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Carpanta en chándal (¡¡Gracias, Chema!!) |
Pero, recalco, eso ha sido hasta el momento porque la racha
de sequía de indumentaria deportiva ha terminado y, por fin, podemos sufrir con
algo de este rubro.
Vemos una boda. El novio y la novia se miran embelesados
frente al altar donde un cura los contempla entre sonriente y beatífico. Del
lado izquierdo de nuestra pantalla, los “damos de honor” o como se llamen los
acompañantes del novio (nunca lo he sabido y me da pereza buscarlo, así que
quien me quiera sacar de la ignorancia será bien recibido). Del lado derecho,
las damas de honor (ahora sí que sí). Ni unos ni otras merecerían mención
alguna si no fuera porque he observado que una de las damas de honor lleva en
su mano el bolso. No es que sea yo una gran experta en bodas ni nada parecido
pero no he visto jamás a una dama de honor con bolso. Me da que debe ser una
antigua compañera de instituto de la novia y se han reencontrado por Facebook.
La dama de honor no conoce mucho a la familia y teme por sus pertenencias (o le
han llegado rumores de que los allegados del novio son un poco mangantes). Sea
como fuere, la muchacha se aferra a su bolso como Sofía, la de las Chicas de
Oro.
El caso es que la voz en off nos dice que se supone que tu
boda es el día más feliz de mi vida (y yo aquí, perdiéndomelo) y por ello nos
animan a imaginárnoslo en chándal. Y de repente vemos a los novios e invitados
haciendo cabriolas en indumentaria deportiva. La novia sigue llevando velo pero
sujeto con una diadema de estas que usan los tenistas (tendrán un nombre, pero
no soy aficionada al tenis y sigo con la misma pereza para buscarlo). El novio
mantiene su pajarita pero, en lugar de chaqueta de traje, lleva una de chándal.
La de toda la vida, con rayas blancas longitudinales. Un cuadro, los dos.
Los invitados tampoco se quedan atrás, aunque por lo menos
llevan un look menos ecléctico. Van en ropa deportiva de pies a cabeza, de no
ser por las joyas que lucen las abuelas sobre sus camisetas rosas.
Nos informan que la vida es mejor en chándal y ahí queda la
cosa. No es que haya mucho más que contar pero sentí la imperiosa necesidad de
compartir esto con vosotros.
La única duda que me queda es si la dama de honor seguirá
aferrada al bolso a pesar del cambio de atuendo. Le he perdido la pista entre
la multitud y la intriga me está carcomiendo.
Lo mismo se lo han birlado en el vestuario.