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jueves, 4 de septiembre de 2014

Supercalifornialísticoespialidoso V: De fútbol y animales marinos

Tarta que encargaron para mi tío por sorpresa
El día de la final del Mundial de Fútbol fuimos todos en manada a ver el partido a casa de mi primo. El motivo es que varios de mis parientes son argentinos, mi tío entre ellos (sí, mi familia es como las Naciones Unidas) así que allí fuimos a alentar a la selección albiceleste. Creo que era la primera vez en que yo, como aficionada uruguaya, hinchaba por Argentina pero todo sea por la familia.

Pese al fracaso futbolístico, la reunión fue muy amena y me sirvió para reencontrarme con personas a las que hacía mucho que no veía, así que no me quejo ni de la experiencia ni de los deliciosos chorizos al pan que preparó mi primo, con unos exquisitos cupcakes de postre. Que viva la fusión de culturas…

Entrada a Sea World
De manera que, al día siguiente, pusimos rumbo a Seaworld que, como su propio nombre indica, se trata de un parque temático ambientado en el mundo marino, donde se pueden ver criaturas de las profundidades más profundas, así como espectáculos donde ponen a los pobres bichos a hacer bobadas para solaz del público presente. Nunca entenderé eso de poner a los animales a hacer gracietas… El espectáculo de las orcas, según me dijeron, ya no es lo que era y ahora los cuidadores ya no se meten en la piscina con ellas porque, hace un tiempo, a una orca se le fue la olla y le arrancó una pierna a un cuidador ante la atenta mirada de los espectadores, algunos de los cuales disfrutaban de su comida en el restaurante situado debajo, con vistas directas al agua. Tiene que haber sido un almuerzo de lo más ameno, sí.

Imaginaos algo así pero más rojo

El paseo estuvo entretenido, a pesar de que pasé el día ensopada porque a mi primo se le ocurrió que nos metiéramos en una atracción de éstas en las que vas en una barquita y toda la gracia es que el agua salpica y terminas calado hasta los huesos. Podría haberme secado con el sol pero ese día estaba nublado y hasta llovió un poquito (para que luego las canciones populares digan que nunca llueve al sur de California). Eso sí, el sol tuvo a bien salir mientras contemplaba un espectáculo, lo que provocó que se me quemaran las rodillas. Muy bien, todo.

Las barquitas malignas
La nota simpática la puso M., la hija de mi prima S., que habla alguna palabreja de español y le encanta sacarlas a relucir en cuanto tiene oportunidad. Había un espectáculo de mascotas y mi primo no tenía muy claro si valdría la pena entrar o no, a lo que ella respondió “But I like perrous y gatous”. Me pareció graciosísima. Entramos a ver los “perrous” y “gatous” (también había “pájarous” y “cerdous”) y, la verdad, es que fue un espectáculo muy divertido aunque ahí fue cuando empezó a llover y los gatos no tenían demasiadas ganas de andarse mojando a lo tonto.

De ahí marchamos hacia San Diego, pero eso os lo dejo para el próximo capítulo. 

Los cuidadores, de lejitos.

Flamenquitos que no han matado a nadie.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Anuncios Pesadillescos CVIII: Aquí hay gato encerrado

En una cocina desayuna un niño mientras su estresada madre persigue sin descanso a una niña mientras le recuerda encarecidamente que no se olvide de la chaqueta. Habría que hacer un estudio acerca de por qué los niños odian las chaquetas y las madres las consideran la prenda estrella del armario ropero.

En medio de este caos, suena el móvil de la madre que reposaba sobre la mesa. La pantalla del teléfono nos hace saber que la llama su jefe. No es que sepamos cómo se llama su jefe, es que pone eso: “Jefe”. No sé cómo lo haréis vosotros pero, en mi móvil, a mi jefa la tengo registrada con su nombre y apellido, que será jefa pero, ante todo, persona. Parece que nos olvidamos de los derechos inalienables del ser humano.

El asunto es que el niño, que es de todo menos tímido, atiende el teléfono ni corto ni perezoso. El jefe, que se ve que se ha levantado con ganas de alegrarle el día al personal, sin esperar siquiera a que alguien le diga “hola” suelta: “Prepárate, que hoy tenemos mucho trabajo”. ¿Esto debería interpretarse como que la abnegada madre tiene que acudir con casco a su puesto de trabajo o qué? Ésas no son maneras de empezar la jornada. El niño cuelga el teléfono, así sin más ni más. Y, como se ve que también le gusta eso de andar fastidiando desde bien tempranito (la pareja de esta señora debería pedir un test de paternidad) le dice a la madre: “Mamá, era tu jefe. Creo que hoy tendrás un día muy cansado”. Claro que sí, animando.

Pero en el fondo de ese ser agorero también late un corazoncito y es por eso que le cede su botellita de líquido para las defensas, cual poción mágica de la eterna energía. Al final va a ser bueno y todo el tierno niñito… Ah, no, que sigue hablando y dice “Quiero que vuelvas a casa con ganas de jugar”. O sea, que todo el asunto no es para que su pobre madre tenga un día más llevadero sino para que, a la vuelta, le haga caso y pueda darle la barrila a placer. Lo dicho, éste es hijo del jefe. La madre ni siquiera le reprende. Más bien se queda con cara de marsopa y luego suelta una risita como diciendo “qué cabroncete eres…” (“es igualito a su padre”, estará pensando).

Se ve que el invento funciona porque, luego de que nos den una exhaustiva explicación del producto, hablándonos de sus bondades y de cómo nuestras defensas van a bailar la muñeira, vemos a la madre que ha vuelto a casa y se dedica a dar saltitos delante de la tele (No sé qué leches hacen. Al principio pensé que era un videojuego de éstos que tienes que mover el mando pero no) con su niño maquiavélico y la niña propensa a los constipados.

Si la niña también tomara pociones milagrosas no tendría necesidad de acordarse de la chaqueta.

martes, 2 de septiembre de 2014

Ustedes Dirán XCIV: ¿Quien lo encuentra se lo queda? (sugerido por Mandarica)

La organización vuelve a este blog y retomamos ésta vuestra sección. Mandarica es muy colaboradora y, entre otras cosas, me propuso analizar las peleas femeninas por hombres. Me comentaba que nunca había entendido semejante comportamiento y admito que yo me sumo a sus filas de incomprensión.

Vamos a ver… que si mi mejor amiga y el churri se lían un día de éstos, pues ni mi amiga va a seguir siendo mi amiga ni el churri va a seguir siendo el churri. Que conste que me fío tanto de mis amigas como del churri, que esto ha sonado fatal pero bueno, ya entendéis por dónde voy: Cuando hay causas de peso para una discusión, lo entiendo (lo de llegar a las manos pues ya creo que ni aunque se diera el caso propuesto en el ejemplo) pero cuando son peleas por estar pretendiendo al mismo, pues la verdad es que el tema ya escapa a mi raciocinio. Supongo que es a estos últimos casos a los que se refería Mandarica.

Imaginemos que tengo dieciséis años. Vale, es mucho imaginar pero haced un esfuercito… Pues eso, tengo dieciséis años, una carpeta con el careto de Justin Bieber y me mola un chico con granos y scooter  que trabaja en el Burger.

Pero a mi amiga Maripili también le gusta el hamburguesero. Y yo no le molo al hamburguesero porque no tengo curvas (¿a que aquí no hay que imaginar?) y mi amiga sí. Diréis que el chaval es un superficial pero somos adolescentes; es lo que hay. Y yo no puedo competir contra el escandaloso cuerpo de Maripili. Lo lógico, a mi entender, sería resignarme a dejarles vivir su amor y ya encontraré yo a alguien que le dé valor a temas más intelectuales (o esperar perversamente cual psicópata a que pasen los años, la gravedad actúe sobre el cuerpo de Maripili y pavonearme delante de Hamburguesero para que vea lo que se perdió; esto ya dependiendo del nivel de sadismo de cada uno). Pero vamos, que debería pensar “pues oye, si no es para mí, pues no es para mí” pero hay muchas mujeres (supongo que hombres también) que piensan que existe como una especie de ley de oro entre amigas mediante la cual no puedes acercarte a menos de dos metros del chico que le gusta a tu amiga. Aunque a ti te vuelva loca y entre ellos sea absolutamente imposible que pase algo. No importa. Si aquí la que vio primero al macho dominante de la manada no consigue su objetivo, el resto de hembras se fastidian, faltaría más… Y si hay que llegar a las manos y a los tirones de pelo, se llega.

Y ¿sabéis? He puesto el ejemplo con chiquillas de dieciséis años para que la historia no fuera tan deprimente. Siempre podemos tener la esperanza  de que tanto yo como Maripili cambiemos algún día. Pero el caso es que he visto cosas así en treintañeras y ahí yo creo que ya hay poco arreglo…


P.S. Podéis seguir mandándome vuestras propuestas, que ahora la cosa ya va avanzando…

lunes, 1 de septiembre de 2014

Crónicas Felinas CII: ¿Qué tendrá eso?

Marrameowww!!!

La semana pasada la bruja fue a la peluquería, cosa que a mí me fascina.

Ya lo sé. Vosotros estaréis pensando que he perdido la cordura y he comenzado a desvariar, que se me ha pegado la locura humana imperante en mi hogar y que ya no sé ni lo que digo, ¿verdad?

Pues no, nada más lejos de la realidad. Me encanta que la bruja vaya a la peluquería pero no por los motivos en los que pensáis. No es que la vea más bella ni más mona, ni siquiera un poco menos repulsiva. Sigue siendo el mismo engendro que antes de pasar por chapa y pintura y, para colmo, es un engendro más pobre tras pagar esos tratamientos que le crean la ilusión de parecerse un poco a una persona; lo cual me afecta porque tal vez me rebajen la calidad y/o la cantidad de las chucherías. Mi gusto por que vaya a la peluquería tampoco es debido a que así me deje un rato a mis anchas sin tener que soportarla y, encima, vuelva relajada y contenta (ya que ella sí se cree ese cuento chino de que está más guapa). No porque, si bien es agradable eso de librarme de su presencia por un breve lapso de tiempo, el problema es que, como vuelve relajada y contenta, se pone insoportable y todo le cae bien, lo que significa que tengo que esforzarme más de lo habitual para sacarla de sus casillas, con lo cansado que es eso.

¿A que os tengo en ascuas y a estas alturas ya no tenéis ni idea de por dónde voy a salir? Si es que tanto tiempo escribiendo me está convirtiendo poco a poco en un maestro del suspense. Soy la reencarnación felina de Alfred Hitchcock.

Venga, va. Os lo cuento porque tampoco os quiero hacer sufrir tanto. Hoy me habéis pillado blandito. Me gusta que la bruja vaya a la peluquería porque, cuando vuelve, puedo pasarme horas esnifándole la cabeza. Yo no sé qué narices le echarán en esos cuatro pelos mal puestos que tiene pero el caso es que vuelve con un olorcillo que dan ganas de meterle un bocado (y ya sabemos que yo no soy de los que se quedan con las ganas de nada) así que, en cuanto la bruja se sienta en el sofá, ahí que voy yo a tumbarme en el respaldo cuan largo soy, olisqueando a más no dar y con la zarpa preparada para, si le da por alejar demasiado la cabeza, poder rápidamente volver a acercarla y seguir oliendo y mordisqueando, oliendo y mordisqueando en un bucle sin fin…

Si hay algún peluquero leyendo esto, que por favor me saque de dudas y me cuente qué es ese producto que tanto me gusta y del que me estoy volviendo fan incondicional y, ya de paso, si existe algún champú para gatos con ese olorcillo, ya sé lo que me voy a pedir de regalo estas navidades.

Prometo que seré bueno.

Prrrrrr.

jueves, 28 de agosto de 2014

Supercalifornialísticoespialidoso IV: Mexicaneando

Como os comentaba la semana pasada, una vez que abandonamos Venice Beach, nos dirigimos al centro de Los Ángeles (la idea era pasar antes por Santa Mónica pero quedaba bastante lejos de Venice Beach como para ir andando y volver al aparcamiento de superlujo a recoger el coche).

Un árbol enorme justo enfrente de la calle Olvera
El centro de Los Ángeles, a mi modesto entender, no es nada del otro mundo. Claro que hay que reconocer que a mí las ciudades grandes no me van demasiado. Mucho edificio alto, mucho loco suelto por la calle… Vamos, nada que me haya llamado demasiado poderosamente la atención aunque, según mi primo R., hay un restaurante llamado “Philippe´s” donde preparan el mejor rosbif del mundo mundial. El pobre estaba como loco por hincarle el diente a uno pero a mí no me gusta el rosbif y, pese a sus insistencias e intentos de convencerme con argumentos tales como “pero es que es el mejor rosbif del mundo” nada pudo hacer ante mi irrefutable “No me gusta el rosbif, aunque sea el mejor del mundo”. Tuvo suerte que, al día siguiente, su hermana (mi prima S.) se apiadó de él y le llevó a su casa un poco de rosbif de “Philippe´s” para que el pobre no sufriera. Si os gusta el rosbif y andáis por el centro de Los Ángeles, ya me contaréis.
Esta cruz nos informa que Los Ángeles fue fundada el 4 de septiembre de
1781 con el nombre "El Pueblo de Nuestra Señora La Reina de los Ángeles"

El motivo fundamental de ir a “Downtown LA” era recorrer Olvera Street. Esta fue la calle que dio origen a lo que hoy conocemos como Los Ángeles y, como cabe esperar, es una calle completamente mexicana. Hoy por hoy (y cuando yo era pequeña también) está llena de puestecillos con artesanías típicas mexicanas y no tan típicas, como veréis a continuación. M., el hijo menor de mi primo, compró un llavero, de éstos que son una cinta larguísima, con la bandera de Uruguay. Él es nacido en Estados Unidos así que podréis imaginar que yo estaba más feliz que unas castañuelas y casi me lo como a besos. Yo no me compré banderita pero sí piqué con una calaverita roja que luce estupendamente en mi salón. Qué gusto da poder comprar en español en un país de habla inglesa, de verdad.

Vieja casita de adobe
Un poco más tarde llegaron mi prima S. con su novio y sus hijos y nos dirigimos a cenar (eran como las seis de la tarde, que para nosotros es más bien la hora de la merienda pero ya se sabe que, donde fueres, haz lo que vieres). Por allí lo único que hay son restaurantes mexicanos así que agradecí a los astros haberme librado del infame rosbif y nos encaminamos a “La Golondrina”. Recuerdo haber comido allí de pequeña y me sigue gustando igual que antes. Pedí unos tacos de camarones que estaban divinos de la muerte. Eso sí, no fui capaz de terminarlos porque las raciones eran más que abundantes, no fuera cosa que nos quedáramos con hambre.


Y así transcurrió el sábado 12 de julio. La semana que viene volveremos con más aventurillas americanas. 

Una vista de la calle con sus puestecillos

Otra toma de la calle. Ojo al cartel de "Mr. Churro"