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miércoles, 10 de junio de 2015

Anuncios Pesadillescos CXXXIX: A vuestros pies

Yo pensaba que ya no podía ver cosas de peor gusto en lo que a anuncios se refiere. He visto muñecos representando a mocos, dientes sanguinolentos cayendo en un lavabo, mujeres que aseveran tener picores “ahí” y cosas que mi mente debe haber suprimido por el bien de mi salud psicológica.

Pero cuando Irene me mandó por Facebook el enlace de este anuncio, tengo que decir que mi universo se desmontó y tuve que admitir que siempre hay un peor.

No lo he visto en la tele, así que debo suponer que lo están echando poco o que la campaña tuvo tantos detractores que optaron por retirarla. Irene no tuvo tanta suerte y fue sorprendida por este engendro mientras hacía la digestión.

El anuncio es en blanco y negro, porque parece que cualquier guarrada, por muy guarra que sea, luce más artística si se muestra en blanco y negro. Vemos parejitas de hombre-mujer, hombre-hombre y mujer-mujer, tonteando tímidamente. Por lo que comentan (poco) parece que están dudando si hacer o no hacer algo. Hay una mujer que, mirando hacia abajo, comenta que es un poco grande. Una le propone a su pareja incluir chocolate. Una pareja joven empieza a darse el lote sin ningún miramiento.

Y cuando nos temíamos lo peor… nos quedamos deseando que hubiera sido eso lo que hubiera sucedido. De repente, la que hacía comentarios en cuanto al tamaño, está mirando a un pie justo delante de su cara. Otro, con los ojos vendados, recibe un pie posándose en su hombro. Una chica recibe entre sus manos un pie enjoyado como si de una reliquia etrusca se tratara. La que se daba el lote hace un rato, coge ambos pies del chico y comienza a lamer uno de ellos con fruición, dedito a dedito. La que estaba preocupada por la enormidad, opta por hacer el recorrido inverso y lame desde el talón hacia arriba. La de la reliquia etrusca, da tímidos besitos al empeine mientras mira de reojillo, pensando “no me pagan lo suficiente”. Luego hay otra que se mete medio pie en la boca y, por la posición de los dientes, da la sensación de que se está equivocando con un bocata de mortadela (o de queso, juas, juas). Dos chicos hacen una especie de 69 podal. Ya entendéis lo que digo: Tú chupas mi pie y yo chupo el tuyo. El de los ojos vendados lame como si no hubiera un mañana, sin saber siquiera a quién le está chupando el pie. Vemos un pie untado en chocolate (la de antes se ha salido con la suya) y así vemos unas cuantas escenas más de succiones y lametones. Esto es el paraíso del fetichista.

Finalmente nos preguntan a quién besaríamos los pies. Pues yo a nadie, qué queréis que os diga. Por mucho producto contra el mal olor que usen.

Sí, el anuncio es de eso. ¿Dónde quedó aquella madre preocupada de nuestra infancia diciendo “Chica, tú no sabes la peste que dan las zapatillas”?

lunes, 8 de junio de 2015

Crónicas Felinas CXXXVII: Mensaje a Bruja Madre

Marrameowww!!!

Creo que no peco de soberbio si digo que esta es la sección más exitosa del blog, mal que le pese a la bruja. Si quiere mantener la poca cordura que le va quedando, tendrá que asumir que tengo más talento y que de donde no hay, no se puede sacar.

No obstante, sucedió hace un tiempo una cosa que me hizo tenerle hasta lástima, que uno también tiene sus sentimientos, aunque no lo parezca.

Seguramente recordaréis que la bruja estuvo de vacaciones la semana del 11 de mayo. El caso es que, como el 14 fue su cumpleaños (37 castañas que le cayeron; ya os lo digo yo si ella ha sido tan cobarde como para no confesar), habló por teléfono con la Bruja Madre, allende los mares.

Resulta que en esa conversación, Bruja Madre le dice a la bruja “No sabía si podrías atenderme, porque a estas horas estás en el trabajo, ¿no?”. “No, mamá, estoy de vacaciones”, responde la bruja. Bruja Madre manifestó desconocer este dato aunque confesó que le había sorprendido no ver post de Crónicas Felinas el lunes de esa semana.

La bruja le dijo que ya había avisado de que se iba a tomar unas vacaciones en el post del jueves anterior a lo que, ni corta ni perezosa, Bruja Madre confesó que no lo había leído. Que, en realidad, casi leía en exclusividad esta ilustre sección. Yo estaba echándome la duodécima siesta del día pero aun así pude oír el sonido del orgullo de la bruja haciéndose añicos contra el suelo. A ver Bruja Madre, que sé que me estás leyendo; hasta yo que tengo fama de insensible hubiese tenido un poco más de tacto.  Esas cosas no se hacen. Luego un día la “criatura” se traumatiza y monta una escabechina con una katana y vienen los lamentos y las preguntas retóricas en plan “¿por qué? ¿qué hice mal en esta vida?”.

Comprendo perfectamente tu postura, Bruja Madre. Soy consciente de que mi sección es la única que vale la pena en este blog y que, por muy hija tuya que sea, tener que estar aguantando sus divagues es demasiado para el cuerpo. Todo eso lo sé yo y hasta me sorprende que reciba algún comentario en sus entradas (supongo que por compromiso) pero ten en cuenta que ante estas situaciones se pone muy pesadita y somos nosotros los que la tenemos que aguantar. Tú estás lejos y no te enteras (aunque podrías, con sólo un par de decibelios más) de sus berridos al clamar “a nadie le interesa mi vida; hasta el gato es más interesante que yo; buaaaaa”. Y así durante horas, que ella es muy intensa cuando quiere.

Así que, aunque más no sea por respeto a tus ídolos felinos, a la próxima disimula un poquito, al menos. Que todos viviremos más tranquilos sin escuchar ese “uauaua” constante y eso repercutirá en mejores posts por mi parte, exentos del estrés al que ahora me veo sometido.

Desde ya, muchas gracias.

Prrrrrr.

jueves, 4 de junio de 2015

Siendo sincera…

“Si no te dejo es por pereza”, le dije hace poco al churri.

No os asustéis, nosotros somos así. Nos decimos las cosas sin paños calientes y nos soltamos lindezas del tipo “¿Cuánto me quieres?” – “Lo suficiente para aguantarte” y cosas así.

Así, pinchándonos, es como mantenemos viva la llama. No obstante, si bien no tengo intención de dejar al churri en un futuro próximo (en un futuro lejano ya veremos, según se vaya portando) no es que mi frase no tuviera cierta parte de verdad.

Me dio por pensar que, si por azares del destino yo mañana me volviera a ver soltera, ya así me quedaría. La sola idea de conocer a alguien, quedar para tomar algo y “conocernos” me da un perezón infinito.

Creo sinceramente que la paciencia para aguantar semejantes tostones se pierde a partir de los 25 años. A partir de ahí, si pretendes perder tu condición de soltería, o te buscas uno que ya conocieras de antes (que fue lo que hice yo, básicamente) o ya optas por quedarte como estás, que también se está muy a gustito (o, “tan agustamente”, como escuché hace poco y debo decir que aún me sangran los oídos; de verdad, cada día hablamos peor).

Conocer gente da pereza. Esto es así y no admito discusiones. Y más si es con miras a establecer una relación futura con la persona en cuestión. Los hay que sólo te hablan de sí mismos con todo lujo de detalles (de verdad, no me interesa la discusión que tuviste con tu jefe cuando ni siquiera te conocía ni mucho menos me hace ilusión saber lo que te contó el podólogo cuando te miró los pinreles, de verdad que no, te lo puedes ahorrar, en serio). En el extremo opuesto están aquellos que mantienen su vida en un total ostracismo pero, por el contrario, parecen (o quieren parecer) extremadamente interesados en todos los detalles de la nuestra, por lo que nos someten a un extenso interrogatorio para conocer todos los pormenores que él considera importantes para decidir si eres la princesa de sus sueños, desde qué música escuchamos cuando nos duchamos hasta qué tipo de pijama usamos para dormir, pasando por la regularidad y/o posibles molestias de nuestros ciclos menstruales. También puede interesarles qué tal nos llevamos con nuestra familia.

Supongo que, en cuanto a citas con mujeres, los especímenes serán más o menos parecidos (exceptuando las preguntas acerca de la menstruación) pero como no tengo experiencia en citas con mujeres, pues hablo del género masculino, que es el único que conozco (o intento conocer a diario). Seguro que los representantes de tan digno sexo enriquecéis esta entrada con vuestros comentarios y, ¿por qué no?, también con vuestras experiencias con las féminas.

Pues eso, que viendo el panorama, me niego a volver a pasar por eso, así que sí, si no dejo al churri, es por pereza. No sólo por las citas posteriores sino porque separarme implicaría otra mudanza.

Y las mudanzas son el mal.

miércoles, 3 de junio de 2015

Anuncios Pesadillescos CXXXVIII: La depiladora mágica

Se acerca el verano y, con él, las falditas cortas y la imperiosa necesidad de deshacernos de los pelos de oso que han poblado nuestras piernas durante el invierno, a modo de leotardos naturales.

La opción más sencilla, claro está, es depilarse. Pero ¿vamos a depilarnos con cualquier cosa? No. Vamos a depilarnos con algo que, aparte de librarnos del indeseado vello corporal, nos haga entrar en un éxtasis tal que veamos ante nuestros ojos cómo nuestro baño se transforma.

La cosa es así. La prota del anuncio (que no tiene un puñetero pelo, dicho sea de paso) está sentada en el baño de su casa sosteniendo entre sus manos lo que a simple vista parece una bola de cristal para adivinar el futuro, tal vez vislumbrando un porvenir de éxito sin fin con las piernas perfectamente depiladas pero, al depositarla sobre una mesita (sí, tiene mesita en el baño. A mí me tocaría apoyarla en la tapa del WC e intentar sentarme en el bidé como buenamente pueda, con un considerable riesgo de luxaciones varias) vemos que es de plasticazo pero con la fantástica característica de que se ilumina en un rojo paliducho, cual farolillo de club nocturno.

Enchufa el aparatejo en cuestión, se queda con cara de alelada y, a su alrededor, el baño muta en un balneario con cascadas de agua, luces modernistas y piscina climatizada. Echa una pastillita en el aparato y es envuelta por la “delicada fragancia”. Tan delicada no será, cuando de repente vuelan pétalos por doquier. Da la sensación de que eso se te mete hasta el fondo de la pituitaria, con lo malita que está la cosa en estas épocas con las alergias. No nos dicen si la delicada fragancia trae también un compuesto de cetirizina, por si las moscas.

El aparato no sólo te depila, parece que también te da un masaje con piedras calientes porque de repente la vemos tumbada boca abajo con tres cantos rodados en la espalda. Es de lo más completo, el bichejo éste. Ya me están dando ganas de hacerme con uno. Te depila, te masajea y te cambia la decoración. Es un tres por uno. Ya que estamos alucinando, yo preferiría depilarme en una playa del Caribe con un daiquiri en la mano. No sé si el aparato tiene diferentes funciones según el grado de viaje astral en el que quieras entrar. Sería un puntazo: Función spa, playa caribeña o cabaña en los Alpes. Si sabes algo de programación puedes montar la flipada a tu gusto, como cuando te dejan experimentar con las pizzas y de ahí sale cualquier cosa con piña, chorizo, pepinillos y salsa barbacoa.

Finalmente, ella acaricia sus piernas perfectamente depiladas (vamos, igual que las tenía al principio del anuncio) y da saltitos de emoción en una especie de puente con tres travesaños que tiene la piscina. Pareciera que fuera a esmoñarse pero, lamentando mucho desilusionaros, tengo que informar que no se esmoña. Ella es grácil cual gacela.

Y no tiene pelos. 

lunes, 1 de junio de 2015

Crónicas Felinas CXXXVI: El bien y el mal

Marrameowww!!!

Parece que a Munchkin le ha salido un hongo en el cuello. Un mini-hongo, más bien, porque con las veinte veces que nos revisan al día nada tiene tiempo a reproducirse demasiado y enseguida nos llevan al veterinario.

Pues estamos apañados, entre la bruja con el ojo en compota y el otro con un hongo, cada cual adolece y se queja de lo suyo.

Para tratar el hongo, al imberbe le están echando dos veces al día un potingue asqueroso que les recetaron en el veterinario. Como era de esperar, cada vez que tocan ungimientos de esos, Munchkin se retuerce y se rebela como si le estuvieran echando ácido sulfúrico. Ellos intentan tranquilizarlo con esa frase tan manida de “es por tu bien”.

Y aquí tengo que salir en defensa del niñato. ¿Por su bien? ¿Por qué todas las cosas que implican algún tipo de sufrimiento o incomodidad se supone que son por nuestro bien? “Voy  cortarte las uñas por tu bien”, “Vamos a dejarte sin cataplines por tu bien”, “Te vamos a pinchar con una aguja mastodóntica por tu bien”, “Tómate esta pastilla asquerosa, que es por tu bien”.

Nunca he visto que nos digan cosas tales como “Voy a darte jamón del bueno por tu bien”, “Te voy a dejar comer polillas por tu bien” o “te dejamos jugar con el maquillaje de la bruja, que seguro que te hace bien”. Está visto que las cosas divertidas o ricas nunca son por nuestro bien. Todo lo que tiene pinta de satisfactorio parece estar rodeado de un halo oscuro de cosa prohibida, mala o de mal gusto. No entiendo yo mucho esta diferenciación entre el bien y el mal. Para mí que hay humano encerrado.

Aunque, siendo franco, creo que a los humanos os pasa más o menos lo mismo. Os venden cosas como que el trabajo es salud o que la pereza es la madre de todos los vicios. Como felino que soy, os diré algo: holgazanear sí es por vuestro bien. No hay nada que se compare a ver pasar las horas muertas sin hacer absolutamente nada, dormitando mientras el sol os acaricia el lomo, o lo que sea que tengáis los humanos. No dejéis que os roben ese momento de vagancia. Exigídselo a vuestros jefes. Si puede ser a jornada completa, mejor. A lo mejor a vuestros jefes les da envidia y también terminan echándose una siestecita, que eso siempre ayuda a reponer fuerzas para seguir haciendo el vago el resto de la jornada.

Así que, para ser felices, ya os digo yo que hay que ser más gatos. Nosotros sí que sabemos lo que es por nuestro bien. De hecho, si por nosotros fuera, no haríamos nada en esta vida que no fuera por nuestro bien. Los términos “altruismo”, “sacrificio” y “esfuerzo” no entran en nuestro vocabulario. Y ya veis qué bien vivimos.

Por si acaso, no me acerco mucho a Munchkin, no sea cosa que también termine con el pelaje pegoteado “por mi bien”.

Prrrrrr.