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lunes, 16 de septiembre de 2013

Crónicas Felinas LIX: Soy un gato viajero

Marrameowww!!!

El pasado jueves cinco de septiembre tuve que soportar visitas en casa. Y de las peores. De las que se quedan a dormir y disparan al máximo mis valores de estrés y me sacan de mi rutina y de mis casillas al mismo tiempo. Se trataba del hermano del consorte y su señora novia. Ella me cae mejor pero él se ríe muy fuerte y me pone de los nervios cosa mala.

El viernes allí que siguieron y también se quedaron a dormir. Ya me estaba yo temiendo que se quedaran a vivir allí para siempre pero no. La cosa era todavía peor. El sábado por la mañana vi a la bruja y el consorte preparar maletas, muy nerviosos y pensé que me iban a dejar solito en casa. Esto tiene de bueno que puedo hacer las trastadas que se me ocurran sin nadie que coarte mi creatividad destructiva pero, al mismo tiempo, es un rollo espantoso.

Una vez que terminaron de hacer las maletas, me meten en un transportín nuevo. No era mi típica cajita-jaula azul, a la que yo ya estoy acostumbrado. Era como un bolsito bandolera. En color rosa, para aumentar mi vergüenza y facilitar el escarnio público.

Cuando me vi dentro del transportín me dije “Uy. Maletas y transportín. Esto me huele a que me llevan a la residencia, donde me tratan bien pero no es lo mismo que estar en casita”. Pero no. Nos montamos los cinco en un vehículo. Pocas veces he viajado yo en coche y no me gusta nada. Para peor, este trayecto no fue cortito como los demás, no. Este fue un señor viaje. Yo iba asustadísimo y se me revolvió mi pobre estómago. No llegué a vomitar porque compartía el habitáculo del transportín con mi peluche preferido y no era plan de hacerle pagar a él los platos rotos.

Por fin, el viaje terminó y, según mis informaciones, estábamos en Albacete. Allí estaban Madre y Padre de consorte, que no me caen mal porque siempre me dan jamón. Abrieron el transportín y ahí pude yo salir a explorar Albacete, que creo que es más grande que Madrid y tiene más muebles. Tardé como dos días en explorar Albacete y probé una nueva agua, que en vez de salir de un tubo metálico como habitualmente, salía de una botella transparente. Me gustó mucho así que a partir de ahora sólo exigiré agua de ésa.

Con la gente, bien. Aunque los primeros días me costó mucho meterme en habitaciones donde estuviera toda la gente reunida, al final conseguí integrarme medianamente y, sobre todo, intentar destrozar la planta del salón cuando nadie me vigilaba. Lamentablemente, no lo conseguí y lo más que logré fue meterle un par de bocados a alguna hoja. Lo que sí logré fue esconderme en un armario aprovechando que la bruja y el consorte habían salido de compras y disfrutar viendo cómo los padres del consorte se volvían locos buscándome.

Para la vuelta me drogaron y me metieron en una oruga metálica enorme que hacía tracatracatra. Iba más gente en la oruga pero pude mantener el tipo gracias a la pastillita milagrosa.

Por suerte, la noche del pasado viernes ya la pasé en casita. No hay nada como el hogar…

Prrrrrr.

jueves, 5 de septiembre de 2013

El misterio de un éxito

Hoy os cuento algo que desde hace tiempo provoca en mí una sensación de total descoloque.

Cuando nos dicen que alguien es rebelde nos imaginamos un rockero con pelo largo tocando heavy-metal, rompiendo guitarras y destrozando habitaciones de hotel. Tal vez podríamos imaginar un hiphopero con más oro que el Vaticano, yendo de malote por la calle y amenazando a la gente con cantarle algo. Como mucho, como mucho, se nos puede venir a la mente la imagen cincuentera de James Dean, con su moto, su tupé, su cigarrillo de medio lado y su chupa de cuero.

Vamos, que todos más o menos tenemos una imagen preconcebida de lo que viene siendo un rebelde. Dicho esto, vamos al tema que me inquieta.

Si todos tenemos medianamente claro la imagen que debería tener un rebelde, ¿por qué narices Jeanette, una muchachita descalza con el pelo lacio cual si lo hubiese lamido una vaca y una vocecita que en lugar de cantar, susurraba, se hizo famosa cantando “Soy rebelde”? Eso le pegaba a una tía como Anouk. Vale, Anouk cantaba en inglés pero ya me entendéis, alguien de ese palo en versión española. Esta niñita tenía pinta de acabar de volver del bosque de recoger florecillas para luego llevárselas a su abuela en un cestito. No es que se le anduviese saliendo la rebeldía por los poros o que diera mucha imagen de chica alocada y salvaje, la verdad. Más bien me la imagino bajándose del escenario, poniéndose su uniforme del colegio y haciéndose un par de coletas en el pelo sujetas con gomas de esas de bolitas.

Yo es que cada vez que la veo en algún vídeo antiguo, ahí moviéndose en un balanceo apenas perceptible, sin despeinarse un pelo, con esa carita de Annie la Huerfanita que dan ganas de adoptarla y contándonos lo archi-rebelde que es porque el mundo la ha hecho así, porque nadie la ha tratado con amor, porque nadie la ha querido nunca oír, me dan ganas de meterle un buen zarandeo a ver si espabila, que parece que está “amuermá”. Toda su actitud me recuerda a aquella canción de Hombres G, “Voy a pasármelo bien”, en ese momento mítico en que David Summers nos confiesa que al ducharse ha despilfarrado el gel y te dan ganas de decirle “Halaaaa, mira que eres malote... a ver qué te va a decir tu madre. De ésta te cae bronca, fijo, pero a ti seguro que no te importa porque para eso eres así de temerario y vives al filo del peligro”. Pues eso. Esa clase de rebeldía es la que me sugiere esta chiquilla (ya no tan chiquilla, a estas alturas).

Soy consciente de que no es un tema que esté de actualidad ni mucho menos pero, de verdad, ¿cómo pudo tener éxito esa canción en boca de este ser edulcorado? Hasta le pegaba más a Concha Velasco, que al menos movía un poco el esqueleto cuando cantaba la Chica Ye-ye. Como si lo estuviera viendo, oye.

P.S. Me voy a la Feria de Albacete. Nos vemos en una semana. Portaos bien sin mí. 

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Anuncios Pesadillescos LXVI: Rimando, rimando, promos vamos perpetrando

La genial Dolega está horrorizada con esta campaña, tanto en televisión como en radio y, aunque no he tenido oportunidad de verla ni escucharla, la curiosidad me ha hecho investigar y he de decir que no es para menos.

Es una campaña de una cerveza sin alcohol. Vamos, nada nuevo bajo el sol y, supongo que justamente por eso, han querido hacer una campaña de lo más original, donde puedes descargarte una aplicación para ir rimando palabras. Cuanto más rimes, más puntos te dan para tomarte cervecitas y tapas by the face. O sea, como que muy traído de los pelos, todo.

He visto la promo en Internet y las propuestas son de un nivel literario sublime, como rimar “panda” con “bufanda”, “bella” con “estrella” y hasta se oye por ahí un “Hola, caracola” en todo un alarde de creatividad. Creo que este sería un buen momento para desempolvar las rimas del cole “Si fuera Superman, te llevaría volando pero como no lo soy, te jodes y te vas andando”. Sublime.

De más está decir que durante la promo el pobre locutor tiene que ir diciendo frasecitas rimadas que supongo que le habrán provocado sarpullidos. Lo que hay que hacer para poner un plato de lentejas en la mesa… Las imágenes son dibujitos animados bastante esquemáticos amenizados con música de videojuego de máquina recreativa. En resumen, una mezcolanza muy extraña que mi pobre mente cansada no alcanza a comprender del todo. Vemos, entre otras cosas raras, a un rapero diciendo “yo sé rimar” y a un caballito de estos que funcionan con monedas para los niños respondiendo “yo también”. Sí, ya se ve. Geniales los dos.

Esto de las rimas me recuerda mucho, muchísimo, a los antiguos slogans de productos, donde parecía que si el slogan no rimaba la imagen de marca perdía fuerza y no había manera de entrar en la etapa retentiva de la espiral publicitaria. Es como retroceder cincuenta años en el tiempo. En serio, señores, lo de las rimas en publicidad ya no se lleva. No hace falta llevar el concepto “vintage” a límites forzados.

Pues lo dicho, que si os animáis, hay que descargarse la aplicación y ponerse a rimar como locos. Total, para aquellos que son fans de la cerveza y las tapitas bien vale la pena el esfuerzo. Lo que no sé es qué clase de jurado tendrán para determinar qué rimas serán mejores que otras. Supongo que se tendrá en cuenta sólo la cantidad y no la calidad porque, visto el nivelazo de la promo, miedo me da pensar cómo van a hacer para puntuar a los participantes. Si alguien ha participado o piensa hacerlo agradecería infinitamente que comparta su experiencia con la audiencia de este blog. Bueno, y conmigo también, que soy muy cotilla.

Por si me animo, voy a ir practicando, que nunca se sabe si en mi interior puede haber una Rosalía de Castro agazapada: “Moqueta, croqueta, asceta, paleta, maqueta, roqueta, cuchufleta…”. Oye, lo mismo me apunto y todo

martes, 3 de septiembre de 2013

Ustedes Dirán LIV: He venido a hablar de su libro (sugerido por Eva)


Dado que Eva andaba quejándose de que nadie hacía reseña de su libro, hoy me lío la manta a la cabeza y procedo a dar mis impresiones sobre “La Verdad de la Sangre”, el libro que ha escrito junto a Pilar Awad Báez y que he tenido el privilegio de leer casi en primicia antes de que estuviera disponible en España. Ventajas de desvirtualizar a la gente…

En un principio me pidió que le endilgase la tarea a Forlán pero él me dijo que lo veía demasiado compromiso para un gato y que él suele leer cosas más ligeritas así que, dado que cuento con el permiso de su coautora para hacerlo yo, ahí vamos.

Para los que no lo sepáis, “La Verdad de la Sangre” trata del asesinato del Teniente Jean Awad y su esposa, Pilar, durante la dictadura trujillista en República Dominicana. Dos crímenes que intentaron camuflarse de accidentes independientes pero que, gracias a la labor de este libro, hoy podemos constatar que efectivamente fueron homicidios.

En un primer momento, sobre todo si no conocemos la historia que se nos va a contar en el libro, podríamos pensar que sendos asesinatos se debieron a motivos políticos, como suele ser habitual en cualquier dictadura. Sin embargo, se trató más bien de un doble crimen pasional, ya que Angelita Trujillo, la hija del dictador, estaba presuntamente enamorada de Jean. Según nos cuentan en el libro, ella se encargó de que la molesta esposa desapareciese de la faz de la tierra y "Pechito", el marido de Angelita, se encargó del supuesto amante de su mujer.

Aun cuando efectivamente los motivos para asesinarlos fueran políticos la historia continuaría siendo espeluznante pero el hecho de que éstos estén provocados por un mero capricho pone los pelos de punta. Suele suceder en las dictaduras que tanto la figura del propio dictador como, en ocasiones, de su propia familia toma una imagen de semidiós por encima del bien y del mal, capaz de llegar a cualquier límite con tal de cumplir sus propósitos. Hay veces en que el cariz político de la dictadura se desdibuja y comienzan a tener más peso las motivaciones personales, como sucedió en este caso.

En cuanto a la parte de investigación, me ha parecido una labor muy exhaustiva. Cómo se nota que nuestra Eva es una criminóloga de pro. Se han analizado todos los elementos y se ha entrevistado a todos aquellos implicados que han querido o han podido dar su versión aportando, además, múltiples documentos que yo, dando rienda suelta a mi vocación de detective frustrada, he analizado de cabo a rabo. Aparte de esto, merece especial mención también la parte más humana; los sentimientos que nos produce leer los sentimientos de Pilar Awad, huérfana de Jean y Pilar. ¿Existe realmente forma de imaginar cómo debe sentirse una persona que no ha tenido oportunidad de conocer a sus padres porque terceras personas decidieron que eso debía ser así?

Es la primera reseña que escribo en mi vida, así que no sé si lo he hecho demasiado bien pero, en resumen, recomiendo fervientemente el libro, que nos hará descubrir una parte de la Historia que, en este lado del mundo, no solemos conocer demasiado.

lunes, 2 de septiembre de 2013

Crónicas Felinas LVIII: ¿Esto qué es lo que es?

Marrameowww!!!

Hace un par de semanas la bruja y el consorte llegaron con una bolsa de plástico enorme y otras más pequeñas.

Con una sonrisa sospechosa en sus rostros, procedieron a abrir la bolsa enorme y sacaron de su interior algo parecido al sofá del salón en el que me tumbo cuan largo soy pero en color morado y en tamaño pequeño.

Lo colocaron en el suelo y empezaron a decirme, con la voz más empalagosa que sus cuerdas vocales fueron capaces de registrar, cosas tales como “Mira, Peque, lo que te hemos traído”, “Una camita para ti”, “Mira qué mullidito…”, “¿Te gusta, peludito?”. Ayyyy, qué grima me da cuando se ponen así.

Por darles un poco el gusto me acerqué al mini-sofá y estuve olfateándolo un poco. Olía como raro pero bueno, le di un par de vueltecitas oliendo para que me dejaran en paz. Se ve que el reconocimiento olfativo no era suficiente porque se empeñaron en cogerme en volandas y meterme dentro. Me di un par de vueltecitas a ver si se les aplacaba esa ansia que tenían por mostrarme esa tontería y al minuto me fui a meter la cabeza en las bolsas pequeñas a ver si había algo más interesante para después ponerme a jugar con la grande, que eso sí que molaba. Ese tipo de cosas son las que deberían regalarme siempre. Es que no sé en qué piensan, de verdad.

Pensé que ya se habrían quedado contentos pero parece que no. Por la noche, se llevaron el mini-sofá al dormitorio y vuelta a empezar con la tontería. La bruja metiéndome en el artilugio y diciéndome “¿Ves qué bien? Si se está de lo más a gusto… Es súper blandito.” Qué cruz, señor…

La verdad es que tengo que admitir que blandito, lo que se dice blandito, sí que es. De hecho, se me empezaron a cerrar los ojitos ahí dentro pero no iba yo a consentir que estos humanos se salieran con la suya tan fácilmente, por lo que salí y me tumbé en el suelo completamente despatarrado, que ahí se estaba mucho más fresquito.

Al ver esto, me empezaron a decir que soy un desagradecido, que ni me imagino la cantidad de bolsas de pienso que costó esa cosa (mi unidad monetaria son bolsas de pienso porque con el tema de los euros todavía me lío un poco), que cómo se nota que en el fondo sigo siendo de callejón, que aunque la mona se vista de seda, mona se queda (esto último me desconcertó más allá de los límites imaginables. No sé qué similitud me habrán visto con una mona, la verdad).

En vista de esto, me voy a declarar en huelga de mini-sofá caído. Por fastidiar, básicamente. No es cuestión de mostrar tanto entusiasmo desde el primer momento, que si no se piensan que con cualquier cosita estoy contento y lo mismo dejan de intentar comprar mi cariño con objetos banales. Y eso sí que no pienso consentirlo.


Prrrrrr.