Escríbeme!!!

¿Sugerencias? ¿Comentarios? ¿Quieres venderme algo o cyber-acosarme? Escríbeme a plagiando.a.mi.alter.ego@gmail.com

lunes, 30 de julio de 2018

Crónicas Felinas CCLXIV: Que alguien llame a la policía


Marrameowww!!!

Vengo hoy a contaros un relato espeluznante que me tiene preocupado. A ver si vosotros, que me queréis más a mí que a la bruja, me dais la razón y llamáis a la policía o a quien sea que haya que llamar en estos casos.

Recientemente he descubierto una faceta de la bruja que desconocía. Ya sabía que es fea, que no es muy lista que se diga, que es una agarrada y muchas cosas más, todas malas, porque tras más de ocho años de convivencia uno termina conociendo a los humanos que le han tocado en suerte. Lo que no sabía es que también es una psicópata en potencia (o ya psicópata consumada; eso lo juzgaréis vosotros).

Os cuento. El otro día estaba durmiendo apaciblemente una de las múltiples siestas que me echo durante el día (algunas por aburrimiento y otras para evadirme de la realidad que me ha tocado vivir con estos humanos). El imberbe reposaba a mi lado y ahí estábamos, totalmente entregados a los brazos de Morfeo cuando, de repente, fue como que sentí algo. Llamémosle “presencia” o llamémosle “creo que esta cansina está por aquí”. Abrí un ojo y ¿qué me encuentro? Pues a la bruja mirándonos fijamente con esa cara que sólo la gente desquiciada es capaz de poner. La cabeza formando ángulo de cuarenta y cinco grados con su hombro derecho, los ojos brillantes con una mirada ausente y juraría que estaba a punto de dejar escapar un hilillo de baba por la comisura de los labios.

Efectivamente, nos estaba observando mientras dormíamos. Decidme si no es lo más creepy de todas las cosas creepy que habéis visto u oído en vuestras vidas. Imaginaos despertar un día y encontraros a alguien vigilándoos en vuestro sueño. Asusta, ¿verdad que sí? Pues figuraos cómo ando yo, que no sé si dormir con un ojo abierto, si esconderme en algún sitio para echar una cabezadita sin miedo a ser observado o si, directamente, dormir sin hacer uso de la retractilidad de mis zarpas y dejarlas directamente ya sacadas, como si fueran navajas de Albacete. Toda precaución es poca cuando se trata de tu propia seguridad (el imberbe que se ocupe de la suya; no voy a andar yo ejerciendo de guardaespaldas de nadie).

Otra opción sería dormir por turnos y que cada felino vigile que no suceda nada durante el sueño del otro pero esto me supone un doble problema. Primero, no confío en que Munchkin no se vaya a quedar frito en plena guardia, porque él es muy de caer desmayado allí donde le pilla el sueño y, segundo, eso supondría tener dos pares de ojos observándome mientras duermo. Demasiada presión.

¿Huyo de esta casa sin mirar atrás? Y, en caso afirmativo, ¿a dónde? No es cuestión de irme a la calle con una pata delante y otra detrás porque a ver de dónde saco yo el pienso y esas cosas que necesito para tener una vida medianamente confortable.

¿Qué me aconsejáis? Tengo mucho miedo.

Prrrrrr.

jueves, 26 de julio de 2018

¿El surrealismo se toma vacaciones?


Sí, lo sé. El Mundial terminó hace un rato largo y yo sigo a trompicones con el blog. Al final, voy a tener que dejarme de excusas y asumir la triste realidad. Esto es: en mi vida no pasa absolutamente nada interesante y el surrealismo me ha abandonado.

Desconozco si esto me sucede todos los veranos. Por norma general, a estas alturas del año yo debería haber colgado el cartelito de “Cerrado por vacaciones” en el blog y estar disfrutando del dolce far niente hasta que se me ocurriera regresar, en esa actitud anárquica que me caracteriza para los regresos (es que os quiero pillar desprevenidos por si acaso estáis hablando de mí).

Pero este año, por motivos que ya contaré, una servidora no disfrutará de su descanso hasta septiembre, lo que hace que tenga que enfrentarme semana a semana a una página en blanco y un cursor que parpadea, arrogante, desafiándome a llenar el espacio con palabras.

Y en esas ando. No me culparé yo sola, no obstante. Porque, si decimos las cosas como son, tampoco es que pueda afirmarse que el resto de blogs sea a día de hoy un hervidero de producción. Estamos todos como de capa caída. No sé si será el calor aunque, al menos por los Madriles, hay que reconocer que este verano está siendo bastante light en lo que a temperaturas extremas se refiere. No hemos llegado a los cuarenta grados ni un día, y eso es algo que en Madrid debería preocuparnos. Tal vez se deba a que, como este año el verano ha tardado tanto en decidirse a aparecer, quizás en noviembre todavía estemos tomando “relaxing glasses of granizado” en la Plaza Mayor. Qué sé yo. El caso es que nunca se me ocurre de qué escribir y, cuando alguna idea se atreve a revolotear por mi cabecilla, resulta ser una idea como blandurria; inconsistente. Algo que no se puede asir con facilidad y, mucho menos, darle forma. Esto sí debe ser por el calor, que los materiales se reblandecen y no hay manera de que queden como uno quiere. Tengo apuntadas en mi “lista de ideas para el blog” (porque estaré más seca que el Sahara pero sigo siendo organizada) un par de cosas que, en un principio, creo que podrían funcionar pero luego pienso ¿y cómo saco yo quinientas palabras de esta tontada? Y me da un perezónnnnn. Pensar en verano es mucho esfuerzo. Ahora voy entendiendo por qué prefiero cerrar el blog en julio.

Y, claro, liarme a escribir para hacer una mini-entradita de nada, pues me da como cosilla, para qué os voy a mentir. Al final sentiría que os estoy estafando. Como cuando llega un día en que te percatas de que las patatas fritas que siempre comprabas cada vez traen menos cantidad por el mismo precio, y como que paso de que me denunciéis a alguna asociación de consumidores.

Más que nada porque tendría que redactar una carta de alegaciones y, adivinad. Me da pereza.

miércoles, 25 de julio de 2018

Anuncios Pesadillescos CCLIII: Los superquesos


Vamos hoy con un anuncio de quesitos. No de quesitos cortados en triángulo, que ya aparecieron alguna vez por aquí, sino de estos quesos de bola chiquititos tan famosos y que, hasta donde yo recuerdo, nunca han sido protagonistas de esta sección.

Supongo que la idea global de la campaña es conseguir que los niños vean comer queso como algo divertido. Siempre me ha llamado la atención eso de la “diversión” en la comida; la comida es comida y ya, no sé si tiene que considerarse divertida para deglutirla. ¿El entretenimiento está por encima del sabor? ¿Si enseñamos a un plato de lentejas a protagonizar un espectáculo de variedades, los niños se las comerán sin rechistar? A mí hasta me daría pena comerme algo que me ha proporcionado un buen show. Bueno, que me disperso, como es mi costumbre. A lo que iba.

Hace un par de años ya empezaron con esta idea y mostraban un quesito que se transformaba en superhéroe utilizando la cera protectora que lo recubre a modo de capa. Más tarde veíamos a un niño jugando con el quesito, fingiendo que el producto lácteo volaba por los aires al grito de “Soy Superquesoooo”. Dejé pasar el anuncio en su momento porque, aparte de comentar que en estos tiempos de móviles, tablets y consolas portátiles, me extrañaría mucho que un niño encontrase mucha diversión en hacer volar a un queso pero poco más podía añadir, por lo que la cosa me iba a quedar bastante escasa. A la vista está, dado que os he contado ese anuncio en medio párrafo.

Pero este año han vuelto a la carga con los quesos con superpoderes y, retomando aquella idea, han ido un paso más allá y vemos a una madre rebuscando en el mueble de la cocina. Unos quesos espían mediante una cámara desde su cuartel general (no puedo creer siquiera que acabe de escribir esta frase). Se percatan de que la madre no tiene ni idea de qué ponerles de merienda a sus infantes, por lo que los quesos salen volando (literalmente, con el envoltorio convertido en capa) y aterrizan sobre la mesa de la cocina, donde la madre los encuentra y decide que es algo ideal que meter en la mochila de sus hijos. O sea, tú te encuentras comida por arte de magia en la mesa y, sin ningún tipo de duda, se la pones de merienda a tus vástagos, sin dudar ni por un momento que algo surgido de la nada va a ser bueno para ellos.

El quesito va a parar a una bolsita donde vemos, además, una manzana, una botella de agua y un muñequito. Me preguntó quién metería juguetes entre la comida pero no soy madre así que, qué sabré yo.

Los quesos terminan locos de alegría al ver cumplida su misión y vemos a uno de los niños zampándose el quesito en la cocina.

Pues luego para la merienda sólo tendrá agua y una manzana. Que no se ande quejando después.

lunes, 23 de julio de 2018

Crónicas Felinas CCLXIII: La lucha territorial


Como os comentaba en esta entrada la bruja y el consorte se habían decidido a poner algo de mobiliario en el dormitorio (por si estabais siguiendo con interés el devenir de la historia, os adelanto que no, no han puesto todavía el cabecero, aunque ya han comprado los implementos para instalarlo, lo cual es todo un logro).

Dado que ahora tenemos sifoniers, hemos decidido que es un lugar ideal para dormir por las noches. Tiene doble ventaja, ya que, por un lado, quedan justo enfrente de la ventana, por lo que nos da el airecillo nocturno (hay que decir que este verano el tiempo está siendo generoso y, de momento, no hemos sufrido calor asfixiante de ese que nos obliga a estar todo el día arrastrándonos cual babosas por el suelo; la bruja no está tan contenta porque a ella le gusta eso de estar a cuarenta grados. Es lo que tienen los reptiles, que al tener la sangre fría necesitan salir al sol del desierto) y, por otro lado, porque al estar en una posición elevada, nos permite vigilar a los humanos mientras duermen; no sea cosa que se pongan a comer a las tres de la mañana y no inviten a nada, que yo de ellos ya me espero cualquier cosa.

Si bien hay dos sifoniers y debería haber espacio para dormir ambos cómodamente, el sueño nocturno se ha convertido en una disputa territorial en toda regla. Por norma general, el que esté más avispado de los dos, corre al dormitorio media hora antes de la hora humana de dormir (nunca entenderé esa costumbre humana de dormir a ciertas horas que tenéis los humanos; lo suyo es dormirse cuando te pilla el sueño pero una vez le pregunté a la bruja al respecto y me salió con cosas muy raras de que a sus jefes no les hace mucha gracia eso de que se duerma en el trabajo y que, si optan por prescindir de ella, ya me puedo ir despidiendo del pienso de marca) y pillar sitio. Esto no es garantía, no obstante, de que habiendo realizado este hábil movimiento, el gato espabilado vaya a dormir toda la noche en el palco presidencial. Siempre puede venir el gato despistado a morder el cuello de su adversario y sacarlo de malas maneras, haciéndose con el espacio en discordia.

Lo que termina sucediendo finalmente, es que cambiamos de sitio varias veces durante la noche. Uno va y se tumba en los sifoniers, el otro lo echa a mordiscos y arañazos quedándose ahí frito  pero, pasadas unas horas, el gato desterrado ataca por sorpresa al enemigo obligándolo a bajar a la cama (que es algo así como el premio de consuelo, porque en invierno los humanos dan calorcito rico pero en verano dan calorcito asquerosito y sudoroso).

Los humanos, presas del desconcierto, no saben a quién tienen a los pies y tienen miedo de que ese alguien sea Munchkin, con lo amante de arañar pies bajo la sábana que es.

Prrrrrr.

miércoles, 18 de julio de 2018

Anuncios Pesadillescos CCLII: ¿Pesadillesco o ni tanto?


No sé si éste me resulta taaaaan pesadillesco porque el tipo de producto se presta a hacer el chorra, con lo cual lo disculpo pero, como sé de gente a la que los anuncios de esta marca le producen urticaria, pues yo lo traigo y así juzgáis vosotros mismos.

Se trata de un refresco en su versión “cero”; es decir, sin azúcar y, para mi gusto, sin gracia ninguna.

Por tanto, nos van a cantar una cancioncilla destacando las bondades de poder pasárselo bien con “cero”. Lo primero es un chico que pone una canción en una juke-box en un restaurante cincuentero americano. La camarera canta fingiendo que su mano es un micrófono mientras un compañero toca una guitarra invisible. A pesar de todo, dice que su swag llega hasta Japón. Para demostrarlo, nos enseñas a dos japonesas y un japonés vestidos con ropa estridente. Él lleva una visera sin parte de arriba y ellas como unas orejitas de gato. La imagen no es nada estereotípica, como podéis comprobar. Los tres levantan al aire sus mecheros invisibles.

Vemos a unos chicos con pinta de “malotes” (lo pongo entre comillas porque un malote de verdad podría con estos tres en un abrir y cerrar de ojos), que fingen lanzar billetes por el aire. Aclaran que ningún billete es real y un chico despeinado y con gafas (nuevamente no se han dejado llevar por los prejuicios) dice que, entonces, eso es como las criptomonedas. A continuación, mueven las manitos hacia los lados diciendo que, sin volante, pueden vacilar lo mismo. No, chavales, no. Con el gestito ese del volante invisible y los billetes “virtuales” lo único que conseguís es dar pena y algo de vergüenza ajena pero vosotros veréis lo que hacéis.

Muestran una caravana donde repiten la fórmula de micrófono “de mano” pero le suman un solo de batería en el aire.

Esa escena ahí queda y, de repente, nos vemos en las fiestas de un pueblo, donde una chica hace el consabido pasito de intentar atraer un chico hacia sí con una caña de pescar imaginaria. Hace mucho que no salgo pero eso se hacía en tiempos de mi juventud, por lo que imagino que ese gesto habrá quedado en el baúl de los recuerdos de Karina y los millenials no tendrán ni idea de qué narices es eso. Por aquí se prodiga poca gente tan joven pero, si hay alguno en la sala, que se manifieste y comente si saben de qué va el rollo de la caña.

Un chico hace como que baja una escalera tras un mostrador. Vaaaaaale, confieso que esa tontería la he hecho yo alguna vez. Soy de un original que asusto.

Y ya, por último, pasamos al mundo de los deportes donde unos se juegan el saque a piedra, papel o tijera; sale una que pretende ser la que se apoyaba en una caja invisible y unos futbolistas con arcos imaginarios.

La escena final es un brindis donde fingen que sujetan vasos.

Y ya.