Esta semana he vuelto al trabajo.
El lunes y el martes, pues lo típico. Un montón de cosas
acumuladas en las dos semanas de ausencia que hicieron que mi estrés
post-vacacional alcanzara niveles insospechados. Ayer miércoles ya lo había
dejado todo controlado y pude respirar tranquila… por escaso tiempo.
Estamos todos trabajando en silencio, muy modositos, cada
cual a sus cosas cuando, de repente, se empieza a oír la alarma de incendios.
La tenemos justo en la puerta de entrada a nuestra oficina así que se oía y se
oía bien.
No subía nadie a avisar que teníamos que salir por patas y,
como una vez ya sonó sin motivo aparente y la cortaron a los dos minutos,
seguimos tan tranquilos. Muchas luces no tenemos, no. Cualquier día va a ser
como el cuento del lobo. El día que haya un incendio de verdad no vamos a salir
hasta que veamos que nos van a consumir las llamas (las de fuego, no las primas
de las vicuñas).
En fin, que como aquello no paraba le digo a mi compañero J.
“Vamos a bajar a ver si el de Seguridad nos dice algo”. Informo a mi compañera
V. (ya por todos conocida) que si pasa algo la llamo y la dejo encargada de mi
bolso (hay que salvar el brillo labial aun arriesgando la vida).
Bajamos y el buen hombre nos dice que no pasa nada; que van
a hacer obras y que han quitado una botonera (no preguntéis, nosotros tampoco
entendimos ni papa) pero no dice nada de si piensan parar la alarma o no.
Volvemos a subir y contamos la incomprensible historia de la
botonera. Trabajar con una alarma de incendios sonando constantemente saca de
los nervios a cualquiera pero, no conformes con esto, de repente empieza a
sonar un teléfono en un departamento que está justo al lado y donde no hay
gente desde las cuatro de la tarde. El teléfono suena y suena, haciéndole los
coros a la alarma. Le digo a V. que, si lo llego a saber, llamo a los asiduos
de la Fabrik y de Radikal y montamos una Rave en un momento dado. Subidón, subidón.
Me puse música en el MP3 pero de fondo seguía oyendo la
alarma, cual acompañamiento cutre-musical. Nuestro compañero D. se levanta y
cierra la puerta que conduce al pasillo, con lo que se amortigua un poco el
sonido. Viene el vigilante de seguridad (no sé si a mirar la famosa botonera)
y, al salir, deja otra vez la puerta abierta. V. resopla y va a cerrar la
puerta otra vez. Al rato, una chica que trabaja en otro proyecto en nuestra
misma planta (no sabemos ni quién es) se va a su casa, dejando la puerta
abierta. Esto ya es vacile. V. resopla más fuerte y cierra la puerta por
tercera vez. Esto ya empieza a afectar a nuestros nervios, es como una tortura
china.
Cerca de hora y media estuvo sonando la alarma. Vuelvo a
bajar con J. a fumarnos un cigarrito y, al subir, constatamos que ya no suena.
Hay como una turbina dando vueltas pero ya no emite sonido alguno. Columbramos
que se ha roto y lo comentamos con nuestros compis al entrar.
- No, no, no – Dice nuestro
compañero M. – He sido yo, que la he hackeado.
- ¿Cómo que la has hackeado?
- Sí, la he inclinado y ahora, como no hace contacto, no
suena.
A grandes males, grandes remedios. Sólo espero que la haya
vuelto a dejar como estaba, que ya me veo el resto de nuestros días sin alarma…
Uff, yo también la hackearía, ¡es que esos ruidos me ponen los nervios de punta! xD
ResponderEliminarEstábamos todos atacados, ya. Jajaja. Besotes!!!
EliminarLo mismo pensé yo, que espero que lo haya dejado tal cual estaba que al final va a ser verdad lo que dices de que les terminará pasando como con el cuento del lobo ;)
ResponderEliminarBesos y que te sea leve la reincorporación
Hoy por suerte ya no había ruidos infernales... Besotes!!!
EliminarImpresionante, ante peligros con el churri sales corriendo estropajo en mano y te salvas sin que importe nada más, pero ante una alarma de incendios os quedáis todos tan tranquilos y encima mandas a tu compi a que te salve el bolso... A veces me confundes jajaja. Besotes!!!
ResponderEliminarJajajaja. Es que como ha sonado más veces, ya no nos impone respeto alguno. Jajaja. Besazos!!!
EliminarLo que me parece increible es que intenten “cambiar la botonera“ no sin antes silenciarla, digo yo...porque lo que ha provocado ¿ hora y media hasta ladearla? Yo directamente no podría haber trabajado...no puedo con los sonidos tan fuertes.
ResponderEliminarEn cuanto he llegado a Rave me he dado cuenta de lo mayor que soy...no tenía ni idea de lo que era y he tenido que buscarlo...ains.
Besitos.... y poned bien el aparatejo!!!
Fue infernal, no te digo más... Lo de la rave me lo sé porque tuve una compañera de trabajo que sí que era asidua. Si habré conocido gente peculiar en esta vida... Besotes!!!
EliminarJajaja, muy bueno lo del hackeo!
ResponderEliminarNo sé cómo aguantasteis tanto rato con la alarma ON, a mí me da un algo...
Espero que la rentrée no sea muy dura!
Muas!
No, ahora que ya no hay sonidos espantosos parece que lo voy llevando mejor. Besazos!!!
EliminarJaja, hackeado! Genial! Aunque espero que hoy no se le ocurra a nadie incendiar algo por ahí...
ResponderEliminarA mi lo que hubiera levantado es una jaqueca insoportable!
Buen finde reina!
Besos.
Por suerte, la jaqueca ya la traía de mi casa y como me había tomado un ibuprofeno (bendito sea) me pilló inmunizada.
EliminarBesotes!!!
y digo yo... el segurata cuando subio no podia haberla quitado?? o decirle al electricista de la obra que la desenchufara... pero cuanto listo hay en nuestro pais!!!
ResponderEliminarPara rato aguanto hora y media con la alarma puesta, menuda jaqueca!!!
Eso pensábamos nosotros, que iría a quitarla, pero no. Se ve que como desde la garita de Seguridad apenas se oía... Besotes!!!
EliminarQué horror, nosotros tenemos obras, puede venir tu compañero a cargarse la máquina de taladrar...me están entrando los siete males.
ResponderEliminarUn besote
Jajajaja. Pues mira, se lo digo. Lo mismo le ha pillado e gustillo al hackeo de máquinas infernales. Jajaja.
EliminarEl curro, esa gran fuente de historias bizarras...XDDD
ResponderEliminarUn beso.
Cuando me toque el Euromillón me voy a plantear seriamente seguir trabajando, sólo por continuar teniendo material para el blog. Jajaja. Besos.
Eliminar