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miércoles, 11 de julio de 2012

Para unas prisas


Como os prometí en el último capítulo de “La Mudanza” (suena  a culebrón venezolano) hoy voy a relataros mi odisea con los muebles.

Resulta que la mayoría de los muebles que teníamos en el antiguo piso estaban algo viejunos y nada pegaba con nada, como ya os relaté en alguna ocasión (en concreto, en ésta). Dada nuestra natural vagancia, al final no habíamos hecho nada así que el hecho de mudarnos nos valió de empujón para dejar atrás lo viejo e inservible y redecorar nuestra vida.

Así que, cinta de medir en ristre, fuimos hace un par de fines de semana a estas grandes superficies de muebles que al churri le gustan tanto y que en mí desatan la mayor de las iras. Por cierto ¿qué leches ha pasado con los muebles suecos? Qué sosería, qué aburrimiento. Sólo nos gustó una especie de estantería que puede ponerse tumbada y que nos hizo gracia para el salón pero, como no corre prisa, ahí se quedó. Ni un mueble decente para el baño pude conseguir, de manera que los muebles que de momento llevamos comprados (aunque faltan cosillas) los conseguimos en esta tienda que es tan Confor-table( o Confor-mista, no sé).

Relación de artículos adquiridos: Una mesa de comedor, una mesita de centro, cuatro sillas plegables, un escritorio y una silla de ídem.  Cuando nos preguntaron si queríamos pagar el montaje, dado que el churri está hasta las narices y no quiere pasarse el fin de semana emulando al barbudo de Bricomanía, éste dijo que sí, que mejor que lo montasen.

Total, que esto fue un sábado y nos dijeron que nos lo traían el miércoles a partir de las nueve. Es escuchar las palabras “a partir de…” y yo me echo a temblar. Y este caso no fue una excepción. A las nueve de la mañana ya estaba yo lista esperando a los montadores (por Dior, no saquéis esto de contexto) y no aparecieron hasta las doce y media. Ups… ¿He dicho “aparecieron”? Craso error el mío. Apareció uno solo, que tenía pinta de haber empezado las vacaciones del Instituto dos días antes. Yo ya estaba de los nervios porque a las dos y media me tenía que ir a ocupar mi puesto laboral, que dicen que es condición sine qua non para que me paguen a final de mes (tienen unas cosas…) pero me dije “Bueno, el chico será un profezioná. Las sillas, que son plegables, no hace falta montarlas así que estas cuatro cositas me las montará en un pispás”.

Le rogué encarecidamente que tuviera cuidado con el parquet (Inciso: el que inventó el parquet era un sádico y merece una tortura lenta y desesperante. No le pueden caer líquidos, hay que tener cuidado de que no se raye, de que no le dé mucho el sol para que no pierda color… Estoy aprendiendo a levitar para no dañarlo) y lo dejé tranquilito en el estudio mientras montaba el escritorio y la silla, retirándome discretamente al salón. Siempre me ha sabido muy mal estar respirando en la nuca de los operarios que vienen a casa, sea cual sea la tarea que vienen a realizar.

Me siento en el salón y yo no hacía más que oír trastazos, cosas que se caían y ruidos indescriptibles que era incapaz de asociar con nada que hubiese oído con anterioridad. No obstante, mantuve la calma y conseguí evitar ir corriendo al grito de “¿Qué c**o está pasando ahí?"

Mi proverbial paciencia comenzó a verse mermada al ver que era la una y media y todavía no había terminado con las cosas del escritorio. En esto, suena el timbre y aparece otro operario, más mayor, que creo que vino a rescatarlo tras un grito de auxilio que nuestro jovenzuelo debe haberle mandado vía SMS. El hombre experimentando le dice al imberbe que vaya poniéndose con lo del salón, que ya termina él con la silla y el escritorio.

El imberbe viene al salón y se pone a montar la mesita de centro. Como aquí podía observarlo de cerca, me convencí sin lugar a dudas de que me habían mandado al becario. Monta las patas de la mesita y el marco y pone cara de extrañeza al ver que no podía poner la superficie de cristal. A todo esto, el hombre experimentado ya había terminado con lo del escritorio y, cuando ve al imberbe sudando la gota gorda con la mesita le dice “¿Pero no ves que has montado el marco al revés? Así no se pueden poner las ventosas”. Me dieron ganas de reírme pero preferí mantener una mirada fría como el hielo, que me viesen impertérrita, seria, casi amenazante, que la cosa no estaba como para ponerme en plan colega. Bastante tarde se me estaba haciendo ya como para que, al final, me dijesen que se quedaban a comer.

Desmontan la mesita y la vuelven a montar, esta vez con el marco del derecho. Montan la mesa del salón y ya, por fin, me dicen que se van. Las tres. Fantástico. Menos mal que mi jefa es un sol y no tomó represalias por mi media hora de retraso.

Ah, el parquet, milagrosamente, sobrevivió al ataque. 

martes, 10 de julio de 2012

Estudio sociológico muy poco fiable


Ya está aquí el veranito, gentecilla y, con él, las fiestas de pueblo. ¿Quién no ha disfrutado (o sufrido) alguna vez estas simpáticas verbenillas?

Hay quien lleva yendo a las mismas fiestas del mismo pueblo durante toda su vida y, según mi humilde teoría, que no tiene por qué tener ni una pizca de verdad y mucho menos de rigor periodístico, las ferias de pueblo son capaces de forjar personalidades desde la más tierna infancia.

Bueno, no. Tal vez no sea la fiesta la que forja la personalidad sino que, en dichas celebraciones, el ser humano se desboca, desatando sus instintos más primitivos, olvidando los consensos sociales y demás pijotadas para convertirse en lo que siempre ha sido.

Es de esta manera que, quien es un bruto y/o macarra en potencia, dará rienda suelta a su personalidad salvaje en las fiestas del pueblo. ¿De qué manera? Eso ya depende de la franja etárea.

Entre los cuatro y los siete años les montará el cirio a sus padres protagonizando pataletas monumentales porque se le ha antojado un Bob Esponja gigante o una berenjena de Almagro, tanto da. El asunto es causar cuanto más revuelo, mejor. Que se note que está ahí y que no piensa dejar a nadie indiferente.

Entre los ocho y los trece, será el terror de los coches de choque. Se lanzará cual Fitipaldi descompensado a por cualquier cosa que se mueva intentando, en la medida de lo posible, dislocar algún hombro o muñeca. Puntos extra si consigue una desviación cervical permanente.

A partir de los catorce y hasta los veinticinco (un suponer, porque tengo otra teoría muy poco contrastada de que hay gente que, llegada a una determinada edad, decide parar definitivamente de madurar, que no de envejecer) el entretenimiento favorito será un cacharro donde demostrar su fuerza desmedida, ya sea dando puñetazos o martillazos. El asunto es ser el más fuertecito. Si por ahí anda su churri actual, churri en ciernes o ex churri mejor. No hay como impresionar a la hembra de la manada. De hecho, no hay más premio en estos juegos (en aquéllos donde, aun en contra de toda probabilidad consigues embocar un anillo en un cono de tráfico por lo menos se puede llevar el Bob Esponja por el que berreaba de pequeño, pero en este tipo de juegos, toda la recompensa radica en la satisfacción personal de ser el más bestia). Si la hembra de la manada es igual de pánfila, seguro que caerá rendida ante los envidiables valores de su machote y reaparecerán juntos al año siguiente en un coche tuneado, donde él ganará toda clase de peluches amorfos para su amada. Eso sí, existirá un acuerdo tácito para que la fémina en cuestión le deje su espacio a fin de que él pueda continuar demostrando sus habilidades ante sus amigotes, que no se diga que el hecho de estar emparejado le ha hecho perder facultades.

Años más tarde, tal vez nuestro protagonista y su, hasta entonces, amada se separen. Es aquí cuando él comenzará a pasearse por la zona donde toca la orquesta, cubata en mano, al ritmo de Rafaela Carrá, Paquito el Chocolatero, el Aserejé o lo que se tercie. Lo importante es que se vea que vuelve a estar en el mercado y que sigue siendo capaz de provocar contusiones en los coches de choque, dar puñetazos, martillazos, recolectar peluches y hasta berrear, si es menester. Genio y figura. 

lunes, 9 de julio de 2012

Crónicas Felinas II: Casa nueva, trastadas nuevas


Meowww a todos!!!

Por fin la pánfila esta ha conseguido conectar el PC para que yo pudiese zarpear a gusto sobre el teclado.

Como ya os ha relatado la bruja (con muy poca gracia, por cierto. Se cree un genio literario y hay más creatividad en las pintadas de un baño público) hace cosa de dos semanitas que nos hemos mudado. Rectifico: Hace cosa de dos semanitas que nos han mudado.

Yo ya me olía algo porque la escena de la bruja metiéndolo todo en cajas y dejando la casa cada vez más desierta me sonaba de hace unos años. Forlán no se pispaba de nada. Pobre, es tan joven e inexperto…

Total, que una mañana ya vi que aquello estaba hecho. Las pocas cosas que iban quedando en nuestro otrora hogar desaparecieron. Al principio me alegré porque vi que se llevaban todo y nos dejaban allí. Pensé que al fin había llegado nuestra oportunidad de ser independientes y librarnos del yugo opresor de la bruja malvada pero mis esperanzas cayeron en saco roto cuando vi que, horas después, reaparecían por la puerta la bruja y su consorte con mirada zalamera. Ahí me dije “Algo quieren estos. Nunca están tan cariñosos si no es porque buscan algo”. Lo dicho. Sacan nuestros transportines y, el primero en caer en la trampa fue Forlán. Pobre, es tan joven e inexperto… Conmigo costó más porque, generalmente, cuando veo transportín, pienso en veterinario y, como no me hace ni puñetera gracia, opongo toda mi resistencia para evitar entrar en esa cárcel portátil. Mis intentos, como siempre, resultaron infructuosos. Tengo que depurar la técnica pero ya.

Nos bajan a la calle y nos llevan para el lado contrario a la consulta del  veterinario, con lo que ya estaba casi cien por cien seguro de que aquello iba a ser otra experiencia de cambio de hábitat. Con lo poquito que me gusta.

Aquí he de reconocer (esto que quede entre nosotros, que no quiero quedar como un pusilánime frente a la bruja) que en la anterior mudanza me porté de una manera mucho más cobarde y, al llegar al destino, tardé horas en recorrer mi nueva casa, presa del pánico. Pero, claro, esa vez era yo solito. Ahora tenía que ejercer de hermano mayor y no podía quedar como un cobardica así que, cuando nos montaron en el taxi, escuché que Forlán maullaba en su transportín y yo le hice los coros para solidarizarme pero, en cuanto llegamos a la que hoy por hoy es nuestra nueva morada, lo primero que hice al ver abierta la puerta de mi transportín, fue salir escopetado a ver cómo estaba Forlán. Teníais que haber visto la cara de pavos de los dos humanos con los que me ha tocado cohabitar mientras decían “Ayyyy, qué tiernoooo”. A ver. Dejemos esto claro. No soy tierno. Lo que me daba miedo era que al otro le hubiese dado un colapso en el camino y tener que volver a enfrentarme solo a vivir con la bruja. Que es muy duro, de verdad.

De a poco fuimos recorriendo el piso nuevo y, la verdad, no está mal. Le entra mucho sol para tumbarnos panza arriba y tiene una terraza para corretear que está muy bien. Los armarios son fáciles de abrir. Punto a favor. Al segundo día ya le pillamos el truco y pudimos desparramar la ropa de la bruja por doquier. Qué maravilla. La bruja le ha puesto una cuerdecita para sujetarlo en lo que compra algo de esto que venden para los niños pequeños. Encontró uno en el súper pero, como son tan inútiles, lo deben haber puesto mal y se rompió, así que han vuelto al método de la cuerdita. Seguro que os pregunta a los que sois padres que dónde puede encontrar cosas de esas pero no soltéis prenda. Sí, ya sé que si no encuentra eso le va a seguir poniendo la cuerdita y tampoco voy a poder abrir el armario pero, al menos, sé que la bruja está rabiando porque la cuerda queda horrenda, así que por lo menos la puteo indirectamente.

Ahora estamos intentando averiguar cómo abrir el grifo de la cocina para provocar una inundación y pasárnoslo pipa. Aún no hemos tenido éxito pero somos persistentes. Pena que la bruja ya se ha percatado de nuestras intenciones y anda también buscando algo que pueda poner ahí para que no lo podamos abrir. Lo dicho. Vosotros ni mu.

Bueno, pues esta ha sido mi crónica sobre la mudanza. Espero que os haya gustado más que la insulsez que contó la bruja.

Prrrrrrr. 

domingo, 8 de julio de 2012

Anuncios pesadillescos XI: Sin miedo, mujer!!!


Ayyyy. Qué angustia me ha provocado ver esto en la tele y no tener tiempo para publicarlo. Me quemaban los dedos por el ansia de daros a conocer esta joya de la publicidad, esta obra maestra de la pequeña pantalla.

Os presento a Bárbara Brillante. ¿No sabéis quién es? Pues yo os la describo en un pispás, que para eso estamos.

Bárbara Brillante es una señora (lo de “señorita” ya está demodé) que se ha quedado estancada en los años cincuenta y, para cocinar, se pone una blusita azul con collar de perlas y un delantalito a la cintura (el atuendo ideal para salpicaduras).

Su misión en esta vida es que le perdamos el miedo al arroz. Es una superheroína. Poco a poco he ido superando mi miedo a andar sola por la calle, algún día superaré mi miedo a los espacios cerrados y ahora, gracias a ella, ya no me echaré a temblar cuando vea una paella.

Para que enfrentemos nuestros temores más primitivos, pasa a hablarnos de un fantástico arroz que siempre queda en su punto y, a la postre, se queda con todo el sabor de lo que lo acompañe. ¿Las consecuencias de esto? Aquí van:

1 – No volverás a sentir que la comida del domingo es un “Reality Show”: Aquí nos muestran un jurado que haría las delicias de un concurso de talentos, esgrimiendo sendos cartelitos donde se lee “Duro” y “Blando” respectivamente. Oh, tragedia, el arroz ha quedado duro en un plato y blando en otro (increíble). Prestad especial atención a la muchacha con falda acampanada que llora desconsolada tras el poco éxito de su arroz. Toda la razón. Las mujeres no tenemos otra cosa en la que pensar.

2 – No te enfadarás con el bogavante porque el arroz no sabe a nada: Esta es la consecuencia que más me gusta. Surrealista  a tope. Detrás de Bárbara hay un hombre con guantes de boxeo peleando a muerte con otro tío vestido de bogavante. Qué creatividad arrolladora.

3 – Si tu casa parece un restaurante y cada cual come a la hora que le sale de los cataplines “No sufras” (sic). El arroz estará siempre perfecto y podrás ser el ama de casa ideal manteniendo a tu marido y a tu prole orgullosos del pedazo de mujer que tienen en casa.

Esta es la versión básica. Es decir, la que se ve en la tele pero en Tú Tubo tenéis la versión completa con más perlas de sabiduría como las reseñadas aquí.

Lo dicho. Me ha dejado boquiabierta no sólo por el surrealismo latente sino por ese tufillo machista que no sé si pretende ser gracioso. A lo mejor soy yo, que siempre le busco la quinta pata al gato (ya me pasó con lo del negrito del Cola Cao, que fui prácticamente la única que le notaba un deje explotador). Independientemente de esto, he de dar las gracias una vez más a los creadores de este tipo de anuncios. Qué sería de mí sin vosotros. 

sábado, 7 de julio de 2012

Premios!!! (Del vigesimoprimero al vigesimocuarto)


A ver si os pensabais que, con esto de que me acabo de reincorporar al mundo blogueril, os ibais a librar de mi entrada sabática de premios. Pues no. Con más razón la publico porque, si ya llevaba retraso antes, imaginaos ahora. A ver si me pongo al día más o menos en esto.



Este me lo entregó Madre Desesperada el 26 de mayo (ahí es nada) y me volvió a llegar el 3 de junio de la mano de Rocío, de “De Lluvias yParaguas”. Muchísimas gracias a ambas. Sois unos soles.

La penitencia es escribir una frase que te defina. No sé si me define pero como pienso comprobarlo empíricamente en mi bañera en cuanto pille las vacaciones (me falta una semanita, ya), me quedo con el Principio de Arquímedes:  

“Un cuerpo total o parcialmente sumergido en un fluido en reposo, recibe un empuje de abajo hacia arriba igual al peso del volumen del fluido que desaloja”. 

Ya os contaré si es cierto. 



El 28 de mayo Nuria, de “Fragmentos de mi vida” me hizo llegar el premio “Gracias por estar ahí”. Me ha hecho gracia publicarlo tan tarde y diréis “Vale, esta ya ha perdido por completo la cabeza. ¿Quién se puede alegrar de publicar algo con retraso?”. Pues yo misma y os explico por qué. Este premio lo tenía ya dos veces así que, haciendo una asociación futbolística rápida, podemos llegar a la conclusión de que “No hay dos sin tres”. Como ya contesté las preguntas, pues nada. Muchas gracias, Nuria, por haberte acordado de mí.



Y, ya para terminar, Mamá Ciruela, de "Cómo Naciste" me entregó el premio “Un Blog lleno de Sorpresas”, que ya lo tenía también y fue publicado y entregado el pasado 9 de junio.

Como os imaginaréis, no tengo ni idea a estas alturas de qué premios tenéis o no tenéis así que, si os interesa alguno, no dudéis en pillarlo. Todos os merecéis los premios por lo bien que os habéis portado en mi ausencia. Muchas gracias por tantos comentarios, de corazón.