De cómo la testosterona desintegra ciertas prendas de vestir

Planteo hoy una incógnita que me tiene desquiciada. ¿Qué problema tienen los hombres con los guantes?

Por si no lo habéis notado, hace mucho frío. Bajo a fumar anteayer con un compañero de trabajo que ya se iba a su casa y me dice: “El caminito hasta Atocha ahora es mortal. Se me quedan las manos congeladas”.

Le miro las ídem. Desnudas. Como su madre las trajo al mundo y le pregunto como si fuese yo la susodicha:

- ¿Y tus guantes?

- Por ahí los tendré en casa. Tendría que buscarlos.

Esto me recordó el último viaje que hice con mi churri a Albacete. No sé cuántos de vosotros habréis estado en Albacete pero sopla un viento guapo, guapo y, si es viento frío, pues vamos apañados.

Pues mi churri se fue sin guantes. Ahí a lo machote, con un par. Fuimos de compras, fuimos a tomar algo, fuimos de paseo y él fue sin guantes de compras, fue sin guantes a tomar algo y fue sin guantes de paseo. ¿Por qué? Porque es un machote.

Al par de días volvimos a los Madriles y ahí se le quitó todo lo machote. “Chiqui, se me han pelado los nudillos”. “Chiqui, me escuecen las manos”. “Chiqui ¿me dejas crema?” Ponía tanta cara de corderito degollado que al día siguiente fui y le compré una crema. Se la llevo al trabajo y le digo “Hala, vete echando a ver si se te pasa”. Esa tarde se estuvo echando crema en el trabajo. Al irse, se la metió en el bolsillo para llevarla consigo y poder seguirse echando al llegar a casa. Yo estaba feliz, pensando que mi churri había entrado en razón y había comprendido que las manos son una parte del cuerpo y hay que cuidarlas.

A los dos días, le pide crema a mi compañera (la que hace la estalagmita en clases de Yoga. Estamos todos muy bien de lo nuestro en mi trabajo, sí)

- ¿Y la crema que te compré?

- Se ha quedado en casa.

Ahora está en la balda del baño. Muerta de risa. Hace un par de días se había puesto guantes tras una bronca mía. Hoy ya no lleva. Qué cruz, Señor…