Desde pequeña tengo una “peculiaridad” que a mi madre
preocupaba sobremanera. Hablo sola. Y no quiero decir con esto que se me escape
un improperio en voz alta si se me cae un martillo en un pie que eso, con mayor
o menor frecuencia según el grado de torpeza de cada uno, le ha pasado a casi todos. No. Yo tengo auténticas conversaciones con mi “yo” interior o con un amigo
imaginario o un extraterrestre o vete a saber…
Por norma general no hablo en voz alta sino que gesticulo
con los labios, lo que debe dar más grima todavía para aquellos que me ven. Me
sigue pasando aún hoy en día y es algo que hago de manera inconsciente. No me
doy cuenta hasta que me avisan (antes, mi madre; ahora, el churri).
Mi madre, supongo que con miedo de tener una hija un poco
chalada (o más chalada aún de lo que ya se temía), se lo preguntó un día a un
psicólogo amigo de la familia. Recordemos que somos rioplatenses. Por pura ley
de probabilidades es imposible que no tengas un psicólogo dentro de tu círculo
familiar o de amistades. El loquero le dijo que no se preocupara en absoluto.
Que eso lo hace mucha gente y que es indicativo de gente que tiene mucho mundo
interior y se siente a gusto consigo mismo. No sé si realmente esto es así o si
se reservó el diagnóstico por no preocupar a mi madre o porque no es plan de
andar diagnosticando gratis. El caso es que ella se quedó más tranquila y me
dejó seguir con mis auto-diálogos.
El churri, cada vez que me ve, me suelta “Ya estás otra vez
murmurando tú sola”. Y es que no lo puedo evitar. Cada vez que alguien me pilla
le cuento la historia del psicólogo para que no huyan despavoridos pensando que
en cualquier momento voy a coger una katana y voy a protagonizar una sangría
digna de una película de Tarantino. No obstante, si me pongo en la piel del
otro, siempre pienso que si yo veo a alguien de mi entorno hablando solo, lo
último que me va a dar por pensar es que es una persona con mucho mundo
interior. Mi primer impulso sería pensar que está un poco “Cu-cu” aunque, ahora
que lo pienso, una cosa no tiene por qué ser excluyente de la otra. ¿Qué mundo
interior puede existir mayor que saberse Napoleón y planificar en bucle la batalla
de Waterloo? ¿Acaso alguien no estaría a gusto consigo mismo si sabe que es el
Mesías y que su misión en esta vida es salvar a la humanidad de la perdición
eterna? Eso tiene que brindar múltiples satisfacciones y proporcionaría la
certeza de que nuestras mamis estarían orgullosas de nosotros. De todo esto
deduzco que tal vez el psicólogo de marras optó por una respuesta diplomática
que satisficiera a mi madre pero sin faltar realmente a la verdad.
Igual sí que estoy un poco chalada.