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miércoles, 8 de octubre de 2014

Anuncios Pesadillescos CXII: Operación Tormenta del Desierto

Imaginaos que estáis en una oficina trabajando tan a gusto. De repente, empieza a salir arena de los lugares más insospechados. Sale arena de la taza de café, vas a coger un archivador (¿todavía se usan esas cosas en las oficinas?) y del hueco que deja sale más arena, arena que cae del techo y de cuanto resquicio podáis imaginar.

Lo lógico sería poner pies en polvorosa ante el aparente riesgo de derrumbe inminente del edificio pero en esta oficina se lo toman con la mayor naturalidad del mundo y continúan atendiendo sus llamadas, llevándose carpetitas unos a otros y tecleando cosas en sus ordenadores. Todo con una sonrisa y sin preocuparse lo más mínimo.

De repente, un teléfono suena y el oficinista que lo atiende habla con nuestro aventurero más conocido y le dice que va para allá en menos de lo que canta un gallo.

Vemos al famoso aventurero luchando por desatascar el jeep que se le ha quedado atrapado en una duna. Vamos, lo que a todos nos ha pasado en algún momento de nuestras vidas, para qué vamos a engañarnos, y la voz en off nos informa que, para la compañía de seguros anunciante, cuando a alguien le pasa algo en el coche es como si les pasara a ellos mismos, por lo que vemos aparecer un camioncito de la compañía cruzando a toda mecha las arenas del desierto. No me digáis que no hubiera molado mucho más que el oficinista se presentara en camello, como si fuera Lawrence de Arabia. Al oficinista lo acompaña el león emblema de la compañía, que viene corriendo delante del camioncito. A mí los animales me gustan pero confieso que si llamo a la aseguradora por lo que sea que NUNCA me va a pasar, me daría un poco de miedo que se me presentasen con el melenas pretendiendo que le rasque entre las orejas. ¿Lo tienen en la oficina y lo sacan cada vez que hay un inconveniente?  ¿Y qué pasa si hay más de un inconveniente a la vez? ¿Tienen leones de repuesto para que nadie se quede sin la presencia tranquilizadora de la fiera salvaje? Muchas incógnitas sin resolver.

El anuncio culmina con un emotivo abrazo entre el aventurero y el oficinista, que se ha puesto una chaqueta de abrigo roja encima del traje. No sé si será porque en el desierto tiene frío o porque no quiere que el traje se le manche de arena, aunque vista la avalancha de la oficina, a estas alturas ya debería darle igual.

Espero que al aventurero nunca le roben en su casa, porque no me quiero imaginar la cara de los empleados de la aseguradora cuando vean que todo el mobiliario de oficina va desapareciendo ante sus ojos como por arte de magia. Tiene que dar mucho miedo y acabarían pidiendo todos la baja por estrés. Al final sólo iba a quedar el león y no sé si con esas zarpas puede sujetar el boli  para rellenar los formularios. 

martes, 7 de octubre de 2014

Ustedes Dirán XCVIII: La fiera que hay en mí (sugerido por Dibujos de Nube)

La gran madre y mejor persona “Dibujos de Nube” me solicitó hace un tiempo que escribiera un post en base a la siguiente pregunta: “¿Qué me haría explotar de rabia?”.

La verdad es que, en mi caso, la pregunta se las trae. En primer lugar porque, a pesar de ser Tauro, creo que no he explotado de rabia nunca. Bueno, salvo cuando era adolescente pero eso no cuenta porque, como cualquier adolescente, no era dueña de mis actos. De hecho, creo que estuve poseída por un espíritu encabronado durante esos años. Aun basándome en esos años, no podría decir qué situaciones eran las que me hacían explotar de rabia porque eran básicamente todas. Eso sí, en mi casa (he tenido por madre a la paciencia personificada) porque mis amigas eran lo mejor de lo mejor y las únicas que me entendían en este mundo cruel.

Hay cosas que me enfadan como a todo el mundo, claro está, pero como ya comenté alguna vez, no soy de montar escándalos ni dar gritos ni portazos ni romper cosas… así que no sé si esa situación podría llegar a darse en algún momento. Supongo que si alguien le hiciese algo malo a mis gatitos o a mis seres queridos, la cosa me daría mucha rabia pero no sé si llegaría a tener una pataleta en toda regla. Probablemente me sentiría triste o decepcionada (y enfadada también, pero es que cuando me enfado se me quitan las ganas de hablar así que no me veo yo liando la de San Quintín en ese momento).

Las injusticias también me dan mucha rabia pero, cuando me veo víctima de una, más bien me da por llorar de impotencia. Sí, soy una pavota, qué vamos a hacerle. Parece que no soy capaz de cantarle las cuarenta a nadie ni de convertirme en basilisco por una vez en la vida. Ya he hablado más de una vez en el blog de mi total incapacidad para levantar la voz o enzarzarme en una acalorada discusión aunque tal vez sea porque nunca me ha pasado nada que a mis ojos sea merecedor de perder completamente los papeles. De ser así, pues qué suerte para mí, ¿no?

Sea como fuere, tampoco pondría las manos en el fuego por el hecho de que nunca me vaya a pasar. Por lo que he podido conocerme en estos treinta y seis años de vida, diría que no me veo en la situación pero bien dicen por ahí que uno nunca termina de conocerse así que vete a saber si dentro de unos años no me dé por montar un pollo de órdago si me ceban un mate frío o me dan un yogur de fresa cuando lo había pedido de piña; vete a saber. A lo mejor cuando me venga la menopausia vivo una segunda adolescencia y me enfado nuevamente con el mundo. Si para cuando llegue ese momento sigo teniendo blog, ya me encargaré de contároslo.

Ya veréis, ya. Va a arder Troya.


P.S. Recordad que podéis mandarme vuestras sugerencias por cuanta red social existe.

lunes, 6 de octubre de 2014

Crónicas Felinas CVII: Socializando

Marrameowww!!!

Tengo que admitirlo; estoy contento. El pasado jueves por fin la bruja y el consorte permitieron que Munchkin y yo jugáramos juntos. Reconozco que, según habían ido pasando los días, yo cada vez bufaba menos y espiaba más. A veces lo veía por la ventana de la terraza y cada vez tenía más ganas de ir a saludarlo porque me estaba cayendo simpático. En alguna ocasión la bruja nos había abierto un poquito la rendija de la ventana para que nos oliésemos por ahí y he de decir que hasta nos chocamos las patas en plan coleguis. También en algún momento el consorte me lo había acercado para que lo oliera pero sin soltarlo, no fuera cosa que se desatase la fiera salvaje que habita en mí y la liásemos así que, cuando finalmente el  jueves abrieron la puerta de los aposentos de Munchkin y  lo dejaron salir con total libertad para conocerme, fui corriendo a olisquearlo y estuvimos un rato largo jugando al pilla-pilla, no sin antes dedicarnos un rato a olernos los cuartos traseros y nuestros respectivos cajones de arena ¿Por qué ponéis esa cara? ¿Vosotros no hacéis eso cuando os presentan a alguien? Para dormir por la noche nos separaron, que se ve que éstos aún no se fían.

Al día siguiente, cuando ya volvíamos a tener vigilancia humana, tuvimos otra sesión de pilla-pilla. Tengo que decir que, por más que me conserve estupendamente y sea un bellezón, ya no soy un cachorrito, por lo que tanto pilla-pilla me dejaba un poco agotado y tenía que parar para descansar. Mis momentos de descanso los aprovechaba el canijo para jugar con pelotitas o con cuanto juguete se encontrase por el suelo. No para quieto. Cómo se nota que es un jovenzuelo irresponsable.

De todas formas, yo le veía a la bruja en los ojitos que andaba deseosa de ver alguna muestra de cariño entre nosotros, aparte de las carreras pasillo arriba y abajo. Sabiendo que estaba muertita de ganas de verme lamer al recién llegado, aproveché para hacerlo cuando ella se encontraba trabajando. Se enteró mediante un mensaje que le mandó el consorte porque, claro, si lo hubiera hecho cuando no mira nadie pues hubiera perdido la gracia. Lo bueno es que se lo cuenten para que se retuerza de rabia por no haber sido testigo presencial del momento. Ya se me irán ocurriendo más maldades según vayan pasando los días.

En definitiva, que estoy contento. Pensé que el mini leopardo iba a ser una competencia terrible pero la verdad es que es un juguete divertido, de lo más interactivo y al que parecen no acabársele las pilas nunca. Creo que al final acabaré pillándole el gustillo y todo.

Y, como lo prometido es deuda, aquí os dejo a Munchkin para que lo conozcáis, aunque tengo que decir que no todos me hicisteis la pelota como merecía pero en fin, por respeto a aquéllos que sí respetasteis las reglas del juego, aquí os van algunas imágenes del infante.

No sé qué mira.

Aquí tampoco. Es que todo le llama la atención.

La bruja interrumpiendo nuestra siesta.
Prrrrrr.

jueves, 2 de octubre de 2014

Supercalifornialísticoespialidoso IX: La ciudad del pecado

París y New York viviendo en armonía
Como habéis podido discernir, al día siguiente de visitar Disneyland pusimos rumbo a Nevada con mi primo R. y su mujer, S. para visitar Las Vegas. El viaje en coche desde la ciudad donde viven mis tíos es de unas tres horas y en el camino se encuentran cosas interesantes, como la ciudad de Baker, orgullosa de poseer el termómetro más grande del mundo. Esperaba encontrar un cartel que dijera “Welcome to Baker, proud home of the largest thermometer in the World. Population: 5.000”. Pero nada, ni “pride” ni “population” ni leches en vinagre. Una decepción.


The largest thermoter in the World
Otra cosa que nos encontramos en el camino, son Stateline y la ciudad de Jean, donde ya pueden encontrarse casinos para los que no pueden esperar a llegar a Las Vegas para empezar a gastarse los dólares o, como bien me apunta mi primo, para los que a la vuelta todavía tienen algún dólar sobrante que no hayan perdido en Las Vegas.

Todo el mundo me ha preguntado si me gustó Las Vegas y, a día de hoy, aún no sé qué responder. Hay algo por lo que vale mucho la pena y es por los espectáculos. Tuvimos la suerte de ver “Mystère” del Cirque du Soleil y tengo que admitir que me quedé con la boca abierta. Nunca los había visto en vivo y creo que es algo que hay que hacer al menos una vez en la vida. Al salir del espectáculo, cenamos en una hamburguesería llamada “BLT” (está en el Mirage, por si os interesa ir) donde comí una deliciosa hamburguesa de cordero con cilantro y salsa de yogur. Estaba divina de la muerte.

Es difícil intentar salir natural entre tanta horterada
Por lo demás… Muchas luces, mucha música alta, mucha gente medio en bolas promocionando espectáculos de strip-tease, muchos locales donde prestan dinero para pagar fianzas, mucha capilla hortera, mucha pantalla gigante con más mujeres semidesnudas y, entre todo esto, muchísimas familias con niños pequeños paseando como si tal cosa. Es como un bombardeo constante a los sentidos que no sé si me convence. Es curioso de ver y si andáis cerca pues es como un delito no ir a conocerlo pero creo que no repetiría en futuros viajes. No hay relojes ni en la calle ni en los casinos para que pierdas la noción del tiempo y juegues, y juegues… 

Dowtown Las Vegas. Sin comentarios
Hay como dos partes principales. Una es el Strip de Las Vegas que es la que solemos ver en las películas, donde están los hoteles “pseudo-glamourosos” y donde nos alojamos nosotros (En el Caesar´s Palace, concretamente) y otra es Downtown Las Vegas, que es la parte más antigua, donde están los casinos más viejos, más hortera todavía y algo peligroso (apenas llegamos ya vimos a uno al que estaba deteniendo la policía). Las croupiers de esos casinos van bastante más ligeritas de ropa y las buscan con muchas más posibilidades de llenar el ojo que las del Strip.



La televisiva casa de empeños
Como nota curiosa, debo añadir que pasamos por la puerta del local de empeños del programa “La Casa de Empeños”, que me pareció mucho más pequeño en vivo. 



Os dejo hasta la semana que viene con muchas más fotos impactantes. Es que no me podía decidir, ante tanta cosa surrealista. 






Llegando al Caesar´s Palace para tomar posesión de las habitaciones.

Atención a ese falso atardecer parisino dibujado en el techo del centro comercial.

En cada una de las capsulitas de la noria del fondo hay un bar. 

Limusinas horteríiiiisimas en la puerta del Caesar´s Palace.

El hidromasaje donde me di un relajante baño. Eso sí moló.

Las Vegas de día, visto desde nuestra habitación.

La foto es pura pose. No jugué ni un dolar. 

miércoles, 1 de octubre de 2014

Anuncios Pesadillescos CXI: Violencia académica

Éste lo tenía en el tintero desde hace tiempo. Una chica entra en una biblioteca que tiene por ornamento una armadura medieval, para darle un aire más a lo Hogwarts. Por lo demás, es una biblioteca monda y lironda. La chica se sienta a leer un libro; un chico la mira desde otra mesa; ella levanta la vista del libro al sentir la mirada masculina clavada en ella. Él sonríe con carita bobalicona. Le falta un hilillo de baba chorreando  por la comisura de los labios. ¿Quién podría resistirse a eso?

En esto estamos cuando ella, de repente, abre un cuaderno y garabatea algo ininteligible en una página al azar (mira que me da rabia que la gente no respete el orden lógico en que deben gastarse las páginas de los cuadernos; eso es de gente caótica y desequilibrada). La vibración del bolígrafo sobre el papel hace que el agua depositada en un vaso cercano aunque de ubicación, de momento, indefinida, comience a agitarse sutilmente.

Pero, cuando ya parece haber bastado de sutilezas, la chica subraya el garabato con vehemencia, provocando que el vaso vuelque y derrame todo su líquido contenido sobre unos apuntes que, al abrirse el plano, descubrimos que son los del chaval de insistente mirada. Así es como descubrimos que las coordenadas del vaso de agua coincidían con las del acosador.

El chaval en cuestión se levanta de un salto de la silla cogiendo, a su vez, otro cuaderno. Lo abre y se pone a escribir como poseído, logrando que la chica salga disparada por los aires y rompa con el brazo una cristalera, cuyos trozos salen despedidos en todas direcciones. Sorprendentemente ilesa, la muchacha sigue escribiendo al caer al suelo sobre los punzantes trozos de cristal, lo que causa que un anillo de fuego se forme alrededor de nuestro protagonista masculino. Él intenta escribir algo más pero, oh, desgracia, la punta de su lápiz se parte irremediablemente. Ella mira hacia arriba, sabiéndose ganadora de la batalla y, al comenzar a cerrar su cuaderno, el chico comprende cuál será su destino al ver que la lámpara que pende sobre su cabeza cual espada de Damocles comienza a bambolearse. Ésta tía no se anda con chiquitas, desde luego. Ya me contaréis, luego de esta experiencia a ver quién va a ser el gallardo machote que se atreve a pedirle una cita, aunque más no sea para comer unas pipas en un banco del parque, viendo cómo las gasta la colega.

Ella cierra el cuaderno con mirada maligna pero, lamentando desilusionaros, tengo que decir que no nos enseñan el momento espachurramiento que estábamos esperando. En su lugar, nos dicen la marca de los cuadernos y se quedan tan anchos.

A la próxima le doy un cuaderno de esos a la armadura medieval y que monte ahí la escabechina padre. No hay derecho a dejarnos sin nuestra ración diaria de buen gore. Como espectadores, estamos en nuestro derecho de reclamar que corra la sangre como las agitadas aguas del Estigia.