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martes, 31 de octubre de 2017

Crónicas Felinas CCXXXII: Qué paciencia hay que tener

Marrameowww!!!

Sois de sobra conocedores de que los humanos que habitan este hogar (si a esta prisión se la puede llamar “hogar”) están fatal de lo suyo. Vamos, que no os voy a descubrir la pólvora con esta afirmación.

Pero el otro día me dio por pensar quién está peor de los dos y he llegado a la conclusión de que la que da más muestras de enajenación mental es la bruja, sin lugar a dudas. Me di cuenta el otro día, cuando la bruja bailaba en el dormitorio al son de una canción de Erasure (ella es así, moderna, moderna). El caso es que ella bailaba (bueno, se contoneaba como buenamente podía) y nosotros, tumbados en la cama, pasábamos olímpicamente, mirando cualquier cosa menos a ella. Pero, de repente, se le unió el consorte y casi se nos salen los ojos de las órbitas, contemplando estupefactos el espectáculo que nos brindaban.

Podréis pensar, dado lo anterior, que entonces el que está peor es el consorte pero no. Hemos llegado a la conclusión de que a la bruja ya no le hacemos ni caso porque estamos demasiado acostumbrados a verla hacer el indio. Hemos aprendido a vivir con su locura, lo cual es preocupante porque en cualquier momento nos va a pillar desprevenidos en uno de sus ataques y a saber qué nos hace. Cuando el consorte hace algo así, lo detectamos como un comportamiento inusual, algo digno de estudio. Sin embargo, con la bruja estos arrebatos “artísticos” forman parte del cotidiano vivir.

Esto no significa, ni mucho menos, que el consorte esté cuerdo. Simplemente que tiene su locura más escondida lo que, a su vez, quizás signifique que es aún más peligroso porque a la bruja ya la ves venir  pero con éste otro nunca se sabe. Cielos, ¿en qué manos estamos?

Sin ir más lejos, ese mismo día del baile pero ya caída la noche, al consorte le dio por tumbarse boca arriba en el suelo con los brazos y las piernas semidoblados mientras le preguntaba a la bruja “¿Por qué cuando los gatos hacen esto quedan monísimos y yo parezco… no sé ni qué parezco?”. La bruja le ayudó con el símil y le informó que lo que parecía era una cucaracha gigante dada la vuelta. Son puro amor.

La cosa no quedó ahí porque después la bruja empezó a dar saltitos mientras el consorte la sujetaba de las manos. No entendí bien qué pretendía hasta que vi que la bruja intentaba ascender con los pies apoyados en la pared, supongo que con la intención de hacer el pino sobre los brazos del consorte. Para haberse matado. Menos mal que el consorte tuvo un momento de lucidez y le dijo a la bruja que mejor irlo dejando si no querían pasar el resto de la velada en urgencias, sobre todo porque a ver cómo explicaban lo que había pasado.

En el fondo es una pena que no hayan acabado en urgencias. Nosotros hubiésemos tenido un rato de paz.

Prrrrrr.

jueves, 26 de octubre de 2017

A pasar miedito 2 (ya con más miedito y alguna risa)

Álter con la parca
Con la parca
Pues seguimos (y terminamos) hoy con la crónica de mi experiencia de Halloween en el Parque de Atracciones de Madrid. Va a quedar muy largo pero es que ya tres posts para un día es un poco abuso y tengo mucho que contar. Tenéis todo el finde para leerlo.

Durante la comida nos habíamos dedicado a revisar los horarios en los que abría cada pasaje y las zonas en las que estaban situados para hacer un planning en condiciones, que ya sabéis que si yo no planifico me da urticaria ante la perspectiva de dejar las cosas libradas al azar. Soy como Sheldon Cooper pero menos lista.

No destriparé mucho de los pasajes porque, como todavía estáis a tiempo de ir, no es plan de fastidiaros, tampoco.

Como decía, al salir del restaurante, nos dirigimos hacia la que iba a ser nuestra primera parada: “Posesión” peeeero, resulta que queda al lado del simulador virtual y, como había poca cola, decidimos empezar por ahí. En el simulador virtual proyectaban una de miedo, claro está. No recuerdo el nombre y no lo localizo, sabréis disculpar. Básicamente, iba de bichos y fantasmas que nos perseguían en una montaña rusa. Está entretenida pero ganaría sobremanera con gafas 3D. No obstante, no me sentí tan defraudada como en el simulador de Port Aventura que os contaba aquí.

Una vez salimos de ahí, nos fuimos a hacer cola para “Posesión”. Desconozco cuánto tiempo estuvimos haciendo cola porque justo nos coincidió que tocaba show y, cuando toca show, todos los actores de todos los pasajes se van, dejando el pasaje cerrado un rato. Aparte, se rumoreaba que alguien se había desmayado dentro del pasaje y había habido que llamar al médico. Desconozco si esto último era cierto porque la gente ya se sabe cómo es. En fin, el caso es que al final entramos. En este pasaje se supone que tienes que fugarte de un manicomio donde los pacientes han sido poseídos. Yo iba agarradita al churri para que no me asustasen mucho. No sé por qué hago eso, en realidad, tampoco me asusto tanto. Está bien pero creo que me resultó la más floja. A partir de aquí la cosa fue in crescendo.

De ahí fuimos a “London Tales of Darkness”, que está ambientado en el Londres Victoriano y me gustó bastante por la ambientación y demás. Yo ya tenía menos miedo porque estaba haciendo callo en eso de los pasajes de terror.

Al salir de ahí fuimos a “Horror Cinema” que, como su propio nombre indica, está ambientada en un cine abandonado donde, según cuentan, sus ocupantes murieron en un incendio y sus almas quedaron ahí atrapadas para siempre. A estas alturas yo ya no me agarraba al churri y fue cuando empezaron mis vicisitudes. Me explico. Desconozco por qué pero tengo un imán para que la gente que se dedica al show business me persiga. Por ejemplo, si voy a ver un espectáculo de magia y eligen a alguien del público, las posibilidades de ser la primera elegida son muy elevadas. Y así con cualquier espectáculo al que vaya. Así que, al deshacerme del churri, pasé a ser carne de cañón para los actores. En esta empezamos suave y uno de ellos, que me dio un susto al pasar a su lado, me dio con el dedo en el hombro en cuanto le di la espalda. Bueno, eso no es para tanto. El pasaje en general está muy bien, muy currado, los efectos de luces son buenos y la caracterización de los actores también. Me gustó bastante aunque aquí también nos tocó esperar bastante porque (habéis adivinado) tocaba nuevo show.

De ahí nos fuimos al que viene siendo la joya de la corona de los pasajes de este Parque desde hace un par de años: “The Walking Dead Experience”. A modo de curiosidad os cuento que ha ganado el premio LIMA a mejor espectáculo internacional, diseño y localización basados en una licencia. Este no va incluido en la entrada, así que hay que pagar cinco euros por entrar (nosotros ya lo habíamos pagado al comprar las entradas por Internet). Está muy bien, hay que decirlo. No soy seguidora de la serie, así que supongo que los fans lo disfrutarán todavía más. Aquí llevé un rato largo un zombi pegado a mis espaldas. Ojo con correr a lo loco porque hay escaleras que suben y que bajan, así que moveos con tiento. Están iluminadas, tampoco os creáis que hay que bajar escaleras completamente a ciegas. En cuanto a ambientación y caracterización es muy bueno y creo que vale la pena pagar el suplemento para entrar.

Y ya era de noche, y parece ser que cuando se hace de noche ya se vuelven todos locos y aquí fue donde empezó el desmadre total. Fuimos a “Acid Rain”. Este no es un pasaje como tal porque está en terreno abierto (por eso es de los que abren cuando ya anochece). Creo que fue el que más me gustó de todos. Va de mutantes y clanes que se forman en un futuro  post apocalíptico tras una lluvia radioactiva. Tiene una estética distópica muy steam punk que me gustó muchísimo. Como se supone que se alimentan de carne humana los actores tienen a bien olerte. Yo debía de oler especialmente bien porque aquí ya me vacilaron cosa mala. Uno con máscara de pajarraco me olió el brazo entero y después me cogió delas manos y me llevó a ver un horno donde reposaba una calavera humana. Luego me dijo cosas ininteligibles en un idioma que sólo él conocería. Esto moló porque en teoría no puedes salirte de la fila, así que la única afortunada que vio el interior del horno fui yo. Seguimos avanzando y se me acerca un tío con bozal de perro que también me huele. Tanto me olió, que me llevó literalmente contra una pared, me arrinconó ahí y me olisqueó. Fue un momento bastante extraño, la verdad, pero a esas alturas yo ya estaba muerta de risa y le decía “te juro que me he duchado”. Cuando el del bozal por fin me soltó, llegamos al final donde, el que está en la puerta con una máscara rara, se plantó delante de mí y no me dejaba salir. Yo ya estaba en plan “¿por qué os cebáis todos conmigo?, ¿qué os he hecho?”. Total, que salí muerta de risa y quien me haya visto salir habrá pensado que el pasaje no da nada de miedo. Pero en serio, está muy bien.

Y  ya tocaba el último (bueno, hay otro pero es para niños pequeños y a ese no fuimos), “Call of Duty WWII Zombies”. No he jugado nunca al Call of Duty pero también me gustó muchísimo. Es también en terreno abierto y va de experimentos rarunos en la Segunda Guerra Mundial donde convierten a la gente en zombi. Aquí también me persiguieron, me dijeron cosas raras y uno hasta me mordió en un hombro (bueno, no sé si me llegó a morder o si hizo como que me mordía pero yo noté contacto). Qué cosas me pasan.

Y esto es todo (que ya está bien). Y me diréis “pero Álter, no hay fotos, qué siesa eres”. Es que en los pasajes no se puede sacar fotos, así que poco os iba a poder mostrar. Os dejo como único documento gráfico mi foto con la parca a la entrada del parque. Llegamos a casa cansados pero felices.

La temática de Halloween estará hasta el 5 de noviembre así que, si tenéis oportunidad, os recomiendo fervientemente que vayáis. Y ya me contáis si a vosotros también se os pegan los actores como lapas. 

miércoles, 25 de octubre de 2017

Anuncios Pesadillescos CCXXIV: El búho sabihondo

A raíz del post de la semana pasada en esta sección, donde hablábamos de un oso panda que estornudaba los ríos de España (lo cual se ha convertido en una imagen que me va a suponer años de terapia), Cris Mandarica me propuso hablar de otro animal que ha sido protagonista de varios anuncios, ya a estas alturas. Lo tenía yo olvidado ya, pero ella me hizo rememorar la grima infinita que me da el hecho de ver a animales hablando y moviendo la boca (el pico, en este caso), como si fueran personas. Hablamos, ni más ni menos que del búho.

Creo que, al mencionar al búho, ya todos sabemos de qué empresa anunciante hablamos pero, por si acaso, el búho es la mascota de una conocida página de opiniones de viajeros donde ahora, además, se puede reservar directamente el hotel. Pues de eso vamos a hablar. Creo que hay unos cuantos anuncios del búho en cuestión, pero yo me voy a centrar en dos porque son los dos primeros que he pillado, básicamente.

En el primero de ellos vemos al búho en albornoz porque ya sabemos que es muy típico en los búhos eso de ponerse albornoz para estar más cómodos y calentitos. El búho nos cuenta que para encontrar un buen hotel hay que esforzarse y por eso hay que buscar una buena ubicación, buenos servicios y buen precio, claro está.  Según nos cuenta esto, vemos que está andando sobre una cinta de correr mientras mantiene la cabeza girada en perfectos 90 grados hacia nosotros, lo cual sé que es una habilidad que tienen los búhos pero siempre que lo veo no puedo evitar pensar en la niña del exorcista.

El búho nos informa que ahora la página web en cuestión ya hace ese trabajo por nosotros y nos ayuda a encontrar el precio más bajo en un abrir y cerrar de ojos.  Termina su intervención guiñándonos un ojo, que es una de las cosas más perturbadoras que he visto en los días de mi vida.

El segundo va más o menos del mismo palo pero esta vez vemos al búho, también en albornoz, metido en una caja fuerte (abierta, por suerte, que no queremos revivir la peli “La habitación del pánico” en versión avícola. Nos dice que se siente seguro con el precio del hotel  por las razones ya explicadas en el anuncio anterior. Termina señalándonos con un ala e instándonos a asegurarnos.

Todo esto podría no parecer nada del otro mundo si no fuera por el tonito de superioridad que tiene el búho al hablar. Bueno, vale, el búho no habla, ya lo sé. Es todo muy confuso. El caso es que el búho me cae mal. ¿Y cómo puede caerme mal un animal? Pues por esa puñetera manía que tenemos de hacer hablar a los animales. Con lo bien que se está rodeado de animales que no hablan y no nos obligan a escuchar sandeces, ¿para qué hacerlos hablar?

Si es que me indigno. 

lunes, 23 de octubre de 2017

Crónicas Felinas CCXXXI: Tanto va el gato a la fuente…

Marrameowww!!!

En esta vida no todo van a ser vicisitudes y, pese a que la visita al veterinario implicó dedos en mis fauces, inspección ocular de mis orejas y hasta termómetros donde nunca me da el sol, el tema de mi ligera deshidratación ha hecho mella en las escasas conciencias de estos humanos con los que habito y compraron una fuente.

Es un cacharro enorme. Me hace gracia porque así ocupa más espacio en la cocina y tiene más superficie a fregar que el platito en el que bebía antes (a veces), con lo poco que les gustan las tareas del hogar.

Según llegamos a casa, la bruja se leyó las instrucciones (porque ella se lee primero las instrucciones de cuanta cosa nueva cae en sus manos, no importando si se trata de un acelerador de partículas o de una cuchara sopera) y montaron el artilugio. Tras mucho esfuerzo, porque no andan sobrados de neuronas, consiguieron montarlo y el consorte lo enchufó a la red eléctrica. Digamos que la  potencia del chorro estaba demasiado alta y empezó a salir agua hacia arriba, mojándolo todo. El consorte, que a veces parece que está en babia, se quedó mirando el chorro fascinado y sólo reaccionó cuando la bruja le chilló “¡Pero, ¿quieres desenchufar eso?!”. Secaron el suelo, regularon la potencia y pusieron un poco de agua en la parte superior, para que aquello no saliera otra vez despedido. Yo me partía la caja pensando la de trabajo que les va a dar el invento.

Aquello empezó a funcionar y tengo que decir que me gustó. Puedo beber de la parte superior, del chorrito que cae hacia abajo o de la parte de abajo directamente (que es lo más aburrido de todo porque es como mi antiguo plato, pero en grande). Pero no está mal, la verdad. Eso sí, de a ratos pillo despistada a la bruja, me subo al fregadero y le pongo ojitos. Ella, por inercia, me abre el grifo y, cuando ya estoy bebiendo, reacciona y me lo cierra, cogiéndome  en volandas para ponerme junto a la fuente y decirme “bebe de ahí, que nos ha costado una pasta”. A ella mi salud se la trae al pairo; lo único que la motiva es el vil metal.

Otra gracia que tiene es que salpica agua en el suelo, así que ahora se pasan el día esquivando el charquito de agua que se forma alrededor y diciendo cada vez que lo esquivan “tenemos que comprar algo para poner ahí y que no se moje todo”.

Por cierto, si os creías que esto les había servido para quitar de en medio el platito, os equivocáis. A Munchkin la fuente no le gusta nada. Se ha acercado un par de veces, el agua le ha salpicado en los morros, ha decidido que esas modernidades no van con él y se ha ido a beber del platito de toda la vida, como está mandado.

Para que luego digan que el futuro son las nuevas generaciones.

Prrrrrr.

jueves, 19 de octubre de 2017

A pasar miedito 1 (sin miedito)

Arcoiris en el Parque de Atracciones
Mirad qué arcoíris más chulo. Si lo hago a propósito,
no me sale.
Como os adelantaba el rey del spoiler Forlán el lunes, este puente teníamos intenciones de viajar pero al churri le confirmaron los días muy tarde (para unas  prisas, con esta gente) y, al final, para organizar un viaje deprisa y corriendo como que era mucho estrés, por lo que propuso quedarnos en Madrid y aprovechar un día para ir al Parque de Atracciones y visitar los pasajes del terror de Halloween. Yo puse cara de “cómo me conoces después de tantos años” y di palmas con las orejas ante la perspectiva.

Así que el sábado pasado nos encaminamos a la Casa de Campo, dispuestos a pasar miedito (reconozco que la última vez que estuve en el Parque de Atracciones yo tenía como 12 años, así que para mí era todo nuevo). Como los pasajes abren por la tarde, aprovechamos la mañana para subir a algunas atracciones (pocas, porque estuvimos como una hora haciendo cola para entrar en Vértigo, que es una montaña rusa pequeñita que está divertida pero tampoco es para tirar cohetes, la verdad). Luego fuimos a La Máquina, que es como una sopera gigante, sujeta por un péndulo, que gira sobre sí misma y se eleva. Está bastante divertida aunque sales con un mareo considerable.

Luego fuimos al Rotor, que son unos avioncitos que suben y dan vueltas. Es una atracción muy tranquilita pero viene bien para ver unas vistas espectaculares de Madrid. Se deben ver mejor desde otra atracción que sube muy alto pero a esa no fuimos (ya para otra vez porque ese día la idea era Halloween) y que no me acuerdo de cómo se llama. Por último, pasamos por las sillitas voladoras porque si yo no me subo a las sillitas voladoras en los parques de atracciones no soy persona y por el Tifón, que es como La Máquina pero vas mirando hacia afuera y la sopera se mueve sobre un raíl curvo. También salí de ahí con un mareo considerable.

Como ya era la hora de comer, fuimos a saciar nuestro apetito. En lo personal, lo sacié con una pizza que tuve que cortar con un cuchillo de plástico que se me terminó rompiendo (y tuve suerte de que algún trozo de plástico no se le clavara en el ojo a otro comensal). El churri se metió entre pecho y espalda una ensalada césar y un bocadillo de lomo con pimientos y sus correspondientes patatas fritas. Una vez con la pancita llena y el corazón contento, ya pudimos dedicar la tarde a pasar miedo.

Y ahora tendría que empezar a relataros los pasajes del terror pero como son muchos y quiero extenderme en las explicaciones, mejor lo dejo para la semana que viene. Sí, ya sé que al final apenas he contado nada pero luego nunca tengo nada interesante que contaros, así que para una vez que me sucede algo emocionante, tengo que exprimir el evento al máximo, así que sed buenecitos y tenedme un poco de paciencia, jolín, que sois muy exigentes.