Hoy vamos con un producto de limpieza. Los productos de
limpieza son de los que más presencia tienen en esta sección. Debe de ser que
es complicado hacer algo creativo con un producto que sirve para mantener
limpios nuestros hogares. O haces una cosa aburrida con tufillo a NO-DO o
intentas innovar tanto que al final es un despropósito. Este pertenece a la
segunda categoría.
Un chaval que trabaja en un taller mecánico se dispone a
salir por la puerta, dando por finalizada su jornada laboral pero el jefe, que
es un vil negrero, le tira un trapo pretendiendo que el pobre se quede toda la
noche limpiando el taller, que está hecho una auténtica porquería. Al cerrar la
puerta de persiana, se vuelca una lata de aceite, incrementando el caos aún
más, si cabe.
El pobre chico mira con desolación la mancha de aceite que
se expande por el suelo pero, resignado, se dirige al armario de los productos
de limpieza, donde encuentra gran variedad de productos, todos de la marca
anunciante, como no podía ser de otra manera. Echa un chorrito junto a la
mancha de aceite y, al pasar el trapo, comprueba con satisfacción que ese
trocito de suelo ha quedado de un blanco nuclear así que, con una sonrisa en
los labios, se pone los cascos y se da a la tarea con gran alegría. Que empiece
la fiesta.
En su reproductor de música suena la canción “Maniac” de
Flash Dance y comienza a bailotear por el taller, rociando un poquito aquí y
otro poquito allá, da volteretas, se sube por las paredes, patina con el trapo
por el suelo y hasta da vueltas en una escalera con ruedas (“pa´haberse matao”)
mientras lanza escupitajos de eso por el
techo sin ton ni son. Crea formas de lo más artísticas con el producto sobre
techos, suelos y paredes. Vamos, que lo está dejando todo a lamparones. Ya,
para finalizar, enciende los aspersores contra incendios y todo queda limpio como una patena. Ni idea de cómo ha
conseguido eso dados los movimientos aleatorios que ha utilizado para la
limpieza.
Cuando el jefe entra al recinto a la mañana siguiente, de la
impresión se le cae el café de la mano y si cualquiera de nosotros, en
circunstancias normales, diríamos “¡A ver si tenemos un poco de cuidado, que
acabo de limpiar!”, nuestro protagonista sonríe, se vuelve a poner los cascos y
empieza a sonar la cancionceja en bucle nuevamente.
Si bien hay que reconocer que la coreografía es una pasada,
también es justo decir que limpiar así es completamente imposible. En la
limpieza, como en la vida, si no se sigue un orden al final todo es caos y el
resultado termina siendo peor. Si limpiar fuera tan divertido siempre habría
voluntarios para ello. A lo sumo se puede usar mi técnica, que consiste en
movimiento de culete al compás de la bayeta.
Y ese es el máximo margen artístico que se permite a la hora de limpiar.