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miércoles, 25 de abril de 2018

Anuncios Pesadillescos CCXLV: Conmigo no existiría historia que contar


Hoy le toca el turno a una cadena de supermercados. Creo que es la primera vez que traigo un spot de un supermercado pero oye, en la variedad está el gusto y si algo tienen de bueno los anuncios pesadillescos es que no son nada clasistas. Se pueden encontrar cosas raras en todos los rubros. Me va a quedar más largo de lo habitual pero no soy capaz de resumir esto menos palabras. De todas formas, como el lunes Forlán escribió menos y os pensamos dejar abandonados hasta el 14 de mayo aproximadamente, compensamos una cosa con otra.

La gracia del anuncio consiste en que, en un principio, vemos a un hombre oliendo con deleite una bandeja de horno que contiene una musaka. El plano se abre y vemos una cocina hecha un auténtico desastre (se podría conocer con la del detergente de la semana pasada) y, entonces, las imágenes comienzan a ir hacia atrás, para mostrarnos cómo hemos llegado a ese resultado. Yo lo contaré al derecho porque contarlo al revés va a ser un lío absoluto.

El protagonista va al supermercado en cuestión y ve unas berenjenas. Las berenjenas le dan la idea de cocinar por lo que, ya en su casa, sube al desván y , encaramado a una escalera, alcanza un libro, cayéndose posteriormente con escalera y todo porque si los protagonistas de los anuncios no son algo torpes parece que no tienen gracia.

Vemos que el libro que ha cogido de la estantería es el libro de recetas de su madre pero, como se ve que hay algo de la receta que no entiende, opta por llamarla. La madre no atiende el teléfono porque en ese momento está muy ocupada partiendo tablas a patadas en su clase de artes marciales.

Eso no va a ser impedimento para que nuestro héroe termine cocinando su musaka. Se dirige a un restaurante griego donde un hombre que tiene de griego lo mismo que yo de bielorrusa le explica cómo debe prepararla. Él apunta la receta con un boli de estos de cuatro colores que pensé que habían quedado relegados a los años ochenta pero, al parecer, continúan vivos. Al irse, tropieza y rompe una estatua en su caída (¿ya he dicho que si la gente no es torpe en los anuncios no tiene gracia?).

Luego (o antes, ya me pierdo) vemos la bolsa del súper sobre la encimera y cómo de ella salen todos los ingredientes. Desconozco si es que no ha ido a comprarlos hasta asegurarse de tener la receta o si los propios publicistas se han liado con el orden de los acontecimientos porque si primero estaba en el súper, lo segundo debería ser la bolsa y después el desván, así que para verlo el orden debería ser: Desván – bolsa – berenjenas en el súper.

Lo siguiente en la reconstrucción de los hechos sería cuando ralla las cebollas llorando a moco tendido y cómo pone unos tomates en la batidora, olvidando colocar la tapa y salpicando todo de salsa de tomate que, se ve que de tan densa que es, tira en su salpicadura el reloj de gato Félix de la pared (en serio, quiero un reloj de esos desde que tengo memoria).

Y, por último (o al principio del todo del anuncio porque este bucle temporal me está matando), ya veríamos cómo pone una berenjena entera en la sartén (con su rabito y todo), la sartén se prende fuego, él grita desesperado pero, finalmente, consigue montar su musaka y cocinarla en el horno con el resultado final (o inicial) que ya hemos visto.

 Mucho “Regreso al Futuro” han visto estos…  En fin, el caso es que yo, siendo como soy, seguro que vería las berenjenas y diría “Me apetece musaka” y lo siguiente sería pillar una de la sección de congelados o llamar a un restaurante griego para que me la traigan.

No habría mucho que relatar pero no veáis lo que simplifica la vida.

P.S. Forlán ya se despidió de vosotros el lunes pero ahora me toca a mí. Sed felices y nos leemos a la vuelta de nuestro/vuestro reposo.

lunes, 23 de abril de 2018

Crónicas Felinas CCLII: Nos ausentamos

Marrameowww!!!

Esta vez el turno me lo he pedido yo. Normalmente es la bruja la encargada de decir que nos vamos de vacaciones y yo soy el que tiene que ocuparse de barrer y quitar las telarañas a la vuelta. Pero esta vez me he negado porque también quiero ser portador de buenas noticias de vez en cuando y permitirme el lujo de escribir un post de menor longitud.

No obstante, como la bruja ya tenía escrito el anuncio pesadillesco de esta semana, os informo que éste será publicado en tiempo y forma el próximo miércoles, por lo que yo me despido pero a ella la dejamos currando un par de días más. El jueves no publicará nada porque está hecha una vaga y porque su vida últimamente es un aburrimiento.

Parece que los humanos no se van a ninguna parte. Tenían intención de huir de los Madriles (y de nosotros, que les adivino las intenciones) pero por motivos ajenos a su voluntad, al final no va a poder ser, así que aquí tendremos que sufrirlos. Aprovecharemos, por tanto, a hacerles la vida imposible estos días. Ya que tenemos que aguantarlos, al menos que se sientan culpables por ello.

En cuanto a la fecha prevista de regreso, en principio será el próximo lunes 14 de mayo. Si tardamos más, pues será porque estamos más vagos de lo habitual y, si tardamos menos, será que estamos aburridos.

Sed malos, no hagáis nada que yo no haría (es decir, no os portéis bien nunca) y podréis disfrutar de mi peludita piel al regreso.

Prrrrrr.

jueves, 19 de abril de 2018

Estoy preciosa


Estoy vieja. Bien dice un dicho que los años no vienen solos (a lo mejor no es un dicho pero mi madre lo decía mucho y supongo que de algún lado lo sacaría). No es que me sienta vieja, sigo haciendo las mismas chorradas que cuando tenía 20 años (tal vez con algo más de visión de futuro pero básicamente sigo estando igual de loca) pero mi cuerpo no opina lo mismo. Me he pasado desde el fin de semana con unos dolores de ciática que van y vienen. Un momento estoy andando como una persona medianamente normal y al momento siguiente noto un latigazo entre la espalda y el punto donde pierde su casto nombre y me transformo en Robocop. A esto hay que sumarle que llevo también un par de días en los que siento como que me está por atacar la gripe pero no me ataca, así que ni siquiera experimento el placer de poder dar penita y andar quejándome por las esquinas mientras continúo con mis quehaceres habituales, que es mi más importante actividad cuando estoy enferma. Creo que siento una especie de placer morboso en autotorturarme yendo a trabajar y planchando la ropa cuando estoy volando de fiebre. Tal vez deberían estudiarme o mejor no, no sea cosa que termine dándole nombre a un síndrome.

Así que ahí sigo. Hecha una patata pero no una patata entera, no. Una especie de puré de patatas caducado que es lo que uno debe parecer para declararse oficialmente enfermo. 
No es agradable, no obstante. Sobre todo ahora que parece que el buen tiempo asoma tímidamente y debería lucir mi mejor sonrisa en vez de caminar como un muñeco articulado mientras me tomo la temperatura cada dos horas porque a cada rato tengo la sensación de que estoy ardiendo de fiebre.

Lo dicho, que anímicamente me siento una adolescente pero mi cuerpo se empeña en recordarme que no me cuezo en el primer hervor.

Encima, se me ha inflamado un ganglio. Uno del cuello, para más señas. Aunque ayer empecé a notar también un dolor sospechoso en la axila por lo que puede que más ganglios quieran venir a inflamarse para que el del cuello no se sienta el gordito del grupo. Lo que me faltaba, pillar paperas a estas alturas de mi vida.  Recuerdo que mi tía las pilló de adulta y recordaba aquello como la peor experiencia de su vida.

Eso sí, parece que mi anatomía también quiere recordarme la (no) tan lejana adolescencia porque, para rematar este aspecto de cadáver ambulante que luzco últimamente, me salió un grano del tamaño de un volcán en mitad de la mejilla. Cuando vi que medianamente podía reventarse, me puse a la tarea con tanta fruición que ahora no tengo volcán pero tengo un cráter.

Pensaré, siendo optimista, que eso es que la naturaleza quiere que pase todas las penurias juntas acabando la treintena para inaugurar mi cuarta década fresca como una lechuga.


No se consuela el que no quiere.

miércoles, 18 de abril de 2018

Anuncios Pesadillescos CCXLIV: Ni yo soy tan torpe

Los anuncios de detergente para la ropa suelen ser todos más o menos iguales. O sea, nos muestran una ropa, generalmente blanca,  que se engorrina con alguna sustancia (cuanto más pegajosa y colorida, mejor) y luego nos muestran cómo consiguen que, tras el uso del detergente que nos quieran vender, la prenda recupera su blancura original y vuelve a lucir impoluta para que podamos seguir engorrinándola a gusto.

Dado que, como digo, suelen ser todos iguales, raras son las ocasiones en las que traigo este tipo de productos a esta sección (aunque alguna vez, ha habido, no nos vamos a engañar) y ésta, sin duda, es una de esas ocasiones.

Es un anuncio de un jabón para lavar la ropa muy conocido aquí en las Españas. De hecho, recuerdo ver un spot allá por los ochenta (así de vieja soy) que se convirtió en uno de los anuncios más recordados de la publicidad española. Hablo del famoso anuncio de la chica que preguntaba dónde estaba su kimono. Pues bien, como ahora parece que practicar artes marciales ya  no está tan de moda como en mi infancia y estamos en la época donde todo el mundo quiere ser chef, en este caso vemos a una mujer poniéndose un delantal y comenzando a preparar deliciosos platos. No sé qué tal será como cocinera pero torpe es un rato largo. Ni yo con mis dos manos izquierdas consigo ensuciarme tanto. Le salpica el jugo de un tomate al cortarlo, un poco de salsa que prepara como en un molinillo (desconozco el nombre del utensilio y, como podéis imaginar, me importa más bien poco saber cómo se llama), adereza el delantal con unas pocas gotas de aceite que saltan de la sartén y, para rematar, se limpia las manos llenas de pesto en el mismo.

Como no cocino, tal vez esté equivocada pero, las pocas veces que lo he hecho no me limpio las manos llenas de porquería en el delantal. Me las lavo con agua en el fregadero y, como mucho, uso el delantal para secarme (aunque  suelo tener un paño de cocina para tal propósito). El caso es que se ve que a esta le da igual haber dejado el delantal como una obra de Pollock porque tiene su magnífico detergente, que le va a permitir tener un delantal impecable para poder llenarlo nuevamente de porquería en la próxima ocasión.

Y más o menos esto es todo. No es que haya mucha más tela que cortar pero, en serio, tenéis que verlo para entender el nivel de porquería que acumula ese delantal. Dudo que sea científicamente posible ensuciarse tanto.

Bonus track: Gracias a Naar he visto con otros ojos un anuncio de otro detergente, al que no había prestado ninguna atención porque los de esta marca siempre consisten en echar una prenda en un tanque de agua, removerla con un montón de porquería y después sacar la prenda impecable tras haber usado el antimanchas ese. Pero este tweet de mi querida amiga me hizo percatarme de algo:


En la versión de Internet lo han corregido y dicen “yodo” pero, en la versión televisada, se continúa diciendo “chocolate”.

Bienvenidos a la nave del misterio.

lunes, 16 de abril de 2018

Crónicas Felinas CCLI: Es un por una buena causa

Marrameowww!!!

Bienvenidos una semana más a vuestra sección favorita, donde las miserias de la bruja salen a la luz. Soy plenamente consciente de que os encanta que os cuente las maldades que le hago y, haciendo memoria, creo recordar que nunca os hablé de la estratagema que utilizamos el imberbe y yo para conseguir que la bruja no sea capaz de dormir bien una sola noche.

Sí os he contado, por ejemplo, que la despertamos a horas intempestivas los fines de semana para que nos dé de comer pero no sé si os he llegado a hablar del hecho de dormir en sí mismo. De haberlo hecho, ruego que me disculpéis, que uno ya tiene ocho años (los cumplí el uno de abril pero nadie, absolutamente nadie, me felicitó) y a veces se le olvidan cosas.

A lo que iba: A la hora de dormir adoptamos posiciones muy específicas, con la clara intención de que la bruja duerma lo más incómoda posible. No sucede así con el consorte, al que permitimos dormir a pierna suelta porque nos cae mejor.

Pues bien, Munchkin se acomoda a sus pies. Y diréis “pues no es para tanto; muchos gatos duermen a los pies de sus humanos”. Y sí, eso es cierto pero Munchkin tiene la feliz idea de considerar “pies” a la última cuarta parte de la cama, lo que obliga a la bruja a dormir con las piernas encogidas porque no tiene espacio para estirarlas. Con esto conseguimos que se levante a diario con dolor de piernas.

Pero, claro está, no iba a quedar así la cosa, porque si nos esforzamos para que tenga dolores en el hemisferio inferior de su cuerpo, también tendremos que hacer algo para conseguir incomodidades en el superior y ahí es donde entro yo, que me posiciono sobre la almohada junto a la cabeza de la bruja pero intentando arrinconarla lo más posible contra el borde de la cama. No es cuestión de ponerme al centro y que ella esté medianamente cómoda, no. Lo interesante de todo esto es ocupar toda su zona para que a ella sólo le quede disponible una esquinita y se vea forzada a dormir con el cuello torcido. De esta manera, consigo que viva en una tortícolis permanente.

Y así queda de guapa: con las piernas encorvadas y el cuello torcido se presenta todos los días en el trabajo como si fuera el Jorobado de Notre Dame. El objetivo, básicamente, es que la gente rehúya de ella pensando que es un engendro del averno y así sólo esté pendiente de darnos de comer a nosotros. A menos simpatías provocadas en la gente, menos posibilidad de vida social y, por tanto, menos oportunidades de dejarnos abandonados a nuestra suerte los fines de semana esperando el alimento.

Hay que atar todos los cabos sin dejar nada al azar. A ver si pensáis que dormimos pegados a ella por capricho, con el asquito que da. Todas nuestras acciones están pensadas en pro de un bien mayor.

Prrrrrr.