcohol en sangre.

La botella estalla y nos muestran a una mujer con un gorrito de estos de la guardia británica y el labial rojo todo corrido hacia un lado, desconozco por qué motivo. Bebe de una copa que a continuación arroja por los aires y es interceptada al vuelo por un tío con pajarita sentado en un sillón, flanqueado por un reloj de pie y un candelabro con velas negras (no sé si para hacer maleficios a la competencia). El tío observa el rastro de pintalabios en la copa, lo retira con un dedo y se deja una marca roja en un labio. ¿Por qué? Esto era innecesario, en serio.

El plano se abre y el tío le pasa la copa a una chica de las dos que se encuentran en la escena. Van vestidas con medias rotas, botas, tutús, collares de perro y una especie de bolsa por encima con imágenes londinenses y lo que parecen ser recortes de periódico. La chica que no ha cogido la copa le pasa una espada al del sillón.

El hombre, ya espada en ristre, le mete un espadazo a un Big Ben de hielo, del que una de sus partículas va a caer en una copa convenientemente preparada con su ginebra, su tónica (supongo) y un rulito de cáscara de limón.

Luego sale un punky (esta imagen pasó de moda en los ochenta, pero vale) que tiene una guitarra que al tocarla despide un rayo que va a parar también a la copa. Luego rompe la copa de un guitarrazo. Tanto esfuerzo para nada.

Sale una bombero sexy de una cabina roja de teléfono para descubrir una silla en llamas. De una puerta sale un conocido chef vestido de algo que no sé si pretende ser un samurái “moenno” o qué. Coge la copa, que no sé si otra o la misma, que se ha reconstruido. Una mujer es cubierta con pintura azul, blanca y roja. Vuela agua, pintura, ginebra, unos polvos rojos que no sé qué son… Es la locura de los sentidos.

Y mientras sucede todo esto nos hablan de Londres y de que todo va a cambiar y que no hay derecho a quejarse si no cambiamos nada y que crear sin destruir no vale para nada, que el ritmo lo marcamos nosotros y no la guitarra y que hay que incendiar la pereza y abanderar la llama y no sé cuántas cosas más. No lo dice en este orden pero creo que, en este caso, el orden de los factores no altera el producto. 

lunes, 14 de diciembre de 2015

Crónicas Felinas CLIX: A nosotros también nos premian

Marrameowww!!!

Hoy no voy a escribir mucho porque vengo a enseñaros los regalitos que nos han llegado por correo. Pues sí, la  bruja no es la única que recibe regalitos blogosferiles. Umpa Lumpa y Charlie, los que sufren a Irene eligieron a la bruja como finalista en el sorteo celebrado en esta entrada.

Evidentemente, que la bruja resultara finalista a ellos les daba igual. La eligieron para poder tener la oportunidad de mandarnos cosas a nosotros.

A la bruja le llegó este bolsito para poder transportar cachivaches.



Ella está encantada, qué duda cabe, pero como a mí el bolsito me da igual, vamos a lo importante. A nosotros nos llegaron unos “churritos” hechos a mano por la propia Irene (no hay como tener mano de obra esclava para satisfacer las necesidades felinas). Según le contó Irene a la bruja, el Umpa  pasa de su churrito pero a nosotros nos han gustado mucho. He aquí documentos gráficos que demuestran lo que digo.

Yo, acechando desde el túnel

A ver quién lo pilla antes

Ahí no sabemos cuál elegir

La bruja tentándome

A ver a qué sabe esto

Cada cual el suyo, y así no hay discusiones


Pues no nos queda más que agradecer a Umpa Lumpa y Charlie (a Irene no, porque fue un mero instrumento del ingenio felino) que hayan amañado el sorteo para que nos tocase algo. Ahí es donde se ven los verdaderos amigos.


Prrrrrr.

jueves, 10 de diciembre de 2015

De regalitos y desvirtualizaciones

Si estabais esperando que hoy terminase el relato de los diversos envíos de paquetes, os vais a quedar con la intriga hasta la semana que viene. Soy lo peor, lo sé, pero veréis que la causa está más que justificada.

A principios del mes pasado, nuestra querida “Soñadora” del blog “Soñar es gratis” tuvo a bien realizar un sorteo para celebrar su primer añito en la blogosfera. El premio era muy especial, ya que era un imán de Leprechaun comprado en Irlanda que tenía toda una historia detrás (podéis leer la historia aquí). Dado que, tal como contaba, ese Leprechaun lo había tenido guardado para ella, me apunté al sorteo con un poco de recelo y hete aquí que gané. Este año voy a jugar a la lotería con recelo, a ver qué tal.

Pues eso, que me dijo Soñadora que, cuando lo tuviera en mi poder, os mostrara qué tal había quedado en mi nevera. El resultado sería este:



Y vosotros, avezados lectores, os preguntaréis ¿por qué utiliza mal los tiempos verbales esta insigne escritora? ¿Por qué dice “el resultado sería este” en lugar de “ha sido este” o “es este”?

Pues porque ahí no se va a quedar el Leprechaun. Las garras felinas asesinas que rondan por mi casa harían que el pobre duendecillo terminase hecho añicos en el suelo (lo sé por experiencia; ya ha habido que entonar un Réquiem por más de un imán en esta casa) por lo que ahora en la nevera sólo pongo porquerías de publicidad y otros imanes que no son porquerías pero no corren riesgo de quebrarse.

Por tanto, el sitio definitivo de mi Leprechaun ha sido este:



Ahí, entre los vasos de chupito, que es una cosa como muy irlandesa.

De más está decir que estoy contentísima con mi bichillo y que pienso cuidarlo mucho, sabiendo todo el significado que tiene. ¡Muchísimas gracias, guapetona! Me consta que también me entregaste un premio pero, como dije, estoy muyyyy vaga para el tema premios, aunque agradezco también los que me habéis entregado y no he publicado. Aprovecho la oportunidad que este medio me brinda para avisar que, al menos de momento, suspendo la recogida de premios porque me saturaron un poco, la verdad. Si reabro la veda en algún momento, os lo haré saber. No me lo toméis a mal, es que son muchos ya y llega un punto en que ya ni te apetece ponerte a cumplir penitencias. Espero que nadie se ofenda, no quiero parecer desagradecida ni nada.

Y para rematar os cuento que la semana pasada tuve la maravillosa oportunidad de conocer a nuestro mallorquín favorito, David Orell. Morid de envidia, mortales. Quedamos a desayunar porque somos muy guays. Bueno, no, quedamos a desayunar porque no había otro momento del día en que pudiésemos quedar pero tengo que decir que, a pesar de que tuve que levantarme una hora antes de la habitual, disfruté muchísimo de su compañía (y de la de su acompañante). Nos reímos un montón y fue como hablar con amigos de toda la vida. Hay documentos gráficos en Twitter si queréis ver lo guapísimos que somos. 

¡Muchísimas gracias, David, por sacar un ratillo en tu viaje para verme!

Hoy me he pasado con la extensión pero sabréis perdonar. Es la emoción que me embarga. La semana que viene continuamos con la historia de los paquetes, palabrita de Álter.

¡Muy buen fin de semana a todos!

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Anuncios Pesadillescos CLX: Los peligros de la cocina

La primera imagen nos transporta a esa mítica escena de “Lo que el viento se llevó” donde una Escarlata O´Hara hecha polvo comía una patata (o un nabo o qué sé yo; nunca he sido capaz de descifrar qué hortaliza era) directamente de la tierra y nos emocionaba hasta el tuétano con aquello de “A Dios pongo por testigo de que jamás volveré a pasar hambre” y sonaba la música y a todos se nos ponían los pelos como escarpias. Bueno, no sé si a todos pero a mí sí, que en el fondo soy un ser muy sensible, aunque no lo parezca.

En esta ocasión, nuestra Escarlata va vestida de dorado, en plan burbujita de anuncio de cava, con una camisa violeta atadita por encima. Levanta un postre lácteo de chocolate mientras jura que jamás volverá a renunciar al postre, plantando a continuación el envase sobre un lecho de cacao en polvo. Bastante más prosaico que la versión original y con menos de la mitad del glamour, sí, pero es lo que hay. Corren tiempos modernos.

Pero por si con esto no hubiéramos tenido bastante, la escena cambia drásticamente y nos muestran a cinco tías locas en una cocina (entre ellas nuestra Escarlata-burbujita), chupando chocolate directamente de la batidora. Sobre la encimera, cacao en polvo, granos de café desparramados y demás mezcolanza de alimentos que harían sufrir una implosión cerebral a cualquier inspector de sanidad que se precie y que se haya ganado el cargo a pulso, sin nepotismo alguno.

Mientras tanto, bailan dando saltitos y nos cantan una canción que dice no sé qué de “chocolate y cafesito”. Sí, dicen “cafesito” con “s” de “soy tarada y creo que si lo pronuncio con acento latino suena más sabrosón”. En un momento dado, una de ellas planta el taconazo sobre la encimera. Al inspector de sanidad a estas alturas ya se lo estaría llevando la ambulancia, pobre hombre, tanto estudiar para tener que presenciar estas escenas. Luego les tendrá que precintar el local y todavía el malo de la película será él. Cuánta injusticia hay en este mundo.

Tiran los granos de café por los aires, hacen volar el polvo de cacao… En fin, eso va a ser la fiesta de la aspiradora después del rodaje. Espero que entre las chicas saltarinas no haya ninguna asmática porque no debe ser agradable respirar eso. Y todo para contarnos que existen unos postres maravillosos sin materia grasa que están buenísimos de la muerte. Pues oye, para contarnos esto se podían haber ahorrado el desparramo de alimentos, que ya vas a ver la señora de la limpieza lo contenta que va a estar después, cuando tenga que entrar a limpiar el plató temiendo por su integridad física por si pisa un grano de “cafesito” y va a dar con sus huesos al suelo.

Lo bueno sería que ya podría aprovechar la ambulancia del inspector de sanidad, que con los recortes que hay ahora vete a saber si hubiese habido ambulancias para todos. 

lunes, 7 de diciembre de 2015

Crónicas Felinas CLVIII: El gato tira al monte

Marrameowww!!!

¿Habéis oído la expresión “la cabra tira al monte? Pues nosotros, los gatos, también. No sé si al monte exactamente, porque a mí la idea de tener que andar buscándome el alimento y durmiendo al raso como que no me va, con lo a gusto que se está en casita, pero sí es cierto que hay cosas que están en nuestra naturaleza, como aquel escorpión de la fábula que no pudo evitar picar a la rana que le servía de bote salvavidas para cruzar el río (o algo así, soy un gato y no es que esté tan puesto fábulas populares).

Todo este preámbulo es para contaros la metamorfosis que ha sufrido el castillito que nos regalaron la bruja y el consorte. Por si no lo recordáis (o si fuisteis tan ingratos como para no leer la entrada donde os lo presentaba, su estado original era este:



Los ratoncitos que colgaban para que pudiésemos jugar a cazarlos desaparecieron creo recordar que al tercer día pero, por lo demás, habíamos conseguido mantener la integridad del edificio. Pues bien, el otro día estaba la bruja escribiendo sus chorradas habituales sentada en la mesa del salón. Por el rabillo del ojo veía cómo nosotros nos peleábamos en la cestita más alta, ya que siempre ha sido el sitio más cotizado. De repente, oyó un ruido que la obligó a prestar atención y vio cómo el palitroque que sujetaba la cestita se iba irremediablemente al suelo y cómo nosotros saltábamos en todas direcciones intentando salvar nuestras vidas.

Como, en el fondo, tiene sentimientos, lo primero que hizo fue comprobar que nosotros no habíamos sufrido lesiones y, tras comprobar que gracias a nuestra legendaria agilidad habíamos salido completamente ilesos, fue a avisar al churri del derrumbamiento y comenzaron a hacer recuento de daños.

El palitroque no ha podido ser arreglado, por lo que hubo que quitar la casita, que ahora está en el suelo, junto al radiador (y se está ahí de lo más a gusto, he de decir), la plataforma con forma de pescadito fue intercambiada con la cestita delantera y la cestita superior ocupa el lugar de la casita. Vamos, que hemos perdido una altura y nuestro castillito es cada vez menos castillito y cada vez más chalet adosado.

La bruja, indignada, no hacía más que decirnos que éramos unos salvajes y que no se nos puede comprar cosas bonitas porque no nos duran ni un suspiro y que esto y que lo otro. En fin, una retahíla de reproches recordándonos el ímprobo esfuerzo que realizan tanto ella como el consorte, matándose a trabajar para darnos lo mejor de lo mejor y echándonos en cara que somos unos desagradecidos que no sabemos valorar nada porque nos lo dan todo hecho y que ya veríamos si seríamos igual si tuviésemos que rebuscar desperdicios en los cubos de basura capitalinos.

Y yo me acordaba del escorpión, explicándole a la rana que no había podido evitarlo; que es algo que estaba en su naturaleza.

Pues eso.

Prrrrrr.

jueves, 3 de diciembre de 2015

Una serie de catastróficas desdichas V: La historia de un envío (o dos). Primera parte.

Continuando con mi saga de desgracias, hoy paso a relatar algo donde, si bien no hay ningún electrodoméstico implicado, me hizo darme cuenta de que, definitivamente, algo no marchaba bien en mi vida.

En realidad todo había comenzado meses atrás, cuando una compañera de trabajo de mi madre anunció que viajaba a Europa y que estaría unos días en casa de una sobrina que vive en Móstoles. Mi madre, emocionada, le preguntó si tendría a bien quedar conmigo para entregarme un paquetito. La mujer respondió afirmativamente y hacia España que viajó con el encargo pero, por azares del destino, no pudo quedar conmigo y el paquete quedó en Móstoles abandonado a su suerte hasta que yo tuviera tiempo de ir a rescatarlo.

Mi idea inicial era hacer intercambio de paquetes para que esta señora le llevase también algo a mi madre pero, dado que el plan A no había salido según lo esperado, decidí mandarlo por correo certificado. Hasta aquí, todo medianamente bien pero resulta que, al día siguiente de hacer el envío, miro el papelito de correos y veo que puse mal el número de apartamento. En serio, me sé la dirección de mi madre de memoria. Vete a saber en qué estaría yo pensando. Llamé a Correos y me dijeron que el paquete estaba todavía en la oficina. Ahí  que me dirigí rauda y me dijeron que no, que de ahí ya había salido (me encanta la coordinación que tienen, de verdad) pero que se podía mandar un fax a una especie de oficina internacional para corregir el dato. Me hicieron rellenar un formulario (hay formularios para todo en esta vida) y me dijeron que con eso quedaba solucionado. No obstante, mi madre ya estaba avisada de la locura transitoria de su hija y se había dedicado a informar de lo estúpida que soy a la portera del edificio y a la habitante del apartamento erróneo.

Días más tarde me meto en la página de Correos a ver qué tal va mi envío y me entero de que me lo tienen retenido en aduana. Al parecer, ahora quien recibe algo en Uruguay tiene que declarar el contenido (algo que ya hice yo al enviarlo) y pagar una tasa de aduanas por recogerlo (cosa que también pagué yo al enviarlo). Pero bueno, contra la burocracia no se puede luchar, así que mi madre rellenó online el formulario que han creado para tal fin e imprimió el justificante para ir a Correos a pagar los cinco dólares que le pedían como rescate por su paquete. A todo esto, tuve que decirle qué era y cuánto valía para que ella pudiera rellenar el formulario. Me cargué la sorpresa y las normas de educación en un abrir y cerrar de ojos. Dice el churri que la culpa es mía por andar mandando huevos Fabergé por correo.

Os contaré el resto de la historia en la próxima entrega para que esto no se haga eterno y para manteneros enganchados.

Sí, soy muy mala.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Anuncios Pesadillescos CLIX: El ambientador-laca

Siento venir con noticias tan atrasadas. Lo digo porque me parece que éste ya no lo echan pero lo busqué en su momento, no lo encontré y ahí se quedó, el pobre, sepultado en la lista bajo otro montón de anuncios susceptibles de destripamiento. Pienso que los creativos se han propuesto volverme loca y que termine abandonando mi tarea a base de agobiarme con más anuncios de los que soy capaz de manejar, pero no cejaré en mi empeño. Esto es un servicio a la comunidad, ea.

No obstante, dado que el otro día finalmente lo encontré, paso a relataros esta maravilla porque nunca es tarde si el despelleje es bueno. Se creían que iban a poder conmigo. ¡Ja!

¿Por qué los anuncios de ambientadores son siempre tan rarunos? En esta ocasión, una rubia con melenita corta se dedica a rociar una estancia de su casa con un spray. En realidad, creo que es la única estancia. La chica tiene pinta de vivir en un estudio de estos “diminutos pero coquetos” que a la vista quedan muy monos pero con los que yo sufriría horrores sin saber dónde poner todas mis porquerías. De pequeña soñaba con vivir en un estudio pero eso se debía a que no era conocedora del síndrome de Diógenes que me aquejaría pasados los años.

Bueno, que, me enrollo, la chica rocía ambientador pero, oh desgracia, éste contiene agua, lo que provoca que la fragante niebla termine posándose en sus cabellos, obteniendo como resultado un cardado que haría palidecer de envidia a cualquier estrella de pop de los ochenta que se precie. De verdad, eso no es un encrespamiento normal. Eso requiere horas de peluquería con un peluquero muy paciente. A pesar de ello, sea poco o mucho el resultado, juro que jamás he conocido a nadie que se queje de que el pelo se le encrespa por culpa del ambientador pero de todo tiene que haber en esta vida.

Lo que más me gusta de esta escena es que nos ponen debajo un cartelito que reza “efecto dramatizado”, no sea cosa que alguien se piense que va a poder lucir un cardado sólo con ponerse debajo del chorro del ambientador y  termine demandando a la agencia por publicidad engañosa. Hay que estar al quite de todo.

Pero, por suerte y gracias a la ciencia, han sacado un ambientador sin agua. Nuestra protagonista echa un chorrito tímidamente, temiéndose lo peor. Se sujeta la melena con cara de desconfianza mientras mira de reojillo hacia arriba, como preocupada por el advenimiento de la lluvia ácida o por que el cielo se le caiga encima, como a Asterix. Su melena no sólo sigue donde se supone que debe estar, sino que la fragancia parece resistir y todo huele a gloria. Reto superado.

En serio ¿yo me preocupo demasiado poco por las cosas o en la publicidad parecen estar siempre empeñados en que sintamos que nuestras vidas son un infierno plagado de obstáculos infranqueables?

Qué temeraria me siento a veces.

lunes, 30 de noviembre de 2015

Crónicas Felinas CLVII: Orgullo paterno

Marrameowww!!!

Me siento muy orgulloso de la labor que estoy realizando como mentor y tutor legal de Munchkin. Vale que es cierto que no compartimos lazos familiares pero desde que lo conocí me propuse el reto de convertirlo en un digno sucesor de la saga de seres perversos que se inició con el difunto Luhay, en paz descanse y cace ratones rellenos de saltamontes.

Como ya he dicho en más de  una ocasión, él trae mucha maldad de serie, lo que ha hecho que incorpore nuevas estratagemas de su cosecha para hacer la vida imposible a los humanos pero nunca está de más enseñarle alguna que él desconozca.

Siempre he tenido mucha manía con meterme en los armarios. Armario que veo abierto, armario en el que me meto y, si no me ven y cierran la puerta, ahí puedo pasarme durmiendo las horas muertas hasta que hacen recuento de gatos, se percatan de que les falta uno y empiezan a buscarme desesperados hasta que a algún iluminado se le ocurre abrir el armario, descubriéndome ahí con cara de sueño.

Munchkin no le prestaba ninguna atención a los armarios. Veía abrirse la puerta de uno en sus narices y no reaccionaba, como si la cosa no tuviese absolutamente ningún interés para él. La bruja estaba de lo más contenta con esto, ya que cuando estoy yo en las inmediaciones tiene que andar con cuidado para que no me cuele pero, con él, se despreocupaba.

Pues esos días de bonanza han terminada para ella porque, gracias a mí, el niñato ha descubierto los placeres de entrar en la cueva prohibida de los secretos misteriosos y se cuela como una sombra, sin que nadie le vea. Ya dos veces le han tenido que sacar de algún armario.

Y, aunque me duela decirlo, el alumno está superando al maestro, ya que él no se limita a echarse una siesta encima de las camisetas de la bruja, llenándolas de pelos. No, no. Él se aferra a las prendas colgadas en las perchas. La bruja ya ha descubierto sospechosos agujeritos en una de sus faldas preferidas. Me  parto y me mondo con la risa más malvada que he podido conseguir. Eso es arte y lo demás, tonterías. Tendríais que haber visto la cara de la bruja cuando descubrió a Munchkin dentro del armario y, a continuación, la falda colgada en una posición bastante precaria. Sacó la falda, la analizó con ojo clínico y, acto seguido, comenzó a blasfemar en arameo con traducción simultánea al castellano al grito de “¡Qué voy a hacer con vosotros! ¡Si es que nunca aprendéis nada bueno!”. Miraba la falda lamentando su suerte y, a continuación, al techo, como pidiendo una explicación escrita ahí arriba (de verdad, qué cosas más raras hacéis los humanos). “¡Mira lo que has hecho con mi falda!” aullaba indignada mientras le ponía a Munchkin la prenda en los morros, quien la seguía mirando con ojos golosones.

A la falda, se entiende. La bruja no despierta ningún instinto goloso.

Prrrrrr.

jueves, 26 de noviembre de 2015

Una serie de catastróficas desdichas IV: El portátil

Sé que a muchos os he tocado la fibra sensible con este título. Tal vez uno de los peores castigos a los que pueda verse sometido un blogger es a verse de repente privado de su herramienta (herramienta de trabajo para aquellos que sois todos unos profesionales del tema y herramienta sin más para quienes, como servidora, gustamos de hacer el indio).

Para vuestra tranquilidad, antes de que a alguno le dé un ictus, adelanto que la cosa tuvo fácil solución pero no os podéis imaginar los calores que me subieron cuando, una buena mañana, cuando me disponía yo a bloguear mientras desayunaba, como hago todos los días, veo que mi querido portátil rosa divino de la muerte que me tiene loquita de amor no reconocía mi usuario. No hablo de la contraseña, sino del usuario. O sea, que había dejado de existir para mi querido e incansable compañero. Pocas veces en mi vida un desprecio me había tocado tanto mi tierno corazoncito.

Llamé al churri, claro está, que para eso es el informático de la casa y porque con alguien tenía que compartir la terrible tragedia que estaba viviendo en esos momentos ¿Acaso las parejas no están para eso? ¿Para amarse y respetarse en la salud, en la enfermedad y en las incidencias técnicas? El churri estaba trabajando pero a mí eso me daba igual. Yo tenía un problema y había que solucionarlo. Ya. Ipso facto.

Y no, no se solucionó ipso facto porque me dijo que explicármelo por teléfono era mucho lío y que ya me lo arreglaría por la tarde cuando volviera. ¿Qué? ¿Iba a estar sin portátil toda la mañana? En serio, ¿por qué no podía arreglármelo por telepatía o algo? ¿Acaso no confiaba en mi capacidad para comprender sus explicaciones vía telefónica? Ah, cierto, que estaba ocupado trabajando y esas cosas que se hacen para ganar un sueldo a fin de mes y poder comer y financiar otros caprichos como un techo sobre nuestras cabezas. Me da igual; esto era un caso de vida o muerte. Me sugirió que usase su ordenador pero yo ahí sí que no me meto. Su ordenador es demasiado moderno para mi gusto y no me apaño. Yo quiero mi portátil porque ya llevamos muchos años juntos y nos hemos acostumbrado a nuestras respectivas manías, como un matrimonio bien avenido.

Por la tarde pude respirar tranquila porque cumplió su promesa y lo arregló. Aunque hay que decir que de vez en cuando el problema se repite, lo que me hace sospechar que mi querido portátil rosa divino de la muerte que me tiene loquita de amor está diciendo adiós y tendría que ir pensando en buscarle un reemplazo.

Y no es que me niegue a cambiarlo por razones sentimentales, que por muy loquita de amor que me tenga siempre puede aparecer otro en su reemplazo, como cuando dices “no amaré a a nadie como a ti” y al final sí, sino porque no estoy yo para dispendios.

Rezad por él. 

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Anuncios Pesadillescos CLVIII: El folleto que metamorfosea

No he podido resistirme a colgar esto. Desconozco la autoría
porque la saqué de Facebook...
El anuncio se basa en la supuesta entrevista que le realizan a un hombre que se autodefine como “el hombre más feliz del mundo”.

Desde el muelle de una playa, comienza diciendo que su vida no era especialmente feliz. Nos muestran imágenes de su pasado, currando en una oficina con el pelo engominado, cenando solo frente a la tele y caminando contra el viento en un desapacible día de tormenta, luchando para que Eolo no le arrebate la chaqueta del traje ni el maletín.

Pero Eolo, juguetón él, tiene otros planes para nuestro protagonista. En su constante ir y venir, le da en el careto con el folleto de una conocida tienda de aparatos electrónicos (de la que salió mi plancha nueva, todo hay que decirlo).

Al parecer, lo mejor que te puede pasar en esta vida es que te golpee en la cara un folleto que ha estado en el suelo, revolcándose sobre chicles, escupitajos, deposiciones de perro y demás inmundicias, aunque yo no sé si llamarlo “suerte” y ahora veréis por qué.

Para cuando el folleto se despega de su cara, la tormenta ha pasado y luce un sol espléndido. Hasta ahí, bien, pero el problema es que nuestro otrora engominado oficinista se ha convertido en un hípster de poblada barba, gorra, gafas de sol, auriculares más grandes que su cabeza y ropa de estridentes colores combinada sin ton ni son. No pueden faltar, claro está, las zapatillas de la estrellita, que ya se sabe que para parecer un indigente hay que dejarse un dineral.

El ex oficinista se nos vuelve loco bailando “Freak out” en mitad de la calle y se encamina a la tienda a comprar un montón de gadgets molones para poder seguir bailando en la tienda, en la calle, en la playa. Baila por doquier como poseído por un saltimbanqui del circo de los horrores.

Y digo yo que ni tanto ni tan calvo. Una cosa es ser una persona gris sin ningún interés y otra andar por la vida hecho un espantajo. Yo trabajo en una oficina y me encanta vestir de colores (siempre y cuando combinen entre sí y las prendas sean de mi talla). En serio, si comprar en esa tienda, por muy barata que sea, me va a convertir en ese esperpento, prefiero seguir pagando más y me quedo como estoy, tan ricamente.

A ver si ahora que me he comprado la plancha va a resultar que me da por beber vermouth y pasarme los domingos en el Parque El Capricho, con lo a gusto que se está en casita con el chándal de pelotillas jugando frikadas en el ordenador o escribiendo paridas para vuestro deleite.

Amén de que todo esto implicaría tener que renovar por completo mi armario, con el gasto que ello supone. Lo que me ahorré en la plancha quedaría en mera anécdota comparado con el pastizal que voy a tener que gastar en ropas caras que me hagan parecer pobre.

Virgencita, que me quede como estoy. 

lunes, 23 de noviembre de 2015

Crónicas Felinas CLVI: Técnicas de tortura

Marrameowww!!!

Y hoy seguimos hablando de Munchkin. Tal vez penséis que yo no tengo nada interesante que contar sobre mí mismo pero es que los divos somos así, nos gusta comportarnos de manera enigmática. Es por esto que prefiero hacer de paparazzi y contaros las vergüenzas del imberbe.

En esta ocasión, no obstante, la vergüenza es más para la bruja que para el imberbe, cosa que a mí me satisface mucho más, como podréis imaginar.

La bruja tiene junto a la cama un bloquecito de madera hueca pintado por un antiguo compañero de trabajo que le hace las veces de mesilla de noche. No es que ella lo haya querido así, sino que decidió ponerlo ahí provisionalmente cuando se mudaron (hace como tres años) hasta que amueblaran el dormitorio. Como son un par de vagos redomados y deben de haber sido gatos en una vida anterior, el dormitorio continúa sin amueblarse y ahí sigue la mesita improvisada.

Pues bien, Munchkin se ha dado cuenta de que no hay cosa más divertida que hacer por las mañanas que subirse al bloquecito este. Podría parecer una actividad de lo más tonta pero el asunto es que la cosa tiene bastantes ventajas. Por un lado, desde esa posición queda justo enfrente del careto de la bruja, por lo que puede tirarle un zarpazo a traición a la mano (por la cara todavía no le ha dado pero todo se andará). Otras opciones son maullarle a un volumen digno de una rave para que se despierte sobresaltada o, mi favorita, acercarle el morro a la nariz hasta que la bruja se despierta y se encuentra con un par de ojos felinos que la vigilan en la semipenumbra. Eso la pone especialmente nerviosa, por lo que se convierte en la actividad más divertida de contemplar.

Otra ventaja que tiene el bloquecito es que la base no es completamente plana por lo que, al subirse Munchkin encima, dado que no es especialmente habilidoso como ya hemos demostrado en capítulos anteriores, la superficie se mueve, provocando un repiqueteo allegro ma non troppo que resulta también muy efectivo a la hora de no dejar dormir. Es como intentar conciliar el sueño con un bailaor de flamenco al lado.

Y así es como la bruja, finalmente, se levanta. Vale, se levanta de mala leche, sí, pero se levanta. Y ahí podemos empezar a pedirle comida, agua (Munchkin bebe del platito pero yo soy más aficionado a que me abran el grifo para beber directamente de la cascada, haciéndome la ilusión de que habito un paisaje paradisíaco), salir a la terraza o simplemente tumbarnos en el sofá sin nada más que hacer en esta vida salvo deleitarnos en la satisfacción de haber conseguido que la bruja se haya levantado del lecho. Como veis, en este proceso yo ni siquiera he participado por lo que, aparte de disfrutar de las ventajas, quedo de bueno y la bruja me pone como ejemplo frente al jovenzuelo, que es el que se lleva la bronca.

Prrrrrr.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Una serie de catastróficas desdichas III: La Plancha

Tras los hechos acontecidos en los anteriores capítulos aquí relatados, creí que el destino iba a dejar de cebarse conmigo y que los dioses comenzarían a mirar hacia otro lado. No sé, hacia algún parlamentario corrupto, a lo mejor…

Pero no. El mismito día en que intenté sin éxito extraer el filtro de la lavadora y en el que ya me estaba viendo escurriendo la ropa a mano, con lo cansado que es eso, me dio por planchar. Porque sí, aparte de querer la ropa limpia también la quiero planchada. Si es que lo quiero todo en esta vida y así me va, por avariciosa.

Pues bien, hete aquí que me pongo yo a planchar “tralarí tralará” mientras tarareaba unas alegres coplillas (mentira, pero a ver ahora cómo os deshacéis de esa imagen marujil que acaba de irrumpir en vuestras cabezas) y, no preguntéis cómo, porque yo apoyé  la plancha en la tabla pero se debe de haber quedado el cable debajo o algo porque la vi precipitarse irremisiblemente al vacío.

Tuve suerte de ser una persona extremadamente lenta de reflejos porque mi primer instinto, he de confesar aun a riesgo de resultaros una palurda integral, fue intentar pescarla al vuelo. Por fortuna para la integridad de las capas epiteliales de mis manos, no lo conseguí. De lo contrario, el resultado hubiese sido una plancha rota y una llamada a urgencias. Así de lista soy. Veo caer un aparato que se caracteriza por alcanzar unas temperaturas elevadísimas y mi reacción es intentar atraparlo con las manos. Menos mal que no me dio por prepararme para bombero porque ya me veo intentando cruzar las llamas en mangas de camisa por salvar una batidora.

Como digo, dada mi torpeza sólo me quedé con la plancha rota. No rota del todo porque la condenada seguía funcionando (a pesar de que si no tenía 10 años, no tenía ninguno) pero se rompió una parte de la carcasa de plástico, dejando expuestos los cablecitos interiores. No sé a vosotros pero a mí un aparato eléctrico enchufado a la corriente, relleno de agua y con los cables expuestos me da como que bastante mal rollito. Terminé de planchar, no obstante, porque una buena obsesiva como yo prefiere llevarse el calambrazo del siglo antes que dejar una tarea sin terminar.

Poco tardé en enviarle un mensaje al churri para informarle que, no bastándonos con la lavadora, nos acabábamos de quedar sin plancha debido a una aparatosa caída. Su respuesta fue “¿Le ha pasado algo al suelo?”. Le confirmé que el suelo estaba perfectamente y que a mí no se me había caído la  plancha en un pie ni nada, que muchas gracias por preocuparse.

Me ganó la batalla de sarcasmos porque alegó que, conociéndome, de estar con un dedo como una morcilla hubiese sido lo primero que hubiese comunicado. Probablemente adjuntando fotos que sirviesen como documento gráfico irrefutable de la gravedad del accidente doméstico. Qué malo es conocerse, de verdad.

Lo bueno es que tengo plancha nueva. 

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Anuncios Pesadillescos CLVII: Los diminutos

Vamos hoy con el anuncio de un desodorante. La marca se especializa tanto en desodorantes como en geles de ducha y demás implementos para tener una piel tersa, sana y maravillosa.

Vienen utilizando el mismo recurso desde tiempos inmemoriales en su publicidad pero, no sé por qué razón, no fue hasta el otro día que me di cuenta de la grima que en realidad me causa. Se ve que vengo viendo lo mismo desde hace tantos años que el mensaje ya había calado en mí y lo veía como algo normal. Es como cuando en las novelas distópicas la gente parece estar feliz con ese nuevo orden en que no se les permite ni pensar. Por suerte, he sabido reaccionar a tiempo y hoy vengo a advertiros, para que no caigáis en la trampa y podamos salvar la civilización.

La cosa va así. En este anuncio en concreto, comenzamos viendo un montón de gente desnuda que bailotea mientras unas capsulitas blancas vuelan por ahí sin orden ni concierto. Según nos cuenta la voz en off, esas capsulitas blancas son la flora bacteriana de la piel de nuestras axilas. Nos explican que los antitranspirantes pueden dañar a las capsulitas, provocando que nuestra piel se vuelva vulnerable. Para ilustrarlo, vemos cómo se rompen las capsulitas y los miles de personas desnudas se hacen una bolita, demostrando su debilidad. Sólo les falta revolcarse por los suelos haciendo la croqueta, en una clara exhibición de patetismo.

Pero las capsulitas (y, por ende, los seres que representan a nuestra piel) pueden dormir tranquilos con el que aquí anuncian, porque tiene un componente con nombre en inglés que no se sabe muy bien cómo funciona pero, al tener nombre extranjero tiene que ser la caña de la montaña. Ese componente ataca las bacterias que ocasionan el mal olor pero respeta la flora, o sea, a las capsulitas,  a las que vemos revivir con renovado ímpetu mientras los seres que habitan nuestras axilas inician nuevamente sus gráciles movimientos, felices como lombrices.

Y yo no sé a vosotros pero a mí la idea de tener personitas viviendo en mis sobaquillos me causa bastante inquietud. Sobre todo si bailan de manera cadenciosa cual elfos de los bosques o chamanes con sobredosis de peyote. Pensadlo por un momento. Bajo los brazos tenéis personas diminutas bailando.

¿A que da yuyu? A mí, sí. Así que, de ahora en adelante, no estoy segura de si después de ducharme voy a preferir echarme desodorante o si voy a optar por rociarme las axilas con insecticida o directamente con ántrax para iniciar ahí una pandemia y librarme de estos okupas que vete tú a saber con qué intenciones viven ahí. Que lo mismo en el anuncio te los pintan como seres muy pacíficos y el desodorante éste lo único que pretende es que crezcan y se reproduzcan y se hagan con el control mundial.

Aunque, bien pensado, tal vez no sea tan mala idea. Peor no lo van a poder hacer, visto lo visto. 

lunes, 16 de noviembre de 2015

Crónicas Felinas CLV: El gato al agua

Marrameowww!!!

Si bien siempre digo que Munchkin es digno de admiración en lo que a planificación de maldades se refiere (tengo pendiente contaros su última técnica de tortura) también tengo que admitir que hay veces que parece tonto y me hace plantearme si no tendré que estar día y noche pendiente de él para evitar que deje en ridículo a la especie felina y ponga en tela de juicio nuestra legendaria agilidad. Jamás imaginé que semejante responsabilidad iba a pesar sobre mis delicados y gráciles hombros.

Una de sus aficiones preferidas, como ya os conté en alguna ocasión, es entrar corriendo al baño en cuanto los humanos abren la puerta para tirar las toallas. Pero se ve que esta actividad ya le estaba sabiendo a poco y ha decidido aumentar las trastadas que pueden hacerse en dicha estancia del domicilio familiar, por lo que ha descubierto que tirar todos los botes que descansan en la repisa de la bañera es una actividad lúdica muy entretenida también.

Hasta aquí no habría problema pero resulta que hay veces en que no salta directamente a la repisa de la bañera sino que prefiere hacer escala antes en el váter. Lo malo de esto (o lo bueno, según se mire, porque hay que ver las risas que me he echado a su costa) es que no salta al borde con cuidadito, como hago yo a veces. No, él salta a lo bruto sin mirar. ¿La consecuencia? Pues que el otro día entró a toda carrera y pegó el salto a la tapa del váter con tan mala suerte para él que no había tapa. Bueno, sí había, pero estaba levantada.

El resultado creo que os lo podéis imaginar. Por más que lo intentó, no consiguió evitar dar en el agua con sus patas delanteras y parte de la cabeza. Salió de ahí ensopado e intentando disimular, porque si hay algo que nos fastidia a los felinos es tener que asumir que hemos sido unos torpes. La bruja intentaba secarlo con una toalla mientras él trataba de huir, como diciendo “déjame, que estoy bien, cansina” y, cuando nadie lo miraba, se lamía disimuladamente una pata en un vano intento por secarse con discreción.

Y debería poder decirse que aprende de los errores y que ahora siempre comprueba la tapa antes de saltar pero no olvidemos que estamos hablando de Munchkin, que es un poco lento de aprendizaje. Días más tarde casi repite la misma hazaña. Se libró por los pelos de volver a dar con sus extremidades en el agua, por lo que no descarto volver a vivir la misma escena en días venideros. Está visto que eso de que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra a veces debería ser ampliado a otras especies, mal que me pese tener que admitir que los gatos también pueden llegar a ser unos perfectos ineptos (no es mi caso en absoluto, por supuesto).

Habrá que preparar la cámara, por si acaso.

Prrrrrr. 

jueves, 5 de noviembre de 2015

Una serie de catastróficas desdichas II: La Lavadora

Por si no hubiese tenido suficiente con el disgusto del calentador, parece que el aciago destino aún tenía más sorpresas preparadas para mí.

En la semana de vacaciones que tuve en octubre, el churri se fue un par de días a Albacete, dejándome ahí tirada. Y a mí me dio por poner una lavadora. Porque yo soy así, muy de querer la ropa limpia; manías tontas que tiene una.

De repente, se paró sin motivo aparente. Miro la pantallita y me aparecía un código de dos letras. “Fh”, pongamos por caso (ya no me acuerdo, no soy tan freaky). Y a mí me gusta dármelas de mujer independiente y liberada que no necesita a su maridito para resolver un simple problema doméstico, por lo que me fui muy dispuesta al cajón de los manuales de instrucciones (sí, tengo un cajón ex profeso para tal fin) para rebuscar entre los cientos de libritos que tengo ahí y encontrar el de la lavadora. Nota mental: Darle un repaso a ese cajón un día de estos. Creo que hay manuales de cosas que ya ni se fabrican.

El dichoso código parecía indicar que la lavadora no podía descargar el agua porque algo obstruía o bien el filtro o bien la tubería. Supuse, ilusa de mí, que lo más fácil era mirar primero el filtro. Abrir la tapa ya supuso para mí una titánica tarea, porque la misma no tiene agarradera y hay que meter una especie de paletita en la junta para que eso se abra (gracias al cielo que hace tiempo que ya no llevo las uñas largas) pero la abrí, porque soy una mujer independiente y liberada, bla, bla, bla…

Y también conseguí desenroscar el filtro pero no conseguí sacarlo. Yo tiraba y tiraba y aquello no salía ni para atrás, por lo que hice lo que cualquier mujer independiente y liberada haría en un momento de crisis: Llamar a su hombre para que, al menos, la consuele. Para algo soy independiente. Hago lo que me da la gana.

Lo llamo.

 Hola, chiqui, ¿qué tal?

_ ¿Cómo c**o se saca el filtro de la p**a lavadora?

¿Para qué quieres sacar el filtro de la lavadora?

Para ver cómo es, ¿no te j**e?

Tienes que tirar.

Ya estoy tirando.

Tira más.

¿Hasta que me descoyunte los brazos o cuándo se decide que es suficiente?

Hay que ver cómo te pones.

Es que seguro que no has vaciado los bolsillos.

Mientras tanto, mi suegra opinaba entre bambalinas. “Que haga esto, que hago lo otro, que haga lo de más allá”

Al final conseguí que aquello descargara el agua cambiando el programa. Por suerte no tuve que escurrir la ropa a mano….

Al día siguiente el churri consiguió sacar el filtro. Ahí se había quedado un trapo que uso para limpiar y no tengo ni idea de cómo pudo colarse hasta ahí.

Pero el churri no había vaciado los bolsillos. Del tambor saqué un mechero.


P.S. Me vuelvo a ir de vacaciones. Últimamente no damos un palo al agua. Por aquí os quiero ver el lunes 16. Aprovecharé para ver si consigo arreglar el problema con los vídeos, que no sé por qué últimamente no se ven. 

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Anuncios Pesadillescos CLVI: De anacronismos y percepciones erróneas

Estaba yo un día tan tranquila cuando, de repente, veo este Tweet de Remorada:


 
Ni corta ni perezosa, le pregunté a qué se refería y me enteré de que se trataba de un anuncio de los zumos más famosos de España. Esos que en los años 80 y 90 nos hacían desear tener un primo grandullón que fuese por la vida intimidando a nuestros enemigos.

Pues les ha dado por hacer un anuncio nostálgico, recordando aquellos maravillosos años.

Lo primero que me ha llamado la atención es que sale un chico con unos pelos medio largos – medio cortos, que se llevaron mucho en los 90, y dicen “En los 90 esto era un peinado atractivo”. Y sí, vale, el peinado no mola nada pero ¿es que nadie va a decir nada del jersey oversized en color ratón de campo con un montón de estampados de diversa índole? ¿Nadie va a hacer una mención a semejante adefesio?

Luego sale una chica rodeada de libros porque, según dicen, esa era la Wikipedia de la época. Podríamos reírnos de sus gafas de pasta pero el tema es que ahora se han vuelto a poner de moda y hasta quien no necesita gafas se planta unas lupas delante de los ojos para parecer más nerd (cómo cambian las cosas).

Parece que lo guay era decir “OK Mackey”, “Me piro vampiro” y “Dabuten”. A Dios pongo por testigo, cual Escarlata O´Hara, de que jamás he dicho semejantes cosas. Aunque tal vez esto lo dijeran sólo en ciertas clases sociales, porque quienes lo dicen en el anuncio son un chico esquiando y otra jugando al tenis; y a mí nunca me ha dado por tales actividades.
Luego sale una chica rebobinando una cinta con un boli, en momento nostálgico total. Pero el problema es que los 90 ya fueron más bien de CD´s. Lo de rebobinar cintas a boli era cosa de los 80, a ver si ahora van a robarles a los 80 uno de sus símbolos emblemáticos.

También hablan de los famosos órganos donde todos nos hemos creído Jean Michel Jarre, aunque el que yo tuve también fue en los 80 así que sigo pensando que esta gente no se ha documentado demasiado bien. Con las cámaras de rollo concuerdo, aunque tengo que reconocer que yo seguí con cámara de rollo hasta bien entrados los 2000 porque me resisto a los cambios.

Pero, según dicen, los tiempos han cambiado y, a juzgar por la imagen que tienen ellos de esta época, ahora lo que mola es llevar un rollo surfero e hincharse a zumos a la orilla del mar con tus amigos, con la tabla de surf apoyada en una Voyager. Lo que hacemos todos a diario, vamos. Sobre todo los que vivimos en Madrid y tenemos unas playas tan envidiables donde ir a surfear.

Esta gente tiene una idea bastante distorsionada de lo que son las modas ¿Soy la única que no se viste de surfera y bebe zumos apoyada en una Voyager?

lunes, 2 de noviembre de 2015

Crónicas Felinas CLIV: Y entonces todo fue caos

Marrameowww!!!

Se ha liado parda.

Ayer estaba el consorte en lo que ellos dan en llamar “despacho” pero que en realidad es un cuartucho donde él se dedica a jugar a jueguecitos en el ordenador en lugar de trabajar (a veces trabaja cuando no le queda más remedio). El caso es que va y le comenta a la bruja que Munchkin estaba de lo más entretenido subido en la torre de los CD´s mirando por la ventana.

La torre de los CD´s es una que tiene la bruja desde tiempos inmemoriales (A.K.A.  sus épocas de soltería) y que consiste, básicamente, en dos cuadraditos de madera, uno arriba y otro abajo, sujetos por dos tablitas con muescas para poner ahí los CD´s. A decir verdad, no es una superficie muy estable que digamos y así se lo hizo saber la bruja al consorte pero él, haciendo caso omiso de sus consejos, como viene siendo costumbre en todos los habitantes de esta casa salvo ella misma, le dijo que no pasaba nada y que estaba todo controlado.

Pues bien, hete aquí que, en un momento determinado, no sabemos qué vio el imberbe por la ventana (parece ser que ha quedado tan traumatizado con la experiencia que no ha querido ni contármelo a mí, a pesar de que hablamos el mismo idioma) que se llevó un susto de muerte y, del bote que pegó, se cayó de la famosa torre, derribándola a su paso. Munchkin, al verse en el aire y sin superficie de agarre, antes que piñarse prefirió aferrarse al consorte, clavándole las uñas en la cabeza, el pecho y una mano.

El resultado, unos seis o siete arañazos de diversa índole de profundidad y varias blasfemias irreproducibles para un gato fino como yo.

Por supuesto, no faltó el sermoncito de rigor de la bruja quien, al tiempo que recogía del suelo los CD´s y volvía a colocarlos con esmero, le repetía incansable al consorte “Mira que te lo dije, que esto se iba a terminar cayendo y tendríamos un disgusto, bla bla bla”.

Supongo que la cosa habrá seguido pero confieso que ahí desconecté porque Munchkin y yo decidimos que era un magnífico momento para irnos a echar un sueñecito, dejándolos a ellos recogiendo el desastre y aplicando alcohol y agua oxigenada a partes iguales.

Admito que el consorte me da un poco de pena. Si le hubiera pasado a la bruja, me daría un poco igual porque se lo tiene merecido por eso mismo, por bruja. Pero el consorte suele ser bastante más permisivo con nosotros y no me ha hecho mucha gracia que el pobre haya terminado como un colador.  A ver si por culpa de esto se va a convertir en otro tirano y nos va a terminar prohibiendo otro montón de cosas aparte de las que ya tenemos prohibidas con tal de que no se repita la historia.

Vale, no me da pena. Me preocupan las consecuencias que puedan existir para nuestras ya de por sí escasas libertades.

Prrrrrr.

jueves, 29 de octubre de 2015

Una serie de catastróficas desdichas I: El Calentador

¿Sabéis cuando tenéis la sensación de que os ha mirado un tuerto? ¿De que alguien os ha echado mal de ojo? ¿De que os habéis estado levantando con el pie izquierdo durante un mes seguido? Pues eso es lo que me ha pasado a mí últimamente.

En las próximas semanas os relataré una serie de desgracias que me han ido aconteciendo en el plazo de un mes (o más, pero prefiero no pensarlo).

Lo primero fue una noche cuando llegué a casa de trabajar y comprobé con horror que no había agua caliente. Al parecer, el calentador estaba de huelga y no quería cumplir con su función.

Con la compañía de gas y de luz tengo contratado un mantenimiento para los electrodomésticos pero, en cuanto al calentador, tenía yo idea de que sólo me cubría la revisión anual. No obstante, decidí hacerme la loca y llamar.

En primer lugar me dijeron que era muy mala hora porque por las noches el sistema se actualiza y no se puede ver nada pero que le contase mi problema. Me pregunta de qué marca es el calentador, si se le enciende la llama piloto, cuánto tiempo tiene (ni idea, porque el piso es alquilado), si se enciende la lucecita, si hace chispa y si ya tiene hecha la primera comunión.

Finalmente, me pide que le diga qué conceptos me aparecen en la factura para, a continuación, confirmarme que, efectivamente, no tenemos contratado el mantenimiento (menos mal que yo al principio de todo le dije que no estaba segura de tenerlo) ¿No era más fácil haberme preguntado eso primero en vez de pedirme el currículum vitae del calentador?

Al día siguiente llamamos a un técnico que, tras revisar el calentador, dijo que era problema de la válvula y que tenía que pedirla porque nuestro modelo tenía la friolera de quince años. Ahí es nada. Vino como dos días más tarde y cambió la válvula. La válvula no era. Tuvo que cambiar la centralita. Milagro, funcionaba.

A la mañana siguiente ya no funcionaba. Volvió el técnico y dijo que habían quedado mal los cables. Los ajustó y volvió a funcionar.

Quince días más tarde se nos vuelve a morir y el técnico concluye que es cosa del “cuerpo de gas” (qué raro suena esto; si el gas es algo etéreo ¿cómo es posible que tenga cuerpo? Cómo se nota que yo no estudié para técnico de calentadores; me falta vocabulario) y que la única opción posible era cambiarlo porque arreglarlo era más caro que poner uno nuevo.

Por suerte, nuestro casero transigió y nos mandó poner uno nuevo, que ya me veía yo gastando un dineral en un cacharro que al final ni siquiera me iba a poder quedar.

Os puedo asegurar que, después de esto, valoro muchísimo el lujo de poder darse una ducha caliente. Yo no nací para amish y a mí eso de bañarme con un barreño y un cacito, calentando el agua en la cocina, pues como que no me va.