Yo, haciendo el pánfilo en el cementerio indio |
Pues seguimos relatando el primer día en Port Aventura. Una
vez que dejamos de hacer el chorra en la Polinesia, dirigimos nuestros pasos a
México, donde hay unas cuantas atracciones que están muy bien. La primera en la
que posamos nuestros piececillos fue “El Secreto de los Mayas”, que es un
laberinto de espejos donde reconozco que me agobié un poco porque mi sentido de
la orientación es más bien nulo y pensé que no iba a salir de ahí en la vida.
Por fin, gracias al churri, dimos con la salida. De no ser por él, yo aún
estaría dando vueltas ahí dentro, convertida en parte de la ambientación. Como
dato curioso, os comento que antes de entrar te dan unos guantecitos de
plástico para que no llenes de dedazos los espejos, con el trabajo (y el mareo)
que tiene que suponer limpiar eso.
Justo al lado del laberinto este está el Hurakán Cóndor. Es
una lanzadera, de las de toda la vida. Yo estaba un poco reacia a subir, por lo
que el churri me dijo que, si quería, me lo pensara para el día siguiente, a lo
que respondí “¿Por qué?¿Mañana va a ser más baja?”. Así que para adentro, con
un par. Confieso que en el momento en que me senté en aquello (es como una
silla de montar para ir con las patitas colgando y hay que decir que es de las
cosas más incómodas en las que me he subido en mi vida) pensé para mí misma
“¿qué narices hago aquí?”. Pero el mal ya estaba hecho, así que aguanté
estoicamente los cien metros de subida (más o menos a la mitad te paran, para
que creas que has llegado pero nooooo, aún te falta un trecho). Cuando ya ves a
la gente de abajo como hormigas y ves aparecer las cámaras, ese es el momento
en que te van a soltar. Intenté mantener la compostura porque ya estaba harta
de salir con cara de terror en todas las atracciones y he de decir que lo
conseguí bastante bien. Las divas somos así. Y nos soltaron. No me dio tiempo a
gritar porque la caída dura unos tres segundos aproximadamente pero recuperé el
tembleque de manos y piernas del que tanto me había costado deshacerme tras el
Shambhala.
![]() |
El Far West |
Nos dirigimos a la zona del Far West y nos volvimos a mojar
en el Silver River Flume, donde ya no perdimos nada más (más que nada porque el
churri ya no tenía gorra). Fuimos a comer algo (no muy delicioso y a precio de
oro, como suele suceder en los parques) y vimos el espectáculo “Bang Bang West”,
que es un show de especialistas. Está muy divertido pero, aunque las
comparaciones son odiosas, tengo que decir que me pareció mejor el del Parque
Warner. Como ya habíamos tenido suficientes emociones por un día, nos dedicamos
a dar un paseíto y nos encaminamos nuevamente hacia Mediterránea para ver el
desfile de cierre y ya poder ver el resto con tranquilidad al día siguiente.
He de decir que me repatea mucho la gente que se cuela en
medio de los desfiles en los parques de atracciones. Me refiero a los ansiosos
que tienen que ir a algún sitio y cruzan por todo el medio de los que está
desfilando. En serio, me parece una falta de respeto tremenda hacia el trabajo
de la gente. Lo bueno es que volví a ver a mi querido samoano.
Y ya cansados, pero felices, nos fuimos al hotel a descansar
un rato y después a cenar. A la vuelta me metí en la bañera de hidromasaje, que
fue gloria bendita para mi maltrecho cuerpecillo. Y a dormir, que al día
siguiente todavía nos esperaban más cosas.
La semana que viene es la última parte. Palabrita.