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jueves, 17 de diciembre de 2015

Una serie de catastróficas desdichas VI: La historia de un envío (o dos). Segunda parte.

Siiiiii. Ya llegó, ya está aquí, la segunda parte de esta historia que con tanta ansia esperabais. Ya veis que a veces tardo pero cumplo con lo prometido.

El capítulo anterior había terminado con mi paquete retenido en la aduana uruguaya y el paquete de mi madre abandonado en algún lugar de Móstoles.

Pues bien, mi madre, al día siguiente de imprimir el papelito que necesitaba para hacer el pago, fue muy diligente a Correos para pagar el impuesto revolucionario que le pedían. En la oficina le informaron que ahí no era, que tenía que ir a otra oficina peeeero, que ese día no la iban a atender porque estaban en “suspensión de tareas”, que es un eufemismo hermoso para no decir que están de huelga. Mi madre, que es una rebelde y tiene un pronto muy malo, se enfadó tanto que, según sus propias palabras, se dio la vuelta y no dio ni las gracias. Mi madre es la reencarnación de La Pasionaria, sí.

Total, que pensó que tendría que volver al día siguiente siempre y cuando no lloviera porque estaba pronosticada una tormenta terrible y decía mi madre que lo único que le faltaba era pillarse una pulmonía por culpa de Correos, Aduanas y la santa madre de todos. Como, al parecer, al día siguiente no diluviaba, para allí que salió pero hete aquí que, cuando va a salir de su edificio, le dice la portera que le había llegado un paquete. Sí, mi paquete. Por razones inexplicables, lo habían mandado igual aunque no estuviera pagado el importe correspondiente. Uruguay is different. Según le contó la portera del edificio, a ella le había pasado lo mismo. Rellenó el famoso formulario y dejó pasar un par de días antes de ir a pagar y se lo mandaron igual, así que ya hemos dado con el truco para no tener que soltar dinero por algo que ya estaba pagado en origen. Lo malo es que mi madre ya tenía pensado mandar una carta a la radio para quejarse y hacerse oír como ciudadana indignada y, la pobre, se ha quedado con las ganas.

A partir de ahora, cada vez que tenga que mandarle un regalo a mi madre tendré que preguntarle qué tal le viene. Si se lo mando ya o mejor me espero a principios de mes, que ya habrá cobrado. Surrealista.

Como había gente deseando saber qué le mandé (y no, no fue un huevo Fabergé) os informo que era un colgantito, una lechuza de lana porque mi madre colecciona lechuzas desde que tengo memoria y una revista que me había encargado.

Próxima parada, Móstoles City. Aprovechando que tuve una semana de vacaciones, hablé con la sobrina de la compañera de trabajo de mi madre y me dijo que fuera a buscarlo cuando quisiera. Hay que ver las excursiones que hay que hacer para ir a cualquier sitio fuera de Madrid capital cuando uno no tiene coche pero, finalmente, llegamos (fui con el churri porque así, el muy pillín, aprovechaba para engatusarme y que fuéramos al Ikea luego de recogido el paquete).

Tengo que decir que la chica es un encanto y, lo que pensé que iba a ser un trámite de cinco minutos, terminó siendo una visita de más de una hora, donde nos contamos nuestras vidas y de lo que echábamos de menos del paisito. Entrañable, todo.

Mi madre me mandó un colgante hecho con sus propias manos (no sé a quién salgo con mi legendaria torpeza), un calendario perpetuo de madera con un gatito y camisetas para el churri y para mí. Todo super chulo.

Así que, al final, todo salió maravillosamente. La vida me pone duras pruebas, sí, pero al final siempre salgo airosa porque no me dejo vencer por las adversidades.

Y me he vuelto a enrollar y a escribir más de la cuenta pero bueno, os dejo palabras de más de propina porque… me vuelvo a ir de vacaciones. En principio será una semana pero creo que no volveré a asomar la nariz por aquí hasta dentro de dos semanas porque voy a necesitar unos días para programar las entradas y poner un poco de orden. Amén de que en época navideña no suele quedar ni el tato por aquí; y predicar en el desierto pues como que no.

Pasad muy buenas fiestas, no os empachéis de polvorones y, si decís “Pamplona” colgadlo en vuestros blogs y nos echamos unas risas.

Todos mis buenos deseos para este 2016 que se nos viene. Sed felices y reíd en cada oportunidad que tengáis porque siempre, siempre, hay motivos.

¡Hasta el año que viene!

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Anuncios Pesadillescos CLXI: Los gintonics ya no son lo que eran

Desconozco si este anuncio lo han echado o lo echarán por la tele. No lo he visto, pero di con él mientras miraba estupideces en Tú Tubo y no he podido resistir la tentación de destriparlo.

Lo primero que nos muestran es una botella de ginebra. Yo diría que la ginebra más conocida por los españoles; esa que cada vez resulta más difícil de pronunciar según avanza la noche y el volumen de alcohol en sangre.

La botella estalla y nos muestran a una mujer con un gorrito de estos de la guardia británica y el labial rojo todo corrido hacia un lado, desconozco por qué motivo. Bebe de una copa que a continuación arroja por los aires y es interceptada al vuelo por un tío con pajarita sentado en un sillón, flanqueado por un reloj de pie y un candelabro con velas negras (no sé si para hacer maleficios a la competencia). El tío observa el rastro de pintalabios en la copa, lo retira con un dedo y se deja una marca roja en un labio. ¿Por qué? Esto era innecesario, en serio.

El plano se abre y el tío le pasa la copa a una chica de las dos que se encuentran en la escena. Van vestidas con medias rotas, botas, tutús, collares de perro y una especie de bolsa por encima con imágenes londinenses y lo que parecen ser recortes de periódico. La chica que no ha cogido la copa le pasa una espada al del sillón.

El hombre, ya espada en ristre, le mete un espadazo a un Big Ben de hielo, del que una de sus partículas va a caer en una copa convenientemente preparada con su ginebra, su tónica (supongo) y un rulito de cáscara de limón.

Luego sale un punky (esta imagen pasó de moda en los ochenta, pero vale) que tiene una guitarra que al tocarla despide un rayo que va a parar también a la copa. Luego rompe la copa de un guitarrazo. Tanto esfuerzo para nada.

Sale una bombero sexy de una cabina roja de teléfono para descubrir una silla en llamas. De una puerta sale un conocido chef vestido de algo que no sé si pretende ser un samurái “moenno” o qué. Coge la copa, que no sé si otra o la misma, que se ha reconstruido. Una mujer es cubierta con pintura azul, blanca y roja. Vuela agua, pintura, ginebra, unos polvos rojos que no sé qué son… Es la locura de los sentidos.

Y mientras sucede todo esto nos hablan de Londres y de que todo va a cambiar y que no hay derecho a quejarse si no cambiamos nada y que crear sin destruir no vale para nada, que el ritmo lo marcamos nosotros y no la guitarra y que hay que incendiar la pereza y abanderar la llama y no sé cuántas cosas más. No lo dice en este orden pero creo que, en este caso, el orden de los factores no altera el producto. 

lunes, 14 de diciembre de 2015

Crónicas Felinas CLIX: A nosotros también nos premian

Marrameowww!!!

Hoy no voy a escribir mucho porque vengo a enseñaros los regalitos que nos han llegado por correo. Pues sí, la  bruja no es la única que recibe regalitos blogosferiles. Umpa Lumpa y Charlie, los que sufren a Irene eligieron a la bruja como finalista en el sorteo celebrado en esta entrada.

Evidentemente, que la bruja resultara finalista a ellos les daba igual. La eligieron para poder tener la oportunidad de mandarnos cosas a nosotros.

A la bruja le llegó este bolsito para poder transportar cachivaches.



Ella está encantada, qué duda cabe, pero como a mí el bolsito me da igual, vamos a lo importante. A nosotros nos llegaron unos “churritos” hechos a mano por la propia Irene (no hay como tener mano de obra esclava para satisfacer las necesidades felinas). Según le contó Irene a la bruja, el Umpa  pasa de su churrito pero a nosotros nos han gustado mucho. He aquí documentos gráficos que demuestran lo que digo.

Yo, acechando desde el túnel

A ver quién lo pilla antes

Ahí no sabemos cuál elegir

La bruja tentándome

A ver a qué sabe esto

Cada cual el suyo, y así no hay discusiones


Pues no nos queda más que agradecer a Umpa Lumpa y Charlie (a Irene no, porque fue un mero instrumento del ingenio felino) que hayan amañado el sorteo para que nos tocase algo. Ahí es donde se ven los verdaderos amigos.


Prrrrrr.

jueves, 10 de diciembre de 2015

De regalitos y desvirtualizaciones

Si estabais esperando que hoy terminase el relato de los diversos envíos de paquetes, os vais a quedar con la intriga hasta la semana que viene. Soy lo peor, lo sé, pero veréis que la causa está más que justificada.

A principios del mes pasado, nuestra querida “Soñadora” del blog “Soñar es gratis” tuvo a bien realizar un sorteo para celebrar su primer añito en la blogosfera. El premio era muy especial, ya que era un imán de Leprechaun comprado en Irlanda que tenía toda una historia detrás (podéis leer la historia aquí). Dado que, tal como contaba, ese Leprechaun lo había tenido guardado para ella, me apunté al sorteo con un poco de recelo y hete aquí que gané. Este año voy a jugar a la lotería con recelo, a ver qué tal.

Pues eso, que me dijo Soñadora que, cuando lo tuviera en mi poder, os mostrara qué tal había quedado en mi nevera. El resultado sería este:



Y vosotros, avezados lectores, os preguntaréis ¿por qué utiliza mal los tiempos verbales esta insigne escritora? ¿Por qué dice “el resultado sería este” en lugar de “ha sido este” o “es este”?

Pues porque ahí no se va a quedar el Leprechaun. Las garras felinas asesinas que rondan por mi casa harían que el pobre duendecillo terminase hecho añicos en el suelo (lo sé por experiencia; ya ha habido que entonar un Réquiem por más de un imán en esta casa) por lo que ahora en la nevera sólo pongo porquerías de publicidad y otros imanes que no son porquerías pero no corren riesgo de quebrarse.

Por tanto, el sitio definitivo de mi Leprechaun ha sido este:



Ahí, entre los vasos de chupito, que es una cosa como muy irlandesa.

De más está decir que estoy contentísima con mi bichillo y que pienso cuidarlo mucho, sabiendo todo el significado que tiene. ¡Muchísimas gracias, guapetona! Me consta que también me entregaste un premio pero, como dije, estoy muyyyy vaga para el tema premios, aunque agradezco también los que me habéis entregado y no he publicado. Aprovecho la oportunidad que este medio me brinda para avisar que, al menos de momento, suspendo la recogida de premios porque me saturaron un poco, la verdad. Si reabro la veda en algún momento, os lo haré saber. No me lo toméis a mal, es que son muchos ya y llega un punto en que ya ni te apetece ponerte a cumplir penitencias. Espero que nadie se ofenda, no quiero parecer desagradecida ni nada.

Y para rematar os cuento que la semana pasada tuve la maravillosa oportunidad de conocer a nuestro mallorquín favorito, David Orell. Morid de envidia, mortales. Quedamos a desayunar porque somos muy guays. Bueno, no, quedamos a desayunar porque no había otro momento del día en que pudiésemos quedar pero tengo que decir que, a pesar de que tuve que levantarme una hora antes de la habitual, disfruté muchísimo de su compañía (y de la de su acompañante). Nos reímos un montón y fue como hablar con amigos de toda la vida. Hay documentos gráficos en Twitter si queréis ver lo guapísimos que somos. 

¡Muchísimas gracias, David, por sacar un ratillo en tu viaje para verme!

Hoy me he pasado con la extensión pero sabréis perdonar. Es la emoción que me embarga. La semana que viene continuamos con la historia de los paquetes, palabrita de Álter.

¡Muy buen fin de semana a todos!

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Anuncios Pesadillescos CLX: Los peligros de la cocina

La primera imagen nos transporta a esa mítica escena de “Lo que el viento se llevó” donde una Escarlata O´Hara hecha polvo comía una patata (o un nabo o qué sé yo; nunca he sido capaz de descifrar qué hortaliza era) directamente de la tierra y nos emocionaba hasta el tuétano con aquello de “A Dios pongo por testigo de que jamás volveré a pasar hambre” y sonaba la música y a todos se nos ponían los pelos como escarpias. Bueno, no sé si a todos pero a mí sí, que en el fondo soy un ser muy sensible, aunque no lo parezca.

En esta ocasión, nuestra Escarlata va vestida de dorado, en plan burbujita de anuncio de cava, con una camisa violeta atadita por encima. Levanta un postre lácteo de chocolate mientras jura que jamás volverá a renunciar al postre, plantando a continuación el envase sobre un lecho de cacao en polvo. Bastante más prosaico que la versión original y con menos de la mitad del glamour, sí, pero es lo que hay. Corren tiempos modernos.

Pero por si con esto no hubiéramos tenido bastante, la escena cambia drásticamente y nos muestran a cinco tías locas en una cocina (entre ellas nuestra Escarlata-burbujita), chupando chocolate directamente de la batidora. Sobre la encimera, cacao en polvo, granos de café desparramados y demás mezcolanza de alimentos que harían sufrir una implosión cerebral a cualquier inspector de sanidad que se precie y que se haya ganado el cargo a pulso, sin nepotismo alguno.

Mientras tanto, bailan dando saltitos y nos cantan una canción que dice no sé qué de “chocolate y cafesito”. Sí, dicen “cafesito” con “s” de “soy tarada y creo que si lo pronuncio con acento latino suena más sabrosón”. En un momento dado, una de ellas planta el taconazo sobre la encimera. Al inspector de sanidad a estas alturas ya se lo estaría llevando la ambulancia, pobre hombre, tanto estudiar para tener que presenciar estas escenas. Luego les tendrá que precintar el local y todavía el malo de la película será él. Cuánta injusticia hay en este mundo.

Tiran los granos de café por los aires, hacen volar el polvo de cacao… En fin, eso va a ser la fiesta de la aspiradora después del rodaje. Espero que entre las chicas saltarinas no haya ninguna asmática porque no debe ser agradable respirar eso. Y todo para contarnos que existen unos postres maravillosos sin materia grasa que están buenísimos de la muerte. Pues oye, para contarnos esto se podían haber ahorrado el desparramo de alimentos, que ya vas a ver la señora de la limpieza lo contenta que va a estar después, cuando tenga que entrar a limpiar el plató temiendo por su integridad física por si pisa un grano de “cafesito” y va a dar con sus huesos al suelo.

Lo bueno sería que ya podría aprovechar la ambulancia del inspector de sanidad, que con los recortes que hay ahora vete a saber si hubiese habido ambulancias para todos. 

lunes, 7 de diciembre de 2015

Crónicas Felinas CLVIII: El gato tira al monte

Marrameowww!!!

¿Habéis oído la expresión “la cabra tira al monte? Pues nosotros, los gatos, también. No sé si al monte exactamente, porque a mí la idea de tener que andar buscándome el alimento y durmiendo al raso como que no me va, con lo a gusto que se está en casita, pero sí es cierto que hay cosas que están en nuestra naturaleza, como aquel escorpión de la fábula que no pudo evitar picar a la rana que le servía de bote salvavidas para cruzar el río (o algo así, soy un gato y no es que esté tan puesto fábulas populares).

Todo este preámbulo es para contaros la metamorfosis que ha sufrido el castillito que nos regalaron la bruja y el consorte. Por si no lo recordáis (o si fuisteis tan ingratos como para no leer la entrada donde os lo presentaba, su estado original era este:



Los ratoncitos que colgaban para que pudiésemos jugar a cazarlos desaparecieron creo recordar que al tercer día pero, por lo demás, habíamos conseguido mantener la integridad del edificio. Pues bien, el otro día estaba la bruja escribiendo sus chorradas habituales sentada en la mesa del salón. Por el rabillo del ojo veía cómo nosotros nos peleábamos en la cestita más alta, ya que siempre ha sido el sitio más cotizado. De repente, oyó un ruido que la obligó a prestar atención y vio cómo el palitroque que sujetaba la cestita se iba irremediablemente al suelo y cómo nosotros saltábamos en todas direcciones intentando salvar nuestras vidas.

Como, en el fondo, tiene sentimientos, lo primero que hizo fue comprobar que nosotros no habíamos sufrido lesiones y, tras comprobar que gracias a nuestra legendaria agilidad habíamos salido completamente ilesos, fue a avisar al churri del derrumbamiento y comenzaron a hacer recuento de daños.

El palitroque no ha podido ser arreglado, por lo que hubo que quitar la casita, que ahora está en el suelo, junto al radiador (y se está ahí de lo más a gusto, he de decir), la plataforma con forma de pescadito fue intercambiada con la cestita delantera y la cestita superior ocupa el lugar de la casita. Vamos, que hemos perdido una altura y nuestro castillito es cada vez menos castillito y cada vez más chalet adosado.

La bruja, indignada, no hacía más que decirnos que éramos unos salvajes y que no se nos puede comprar cosas bonitas porque no nos duran ni un suspiro y que esto y que lo otro. En fin, una retahíla de reproches recordándonos el ímprobo esfuerzo que realizan tanto ella como el consorte, matándose a trabajar para darnos lo mejor de lo mejor y echándonos en cara que somos unos desagradecidos que no sabemos valorar nada porque nos lo dan todo hecho y que ya veríamos si seríamos igual si tuviésemos que rebuscar desperdicios en los cubos de basura capitalinos.

Y yo me acordaba del escorpión, explicándole a la rana que no había podido evitarlo; que es algo que estaba en su naturaleza.

Pues eso.

Prrrrrr.

jueves, 3 de diciembre de 2015

Una serie de catastróficas desdichas V: La historia de un envío (o dos). Primera parte.

Continuando con mi saga de desgracias, hoy paso a relatar algo donde, si bien no hay ningún electrodoméstico implicado, me hizo darme cuenta de que, definitivamente, algo no marchaba bien en mi vida.

En realidad todo había comenzado meses atrás, cuando una compañera de trabajo de mi madre anunció que viajaba a Europa y que estaría unos días en casa de una sobrina que vive en Móstoles. Mi madre, emocionada, le preguntó si tendría a bien quedar conmigo para entregarme un paquetito. La mujer respondió afirmativamente y hacia España que viajó con el encargo pero, por azares del destino, no pudo quedar conmigo y el paquete quedó en Móstoles abandonado a su suerte hasta que yo tuviera tiempo de ir a rescatarlo.

Mi idea inicial era hacer intercambio de paquetes para que esta señora le llevase también algo a mi madre pero, dado que el plan A no había salido según lo esperado, decidí mandarlo por correo certificado. Hasta aquí, todo medianamente bien pero resulta que, al día siguiente de hacer el envío, miro el papelito de correos y veo que puse mal el número de apartamento. En serio, me sé la dirección de mi madre de memoria. Vete a saber en qué estaría yo pensando. Llamé a Correos y me dijeron que el paquete estaba todavía en la oficina. Ahí  que me dirigí rauda y me dijeron que no, que de ahí ya había salido (me encanta la coordinación que tienen, de verdad) pero que se podía mandar un fax a una especie de oficina internacional para corregir el dato. Me hicieron rellenar un formulario (hay formularios para todo en esta vida) y me dijeron que con eso quedaba solucionado. No obstante, mi madre ya estaba avisada de la locura transitoria de su hija y se había dedicado a informar de lo estúpida que soy a la portera del edificio y a la habitante del apartamento erróneo.

Días más tarde me meto en la página de Correos a ver qué tal va mi envío y me entero de que me lo tienen retenido en aduana. Al parecer, ahora quien recibe algo en Uruguay tiene que declarar el contenido (algo que ya hice yo al enviarlo) y pagar una tasa de aduanas por recogerlo (cosa que también pagué yo al enviarlo). Pero bueno, contra la burocracia no se puede luchar, así que mi madre rellenó online el formulario que han creado para tal fin e imprimió el justificante para ir a Correos a pagar los cinco dólares que le pedían como rescate por su paquete. A todo esto, tuve que decirle qué era y cuánto valía para que ella pudiera rellenar el formulario. Me cargué la sorpresa y las normas de educación en un abrir y cerrar de ojos. Dice el churri que la culpa es mía por andar mandando huevos Fabergé por correo.

Os contaré el resto de la historia en la próxima entrega para que esto no se haga eterno y para manteneros enganchados.

Sí, soy muy mala.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Anuncios Pesadillescos CLIX: El ambientador-laca

Siento venir con noticias tan atrasadas. Lo digo porque me parece que éste ya no lo echan pero lo busqué en su momento, no lo encontré y ahí se quedó, el pobre, sepultado en la lista bajo otro montón de anuncios susceptibles de destripamiento. Pienso que los creativos se han propuesto volverme loca y que termine abandonando mi tarea a base de agobiarme con más anuncios de los que soy capaz de manejar, pero no cejaré en mi empeño. Esto es un servicio a la comunidad, ea.

No obstante, dado que el otro día finalmente lo encontré, paso a relataros esta maravilla porque nunca es tarde si el despelleje es bueno. Se creían que iban a poder conmigo. ¡Ja!

¿Por qué los anuncios de ambientadores son siempre tan rarunos? En esta ocasión, una rubia con melenita corta se dedica a rociar una estancia de su casa con un spray. En realidad, creo que es la única estancia. La chica tiene pinta de vivir en un estudio de estos “diminutos pero coquetos” que a la vista quedan muy monos pero con los que yo sufriría horrores sin saber dónde poner todas mis porquerías. De pequeña soñaba con vivir en un estudio pero eso se debía a que no era conocedora del síndrome de Diógenes que me aquejaría pasados los años.

Bueno, que, me enrollo, la chica rocía ambientador pero, oh desgracia, éste contiene agua, lo que provoca que la fragante niebla termine posándose en sus cabellos, obteniendo como resultado un cardado que haría palidecer de envidia a cualquier estrella de pop de los ochenta que se precie. De verdad, eso no es un encrespamiento normal. Eso requiere horas de peluquería con un peluquero muy paciente. A pesar de ello, sea poco o mucho el resultado, juro que jamás he conocido a nadie que se queje de que el pelo se le encrespa por culpa del ambientador pero de todo tiene que haber en esta vida.

Lo que más me gusta de esta escena es que nos ponen debajo un cartelito que reza “efecto dramatizado”, no sea cosa que alguien se piense que va a poder lucir un cardado sólo con ponerse debajo del chorro del ambientador y  termine demandando a la agencia por publicidad engañosa. Hay que estar al quite de todo.

Pero, por suerte y gracias a la ciencia, han sacado un ambientador sin agua. Nuestra protagonista echa un chorrito tímidamente, temiéndose lo peor. Se sujeta la melena con cara de desconfianza mientras mira de reojillo hacia arriba, como preocupada por el advenimiento de la lluvia ácida o por que el cielo se le caiga encima, como a Asterix. Su melena no sólo sigue donde se supone que debe estar, sino que la fragancia parece resistir y todo huele a gloria. Reto superado.

En serio ¿yo me preocupo demasiado poco por las cosas o en la publicidad parecen estar siempre empeñados en que sintamos que nuestras vidas son un infierno plagado de obstáculos infranqueables?

Qué temeraria me siento a veces.