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miércoles, 11 de abril de 2018

Anuncios Pesadillescos CCXLIII: La boda más glamourosa “ever”

Carpanta en chándal
Carpanta en chándal (¡¡Gracias, Chema!!)
Creo (sólo creo, porque llevamos ya más de doscientos cuarenta anuncios y mi memoria no da para tanto) que nunca había traído un anuncio de una tienda deportiva. No es que en términos generales me parezcan la panacea pero, hasta el momento, me parece que ninguno había hecho saltar mi radar detector de pesadillas.

Pero, recalco, eso ha sido hasta el momento porque la racha de sequía de indumentaria deportiva ha terminado y, por fin, podemos sufrir con algo de este rubro.

Vemos una boda. El novio y la novia se miran embelesados frente al altar donde un cura los contempla entre sonriente y beatífico. Del lado izquierdo de nuestra pantalla, los “damos de honor” o como se llamen los acompañantes del novio (nunca lo he sabido y me da pereza buscarlo, así que quien me quiera sacar de la ignorancia será bien recibido). Del lado derecho, las damas de honor (ahora sí que sí). Ni unos ni otras merecerían mención alguna si no fuera porque he observado que una de las damas de honor lleva en su mano el bolso. No es que sea yo una gran experta en bodas ni nada parecido pero no he visto jamás a una dama de honor con bolso. Me da que debe ser una antigua compañera de instituto de la novia y se han reencontrado por Facebook. La dama de honor no conoce mucho a la familia y teme por sus pertenencias (o le han llegado rumores de que los allegados del novio son un poco mangantes). Sea como fuere, la muchacha se aferra a su bolso como Sofía, la de las Chicas de Oro.

El caso es que la voz en off nos dice que se supone que tu boda es el día más feliz de mi vida (y yo aquí, perdiéndomelo) y por ello nos animan a imaginárnoslo en chándal. Y de repente vemos a los novios e invitados haciendo cabriolas en indumentaria deportiva. La novia sigue llevando velo pero sujeto con una diadema de estas que usan los tenistas (tendrán un nombre, pero no soy aficionada al tenis y sigo con la misma pereza para buscarlo). El novio mantiene su pajarita pero, en lugar de chaqueta de traje, lleva una de chándal. La de toda la vida, con rayas blancas longitudinales. Un cuadro, los dos.

Los invitados tampoco se quedan atrás, aunque por lo menos llevan un look menos ecléctico. Van en ropa deportiva de pies a cabeza, de no ser por las joyas que lucen las abuelas sobre sus camisetas rosas.

Nos informan que la vida es mejor en chándal y ahí queda la cosa. No es que haya mucho más que contar pero sentí la imperiosa necesidad de compartir esto con vosotros.

La única duda que me queda es si la dama de honor seguirá aferrada al bolso a pesar del cambio de atuendo. Le he perdido la pista entre la multitud y la intriga me está carcomiendo.

Lo mismo se lo han birlado en el vestuario.

lunes, 9 de abril de 2018

Crónicas Felinas CCL: Se nos vuelve más loca


Marrameowww!!!

Para cualquiera que haya tenido contacto con gatos o que, al menos, nos haya visto en algún documental de animales, es sabido que somos una especie friolera  pero la ventaja que tenemos los gatos caseros es que podemos acurrucarnos junto al radiador y no movernos de ahí en todo el día, quedándonos en casa de lo más calentitos. Llevamos peor el verano porque en esta casa hace mucho calor y nos toca pasar tres meses desparramados en el suelo como vulgares babosas, con lo poco que nos gusta eso porque nos hace perder todo el glamour y la elegancia inherente a nuestra naturaleza. Sobre todo el imberbe, que se tumba boca arriba con las patas abiertas, enseñando todas las vergüenzas, sin dejar nada al erotismo ni a la imaginación.

La bruja no corre con tanta suerte como nosotros en lo que se refiere a salvaguardarse del frío y de la lluvia (ni en prácticamente ningún otro aspecto de la vida, si nos ponemos a analizar exhaustivamente su existencia, la verdad), por lo que todas las mañanas (o noches, no sé muy bien cómo describir la franja del día en que la bruja abandona el hogar) tiene que salir a la calle a fin de dirigirse a su puesto de trabajo para ganar un dinerillo con el que comprarnos pienso, juguetes y pagarnos las vacunas y el antiparasitario.

Y, friolera como es (el único aspecto en el que se parece en algo a nosotros, salvando las distancias), dice que está hartita de frío y de lluvia y que está deseando que llegue la primavera de una buena vez porque, de momento, sólo ha llegado al calendario y a los grandes almacenes. Que no sabemos la suerte que tenemos de poder quedarnos en casa todo el día. Y creo que se nos está empezando a deprimir por cosas tan absurdas como que el otro día se compró una chaqueta (monísima, según ella; a mí únicamente me ha parecido que está fabricada en una tela muy ideal para clavar en ella las uñas) y que no ha tenido ocasión de estrenarla y que seguro que cualquier día nos levantaremos con cuarenta grados y entonces la chaqueta ya no tendrá sentido y que no entiende cómo sigue sin escarmentar y continúa comprando ropa de entretiempo año tras año si al final apenas tiene ocasión de usarla y que es todo una desgracia y que...  No sé; mucho escándalo está montando por una simple chaqueta. A ver si va a ser que se está volviendo más loca de lo habitual y va a empezar a olvidarse de darnos de comer o de limpiarnos el cajón de arena.

Por suerte, tenemos nuestras técnicas recordatorias y, ante el hambre, Munchkin le clavará las uñas en la rabadilla cuando esté sentada en la silla del comedor y yo haré pis en algún objeto preciado para ella a fin de recordarle que debe preservar la higiene de nuestra bandeja sanitaria.

Aun así, tendremos que estar atentos a su evolución.

Prrrrrr.

jueves, 5 de abril de 2018

La hipotermia


Tal vez os hayáis percatado de que la semana pasada estuve bastante desaparecida. O tal vez no os hayáis percatado de nada porque la mayoría estabais de vacaciones y andabais tan desaparecidos como yo.

El tema fue que, entre la visita del casero que salió bien pese a los intentos de boicot de Forlán que contó el pasado lunes, las salidas a hacer recados para preparar la visita antedicha y diversos eventos sociales que tuve los días festivos, al final ni me pasé a visitar a nadie ni pude publicar post el jueves. De hecho, hasta tuve que sacar tiempo de debajo de las piedras para publicar y responder vuestros comentarios. Así que, mis disculpas si os  habéis sentido ultrajados por mi desaparición.

Pero no venía a hablar de esto. Lo que quiero comentar es que, entre los múltiples eventos sociales que tuve, uno de ellos fue quedar a tomar algo con Naar y Chema.

De más está decir que nos lo pasamos muy bien y nos reímos mucho de canciones horribles que se te pegan y de gente que usa emoticonos que no se entienden pero el problema fue que, pese a que unos días atrás el tiempo parecía querer mejorar y la primavera hizo un leve amago de entrada, el viernes pasado la temperatura volvió a bajar y, al viento huracanado que amenazaba con volar la carpa en la que estábamos, se sumó una lluvia torrencial (bueno, no era tan torrencial pero quiero darle dramatismo al asunto), lo que provocó que, pese a que en la carpa habían encendido las estufitas, yo me pasé congelada las más de cuatro horas que estuvimos ahí (que nos gusta darle a la sin hueso). Cuando nos íbamos, yo me percaté de que no sentía los dedos de los pies y llegué a mi casa al borde de la hipotermia, preguntándome si habría que amputar.  Menos mal que Naar me acercó en su coche muy amablemente, porque si encima me tocaba andar hasta y desde el Metro, creo que no hubiese vivido para contarlo.

Cuando llegué a casa, me puse mi ropa calentita de hacer el oso en el sofá pero ni así. Para cuando me fui a la cama todavía tenía las piernas frías y un tembleque de cuerpo generalizado. ¿Cómo es posible que me cueste tanto recuperar el calor?

Eso sí, la experiencia me sirvió para ver que no estoy sola en este mundo con respecto a algo que pensé que sólo me pasaba a mí porque siempre que lo comento la gente me mira como si estuviera loca: Cuando se me enfrían los pies, me duele la barriga. Nunca había conocido a nadie más a quien le pasara esto pero, al comentárselo a Naar, resulta que a ella también le pasa y siempre es agradable saber que una no está sola en su locura y sus múltiples disfunciones.

Me lo pasé muy bien pero pasé mucho frío. He sacado quinientas palabras de algo que se resumía en media línea.

miércoles, 4 de abril de 2018

Anuncios Pesadillescos CCXLII: De haberlo sabido…


Una parejita se está dando el lote sobre la cama del dormitorio de la chica. Imagino que es el dormitorio de la chica porque, de repente, alguien toca con los nudillos a la puerta, llama a la chica por su nombre y ella, aterrada, susurra “Mi padre”; por lo que supongo que los padres de ella no van a irrumpir de repente en la casa del chico, que eso es allanamiento de morada y está muy mal visto. Aunque vete a saber porque, si el anuncio original es americano (que no lo sé, esto sólo es parte de mi fructífera imaginación), lo mismo sí han entrado a la casa del chico con esa manía que tienen de dejar las puertas abiertas a todas horas.

Bueno, que me disperso. Se levantan de la cama y empiezan a recuperar su ropa a toda prisa. El chico le pide a la muchacha que le pase sus vaqueros; suponemos que para ponérselos a toda prisa y que no le pillen en calzoncillos pero suponemos mal. Lo único que hace es rebuscar en uno de los bolsillos de la prenda y extraer de su interior un paquete de chicles para llevarse uno a la boca.

A todo esto, ella, que parece tener un poco más de sentido común, ya ha terminado de vestirse (aunque sigue descalza y no sé qué excusa va a inventarse para justificar este hecho) y la puerta se abre. Al otro lado del umbral vemos a una pareja que, sinceramente, más que los padres de la chica parecen sus abuelos. No tanto por la edad (que sería raro de ver pero no imposible) sino por el estilismo que me llevan. Sobre todo la madre. No hay más que ver esa blusa con lazada al frente, esa chaquetita marrón con bolsito de cadena colgando de uno de sus hombros, esos pendientes de perlita y, sobre todo, ese corte de pelo ligeramente ondulado. Es el famoso “granny look”. Le falta llevar el pelo teñido de rosa o de lila para dar imagen de abuela, completamente. Bueno, eso y la bolsa del supermercado en la cabeza los días de lluvia.

Ay, que me vuelvo a dispersar. Los padres miran estupefactos y bajan la mirada para comprobar que el chico les ha abierto la puerta en calzoncillos tipo bóxer holgado con diseño de corazoncitos de colores. Una monada absoluta. Pero no pasa nada porque el chaval sonríe, saluda y se presenta. El padre le estrecha efusivamente la mano y la madre/abuela levanta una ceja, en actitud claramente picarona.

Vamos, que parece ser que porque el muchacho tiene buen aliento y carece de dientes picados ya no existe problema alguno con el tema de que ande paseándose por su casa en paños menores, mancillando el honor de su princesita. Muy creíble todo.

Si hubiésemos sabido esto en nuestra juventud no hubiésemos tenido que inventar mil quinientas excusas ni andar escondiéndonos. Con llevar un paquete de chicles siempre encima, todo en nuestra vida hubiese resultado más sencillo.

lunes, 2 de abril de 2018

Crónicas Felinas CCXLIX: El broche de oro


Marrameowww!!!

La semana pasada escuché el rumor de que iba a venir el casero a firmar no sé qué y, por tanto, mis humanos andaban de lo más alborotados adecentando la casa para dar la sensación de ser personas cívicas y responsables.

Adecentar la casa incluye, entre otras, tareas destinadas a cubrir nuestro rastro de destrucción, motivo por el que tuvieron que salir a comprar una funda nueva para el sofá (ya que la anterior había sido convenientemente arañada) y una cortina de ducha (porque la sustituida había sido mordida; por algún motivo me gusta más morder la cortina de ducha que arañarla). Hay que aclarar que el casero sólo les alquila el continente. El contenido es de mis humanos pero la bruja tiene la teoría de que, si el contenido está cuidadito, das mejor imagen.

Pues hete aquí que estaban el día anterior muy atareados, como digo, eliminando pruebas del crimen e intentando dar la imagen de que no vivimos como pordioseros. Y ya sabéis que yo soy fanático de colarme en la habitación de invitados. El caso es que me colé y, como la bruja no tenía tiempo de estar peleando conmigo para que saliese de detrás del sofá-cama, decidió dejarme ahí un momento, cerrar la puerta para que no se colase también el imberbe, irse a hacer unas cosas y, cuando nos pusieron la comida, abrir la puerta para que yo saliese corriendo a recibir la pitanza, volviendo a cerrar la puerta. Hasta aquí, todo correcto.

Un rato más tarde, la bruja entró a la habitación de invitados y notó un olor sospechoso, por lo que preguntó al consorte si había sacado basura a la terraza o algo (la ventana de esa habitación da a la terraza). Ante la respuesta negativa, pensó que eran paranoias suyas y siguió a la tarea. Al día siguiente tenía que ir a trabajar, por lo que volvió a entrar a la habitación para coger su bolso y prepararlo para el día siguiente y allí fue cuando me descubrió.

Sí, habéis adivinado, me había hecho pis dentro de su bolso. Digo “dentro” porque, la muy incauta, lo había dejado abierto. Esto fue el martes pasado por la tarde. Lo comento porque probablemente hayáis escuchado aullidos cuya procedencia desconocíais. Era la bruja al percatarse de que tenía que lavar el bolso con todo su contenido, abrir de par en par la ventana y poner un ambientador eléctrico a máxima potencia para eliminar cualquier rastro de mi acción vandálica.

A día de hoy se andan preguntando por qué lo hice. Nunca confesaré que tenía que poner un broche de oro a la ola de caos que sembré allá por el verano pasado (lo relaté aquí con mi gracia y salero habituales).

Pese a los nervios que les hice pasar, os comunico que la visita fue todo un éxito y el casero no se dio cuenta de nada. Incluso comentó lo cuidadito que estaba el sofá pese a habitar gatos en la vivienda.

Yo me parto.

Prrrrrr.