Imaginaos que estáis en una oficina trabajando tan a gusto.
De repente, empieza a salir arena de los lugares más insospechados. Sale arena
de la taza de café, vas a coger un archivador (¿todavía se usan esas cosas en
las oficinas?) y del hueco que deja sale más arena, arena que cae del techo y
de cuanto resquicio podáis imaginar.
Lo lógico sería poner pies en polvorosa ante el aparente
riesgo de derrumbe inminente del edificio pero en esta oficina se lo toman con
la mayor naturalidad del mundo y continúan atendiendo sus llamadas, llevándose
carpetitas unos a otros y tecleando cosas en sus ordenadores. Todo con una
sonrisa y sin preocuparse lo más mínimo.
De repente, un teléfono suena y el oficinista que lo atiende
habla con nuestro aventurero más conocido y le dice que va para allá en menos
de lo que canta un gallo.
Vemos al famoso aventurero luchando por desatascar el jeep
que se le ha quedado atrapado en una duna. Vamos, lo que a todos nos ha pasado
en algún momento de nuestras vidas, para qué vamos a engañarnos, y la voz en
off nos informa que, para la compañía de seguros anunciante, cuando a alguien
le pasa algo en el coche es como si les pasara a ellos mismos, por lo que vemos
aparecer un camioncito de la compañía cruzando a toda mecha las arenas del
desierto. No me digáis que no hubiera molado mucho más que el oficinista se
presentara en camello, como si fuera Lawrence de Arabia. Al oficinista lo
acompaña el león emblema de la compañía, que viene corriendo delante del
camioncito. A mí los animales me gustan pero confieso que si llamo a la
aseguradora por lo que sea que NUNCA me va a pasar, me daría un poco de miedo
que se me presentasen con el melenas pretendiendo que le rasque entre las
orejas. ¿Lo tienen en la oficina y lo sacan cada vez que hay un
inconveniente? ¿Y qué pasa si hay más de
un inconveniente a la vez? ¿Tienen leones de repuesto para que nadie se quede
sin la presencia tranquilizadora de la fiera salvaje? Muchas incógnitas sin
resolver.
El anuncio culmina con un emotivo abrazo entre el aventurero
y el oficinista, que se ha puesto una chaqueta de abrigo roja encima del traje.
No sé si será porque en el desierto tiene frío o porque no quiere que el traje
se le manche de arena, aunque vista la avalancha de la oficina, a estas alturas
ya debería darle igual.
Espero que al aventurero nunca le roben en su casa, porque
no me quiero imaginar la cara de los empleados de la aseguradora cuando vean
que todo el mobiliario de oficina va desapareciendo ante sus ojos como por arte
de magia. Tiene que dar mucho miedo y acabarían pidiendo todos la baja por
estrés. Al final sólo iba a quedar el león y no sé si con esas zarpas puede
sujetar el boli para rellenar los
formularios.