Como bien sabe la mayoría de vosotros, soy un ser por demás
friolero. Y en invierno, más.
Os dejo aquí un ratito para que os tronchéis de risa con el
pedazo de chiste que acabo de soltar con el único fin de iniciar el fin de
semana con alegría y buen humor. Insértese redoble de tambores rematado con
platillo al gusto.
Venga, ya, que sé que soy genial pero no es para tanto. Dejemos
algo para los monologuistas profesionales, que luego se me ponen celosos ante
mi derroche de talento.
El caso es que el otro día me dio por pensar en los
esquimales. En primer lugar, no sé yo en qué estaría pensando esta gente el día
que decidieron asentarse en el polo norte. Es decir, el género humano viene de
África, donde en general hace calor y se está a gustito y tal. Como la gente no
se puede estar quieta, empezaron a menearse en todas direcciones. Algunos se
quedaron al Sur y otros empezaron a subir. Hasta llegar a Suiza lo puedo llegar
a entender, haciendo un esfuercillo. Más para arriba ya no, oye. Y éstos
llegaron a Finlandia y aún les pareció que hacía calor y siguieron subiendo
¿Dónde pretendían llegar? ¿Iban a dar la vuelta al mundo en plan pionero pero
decidieron montar ahí mismo un iglú para pasar la noche y, como estaban
cansados, se quedaron unos cuantos siglos más para reponer fuerzas o qué pasó
ahí? Para mí es un misterio tremendo. No sé en qué cabeza cabe que un buen día
llegaran al Polo y dijeran, “Oye, mira, pues aquí está bien para vivir, ¿no?
Parece tranquilito, tenemos vistas al mar y no hay vecinos”. O estaban muy
locos o había por ahí un agente inmobiliario que era la repera y vete tú a
saber cómo les pintó el panorama para que pareciera apetecible.
Y todas estas dudas que me asaltaron, me llevaron a
plantearme la cuestión definitiva. ¿Habrá esquimales frioleros? ¿Qué hubiera
sido de mi vida si me hubiera tocado en suerte ser esquimal? Ya me imagino
diciendo, “ay, me voy a echar una piel de oso por los hombros, al menos, que
parece que refresca” y todo el iglú riéndose en mi cara diciendo “No dirás que
tienes frío, ¡¡¡que estamos a cero grados!!!
Hace un calor que se nos derriten los casquetes y la tía rara ésta con
una piel de oso por la vida”. Está visto que yo estoy destinada a ser la rara
dondequiera que vaya. Hubiera sido la primera esquimal friolera de la historia.
Menos mal que tengo poco sentido del ridículo, sobre todo en lo que tiene que
ver con cuestiones climáticas, así que yo me quedaría tan a gusto envuelta en
mi piel de oso y ya pueden reírse mientras beben batido de morsa con hielo. Lo
bueno de vivir en el Polo es que no hay que ir a la gasolinera a por hielo
cuando hacen fiestas.
Estoy hoy que lo tiro, ¿eh?