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miércoles, 28 de febrero de 2018

Anuncios Pesadillescos CCXXXVII: Nada, que no lo pillo

¿Hace mucho que no traigo un anuncio de coches o es  impresión mía? Esto hay que solucionarlo, así que hoy os traigo uno porque la industria automovilística siempre ha dado grandes momentos a esta sección.

Creo que la idea central del anuncio es que puedes ser lo que tú quieras, así que nos van dando una lista de diferentes actividades y el ejemplo de cómo el coche en cuestión puede ayudarnos en tal menester.

La primera categoría es “especialista”, así que vemos a uno que desciende en paracaídas aterrizando limpiamente en el asiento del copiloto a través de la abertura del techo. La conductora ni se inmuta. Debe estar hasta las narices de hacer la misma gracia una y otra vez. Eso suponiendo que ya conociera de antes al paracaidista porque, de no ser así, envidio profundamente los nervios de acero de esta mujer.

El “equilibrista” es un padre llevando a  un niño en una mochila ergonómica de estas con otros tres niños correteando a su alrededor. No sé si se refieren a que para llevar a un niño en una mochila sin tropezar con los restantes hay que tener mucho equilibrio o a eso de hacer malabares atendiendo varias cosas al mismo tiempo. No lo pillo bien.

El “aventurero” se tira al agua desde un acantilado. Que digo yo que también puede haber llegado ahí en autobús pero se ve que es fundamental el coche que uses para saltar desde un acantilado.

A partir de aquí se ve que se les terminaron las ideas porque nos dan categorías que pueden darse hasta sin medio de transporte alguno como “juerguista” (tres chicas que van meneando la cabecita en el coche al ritmo de una canción que han  puesto en el móvil); “caballero” (un señor con bigote con un ramo de flores en la puerta de una casa); “animalista” (un montón de cachorritos adorables en el maletero), “guerrero” (uno que juraría que es el caballero de antes pero sin bigotillo, que hace volar por los aires a un luchador mexicano y sigo sin entender qué relación tiene con un coche); “solista” (uno en el asiento de atrás haciendo como que toca un instrumento o dirige una orquesta, no lo tengo muy claro), “surfista” (guardando la tabla en el coche) y ya, por último, “vaquero”, donde nos muestran el coche seguido por una cuadrilla de rudos machotes a caballo, revoleando sus lazos. Ya se sabe que para ser vaquero tener un caballo no es fundamental pero para plantarse en la puerta de alguien con un ramo de flores en la mano y carita esperanzada sí es imprescindible tener coche. Me recuerda a una persona que conocí que quería hacer el camino de Santiago en coche. Podrían haber añadido “peregrino” a la lista de categorías pero no rimaba con nada porque, por si acaso no habíais caído en la cuenta, las categorías riman.

Porque ya se sabe que todo lo que rime siempre parece que está más trabajado, aunque no tenga sentido alguno. 

lunes, 26 de febrero de 2018

Crónicas Felinas CCXLIV: ¿A la cuarta va la vencida?

Marrameowww!!!

Como bien sabéis, Munchkin es de lo más tiquismiquis con el asunto del antiparasitario. Mientras yo me tomo la pastilla sin hacer apenas escándalo porque así termino antes con el sacrificio y puedo disfrutar de mi premio en forma de latita rica, con él lo han intentado ya absolutamente todo.

La primera opción fue, lógicamente, la pastilla; pensando ilusamente que se la iba a tomar de tan buen grado como un servidor o, al menos, que tras un poco de lucha iban a ser capaces de pasársela por el gaznate como hacían con el difunto Luhay. Creo que esto lo consiguieron una o dos veces cuando era apenas un cachorro. A partir de ahí mejoró  su técnica y, a día de hoy, cierra la boca en banda, tira zarpazos a diestro y siniestro y no hay manera de que se meta eso en la boca (si os lo estáis preguntando, no, el veterinario tampoco puede).

Así que pasaron a llevar al veterinario al imberbe para que le diera un antiparasitario en pasta. Al principio, medianamente se tragaba aquello pero, después de un par de visitas, decidió que ya estaba bien de que le pusieran una jeringuilla en la boca, como quien rellena un pavo, así que tuvieron que pasar directamente al pinchazo en el culo. Claro está que esto no le gustaba nada, así que en la última visita que realizó al veterinario, montó tal escándalo que pensaron que tenían que buscar alguna otra solución.

La solución llegó en forma de pipeta que se aplica sobre la nuca. Bueno, solución para los humanos porque se ahorran el trago de tener que llevarlo al veterinario a pasar vergüenza con las que lía en la consulta. Para Munchkin no es mucha solución, ya que no le gustó nada que lo cogieran, lo inmovilizaran y le pusieran un líquido donde no se puede lamer. Para colmo, lo tuvieron un rato separado de mí porque tenían miedo de que yo (que sí podía lamerlo) me dedicase a degustar el antiparasitario, como si no tuviera mejores cosas que hacer.

Así que, en principio, podría decirse que la operación fue un éxito, de no ser por la salvedad de que el jovenzuelo (ya no tan jovenzuelo,  a estas alturas, pero para mí es un chaval) parece ser que se ofendió por este ataque a traición. Se pasó un par de días ignorando abiertamente a los humanos. Hasta se dejaba comida en el plato, él que suele ser de devorarlo todo en cuanto se lo ponen delante. Después se lo terminaba porque se ve que una cosa es estar ofendido y otra quedarse con hambre pero se ve que esa era su manera de hacer ver su profunda indignación  y su desacuerdo con la forma que habían tenido de manejar el tema.

Ahora ya ha vuelto a comer de una sentada pero ya veremos si a la próxima ocasión en que quieran aplicarle la porquería esa, tienen tanto éxito.

Ya os lo contaré dentro de tres meses.

Prrrrrr.

jueves, 22 de febrero de 2018

Envidias culinarias

La semana pasada al churri le tocó turno de tarde en el trabajo. Eso significa que ni nos vimos en toda la semana. Bueno, sí nos vimos pero en estado catatónico porque, cuando yo me iba a trabajar, él estaba más que frito y, cuando él volvía, la que roncaba como un cerdo dormía angelicalmente era yo.

Los viernes tenemos la costumbre de pedir hamburguesas a domicilio. Es nuestro momento de comer porquerías, dando por iniciado un fin de semana de desenfreno y poco aprecio por nuestra salud. Por tanto, los viernes que él sale de trabajar a las once de la noche, yo lo espero en casa (medio en coma, pero lo espero) y él me llama cuando está a un par de paradas de casa para que yo vaya haciendo el pedido y así el señor hamburguesero llegue más o menos al mismo tiempo que el churri.

El caso es que el viernes pasado se quedó terminando unas cosas y salió más tarde, por lo que me dijo que mejor se pasaba él directamente por la hamburguesería y las traía. Nos pusimos a mirar cuánto tardaba el autobús que tenía que tomar para ir al local y después venir andando con las hamburguesas y vimos con horror que el último bus ya había pasado. Gentilmente se ofreció a ir andando desde el metro hasta la hamburguesería y desde ahí volver para casa. No es que quede en el quinto pino pero entre la ida y la vuelta es un paseo y me dio como penita. Así que le dije que yo no me había comido lo del mediodía (consistente en pescado con calabaza y judías verdes) porque me había comido un pincho de tortilla en el trabajo y había vuelto sin hambre, por lo que yo podía cenar eso y le pregunté si él tenía algo para cenar. Dijo que sí, que algo encontraría, por lo que quedamos en eso.

Me sentí muy buena persona por haber renunciado generosamente a mi hamburguesa con tal de que él pudiera llegar antes a casa y no anduviese pateando todo el barrio con este frío. Lo malo fue que, cuando él llegó, yo me calenté mi pescado y él para cenar se sacó unos cuantos quesos y pan tostado y se preparó ahí un picoteo maravilloso en un momento. No desmerezco en absoluto el pescadito y la verdura pero confieso que lo miraba de reojo con bastante envidia porque él sí estaba comiendo cosas con grasa y yo ahí con mi pescadito y mi calabaza. Hasta les daba queso a los gatos, a quienes yo miraba con mucho recelo. En una de estas me preguntó “¿Quieres un trocito de queso?”. Contesté que no, evidentemente. Mi orgullo me hizo fingir que estaba yo de lo más a gusto comiendo comida sana pero en mi fuero interno esperaba que el queso le diera estreñimiento o algo.

El sábado pedimos hamburguesa porque yo tenía que desquitarme.

La mía la pedí con doble de queso.

miércoles, 21 de febrero de 2018

Anuncios Pesadillescos CCXXXVI: La Pollock de los cereales

Una vez más, el anuncio que buscaba sólo lo he encontrado en versión italiana. Creo que mi operador de Internet cada día me da ip´s más extrañas pero como, en realidad, es exactamente el mismo anuncio que vi en España pero en italiano, me ha valido para poder destriparlo. A ver si os creéis que me voy a dejar amilanar por algo tan tonto como una pequeña barrera idiomática.

A esta marca de cereales ya la he traído más de una vez a esta sección pero se ve que no se cansan de hacer cosas raras. En esta ocasión, un letrero nos anuncia que nos va a enseñar “El arte del desayuno”, sea lo que sea eso.

Según nos cuenta la voz en off, el desayuno es un arte y, con estos cereales puedes decidir tú mismo qué crear. Las imágenes nos muestran a una chica observando de cerca un copo de avena (o de lo que sea eso) muy de cerca; como buscando en él las respuestas a todos los misterios de la vida. El plano se abre y vemos que está en el medio de un montón de hileras de frutas, yogur y otras cosas que no atino a ver que son. Es decir, es como si ella fuese el sol y desde sus pies saliesen los rayos, formados por cuenquitos.

Ahí se vuelve un poco loca. Toma en sus manos una caja de cereales y vierte su contenido sobre los tazones en un movimiento de barrido. Es como Pollock pero en versión culinaria. Los copos de cereal vuelan libres hasta que caen sobre el yogur, la fruta y demás cosas, creando un contraste de colores (y sabores) que harían las delicias de cualquier crítico (no sé si de arte o de cocina, pero crítico al fin y al cabo).

Luego sale un tío que está buenísimo echando copos con las manos en un cuenco. No hace nada especial. Pero no lleva camiseta, así que no me molesta en absoluto su presencia. La miel desafía la ley de la gravedad, subiendo desde no sé bien dónde en hilillos como estalagmitas.

Luego, en una copa con más yogur, cereales y fruta, la chica del principio pone una mora en lo alto del todo, como coronando su obra maestra y nos dicen que la creatividad se desarrolla con el arte de estos cereales.

Luego la vemos de pie con un tazón en la mano, comiendo a dos carrillos. Un tazón que habrá recogido del suelo, supongo. Vemos que el sol entra a raudales por la ventana y es ahí cuando comprendo cómo esta muchacha se levanta tan inspirada. No tiene que empezar su jornada a las cinco de la mañana como una servidora. Porque os puedo asegurar que a las cinco de la mañana toda mi creatividad se limita a poner café y leche en una taza y calentarla en el microondas.

Cuando entraba a trabajar a las tres de la tarde, hasta tostadas me hacía. Era toda una artista. 

lunes, 19 de febrero de 2018

Crónicas Felinas CCXLIII: El significado de los sueños

Marrameowww!!!

Pese a que soy de buen dormir, como todo buen gato que se precie, tengo que decir que últimamente, no sé si por la edad, estoy teniendo sueños muy raros. No especificaré cuáles porque prefiero que los humanos sigan haciendo sus elucubraciones intentando adivinar qué será lo que sueño pero os cuento lo que ellos ven, para que vosotros también podáis establecer vuestras teorías y así me echo unas risas.

Tenemos un castillito que os enseñé inicialmente en este post. Con el tiempo ha ido perdiendo pisos porque nos hemos ido cargando palotes de esos, a base de dar saltos sobre su superficie pero a día de hoy aún sobreviven las dos cestitas, aunque colocadas a una altura más baja. Munchkin y yo hemos decidido de común acuerdo (o tras unos cuantos zarpazos de lucha territorial, no lo recuerdo bien) que a mí me corresponde la cestita más alta y a él la más baja. Esto es algo evidente si tenemos en cuenta que el rey de la casa soy yo. No voy a dejar que cualquier advenedizo venga a usurparme el trono.

Pues bien, hace ya algunos días que estamos los dos durmiendo plácidamente, cada uno en su cestita, cuando yo de repente me despierto dando maullidos, bajo a la plataforma central (en la nueva disposición del castillito, la cestita de Munchkin queda directamente sobre la plataforma y la mía donde antes estaba la cuevita, para que os hagáis una idea) y muerdo al imberbe en el cuello, que suele despertarse sobresaltado y mirarme fijamente como preguntado “¿A ti qué leches te pasa y por qué me despiertas de estos malos modos?”. Acto seguido, me vuelvo a subir a mi cesta y ambos volvemos a entregarnos a los brazos de Morfeo.

Esto ha sucedido en tres ocasiones (que los humanos hayan visto) y ellos piensan que me da por rememorar la casa de los padres del consorte, cuando yo me dedico a maullar y morder a Munchkin en el cuello para disuadirlo de sus locas ideas de salir a la terraza. Si os apetece leer la historia completa de esa terraza, podéis hacerlo pinchando aquí. Si sois vagos, os cuento la versión resumida: En la terraza de los padres del consorte hay mucho ruido y no es como la nuestra que tiene cristal por todas partes. Esa es abierta y da mucho miedo. Y, si a mí me da miedo, a él también tiene que dárselo; por lo que le prohíbo terminantemente salir ahí  y, como soy el rey de la casa (por si no lo había mencionado), él me hace caso y se queda dentro.

Y ahora es cuando toca que vosotros lancéis todo tipo de teorías absurdas sobre cuál será la temática de mis sueños. No hay premio ni nada pero como sólo yo conozco la respuesta y no la pienso desvelar, pasaré un rato entretenido leyendo vuestras chaladuras. ¿Y qué mejor premio podéis tener que saber que habéis entretenido al dueño y señor de la blogosfera?

Prrrrrr.