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lunes, 29 de junio de 2015

Crónicas Felinas CXL: De calores y refrigerios

Marrameowww!!!

Los gatos tenemos pelos. Informo de esto por si no os habíais enterado, que los humanos siempre habéis sido un poco despistadillos.

Pues eso. Que, como tenemos pelos, en verano tenemos calor. Y es por este motivo por el que cuando llega la temporada estival hacemos del suelo nuestra cama improvisada y ahí nos tiramos el día entero, estirados cual babosas. No es que nos guste estar en esa pose tan indigna pero es lo único que nos ayuda a paliar los efectos de la calorina.

Corrijo. Era lo único hasta la semana pasada. Hubo un día por la mañana en que llegó a casa un señor con una caja enorme. Esto me lo contó Munchkin porque, como es sabido, yo corrí a esconderme bajo la cama en cuanto escuché el timbre.

La bruja escondió la caja misteriosa porque, al parecer, el envío era para el consorte. Cuando éste llegó del trabajo, sacó el artilugio de la caja y se puso a trastear con su nuevo juguetito. Su aspecto era como el de la turbina de un avión. Una cosa enorme y bastante ruidosa que al principio nos causó bastante recelo pero, al poco rato, nos percatamos de que aquello soplaba aire fresquito, por lo que tardamos poco en subirnos a la mesa de centro para disfrutar de la brisilla desde este emplazamiento.

Lo malo es que no está siempre encendido por lo que, cuando veo que el calor empieza a apretar y los pelos me sobran, me aseguro de que haya algún humano en las inmediaciones y, acercándome al cacharro, me estiro y le doy con las patas al lugar de donde sale el vientecillo. Es un truco infalible. En cuanto me ven empiezan “Ayyyy, mira qué mono lo que haceeeee. Si es que es más listoooo. Mira cómo sabe que de ahí sale el aireeeee”. Cuanto más estiren las vocales, mayor habrá sido mi porcentaje de éxito. Y así es como consigo que el aparato funcione y me refresco un poco. Creo que el sistema para hacerlo funcionar es un poco más sencillo, porque yo no veo que ellos estiren las patitas ni pongan cara de buenecitos frente al invento pero, de momento, yo sigo usando mi técnica hasta que dé con la clave de otra menos aparatosa que me permita conservar un poco más de dignidad. Total, ya tendré tiempo de ponerme digno cuando haga menos calor. No puede andar uno siempre haciéndose el exquisito; hay veces en que es más fuerte el instinto de supervivencia.

La bruja, que es bastante palurda, huye de él como alma que lleva el diablo. Intenta ponerse en algún sitio estratégico donde el aire no la alcance porque dice que ella no tiene calor. Eso va a ser porque tiene la sangre fría, como la víbora que es. Yo creo que no llega ni a mamífera. Tendré que preguntarle un día a Bruja Madre si por casualidad no habrá puesto un huevo.

Dicen las malas lenguas que sabe cloquear bastante bien.

Prrrrrr.

jueves, 25 de junio de 2015

Un falso cartero, una borracha y un montón de calderilla

El pasado domingo por la mañana acontecieron cosas muy extrañas en mi casa.

Por si no lo sabéis, yo no madrugo jamás de los jamases debido a que entro a trabajar a las tres de la tarde. Es por este motivo por el que me molestó sobremanera que a las siete menos diez del domingo sonara el telefonillo automático como si a alguien se le hubiera quedado el dedo pegado.

Como soy una miedosa, mandé al churri a mirar a ver quién era. Resultó ser alguien que se identificaba como cartero comercial. Ya de por sí nos mosqueó que un cartero comercial vaya a estar repartiendo publicidad de restaurantes chinos un domingo antes de las siete de la mañana. El churri, por si acaso, se hizo el loco y no abrió, aunque desconocemos si algún vecino incauto haya decidido abrir las puertas de nuestra fortaleza.

Yo decidí seguir durmiendo (a ver qué iba a hacer) pero el churri dijo que ya se quedaba levantado porque los gatos habían decidido que era una hora ideal para desayunar.

Al rato, viene el churri y me dice “Hay una tía borracha perdida tirada frente a nuestra puerta”. Ahí ya me levanté porque estaba visto que los astros se habían conjurado para no permitirme dormir.

Yo ni me asomé por la mirilla porque, como he dicho antes, soy una miedosa, pero el churri dice que era medianamente joven. Cuando le dio por empezar a abrir nuestra puerta con su llave, fue cuando definitivamente nos dimos cuenta de que la mujer no sabía ni dónde estaba parada. Lo más seguro era que viviera en otro portal y ella no alcanzaba a comprender por qué la llave no abría. Más tarde, comenzó a llamar a voces a no sé quién (su capacidad de vocalización dejaba bastante que desear) y a llamar por teléfono a alguien que no atendía, probablemente porque estaría durmiendo a pierna suelta, no como yo. Ahí ya le dije al churri que llamase a la policía, que yo quería dormir.

Tenemos la suerte de que vivimos a tiro de piedra de la comisaría, por lo que la policía se presentó en menos de lo que canta un gallo. La muchacha en cuestión ya no estaba en nuestro rellano aunque había dejado de recuerdo toda la calderilla que llevaba en los bolsillos. El señor policía informó al churri que la habían encontrado en el portal, supongo que intentando averiguar por qué de repente estaba viviendo en una dimensión paralela.

Yo me volví a la cama ipso facto, aunque tengo que reconocer que ya no dormí mucho más porque una vez que me despierto me cuesta mucho volver a conciliar el sueño así que vaya desde aquí mi agradecimiento al supuesto cartero comercial y a la borrachuza impresentable que vinieron a quebrantar mi sagrado descanso.

Por lo menos me distéis material para un post, y dicen que de bien nacidos es ser agradecidos.

Desde luego, se ve que no se consuela el que no quiere. 

miércoles, 24 de junio de 2015

Anuncios Pesadillescos CXLI: Tiene nombres mil

No lo he visto en la tele, así que no sé de dónde lo sacó Cloe  cuando me mandó el enlace. Supongo que lo vio en Internet porque dura nada menos que 2:25 minutos.

Anuncian una depiladora masculina. Lo primero que vemos es un dibujito hecho con vaho en un espejo. Un dibujito de… bueno, un dibujito de esos que todos hemos visto en los baños públicos. Lo disimulan pintándole después  una sonrisa para que parezca una carita sonriente.

Vemos a un tío haciendo pesas quien, dirigiéndose a sus congéneres, informa que si nunca te has “podado el bosque” te pierdes uno de los mayores placeres de la vida y que, aunque usar una cuchilla “ahí abajo” te inquiete, tengas en cuenta que esto tiene muchísimas ventajas, como un acabado perfecto, higiene y mayor placer (supongo que esto último lo dice presuponiendo que va a ser el único argumento que cale en el público objetivo). Por si acaso lo del mayor placer no es suficiente, nos informa que “sin la maleza, el árbol parece más grande”. No hagáis esto, que le quitáis clientes a los que venden extensores en la teletienda.

A continuación nos enseñan la afeitadora con musiquilla de peli de acción, porque es un anuncio para machotes. Por si acaso los clientes tienen miedo de probarlo, les tranquilizan diciendo que la afeitadora cuenta con un protector de piel que impide el contacto entre las cuchillas y “las joyas de la corona”. No llevamos ni un minuto de anuncio. Me gustaría saber cuántos eufemismos más son capaces de soltar.

Diez segundos más tarde, comienza a despelotarse y dice “tranquilo, no te voy a enseñar mi…” y ponen un pitido censurador. Se ve que no se les ocurrió ninguna genialidad para referirse al miembro viril (que tiene nombres mil, según el poeta Leonardo Dantés). Se mete en la ducha pero sin abrir el grifo porque, al parecer, funciona mejor sobre el vello seco. Comienza afeitándose el pecho y las axilillas pero anima al público masculino a “sujetar el mástil por la punta” y tirar para tensar la piel. Ya estaba faltando otro eufemismo. Recomienda colocar el protector de piel si bajas hacia “las rocas del bosque”. Por favor, que termine esto ya. Explica cómo afeitarse tras un vidrio translúcido, en el que sólo podemos adivinar que está haciendo con su mástil y sus rocas del bosque. Una vez que termina, está muy contento porque ya hay “otro pájaro que vuela libre” y nos guiña un ojo, picarón, con efecto de sonido y todo.

Y ya empieza a ducharse mientras unos rótulos nos resumen las características de la máquina. Parece que se termina. Sí, se termina. Por fin vamos a dejar de oír estupideces. Pensé que el límite de los rodeos chorras lo habíamos alcanzado con la que tenía  picores “ahí” pero siempre se pueden seguir dando más vueltas hasta que al final no sepamos ni de qué estamos hablando.

Cerrando los ojos pensaríamos que habla de una podadora de césped.

lunes, 22 de junio de 2015

Crónicas Felinas CXXXIX: Y, al final, sucedió

Marrameowww!!!

Primero que nada tengo que agradeceros a vosotros, mis fans, el apoyo brindado en mi anterior post, donde os comunicaba que estaba a pocos días de ser sometido a una limpieza de boca.

Seguro que todos estos días no habréis podido dormir, ni comer, ni lameros la pata (no me miréis así; estoy seguro de que os laméis la pata cuando nadie os ve) debido a la ansiedad que os provocaba la espera por este post en el que me había comprometido a traeros novedades y el resultado de la intervención.

El día empezó bastante mal. El consorte se levantó a su hora de siempre, le dio de comer a Munchkin… y a mí nada. Yo lo miré con ojitos de cordero degollado e intenté explicarle que, aunque tarde cuatro horas en terminarme un plato de comida, eso no significa que no pase hambre. Pero nada, se fue a trabajar y ahí me dejó con las tripas rugiéndome.

Cuando se levantó la bruja pensé que ella sí que me daría algo. Pues nada. Yo no hacía más que hacerle carantoñas, ronronearle, saltarle encima y ella impertérrita, haciendo caso omiso de mis súplicas por un mísero grano de pienso que llevarme a las fauces.

No contenta con eso, una hora más tarde me quitó hasta el agua. Habrase visto tamaña desfachatez. No en vano ella es la bruja de la casa. Si el consorte fue capaz de dejarme sin comer, la bruja tenía que ir un paso más allá en cuestiones de maldad retorcida y desproporcionada.

El consorte llegó de trabajar antes de su hora y ahí me temí lo peor. Efectivamente, me metieron entre los dos en el transportín, a pesar de mis ímprobos esfuerzos por zafarme de la garra opresora de la bruja, que me tenía pillado de tal manera que apenas me dejaba movilidad. Parece mentira, lo canija que es y las fuerzas que saca para hacerme la vida imposible. Y ahí que me llevó el consorte.

Los siguientes recuerdos que tengo son bastante difusos. Recuerdo que me tumbaron en la mesa esa de frío acero a la que cada día cojo más manía y, de repente, empezaron a aparecer ratones rosas voladores y ya no recuerdo más hasta que volví a abrir los ojos, que se me había cerrado solos.

El consorte vino poco después a recogerme y me llevó a casa. Yo no daba pie con bola y andaba como un pato, sin tener demasiado control sobre mis extremidades.

No me dieron de comer hasta por la noche. Comida blandita con jeringuilla, eso sí. Espero que les haya dado mucho por saco el tener que darme de comer en la boca. Que se fastidien.

Pero  hay que reconocer que ahora me está costando mucho menos comer y ya no tardo tanto en zamparme el pienso. Eso sí, tampoco me lo como todo de una sentada, porque prefiero tenerlos expectantes, ofreciéndome comida a cada rato y haciendo apuestas entre ellos a ver cuándo termino de una vez.

Prrrrrr.

jueves, 18 de junio de 2015

Fenómenos inexplicables

Hay días en que me pregunto si no hubiera sido mejor no levantarme de la cama por encontrarme más empanada que de costumbre. No es que suela tener demasiados días de esos y tal vez es por ese motivo por el que me da más rabia el no verme lo suficientemente resolutiva, como me sucedió el pasado viernes.

No obstante, si de repente me percato de que todo el mundo está igual que yo, ya me da por pensar que hay una especie de movimiento cósmico que nos afecta como sociedad. Creo que se debe a las tormentas que sufrimos hace una semana (al menos en Madrid) con granizo y todo.

Mi día fue más o menos así: Hasta que tuve que salir a trabajar todo era más o menos normal pero me dio por acercarme al estanco, que me pillaba de camino. Al abrir el bolso para pagar, me percato de que se me ha olvidado el móvil en casa. Como no iba mal de tiempo y tampoco estaba lejos, decidí pegarme la carrerita hasta casa a por el móvil y me dije que, ya que estaba, dejaba allí el tabaco para no andar cargando con él y cogía también las gafas de sol, que me estaba quedando cegata.

Subo en el ascensor, abro la puerta, dejo el tabaco, cojo las gafas, cierro la puerta y me monto en el ascensor para bajar. ¿Eh? Espera, aquí falta algo. Claro, el móvil. Pues nada, a esperar a llegar a la planta baja y volver a subir, abrir la puerta, coger el móvil y cerrar la puerta otra vez.

Total, que llegué algo tarde. Se lo cuento a mi jefa y me dice “Ni me lo digas, a mí hoy me llamado un vecino porque me había dejado las llaves en la puerta de casa”. Vale, pues ya somos dos. Voy a por un café con leche a la cafetería y mi jefa me dice que le traiga un americano sin azúcar.

Le pido los cafés a la chica de la cafetería. Me los pone y le pregunto cuál es el americano. Echo un sobre de azúcar en el que por descarte tiene que ser el café con leche y lo noto como muy aguado, por lo que le pregunto, “¿segura que el americano no era éste?”. Me da la razón y me dice que no me preocupe, que me prepara otro. Prepara un segundo café americano y, por inercia, le echa leche. Mientras preparaba el tercer café me dice “Es que llevo así todo el día, no sé qué me pasa”. Por cierto, el tercero ya fue el bueno, por fin.

Pues lo dicho, que la tormenta esa que inundó las vías de Metro creo que también nos inundó las neuronas, porque esto no es normal.

Aunque, ahora que lo pienso, el día de antes nos había caído un rayo en el edificio donde trabajo. A ver si va a ser eso.

¿Podré pedir una indemnización por haberme quedado alelada?

P.S. Nuestra Mandarica ha escrito su primera novela. Necesita 100 precompras para que su ópera prima vea la luz. Tenéis toda la info pinchando aquí