Vemos a cuatro muchachotes, cada uno portando un arma distinta:
un hacha, una motosierra, una catana y un machete. Podría parecer el tráiler de
una película de terror adolescente si no fuera por el detalle de que todos
ellos lucen espuma de afeitar en sus rostros y escuchamos las palabras “Aféitate
como quieras”, por lo que uno ya se espera cualquier cosa y cualquier cosa
sucede.
Un hombre atraviesa la jungla con el machete. No lo usa para
cortar el follaje sino que se abre camino apartando las ramas con la mano. El
machete descansa cómodamente sobre su hombro. Al llegar a un claro en la
espesura, le espera uno de los chicos del principio sentado en una roca enorme
mientras los otros tres chavalotes observan la escena, en una especie de ritual
de iniciación chungo.
El rudo hombre desenvaina el machete. No sé de dónde porque
ya digo que lo traía al hombro pero ponen soniquete de desenvaine, así que
habrá que creérselo. Acto seguido, lo afeita perfectamente no dejándole un solo
pelo en la cara. También ha estado a punto de dejarlo sin yugular pero no seáis
tiquismiquis.
La escena cambia y estamos en un dojo japonés. El chico que
al principio llevaba la catana se arrodilla frente a su maestro, quien parece
que le va a cercenar el cuello pero al final resulta que lo afeita a catanazos
mientras los otros tres chicos son
testigos de tal proeza.
Le toca al chico de la motosierra. Se sienta sobre un tonel
en un granero de Iowa (o de Cáceres) y un fornido granjero con camisa de
leñador y gorrito de lana le apura la barba con la motosierra sin cortarse un
pelo. Sin cortarse un pelo el granjero. Al otro se los corta todos. La espuma
vuela por otros lados y los compañeros del muchacho que, cómo no, están de
espectadores, apartan la cara como si les estuviesen salpicando vísceras.
Finalmente, nos repiten aquello de que puedes afeitarte como
quieras pero ahora añaden una salvedad y es que, una vez acabado el proceso,
debes utilizar un bálsamo para cuidar tu delicada piel. Claro. Eres un machote
que permite que lo afeiten utilizando herramientas de trabajo o armas pero
después te pones delicado y te echas cremita.
Muy coherente todo.
Una nota curiosa es que, en la escena de la jungla, los tres
que observan siguen teniendo su espuma de afeitar en la cara. Sería lógico
pensar que en la escena del dojo hubiese sólo dos con espuma y, en la de la
granja, uno. Pero no, para qué. En todas las escenas los tres restantes están
todavía sin afeitar.
Por si os lo estabais preguntando, no sabemos quién, ni
cómo, afeita al del hacha. Se ve que todo lo que se les ocurría ya era
demasiado gore o que el pobre al final decidió quedarse sin afeitar, en vista
de que iba a peligrar su integridad física y una cabeza cortada no hay quién la
repare con bálsamo.