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jueves, 31 de marzo de 2016

¡Cuánto relax!

Hubo un día de estas pasadas vacaciones que el churri y yo decidimos ir a un spa. Para relajarnos, o eso se supone. Bueno, la verdad es que sí, que relajados salimos, aunque a veces me pregunto si no será que este tipo de actividades terminan relajando porque uno ya va con la mentalidad de que va a salir como nuevo porque, en realidad, si nos ponemos a pensar, hay multitud de elementos estresantes en un circuito acuático de esos.

Para empezar, yo soy incapaz de seguir el orden correcto de uso de las instalaciones. Al entrar viene una lista con la secuencia exacta que se supone que hay que seguir para que la experiencia sea de lo más fructífera, con sus tiempos y todo. Vamos a ver, si ya de entrada me tengo que aprender de memoria una secuencia de veinte pasos con sus correspondientes duraciones y, encima, estar pendiente del reloj, pues ya vamos mal. Otra opción sería llevarme una libreta waterproof para tomar notas a la entrada o bien estar volviendo a la entrada al finalizar cada etapa para ver qué es lo que sigue. Nada, pasando y a hacer lo que me dé la gana, como siempre.

Lo primero es la irónicamente llamada “ducha de bienvenida”. No sé si estáis acostumbrados a que os den la bienvenida a los sitios tirándoos agua helada encima pero yo prefiero que me inviten a un refresco y un sándwich de salmón ahumado con cebollino. Luego ya te puedes meter en una piscina de agua calentita que es una gozada, la verdad. Dentro de la piscina hay diversos elementos de tortura como unos chorros que te dan en la espalda a mala leche y unas sillitas con un montón de burbujas que molan un montón si no fuera porque yo peso poco más de cincuenta kilos y me lleva la corriente, como al camarón que se duerme, por lo que lo que puedan relajarme las burbujitas en las lumbares lo compenso con el esfuerzo sobrehumano que hago con el brazo al sujetarme a la barrita para no salir despedida al otro extremo de la piscina. Todo esto mientras cierro los ojos para que no me entre agua con cloro debido a las salpicaduras de los asistentes que están usando los chorros asesinos.

Hay también una mini piscinita con agua congelada donde metí el dedo gordo del pie. A día de hoy lo noto mucho más relajado. En la sauna finlandesa aguanté como cinco minutos pensando que en ese momento estaría más a gusto en Hoover Dam a la una de la tarde en julio (conté mi experiencia aquí). Pero como no sólo de sauna vive el hombre, también está la terma, donde ni siquiera entré porque, al abrir la puerta y ver el vapor hirviendo que salía de ahí dentro, pude comprender lo que siente un spaghetti  a punto de ser lanzado a la olla. Siento mucho más respeto por ellos ahora. Así que, mientras el churri se escaldaba, yo me fui al pediluvio, que consiste en caminar descalza por unas piedras mientras te sueltan chorros de agua fría en las piernas. Vamos, que si por circunstancias de la vida hubiese que caminar por un sitio así, una persona en sus cabales se pondría unas cangrejeras en lugar de ir descalzo pero en este mundo loco nos ponemos las cangrejeras en la naturaleza y luego pagamos por ir a caminar descalzos sobre las piedras.

Y luego llegó el momento del jacuzzi, que eso sí que mola, ahí no hay peros que valgan.

Para ir finalizando, te metes en lo que dan en llamar “ducha de contraste” que es lo mismo que pasa en casa cuando te estás duchando y alguien tira de la cadena. Ahora fría, ahora caliente… Y en casa chillaríamos algo como “¡dejad de fastidiar ya con el agua!” pero en el spa eso mola mucho.

Y ya, por fin, te sacas un té y te vas a una habitación que huele a incienso a tomártelo en una tumbona, preguntándote cuándo será el momento en que puedas volver.

Porque, curiosamente, quieres volver.

miércoles, 30 de marzo de 2016

Anuncios Pesadillescos CLXXIII: Cómo vender a través del asco

Desconozco si de este anuncio había visto una versión más reducida o si no le presté demasiada atención cuando lo vi pero no fue hasta que Chema me pasó el enlace vía Facebook que me di cuenta de cuán pesadillesco era el spot que hoy procedemos a destripar.

Se trata del anuncio de un stick para pasarse por las uñas y así evitar morderlas (supongo que tiene que saber a rayos aunque recuerdo que, en mi adolescencia, cuando tenía yo esa mala costumbre probé un producto similar y, por mal que supiera, yo me las mordía igual y allá películas). Bueno, el caso es que el producto es ese y podrían haberse valido de argumentos tales como que es una costumbre fea que nos hace parecer un poco atolondrados y que encima nos dejamos las manos hechas un cristo, han decidido conquistarnos por la vía de la repugnancia. A los hechos me remito:

Lo primero que vemos es una mano masculina rascándose o acomodándose sus partes íntimas antes de lanzar una bola en un partido de tenis. En primer plano, porque para qué vamos a andarnos con sutilezas.

A continuación, un perro rebusca entre la basura para recuperar la pelota de tenis que el anterior jugador de “rasca y gana” ha lanzado ahí demostrando que, aparte de ser un guarro, es nulo jugando al tenis.

Una mano lucha con el perro para quitarle la pelota de la boca y, una vez  que lo ha conseguido, se sacude para eliminar las babas chorreantes que han ensopado dicha extremidad (en serio ¿tanta baba puede dejar un perro en un momento?).

El propietario de la mano babeada se dirige a casa de su amada. Mientras toca el timbre, aprovecha para rascarse el trasero con la misma mano que fue babeada por el perro husmeador de basura que portaba la pelota previamente tocada por el de los picores íntimos. Vais siguiendo la historia, ¿no?

Ya en el salón de la casa, este pobre chico que debe tener lombrices le da la mano a su querida novia, quien, acto seguido, se muerde una uña de la mano con la que ha tocado la mano llena de gérmenes de su adorado partenaire.

Y ya rematan diciendo que, cuando te comes las uñas, no sabes lo que te estás comiendo. Muy agradable todo.

Supongo que todo esto podría evitarse con dos sencillos pasos. Uno, que la gente no sea tan guarra y deje de rascarse según qué partes y de tirar basura en mitad de la calle. Dos, que se laven las manos al llegar de la calle. Mi suegra es muy fan de esto último y podría darles una lección a todos ellos.

Y así la chica se puede morder las uñas todo lo que quiera. Seguirá llevando las manos hechas un desastre pero al menos no morirá de alguna enfermedad infecto-contagiosa. Creo que el problema no es de la chica por morderse las uñas, sino de todos los demás por ser unos cerdos.

He dicho.

Actualización mayo de 2016: Este anuncio ha resultado uno de los ganadores del PAPA (Premio al Anuncio Pesadillesco del Año) edición 2016. Le entregamos su premio para que disfrute:


lunes, 28 de marzo de 2016

Crónicas Felinas CLXXI: ¿Altruismo o egoísmo?

Marrameowww!!!

Un día de estas pasadas vacaciones, la bruja y el consorte llegaron a casa con un nuevo artilugio. Era como una gran caja de plástico con puerta abatible y dibujitos de gatos que plantaron en mitad del salón.

Como soy de naturaleza intrépida, luego de husmearlo un poco decidí abrir la puertecita y meterme dentro. No tenía cojincito ni nada y, la verdad, me pareció un poco cutre para ser una nueva camita. Tenemos una especie de sofá y una casita con su tejado y hasta una bolita dentro para jugar, aparte de nuestro castillito de tres plantas y, por descontado, la cama de nuestros humanos, que es ideal para estirarse a placer y robarles espacio vital en el proceso, por lo que esto me parecía demasiado duro e incómodo pero, por no hacer el feo y no despertar las iras de la bruja, que es capaz de darme pienso de marca blanca en venganza, me eché una siesta dentro mientras Munchkin miraba con desconfianza.

Cuál no sería mi sorpresa cuando, al día siguiente, veo que llenan de arena la misteriosa casita y la colocan en sustitución de nuestro querido y archiconocido arenero. Me quedé un tanto desconcertado preguntándome “¿en serio pretenden que hagamos nuestras cosas ahí?”. Es decir, no tengo nada en contra de la intimidad (de hecho, yo soy el primero que es incapaz de cumplir con la llamada de la naturaleza si hay alguien mirando) pero con este invento tengo que agachar la cabeza para satisfacer mis necesidades fisiológicas y por todos es sabido que un gato no agacha la cabeza ante ninguna circunstancia. La dignidad está ante todo.

Además de esto, se nos complica la tarea de arañar y romper la bolsita que pone la bruja para vaciar el cajón con comodidad y limpieza. Nosotros éramos unos maestros en dejarla hecha un pingajo para que al final aquello fuera como un colador y no cumpliera en modo alguno su cometido.

Tiene un inconveniente añadido y no es otro que el hecho de que con esto no podemos convertir el baño pequeño en una playa pataleando fuera todo el contenido de arena del cajón (igual nos las apañamos y algo conseguimos expulsar fuera pero hay que reconocer que se necesitan ímprobos esfuerzos para una tarea que antes realizábamos sin sudar ni un poquito). No sé si la idea es que hagamos más ejercicio porque me resisto a creer que lo han comprado pensando justamente en que no pataleemos la arena, con lo divertido que es (tanto el hecho de patalearla en sí mismo como verlos después barriendo). No, no pueden ser tan crueles de querer vernos privados de semejante rato de divertimento, ¿o sí?

Total, que no sé muy bien qué pensar de esto. Si lo han comprado por nuestro confort e intimidad pues me parece bien, aun sacrificando algo de diversión en el proceso pero si lo han adquirido por su propia comodidad para no tener que andar barriendo tanto, me parece un acto tremendamente egoísta. 

Prrrrrr.

jueves, 17 de marzo de 2016

No es más que un “hasta luego”

Hoy vengo con una entrada cortita. Muy cortita. Este cuerpecito serrano se va a disfrutar de una semanita de vacaciones y, ante la perspectiva, hasta escribir un post largo me está dando vagancia. Bueno, lo de que el cuerpito serrano se va es un decir porque en realidad pienso quedarme en mi casa haciendo el vago a placer y tal vez salga de vez en cuando por algún plan improvisado (o a comprar comestibles para no morir de inanición).

No sé si comentaré blogs o no, aunque supongo que lo leeré todo pero yo cuando desconecto, desconecto de todo.

Sed buenecitos y secaos esas lagrimillas. Esto no es un adiós; sólo un “hasta luego”.

miércoles, 16 de marzo de 2016

Anuncios Pesadillescos CLXXII: El lago de los pavos

Para los que no lo sepáis, os informo que me gusta mucho la danza, por lo que este anuncio se supone que debería gustarme. O tal vez me horripile justamente el hecho de que tan noble arte se banalice de semejante manera. Mis procesos mentales son incomprensibles hasta para mí.

El caso es que vemos un bailarín en medio de un escenario sosteniendo con delicadeza en su mano una rebanada de pan cubierta con jamón curado de pavo. Mira la rebanada con veneración y vemos aparecer tres bailarinas con más rodajas de pan en sus manos. Al ver al chico, se quedan estáticas, víctimas del shock más profundo ante lo que tienen delante de sí. Una de ellas se acerca al maromo en forma desafiante y comprobamos que la rebanada de pan de ella está cubierta por tristes lonchas de pavo del de toda la vida que, en comparación con la suculenta rebanada del bailarín, no tienen nada que hacer.

Y aquí comienza lo que podríamos llamar la representación del Lago de los Pavos. Él la sujeta por la cintura y dan unas cuantas vueltas consiguiendo mantener las lonchas de jamón de pavo en perfecto equilibrio. No se le cae ni una, por suerte para el resto de bailarinas que así no terminan resbalando y descalabrándose. Todas bailotean alrededor de su nuevo objeto de deseo, queriendo hacerse con el delicioso jamón de pavo.

Él sostiene su rebanada en alto y hasta da un salto para alejarla de las garras avariciosas de estas mujeres consumidas por la gula (la del norte y la del sur).

Pero con lo que él no contaba era con la astucia de una de las bailarinas que, dando un grácil y majestuoso salto (o “jeté” para que veáis que de algo me acuerdo de las épocas en que yo también daba saltitos) se apodera sin piedad de la codiciada tapa, ya pensando en lo bien que le vendría una cervecita para acompañar y que no se le haga bola.

El bailarín cae  de rodillas al suelo, frustrado, quebrado de dolor. Extendiendo sus brazos hacia la ladronzuela, no sé si suplicando que le devuelva su rebanada o que, al menos, no sea rata y le permita darle al menos un mordisquito para probarlo. Pero ella se aleja y vemos cómo le hinca el diente con ojos de evidente placer. Qué mala pécora.

Y ahí la voz en off nos informa que ha llegado la sofisticación al mundo del pavo. ¿La sofisticación al mundo del pavo? Eso me suena a ponerle un logotipo de Chanel a una camiseta de los chinos. No tengo yo muy claro que comer jamón curado de pavo sea algo muy sofisticado pero qué sabré yo, una humilde chica de clase trabajadora. Lo mismo lo más cool del momento es comer tapas de jamón de pavo y yo aquí, como una tonta, soñando con caviar o, al menos, con anchoas del Cantábrico.

Debe ser que soy una pava y no me entero de nada. 

Actualización mayo de 2016: Este anuncio ha resultado uno de los ganadores del PAPA (Premio al Anuncio Pesadillesco del Año) edición 2016. Le entregamos su premio para que disfrute: