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lunes, 4 de agosto de 2014

Crónicas Felinas XCVIII: Y la vida sigue

Marrameowww!!!

Como veis, la bruja me ha vuelto a liar. Al irse de vacaciones optó por usurparme vilmente mi sección semanal pero, a la vuelta, se ve que las reglas no son las mismas. Pensaba yo, ingenuo de mí, que ya que volvía por lo menos tendría la decencia de dar la cara y currarse ella misma un post de apertura de la nueva temporada pero no, ella es así de perversa. Me ha mirado fijamente y me ha dicho que ya iba siendo horita de retomar el blog y que me pusiera a ello. De nada valieron mis alegaciones en cuanto a que lo suyo sería que la que se encargase de dicha tarea fuera ella misma, que para eso siempre que habla de este espacio en la red no dice “nuestro blog” sino “mi blog” y para eso también hay fotos de su gepeto por doquier. Nada, oídos sordos.

Su excusa ha sido que, el día que volvió de vacaciones (hace ya más de una semana, para que veáis a qué clase de ser irresponsable nos enfrentamos), llegó con fiebre y se sentía muy mal y que luego empezó a toser como un perro con tuberculosis y que luego se le quedó voz de camionero (como si esto último tuviera algo que ver, digo yo; no me parece a mí que para teclear sea necesario tener una prístina voz de diva del bel canto). Pues eso, que ponía carita de cordero degollado y decía “es que yo estoy muy pachucha; ocúpate tú”.

Como si no tuviera yo mis propias preocupaciones, que me han tenido dos semanas abandonado en una especie de reformatorio para gatos. Dice ella que no, que es un hotel felino. Vale, es cierto que me cepillaban y me cortaban las uñitas y me daban juguetitos y mimitos y de todo pero a mí no me engaña. Eso era un centro de rehabilitación felina, fijo. Mientras tanto, ella y el consorte muy felices allende los mares y uno en su particular cárcel pasando las de Caín para que luego venga a hacerse la víctima argumentando lo malísima que está. No estaba tan malísima para andar por ahí de pingo y, ya que estamos, os hago partícipes de la indignante noticia de que no me ha traído ni un mísero souvenir del otro lado del charco. Tampoco es que pida yo mucho pero, qué sé yo, un ratoncito con sabor a hot dog o a pollo a la barbacoa. ¿Es mucho pedir? Pues nada, ni acordarse. Dicen que han estado llamando al hotel-spa-cárcel en el que yo me alojaba pero ¿cómo puedo comprobar eso? A ver si se creen que al final del día me dejaban una notita con los mensajes recibidos; que aquello era como Guantánamo y no me dejaban tener contacto alguno con el exterior. Como en la casa de Gran Hermano pero sin derecho a premio final.

Bueno, pues eso, que ya estamos aquí de nuevo. La bruja relajada y yo, cabreado.

Lo normal, vaya.

Prrrrrr.

lunes, 7 de julio de 2014

Cerrado por descanso del personal

Os preguntaréis que dónde está Forlán, que hoy le toca el turno a él. Pues sí, tal y como sospecháis, le he usurpado de mala manera el protagonismo.

Hoy publico sólo una breves líneas para informaros que este cuerpecito serrano (y el del churri también) se dispone a disfrutar de sus muy merecidas vacaciones. Y si no las he merecido me da bastante igual, la verdad, porque las pienso disfrutar lo mismo sin cargos de conciencia, ni vergüenza ni nada de nada, ea.

Oficialmente nos vamos a finales de esta semana pero como voy a estar liadilla con los últimos preparativos y no me quiero agobiar, pues doy por inauguradas mis vacaciones blogueras desde hoy. Tal vez me conecte algún día a publicar y responder comentarios o tal vez no. Tal vez os lea y tal vez no. Ya veremos cuál es mi estado de vagancia llegado el momento. Por si acaso, no me pongáis a caer de un burro en vuestros blogs, que luego todo se sabe.

Nos veremos como en tres o cuatro semanitas, más o menos. No es que no sepa cuándo vuelvo (qué más quisiera yo; eso significaría que me ha tocado el Euromillón y no tengo obligaciones esperándome a la vuelta), sino que no me arriesgo a decir una fecha y que luego la depresión post-vacacional me pille desprevenida y sentirme mal por haber dicho que me ponía a ello y no ponerme. Vamos, que el día menos pensado volveré. No sufráis (pero tampoco me olvidéis, que sois muy extremistas).

Lo dicho, que nos vemos a la vuelta. El post de hoy es más corto que lo que suele ser habitual en mí pero es que mi neurona escritora ha escuchado “vacaciones” y ha empezado a apag…

jueves, 3 de julio de 2014

El aceite consagrado

Una compañera de trabajo me comentó hace unos días que por la calle le habían entregado una revistita que estaba segura que iba a constituir buen material para este humilde blog. Ni corta ni perezosa le pregunté que a qué esperaba para traérmela.

Esperó poco. Al otro día sin falta me la trajo. Es la publicación de una iglesia alternativa de estas que han causado furor en Latinoamérica y que desde hace unos años están comenzando a dejar huella también dentro de las fronteras españolas. No voy a entrar a dar explicaciones de si comulgo o no con tales creencias, que cada cual es muy libre de creer en lo que quiera pero me llamó poderosamente la atención el anuncio de una reunión que parece ser que se celebró la semana pasada (lamento no haber informado antes para que pudierais asistir) en el que tenías que reservar con antelación un frasquito de aceite consagrado (en el propio anuncio especifica que es un frasquito, supongo que para que nadie pueda hacerse la ilusión de que va a poder aliñar las ensaladas con eso, a fin de comer lechuga divina). El aceite en cuestión, por lo que se ve, no tiene fines alimentarios sino que sirve para ser ungido con él y, según dicen, solucionar cuanta movida chunga tengas en tu vida. Y en las movidas chungas en cuestión entra todo: Temas de dinero, de salud, de pareja, de familia, de trabajo, de espíritu… Vamos, que yo no sé lo que tendrá el frasquito en cuestión pero parece ser que hace unos milagros de los de agárrate y no te menees. En el propio anuncio viene el testimonio de una señora que asegura que tenía unos problemas respiratorios tremendos y tenía que vivir yendo al médico y tomando medicación por un tubo. Pues bien, fue ungida con el aceite y, albricias, no ha vuelto a ir al médico ni a medicarse desde entonces porque está como una rosa.

Repito que cada quien es libre de creer en lo que le dé la realísima gana pero llevo media vida leyendo y escuchando testimonios de gente que se ha curado de terribles enfermedades con aceites, cremas, jaboncitos, amuletos, trabajos de santería y hasta bailando la Macarena con un pescado en la cabeza y, digo yo, ¿si existieran estas curas milagrosas no habría habido ya algún listillo que se hubiera dedicado a producirlo en masa? Vamos, es una idea.

Decía al principio que no me iba a mojar pero sí, me mojo. Jugar con la desesperación de la gente ante los problemas que puedan estar sufriendo para ganar feligreses me parece jugar muy sucio. Y me da igual que hablemos de una iglesia o de un adivino de los que salen por la tele. Si te estafan vendiéndote un reloj de marca del que luego te enteras que es Made in China pues oye, has perdido dinero y te fastidias pero la salud de la gente sí es sagrada, no como el aceite de marras. 

miércoles, 2 de julio de 2014

Anuncios Pesadillescos CIII: A veces son mejores los dolores

Una mujer nos relata que, esa misma mañana, su marido no podía levantarse ni moverse ni agacharse a causa de un terrible dolor de espalda que lo aquejaba. Vamos, que le falta decirnos que ha estado a un tris de que lo tuvieran que llevar en parihuela al hospital más cercano o directamente a que lo viera un chamán de éstos que mandan a sus secuaces a entregar octavillas a las salida del Metro.  

Pero resulta que algo debe de haber sucedido que ha dado la vuelta a los acontecimientos porque la cámara nos muestra a su sufridor señor marido, que se contonea como un gusano con severos retortijones en medio de la pista de baile de un salón de bodas. Al parecer, ha tomado una pastilla milagrosa que, de golpe y porrazo, le ha convertido en una versión trasnochada de John Travolta en sus mejores épocas de “Fiebre de Sábado Noche”. No sé qué tendrá la pastillita en cuestión pero el caso es que el personajillo se dedica a dar saltos, piruetas y pataditas como si no hubiera un mañana o como si hubiese sido poseído por el espíritu de Michael Jackson (pero borracho o con ganas de cachondeíto). Si yo fuera la mujer de este hombre, primero le preguntaría si tiene el mal de San Vito y, en caso de respuesta negativa,  tomaría buena nota para no permitir bajo ningún concepto, sean cuales sean las circunstancias, que mi marido volviese a probar ese medicamento en los días que le resten de existencia. Que sí, que el invento le mejorará los dolores de espalda pero si el precio que tengo que pagar a cambio de ver a mi querido esposo recuperado de sus dolencias es morir de vergüenza ajena y tener que salir de la fiesta camuflándome tras las plantas, casi que paso. Prefiero soportar sus quejas durante todo el día o, mejor aún, prefiero ir sola.

Pero esta mujer, evidentemente, no es como yo. Ella parece anteponer el bienestar de su marido a cualquier tipo de escarnio al que puedan verse sometidos para los restos. Bien dicen que el amor es ciego porque ella no da muestras de percatarse del ridículo espantoso que está haciendo este hombre ni de la amenaza de convertirse en parias sociales que se cierne sobre sus cabezas cual espada de Damocles. Muy por el contrario, la historia nos la cuenta rebosante de felicidad; casi con orgullo de que su marido pueda lucir sus dotes como bailarín ante tan selecto público. Eso es amor y lo demás, tonterías.

De todas formas, he de confesar (y, de hecho, confieso) que el asunto de preferir ir sola al bodorrio en cuestión ya no sería tanto por la vergüenza espantosa que me pudiera dar sino porque, puestos a hacer el ridículo, va ser que prefiero hacerlo yo misma, que se me da fenomenal y así, al menos, nadie me roba protagonismo. Hasta para hacer el indio tengo que ser el centro de atención.

Así somos las divas.

martes, 1 de julio de 2014

Ustedes Dirán XCII: La ñoñez tecnológica (sugerido por El Churri)

Pues sí, señores. El churri se estrena en esta sección. No es que me haya pedido expresamente aparecer como protagonista pero, a raíz de una conversación que mantuvimos hace poco, me insistió en que tenía que tratar este tópico y, como sus deseos son órdenes (a veces) acudo rauda a atender su solicitud.

El tema que me proponía tratar era un exhaustivo análisis de cómo ha ido evolucionando la ñoñería según se han ido desarrollado nuevas tecnologías. Ya sabemos que yo, lo de “exhaustivo análisis” lo interpreto como “vamos a desvariar un rato” así que aquí va mi historia de momentos pastelosos en diferentes etapas de mi vida.

Cuando era pequeña, de más está decir que no tenía novietes ni nadie que me arrastrase el ala (me encanta esa expresión, a pesar de ser más vieja que la tos) pero eso no impedía que tuviese juguetes electrónicos que no podían ser más moñas. Sobre todo los que compraba en USA cuando iba a visitar a mi familia y que consistían la envidia de mis amigas, ya que aquí no existían esas moderneces. Sin ir más lejos, recuerdo con una mezcla de cariño y terror un gato blanco enorme que decía diferentes frases según donde le apretases. Por ejemplo, si le apretabas las orejas o el rabo, se quejaba porque le dolía y si le abrazabas te decía que te quería. También hay que decir que si le apretabas la espalda, eructaba, pero luego pedía disculpas así que el nivel de ñoñez se mantenía casi intacto.

Ya de adolescente, cuando lo único que tenía era el teléfono, llegamos al típico momento bochornoso, patético y edulcorado de “cuelga tú” que todos hemos vivido. Para qué añadir más.

Pero hubo un día en que llegaron los móviles con posibilidad de mensaje de texto y aquello ya fue abrir la caja de Pandora para la cursilería. Tuve un novio que me mandaba ositos y corazones en código ASCI. El Pequeño Pony era un terrorista al lado de este chaval. Y, para colmo, al menos en mi caso, los móviles llegaron más o menos a la par que el uso del correo electrónico y sólo puedo decir al respecto que perdí la cuenta de la cantidad de Powerpoints que llegué a recibir con paisajes del Nepal sobre los que se superponían frases de Jesucristo, del Dalai Lama, de Paulo Coelho o de la Bruja Lola, tanto daba. El asunto es que tenían que ser frases empalagosas y con aspecto de estar dándote una imprescindible lección de vida. Todo ello, cómo no, musicalizado con la versión instrumental de algún tema de Celine Dion (aquí se lleva la palma la canción de “Titanic”). Maravilloso todo.

Y luego llegó Facebook, donde podías adoptar una mascota virtual a la que tenías que bañar y amueblarle una casa que ya la quisiera yo para mí, con vestidor y jardín con árboles frutales. Mi gata “Judy Garland” (porque yo también pequé) tenía hasta jacuzzi, la muy asquerosa.

Así que la abandoné.

P.S. A proponer cosas. No os quedéis con las ganas....