Escríbeme!!!

¿Sugerencias? ¿Comentarios? ¿Quieres venderme algo o cyber-acosarme? Escríbeme a plagiando.a.mi.alter.ego@gmail.com

miércoles, 31 de enero de 2018

Anuncios Pesadillescos CCXXXIII: Cliqui cliqui

Hoy le toca el turno a una app de entrega de comida a domicilio. No sé muy bien cómo voy a conseguir darle una extensión adecuada al post porque, en realidad, no hay demasiado texto. Simplemente cantan. La peculiaridad de todo esto es que, quienes cantan, son los alimentos.

Sí, los alimentos. Creo que ya he comentado en alguna ocasión que me da mucha grima cuando en los anuncios/pelis/lo que sea, ponen a hablar o cantar a los animales. Lo que no me esperaba era tener que ver cantar también a objetos inanimados. En este caso no me da grima pero el resultado es bastante WTF.

Para que todos podamos seguir el ritmillo, han elegido la melodía de “Mister Sandman” de las Chordettes.

La cosa parece que empieza normal cuando vemos a un grupo de gente sentada a un sofá y uno de ellos toma el móvil en su mano. Pero acto seguido, el móvil (a quien han dibujado ojos y manitas) empieza a canturrear, animándonos a descargar la aplicación mientras un taco mexicano le hace los coros. Se van sumando a la fiesta unas patatas gajo, unos noodles, una tortilla de patatas (¿alguien pide tortilla de patatas en una aplicación de comida a domicilio?), una hamburguesa, y un flan con nata que nos canta lo rápido que hacen las entregas. No quiero imaginarme cómo puede llegar a nuestro hogar un flan con nata después de un viaje en moto.  Hay que aclarar que a todos ellos les han dibujado también ojos y manos, para darles mayor expresividad.

También nos recomiendan sushi para el resacón. No sé si será porque yo casi nunca bebo (y, cuando lo hago, lo hago con moderación porque tantos años viendo anuncios han hecho mella en mí) pero creo que nunca se me hubiese ocurrido comer sushi estando de resaca. Luego sale una pizza con cara de mafiosa (ahí, sin estereotipos) que nos recomienda  una peli mala, manta y siesta. Desconozco por qué la peli tiene que ser mala. Supongo que será para tener menos cargo de conciencia si te quedas frito.

Finalmente, todos a coro nos dicen que hagamos “cliqui, cliqui” y ya podemos elegir nuestra comida preferida. Dicen “cliqui” en vez de “click” porque era la única forma que tenían de hacer que rimase con el nombre de la app, aunque fuese con calzador.

Y, una vez que se ve que se han decidido a hacer “cliqui, cliqui”, vemos en la puerta al motero con su casco y la bolsa de comida en la mano, haciendo “bom, bom, bom, bom…” para continuar el ritmillo atrapante. Porque no me negaréis que, a estas alturas, todos estamos moviendo el piececito.

Y ahí nos dejan, sin tener muy claro qué leches acabamos de ver y recordando vagamente la película “La fiesta de las salchichas”. No sé si después de esto a alguien le entran ganas de pedir comida a domicilio porque yo me imagino a mi cena cantando y ya no me dan ganas de comérmela.

P.S. Este anuncio ha sido ganador de la edición PAPA 2018 junto con este otro anuncio porque no habéis sabido determinar cuál es peor:


lunes, 29 de enero de 2018

Crónicas Felinas CCXL: Deteniendo el tiempo

Marameowww!!!

La semana pasada, la bruja llegó a casa como tres horas más tarde de lo que suele llegar porque tuvo que hacer unos recados al salir de trabajar. Convenció al consorte de que la acompañara, lo que significa que nos tuvieron abandonados como doce horas en casa, sin un triste grano de pienso que llevarnos a la boca, al borde de la inanición y sin siquiera pedir disculpas cuando por fin regresaron porque ellos son así, unos seres maleducados por naturaleza, que se creen los dueños del mundo sin caer en la cuenta de que los verdaderos amos y señores somos nosotros. Pero no sufráis, porque la venganza estaba por venir.

Ya sabéis que ella es muy de horarios por lo que, el hecho de haber llegado tarde, le desbarató todos los planes. Sin embargo, hay que reconocer que, si una habilidad tiene en esta vida (seguramente la única porque no la llamó el Señor por el camino del virtuosismo) es la de ser multitarea, como un robot de cocina aunque, dadas sus escasas dotes culinarias, probablemente éste sea el peor símil que se pueda utilizar. De esta manera, consiguió, simultáneamente, hablar por webcam con su tío, responder los comentarios del blog y chatear con una compañera de trabajo. Que quede entre nosotros pero tiene su mérito.

Como se le hacía tarde, terminó estas tres acciones y decidió irse a duchar, preparar la ropa para el día siguiente y posteriormente cenar para irse a dormir e iniciar una nueva jornada a las cinco y cuarto de la mañana siguiente. Pero como yo estaba enfurruñado por el abandono al que me había visto sometido ese día, no pensaba ponérselo tan fácil, por lo que me dediqué a correr por la casa tirando cosas y colándome en cuanta habitación abría, a fin de hacerle perder minutos y los nervios al mismo tiempo (porque yo también soy multitarea,  a ver qué os pensáis).

Pena que con las zarpas no sea yo capaz de sujetar una cámara de vídeo, porque hubiese sido muy interesante dejar constancia para la posteridad de la cara de loca que se le ponía cada vez que intentaba hacer la más mínima tarea y yo entraba corriendo en la habitación o me colaba en el armario. También aproveché, una vez que me hube colado en la habitación del ordenador, a esconderme bajo el escritorio y patalear con las patas traseras cuando ella intentaba sacarme de ahí, convirtiéndola en testigo impotente de cómo los minutos corrían por el reloj, sin manera posible de ganar algo de tiempo.  

Así que, queridos felinos (y algún cánido) que me leéis, he aquí mi consejo del día: Si veis que vuestros humanos tienen prisa por el motivo que sea, dedicad vuestro mayor esfuerzo a ralentizar todo lo posible sus tareas. Convertíos en un obstáculo infranqueable, lo que viene siendo un “grano en las  posaderas” y ya veréis cómo se doblegan a vuestra voluntad.

Ahora se lo piensa dos veces antes de dejarnos abandonados tanto tiempo.

Prrrrrr.

jueves, 25 de enero de 2018

Tacones cercanos

Exposición Manolo Blahnik Madrid
Decidme si no es una monada
Hoy vengo con un post cultural. Bueno, cultural. Tampoco para tirar cohetes. Digamos que es una recomendación para quienes seáis tan frívolas como una servidora.

Hace un par de semanas, el churri y yo quedamos con mi amiga S. y su chico porque teníamos plan. Bueno, más que plan, teníamos planes, ya que quedamos juntos pero después nos dividimos. Los machotes se fueron a la exposición de Star Wars en el Edificio Telefónica, que creo que ya no está, por si acaso os interesaba ir… yo siempre con noticias frescas. Mientras tanto, las dulces y delicadas féminas nos fuimos a ver zapatos a la exposición de Manolo Blahnik en el Museo Nacional de Artes Decorativas (Calle de Montalbán, 12, Madrid).  Ésta está hasta el 8 de marzo, así que estáis a tiempo todavía.

Llegamos a la puerta y yo no daba crédito. Había una cola como de media hora para entrar. Creo que jamás había visto tanta afluencia de gente para ver una exposición. Se ve que hay más fetichistas de los zapatos de los que yo me imaginaba. La gente iba pasando de a grupitos y, justo cuando nos iba a tocar, cortaron la fila para dejarnos a S. y a mí en el siguiente grupo. Como S. está preñadísima de la muerte, adelantó un poco su prominente barriga para hacerla más visible y el señor vigilante nos dijo “pasad”. Pues va a ser que estar embarazada tiene sus ventajas, oye.

Yo me imaginaba una exposición más pequeñita pero abarca una planta y media del museo y hay
Exposición Manolo Blahnik Madrid
No sé si el tacón será muy cómodo
pero lo que es moda...
zapatos para aburrir. Si me seguís desde hace tiempo, sabréis que toda la vida he querido tener unos, así que yo tenía fuertes tentaciones de romper las vitrinas y llevármelos todos. Estaban desparejados pero siempre puedes ponerte un modelo en cada pie e ir creando tendencia. A lo mejor si S. hubiese vuelto a marcar barriga se hubiesen apiadado de nosotras y nos hubiesen dejado llevar alguno; si es que no sabemos aprovechar.

Nosotras babeábamos fuerte, dejando surcos sobre los cristales, y el chico de S. empezó a mandar mensajitos preguntando si nos quedaba mucho, porque era evidente que ellos habían terminado antes (se fueron a ver juegos a una tienda, ya hartos de esperarnos). Nosotras mentíamos cual bellacas diciendo que ya nos quedaba poquito. Nos quedó poquito como tres veces más mientras seguíamos sacando fotos de cuanto zapato llamaba nuestra atención, que eran casi todos (si alguien me roba el móvil va a pensar que tengo una zapatería).

Cuando por fin fue cierto que habíamos terminado, nos juntamos los cuatro a comer porque en eso sí que coincidimos. Ya seas freaky o frívolo, hay que alimentarse para seguir frikeando o frivolizando a gusto.

Os dejo algunas fotitos (siento la mala calidad pero las saqué con el móvil sin pensar en que tal vez me diera por compartirlas en el blog, así que son un poco churro, la verdad).

¿Y vosotros? ¿Os hubieseis unido al grupo freaky o al grupo frívolo?

Exposición Manolo Blahnik Madrid
Un modelo "elfa de los bosques" que me encantó.

Exposición Manolo Blahnik Madrid
La foto es un espanto pero estos fueron mis favoritos, por lejos (encima, es el modelo "Madrid" ¿Qué más quiero?)

Exposición Manolo Blahnik Madrid
Mirad estos, qué peluditos para el invierno.

Exposición Manolo Blahnik Madrid
Una bota inspirada en los samurais. Yo es que lo quería todo.

miércoles, 24 de enero de 2018

Anuncios Pesadillescos CCXXXII: Extrañas técnicas de ligue

Vemos a una chica cepillándose los dientes con fruición. Dedica tanta energía a sacar brillo a sus piños, que se va a desgastar el esmalte. A continuación, la vemos correr para alcanzar un tren que amenaza con abandonar la estación. Mientras corre, sonríe. No sé vosotros pero lo que yo menos hago cuando persigo un medio de transporte público es sonreír. Más bien pongo cara de agonía y voy suplicando en bajito “No te vayas, no te vayas”. Si es un medio de transporte donde el conductor sea capaz de verme, hasta le pongo carita de pena.

Nos encontramos ya dentro del tren. De cercanías, supongo, porque la gente va apelotonada y nunca he visto esto en un tren de larga distancia. Para el caso es lo mismo porque el destino es lo de menos. Lo que nos interesan son los pasajeros. La chica (a quien se ve que la técnica de la sonrisita le ha funcionado) va de pie con cierta cara de hastío. Detecto aquí una cierta incongruencia, ya que el momento idóneo para sonreír era éste, cuando ya se ha hecho con el triunfo y ha conseguido ascender al ferrocarril.

En uno de los asientos, una niñita. Lleva en la mano una marioneta que hace ruidito al abrir y cerrar la boca como esos juguetes para perros que tienen un pito que suena al apretarlo. Vamos, que es un sonido de lo más molesto. Una vez más, la paradoja hace acto de presencia y la chica se pone a hacerle cucamonerías y caras raras a la niña. Caras muy raras. Abre y cierra la boca como un pez fuera del agua, infla los carrillos, pone bizcos los ojos… Vamos, una monada de chica. A todo esto, la niña se ríe y la chica mira de reojo sobre su hombro izquierdo. Resulta que allí hay un chico. No le veo nada del otro mundo pero supongo que el anuncio intenta representar que el chico en cuestión es guapo. La chica, muerta de vergüenza, retoma la compostura y se pone muy seriecita a mirar al infinito.

El chico la mira y también sonríe con unos dientes de anuncio (ah, que es un anuncio, vale). Ella no puede evitar reírse porque parece que tiene cierta tendencia a reírse en situaciones incómodas. La voz en off nos pregunta si estamos preparadas para el chico perfecto. Vamos, que porque tiene la dentadura sana ya no puede ser un psicópata ni un maltratador ni un depravado ni tonto del bote ni uno que nos ponga los cuernos y nos haga “de sufrí”. Tiene los dientes sanos y eso es lo que importa, como en los caballos.

Volvemos a ver a la chica cepillándose los dientes y ahí nos cuentan las maravillas del dentífrico que usa para ligar en los trenes.

La escena del día anterior se repite. Vuelve a subir a un tren abarrotado de gente y, en un frenazo ¿con quién creéis que se choca? A mí me hubiera molado que se chocara con la niña de la marioneta, a ver si acaba con el peluche metido en la boca (la chica, no la niña, no soy tan cruel) pero como esta es una historia de amor al más puro estilo de peli de sobremesa del domingo, habéis acertado. Es el chico de la dentadura nívea.

Por los altavoces se anuncia que el tren va a estar parado un buen rato y ellos se ríen, como dos alelados. Que sí, que ligar está muy bien  pero ya podían haberse dado los teléfonos y no sacrificar llegar tarde al trabajo, digo yo.

P.S. Esto me recuerda algo que me pasó en un metro imitando a una rata pero me da palo contarlo; y, como sois malas personas, sé que me lo pediréis.

P.S.2 Me ha quedado más largo de lo normal pero es que no quiero sacrificar nada. No tiene desperdicio.

P.S.3 Que no, que ya os dejo en paz, en serio.

lunes, 22 de enero de 2018

Crónicas Felinas CCXXXIX: Aprovechando las adversidades

Como os contaba aquí, la bruja y el consorte me compraron una fuente porque, según el veterinario, la razón de mi leve deshidratación se debía al hecho de que sólo bebía agua del grifo, a menos que ya fuera causa de fuerza mayor, en cuyo caso me resignaba a beber del plato. Digo “me compraron” porque Munchkin sigue terne en sus trece con eso de no aceptar los avances tecnológicos y continúa aferrado a las tradiciones, bebiendo de su platito naranja de toda la vida.

Si os leísteis la entrada en su momento (y si no, os la leéis ahora, ya que me he tomado el trabajo de enlazarla; a ver si os creéis que voy a hacerlo todo por vosotros), recordaréis que comenté que el cacharro salpicaba agua y, como consecuencia de ello, la cocina tenía un charquito constante en las inmediaciones de la fuente. Como querían poner remedio a dicha circunstancia, entraron a un famoso portal de venta por Internet (ese donde puedes comprar desde un tenedor hasta una réplica a tamaño real del Apolo XIII) y compraron una especie de alfombrita verde turquesa (no me preguntéis por qué motivo; a la bruja le dio con que tenía que ser verde turquesa porque no hay quien la aguante desde que ve programas de decoración) con huellitas de gato estampadas. Muy mona, sí. Pero poco práctica.

Porque la alfombrita es así como “mullidita” y, por ende, absorbe el agua. Sí, vale, ya sé que la idea era que absorbiera el agua para que no se formara un charco en la cocina pero el tema es que, al quedar ensopada de agua, yo decidí que ya no quería beber de la fuente porque me negaba en redondo a estar apoyando las patitas en esa superficie tan desagradable. Así que hicieron un pan como unas tortas y ahora tienen una alfombrita abandonada a su suerte junto a otros trastos mientras piensan si le pueden buscar alguna otra utilidad.

Como quitaron la alfombrita, yo he vuelto a beber de la fuente y, además, he descubierto algo muy útil. Como la fuente salpica (cosa que ya ha quedado sobradamente explicada en este post y el anterior), al beber me mojo el pechito y, como el suelo está mojado, también el rabo. Por lo que he llegado a la conclusión de que la tarea ideal a realizar después de beber es ir a pedirle mimos a la bruja. Mimos intensos, de esos en los que me restriego bien.  Como ella es incapaz de negarme un mimo porque está muy necesitada de cariño (supongo que el hecho de ser una bruja sin sentimientos no ayuda a la hora de conseguir que la gente te quiera), hace de tripas corazón y se aguanta el repelús cuando yo me restriego todo mojado sobre su cara y su ropa. Pero le veo la cara y sé que, en el fondo, está sufriendo cosa mala.

En verano le dará más igual pero ahora en invierno es un entretenimiento maravilloso.

Prrrrrr.