Los tiempos cambian. Ya van quedando atrás los años de
destripar anuncios de detergente. Hoy le toca al asistente virtual de una
compañía de Telecomunicaciones. El futuro ya está aquí, y yo con estos pelos.
He visto la versión larga porque la corta me pareció tan surrealista que supuse que la
larga me iba a aclarar algo acerca de la historia… ilusa.
La cámara se interna en lo más profundo de la selva, donde
nos encontramos con un loro (o papagayo, o lo que sea; se me da fatal reconocer
aves… lamento mis escasos conocimientos de ornitología).
Sin tener un motivo especial, el loro emprende el vuelo,
seguido de otro montón de pajarracos selváticos de diferentes especies. Atraviesan
glaciares, tormentas marinas, y llegan en bandada a una ciudad donde una niña
con trenzas, de la mano de su madre, los ve pasar con cara de asombro. La ciudad
tiene pinta de ser New York pero, teniendo en cuenta que la compañía es
española, no sé por qué motivo tendrían interés las aves en llegar a New York. Si
hay alguna ciudad española que se parezca en algo a New York, suplico me lo
hagáis saber.
Toda la pandilla se mete por la ventana de un apartamento. El
loro dice “Hola” y una voz salida de una tablet le responde “Hola” y a
continuación se presenta con su nombre de pila. El loro le pregunta a la
asistente qué le recomienda y, tirando de tópicos, la asistente le pone en la
tele una famosa película de dibujitos donde los protagonistas son pájaros
amazónicos.
Una cacatúa dice “Uauuuu”, al encontrarse de frente con una
lechuza de peluche (no sé si porque le gusta, le asombra, le da miedo o qué…
habrán supuesto que esto era un golpe de humor sin precedentes). Otros dos
loros enloquecen a la asistente pidiéndole alternativamente que ponga coches y
motos en la tele.
Vemos nuevamente a la
cacatúa pidiendo a la asistente que ponga una película romántica y entendemos
el “Uauuuu” de antes. Ha sacado a la lechuza de peluche en una primera cita y
le pasa el ala sobre los ¿hombros? Las aves no tienen hombros, no sé cómo se diría
pero ya me entendéis.
Finalmente, le piden una fiesta a la asistente, quien pone
música y todas las aves empiezan a correrse la juerga padre hasta que irrumpe
la dueña de casa con las bolsas de la compra en las manos. Bolsas de papel, de
las que dan en Estados Unidos; no de las de asa que dan aquí y por ese motivo
se le caen, tras el shock sufrido, rompiéndose las botellas en el proceso. Eso con
bolsas de asa o con el típico carrito de la compra, no hubiese sucedido. Las botellas
hubiesen quedado intactas aun tras la impresión de ver su salón invadido de
aves tropicales, bebiéndose sus refrescos, comiendo su fruta y balanceándose en
sus lámparas.
No quiero saber en qué situación comprometida podría estar
la cacatúa. De verdad, no quiero saberlo.