Sí, ya lo sé. Antes de que os tiréis a mi cuello con claras
intenciones asesinas, aclaro que lo sé. El día 1 pasó hace una semana y yo no
volví pero al menos estoy cumpliendo la amenaza que os hice hace ya más de un
mes. Juré que volvería y aquí estoy. No sé si vosotros estáis pero yo sí.
El tema es que me está costando volver a la rutina, por lo
que me he estado dedicando a vegetar en el sofá la vida
contemplativa. Tengo anecdotillas vacacionales que contar y Forlán también
tiene por ahí historias que relataros pero es que estoy con tanto trabajo
(trabajo del de verdad, del que me pagan, quiero decir) que cuando llego a casa
sólo quiero olvidarme del mundo y dejarme morir lentamente. Hasta fui a
trabajar el sábado pasado, cosa que mis principios de vagancia me prohíben.
Mi queridísima Naar, publicó hace unas semanas en esta entrada la frase “La blogosfera ha muerto”. Por muy
Nietzscheano que suene el concepto, mi niña lleva más razón que un santo. Cada
vez desaparecen más blogs y, los que quedamos, estamos en un período de desidia
que vergüenza debería darnos. Así que estuve hablando con ella… bueno, más que
hablando estuve poniéndole la cabeza como un bombo con mis neuras y mis dramas
existenciales blogueriles, confesándole lo que me da miedo confesar por aquí:
que estoy un poco desmotivada en cuanto al blog.
En enero este espacio va a cumplir siete años. Y siete años
de tu vida son mucha tela. Llega un punto en que, ya por mucho que te persiga
el surrealismo, no te da material para tanto. Hasta los publicistas parecen
estar portándose mejor (o yo tengo el radar estropeado, que también puede ser)
y todo esto hace que últimamente me cueste un mundo sentarme a escribir. Así que
estuve planteándole todos estos dramas a Naar, comentándole que no sabía si cerrar,
si dejarlo un tiempo o qué hacer.
Y Naar me dijo que tal vez debería espaciar más las
entradas. Escribir cuando me apetezca y de lo que me apetezca, que es la forma
de mantenerlo vivo sin sentir que esto me pese como una losa. Vamos, que me
entregue un poco a la anarquía (como veis, lo estoy poniendo en práctica, porque
hoy debería estar escribiendo Forlán y, sin embargo, aquí estoy yo, dándole a
la tecla). Soy consciente de que esto me va a pasar factura porque,
probablemente, al escribir menos también os visitaré menos y Google me
castigará por no publicar tan a menudo, haciendo que mi posicionamiento
descienda estrepitosamente pero es mejor eso a dejarlo. Porque no quiero
dejarlo; de verdad que no. Os tengo mucho cariño y me lo paso bien por estos
lares. Es el rinconcito donde escupo todas mis locuras. A ver qué iba a hacer
yo sin mi blog.
Pero, si permito que se me convierta en una obligación, al
final lo único que voy a conseguir es cogerle tirria y me van a dar menos ganas
de escribir; por lo que voy a seguir el consejo de Naar y voy a ir por la vida
blogueril un poco a lo loco. Al menos de momento, hasta que las musas y la
motivación vuelvan. O hasta que el aburrimiento me gane y considere que estoy
más entretenida escribiendo que mimetizándome con el sofá, lo que suceda antes.
Y, como muestra de la nueva Álter, voy a programar esto sin haber contado las
palabras que llevo escritas, contraviniendo completamente mi superstición de
las quinientas palabras.
A lo loco.