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miércoles, 28 de febrero de 2018

Anuncios Pesadillescos CCXXXVII: Nada, que no lo pillo

¿Hace mucho que no traigo un anuncio de coches o es  impresión mía? Esto hay que solucionarlo, así que hoy os traigo uno porque la industria automovilística siempre ha dado grandes momentos a esta sección.

Creo que la idea central del anuncio es que puedes ser lo que tú quieras, así que nos van dando una lista de diferentes actividades y el ejemplo de cómo el coche en cuestión puede ayudarnos en tal menester.

La primera categoría es “especialista”, así que vemos a uno que desciende en paracaídas aterrizando limpiamente en el asiento del copiloto a través de la abertura del techo. La conductora ni se inmuta. Debe estar hasta las narices de hacer la misma gracia una y otra vez. Eso suponiendo que ya conociera de antes al paracaidista porque, de no ser así, envidio profundamente los nervios de acero de esta mujer.

El “equilibrista” es un padre llevando a  un niño en una mochila ergonómica de estas con otros tres niños correteando a su alrededor. No sé si se refieren a que para llevar a un niño en una mochila sin tropezar con los restantes hay que tener mucho equilibrio o a eso de hacer malabares atendiendo varias cosas al mismo tiempo. No lo pillo bien.

El “aventurero” se tira al agua desde un acantilado. Que digo yo que también puede haber llegado ahí en autobús pero se ve que es fundamental el coche que uses para saltar desde un acantilado.

A partir de aquí se ve que se les terminaron las ideas porque nos dan categorías que pueden darse hasta sin medio de transporte alguno como “juerguista” (tres chicas que van meneando la cabecita en el coche al ritmo de una canción que han  puesto en el móvil); “caballero” (un señor con bigote con un ramo de flores en la puerta de una casa); “animalista” (un montón de cachorritos adorables en el maletero), “guerrero” (uno que juraría que es el caballero de antes pero sin bigotillo, que hace volar por los aires a un luchador mexicano y sigo sin entender qué relación tiene con un coche); “solista” (uno en el asiento de atrás haciendo como que toca un instrumento o dirige una orquesta, no lo tengo muy claro), “surfista” (guardando la tabla en el coche) y ya, por último, “vaquero”, donde nos muestran el coche seguido por una cuadrilla de rudos machotes a caballo, revoleando sus lazos. Ya se sabe que para ser vaquero tener un caballo no es fundamental pero para plantarse en la puerta de alguien con un ramo de flores en la mano y carita esperanzada sí es imprescindible tener coche. Me recuerda a una persona que conocí que quería hacer el camino de Santiago en coche. Podrían haber añadido “peregrino” a la lista de categorías pero no rimaba con nada porque, por si acaso no habíais caído en la cuenta, las categorías riman.

Porque ya se sabe que todo lo que rime siempre parece que está más trabajado, aunque no tenga sentido alguno. 

lunes, 26 de febrero de 2018

Crónicas Felinas CCXLIV: ¿A la cuarta va la vencida?

Marrameowww!!!

Como bien sabéis, Munchkin es de lo más tiquismiquis con el asunto del antiparasitario. Mientras yo me tomo la pastilla sin hacer apenas escándalo porque así termino antes con el sacrificio y puedo disfrutar de mi premio en forma de latita rica, con él lo han intentado ya absolutamente todo.

La primera opción fue, lógicamente, la pastilla; pensando ilusamente que se la iba a tomar de tan buen grado como un servidor o, al menos, que tras un poco de lucha iban a ser capaces de pasársela por el gaznate como hacían con el difunto Luhay. Creo que esto lo consiguieron una o dos veces cuando era apenas un cachorro. A partir de ahí mejoró  su técnica y, a día de hoy, cierra la boca en banda, tira zarpazos a diestro y siniestro y no hay manera de que se meta eso en la boca (si os lo estáis preguntando, no, el veterinario tampoco puede).

Así que pasaron a llevar al veterinario al imberbe para que le diera un antiparasitario en pasta. Al principio, medianamente se tragaba aquello pero, después de un par de visitas, decidió que ya estaba bien de que le pusieran una jeringuilla en la boca, como quien rellena un pavo, así que tuvieron que pasar directamente al pinchazo en el culo. Claro está que esto no le gustaba nada, así que en la última visita que realizó al veterinario, montó tal escándalo que pensaron que tenían que buscar alguna otra solución.

La solución llegó en forma de pipeta que se aplica sobre la nuca. Bueno, solución para los humanos porque se ahorran el trago de tener que llevarlo al veterinario a pasar vergüenza con las que lía en la consulta. Para Munchkin no es mucha solución, ya que no le gustó nada que lo cogieran, lo inmovilizaran y le pusieran un líquido donde no se puede lamer. Para colmo, lo tuvieron un rato separado de mí porque tenían miedo de que yo (que sí podía lamerlo) me dedicase a degustar el antiparasitario, como si no tuviera mejores cosas que hacer.

Así que, en principio, podría decirse que la operación fue un éxito, de no ser por la salvedad de que el jovenzuelo (ya no tan jovenzuelo,  a estas alturas, pero para mí es un chaval) parece ser que se ofendió por este ataque a traición. Se pasó un par de días ignorando abiertamente a los humanos. Hasta se dejaba comida en el plato, él que suele ser de devorarlo todo en cuanto se lo ponen delante. Después se lo terminaba porque se ve que una cosa es estar ofendido y otra quedarse con hambre pero se ve que esa era su manera de hacer ver su profunda indignación  y su desacuerdo con la forma que habían tenido de manejar el tema.

Ahora ya ha vuelto a comer de una sentada pero ya veremos si a la próxima ocasión en que quieran aplicarle la porquería esa, tienen tanto éxito.

Ya os lo contaré dentro de tres meses.

Prrrrrr.

jueves, 22 de febrero de 2018

Envidias culinarias

La semana pasada al churri le tocó turno de tarde en el trabajo. Eso significa que ni nos vimos en toda la semana. Bueno, sí nos vimos pero en estado catatónico porque, cuando yo me iba a trabajar, él estaba más que frito y, cuando él volvía, la que roncaba como un cerdo dormía angelicalmente era yo.

Los viernes tenemos la costumbre de pedir hamburguesas a domicilio. Es nuestro momento de comer porquerías, dando por iniciado un fin de semana de desenfreno y poco aprecio por nuestra salud. Por tanto, los viernes que él sale de trabajar a las once de la noche, yo lo espero en casa (medio en coma, pero lo espero) y él me llama cuando está a un par de paradas de casa para que yo vaya haciendo el pedido y así el señor hamburguesero llegue más o menos al mismo tiempo que el churri.

El caso es que el viernes pasado se quedó terminando unas cosas y salió más tarde, por lo que me dijo que mejor se pasaba él directamente por la hamburguesería y las traía. Nos pusimos a mirar cuánto tardaba el autobús que tenía que tomar para ir al local y después venir andando con las hamburguesas y vimos con horror que el último bus ya había pasado. Gentilmente se ofreció a ir andando desde el metro hasta la hamburguesería y desde ahí volver para casa. No es que quede en el quinto pino pero entre la ida y la vuelta es un paseo y me dio como penita. Así que le dije que yo no me había comido lo del mediodía (consistente en pescado con calabaza y judías verdes) porque me había comido un pincho de tortilla en el trabajo y había vuelto sin hambre, por lo que yo podía cenar eso y le pregunté si él tenía algo para cenar. Dijo que sí, que algo encontraría, por lo que quedamos en eso.

Me sentí muy buena persona por haber renunciado generosamente a mi hamburguesa con tal de que él pudiera llegar antes a casa y no anduviese pateando todo el barrio con este frío. Lo malo fue que, cuando él llegó, yo me calenté mi pescado y él para cenar se sacó unos cuantos quesos y pan tostado y se preparó ahí un picoteo maravilloso en un momento. No desmerezco en absoluto el pescadito y la verdura pero confieso que lo miraba de reojo con bastante envidia porque él sí estaba comiendo cosas con grasa y yo ahí con mi pescadito y mi calabaza. Hasta les daba queso a los gatos, a quienes yo miraba con mucho recelo. En una de estas me preguntó “¿Quieres un trocito de queso?”. Contesté que no, evidentemente. Mi orgullo me hizo fingir que estaba yo de lo más a gusto comiendo comida sana pero en mi fuero interno esperaba que el queso le diera estreñimiento o algo.

El sábado pedimos hamburguesa porque yo tenía que desquitarme.

La mía la pedí con doble de queso.

miércoles, 21 de febrero de 2018

Anuncios Pesadillescos CCXXXVI: La Pollock de los cereales

Una vez más, el anuncio que buscaba sólo lo he encontrado en versión italiana. Creo que mi operador de Internet cada día me da ip´s más extrañas pero como, en realidad, es exactamente el mismo anuncio que vi en España pero en italiano, me ha valido para poder destriparlo. A ver si os creéis que me voy a dejar amilanar por algo tan tonto como una pequeña barrera idiomática.

A esta marca de cereales ya la he traído más de una vez a esta sección pero se ve que no se cansan de hacer cosas raras. En esta ocasión, un letrero nos anuncia que nos va a enseñar “El arte del desayuno”, sea lo que sea eso.

Según nos cuenta la voz en off, el desayuno es un arte y, con estos cereales puedes decidir tú mismo qué crear. Las imágenes nos muestran a una chica observando de cerca un copo de avena (o de lo que sea eso) muy de cerca; como buscando en él las respuestas a todos los misterios de la vida. El plano se abre y vemos que está en el medio de un montón de hileras de frutas, yogur y otras cosas que no atino a ver que son. Es decir, es como si ella fuese el sol y desde sus pies saliesen los rayos, formados por cuenquitos.

Ahí se vuelve un poco loca. Toma en sus manos una caja de cereales y vierte su contenido sobre los tazones en un movimiento de barrido. Es como Pollock pero en versión culinaria. Los copos de cereal vuelan libres hasta que caen sobre el yogur, la fruta y demás cosas, creando un contraste de colores (y sabores) que harían las delicias de cualquier crítico (no sé si de arte o de cocina, pero crítico al fin y al cabo).

Luego sale un tío que está buenísimo echando copos con las manos en un cuenco. No hace nada especial. Pero no lleva camiseta, así que no me molesta en absoluto su presencia. La miel desafía la ley de la gravedad, subiendo desde no sé bien dónde en hilillos como estalagmitas.

Luego, en una copa con más yogur, cereales y fruta, la chica del principio pone una mora en lo alto del todo, como coronando su obra maestra y nos dicen que la creatividad se desarrolla con el arte de estos cereales.

Luego la vemos de pie con un tazón en la mano, comiendo a dos carrillos. Un tazón que habrá recogido del suelo, supongo. Vemos que el sol entra a raudales por la ventana y es ahí cuando comprendo cómo esta muchacha se levanta tan inspirada. No tiene que empezar su jornada a las cinco de la mañana como una servidora. Porque os puedo asegurar que a las cinco de la mañana toda mi creatividad se limita a poner café y leche en una taza y calentarla en el microondas.

Cuando entraba a trabajar a las tres de la tarde, hasta tostadas me hacía. Era toda una artista. 

lunes, 19 de febrero de 2018

Crónicas Felinas CCXLIII: El significado de los sueños

Marrameowww!!!

Pese a que soy de buen dormir, como todo buen gato que se precie, tengo que decir que últimamente, no sé si por la edad, estoy teniendo sueños muy raros. No especificaré cuáles porque prefiero que los humanos sigan haciendo sus elucubraciones intentando adivinar qué será lo que sueño pero os cuento lo que ellos ven, para que vosotros también podáis establecer vuestras teorías y así me echo unas risas.

Tenemos un castillito que os enseñé inicialmente en este post. Con el tiempo ha ido perdiendo pisos porque nos hemos ido cargando palotes de esos, a base de dar saltos sobre su superficie pero a día de hoy aún sobreviven las dos cestitas, aunque colocadas a una altura más baja. Munchkin y yo hemos decidido de común acuerdo (o tras unos cuantos zarpazos de lucha territorial, no lo recuerdo bien) que a mí me corresponde la cestita más alta y a él la más baja. Esto es algo evidente si tenemos en cuenta que el rey de la casa soy yo. No voy a dejar que cualquier advenedizo venga a usurparme el trono.

Pues bien, hace ya algunos días que estamos los dos durmiendo plácidamente, cada uno en su cestita, cuando yo de repente me despierto dando maullidos, bajo a la plataforma central (en la nueva disposición del castillito, la cestita de Munchkin queda directamente sobre la plataforma y la mía donde antes estaba la cuevita, para que os hagáis una idea) y muerdo al imberbe en el cuello, que suele despertarse sobresaltado y mirarme fijamente como preguntado “¿A ti qué leches te pasa y por qué me despiertas de estos malos modos?”. Acto seguido, me vuelvo a subir a mi cesta y ambos volvemos a entregarnos a los brazos de Morfeo.

Esto ha sucedido en tres ocasiones (que los humanos hayan visto) y ellos piensan que me da por rememorar la casa de los padres del consorte, cuando yo me dedico a maullar y morder a Munchkin en el cuello para disuadirlo de sus locas ideas de salir a la terraza. Si os apetece leer la historia completa de esa terraza, podéis hacerlo pinchando aquí. Si sois vagos, os cuento la versión resumida: En la terraza de los padres del consorte hay mucho ruido y no es como la nuestra que tiene cristal por todas partes. Esa es abierta y da mucho miedo. Y, si a mí me da miedo, a él también tiene que dárselo; por lo que le prohíbo terminantemente salir ahí  y, como soy el rey de la casa (por si no lo había mencionado), él me hace caso y se queda dentro.

Y ahora es cuando toca que vosotros lancéis todo tipo de teorías absurdas sobre cuál será la temática de mis sueños. No hay premio ni nada pero como sólo yo conozco la respuesta y no la pienso desvelar, pasaré un rato entretenido leyendo vuestras chaladuras. ¿Y qué mejor premio podéis tener que saber que habéis entretenido al dueño y señor de la blogosfera?

Prrrrrr.

jueves, 15 de febrero de 2018

No gané pero gané

Como muchos de vosotros sabéis, entro a trabajar a las siete de la mañana. Una hora muy agradable para entrar a trabajar, sobre todo ahora en invierno, con lo a gusto que se estaría en la camita bajo el edredón nórdico.

A eso de las nueve hago un break con un grupito de compañeras para tomarnos un café. Como en ese grupito hay fumadoras y no fumadoras y yo pertenezco a las primeras, me suelo quedar fuera un ratito (sí, con toda la rasca porque el vicio no entiende de estaciones) y las que no fuman y son más sensatas se suelen subir antes para no pelarse de frío en la calle.

El caso es que, una mañana de estas, cuando ya iba subiendo, recibo una llamada de una de las compañeras no fumadoras. Me sorprende que algo sea tan urgente como para que no pueda esperar a verme arriba, así que atiendo con cierta preocupación y me suelta “¿Cuándo es tu cumple?”. Me quedo un poco sorprendida con el hecho de que esto requiera una llamada telefónica pero respondo “El 14 de mayo”. Se vuelve loca con mi respuesta y me dice “Pues sube rápido, que en la radio sacan cada día una fecha al azar y si has nacido ese día y tu llamada es la número 100, ganas 10.000 euros; y hoy ha salido el 14 de mayo”. Uyyyyy, creo que nunca llegué tan rápido a mi puesto de trabajo.

Llego, móvil en mano, me dan el número de teléfono y empiezo a llamar hasta que se cumple el plazo. No, no gané nada. Ganó una de A Coruña que no sé quién la manda nacer un 14 de mayo.

Y diréis, “pues vaya porquería de anécdota” pero no. Ahora viene la parte interesante. No sólo estaba llamando yo. En un momento tenía como a diez compañeros llamando desde sus móviles a ver si sonaba la flauta. Vamos, que espontáneamente se montó allí un call center. Y, en ese sentido creo que gané mucho aunque el precio no fuera dinerito. Me pareció algo muy bonito que la gente, desinteresadamente y sin que yo les hubiese pedido nada, haya puesto su granito de arena para intentar que yo ganara. Gente así vale un potosí así que, en lugar de frustrarme por no ganar, terminé el día muy contenta.

Una compañera, presa de los nervios, marcó mal y, cuando nos dijo “el mío da tono”, a mí casi me da un ataque. Luego constatamos que del otro lado de la línea su interlocutor no entendía nada de lo que le decía ella acerca de un premio de 10.000 euros.

Por la tarde le comenté al churri “Pues hoy podía haber ganado 10.000 euros”, a lo que me respondió “¿Y no ganaste?”. A ver, alma de cántaro, ¿tú te crees que si hubiera ganado no te hubiese llamado un minuto más tarde con un ataque de histeria considerable gritando “¡He ganado 10.000 eurooooooos!”. 

Qué poco me conoce después de diez años. 

miércoles, 14 de febrero de 2018

Anuncios Pesadillescos CCXXXV: ¿Este es nuestro futuro?

La cámara hace zoom sobre la fachada de un edificio de soluciones auditivas. A continuación, nos encontramos en el interior, donde dos señores rememoran sus años mozos.

Uno de ellos indica que son amigos desde niños y que, cuando cumplieron 16 años, ambos se compraron la misma moto. El otro acota que la historia es cierta pero que la suya era más rápida. Noto aquí una gran inexactitud o, al menos, un uso no adecuado del lenguaje. Si se compraron la misma moto significa que sólo había una moto y la compartían, por lo que la moto del Señor 2 no podría ser más rápida que la del Señor 1.

Supongo que la imprecisión lingüística hace en realidad referencia a que se compraron el mismo modelo de moto. Y si era el mismo modelo tampoco me entra mucho en la cabeza que una de ellas pueda ser más rápida. Tal vez la moto del Señor 2 estuviera trucada porque el Señor 2 era un malote (no tiene mucha pinta de malote pero vete a saber cómo era este hombre a los 16 años; habría que investigar su pasado).

En fin, seguimos. El Señor 1 dice que, cuando descubrió que el Señor 2 también tenía un problema de audición, lo acompañó al centro este, por lo que ahora ambos llevan una solución auditiva. Ojo, que usa el verbo “descubrir”, lo que quiere decir que hasta el momento nadie había dado aviso de que el pobre Señor 2 no se enteraba de nada cuando le hablaban. Vamos, que sus hijos y nietos andarían muertos de risa diciéndole tonterías para comentar entre ellos “¿Ves cómo no se entera?”. Por ese motivo es que yo conservo a mis amigas de la infancia. No se puede confiar en nadie más.

Bueno, pues el caso es que el Señor 2 vuelve a confirmar la historia de Señor 1 pero matizando que la suya es más moderna y se conecta al móvil. Vamos, que puede escuchar el  Carrusel Deportivo directamente con el aparatejo ese. Desconozco si, al cumplir años, volvemos a esa costumbre que tienen los niños de competir por todo o que estos siempre han sido así de cansinos toda la vida.

¿Vamos a acabar así todos? ¿Me acordaré de una muñeca que tenía a los ocho años y les restregaré a mis amigas que la mía hacía popó? Porque tenerla, la tenía, así que tendré que reservarme esa baza, por si acaso.

Ante el nuevo ataque de “Puesyomasismo”, su amigo le palmea la espalda y, acto seguido, interviene una doctora (o no sé si es doctora; una que se supone que trabaja ahí), diciendo que esta es la nueva generación, que elige seguir disfrutando de su vida y ya nos cuenta las bondades de estos centros auditivos y todas esas cosas que ya no tienen gracia.

Creo que los ha interrumpido antes de que se den de leches y terminen montando ahí la de San Quintín, con lo feo que queda eso en un anuncio. 

lunes, 12 de febrero de 2018

Crónicas Felinas CCXLII: Un pasito más a la dominación mundial

Marrameowww!!!

Ya sabéis de sobra que los gatos somos muy maniáticos. O tal vez no seamos realmente maniáticos y sea simplemente que disfrutamos inventándonos manías para sacar de quicio a nuestros humanos. Festejan entre risas algo que catalogan como “divertidas manías” pero realmente son planes maquiavélicamente elaborados.

El caso es que hemos encontrado una nueva gracia para poner en práctica a la hora de la comida y quiero compartirla con los compañeros felinos que me leen, porque ya se sabe que yo, de a poco, me estoy convirtiendo en una especie de coach para el fastidio humano.

Ya os he contado varias veces que nos encanta levantar tempranito a los humanos el fin de semana para que nos sirvan la comida. Empezamos arañando o dando cabezazos (Munchkin araña y yo doy cabezazos porque es sabido que el éxito de una empresa radica en el reparto de tareas y en aprender a delegar responsabilidades). Cuando nos echan del dormitorio yo saco a relucir mi maullido barítono hasta que finalmente se cansan y alguno de ellos (o ambos, como sucedió el sábado pasado en lo que podríamos calificar como un éxito rotundo de la misión) sale ojeroso a servirnos el alimento.

A partir de aquí, el truco consiste en abalanzarnos sobre el plato como si no hubiera un mañana. Munchkin en la cocina y yo en el salón con la puerta convenientemente cerrada para que no nos robemos comida (aunque yo aprovecho mientras Munchkin, que siempre es el primero en ser servido, come, para ir robándole granitos de pienso con la pata mientras me sirven a mí, dilatando el proceso ya que deben parar a regañarme). Pues bien, cualquiera diría que nos vamos a comer el plato de una sentada pero nada más lejos de la realidad. La gracia está en comer un poco y pasar del tema para que el humano de turno nos retire los platos.

Una vez que ambos platos están a buen recaudo, comenzaremos a maullar mirando hacia el sitio donde han sido depositados, a fin de que el humano los saque nuevamente pero esta vez, Munchkin pedirá la comida en el salón y yo en el pasillo porque nos gusta tener diferentes escenarios a la hora de comer.

Esto, como hábilmente habéis podido discernir, no sirve absolutamente para nada. Es decir, la comida no cambia de forma ni de sabor ni de nada pero tiene la ventaja de que es un elemento más para contribuir a la ya de por sí frágil estabilidad de la mente humana.

Y  así, queridos felinos, iremos haciéndonos poco a poco con el control mundial porque, ante todo, debemos tener siempre presente que esta es nuestra meta. Nunca perdamos de vista nuestro objetivo.

Si se os ocurren más métodos para hacer trastabillar la cordura humana y lograr que caigan rendidos a nuestros pies y nos adoren como los seres sagrados que fuimos en tiempo de los faraones (esos sí que sabían) podéis proponérmelos, que ya sabéis que yo siempre estoy abierto a sugerencias.

Prrrrrr.

jueves, 8 de febrero de 2018

Tarde 2.0

Hace unas tres semanas (sí, lo sé, sólo soy comparable a EFE o Reuters en cuanto a los cables informativos) Remorada y el Sr. Torres tuvieron a bien poner sus piececillos en los Madriles para asistir a la Expo de Harry Potter.

Por tanto, aprovechando la coyuntura, quedamos el día anterior a la Expo para comer juntos (porque yo en el fondo soy como ellos y siempre disfruto más de cualquier encuentro si tengo un buen plato de comida delante).

Ni qué decir tiene que disfruté muchísimo del encuentro. Hablamos, nos reímos, contamos anécdotas (Remorada tiene anécdotas para dar y tomar) y nos pusimos al día de nuestras vidas, ya que no la veía desde  hacía mogollón (creo que casi cuatro años, si las cuentas no me fallan).

Fuimos a una cadena de restaurantes que elegí porque me gusta, porque no está lejos del centro y porque llego rápido desde el trabajo. Pensé que les iba a parecer una cutrez que les propusiese comer ahí pero aceptaron el plan gustosamente y Remorada tuvo ocasión de comer un croissant a la plancha muy rico que hacen allí, con sus fresas y su plátano y, de postre, unas patatas gajo con salsas (no, no me he equivocado; el orden fue ése). Diréis que soy una cabrona por ventilar de esta manera las rarezas culinarias de Remorada pero ya le advertí que esto iba a ser relatado porque era demasiado jugoso como para no pasar a formar parte de mi blog.

Pena que, según leí en su página, al final la Expo no le gustó tanto como esperaba y pena también que les hablé de la exposición de Star Wars del Edificio Telefónica, fueron hasta allá y resultó que ya la habían quitado. Debo de haberles parecido una anfitriona horrible. Espero que no me hayan odiado mucho por ello. De momento parece que me siguen hablando.

Me hubiera gustado acompañarlos a una Escape Room porque ellos ya tienen un amplio recorrido en estas cosas y yo muero por ir a alguna pero el churri no podía venir por motivos laborales y no quería traicionarlo de semejante manera, disfrutando de la primera vez con alguien que no sea él… Aprovecho para hacerles publicidad y os cuento que han abierto una página maravillosa donde hablan de Escape Rooms y de comida ¿Qué más se puede pedir? Echadle un ojo pinchando aquí.

Y ya, como colofón, os cuento que tuve el inmenso privilegio de aparecer en una viñeta de su cuenta de Instagram, Brickcelona. Jamás pensé que fuese a verme alguna vez inmortalizada como un Lego pero aquí me veis (y hasta a Munchkin y Forlán también).

Brickcelona con Mi Álter Ego
Yo soy la del centro ¿A que salgo guapa?
Fuente: https://www.instagram.com/brickcelona/

El gorrito de Remorada se debe a que ese día era su cumple y, de entre todas las opciones del mundo, lo pasó conmigo. Sufrid, mortales.

Pues nada, que un placer inmenso y que estoy deseando verlos de nuevo en cuanto haya oportunidad. Que, desde que existe el AVE, Barcelona y Madrid están a la vuelta de la esquina. 

miércoles, 7 de febrero de 2018

Anuncios Pesadillescos CCXXXIV: Tan corto que apenas hablo de él

El que traigo hoy es muy corto. Pero muy, muy corto. No obstante, creo que pese a su longitud ha hecho méritos más que suficientes para pasar a formar parte de este recopilatorio que, según pasen los años, se terminará convirtiendo en un documento histórico que dejará constancia de la historia de la publicidad de las últimas décadas. Vale, no creo que eso suceda.

El caso es que, en esta ocasión, la cosa  va de una aplicación para encontrar pareja por Internet. Creo que a mí nunca me daría por buscar pareja por Internet pero oye, quien lo haga, todos mis respetos tiene. Lo que ya me parece más raro es que, en el anuncio, la chica le manda una canción a su candidato a través de la aplicación y le dice que, para hacerse merecedor de su amor, le da de tiempo hasta que termine la composición musical para encontrarla.

El chico sale corriendo por la calle, esquivando una marea de gente que, casualmente camina justamente en sentido opuesto. Corre y corre hasta que nuestro caballero de brillante armadura consigue llegar a la terracita donde se encuentra sentada tan tranquila su sádica doncella.  Y ahí termina el anuncio, ya os dije que era cortito como patada de chancho (que dicen en mi tierra).

Desconozco qué dimensiones tendrá la ciudad imaginaria donde se ambienta el anuncio pero, en una ciudad como la mía, el tiempo medio de tres minutos que dura una canción creo que no me alcanza ni para llegar al bar de la esquina. Sólo esperar el ascensor y bajar ya me consumiría unos dos minutos de tiempo. Ni que hablar si la terracita de marras queda en la otra punta de la ciudad y para llegar tienes que vértelas con metros, autobuses o trenes de cercanías. Creo que no lo conseguiría ni aunque la canción elegida fuese “Zwei Jahre in”, del grupo Phrasenmäher la cual, al parecer, ostenta el título Guinness a la canción más larga de la historia y dura la friolera de 90 minutos. Por si os lo estáis preguntando, no, no soy tan culta; me he documentado para la ocasión. De todas formas, la he estado escuchando y tiene algo pegadizo, aunque tengo que admitir que no he tenido paciencia para escucharla entera porque es repetitiva a más no dar. Eso sí, si podéis echadle un ojo al videoclip. Creo que aprovecharon a grabarlo un día que tenían que montar los muebles del Ikea.

Al final me he ido por las ramas y he dedicado más tiempo a hablar de los alemanes estos aficionados al bricolaje que a hablar del anuncio pero es que no hay más que contar, la verdad. Eso sí, como anécdota curiosa, os cuento que la primera vez que lo vi, echaron justo después un anuncio de preservativos donde nos decían que tuviésemos cuidadito con ése al que acabábamos de conocer porque podía tener clamidia.

Es lo que yo llamo una combinación desafortunada, aunque ambos anuncios casen bien entre sí. 

lunes, 5 de febrero de 2018

Crónicas Felinas CCXLI: De cuajadas y marmotas

Marrameowww!!!

En Madrid ha nevado. Copos como puños, decía la bruja, porque a exagerada no le gana nadie y le va mogollón hacer un drama de cualquier cosa. A mí es un tema que me da más o menos igual pero al imberbe le gusta que nieve porque, como ya os he contado en alguna ocasión, es la vieja del visillo oficial de esta casa y se pasa las horas muertas mirando por la ventana, así que cualquier cambio le viene bien para alterar en algo la monotonía del paisaje que suele contemplar. Esto es: los edificios de enfrente y la ropa tendida de los vecinos; supongo que soñará con enganchar con las uñas toda esa ropa tan fuera de su alcance.

Como decía, a mí el tema me da exactamente igual porque no soy tan cotilla y porque sé que mi vida va a seguir igual, calentito en casa, con mi pienso y mi cajón de arena. Sin tener necesidad de salir a la calle para nada. Pero tiene una ventaja y es que la bruja se pone de los nervios. Sois de sobra conocedores que es todavía más friolera que nosotros, así que ayer se pasó todo el domingo mirando por la ventana y diciendo “mira la que cae; ya verás mañana para ir a trabajar; espero que no cuaje”. Decía eso, “que no cuaje” como si la nieve fuera un postre. Confieso que no me enteré mucho de eso pero a ella le preocupaba sobremanera el tema de la nieve cuajada. Luego siguió diciendo cosas muy raras acerca de una marmota que había predicho seis semanas más de invierno y que qué depresión, que a ver si pasa pronto esta tortura y volvemos a disfrutar del solecillo y del buen tiempo porque encima así no se me seca la ropa y pone en la página de Meteorología que vamos a tener máximas de tres grados ¡De tres grados! ¿Cómo voy a sobrevivir yo a eso?

Siguió despotricando un rato largo pero llegó un punto en el que yo ya sólo oía blablablabla… porque, cuando se pone intensa con un tema, se pone MUY intensa y llega un punto en el que tienes que desconectar por el bien de tu salud mental. Creo sinceramente que eligió mal al churri. Tendría que haberse emparejado con el hombre del tiempo para darle la barrila constantemente preguntándole qué tiempo va a hacer. Ya me imagino a la bruja diciéndole “Susúrrame al oído cosas bonitas” y el meteorólogo de turno le diría “Se prevé un anticiclón y una subida generalizada de las temperaturas en el centro de la península”.

Ya sabéis que ella tiene de romántica lo que yo de cánido pero me da que una conversación así sería para ella música celestial en sus oídos. Cuando le preguntasen qué tal es su pareja ella respondería “Me dice cosas preciosas”, mirando al cielo sin dar importancia a los nubarrones negros que se cernirían sobre su cabeza.

Ya sabéis que el amor es ciego.

Prrrrrr.

P.S. Hoy lunes ha nevado y llovido a partes iguales durante todo el día. No digo ná y lo digo tó.

jueves, 1 de febrero de 2018

Rattus norvegicus

Con mi entrada del miércoles pasado pude constatar que, efectivamente, sois malas personas y me queréis hacer pasar vergüenza, ya que muchos me pedisteis que contara la anécdota del metro. Y, como soy una pava, os voy a dar el gusto y os lo voy a contar, aun a riesgo de que, una vez terminéis de leer, podáis pensar que tengo un desequilibrio mental importante y decidáis que es mejor no seguir leyéndome, no sea cosa que se os pegue algo u os juzguen mal por relacionaros conmigo.

Si me seguís desde hace tiempo (o desde hace poco, porque en realidad esto se nota casi al primer contacto), sabréis que yo soy muy fan de hacer el chorra. El problema es que no tengo filtro. Es decir, hago el chorra tanto en mi casa como en lugares públicos, corriendo el riesgo de que un día aparezca una ambulancia y me traslade al centro de salud mental más cercano (o al más lejano, porque considerarán que es mejor perderme de vista).

Venga, ya lo cuento, que estoy dando vueltas para retrasar el momento y no tener que pasar por este trance.

El caso es que un día iba en el metro con el churri. Yo iba sentada con un chico a mi lado y, frente a mí, iba el churri de pie. No recuerdo ya a estas alturas (de esto hace muchos años y mi avanzada edad hace que me empiece a perder con los detalles) cómo surgió la historia pero el caso es que el churri me conminó a imitar a una rata.

Como a mí no se me puede retar a nada porque siempre me pico, me puse a la tarea con extrema dedicación. Puse las manitas dobladas delante de mi cuerpo, fruncí la naricita (bueno, vale, en mi caso decir “naricita” es un eufemismo) y empecé a mover los dientes en clara actitud de roedor.  Mientras tanto, miraba de reojillo al chaval sentado a mi lado, para conseguir una mirada de rata más creíble. El chico iba a su bola escuchando música con los auriculares y pasaba de mí pero, en una de estas, le dio por mirar a su derecha y se encontró con una loca de la pradera (o de alcantarilla, en este caso), que lo miraba por el rabillo del ojo y hacía cosas raras, guardando cierta similitud con Hannibal Lecter.

Dio tal respingo el pobre muchacho que casi abolla el techo del metro con la cabeza. Yo miré en dirección opuesta, intentando disimular, muerta de la vergüenza pero, al mismo tiempo, con un ataque de risa floja imposible de controlar. Miré al churri con clara intención de acusación porque convengamos en que la culpa de todo esto fue suya y sólo suya.  ¿En qué cabeza cabe ponerme retos?

Se supone que debería haber aprendido de esta experiencia y haber empezado a comportarme en público pero, como es mi naturaleza, tengo que confesaros que sigo haciendo el pavo en cualquier parte.

Como me reten, más.