Marrameowww!!!
El pasado jueves cinco de septiembre tuve que soportar
visitas en casa. Y de las peores. De las que se quedan a dormir y disparan al
máximo mis valores de estrés y me sacan de mi rutina y de mis casillas al mismo
tiempo. Se trataba del hermano del consorte y su señora novia. Ella me cae
mejor pero él se ríe muy fuerte y me pone de los nervios cosa mala.
El viernes allí que siguieron y también se quedaron a
dormir. Ya me estaba yo temiendo que se quedaran a vivir allí para siempre pero
no. La cosa era todavía peor. El sábado por la mañana vi a la bruja y el
consorte preparar maletas, muy nerviosos y pensé que me iban a dejar solito en
casa. Esto tiene de bueno que puedo hacer las trastadas que se me ocurran sin
nadie que coarte mi creatividad destructiva pero, al mismo tiempo, es un rollo
espantoso.
Una vez que terminaron de hacer las maletas, me meten en un
transportín nuevo. No era mi típica cajita-jaula azul, a la que yo ya estoy
acostumbrado. Era como un bolsito bandolera. En color rosa, para aumentar mi
vergüenza y facilitar el escarnio público.
Cuando me vi dentro del transportín me dije “Uy.
Maletas y transportín. Esto me huele a que me llevan a la residencia, donde me
tratan bien pero no es lo mismo que estar en casita”. Pero no. Nos montamos los
cinco en un vehículo. Pocas veces he viajado yo en coche y no me gusta nada.
Para peor, este trayecto no fue cortito como los demás, no. Este fue un señor
viaje. Yo iba asustadísimo y se me revolvió mi pobre estómago. No llegué a
vomitar porque compartía el habitáculo del transportín con mi peluche preferido
y no era plan de hacerle pagar a él los platos rotos.
Por fin, el viaje terminó y, según mis informaciones,
estábamos en Albacete. Allí estaban Madre y Padre de consorte, que no me caen
mal porque siempre me dan jamón. Abrieron el transportín y ahí pude yo salir a
explorar Albacete, que creo que es más grande que Madrid y tiene más muebles.
Tardé como dos días en explorar Albacete y probé una nueva agua, que en vez de
salir de un tubo metálico como habitualmente, salía de una botella
transparente. Me gustó mucho así que a partir de ahora sólo exigiré agua de
ésa.
Con la gente, bien. Aunque los primeros días me costó mucho
meterme en habitaciones donde estuviera toda la gente reunida, al final conseguí
integrarme medianamente y, sobre todo, intentar destrozar la planta del salón
cuando nadie me vigilaba. Lamentablemente, no lo conseguí y lo más que logré
fue meterle un par de bocados a alguna hoja. Lo que sí logré fue esconderme en
un armario aprovechando que la bruja y el consorte habían salido de compras y
disfrutar viendo cómo los padres del consorte se volvían locos buscándome.
Para la vuelta me drogaron y me metieron en una oruga
metálica enorme que hacía tracatracatra. Iba más gente en la oruga pero pude
mantener el tipo gracias a la pastillita milagrosa.
Por suerte, la noche del pasado viernes ya la pasé en
casita. No hay nada como el hogar…
Prrrrrr.