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martes, 31 de octubre de 2017

Crónicas Felinas CCXXXII: Qué paciencia hay que tener

Marrameowww!!!

Sois de sobra conocedores de que los humanos que habitan este hogar (si a esta prisión se la puede llamar “hogar”) están fatal de lo suyo. Vamos, que no os voy a descubrir la pólvora con esta afirmación.

Pero el otro día me dio por pensar quién está peor de los dos y he llegado a la conclusión de que la que da más muestras de enajenación mental es la bruja, sin lugar a dudas. Me di cuenta el otro día, cuando la bruja bailaba en el dormitorio al son de una canción de Erasure (ella es así, moderna, moderna). El caso es que ella bailaba (bueno, se contoneaba como buenamente podía) y nosotros, tumbados en la cama, pasábamos olímpicamente, mirando cualquier cosa menos a ella. Pero, de repente, se le unió el consorte y casi se nos salen los ojos de las órbitas, contemplando estupefactos el espectáculo que nos brindaban.

Podréis pensar, dado lo anterior, que entonces el que está peor es el consorte pero no. Hemos llegado a la conclusión de que a la bruja ya no le hacemos ni caso porque estamos demasiado acostumbrados a verla hacer el indio. Hemos aprendido a vivir con su locura, lo cual es preocupante porque en cualquier momento nos va a pillar desprevenidos en uno de sus ataques y a saber qué nos hace. Cuando el consorte hace algo así, lo detectamos como un comportamiento inusual, algo digno de estudio. Sin embargo, con la bruja estos arrebatos “artísticos” forman parte del cotidiano vivir.

Esto no significa, ni mucho menos, que el consorte esté cuerdo. Simplemente que tiene su locura más escondida lo que, a su vez, quizás signifique que es aún más peligroso porque a la bruja ya la ves venir  pero con éste otro nunca se sabe. Cielos, ¿en qué manos estamos?

Sin ir más lejos, ese mismo día del baile pero ya caída la noche, al consorte le dio por tumbarse boca arriba en el suelo con los brazos y las piernas semidoblados mientras le preguntaba a la bruja “¿Por qué cuando los gatos hacen esto quedan monísimos y yo parezco… no sé ni qué parezco?”. La bruja le ayudó con el símil y le informó que lo que parecía era una cucaracha gigante dada la vuelta. Son puro amor.

La cosa no quedó ahí porque después la bruja empezó a dar saltitos mientras el consorte la sujetaba de las manos. No entendí bien qué pretendía hasta que vi que la bruja intentaba ascender con los pies apoyados en la pared, supongo que con la intención de hacer el pino sobre los brazos del consorte. Para haberse matado. Menos mal que el consorte tuvo un momento de lucidez y le dijo a la bruja que mejor irlo dejando si no querían pasar el resto de la velada en urgencias, sobre todo porque a ver cómo explicaban lo que había pasado.

En el fondo es una pena que no hayan acabado en urgencias. Nosotros hubiésemos tenido un rato de paz.

Prrrrrr.

jueves, 26 de octubre de 2017

A pasar miedito 2 (ya con más miedito y alguna risa)

Álter con la parca
Con la parca
Pues seguimos (y terminamos) hoy con la crónica de mi experiencia de Halloween en el Parque de Atracciones de Madrid. Va a quedar muy largo pero es que ya tres posts para un día es un poco abuso y tengo mucho que contar. Tenéis todo el finde para leerlo.

Durante la comida nos habíamos dedicado a revisar los horarios en los que abría cada pasaje y las zonas en las que estaban situados para hacer un planning en condiciones, que ya sabéis que si yo no planifico me da urticaria ante la perspectiva de dejar las cosas libradas al azar. Soy como Sheldon Cooper pero menos lista.

No destriparé mucho de los pasajes porque, como todavía estáis a tiempo de ir, no es plan de fastidiaros, tampoco.

Como decía, al salir del restaurante, nos dirigimos hacia la que iba a ser nuestra primera parada: “Posesión” peeeero, resulta que queda al lado del simulador virtual y, como había poca cola, decidimos empezar por ahí. En el simulador virtual proyectaban una de miedo, claro está. No recuerdo el nombre y no lo localizo, sabréis disculpar. Básicamente, iba de bichos y fantasmas que nos perseguían en una montaña rusa. Está entretenida pero ganaría sobremanera con gafas 3D. No obstante, no me sentí tan defraudada como en el simulador de Port Aventura que os contaba aquí.

Una vez salimos de ahí, nos fuimos a hacer cola para “Posesión”. Desconozco cuánto tiempo estuvimos haciendo cola porque justo nos coincidió que tocaba show y, cuando toca show, todos los actores de todos los pasajes se van, dejando el pasaje cerrado un rato. Aparte, se rumoreaba que alguien se había desmayado dentro del pasaje y había habido que llamar al médico. Desconozco si esto último era cierto porque la gente ya se sabe cómo es. En fin, el caso es que al final entramos. En este pasaje se supone que tienes que fugarte de un manicomio donde los pacientes han sido poseídos. Yo iba agarradita al churri para que no me asustasen mucho. No sé por qué hago eso, en realidad, tampoco me asusto tanto. Está bien pero creo que me resultó la más floja. A partir de aquí la cosa fue in crescendo.

De ahí fuimos a “London Tales of Darkness”, que está ambientado en el Londres Victoriano y me gustó bastante por la ambientación y demás. Yo ya tenía menos miedo porque estaba haciendo callo en eso de los pasajes de terror.

Al salir de ahí fuimos a “Horror Cinema” que, como su propio nombre indica, está ambientada en un cine abandonado donde, según cuentan, sus ocupantes murieron en un incendio y sus almas quedaron ahí atrapadas para siempre. A estas alturas yo ya no me agarraba al churri y fue cuando empezaron mis vicisitudes. Me explico. Desconozco por qué pero tengo un imán para que la gente que se dedica al show business me persiga. Por ejemplo, si voy a ver un espectáculo de magia y eligen a alguien del público, las posibilidades de ser la primera elegida son muy elevadas. Y así con cualquier espectáculo al que vaya. Así que, al deshacerme del churri, pasé a ser carne de cañón para los actores. En esta empezamos suave y uno de ellos, que me dio un susto al pasar a su lado, me dio con el dedo en el hombro en cuanto le di la espalda. Bueno, eso no es para tanto. El pasaje en general está muy bien, muy currado, los efectos de luces son buenos y la caracterización de los actores también. Me gustó bastante aunque aquí también nos tocó esperar bastante porque (habéis adivinado) tocaba nuevo show.

De ahí nos fuimos al que viene siendo la joya de la corona de los pasajes de este Parque desde hace un par de años: “The Walking Dead Experience”. A modo de curiosidad os cuento que ha ganado el premio LIMA a mejor espectáculo internacional, diseño y localización basados en una licencia. Este no va incluido en la entrada, así que hay que pagar cinco euros por entrar (nosotros ya lo habíamos pagado al comprar las entradas por Internet). Está muy bien, hay que decirlo. No soy seguidora de la serie, así que supongo que los fans lo disfrutarán todavía más. Aquí llevé un rato largo un zombi pegado a mis espaldas. Ojo con correr a lo loco porque hay escaleras que suben y que bajan, así que moveos con tiento. Están iluminadas, tampoco os creáis que hay que bajar escaleras completamente a ciegas. En cuanto a ambientación y caracterización es muy bueno y creo que vale la pena pagar el suplemento para entrar.

Y ya era de noche, y parece ser que cuando se hace de noche ya se vuelven todos locos y aquí fue donde empezó el desmadre total. Fuimos a “Acid Rain”. Este no es un pasaje como tal porque está en terreno abierto (por eso es de los que abren cuando ya anochece). Creo que fue el que más me gustó de todos. Va de mutantes y clanes que se forman en un futuro  post apocalíptico tras una lluvia radioactiva. Tiene una estética distópica muy steam punk que me gustó muchísimo. Como se supone que se alimentan de carne humana los actores tienen a bien olerte. Yo debía de oler especialmente bien porque aquí ya me vacilaron cosa mala. Uno con máscara de pajarraco me olió el brazo entero y después me cogió delas manos y me llevó a ver un horno donde reposaba una calavera humana. Luego me dijo cosas ininteligibles en un idioma que sólo él conocería. Esto moló porque en teoría no puedes salirte de la fila, así que la única afortunada que vio el interior del horno fui yo. Seguimos avanzando y se me acerca un tío con bozal de perro que también me huele. Tanto me olió, que me llevó literalmente contra una pared, me arrinconó ahí y me olisqueó. Fue un momento bastante extraño, la verdad, pero a esas alturas yo ya estaba muerta de risa y le decía “te juro que me he duchado”. Cuando el del bozal por fin me soltó, llegamos al final donde, el que está en la puerta con una máscara rara, se plantó delante de mí y no me dejaba salir. Yo ya estaba en plan “¿por qué os cebáis todos conmigo?, ¿qué os he hecho?”. Total, que salí muerta de risa y quien me haya visto salir habrá pensado que el pasaje no da nada de miedo. Pero en serio, está muy bien.

Y  ya tocaba el último (bueno, hay otro pero es para niños pequeños y a ese no fuimos), “Call of Duty WWII Zombies”. No he jugado nunca al Call of Duty pero también me gustó muchísimo. Es también en terreno abierto y va de experimentos rarunos en la Segunda Guerra Mundial donde convierten a la gente en zombi. Aquí también me persiguieron, me dijeron cosas raras y uno hasta me mordió en un hombro (bueno, no sé si me llegó a morder o si hizo como que me mordía pero yo noté contacto). Qué cosas me pasan.

Y esto es todo (que ya está bien). Y me diréis “pero Álter, no hay fotos, qué siesa eres”. Es que en los pasajes no se puede sacar fotos, así que poco os iba a poder mostrar. Os dejo como único documento gráfico mi foto con la parca a la entrada del parque. Llegamos a casa cansados pero felices.

La temática de Halloween estará hasta el 5 de noviembre así que, si tenéis oportunidad, os recomiendo fervientemente que vayáis. Y ya me contáis si a vosotros también se os pegan los actores como lapas. 

miércoles, 25 de octubre de 2017

Anuncios Pesadillescos CCXXIV: El búho sabihondo

A raíz del post de la semana pasada en esta sección, donde hablábamos de un oso panda que estornudaba los ríos de España (lo cual se ha convertido en una imagen que me va a suponer años de terapia), Cris Mandarica me propuso hablar de otro animal que ha sido protagonista de varios anuncios, ya a estas alturas. Lo tenía yo olvidado ya, pero ella me hizo rememorar la grima infinita que me da el hecho de ver a animales hablando y moviendo la boca (el pico, en este caso), como si fueran personas. Hablamos, ni más ni menos que del búho.

Creo que, al mencionar al búho, ya todos sabemos de qué empresa anunciante hablamos pero, por si acaso, el búho es la mascota de una conocida página de opiniones de viajeros donde ahora, además, se puede reservar directamente el hotel. Pues de eso vamos a hablar. Creo que hay unos cuantos anuncios del búho en cuestión, pero yo me voy a centrar en dos porque son los dos primeros que he pillado, básicamente.

En el primero de ellos vemos al búho en albornoz porque ya sabemos que es muy típico en los búhos eso de ponerse albornoz para estar más cómodos y calentitos. El búho nos cuenta que para encontrar un buen hotel hay que esforzarse y por eso hay que buscar una buena ubicación, buenos servicios y buen precio, claro está.  Según nos cuenta esto, vemos que está andando sobre una cinta de correr mientras mantiene la cabeza girada en perfectos 90 grados hacia nosotros, lo cual sé que es una habilidad que tienen los búhos pero siempre que lo veo no puedo evitar pensar en la niña del exorcista.

El búho nos informa que ahora la página web en cuestión ya hace ese trabajo por nosotros y nos ayuda a encontrar el precio más bajo en un abrir y cerrar de ojos.  Termina su intervención guiñándonos un ojo, que es una de las cosas más perturbadoras que he visto en los días de mi vida.

El segundo va más o menos del mismo palo pero esta vez vemos al búho, también en albornoz, metido en una caja fuerte (abierta, por suerte, que no queremos revivir la peli “La habitación del pánico” en versión avícola. Nos dice que se siente seguro con el precio del hotel  por las razones ya explicadas en el anuncio anterior. Termina señalándonos con un ala e instándonos a asegurarnos.

Todo esto podría no parecer nada del otro mundo si no fuera por el tonito de superioridad que tiene el búho al hablar. Bueno, vale, el búho no habla, ya lo sé. Es todo muy confuso. El caso es que el búho me cae mal. ¿Y cómo puede caerme mal un animal? Pues por esa puñetera manía que tenemos de hacer hablar a los animales. Con lo bien que se está rodeado de animales que no hablan y no nos obligan a escuchar sandeces, ¿para qué hacerlos hablar?

Si es que me indigno. 

lunes, 23 de octubre de 2017

Crónicas Felinas CCXXXI: Tanto va el gato a la fuente…

Marrameowww!!!

En esta vida no todo van a ser vicisitudes y, pese a que la visita al veterinario implicó dedos en mis fauces, inspección ocular de mis orejas y hasta termómetros donde nunca me da el sol, el tema de mi ligera deshidratación ha hecho mella en las escasas conciencias de estos humanos con los que habito y compraron una fuente.

Es un cacharro enorme. Me hace gracia porque así ocupa más espacio en la cocina y tiene más superficie a fregar que el platito en el que bebía antes (a veces), con lo poco que les gustan las tareas del hogar.

Según llegamos a casa, la bruja se leyó las instrucciones (porque ella se lee primero las instrucciones de cuanta cosa nueva cae en sus manos, no importando si se trata de un acelerador de partículas o de una cuchara sopera) y montaron el artilugio. Tras mucho esfuerzo, porque no andan sobrados de neuronas, consiguieron montarlo y el consorte lo enchufó a la red eléctrica. Digamos que la  potencia del chorro estaba demasiado alta y empezó a salir agua hacia arriba, mojándolo todo. El consorte, que a veces parece que está en babia, se quedó mirando el chorro fascinado y sólo reaccionó cuando la bruja le chilló “¡Pero, ¿quieres desenchufar eso?!”. Secaron el suelo, regularon la potencia y pusieron un poco de agua en la parte superior, para que aquello no saliera otra vez despedido. Yo me partía la caja pensando la de trabajo que les va a dar el invento.

Aquello empezó a funcionar y tengo que decir que me gustó. Puedo beber de la parte superior, del chorrito que cae hacia abajo o de la parte de abajo directamente (que es lo más aburrido de todo porque es como mi antiguo plato, pero en grande). Pero no está mal, la verdad. Eso sí, de a ratos pillo despistada a la bruja, me subo al fregadero y le pongo ojitos. Ella, por inercia, me abre el grifo y, cuando ya estoy bebiendo, reacciona y me lo cierra, cogiéndome  en volandas para ponerme junto a la fuente y decirme “bebe de ahí, que nos ha costado una pasta”. A ella mi salud se la trae al pairo; lo único que la motiva es el vil metal.

Otra gracia que tiene es que salpica agua en el suelo, así que ahora se pasan el día esquivando el charquito de agua que se forma alrededor y diciendo cada vez que lo esquivan “tenemos que comprar algo para poner ahí y que no se moje todo”.

Por cierto, si os creías que esto les había servido para quitar de en medio el platito, os equivocáis. A Munchkin la fuente no le gusta nada. Se ha acercado un par de veces, el agua le ha salpicado en los morros, ha decidido que esas modernidades no van con él y se ha ido a beber del platito de toda la vida, como está mandado.

Para que luego digan que el futuro son las nuevas generaciones.

Prrrrrr.

jueves, 19 de octubre de 2017

A pasar miedito 1 (sin miedito)

Arcoiris en el Parque de Atracciones
Mirad qué arcoíris más chulo. Si lo hago a propósito,
no me sale.
Como os adelantaba el rey del spoiler Forlán el lunes, este puente teníamos intenciones de viajar pero al churri le confirmaron los días muy tarde (para unas  prisas, con esta gente) y, al final, para organizar un viaje deprisa y corriendo como que era mucho estrés, por lo que propuso quedarnos en Madrid y aprovechar un día para ir al Parque de Atracciones y visitar los pasajes del terror de Halloween. Yo puse cara de “cómo me conoces después de tantos años” y di palmas con las orejas ante la perspectiva.

Así que el sábado pasado nos encaminamos a la Casa de Campo, dispuestos a pasar miedito (reconozco que la última vez que estuve en el Parque de Atracciones yo tenía como 12 años, así que para mí era todo nuevo). Como los pasajes abren por la tarde, aprovechamos la mañana para subir a algunas atracciones (pocas, porque estuvimos como una hora haciendo cola para entrar en Vértigo, que es una montaña rusa pequeñita que está divertida pero tampoco es para tirar cohetes, la verdad). Luego fuimos a La Máquina, que es como una sopera gigante, sujeta por un péndulo, que gira sobre sí misma y se eleva. Está bastante divertida aunque sales con un mareo considerable.

Luego fuimos al Rotor, que son unos avioncitos que suben y dan vueltas. Es una atracción muy tranquilita pero viene bien para ver unas vistas espectaculares de Madrid. Se deben ver mejor desde otra atracción que sube muy alto pero a esa no fuimos (ya para otra vez porque ese día la idea era Halloween) y que no me acuerdo de cómo se llama. Por último, pasamos por las sillitas voladoras porque si yo no me subo a las sillitas voladoras en los parques de atracciones no soy persona y por el Tifón, que es como La Máquina pero vas mirando hacia afuera y la sopera se mueve sobre un raíl curvo. También salí de ahí con un mareo considerable.

Como ya era la hora de comer, fuimos a saciar nuestro apetito. En lo personal, lo sacié con una pizza que tuve que cortar con un cuchillo de plástico que se me terminó rompiendo (y tuve suerte de que algún trozo de plástico no se le clavara en el ojo a otro comensal). El churri se metió entre pecho y espalda una ensalada césar y un bocadillo de lomo con pimientos y sus correspondientes patatas fritas. Una vez con la pancita llena y el corazón contento, ya pudimos dedicar la tarde a pasar miedo.

Y ahora tendría que empezar a relataros los pasajes del terror pero como son muchos y quiero extenderme en las explicaciones, mejor lo dejo para la semana que viene. Sí, ya sé que al final apenas he contado nada pero luego nunca tengo nada interesante que contaros, así que para una vez que me sucede algo emocionante, tengo que exprimir el evento al máximo, así que sed buenecitos y tenedme un poco de paciencia, jolín, que sois muy exigentes.

miércoles, 18 de octubre de 2017

Anuncios Pesadillescos CCXXIII: ¿Cuál es peor?

Vamos hoy con uno doble porque no es que sean especialmente cortos pero tampoco tienen tanto argumento como para completar un post entero con uno solo de ellos. No sabría decir cuál de los dos me parece más pesadillesco; ambos son como dos partes de un todo. Es decir, pequeña escenas de una pesadilla aún mayor.

Se trata de anuncios de una popular cadena de tiendas de telefonía. En el primero de ellos (o, al menos, en el primero que vi yo), vemos la imagen de un oso panda. Ohhhh, qué tierno. Tal vez os preguntéis cómo puede parecerme pesadillesco ver un panda. El problema no es el panda en sí, claro está. Los pandas son seres achuchables, sino que les ha dado por doblarlo y siempre hay algo que me da mucha grimita en ver animales hablando como si fueran personas. Lo peor de todo, es que el panda ni siquiera dice cosas lógicas. A ver, que me lío. Centrémonos.

Según dicen en el anuncio, para celebrar los 20 años de existencia de esta cadena de tiendas, la súper oferta consiste en un panda que estornuda los ríos de España. Sí, como lo oís. El panda estornuda y, sobre su estornudo hay un locutor diciendo “Pisuerga”, “Nervión”, “Guadalquivir” y cosas así. También tienen móviles a buen precio, parece. Y en eso consiste el anuncio, parece.

Este era el único que había visto en la pequeña pantalla pero, cuando lo busqué en Internet para analizarlo en profundidad (no es que haya mucho que analizar, ya lo sé), descubrí que hay otro donde vemos a un señor barbudo ataviado con un tutú, que intenta dar pasos de ballet sin dejarse los dientes en el intento.  Según vemos al señor, que da claras muestras de tener menos vergüenza que talento para la danza, nos dan el precio de un teléfono y nos explican que, aparte de la oferta, te ponen también a ese señor para que te entretenga y no te saltes el anuncio. No sé yo si este último objetivo se cumple, la verdad. Si descontamos a los freaks como yo, que andamos buscando a propósito este tipo de anuncios, dudo mucho que alguien en sus cabales se quede voluntariamente viendo a ese hombre dar saltitos con sus mallas.

Así que, como decía, no sé cuál me parece más pesadillesco. El del señor barbudo es de lo más inquietante pero, al menos, nos dan una explicación de qué pinta ahí el señor. Vale, la explicación es traída de los pelos como ella sola pero no deja de ser una explicación, al fin y al cabo. Con el panda ni siquiera nos sacan de dudas. Es casi como decir “sólo teníamos la imagen de un panda estornudando y hemos decidido ponerlo a nombrar ríos de España como podía haber nombrado los ingredientes de una paella”.

Así que decidme en los comentarios qué os parece peor. Poner a un ser bonito sin ningún tipo de argumento o algo no bonito con excusas peregrinas. 

lunes, 16 de octubre de 2017

Crónicas Felinas CCXXX: Ya tenemos una edad

Marrameowww!!!

La semana pasada la bruja y el consorte se pidieron vacaciones para el miércoles y el viernes, a fin de aprovechar el puente del 12 de octubre y estar cinco días haciendo el vago. Se quedaron en Madrid por motivos que ya contará.

No podía yo consentir que los cinco días de vagancia pasaran en paz y tranquilidad; había que darle algo de emoción al asunto, así que el día del festivo opté por dejarles un regalito en el plato de la comida. El regalito era un diente. Sí, un diente. Total, tengo muchos y sabía que yo voy a seguir comiendo estupendamente pero a ellos les valdría para preocuparse.

Como ese día era fiesta, tuvieron que quedarse con la intriga de qué habría pasado hasta el día siguiente, no sin antes recoger la prueba del delito para enseñarla en la clínica al día siguiente. Les faltó recogerlo con pinzas y ponerlo en una bolsita transparente. También pensé que iba a venir el Ratoncito Pérez, lo cual me hacía bastante ilusión porque, en el caso de los felinos, el regalito cuando viene el Ratoncito Pérez es el propio ratoncito. Pero no vino, el muy cobarde.

Reconozco que la parte de tener que ir al veterinario no fue la mejor de mi plan, pero a veces hay que hacer ciertos sacrificios si queremos angustiar a nuestros humanos. Tuve que soportar que una veterinaria (bastante más simpática que el que está por la mañana y se lleva mal con la bruja, todo hay que decirlo), me abriese la boca y me toquetease las encías. Ya que estaba, aprovechó para mirarme las orejas, los ojos, auscultarme y hasta meterme un termómetro por donde no me da el sol. Todo sea por hacer perder tiempo y dinero a los humanos.

El diagnóstico fue que no me pasa nada. Al parecer el diente ya debía de estar flojo de aquella vez que estaba mal de las encías hace un par de años (ya os lo conté y me da pereza buscar la entrada), así que lo terminé perdiendo. Dice la veterinaria que, en realidad, ya había perdido otro del que los humanos ni se habían percatado. Esto me gustó porque así se sienten malos padres, que no están a lo que tienen que estar.

Según dice la simpática (que cada vez me parece menos simpática), tengo las encías bien pero no estaría de más hacerme otra limpieza de boca en enero o febrero. Porca miseria… yo que pretendía salir airoso ahora ya sé que voy a empezar el año teniendo que ver batas verdes. Algo se rumoreó también de una analítica porque, al parecer, uno ya tiene edad de hacerse chequeos periódicos. Lo que tengo es experiencia, qué sabrán ellos.

También coincidió con el veterinario pedante en que estoy un poquito deshidratado por eso de ser bebedor de grifo, así que los convencieron para comprar una fuente pero la fuente da para otro post, así que eso ya os lo cuento la semana que viene.

Prrrrrr.

miércoles, 11 de octubre de 2017

Anuncios Pesadillescos CCXXII: De empollón a delincuente juvenil

Este lo vi hace un montón; mi percepción cronológica es de lo más exacta. Se había quedado por ahí perdido en mis apuntes del móvil, que es básicamente una notita donde me voy apuntando las rayadas que veo para que después no se me olviden. Por lo visto, con notita o sin ella las cosas igual corren riesgo de olvidárseme. Conclusión: mi sistema es una bazofia.

El producto en sí mismo ya ha pasado alguna vez por esta sección y consiste en un producto lácteo con cosas maravillosas que sirve para darnos mucha energía y tenernos a tope de power funcionando todo el día. La única diferencia es que, en este caso, es una variante pensada especialmente para los más peques de la casa.

Vemos a un niño con gafitas, ricitos y pinta de empollón (puedo decirlo porque yo he sido una niña con gafitas y pinta de empollona, aunque sin ricitos) sentarse a la mesa de la cocina, presto a desayunar. Su madre le pregunta si está listo para el colegio. El niño pone cara de terror y vemos cómo se imagina (se puede ver una imaginación, sí; es la magia del séptimo arte) sentadito en su pupitre, donde se amontonan montañas y montañas de deberes. Tan altas que atraviesan el techo. Entre las pilas de deberes, una maestra que parece la Señorita Rottenmeier, lo mira con cara de severidad.

Sale al patio y la niña rubia de pelo largo y pinta de niña bien que le gusta a nuestro protagonista, está con un niño con vaqueros ajustados con cadenita y chaleco vaquero sobre camiseta blanca. Conduce una bicicleta modelo “chopper”. Desconozco si esto existe o la han fabricado exprofeso para el anuncio pero es un auténtico horror. Sobre todo porque, en lugar de llevar pintadas unas llamaradas o algo así, lleva una especie de estampado de leopardo que le da un aire bastante choni y hace que el modelo “chopper” se convierta en modelo “chopped”. A las niñas bien siempre les han gustado los malotes (si es que a esto se le puede llamar “malote”).

En clase de karate o de taekwondo o lo que sea, el profesor decide que el contrincante del pobre niño sea el más grandote de la clase, que no parece tener especial predilección por nuestro infante.

Ante semejantes perspectivas, el niño vuelve a la realidad y se toma el mejunje. El cambio es asombroso. Cruza el jardín sin importarle mojarse con los aspersores, ataviado con una chaqueta dorada y gafas de aviador que hubiesen hecho la delicias de Tom Cruise cuando “Top Gun”. La madre observa orgullosa desde la ventana cómo su hijo se ha convertido en un macarra y, al verlo de espaldas, comprobamos con horror que en la parte trasera de la chaqueta lleva estampado un dragón chino que, para más inri, tiene alrededor de su silueta una especie de neones que se encienden y se apagan al mejor estilo club de carretera.

Lo que cualquier madre desearía para su churumbel.

lunes, 9 de octubre de 2017

Crónicas Felinas CCXXIX: Fue peor el remedio

Marrameowww!!!

Como os adelantaba en el capítulo anterior, Munchkin había sentido un deseo irrefrenable de comer hierba y, ante su ausencia en este nuestro hogar, nuestros humanos salieron disparados a comprar, no sea cosa que el imberbe sienta algún tipo de carencia afectiva que le genere un trauma irreparable de por vida. Para que después digan que el mimado soy yo. No tenéis ni idea del infierno en el que vivo.

Pensaron los pobres ilusos que comprando las semillas, plantándolas y dejando crecer la planta para deleite del interfecto, el problema quedaría resuelto y podríamos recuperar la escasa paz que reina en esta casa.

Pero nada más lejos de la realidad porque la adquisición de las semillas no trajo sino problemas añadidos. Ya sabemos que los humanos no tienen muchas luces por lo que el consorte, en lugar de dejar la bandejita plástica en la habitación prohibida de los secretos misteriosos (que es como llamamos nosotros al cuarto de invitados porque nunca nos dejan entrar ahí por si viene de visita un alérgico; porque piensan los muy atolondrados que habrá alguien deseando verlos), la deja en lo alto del mueble del salón, que es donde estar.

El resultado es de fácil deducción. Mi compañero de batalla se ha pasado días desquiciado, mirando hacia arriba y maullando, desoyendo los comentarios acerca de la paciencia que supone la agricultura.

Creció. Un poco. Dicen los humanos que lo suyo sería esperar un poco más pero columbro que ya empezaban a estar un poco hartos de tanto maullido sin sentido.

Y aquí viene otro problema más. A mí no me vuelve especialmente loco esa planta pero me gusta, así que si la bajan para que la engullamos, yo también quiero engullir. Pero Munchkin desconoce el verbo “compartir”, por lo que su técnica consiste en apoyar la pata encima de la planta para no dejarme libre ningún hueco sobre el que pueda yo ejercitar mi mandíbula. Lo único divertido viene cuando los humanos intentan retirarnos la bandeja y el imberbe tira arañazos a diestro y siniestro para evitar que se la lleven. No lo consigue nunca pero, al menos, desparrama por el suelo una cantidad interesante de tierra y hasta alguna semilla no eclosionada, lo que les obliga a barrer más veces de las deseadas (el número de veces deseado es cero, por si lo dudabais).

Pero, quitando ese momento, he de decir que me fastidia que no me deje comer. Yo soy muy bueno pero hasta que me tocan el hocico. Así que me peleé con él. Últimamente andamos a la gresca todo el día. Bien sé yo los motivos pero no los desvelaré porque luego la bruja me lee y prefiero que viva comiéndose el tarro, pensando si la culpa la ha tenido ella por mala madre.

Torturar a la bruja ya cansa porque supone mucho ejercicio de imaginación, así que he optado por dejar que se auto-torture y así ya me da el trabajo hecho.

Ser maquiavélico y vago no son cualidades excluyentes.

Prrrrrr.

jueves, 5 de octubre de 2017

Reflexiones “made in Álter”

Una situación que viví hace un tiempo me hizo reflexionar. Bueno, yo lo llamo “reflexionar”; la gente normal como vosotros lo llamaría “una ida de olla”.

Mi trabajo queda bastante cerca de mi casa pero tiene la desventaja de que está muy mal comunicado. En su esquina únicamente para una línea de autobús por lo que, en caso de perderlo, tengo que caminar aproximadamente setecientos metros desde una conocida calle de Madrid, por la calle de mi trabajo. Pues bien, mi rutina es la siguiente: tomo un autobús en la esquina de mi casa y, cuando llego a cierta parada de la calle conocida (la llamaremos “parada estrella”), que es desde donde parte el autobús que pasa por la esquina de mi trabajo, me fijo si está por pasar (llevo preparada una aplicación en el móvil que me avisa del tiempo de espera para tal fin). En caso afirmativo, me bajo en esa parada y me espero al que me deja bien. En caso negativo tengo dos opciones:

A) Si el autobús que me deja en el trabajo está en esa parada, me espero dentro de mi autobús (porque más vale autobús en mano que ciento rodando) y, si lo adelantamos, me bajo en la parada siguiente y lo engancho ahí.

B) Si resulta que es mi ansiado autobús el que nos adelanta a nosotros, pues ya doy la batalla por perdida y me bajo dos paradas más adelante (la llamaremos “parada de consuelo”), hasta la esquina dela calle importante con la calle de mi trabajo, y ya desde ahí camino los dichosos setecientos metros.

 El caso es que, como la primera parada del autobús que me deja bien es la “parada estrella”, suele quedarse ahí un par de minutos parado hasta que inicia el recorrido por lo que, un buen día, llegaba yo en el que había cogido en mi casa y vi llegar el segundo autobús. Conté con que iba a estar un poco parado, por lo que me daba tiempo a bajarme y hacer el trasbordo ahí mismo. Se ve que justo ese día, mi segundo autobús llegaba con la hora pegada a las posaderas, por lo que, según subió la gente, arrancó y me dejó ahí, con cara de pánfila (con mi cara de siempre, vaya). Desde la “parada estrella” hasta mi trabajo tiene que haber más de un kilómetro. Vi en los cartelitos que anuncian los tiempos que faltaba apenas un minuto para que pasase otra línea que me deja en “parada de consuelo” y, al menos, con eso me ahorraba un trecho.

Pero no lo esperé. Fui andando desde ahí hasta mi trabajo, poseída por una sensación de autosuficiencia que no soy capaz de explicar. En serio, ¿por qué hacemos esas cosas? ¿A qué se deben esos momentos de orgullo estúpido donde el único damnificado sigues siendo tú pero aun así sientes qué has llevado a cabo una terrible venganza contra vete a saber quién. 

Y esa era mi reflexión. Ya veis qué profunda. 

miércoles, 4 de octubre de 2017

Anuncios Pesadillescos CCXXI: Qué engañados nos tenía

Hace tiempo que dejé de verlo pero, como lo tenía en la lista, pues vamos allá. De todas formas, como los anuncios van y vienen como el Guadiana, tampoco me sorprendería volver a verlo en la pequeña pantalla el día menos pensado.

El anuncio empieza con un plano de la ciudad de Nueva York donde vemos el pedestal de la Estatua de la Libertad. Sólo el pedestal porque, tal como nos indica el cartelito que simula un boletín especial de noticias, la estatua en sí misma ha desaparecido. Ay, madre, ¿qué habrá pasado? Ya la hizo desaparecer David Copperfield en su día y nadie armó tanta alharaca pero esperemos a ver cómo se desarrollan los acontecimientos.

Vemos cómo la multitud se agolpa en las inmediaciones intentando comprender qué ha sucedido. Hay una chica que, al verlo, se quita los cascos de su reproductor de música. Esto es algo que hago yo muy a menudo. Cuando tengo que ver algo con atención me quito los cascos como si estar utilizando los oídos mermase mi sentido de la visión. Habría que estudiar este fenómeno pero esto ya lo dejaremos para alguno de mis posts reflexivos y sesudos de los jueves, que si no me voy a ir por los cerros de Úbeda y ya sabéis que yo soy muy de ceñirme al tema y no irme nunca por las ramas.

Finalmente, la encontramos. Está sentada (sí, sentada porque no sólo ha desaparecido sino que ahora también se mueve aunque, curiosamente, nadie hace mención a este fenómeno) en medio de una avenida. Se seca el sudor de la frente con el dorso de la mano y se abanica con la Declaración de Independencia que lleva siempre en la mano izquierda. De repente, estira la otra mano y coge un vaso con un brebaje con potasio y magnesio destinado a recuperar la energía (que no se sabe por qué está en una mesita en medio de la calle, con un cartelito de la marca y todo). Se lo bebe y, acto seguido, se incorpora y vuelve a ocupar su sitio en el pedestal. Eso sí, ahora, en vez de la consabida antorcha que suele sujetar con su mano derecha, ahora lleva  el vaso con el complemento alimenticio, destripando siglos de simbología.

Todo el mundo aplaude de lo más feliz y aquí termina la cosa. Todo esto me hace pensar que, tal vez, la estatua que estamos acostumbrados a ver sea en realidad una estatua viviente de estas que pueblan nuestras calles y parques. Vale, tendría que ser una mujer altísima pero cosas más raras se han visto, dejadme divagar en paz.

De ser cierta mi teoría, ahora entiendo cómo consiguió Copperfield hacerla desaparecer. Estaban compinchados desde el principio y no tuvieron más que idear un plan para que ella escapase por algún túnel situado estratégicamente, dejándonos a todos con dos palmos de narices.

De todas formas, cuando vaya a Nueva York pienso dejarle ahí unas moneditas porque ese sí que es un trabajo sacrificado. 

lunes, 2 de octubre de 2017

Crónicas Felinas CCXXVIII: Antojos felinos

Marrameowww!!!

Munchkin a veces tiene asociaciones de ideas muy extrañas. Supongo que recordaréis que en ocasiones anteriores os he hablado de una hierba que nos dan de vez en cuando (no la droga psicotrópica de la que os hablaba la semana pasada; la otra, la que nos plantan en una bandejita de plástico y nos dan a modo de golosina). Si no os acordáis, pues rebuscad por ahí entre mis entradas; los gatos somos vagos y no me apetece ahora mismo ponerme a buscar enlaces para haceros la vida más fácil, como si no tuviera mejores cosas que hacer.

A lo que iba, que de vez en cuando estos humanos nuestros plantan unas semillitas en una bandejita de plástico que colocan en la parte alta de una estantería para que no podamos destrozar la planta en dos asaltos y, un par de veces al día, nos la ofrecen como un manjar de los dioses para nuestro deleite. A mí no es que me haga tanta gracia, la verdad. Le recorto un poco las puntitas con los dientes, como si fuese una podadora felina, y con eso ya me doy por satisfecho pero el imberbe arranca la hierba de raíz a bocado limpio porque nunca se ha podido decir que sea un gato fino y educado; y eso que viene de un barrio más pijo que yo. Está claro que la clase es algo con lo que se nace y lo que natura non da, Salamanca non presta.

Hace un tiempo largo que no la compran. No sé si están ahorrando para algún evento especial o que son unos seres insensibles que ya ni se preocupan por nuestro bienestar y nuestros placeres terrenales pero, al parecer, hace unos días Munchkin tuvo un antojo irrefrenable. Estaba tan campante subido a la mesita de centro, que es su actividad favorita porque desde ahí le tapa la tele a la bruja cuando está tumbada en el sofá, lo que la obliga a tener que incorporarse y consumir en el proceso un par de calorías que posteriormente compensará con una bolsa de patatas fritas porque es una glotona y después se queja de que ha engordado pero me pregunto yo que cómo no va a engordar si va en autobús hasta para coger el autobús y pasa el día comiendo porquerías… Me estoy desviando, ¿verdad? Como iba diciendo, estaba Munchkin en la mesa y, sin que se sepa hasta hoy el motivo, se bajó y se fue directamente a la estantería, mirando en la dirección donde suelen poner la bandejita de plástico y maullando a todo maullar.

La bruja intentó explicarle en un par de ocasiones que no había hierbita de esa pero él respondía con maullidos cada vez más lastimeros. No sabemos si es que está pasando por algún cambio hormonal, lo cual le hace tener caprichos gastronómicos.

Los humanos han decidido comprar hierba pronto. No por caridad sino porque dice la bruja que pasa de que no la dejen ver la tele en paz.

Prrrrrr.