Tarta que encargaron para mi tío por sorpresa |
El día de la final del Mundial de Fútbol fuimos todos en
manada a ver el partido a casa de mi primo. El motivo es que varios de mis
parientes son argentinos, mi tío entre ellos (sí, mi familia es como las
Naciones Unidas) así que allí fuimos a alentar a la selección albiceleste. Creo
que era la primera vez en que yo, como aficionada uruguaya, hinchaba por
Argentina pero todo sea por la familia.
Pese al fracaso futbolístico, la reunión fue muy amena y me
sirvió para reencontrarme con personas a las que hacía mucho que no veía, así
que no me quejo ni de la experiencia ni de los deliciosos chorizos al pan que
preparó mi primo, con unos exquisitos cupcakes de postre. Que viva la fusión de
culturas…
De manera que, al día siguiente, pusimos rumbo a Seaworld
que, como su propio nombre indica, se trata de un parque temático ambientado en
el mundo marino, donde se pueden ver criaturas de las profundidades más
profundas, así como espectáculos donde ponen a los pobres bichos a hacer
bobadas para solaz del público presente. Nunca entenderé eso de poner a los
animales a hacer gracietas… El espectáculo de las orcas, según me dijeron, ya
no es lo que era y ahora los cuidadores ya no se meten en la piscina con ellas
porque, hace un tiempo, a una orca se le fue la olla y le arrancó una pierna a
un cuidador ante la atenta mirada de los espectadores, algunos de los cuales
disfrutaban de su comida en el restaurante situado debajo, con vistas directas
al agua. Tiene que haber sido un almuerzo de lo más ameno, sí.
Imaginaos algo así pero más rojo |
El paseo estuvo entretenido, a pesar de que pasé el día
ensopada porque a mi primo se le ocurrió que nos metiéramos en una atracción de
éstas en las que vas en una barquita y toda la gracia es que el agua salpica y
terminas calado hasta los huesos. Podría haberme secado con el sol pero ese día
estaba nublado y hasta llovió un poquito (para que luego las canciones
populares digan que nunca llueve al sur de California). Eso sí, el sol tuvo a
bien salir mientras contemplaba un espectáculo, lo que provocó que se me
quemaran las rodillas. Muy bien, todo.
Las barquitas malignas |
La nota simpática la puso M., la hija de mi prima S., que
habla alguna palabreja de español y le encanta sacarlas a relucir en cuanto
tiene oportunidad. Había un espectáculo de mascotas y mi primo no tenía muy
claro si valdría la pena entrar o no, a lo que ella respondió “But I like
perrous y gatous”. Me pareció graciosísima. Entramos a ver los “perrous” y
“gatous” (también había “pájarous” y “cerdous”) y, la verdad, es que fue un
espectáculo muy divertido aunque ahí fue cuando empezó a llover y los gatos no
tenían demasiadas ganas de andarse mojando a lo tonto.
De ahí marchamos hacia San Diego, pero eso os lo dejo para
el próximo capítulo.
Los cuidadores, de lejitos. |
Flamenquitos que no han matado a nadie. |