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jueves, 23 de julio de 2015

¡¡Hasta la vuelta!!

Hoy me enrollo poquito porque solamente vengo para informaros del final de temporada.

Este cuerpito serrano se retira a descansar un par de semanitas. Probablemente tarde unas tres semanas en volver por estos lares porque entre que vuelvo, me pongo al día, me sacudo la pereza, las telarañas, retomo el ritmillo cotidiano y etcétera, prefiero dejar la fecha un poco abierta para no estar luego con los posts respirándome en la nuca, viendo que se acerca el día de reapertura y yo sin nada preparado y ya tenemos stress y drama griego y a la porra el descanso vacacional que, dicho sea de paso, no sé si va a ser tanto descanso porque no veáis la carrera de obstáculos que voy a tener que montar a lo ancho y largo de la geografía nacional (no, este año no trasciendo fronteras).

No, nada de programar fecha de vuelta. Yo prometo que volveré, pero volveré a mi ritmo. De vez en cuando tengo que sacar a relucir mis genes latinos y hacer las cosas de una forma un poco más espontánea, sin agobios; dejando que la vida fluya sin más.

Espero que, los que os vayáis durante mi ausencia, tengáis también muy felices vacaciones y que los que volváis, vengáis descansaditos y con ganas de aguantarme, porque espero tener muchas cosas que contar, aunque probablemente alguna chorrada suelte por las redes sociales, que esta vez aprovecharé que no tengo que tirar de roaming. 

Muchos besos para todos y portaos como buenamente podáis. 

miércoles, 22 de julio de 2015

Anuncios Pesadillescos CXLV: Alucinaciones de carretera

Vemos un coche que va por una carretera, camino de una estación de servicio. La escena no tendría nada de particular si no fuera porque en la parte trasera lleva una enorme ancla rosa de neón que hace que el vehículo parezca el anuncio móvil de un club de carretera. Para colmo, el ancla va rozando el asfalto, produciendo un chirrido insoportable.

En la estación de servicio, aparece una bolita de neón verde con ojos que flota en el aire (me recuerda un poco a Eva, la de Wall-E) y, dirigiéndose al conductor, le informa que ciertos carburantes atascan el motor, haciendo que sientas como si arrastrases un ancla. A la voz de “Fuera”, le mete un tute al ancla rosa del coche-lupanar y le recomienda otro carburante, que tiene forma de un montón de pirañas verdes también de neón. Pirañas que, según nos dice la bolita parlante, se comen la suciedad. Ya no sé si estamos hablando de un carburante o de un jabón en polvo. Gracias a las pirañas verdes devoradoras de suciedad, el conductor podrá disfrutar de 56 kilómetros más. La bolita se lo demuestra iluminando la carretera como una barraca de feria.

Y la cosa termina más o menos por ahí. No es que sea muy largo pero ha sido suficiente para que mi cabeza se monte la película de rigor. Esta vez, quien lo vio primero fue el churri, quien me dijo que le había parecido chulísimo. No sé qué entiende el churri por “chulísimo” pero yo no puedo dejar de pensar en que ese conductor tiene que ir hasta arriba de alguna sustancia ilegal porque, si no, no me lo explico. No me entra en la cabeza cómo puede ir por la carretera en ese estado, viendo anclas rosas y pirañas verdes mientras una bolita luminosa le señala el camino, cual espíritu guía de los pieles rojas. Como se cruce con la benemérita se le va a quitar rápido la tontería y, si no, al tiempo. Ya me contaréis cómo les explica que iba a toda pastilla por la carretera simplemente porque una bola le dijo que ahora podía recorrer 56 kilómetros más con total tranquilidad porque lleva las entrañas del coche plagadas de pirañas que se están comiendo toda la porquería de su motor, no como el ancla rosa que llevaba antes, que no hacía más que ralentizarlo. De escuchar esa historia a que el guardia civil le diga “sople usted aquí”, hay un paso. A ver cómo le convence de que va sobrio “No  agente, de verdad le digo que llevaba un ancla rosa. ¿No escuchaba usted el ruido rechinante? Menos mal que esta bolita tan simpática me ha ayudado con mi viaje. ¿Ve usted la bolita, agente? No me diga que no la ve. Por cierto, ¿siempre ha tenido esa bola morada con cadena en el coche? Debería hacerse usted también con unas cuantas pirañas. Hable con la bolita, ella le explicará”.

Luego terminará saliendo en Tú Tubo y se sorprenderá. 

lunes, 20 de julio de 2015

Crónicas Felinas CXLIII: Anécdotas bruji-comerciales

Marrameowww!!!

Hoy vengo con una anécdota donde, en realidad, no fui protagonista, pero como me gusta ver sufrir a la bruja, la cuento para que os divirtáis viendo cómo sudó la gota gorda.

El otro día sonó el timbre de casa. La bruja atendió el telefonillo y le dijeron que era de la luz. Como es así de pava, abrió la puerta (porque preguntaron por su nombre directamente, dice).

La mujer que vino se puso a contar una historia muy rara, de que en julio iban a cambiar las facturas de “Gas Artificial-Penosa” y que iban a empezar la facturación por horas, a pesar de que en el edificio de la bruja aún no tienen los contadores “moennos” y que habían puesto una denuncia para que se volviera a la facturación antigua, y que su obligación era informar a los vecinos porque, si no estaban de acuerdo, tenían que tramitar con ella (que era de “Hispatrola”) un cambio de tarifa o algo así. Hablaba tanto que no se le entendía nada.

La conversación, que no tiene desperdicio fue más o menos así (la bruja en rosa y la chica “Hispatrola” en azul):

- No me puedo cambiar de compañía porque el piso es alquilado.

- Pero tú eres la titular.

- Sí, pero cuando me vaya no le voy a decir al hombre que he cambiado la compañía del gas y la luz por mi cara bonita.

- No quiero que te cambies de compañía.

- ¿Y entonces qué le importa a “Hispatrola” lo que yo le pague a “Gas Artificial-Penosa”?

- No. Es que la comercializadora que te cobra las facturas está en Barcelona. Entonces te sale más caro.

- ¿Por qué? ¿El IVA es más caro en Cataluña?

- Para que te puedas acoger tienes que tener la tarifa “nimeacuerdo”. ¿Cuál tienes tú?

- No sé.

- ¿No tienes una factura?

- No. Las tiene todas mi pareja. Yo es que soy un poco lerda. Mira, dame un teléfono y ya te llamo con lo que sea.

La bruja no tenía la más mínima intención de llamar, pero es muy felina cuando quiere. La tengo bien enseñada.

La chica “Hispatrola” le da el número pero le dice:

- Tendrías que decirme hoy si estás conforme con la subida o si vas a cambiarte (todavía no sabemos qué era lo que quería cambiar esta mujer. Suponemos que la comercializadora, que sería de Madrid; muchísimo más barata) porque si no después ya no tienes derecho a reclamar. Así que llámame hoy con lo que sea, porque así no tenemos que volver a llamar a todos los telefonillos.

La bruja dijo que valía mientras cerraba la puerta pensando, por un lado, que si tenía que llamar a todos los telefonillos, que se fastidiara, que para eso era su trabajo y, por otro, que por qué no iba a poder reclamar después, habiendo cuatro años fiscales para reclamar una factura. Pero como le había dicho que era lerda, no quiso salirse del papel.


Prrrrrr.

jueves, 16 de julio de 2015

Si es que lo veo, lo veo…

Desde que tengo memoria (y tengo mucha, que otra cosa no seré pero, memoriosa, un rato largo) vengo viendo en los espejos retrovisores de los coches la famosa frasecita que dice “Los objetos en el espejo pueden estar más cerca de lo que parecen”.

Debe de hacer unas tres décadas que vengo viendo eso. Y me pregunto yo si será muy difícil corregir ese defectillo o si ya les ha molado imprimir la frase, cual marca registrada. A lo mejor no es ni una cosa ni la otra, sino que les divierte imaginarse a los pobres conductores intentando adivinar cuál es la distancia verdadera a la que están los objetos en cuestión. Para mí que es eso, que llevan años riéndose a costa de los automovilistas, porque me resisto a creer que en un mundo donde ya hemos conquistado el espacio y tenemos vasos desechables no seamos capaces de fabricar un espejo en condiciones.

Tal vez se podría hacer toda una industria de esto. Espejos donde las cosas no son lo que parecen. Podría haberlos halagadores, en plan “La cantidad de estrías detectadas puede no corresponderse con la realidad” o bien “La calidad de este espejo puede no ser suficiente para captar todo su esplendor”, o cabronzuelos, como “Es posible que usted tenga más granos de los que ve” o bien “Piénselo dos veces antes de salir así a la calle porque tal vez ese vestido sí la haga gorda”. Vamos, que hasta podrían montarse atracciones de espejos, de aquellas de feria, desde donde una podría salir con la moral por las nubes e inflada como un pavo o completamente deprimida y al borde del suicidio. Sería como, cuando al ir al cine, decidimos si queremos comedia para olvidar los problemas, o drama para hincharnos a llorar. Yo creo que voy a patentar la idea. No me la robéis, ¿eh?, que a ver si vais a daros cuenta de la tremenda idea de negocio que es ésta y un día voy a ver cómo os volvéis millonarios y voy a lamentar mi suerte por haber ventilado mi idea en público tan alegremente. Confío en vuestra lealtad, igual que lo hice al compartir con vosotros la idea de los jelly beans de sabores autóctonos. Sí, ya sé que al final no seguí adelante con mi empresa pero nunca se sabe si en algún momento tendré que tirar de esa idea como plan B, si lo de los espejos no llegase a funcionar (cosa que dudo, la verdad, porque es una ideaza; no me lo negaréis).

No obstante, como yo soy muy vaga para estar pintando cristales de negro, si hay por ahí algún interesado en venir a dar el callo pintando mientras yo me dedico a la parte creativa, puede hacérmelo saber mediante un comentario en este post. Ofrezco un 10% de las ganancias. No, no es poco. Yo soy la ideóloga y la artista.

Además, un 10% de muchísimo es… ¿algo menos de “m”? Yo que vosotros me lo pensaría.

miércoles, 15 de julio de 2015

Anuncios Pesadillescos CXLIV: Tonto a la par que inexacto

A estos creo que les doy caña todos los veranos. Ya me están empezando a dar penita. Ah, no, no era penita, eran ganas de estornudar.

Pues nada, a por ellos. Vemos un dedo esquelético tocando un timbre. La puerta se abre y, desde el interior de la casa, vemos dos mosquitos tamaño gigante (o sea, que no era una mano esquelética sino una pata de vil insecto). Uno de ellos lleva una chaqueta de tweed que conoció mejor vida en los años 80. Bajo su “huesudo” (por llamarlo de alguna manera) brazo, lleva un cartón enorme de cuyo contenido nos enteraremos ipso facto. El otro lleva una cámara al hombro para retratar el momento. Luce una chaqueta azul celeste y una camisa beige con la mitad por dentro del pantalón y la otra mitad por fuera porque, al parecer, no se decidía. Son un cuadro.

El de la chaqueta de tweed se saca el cartón de debajo del sobaquillo y vemos que se trata de un cheque por valor de muchos millones de euros. Informa a la señora que le ha abierto de que ha ganado el gran premio y sugiere que entren todos en casa para celebrarlo.

Sale el marido, porque se ve que ella, al ser mujer y, por ende, un poco lela, no puede lidiar sola con un par de mosquitos. Con cara de chulito, el marido les informa a los infames reporteros falsos que a ellos les ha tocado uno de estos aparatejos eléctricos que sueltan veneno enchufados a la pared.

Al ver el percal, los mosquitos salen disparados a su furgoneta para no volver nunca más; presas del pánico, los pobres. Salen corriendo, no volando porque o bien no había presupuesto para poner arneses a los actores o bien el seguro no cubría los gastos en caso de accidente.

Más allá de la tontería de unos mosquitos disfrazados, lo que le veo a este anuncio es poco rigor científico. Como hija de entomóloga que soy me considero con autoridad suficiente (lo mismo que los que tienen un cuñado panadero en Cuenca y por eso son los que más saben de baguettes) para matizar que las que pican son las hembras así que, puestos a humanizar mosquitos, yo hubiera puesto dos curvilíneas mosquitas a llamar a la puerta, pidiéndole al marido usar el teléfono porque han tenido un accidente. Es el truco más manido de la historia, lo sé, pero no olvidemos que las mosquitas son curvilíneas, así que la excusa es lo de menos.

En esta ocasión, quien saldría en rescate del marido sería su mujer, rodillo de cocina en mano, obligando a las busconas de turno a irse con viento fresco. Ya que le plantamos a la mujer el rodillo en la mano, pues también le plantamos unos rulos en la cabeza y una mascarilla verde en la cara, a fin de afianzar el cliché. Los clásicos nunca mueren.

Sí, es igual de estúpido pero, al menos, respeta las leyes de la naturaleza.