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jueves, 31 de octubre de 2013

Vuelvo a ser “moelna”

Para los que me leéis desde hace un tiempo, creo que ya sabéis de sobra que soy muy ochentera. Para los que me leéis desde hace poco, pues os lo cuento ahora y quedamos nivelados en información, que no se diga que en este blog se hacen distinciones.

A lo que iba. Como soy muy ochentera, imaginaréis que estoy de parabienes con este momento retro que estamos viviendo desde hace un tiempo. La vuelta de gente como Depeche Mode, Joe Cocker, Lisa Stansfield, Chic, Earth Wind & Fire, Madness (sí, Madness, quién lo hubiera dicho), la repentina hermandad de Europe, Def Leppard y White Snake… En fin, seguro que me estoy dejando gente por el camino, que la cosa empezó tranquilita pero ahora mismo ya me tienen saturada y he perdido la cuenta de todas las novedades.

Hasta han echado una serie documental en National Geographic devolviendo a nuestras retinas imágenes que ya creíamos perdidas para siempre.

Pues eso, que estoy encantada. Por fin parece que vuelvo a estar en la onda. Creo que yo sólo estuve en la onda como a los diez años porque hasta en la adolescencia era la tía rara que escuchaba cosas más viejas que la tos. Una carroza encerrada en un cuerpo adolescente, vamos.

No obstante, quiero que quede patente que mi estado de felicidad extrema se debe a la música porque como la cosa alcance otras dimensiones y tengamos que volver a la moda de los ochenta, ahí no voy a estar yo tan contenta. La moda en los ochenta era una tragedia. Sí, he dicho “una tragedia”. Esperad, por si no queda claro: T-R-A-G-E-D-I-A.

En serio, esos lazos en la cabeza, esos cardados, esos tutús de tul con botas pseudo-militares, esos colores fluorescentes (estos ya los he empezado a ver… qué miedo). Las hombreras… No os vayáis a pensar ni por un minuto que me olvido de esas hombreras que nos hacía parecer a todos jugadores de rugby. ¿En qué pensaba la gente cuando se vestía en los años ochenta? Y ya como la ropa tengamos que complementarla con lo que aquí en España dimos en llamar “loro” (radiocassette gigante que la gente llevaba al hombro, para los que leéis de allende los mares), directamente me mudo a otro planeta, que tengo una cervico-dorso-lumbalgia y no estoy para trotes. Es que ya no hablamos de revivir la juventud, hablamos de revivir la infancia y eso tiene tela; a ver si me voy a tener que volver a apuntar a Gimnasia Rítmica, con lo mal que voy de tiempo.

Resumiendo, creo que el concepto ha quedado claro. Quiero que vuelvan los ochenta para no sentirme desfasada en materia de grupos musicales y cantantes (que el hijo de mi primo contaba en Facebook hace un tiempo la cantidad de grupos fantásticos que iba a ver en una especie de Woodstock moderno que hicieron en California – no, no sé ni cómo se llamaba el festival – y a duras penas me sonaron uno o dos). Ay.

miércoles, 30 de octubre de 2013

Anuncios Pesadillescos LXXIII: El psicópata encubierto

No tenía yo pensado hablar de este anuncio porque la verdad es que no me había hecho saltar del sofá presa del pavor (pero regocijándome en mi fuero interno al pensar en el pedazo de destripamiento que iba a hacer, como me pasa siempre que veo un nuevo anuncio pesadillesco) cuando lo vi pero el otro día, el amigo David me hizo caer en la cuenta de cosas que no había yo detectado en un primer momento.

Se trata del anuncio de una crema de chocolate para untar. No de la española de toda la vida con sólo cuatro ingredientes, no. La otra.

En el anuncio, un muchacho coloca sobre un tarro de crema de chocolate una etiqueta personalizada con el nombre de su amada (o eso creemos). Se dirige a la casa de la susodicha quien, emocionada, le da un besito en la mejilla a modo de agradecimiento, dejando al chiquillo con una cara de panoli que es para grabarlo. Ah, que ya está grabado. Pues ya lo veréis. Hasta aquí podríamos pensar que el anuncio es muy tierno pero, después, vemos que nuestro protagonista guarda en su casa un arsenal de tarros de crema de esa con infinidad de etiquetitas con diferentes nombres.

O sea, que el chiquillo está más salido que el pico de una mesa y le tira a todo lo que se menea, dejándose un pastizal en crema de chocolate, a ver si consigue convencer a alguna de que le dé algo más que un besito en la mejilla.

Viendo el vídeo en Tú Tubo (no sé para qué, porque todo el hilo argumental es ése y no es que haya muchos detalles que analizar, pero yo soy así de metódica) di con un comentario que dice “En mi vida veré un anuncio más pagafantas que éste...”. Creo que resume a la perfección el espíritu de la pieza.

Pero como a mí me da por ir más allá, me puse a pensar qué sucedería si nuestro adolescente de hormonas alborotadas no consigue su objetivo (cualquier objetivo). Tal vez las termine secuestrando y encerrándolas en el sótano, con la etiquetita del nombre pegada en la frente para no confundirlas. Las encontrarían años más tarde, gordas como vacas por haber sido alimentadas sólo a base de crema de chocolate, ya que nuestro pequeño psicópata se dejó todo el dinero en eso y es lo único con lo que puede conseguir que no mueran de hambre. Él estaría sentado en un rincón oscuro, contemplándolas al tiempo que come crema de chocolate con los dedos y se ríe entre dientes meciéndose adelante y atrás.

Y ése sería el final de la historia. Así que, ya sabéis, mujercillas incautas, si alguien os regala un tarro de crema de chocolate con vuestro nombre actuad con naturalidad. Sobre todo, que no sospeche nada. Y llamad a la policía en cuanto tengáis la más mínima oportunidad, que no sabemos quién puede ser la próxima víctima del secuestrador de la crema de chocolate. 

martes, 29 de octubre de 2013

Ustedes Dirán LXI: Guía de supervivencia uruguaya (sugerido por Mamá en Camino)

Mamá en camino me pidió que escribiera una entrada sobre palabras o expresiones latinas enfrentadas a las españolas de toda la vida. Como decir “expresiones latinas” es intentar abarcar mucho porque en América Latina no nos entendemos ni entre nosotros, nos vamos a centrar en palabras y expresiones uruguayas (que son las que controlo), para que no tengáis problemas de comunicación si alguna vez os da por conocer mi tierra adoptiva.

Muchas son las palabras y expresiones que difieren de lo que establece la RAE así que os pongo una muestra.

En la categoría “alimentos” podemos encontrar:

Chaucha = Judía verde. Esta causaba particular hilaridad en el churri cuando anduvimos por aquellas tierras. También se puede decir, ante el resultado de un trabajo, que quedó “chaucha”. O sea, un poco fulero.

Choclo = Maíz.

Arveja = Guisante.

Zapallo = Calabaza. Dicho de una persona, que no tiene demasiadas luces. Papafrita y zanahoria también serían sinónimos de esta última acepción. Se ve que consideramos que los vegetales no son demasiado inteligentes.

En la categoría “animales”:

Suele ser bastante similar, si no tenemos en cuenta los animales autóctonos que no se encuentran a este lado del charco, claro está, pero sí que hay cositas. Por ejemplo:

Chancho = Cerdo. De aquí recuerdo las expresiones “Chancho limpio nunca engorda”, que sería como para decirle a alguien que tampoco hay que ser tan escrupuloso y “Difícil que el chancho chifle”. Chiflar es silbar. Y sí, es difícil, así que ésta se usa cuando algo no tiene muchas probabilidades de suceder. Hablando de “chiflar”, hay otra expresión que me gusta mucho: “No se puede chiflar y comer gofio” (el mismo gofio que comen en Canarias, sí) y que significa que no se puede hacer todo a la vez.

Si nos dicen que viene una invasión de aguaciles, no es que nos ataque la benemérita, sino que vienen libélulas a punta pala.

También tenemos “potro” y “yegüa”. Seguramente estaréis diciendo “Pues vaya tontería. En España también tenemos potros y yegüas”. Sí, pero esto se puede aplicar a personas. Un potro es un muchacho que está de muy buen ver. Una yegüa es más bien una mala pécora, aplicado a una mujer.

En la categoría “varios” hay de todo como en botica:

Mate = Bueno, creo que a estas alturas todos sabéis lo que es un mate. Un zapallo (o calabaza) vacío y seco que hace de recipiente para la yerba mate cuya infusión chupamos con una pajita de metal que da en llamarse “bombilla” (La bombilla de la luz se llama “bombita”. Es muy difícil ser uruguayo). Pero también se puede llamar “mate” coloquialmente a la cabeza, por lo que podríamos decir, cuando no entendemos algo, que no nos entra en el mate. El equivalente uruguayo a la expresión “más viejo que la tos” sería “más viejo que el agujero del mate”.

Ta = Vale. Lo usamos para todo, igual que el “vale” español. “¿Nos vemos a las cinco?”, “Ta”. “Llámame por la tarde”, “Ta”. Y así.

Botija = Un niño pequeño. No preguntéis por qué. Tiene masculino y femenino pero sólo en el artículo. Es decir, según el género de la criatura diremos “un botija” o “una botija”.

Bombacha = La braguita femenina. También se puede utilizar la variante lunfarda “chabomba” (del lunfardo podríamos escribir un libro pero resumiendo era el lenguaje que comenzaron a utilizar los maleantes allá a fines del siglo XIX y principios del XX). La bombacha también puede ser el pantalón de trabajo que usan los gauchos pero no tiene variante lunfarda.

Coger = … Bueno, este verbo no lo uséis. Nunca. Está muy feo.

Bueno, es sólo una pequeñísima muestra pero espero que os valga para no volveros locos si alguna vez habláis con un uruguayo de pro.

P.S. Aquí estoy yo. Esperando vuestras sugerencias con ansia. 

lunes, 28 de octubre de 2013

Crónicas Felinas LXV: Por los pelos

Marrameowww!!!

Hoy vamos con más consejos prácticos para felinos despistados. La semana pasada os contaba así de refilón acerca de mi afición a soltar pelos. Hoy procedo a ahondar en el tema, ya que es otra cuestión de vital importancia para hacer la vida imposible al humano de cualquier felino que se precie (menos de esos gatos sin pelo que parecen un pellejo andante, de esos no).

Para conseguir molestar bastante, lo ideal es tener muy claro dónde vamos a soltar los pelos. Si los soltáis en el suelo del baño pierde mucha gracia. Los sitios ideales son el sofá, las mantas, la almohada y, lo mejor de todo, la ropa que lleven puesta; si es de un color que contraste con tu pelo y si encima los pilláis cuando ya no tienen tiempo de cambiarse o, al menos, de pasarse un cepillito, ganáis un bonus al trabajo bien hecho. En este sentido yo envidiaba mucho a Luhay porque, al ser blanco y negro, podía dejar su rastro tanto en prendas claras como oscuras. Los monocolor, como éste vuestro servidor, estamos más limitados en ese sentido pero que eso no sea impedimento para hacer de la técnica de la suelta de cabellos toda una profesión.

La idea general es que vuestro humano os tenga presentes todo el día, a todas horas, aun cuando no os esté viendo. Que vea vuestros pelos en el trabajo, en el baño, en el cine, cuando sale a ligar (los humanos que salgan a ligar, claro. Los míos no salen), en el médico. Bueno, creo que entendéis por dónde voy. Que nunca, nunca jamás, olvide que en algún lugar del mundo hay un felino esperando su regreso para obtener su ración diaria de comida, de mimitos, de juegos y para obsequiarle con más pelos que le duren otra buena temporada.

Pero tranquilos, que pelos tenemos de sobra y no hay ninguna necesidad de que los reservemos únicamente para nuestro humano. La dádiva puede hacerse extensiva al resto de humanos de su entorno. En caso de que acudan visitas a la casa, intentad detectar si alguien lagrimea o estornuda al estar cerca de vosotros. Si encontráis a alguno de los asistentes con estas características, deberá convertirse en vuestro objetivo para el resto de la velada. Intentad colocaros lo más cerca posible y rascaros la oreja con fruición, intentando que los pelos vuelen directamente a sus fosas nasales. Una vez más, tendréis puntos extra si lográis que, de propina, caiga alguno en su plato de comida o en su vaso. Diversión asegurada para horas.

De todas formas, yo siempre aconsejo que no os quedéis sólo con las ideas que os dé otro felino. Lo mejor es saber innovar, ser imaginativo, descubrir nuevas posibilidades que el humano no hubiese sido capaz de ver ni de lejos. El factor sorpresa es muy importante así que poned a trabajar esas neuronas y recordad que el código del buen gato exige compartir técnicas novedosas con los congéneres. A ver si os portáis.

Prrrrrr. 

jueves, 24 de octubre de 2013

¿Quieres salir conmigo?

De joven, cuando podía lucir sin pudor tops que enseñaban el ombligo, supe tener muchos novietes. Porque me gustaba conocer gente. Vamos, que era muy sociable. Bueno, vale, era un poco ligerita de cascos pero no es esto lo que vengo a contar hoy.

El caso es que salí con mucha gente. Y tengo que admitir que me gustaba aquello de que me invitasen a salir, ir a tomar algo mientras charlábamos para conocernos y, al tiempo, ver que el chico en cuestión era un idiota integral no estaba hecho para mí e ir en busca de otra presa, cual alegre viuda negra.

Pero llega un día en que das con el indicado. A mí me llegó ya casi en la treintena (no porque yo sea complicada sino porque soy muy especial y no me conformo con cualquier cosa, ¿vale?) y, ahora que lo pienso, doy gracias porque el elegido haya sido alguien que ya conocía de antes. ¿Por qué? Porque dudo que con casi treinta años yo hubiese estado preparada para volver a pasar por el infierno de las citas. Que a los veinte están muy bien  pero pasados los años da un perezón horrible tener que aguantar que un tío al que no conoces te esté dando la chapa durante dos horas contándote las maravillas del puenting o de la música de cámara que no ha escuchado en su vida, por cierto, pero leyó por ahí que eso impresionaba mucho a las féminas. Y a los veinte años, puede ser que sí que impresione y digas “qué chico tan deportista a la par que culto” pero a los treinta todo eso te la trae al pairo. Lo que quieres saber en realidad es si levanta la tapa del wáter, si aprieta el tubo de la pasta de dientes desde el final o por el medio, si sabe planchar, si se ducha periódicamente, si está enfermo de celos o te va a dejar vivir, si se permite a sí mismo pensar de forma diferente a la de su madre y esas cosas que realmente son importantes en la vida. Algunas de éstas las puedo perdonar si sabe cocinar. Eso es condición sine qua non para iniciar una relación conmigo.


Veía el otro día “Mujeres y Hombres y Viceversa” (me estoy luciendo hoy. A lo de “ligerita” le podéis sumar “no muy inteligente”) y pensaba si yo sería capaz de soportar tener no una sino tres citas consecutivas en un mismo día para hablar de lo mismo. Ver esas citas es como asistir al mismo guion donde uno de los protagonistas va cambiando. Como un casting para una telenovela cutre. Que si qué tal te llevas con tu familia, que si cómo te ha ido en tus anteriores relaciones (se supone que aquí hay que contestar que muy mal, que has tenido muy mala suerte y que te has decidido a presentarte el programa porque estás buscando el amor de verdad). Ahora entiendo por qué la franja etaria de ese show es tan reducida. 

miércoles, 23 de octubre de 2013

Anuncios Pesadillescos LXXII: Indignada me hallo

Hoy vengo picajosa, lo reconozco. Vengo a hablaros de dos anuncios de un complemento alimenticio para niños. Si sólo hubiesen hecho uno, la cosa hubiese pasado sin pena ni gloria porque, si bien ninguno de ellos es para tirar cohetes, tampoco merecen ser expuestos en esta picota virtual. Peeeero, tuvieron la mala idea de hacer dos y aquí vengo yo a manifestar mi descontento.

La cosa va así: Un coro de niños nos canta una lista de verduras mientras diversos vegetales bailan ante nuestros ojos en la pantalla. Vale, aceptaremos pulpo y lo dejaremos pasar. En la versión 1, digamos, una madre intenta que su retoño coma pescado, cantando peor que los niños (y ni siquiera tiene la esperanza de que esto pueda mejorar en un futuro) y diciéndole que, si se lo come, crecerá muy fuerte y muy sano (sí, dice “muy” dos veces). Vale, también aceptaremos pulpo y no nos cebaremos ni con lo mal que canta ni con lo poco currado de la letra de la canción.

¿Qué pasa en la versión 2? Pues que en la versión 2 la protagonista es una niña, cuya madre insta a comerse la calabaza para ser la reina de toda la casa. Y aquí es donde mi cerebro hace cortocircuito y se indigna y blasfema en arameo.

Vaya por delante que nunca he sido una feminista a ultranza. Es decir, que no ando buscando indicios de machismo por doquier pero digo yo que “sana” tiene la misma rima asonante con “calabaza” que puede tener “casa” (qué liada). Así que, ¿costaba mucho decir más o menos la misma frase que en el anuncio del niño? No sé a vosotros pero a mí me da la sensación de que esta parejita de anuncios está perpetuando esa idea de que los niños tienen que ser fuertes y sanotes y a las niñas con ser guapas, educadas y divinas nos basta y nos sobra. A lo  mejor es que últimamente ando yo un poco susceptible pero prometo que me indigné muchísimo cuando descubrí que existía la versión 2. Señores publicistas. Las niñas también tienen que crecer fuertes y sanas. A lo mejor menos regias pero yo prefiero estar bien de salud antes que cazar un buen marido, qué quieren que les diga.

¿Os da la misma sensación que a mí o es que yo estoy así de insoportable últimamente? Es que, sinceramente, yo creo que hay veces que no se paran a pensar. Es como “¿Qué rima con calabaza?” “Casa” y nos quedamos tan anchos afianzando un estereotipo. Por alguna extraña conexión neuronal, estos anuncios me hicieron recordar que, de pequeña, conocí dos hermanos, niño y niña, de familia de dinero. El niño iba a un colegio muy pijo muy pijo y ella a uno no tan pijo porque, según sus padres, ella se casaría y no necesitaba una educación tan buena. Tengo treinta y cinco años, no ochenta y siete. Creo que hay cosas que ya deberíamos tener superadas a estas alturas. 

martes, 22 de octubre de 2013

Ustedes Dirán LX: Homenaje a Abraham (sugerido por Eva)

Y seguimos con los homenajes, que no todo en esta vida van a ser destripamientos. De vez en cuando viene bien reconocer las cosas originales y bien hechas. Al menos, desde mi humilde punto de vista tanto en uno como en otro sentido.

Mi querida Eva, del blog Opiniones Incorrectas me sugirió que hablase de un anuncio de jamón donde un sapito quiere ser humano. Al principio pensé que era para los Anuncios Pesadillescos, por lo que me negué en redondo diciendo que a mí el anuncio me parecía estupendo pero ahí ella confesó que también le gustaba y que lo que quería era que le diésemos su merecido homenaje así que, allá vamos.

Dos sapos se encuentran en el arcén de una carretera. Uno de ellos, en su anterior vida, fue humano y le cuenta al otro que aquello era un rollo. Que él había sido abogado, de nombre Marcelino, y que nada más nacer ya te dan un tortazo en el culo y desde ahí ya todo es cuesta abajo. Tienes que aprender inglés, controlar las calorías, los triglicéridos, el tránsito intestinal… y un día te mueres y ya.

A nuestro sapo protagonista esto no le convence y, mientras cruza a los saltos la carretera plagada de vehículos, se pone a canturrear, con la melodía de “Si yo fuera rico” que si él fuese humano se dejaría una melena y se llamaría Abraham, se mudaría a Las Vegas y se tatuaría algo en chino (aunque no lo entienda), se haría chofer del equipo de volley-playa de Suecia, se compraría un chihuahua, una cama de agua y una megafuente de jamón. Y se enamoraría mogollón.

Y, al decir esto, da un super salto y se estampa contra el parabrisas de un camión. Pobre sapo.

Pero, de repente, vemos a Abraham (sin melena, eso sí) en la oficina, silbando la misma melodía. Prueba el jamón cocido que tiene a su vera y, en estado de absoluto éxtasis, exclama a voz en grito “¡Y yo viviendo en una charca!”. Y todos sus compañeros le miran con cara de estupor. Tampoco entiendo mucho por qué. En mi oficina se escuchan a menudo expresiones aún más surrealistas y ya ni reaccionamos. Estamos ya más que acostumbrados a que en mi trabajo, el que más el que menos, ninguno estamos demasiado bien de lo nuestro. Vete a saber cuál fue nuestra encarnación anterior.

Así que ya veis. Uno a veces se queja mucho (yo siempre estoy diciendo que me gustaría ser gato para darme la gran vidorra como Forlán) pero ser humano también tiene sus cosas buenas. Lo importante, igual que sucede con el niño del palo del que hablábamos la semana pasada, es saber disfrutar de las cosas simples y disfrutar de cada momento porque, como dicen en el anuncio, nunca sabemos qué nos va a tocar ser en la próxima vida. Y si a mí me toca ser babosa me da algo así que prefiero disfrutar de esta encarnación mientras pueda.


P.S. Mandadme sugerencias, que tengo poca inventiva y vivo de vuestras ideas. 

lunes, 21 de octubre de 2013

Crónicas Felinas LXIV: La basura de unos, el tesoro de otros

Marrameowww!!!

La casa donde vivimos cada vez se parece más a un vertedero municipal. Y no porque la bruja no ponga empeño en aquello de deshacerse de lo viejo para dejar sitio a lo nuevo, no, con lo que le gusta a ella adquirir cosas nuevas. El consorte es más laxo en ese sentido pero, por una vez, no le echaremos la culpa a ninguno de los dos. En este caso, hay que admitir que la culpa es mía y sólo mía.

¿Cómo hemos llegado a este estado de indigencia? Pues paso diligentemente a explicároslo con pelos y señales. Sobre todo con pelos, que de eso gasto mucho y me gusta especialmente ir esparciéndolos por doquier, otra de mis grandes aficiones. Tal vez un día me anime y os lo cuente.

Pongamos por caso que la bruja quiere desechar algo. La caja de unas botas, un suponer. La bruja abre el armario, ve que la caja de las botas está viejuna y decide conservar las botas pero mandar la caja con viento fresco. Saca la caja del armario y la deja en el pasillo para bajarla luego a la basura. Yo paso por allí como quien no quiere la cosa y, de repente, la veo. Y me meto dentro. Y me mola. Y me paso ahí toda la tarde. Y a los humanos esto les parece monísimo y les da penita tirar la caja porque me ven de lo más a gustito. Y la bruja de repente recuerda que tenía por ahí un jersey con pelotillas que seguro que a mí me viene muy bien como colchoncito en la caja. Y va y lo pone, claro. Y, como yo estoy en la gloria, ya tenemos dos artículos que deberían estar en el contenedor, tirados en el pasillo de casa.

Lo mismo que hablamos de cajas de botas y jerseys, hablamos de chanclas de playa (porque me gusta cogerlas con las patas delanteras y meterles zarpazos en la suela con las traseras), rollos gastados de papel higiénico, algunos juguetes que vienen en los paquetes de patatas fritas, la cápsula de plástico de un huevo Kinder, un trozo de cuerda que ni se sabe de dónde ha salido y demás porquerías que hacen mis delicias no ya sólo por las horas de diversión que me proporcionan sino porque me sirve para reírme en su cara por dos motivos:

1) Les obligo a vivir entre la mugre y es divertido ver cómo se debaten entre la ternura que les provoco y la sensación de vivir en un estercolero.

2) Tampoco tiene precio contemplar la cara de panolis que se les queda cuando me traen juguetes carísimos comprados en la tienda de mascotas a los que yo no hago ni caso y me voy tan contento a darle patadas a una chancleta vieja.

Vamos, que el entretenimiento está muy bien pero si a eso le sumamos altas dosis de sadismo, el placer ya alcanza límites insospechados. Y eso está mucho mejor, dónde va a parar.

Prrrrrr.

jueves, 17 de octubre de 2013

Ochocientos veintisiete elefantes aceleraban sin cuidado con la curva

Mucho se habla a veces de lo sacrificado de algunos trabajos. Que si deshollinador, que si limpiador de alcantarillas, que si estilista de la Merkel… Pero para mí, el trabajo sacrificado por antonomasia es el de conductor de autocar en excursiones infantiles.

No soy de niños. Ya lo sabéis de sobra, no vamos a ahondar ahora en mi escaso instinto maternal y mi naturaleza de Cruella de Vil, que aquí se trata de echarnos unas risas y no de terminar sintiéndome mala persona. Pero soy una bruja sin sentimientos, básicamente.

Pues eso, que como soy una bruja sin sentimientos se me ponen los pelos como escarpias sólo de imaginarme conduciendo un cacharro con cuarenta niños chillones dentro mientras hago por enésima vez el recorrido hacia el Valle de los Caídos (no sé dónde van ahora de excursión los niños. Yo fui a un colegio de monjas en los ochenta así que sabréis disculpar que toda mi referencia excursionista sea ésa).

Yo me pongo en la piel de ese hombre y me tiemblan las canillas, en serio. Me veo ahí, intentando concentrarme en la carretera y en mi cinta de José Luis Perales (o de los Cantores de Híspalis, según tenga el día) y no pudiendo hacerlo por estar todo el trayecto escuchando gritos, peleas, burlas a la parejita que se ha sentado junta (“Paquito y Martita se gustan… Que se den un besito”) y, lo que es peor, sonidos sospechosos de alguno que a todas luces se ha mareado durante el viaje.

Pero en esta excursión infernal los horrores no han hecho más que comenzar. Hay alguien peor que los niños: el profe, tutor o quien sea que le haya tocado la china de acompañar a los infantes desbocados. Y digo que es peor porque, imagino que un ataque de mala leche, decide vengarse y hacer sentir en sus carnes al pobre conductor lo que es lidiar a diario con esa caterva de salvajes y, en un momento dado, les arenga a ponerse a cantar. Adiós José Luis Perales, Cantores de Híspalis y la madre que los parió a todos. El ambiente se transforma en un campamento de monos aulladores al son de “Para ser conductor de primera, acelera, acelera”, que el pobre hombre estará pensando “Sí, claro, y ya me diréis quién me va a pagar a mí la multa por exceso de velocidad”. Cuando se cansan de pedirle que acelere y que tenga cuidado con las curvas, pasan sin hacer un intermedio a contar elefantes. El tic en el ojo aparece a partir del decimosexto elefante; los instintos asesinos, sobre el centésimo cuarto, elefante arriba, elefante abajo, que el conductor es un hombre muy paciente.

Es de esta manera que, si me dieran a elegir entre limpiar alcantarillas o conducir a niños excursionistas por esos senderos de Dios, me faltaría tiempo para preguntar dónde están las botas de goma. Que total, ahí abajo el silencio es sepulcral y los Cantores de Híspalis adquieren otra dimensión escuchados en MP3.

miércoles, 16 de octubre de 2013

Anuncios Pesadillescos LXXI: Aterrorizada es lo que estoy

Vemos un plató de televisión enorme. Así como para entrevistar a una figura relevante en el mundo de la política. Vemos que vamos a asistir a una entrevista apasionante que nos dejará sin aliento y nos hará plantearnos la vida desde otra perspectiva una vez que hayamos finalizado su visionado. Pero, esperad… ¿Eso que se ve detrás de la entrevistada es una lavadora gigante que gira y gira sin cesar? ¿La especie de mesa a la que están sentados emula la resistencia de una lavadora? Esto ya me está empezando a resultar sospechoso. Veamos qué nos cuenta la entrevistada.

La buena mujer nos relata un drama como pocos. Hace unos años, se le rompió la lavadora. Sólo hacía dos años que la tenía. Y en su casa, entre el trabajo y los niños había un caos que no nos quiere ni contar. Se me abren las carnes sólo de pensarlo. No hay más que ver la cara de angustia de la pobre mujer al recordar tan terribles experiencias.

El entrevistador, que es un maestro en esto de crear tensión, le pregunta qué hizo entonces y ella le confirma lo que todos sospechábamos. Tuvo que llamar a un técnico. Horror, terror y pavor. El técnico le dijo que estaba llena de cal y que era imposible repararla, por lo que se tuvo que comprar una nueva. Nooooooo.

Esta traumática experiencia le hizo aprender y ahora, con su lavadora nueva, añade un maravilloso antical en cada lavado. Ya tiene su aparatejo desde hace cinco años y, según nos relata orgullosa, no le ha vuelto a dar ningún problema. Y nosotros que nos alegramos, oye, que ya estábamos en un sinvivir de escuchar tanta desgracia. Pobre mujer. No me gustaría nada haber estado en su piel el día que se le rompió la lavadora.

El presentador del programa añade, como conclusión final, que éste es el mejor producto existente en el mercado para luchar contra los estragos de la cal. Imagino que, al escuchar sus palabras, hordas de propietarios de lavadoras habrán salido corriendo a comprar este antical, sembrando el caos presas del pánico, no vaya a ser que se queden sin él y su lavadora esté en peligro de muerte. Nadie quiere ser el próximo en salir en ese programa relatando su espantoso drama. Las existencias se agotan. Hay escasez mundial y cartillas de racionamiento para el antical de lavadoras. La gente vive con miedo…

Ahora que lo pienso, podría escribir una novela distópica sobre esto. Le veo posibilidades al tema. Necesidad, mafias que se hacen con el mercado negro de antical, gente dispuesta a lo que sea con tal de no poner en peligro su lavadora. Los que ya han sucumbido a la escasez y se dedican a lavar a mano son tratados como parias en una sociedad en la que sólo eres alguien si tienes una resistencia de lavadora reluciente. Hasta hay un servicio secreto del gobierno que hace redadas para comprobar el estado de tu lavadora. Qué angustia horrorosa…

martes, 15 de octubre de 2013

Ustedes Dirán LIX: Homenaje al niño del palo (sugerido por Mandarica)

Nuestra queridísima Mandarica me sugirió que utilizásemos este humilde espacio para homenajear al niño del palo. Supongo que sabéis a quién me refiero. Este niño es imagen de un anuncio de una conocida marca de limonada, donde desenvuelve un regalo (la mañana de Navidad, suponemos) y, en el interior del envoltorio, encuentra un palo. Sí. Un palo. Un simple palo.

La idea es dar a conocer el encanto que tiene la simplicidad en los juguetes. ¿Quién no ha disfrutado como loco en su infancia con las cosas más simples? Yo recuerdo poner unas telas en la mesa de comedor para meterme debajo y jugar a que vivía en una cueva. Y lo bien que me vendría vivir en una cueva de vez en cuando… A ver, Álter, que te desvías. El niño del palo, el niño del palo.

Pues eso, que el niño encuentra el palo. La mayor parte de los niños lo hubiesen utilizado como arma arrojadiza contra sus progenitores al descubrir que no se encontraba en el envoltorio una consola (o un camión de bomberos, si el niño ha salido clásico y purista) pero nuestro niño del palo, presa de la emoción, empieza a chillar desbocado “¡Un palo! ¡Un palo! ¡Gracias! ¡Es un palo!”. Mira al cielo sin poder creer su suerte mientras otro niño con gafitas y que seguramente se divierte menos que él en la vida, le observa con cara de estupor.

La actuación es digna de Oscar. Hasta yo me emociono y doy vítores cuando le veo aparecer en la pequeña pantalla clamando las bondades del palo. Hasta me he sorprendido a mí misma diciendo “¡Un palo!” cuando algo me ha llamado poderosamente la atención. Vamos, que el niño del palo es mi ídolo y, a mis ojos, nada podrá opacar su actuación estelar.

Ole por el niño del palo. Yo quiero que le hagan una entrevista o algo. Quiero saber más de él. De sus aficiones, aparte de los palos y de cómo le ha cambiado la vida desde que es famoso gracias a ese trozo de madera. Cuánto tendríamos que aprender del niño del palo. A veces nos frustramos por no poder conseguir cosas de lo más sofisticadas y no caemos en la cuenta de que la verdadera felicidad puede estar (y, de hecho, está) en las cosas más simples. Así que para estas Navidades me quiero pedir un palo, que yo también quiero mi minuto de gloria y prometo que, en caso de que el palo caiga desde algún rincón de la blogosfera en estas fechas tan señaladas, me grabaré en vídeo desenvolviéndolo e intentando, en la medida de lo posible, emular a mi querido niño del palo. Sabéis que soy capaz. Ya me habéis visto saltando a la pata coja así que en este blog no se puede descartar nada. Tal vez me arrepienta en un futuro pero como no tengo hijos, ni intenciones de tenerlos, no me da miedo que alguien pueda avergonzarme en años venideros. Yo ahí lo dejo… 

P.S. Sabéis que podéis mandarme vuestras sugerencias. Porque lo sabéis, ¿verdad?

lunes, 14 de octubre de 2013

Crónicas Felinas LXIII: A veces me da pena

Marrameowww!!!

La bruja suele ser bastante insportable; creo que esto no es un misterio para nadie que haya leído esta sección al menos una vez. Sin embargo, existen ciertos días en que no puedo evitar mirarla con cierta conmiseración.

Siempre que la luna está como a medio camino de llenarse (creo que vosotros, los humanos, llamáis "mes" a este período de tiempo) se pone como que muy rara. Anda con cara de muerta viviente y dice que le duele todo. Para colmo, se pone como sensiblona y ñoña y la veo lloriquear por las cosas más incomprensibles. Lo curioso de todo esto es que al consorte no parece sucederle nada de ello con una periodicidad tan exacta.

Se pone muy rara y más vaga que de costumbre. Pasa mucho tiempo en el sofá zampando porquerías (luego se queja de que engorda y de que está echando mucho culo y de que ya no es la que era) con cara de estar bastante perjudicada, la pobre. ¿He dicho "la pobre"? Me estoy ablandando demasiado ya pero bueno, uno también tiene su corazoncito gatuno y la verdad es que no es agradable verla tan maltrecha.

Por otra parte, también me da por pensar cosas que me atañen a mí directamente. ¿Estos ataques serán crónicos? ¿Y si un día de estos el arrebato de vagancia le da tan fuerte que pasa de limpiarme el cajón o, lo que es peor, de llenarme el platito de pienso? ¿Qué será entonces de mí?

Lo peor es que, estando pocha como está, dice que aun así tiene que ir a trabajar. Yo no sé por qué a los humanos os da por hacer algo tan desagradable a lo que, encima, os obligan. ¿No es más fácil ponerle ojitos de buenecitos a alguien para que os cubra vuestras necesidades? A mí esa técnica me funciona estupendamente y no tengo idea de lo que es trabajar. Si es que sois más pavos…

Pero bueno, estábamos con las dolencias de la bruja. El caso es que ella se va en ese estado lamentable a trabajar porque, según dice, no tiene más remedio y de ser por ella se quedaría tranquilamente conmigo en el sofá conmigo todo el día, y vuelve… ¿cómo decirlo? Pues vuelve en un estado, si cabe, más lamentable todavía. Y ahí sí que me da auténtica penita. No tanta como para perdonarle sus obligaciones para conmigo, que tampoco hay que exagerar, no me vayáis a malinterpretar, pero sí que me despierta una cierta ternurilla y me da por ir a tumbarme en su regazo y ronronearle un poco, a ver si con eso la animo y no decae tanto como para dejarme sin mi ración de pienso. Sí, lo fundamental es eso. Entendedme, una cosa es la ternurilla que ella medianamente sea capaz de provocar en mí y otra que yo vaya a estar pasando hambre por hacerle carantoñas a la bruja; que no hay que olvidar que el resto de los días es lo que es.  


Prrrrrr.

jueves, 10 de octubre de 2013

Conversaciones de besugo

Si a día de hoy alguien me preguntase si me gusta hablar por teléfono, mi respuesta sería un tajante “No”. Supongo que haberme pasado largo tiempo de mi vida en un departamento telefónico de atención al cliente me hizo detestar el invento de Bell a límites insospechados.

Sin embargo, esto no ha sido siempre así. En mis épocas de adolescente mi mayor afición era hablar por teléfono de todo y con todos. Aún recuerdo estar despidiéndome de alguien a la salida del instituto y decir “llámame luego”. Hoy por hoy me pregunto: ¿para qué? Qué cosa tan absurda. Salíamos de vernos el careto todo el santo día y aun así teníamos ganas de seguir hablando después. Claro que las conversaciones eran para grabarlas:

- Hola.

-Hola.

- ¿Qué haces?

- Nada.  Viendo la tele. ¿Y tú?

- Nada. Pensando a ver si me pongo con lo de Matemáticas.

- Ufff, qué rollo. Encima el profe es un cabrón.

- Ya ves.

- Pues sí.

Y así podíamos estar horas.

Pero peor aún era cuando tenías por ahí un medio noviete o alguien que te hiciera tilín. Como te dijera que te iba a llamar, ya te podías ir olvidando de hacer algo de provecho en todo el día. Te pasabas la jornada al lado del teléfono, no fuera a ser que sonase y no lo oyeses. Si veías que iban pasando las horas y el cacharro no sonaba, ya te empezabas a preocupar pensando si habría línea, por lo que descolgabas el auricular para comprobarlo. Al escuchar el tono, colgabas a toda leche, no fuese cosa que justo llamase en ese momento y le diera comunicando… Al final te podían dar las tantas y ahí estabas, sin comer, sin bañarte, sin haber paseado al perro (quien lo tuviera) y con una angustia que no era ni medio normal, pensando “¿Por qué no llama? ¿Le habrá pasado algo? ¿Le llamo yo? No, que va a pensar que me gusta”. Anda ya, ¿en serio le daría por pensar eso si te viera?

Ahora bien, si el muchachito llamaba y resultaba que tú también le hacías gracia, la conversación ya tomaba tintes surrealistas, sobre todo en la despedida, que era algo así:

- Cuelga tú.

- No, cuelga tú.

- Venga, los dos a la vez.

- Venga, va. Una, dos y tres.

- No has colgado.

- Tú tampoco.

Esta estupidez podía prolongarse hasta que alguno se quedase frito o hasta que el progenitor de uno de los dos (casi siempre del que había llamado) amenazaba con torturas varias o, directamente, desconectaba el cable y ahí se terminó el romanticismo.

Por todos estos estadios de tontería he pasado. Mi madre llegó al punto de llevarse el teléfono cada vez que salía de casa para que yo no me liase a llamar a cada ser del planeta. Lo malo es que un día tuve la brillante idea de decirle que para qué iba a andar cargando con el teléfono en el coche; que se llevase el cable y listo.

Y coló.

Y me compré un cable.

Sí, mamá.

miércoles, 9 de octubre de 2013

Anuncios Pesadillescos LXX: Anuncio Serie B

Llevamos, con éste que hoy os relato, setenta anuncios pesadillescos, que se dice pronto. Pues me aventuraría a decir que éste podría ganarse tranquilamente un puesto entre los más bizarros. Estéticamente, tiene aspecto de película de serie B de los años cincuenta. Bueno, y argumentalmente también, para qué engañarnos.

Vemos una especie de paritorio cutre y lóbrego, con un material quirúrgico de dudosa higiene y esterilización, donde una pobre mujer a punto de dar a luz da gritos tan desgarradores que podría pensarse que está a punto de parir un ser de otra galaxia (no sería la primera vez que lo viéramos en una película de estas características) mientras una enfermera vestida de azul le sujeta la barriga. ¿Le sujeta la barriga? No es que tenga yo mucha experiencia en partos pero me da a mí que la barriga no se va a ir por ahí dando saltos por su cuenta. Ni siquiera es que la coja con las manos sino que coloca un brazo delante, sin tocarla, como con miedo a que aquello salga disparado y vaya a estamparse contra el cámara que recoge la escena.

La parturienta, en su agonía, consigue asir la cabellera de la enfermera inexperta y, al tiempo que sigue chillando, le mete unos tirones a la “profesional” sanitaria que hacen que casi se le salgan los ojos de las órbitas, obligándola a doblar las rodillas y colocarse en una pose de contorsionista muy poco favorecedora. En ese momento, lógicamente, empiezan a chillar las dos. Otro miembro del personal sanitario entra en escena haciendo ademán también de sujetar la barriga (qué manía) y recibiendo en el intento una patada de la futura madre, que ha adquirido una fuerza parecida a la de Hulk (suponemos que por las hormonas alborotadas), y termina con sus huesos en el suelo.

¿Cuál es la explicación de todo esto? Ninguna, realmente. Pero lo que nos intentan colar es que en algunos países puedes alquilar tu útero para sacarte unas perrillas mientras que aquí, que estamos en el primer mundo y no somos así de salvajes, podemos pedir un crédito por Internet y ahorrarnos todo este sufrimiento. Yo lo tomo por una chorrada de tantas y ya. Me parece sumamente absurdo pero, si le doy la vuelta a la tortilla, no sé yo hasta qué punto este anuncio no podría llegar incluso a ofender a gente que haya sido vientre de alquiler o que haya recurrido a él. ¿Qué opináis las babyhunters de esto? ¿Me estoy volviendo un poco tiquismiquis o tiene algo que no mola, más allá de la estupidez galopante? Esto por no hablar de la comparativa Tercer Mundo – Primer Mundo que, aparte de políticamente incorrecta, está mal documentada, ya que hay países del primer mundo donde la subrogación es algo completamente regulado. Es que, puestos a poner ejemplos estúpidos, se me ocurren muchas otras cosas que podrían resultar mucho menos polémicas que ésta. Qué sé yo… empeñar el anillo de la abuela o pasear perros por las mañanas. Supongo que la idea es usar un tema polémico para que se te quede más pegado a la retina pero considero que se han pasado un poquito. ¿O no?

martes, 8 de octubre de 2013

Ustedes Dirán LVIII: Las bolas del dragón (Sugerido por Nieves)

Nieves, del blog Avernolandia me ha puesto en un brete de los buenos. Me ha sugerido que escribiese un post sobre Dragon Ball y yo, avergonzándome sobremanera, tengo que confesar que jamás lo vi, de manera que he tenido que documentarme.

No me he enterado de mucho, así que no sé lo que puede salir de aquí. La serie parece estar basada en un manga del que derivaron dos series, diecisiete pelis, tres especiales y otro anime más. Les dio para bastante la tontería, por lo que se ve.

En este caso, la historia va de Son Goku, un chaval con pinta de tener cinco años pero musculoso y con cola de mono (porque desciende de no sé qué raza extraña de extraterrestres) a quien una chiquilla con faldita y pelo azul, llamada Bulma, le convence para ir a buscar las siete bolas del dragón (¿si el dragón tiene siete bolas, tendrá tres cabezas y media? Pregunto…). Al parecer, si reúnes las siete, el dragón te concede un deseo, así que ahí se embarcan en una aventura en la búsqueda de las famosas bolas. Esto nos lo plantean en el primer capítulo, donde llega Bulma, que tiene dos y descubre que Son Goku tiene otra, a la que hasta el momento tomaba por el espíritu de su abuelo muerto. Muy normal, todo. Pues guay. Sólo faltan cuatro, oye. Así que aquí empieza su odisea en búsqueda de las restantes, enfrentándose a toda clase de peligros porque, claro, no son ellos los únicos interesados en hacerse con los codiciados objetos redondos. Para ello, parten en una motocicleta que Bulma saca de una cápsula (no me preguntéis cómo), ya que Son Goku, que es un poco brutito, como ya nos demostró al principio del capítulo fabricando leña a base de liarse a patadas voladoras con un tronco, y le destrozó el coche al verla llegar, pensando que era un monstruo que quería robarle el pescado que constituiría su almuerzo.

Pues eso, que ahí parten en busca de aventuras que, sin duda, encontrarán. Aunque, por lo que tengo entendido, llega un momento en la serie en que se les pira completamente la pinza y el objetivo de encontrar las famosas bolas pasa a un segundo plano, aceptando una nueva misión de salvar al Universo (ahí es nada), a causa de una pelea con un tal Piccolo Daimao cuyo nombre, según he sabido viene del flautín (en italiano: flauto piccolo), ya las asociaciones de por qué le llamarían así os las dejo a vosotros. Aunque también se dice que, en idioma Namek (ya las ganas de investigar no me han dado para averiguar de dónde sale este idioma), esto significa “De otro mundo”, por lo que el nombre se podría traducir como “Gran Rey Demonio de otro mundo”.  Vamos, una liada. El caso es tener una excusa para darse de leches en cada capítulo.

Seguro que por aquí habrá grandes fans de la serie que podrán documentarnos más al respecto y así evitar que siga yo haciendo el ridículo.


P.S. No me hagáis esperar más por vuestras sugerencias. Mandadlas ya… por piedad. 

lunes, 7 de octubre de 2013

Crónicas Felinas LXII: Y los raros somos los gatos

Marrameowww!!!

Cosas muy inquietantes están sucediendo últimamente en esta casa. Más inquietantes que de costumbre, tendría que añadir.

Andaba yo tan campante por el pasillo el otro día cuando, de repente, me topo con una silla. ¿Una silla en medio del pasillo? Me llamó poderosamente la atención y no es que sea yo mucho de sentarme en sillas pero, ya que estaba en un lugar poco habitual, aproveché para hacer uso de ella mientras oteaba a ver qué se cocía en el dormitorio.

En el dormitorio se cocía el consorte haciendo movimientos estrafalarios encima de la cama. Levantaba una pierna, levantaba otra, levantaba las dos y luego juntaba los piececillos y separaba las rodillas, adoptando una extraña pose de rana con la que tuve que aguantarme la risa (no está bien visto reírse de quien le da a uno de comer). Después empezó a subir y bajar y bajar y subir y yo no daba crédito. Los ojos como platos. Así, como os lo cuento.

Para colmo, la bruja entró al dormitorio a cambiarse de ropa y no le dio mayor importancia al asunto. No se sorprendió, ni le preguntó nada, ni se rió en su cara, oye. Impertérrita, la tía… Se puso a hablar con él tan campante mientras él seguía en su particular baile de San Vito.

Al rato me hizo levantarme de la silla y la empezó a usar él para mover el cuello en todas direcciones. Parecía que le habían dado cuerda al hombre.

Lo gracioso de todo esto es que yo acostumbro a tumbarme en el suelo con las patas traseras hacia arriba, las patas delanteras apoyadas en la pared y la cabeza hacia atrás y siempre me dicen que vaya pose, que parezco un renacuajo retorcido.

Pues éste parecía… Mejor ni digo lo que parecía, pero nada bueno. Yo tenía que averiguar a toda costa qué era lo que estaba pasando en esa casa para que el consorte se comportase de forma tan inusual. Y en una conversación que mantuvo con la bruja, por fin lo comprendí así que ahora paso a contároslo para que vosotros también estéis informados (soy el gato del visillo).

Resulta que el consorte llevaba un tiempo muy fastidiado con dolores en el cuello que le provocaban hasta mareos y, como no era plan de andar sufriendo por la vida, lo mandaron a ver a un especialista (fisioterapeuta, creo que le llaman, ahí es nada con el palabro…). Pues bien, el fisioterapeuta éste le dio unas cuantas pautas y luego le dio una “tabla de ejercicios”. No sé por qué le llaman “tabla” si se lo dieron en un papel, ni que fueran los diez mandamientos… En fin; el caso es que con esto quedó desvelado el misterio. Parece que con las tablas famosas se siente mejor y ya no anda palideciendo por las esquinas, que cualquier día se nos daba el trastazo padre y pa´chasco, que él es mucho de caerse, y así estamos más tranquilitos todos. Otra incógnita resuelta.

Prrrrrr.

viernes, 4 de octubre de 2013

Octogésimo octavo premio: Premio “Conóceme”


Parece que, tras el período vacacional, ha vuelto la entrega de premios a la blogosfera. Éste en concreto me lo pasa Eva, de Opiniones Incorrectas. Bueno, en realidad me pasó tres. Uno que ya tenía, otro que no sé si tenía porque es de estos que no tienen nombre, ni imagen y cuya única finalidad es acribillarte a preguntas y éste que hoy os presento, que no tenía y que pasa a engrosar mi vitrina.

Viene con una batería de preguntas más larga que un día sin pan así que, hale, al lío.

¿Cómo te llamas?: Dar mi nombre real así porque sí no tiene gracia. Es un privilegio que reservo sólo para los que desvirtualizo así que, ya sabéis.

Edad: 35

Color de ojos: Miel, aunque cuando lloro se me ponen verdosos. Soy así de peculiar.

¿Donde vives?: En Madrizzzzz.

Color preferido: Morado, aunque también me gustan mucho el fucsia y el turquesa.

Cosmético preferido: No sé si me preguntan por la marca o por el tipo de producto. Como no me gusta mucho dar marcas, diré que el corrector (o concealer, como dicen las egobloggers). Las maravillas que hace ese potingue, oye.

Producto de maquillaje: Juraría que acabo de contestar a esto.

Gloss o barra de labios: Soy más de barra de labios, aunque un gloss cuando sólo quieres llevar algo discretito también está muy bien.

Perfume o colonia: Por preferir, prefiero el perfume pero no lo puedo usar siempre porque, al par de semanas, me dan una alergia espantosa. No sé por qué. Así que aparco los perfumes para usar de vez en cuando y, a diario, uso colonia.

¿Cómo sueles llevar el pelo?: Suelto. Más alborotado según avanza el día. Consecuencias de mesarme los cabellos de desesperación en el trabajo. Al final del día parezco el actor secundario Bob. Otras tendencias son llevarlo en la cabeza y, a ser posible, limpio. 

Lo más imprescindible que llevas en tu bolso: La cartera, las llaves, el tabaco y el móvil. Aunque llevo muchísimas más cosas como os contaba aquí.

Lo más imprescindible que llevas en el neceser: Suero y la cajita de las lentillas, por si me escuecen los ojos y hay que quitarlas…

Color de pelo: Ahora mismo, castaño rojizo. De nacimiento, una mezcla raruna entre rubio y pelirrojo imposible de describir.

No puedes salir de casa sin.. Ropa.

¿Eres "adicta" a algo?: Al tabaco, lamentablemente. Y últimamente también al blog. Voy sumando adicciones.

 Olores que más te gustan: Violeta, frambuesa y cuero.

¿Qué no soportas? Pagar los platos rotos.

¿Qué producto te ha decepcionado? Una prebase labial de Guerlain (hala, ya he dicho una marca). Me la vendieron como la gran maravilla y, en cuanto a relación calidad-precio, deja mucho que desear en mi opinión.

¿Qué producto te ha sorprendido?: Y me vais a hacer seguir diciendo marcas… El corrector de Shiseido. Es mágico.

¿Tienes algún apodo?: En Montevideo, mis compañeras de piso me llamaban “La Flaca” (por razones obvias). A día de hoy, Álter se ha convertido casi en un apodo (hay gente a la que he desvirtualizado y me sigue llamando Álter… y ¿sabéis qué? Me gusta)

¿Qué es lo que no puede faltar en tu maleta?: El neceser con los potingues. Bueno, y la ropa, por descontado.

La serie más reciente a la que te has enganchado: La vi en verano pero creo que es la más nueva que he visto. “Utopía”. Son sólo seis capítulos pero os la recomiendo si no la habéis visto. Últimamente también he visto "Hijos del Tercer Reich". Son tres capítulos pero de hora y media cada uno. Vamos, que hay que echarle eggs...

Un capricho cumplido: El churri. Jajajaja.

Mi prenda favorita de otoño: Las gabardinas. Me he comprado una divina en color mostaza a pesar de que ya tenía una blanca y otra negra.

Un objeto de deseo: Los Manolos. (Los zapatos, digo, no el grupo de música de “All my lovin´ Laiolailolaaaa”

Un diseñador: Valentino. Lo adoro… Ah, y mis niñas de VayaTelita (de nada, chicas…)

Un sabor: Chocolate…

Una fruta: No soy muy de fruta pero la chirimoya me chifla.

Un lugar para visitar: El Castillo Pittamiglio en Montevideo. Os lo contaba aquí

Una ciudad: Montevideo. A ver qué voy a decir, si no…

Un lugar para enamorarse: El lugar es lo de menos. Lo bonito es sentirlo.

Un complemento: Un colgante o anillo chulos.

Un plan para un domingo otoñal: Quedarme en casa, con la que estará cayendo, seguro…

Una cadena: Qué sé yo… ¿la del water?

La última canción que se instaló en tu cabeza: “Money for Nothing” de Dire Straits, pero porque la estoy escuchando mientras escribo esto. Creo que no vale.

Una actriz: Mi Angelina, mi Angelina…

Un actor: Mi Johnny, mi Johnny…

Una musa: La musaraña (pero qué genial soy, por Diorrrr). Por parecer un poco más culta podría decir que Terpsícore pero sólo porque me recuerda el genial sketch de Les Luthiers “Esther Píscore”. Buscadlo…

Una revista: Jara y Sedal. Es apasionante.

Un sueño: Poder trabajar desde casa.

Último vicio: El Twitter.

¿Con qué regalo siempre aciertas?: Con todos. Soy estupendísima regalando.

Mi postre favorito: Plátano con dulce de leche. Sencillo a la par que delicioso (y engordante)

Lo que te molesta: Los olores en el Metro, la gente que no sabe discutir sin gritar y la mala educación en general.

Blanco o negro: ¿Por qué elegir?

Tu mayor fobia: Las cucarachas. Ayyyy.

Actitud de todos los días: Sonreír, sin importar las circunstancias.

¿Qué es la perfección?: Un aburrimiento.

Animal preferido: Gatos, por supuesto.

Número favorito: El 8, creo…

Perfume que estoy usando: Ahora mismo, ninguno.

Última vez que usaste sombra: La última vez que lució el sol. Una sombra alargada, negra, que caminaba delante de mí por la acera... Qué recuerdos.

Días de la semana favoritos: El viernes. Es como comprar una libreta nueva…

¿Tienes las uñas pintadas ahora mismo?: Ahora no.

Mi pasión: Cantar.

Eva se lo pasó a siete personas, así que allá vamos… Muahahaha.

- Ses


- Mukali.

- Guille.

- Sylvia.



 ¡Buen fin de semana para todos!

jueves, 3 de octubre de 2013

Los cutrerianos

Como ya os relató Forlán, un par de días antes de irnos a la Feria de Albacete con gato y todo, pasaron por casa el hermano del churri y su señora novia, que viven en el Norte de las Españas, para aprovechar a hacer algunas compras en la gran capital antes de partir los cinco (gato incluido) a disfrutar de unos días de descanso y esparcimiento.
Pues bien, llegaron tal que un jueves y optamos por ir a cenar a una conocida cadena de comida, digamos, "americana". Vaya por delante que fuimos bastante tarde, más aún siendo un día entre semana pero considero que si un local tiene un horario, tendrán que atenderte con la misma calidad si vas cuando apenas han abierto que cuando ya no falta tanto para que cierren.
No suelo ser quejica pero lo que allí nos aconteció fue de traca. Al pedir las bebidas, mi cuñado pidió una cerveza de marca Pepito y yo un té frío sin hielo. Pues bien, la cerveza la trajeron de la marca Jaimito y mi té no sólo vino con hielo sino que tuve que andar pidiendo que trajeran un abridor porque la muchacha de las bebidas abrió todas las botellas menos la mía.
Más tarde durante la cena, el churri, que ya se había tomado su cerveza (a él sí se la habían traído bien en un principio) pidió una botella de agua. Le trajeron otra cerveza porque para qué vamos a escuchar lo que nos piden...
Por suerte, los platos sí los trajeron bien y, una vez que habíamos dado cuenta de ellos, vinieron a preguntar si íbamos a querer la carta de postres. El churri, la novia y yo estábamos hasta las patas pero mi cuñado se ve que aún conservaba algo de hueco en el estómago y le dijo que sí, que trajera la carta.
Al medio minuto se ve que se arrepintieron de tanta proactividad y vinieron a decir que, ya que no íbamos a pedir postre, que si nos molestaba que trajeran la cuenta. Sin comentarios.
Para colmo, sobre la mesa nos habían dejado un formulario para pedir la tarjeta de clientes frecuentes. Supongamos que el restaurante en cuestión se llame “Cutre´s”. Pues el folleto rezaba algo así como “Hazte Cutreriano”. Como si de una secta se tratase. A mí ya me dio la risa floja y descubrí también por ahí un cuestionario para evaluar la calidad del restaurante. Porque me frenaron, que si no…
Repito que no suelo quejarme yo mucho pero es que en otros restaurantes de esta cadena ya he visto cosas tales como tirar una bandeja llena de bebidas encima de los comensales o cruzar los pedidos a domicilio de los clientes. Tal vez deberían ponerse un poco las pilas y ofrecer mejores sueldos, que así seguro que pueden exigir más a sus empleados sin sentirse unos tiranos por ello.
Me lo voy a pensar muy mucho antes de volver. Si es que no escarmiento y doy demasiadas oportunidades. 

miércoles, 2 de octubre de 2013

Anuncios Pesadillescos LXIX: Novedades en pruebas de amor

El de hoy va de condones. No de cualquier tipo de condones, no, sino de unos que, al parecer, son muy fáciles de poner.

El anuncio comienza con una advertencia. Dicen que como no se puede mostrar por la tele a un hombre poniéndose un preservativo, harán la demostración con caballeros medievales. Se ve que utilizar un plátano o algo así les parecía soez y prefirieron recurrir a la creatividad in extremis.

Vemos un enorme castillo medieval y a una damisela, suponemos que princesa o miembro de la nobleza, al menos, flanqueada por dos caballeros que le besan la mano de rodillas pretendiendo su amor.

Desde que éramos pequeñitos hemos leído toda clase de cuentos donde los caballeros pretendientes a optar a la mano de una fémina poderosa y/o acaudalada tenían que realizar muchas pruebas absurdas como matar dragones, cruzar pantanos infestados de ogros o hacer una maqueta de la Catedral de Notre Dame con palillos para los dientes. Aquí la prueba es más sencillita.

Desenvainan sus espadas y, el primero, intenta envainarla nuevamente sin éxito, quedándose la espada ahí atascada, mientras la princesa o lo que sea le mira con cara como de asquito y él la observa de reojillo intentando en vano disimular el absoluto ridículo que está haciendo. Intenta envainar la espada un par de veces más pero, al no conseguirlo, la princesa o lo que sea frunce el morrito reprobatoriamente, con una expresión que a las claras indica que está pensando "pobre inútil".

La princesa o lo que sea se gira hacia el segundo caballero y, ya antes de que él haga su demostración, contempla con admiración la espada enhiesta que porta en su mano, con los ojitos en blanco por la emoción. Él hace unos malabares previos con la espada que no vienen a cuento pero que valen muy bien para chulear y hacer espectáculo antes de dejarla caer en la funda sin el menor esfuerzo. La espada se desliza de una forma limpia e impoluta, provocando que la princesa o lo que sea baje la mirada, azorada ante tantas habilidades. Se lleva, incluso, una mano a la sonriente boca, tímidamente, tal vez pensando en la noche que la espera pero sin atreverse a comentarlo en voz alta, que ya se sabe que las princesas (o lo que sean) medievales tienen que mantener en público las buenas formas. Tenemos hasta un Replay a cámara lenta del momento en que la espada alcanza su objetivo sin ningún tipo de problema.

Total, que la prueba, cómo no, la gana el segundo caballero, que se retira con la princesa o lo que sea mirando por encima de su hombro a la cámara en actitud triunfante y, por qué no decirlo, bastante chulesca. Se dirigen al interior del castillo seguidos de la guardia del castillo mientras el primer caballero sigue intentando envainar su espada, el pobre. Le ha faltado ingenio, ahí. Tenía que haberle dicho a la princesa o lo que sea que su espada es demasiado grande y no hay ninguna vaina que le valga. Ya ibais a ver cómo la princesa cambiaba claramente de actitud y de preferencias.

Si es que a veces vale más tener chispa que una espada juguetona. Ayyy, estos caballeros medievales, que no escarmientan...