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jueves, 29 de enero de 2015

La moda y la reencarnación

No sé si a vosotros os pasa pero he constatado que mi ropa pasa por diferentes etapas a lo largo de su vida.

Cuando me compro alguna prenda no soy de las que la estrenan inmediatamente, por lo general. Me gusta tenerla un tiempo colgadita en el armario, con su etiqueta aún puesta, prolongando el momento de placer que supone estrenar algo.

Más adelante, cuando la Madre Naturaleza y los excesos navideños hacen mella en mi persona, constato con horror que la indumentaria que otrora me sentara tan bien, ahora no sube de los muslos o resalta sin piedad mis lorcillas, por lo que guardo la prenda para la próxima temporada con la vana esperanza de que terminaré adelgazando y podré volver a lucirla con orgullo en el momento en que suceda un milagro digno de Lourdes.

Llegada la próxima temporada, el milagro no ha sucedido, claro está, y mi fuerza de voluntad para tomar cartas en el asunto y adelgazar de forma activa está bajo mínimos, por lo que llega un momento en que soy consciente de que no voy a volver a usar esa cosita tan divina. Si la cosita divina en cuestión es un pantalón, poco hay que hacer ya, o sea que termina en el montón de ropa para donar (que crece y crece porque soy tan vaga que nunca bajo a llevarlo) o, si está muy perjudicado directamente pasa a la basura peeeero, si la cosita divina es una camiseta empiezo a buscarle nuevos usos: ¿y si la uso debajo de otra prenda? Si la idea funciona, ahí quedará la camiseta porque lo más seguro es que sólo ponga en práctica tal genialidad una vez o dos y, finalizada la temporada, volverá a ser guardada con la idea de utilizarla en la siguiente.

Total, que llega la siguiente temporada y, según estoy colocando los armarios me digo “¿realmente voy a volver a usar esto?” Con una mano en el corazón, la mayor parte de las veces la respuesta es un no rotundo, por lo que tal vez haya que asumir que aquí ha terminado el ciclo vital de la camiseta y sea hora de que pase a engrosar el montón de ropa para donar. Pero ¿y si la dejo para estar por casa? Total, el churri ya sabe que tengo alguna lorcilla. Es lo que hay y si no le gusta, que se busque una más buenorra. Y así la camiseta pasa del estante de ropa de diario al cajón de ropa para usar en casa.

El problema con esta decisión es que es una conclusión a la que he llegado con otras tantas camisetas, predecesoras de la que hoy nos ocupa, por lo que al final tengo montañas de ropa para estar por casa y me termino dando cuenta de que el cajón ya empieza a estar hasta los topes.

Y ahí sí que sí doy ese paso definitivo de decirle adiós entre lágrimas, momento que llegará cuando me decida a bajar el montón.

miércoles, 28 de enero de 2015

Anuncios Pesadillescos CXXIV: Próximamente en sus pantallas

Seguimos con productos para resfriados, gripes y demás. Que se note que estamos en invierno (vaya desde aquí mi saludo y más profunda envidia a los lectores que ahora están disfrutando del veranito).

En la tele están echando la versión reducida porque los segundos de publicidad se pagan a precio de caviar de beluga servido en platos de oro pero he tenido la inmensa suerte (creo) de dar con la versión completa y, como soy así de generosa, aquí os la relato.

Para poneros en situación, os cuento que nos lo presentan como si fuese el tráiler de una película. Vemos a una mujer en calcetines acurrucada en un sillón mientras lee un libro. La voz en off nos dice “Era una familia normal pero el invierno hizo que su peor pesadilla regresara”. Vemos una sombra pasar por delante de la mujer, quien levanta inquieta la vista del libro. Intenta no darle importancia y volver a su lectura pero la oscuridad ya se ha cernido sobre su tranquila existencia. Se escucha una tos masculina que es suficiente para que a ella le salten todas las alarmas y grite con todas las fuerzas de su capacidad pulmonar “¡¡Cariño, coge el “Tosistón”!!

El hombre no sólo lo coge, sino que se pertrecha con un arsenal de frascos del famoso jarabe, que coloca estratégicamente en su chaleco de combate. Tiene a bien ponerse también un casco y unas gafas protectoras. No sabemos para qué pero queda cool. Ella también se pone gafas de ésas y una gorra con visera que debe de servir para evitar los reflejos de la lámpara de led del salón, que se ve que le resta visibilidad. Ambos acoplan una botella de jarabe a sendas escopetas de agua que le trajeron los Reyes Magos a sus niños. Sus nombres de batalla son “Tos Terror” y “Congestión Killer”. Todo dicho.

Vemos entrar por la ventana dos mocos de plastilina que se ríen maquiavélicamente. Se desplazan en un carrito de montaña rusa. Son “Tos con Mocos” y “Congestión Nasal”. Nooooo. ¡¡¡Sus archienemigos!!! No puedo con tanta tensión.  Ella les mete un pedazo de chorro de jarabe retropropulsado que los deja tiritando. A su vez, él también dispara en el descansillo. Vuela por los aires y todo, tal es la fuerza de la escopeta de plástico.

Estratégicamente han colocado una bomba de botellitas de jarabe en mitad de la cocina que va a explotar en cualquier momento… ¡Y explota! Síiiiii. Todo está cubierto de líquido viscoso. Qué maravilla.

La voz en off nos informa que esta superproducción es de los mismos creadores que nos deleitaron en ocasiones anteriores con películas ficticias como “Tosiendo hasta el amanecer”, “Congestión Fatal” y “Tos con Mocos, El Retorno de la Flema”. Este último título es el que más me gusta, por lo dada que soy a la escatología. No deja nada a la imaginación.

Por cierto, si veis el anuncio no os perdáis los afiches de las supuestas anteriores películas. No tienen desperdicio. Palabrita de Álter. 

lunes, 26 de enero de 2015

Crónicas Felinas CXIX: Cómo saliros con la vuestra sin que os echen la bronca

Marrameowww!!!

Vamos hoy con un tutorial de estos que sé que resultan de utilidad a los compañeros felinos que me leen. En esta entrada, aprenderemos, paso a paso, cómo evitar una regañina.

El ejemplo que voy a poner está protagonizado por Munchkin y un servidor pero también sirve si sois gatos únicos.

Era tarde por la noche y a Munchkin y a mí nos atacó la hora del gato loco (ya sabéis a qué me refiero; ese momento, generalmente de la noche, en que os da un frenético arranque de actividad y tenéis que correr y montar el máximo escándalo posible). Pues bien, la bruja estaba ya metidita en la cama con su libro, tapada hasta la nariz porque está haciendo un frío de mil demonios  y a nosotros nos dio por jugar al pilla-pilla, pareciéndonos una fantástica idea pelearnos junto al cubo de basura, con puntos extra si conseguías desplazarlo por el suelo de baldosas para solaz de los vecinos de abajo.

Así que en esas estábamos, cubo va, cubo viene, cuando escuchamos que la bruja se levanta de la cama, enciende la luz del pasillo y dirige sus pasos hacia la cocina. Es aquí cuando hay que adoptar la “pose de gato bueno”. Para lograrla deberéis:

a) Apoyar la barriguilla en el suelo (sí, sé que está frío pero todo sea por librarse de la bronca).

b) Poner las patitas delanteras delante del cuerpo. Cuanto más paralelas estén, más buenos pareceréis.

c) Según aparezca vuestro humano por la puerta, abrir desmesuradamente los ojos adoptando la expresión más tierna que seáis capaces de conseguir.

De esta guisa nos encontró la bruja a los dos, cada uno a un lado del cubo de basura y de más está decir que no hubo bronca sino ojitos mirando al techo y negación con la cabeza. Es un gesto bastante estúpido pero en mis años de convivencia con humanos he logrado discernir que es un equivalente gestual al “ayyyy” que son muy dados a expresar verbalmente.

La bruja volvió sobre sus pasos y, en cuanto apagó la luz del pasillo, volvimos a nuestra actividad lúdica profiriendo unos cuantos “Mrrr, mrrr” (se supone que ésta es la onomatopeya de gatos peleando. No he sabido transcribirla mejor) sin tener más interrupciones hasta que nos cansamos y nos fuimos tan ricamente a dormir.

Espero que os haya servido este tutorial y nos vemos pronto en una nueva lección de “Hazle la vida imposible a tu humano”, ya disponible en fascículos.

Nota: Hay una variante que también podéis probar si el suelo está demasiado frío o si vuestros humanos son un poco guarretes y no queréis que se os quede un pelusón pegado a la barriguilla. En lugar de tumbaros en el suelo, podéis apoyar sólo el culete y colocar las patitas delanteras completamente verticales delante del cuerpo. No olvidéis abrir mucho los ojos. Si estáis ya en nivel experto, podéis darle un toque extra enroscando el rabo por delante. Este gesto los vuelve especialmente locos de amor.

Prrrrrr.

jueves, 22 de enero de 2015

Tell me lies, tell me sweet little lies

Dice el dicho que la mentira tiene patas cortas. O que se pilla antes a un mentiroso que a un cojo. O que mujer refranera, tonta y majadera, pero de éste último mejor pasamos.

Tengo un par de preguntas que últimamente no me dejan dormir: ¿Por qué a veces mentimos en cosas estúpidas? Y, más importante aún, ¿por qué la mentira utilizada para la cosa estúpida en cuestión suele ser, aun si cabe, todavía más estúpida?

Pongamos unos cuantos ejemplos prácticos para ilustrar este debate que hoy abro en este humilde blog.

Este verano iba con el churri en el bus y, cerca de nosotros, iban unas cuantas personas que supongo serían todas de la misma familia ya que eran de edades variadas. Pues bien, a una de ellas le sonó el móvil y se puso a inventarle a su interlocutor/a una rocambolesca historia acerca de que estaban en la piscina en casa de no sé quién y que por eso antes no le había cogido el teléfono y que no sabía cuándo volverían a casa. No sé si la persona al otro lado de la línea  creyó la excusa pero, de haberlo hecho, sería porque era sorda, un poco lela o ambas cosas a la vez ya que a ver cómo explicas que en la piscina de la casa de alguien de repente se escuche “Próxima parada: Alcalá con Goya. Correspondencia con líneas…” sumado al ruido característico de las puertas al abrirse y cerrarse “Pssss. Psssss”.

Algo parecido, pero a la inversa, presencié recientemente. Una chica iba andando por la calle y comunicaba a otra persona por el móvil que iba en el Metro. De más está decir que se escuchaban bocinazos, ruido de tráfico y demás señales acústicas que uno no espera escuchar en el interior del Metro. En este caso también me apuesto lo que sea a que el receptor del mensaje tampoco lo creyó o eso quiero creer, al menos. En caso contrario, voy a empezar a plantearme que la gente es sumamente inocente y que mentir es mucho más fácil de lo que pueda parecer a simple vista.

Por último, os cuento una anécdota que no sólo presencié sino que viví en primera persona. Una noche cualquiera llego a casa después del trabajo y, como suele ser su costumbre, el churri había dejado la llave puesta por dentro. Toco timbre, el churri me abre. Entro y el churri queda detrás de mí cerrando la puerta.

Un par de horas más tarde (como a la una de la madrugada) estamos nosotros tan ricamente despatarrados en el sofá viendo la tele cuando, de repente, suena el timbre. El churri va a ver quién llama y resulta que es una vecina para avisarnos de que la puerta se había quedado entornada pero no cerrada (milagro que no se haya escapado un gato). El churri, ni corto ni perezoso, me recrimina haber dejado la puerta abierta de manera tan extremadamente insensata.

Volved a leer el sexto párrafo.

Pues eso.

miércoles, 21 de enero de 2015

Anuncios Pesadillescos CXXIII: No, si diferente es…

Los de hoy vienen en un pack. Se trata de una serie de anuncios cortitos que, sumados, dan como resultado una pesadilla de dimensiones descomunales.

En este caso, la empresa anunciante es una compañía de móviles. El mensaje que pretenden transmitir con este cúmulo de espantos es que son diferentes y que las diferencias son algo bueno. Esta conclusión es algo discutible, viendo el resultado final. Eso sí, hay que reconocer que se han currado una campaña completa por dos duros, a juzgar por los nimios gastos de producción que a todas luces han tenido.

En uno de ellos, vemos un montón de vaqueros azules de plástico (me refiero a muñequitos que representan al típico cowboy, no a pantalones) que desfilan en procesión hasta que, en medio de tan ordenada fila, aparece un indio rosa, también de plástico. Y ésa es la diferencia. De fondo, suena la típica musiquilla de western, aunque yo le hubiera puesto algún éxito de Village People, que creo que pegaba más.

En el segundo vemos un montón de plátanos que se desplazan verticalmente por la pantalla (me juego lo que sea a que para que las frutas se muevan han usado una cinta de éstas de las cajas de los supermercados) y, de repente, aparece una desorientada pera. ¿Será un homenaje a Ana Botella? Vale, tendrían que haber usado manzanas en lugar de plátanos pero el fruto escogido le daría otro rollito al asunto así que casi prefiero creer que sí, que pensaban en ella al confeccionar el anuncio y, de esta manera, me hace hasta gracia. Lamentablemente, creo que la teoría del tributo a la Señora Botella la tengo sólo yo así que el anuncio me sigue pareciendo un espanto. La banda sonora del anuncio es el “Banana Boat Song” de Harry Belafonte. Por si no caéis en qué canción es ésa, pensad en Beetlejuice y veréis cómo enseguida os dais cuenta.

Y en el tercero, que para mí es el más horripilante de todos, escuchamos a Elvis Crespo (¿alguien sabe qué ha sido de este hombre?) con su “Suavemente” mientras una muñequita de porcelana gira, al principio despacito y más rápidamente cuando se anima la melodía. Una vez más, me arriesgo a aventurar cómo han conseguido tal efecto y estoy segura de que ha sido con un tocadiscos, pasándolo de 33 a 45 rpm en el momento álgido. Digo que es el que más me horripila seguramente porque las muñequitas de porcelana siempre me han dado mal rollo. Mi abuela tenía un montón y sólo de imaginármelas bailando salsa en el salón me dan los siete males.

Y esta sería la “Trilogía de la Diferencia” que está haciendo nuestras delicias. Añadiría, de propina, otro anuncio de la misma compañía donde, para promocionar su “tarifa infinita” nos enseñan primero la cabeza de un perro salchicha y, en un desplazamiento lateral de la cámara, su lomo (y más lomo, y más lomo…) hasta llegar a las patas traseras.

Ya me diréis si habéis podido dormir.