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jueves, 29 de mayo de 2014

Mayo me pone ñoña

Mayo es, sin duda, la época de la BBC (bodas, bautizos y comuniones). Época en la que todo el mundo anda enloquecido intentando cumplir con todos los compromisos sociales a los que se ve invitado.

Yo no he tenido ni boda ni bautizo ni comunión pero eso no impide que mi agenda se haya visto desbordada de manera poco habitual en mí, que por norma general tiene menos vida social que una ameba.

En mayo me han tocado (y me faltan) cumpleaños, caminatas por el campo de las que ya sacó Forlán el suficiente partido la semana pasada, despedidas de compañeros de trabajo que se van a vivir a fríos países y dos desvirtualizaciones. Vamos, que mi vida social se ha disparado a límites insospechados y no es que me queje, porque la verdad es que me lo he pasado estupendamente en todos mis eventos y he tenido oportunidad de poner cara a varia bloggers a las que les tenía ganas desde hacía tiempo y reencontrarme con otras a las que hacía tiempo que no veía.

He vuelto a disfrutar con Inma, Dolega y Mamá de una Monita y he tenido la suerte y el privilegio de conocer a Matt, Yo y mis Mini Yos, Desmadreando y Drew. Sí, Eva, a Drew. Muérete de envidia. Esto es cosa del Karma por tener que aguantar a tu gato troleándome todo este tiempo.  Gracias, chicas, por estos buenos momentos, por esas risas y por estas experiencias compartidas que nos hacen ver que detrás de cada monitor hay una persona real con una sonrisa y un abrazo. Gracias por esa sensación de conocernos desde hace tanto tiempo. Espero tener muchas desvirtualizaciones y muchos reencuentros más porque, a pesar de que estoy incubando una gripe y que el mes de mayo parece no poder estirarse más, no me arrepiento de ninguno de mis planes; tanto con los 1.0 (a quienes no digo nada porque ya lo saben todo) como con los 2.0

Ésta debería ser una entrada contando las cosas surrealistas como que un guitarrista callejero se haya puesto a cantarle a la Monita en mitad de la plaza de Santa Ana o cómo se puede volver loco a un camarero ampliando cada vez más una mesa en una terraza de Gran Vía mientras los forofos del fútbol pasan dando voces pero estoy ñoña, qué le vamos a hacer. Debo de estar con las defensas bajas con esto de la incubación de virus y sabiendo que tengo que ir a planchar y a limpiar el baño en cuanto termine de redactar este post empalagoso porque las bacterias y las arrugas no entienden de momentos bajos.

Hubiese preferido tener un plan también para hoy (con “hoy” me refiero al domingo pasado, que ya sabemos que este blog emite en diferido) y tener excusa para no hacer nada por compromisos sociales son ineludibles. Pero como no hay forma de procrastinar, me despido con lagrimillas en los ojos que achacaré a la inhalación de vapores de lejía. 

miércoles, 28 de mayo de 2014

Anuncios Pesadillescos XCVIII: De “genialidades”

¿Qué pasaría si vamos por la calle y vemos a un tío leyendo unos anuncios en la calle y remezclándolos de forma creativa? Por ejemplo, ve carteles que rezan más o menos lo siguiente: “Recogemos, cortamos el pelo, bañamos y devolvemos a su perro” o “Cigarrillos y tabaco” o “Se venden animales y pájaros a comisión” (aquí añado yo que la vida no se compra, amiguitos). Y, a partir de aquí, empieza a flipar con cosas como “Quiero un perro que recoja y limpie el baño, me devuelva el cigarrillo, dé tabaco a mis animales y comisión a mis pájaros” También parece que busca a alguien que venda a su perro, recoja su corte de pelo, compre su animal y anime a su pájaro. Luego se arrepiente y busca un sitio que recoja su comisión, venda a su perro, queme su pájaro y le venda el cigarrillo. Ahí ya se vuelve completamente majara y decide pajarear su compra, recoger su voluntad y muchas cosas más.

Repito, ¿qué haríamos si vemos a alguien soltando esa perorata en medio de la calle? Al menos yo tengo claro que me cambiaría de acera pensando que es un chalado y que lo mismo pretende que yo le pajaree la comisión o me fume a su perro. Pero ¿y si el chalado es Bob Dylan? ¿Pensaríamos diferente y diríamos que es un genio? ¿Cuál es el límite entre la genialidad y la locura? ¿Una vez que te has hecho famoso puedes decir la primera sandez que se te ocurra y eso provocará que todo el mundo asienta aprobatoriamente para que nadie piense que no hay quien entienda de qué corchos hablas? ¿Está la genialidad sobrevalorada? Y,  más preocupante aún, ¿todo esto tiene algún sentido para anunciar un banco? Supuestamente, la idea es elogiar a quienes se replantean las cosas y quieren romper esquemas. Esto me parece muy bien pero hay formas y formas de romper esquemas y si tengo que entender que mi banco interpreta estos desvaríos como replantearse las cosas lo más probable es que me cambie de banco. Está bien eso de romper esquemas pero seguir un criterio de demencia para ello creo que es bastante contraproducente. Tal vez les den un “speech” para que parezcan de lo más “cool” y te hablen con frases sin sentido. Me imagino al bancario diciendo algo como “Vamos a recoger tu depósito, bañar tus ahorros y pajarear tu comisión”. Me daría por pensar que van a utilizar mi dinero para el blanqueo de capitales o algo peor y encima pareceré cómplice y acabaré en la cárcel y yo en la cárcel seguro que soy un caramelito con este sex-appeal y este gracejo que gasto. Voy a durar menos que un sobre de comisiones en las manos de un político con nariz de pájaro que fuma mientras juega con su perro y su mujer le corta el pelo.

Se me va mucho la olla, ¿no? Eso es porque soy un genio, que no entendéis nada, simples mortales.


P.S. Dedicado a Mandarica, que me hizo ver el anuncio con otros ojos:


martes, 27 de mayo de 2014

Ustedes Dirán LXXXVII: Cuando te conviertes en marca registrada (sugerido por Madre con Carné)

Nuestra Madre con Carné me sugirió que analizase el capítulo de los Simpson donde Homer se empeña en conocer el origen del logotipo igualito a su cara que descubre en un anuncio de jabones japoneses. Sí, la cosa se las trae pero es que Madre con Carné es todavía más surrealista que yo y se ve que le hace gracia verme sudar metida en semejantes berenjenales. Más tonta soy yo, que me dejo… En fin, que no se diga. Allá vamos y que salga el sol por Antequera.

Supongo que el capítulo lo habréis visto (y si no sois fans de los Simpson hacéoslo mirar porque,  en términos psicológicos, “nosepuentendé”). Por si acaso, os hago un breve resumen. Homer Simpson ve un día un anuncio japonés, de estos llenos de colorines y flashes y un montón de parafernalia destinada a volver epiléptico al televidente de turno, donde en la caja de jabón se aprecia el logotipo de la marca, resultando que dicho logotipo es igualito a la cara de Homer. Ni corto ni perezoso, se pone en contacto con la fábrica para averiguar cómo es posible que se hayan inspirado en su persona para diseñar el logotipo. Al final resulta, claro está, que ni inspiración ni leches, que todo había sido fruto de la más pura de las casualidades, dado que el dibujito nació tras la conjunción de los dibujitos de dos empresas que se habían fusionado.

Lo que llamaba la atención a Madre con Carné de este tema, era el hecho de que se meta un anuncio ficticio dentro de una serie ficticia. Ficción dentro de la ficción, para entendernos. Como yo tal vez sea más rara que ella, en realidad lo que me dio por pensar dos cosas.

En primer lugar: ¿Qué dos empresas deberían fusionarse para dar como resultado la imagen de mi careto? Uno de los logotipos tendría que ser un tucán, eso lo tengo clarísimo. Sólo así podría justificarse esta napia prominente. Dados los tres pelos que tengo, el otro logotipo debería de ser algo parecido a una fregona vieja y usada, aunque dudo que exista una empresa que tenga tan mal gusto como para querer que su imagen de marca se asocie a una fregona que haya conocido mejores días, aunque si son capaces de ponerle el nombre de una salsa picante a un gel íntimo ya me puedo esperar cualquier cosa.

En segundo lugar: ¿Cómo reaccionaría yo si un día viese un logotipo igualito a mí en un anuncio (con la salvedad de que no soy un dibujo animado)? Seguramente primero me quedaría ojiplática y luego vendría corriendo a contarlo en el blog, que para eso una tiene un medio de comunicación abierto al mundo donde puedo hacer partícipe a la humanidad entera de las cosas que me pasan. Conociendo el largo historial de cosas raras que me han pasado en esta vida, tampoco me sorprendería demasiado que un día tuviera que contaros algo así. Estad atentos a vuestros monitores, por si acaso.

P.S. Mandadme propuestas, que no le hago ascos a "casi" nada. 

lunes, 26 de mayo de 2014

Crónicas Felinas XCII: Ese esquivo Morfeo

Marrameowww!!!

Mis humanos se quejan mucho de que los despierto por la mañana cuando a mí me da la gana. Cuando yo decido que es hora de levantarse empiezo a ronronear en sus orejas y a sentarme encima de sus cabezas hasta que se hartan y se levantan. Mi difunto compañero Luhay tenía estratagemas más violentas, como su famoso mordisco en el dedo gordo del pie (marca registrada) así que, en comparación con eso, ser despertado por mí debería parecerles gloria bendita. Hasta agradecidos deberían estar pero son unos ingratos y, lo que es levantarse, se levantan, pero protestando y haciéndome saber que soy un mal gato, que no dejo dormir, que si no me he dado cuenta de que es domingo y no sé cuántas cosas más.

El caso es que ellos, mucho quejarse, mucho quejarse pero no vienen luego a contar en el blog cómo me despiertan ellos cada vez que estoy echándome la siesta, ¿a que no? Pues sí, aquí estoy yo para desvelar la verdad y desenmascarar a estos terroristas del sueño. Lo hacen y muy a menudo, además. En cuanto ven que yo estoy acurrucadito y tan a gusto, me despiertan a traición con cosquillas en la barriga o besitos en el cogote, que no hay cosa que me dé más asquito que los besos humanos. A Luhay le encantaban pero yo me muero de repugnancia sólo de recordar las porquerías que comen; a saber la de miasmas que pueden llegar a pegarme, uno que está vacunadito con todo el dolor de su culete y tiene que andar tragando antiparasitario cada tres meses, como para arriesgarme a que me contagien algo y tener que soportar más vejaciones por parte del veterinario. Más vale prevenir que curar. En cuanto me besan me toca lavarme la cabeza y así no hay quien duerma.

Eso por no contar cuando uno está soñando que persigue conejos por las verdes praderas de los Alpes (sí, como Heidi pero en plan felino y menos moñas) y en ésas uno de los conejos se da la vuelta y veo que de pronto tiene la cara de la bruja y lanza un gritito agudo del tipo “Ayyyyy, qué gatito más bonitooooo”. Me despierto sobresaltado y me percato de que el grito, efectivamente, venía de la bruja, que es una especialista en esta técnica de tortura que me deja al borde del infarto y con un tic la mar de chungo en el ojo izquierdo.

Pues eso no lo cuentan, no. En esta santa casa no hay quien duerma, leches. Y luego ¿de qué se quejan? ¿De que les dejo dormir apaciblemente durante siete horas y a la octava les hago levantarse porque ya estoy hasta las narices y quiero que alguien me haga un poco de caso? ¿De eso se quejan? Que prueben a echarse quince siestas diarias y que les despierten en siete de ellas y luego me cuentan. Los humanos no tenéis ni idea de lo duro que es eso, de verdad.


Prrrrrr.

jueves, 22 de mayo de 2014

¿El buen carácter implica no tener carácter?

Debatíamos acerca de esta pregunta el otro día con mi compañera A. Las circunstancias no vienen a cuento pero el caso es que, tanto ella como yo, tenemos personalidades bastante dóciles y preferimos ceder antes que entrar en conflicto. Ella dice que eso es de ser buena persona. Yo creo que es más bien porque somos unas pavotas sin remedio pero es cuestión de opiniones.

El caso es que, según nuestra experiencia, el mayor inconveniente de ser mansita como el cordero de Noritt es que si algún día los astros se alinean de tal manera que te enfadas por algo, todo el mundo se asombra y hasta te lo echan en cara diciendo “Hay que ver cómo te pones, hija”. Mientras tanto, pulula por el mundo gente que está siempre peleada con la humanidad en general y lo habitual es verla de mala gaita. Sin embargo, a esa gente nadie le chista. Parece casi evidente que si te ha tocado en suerte (o en desgracia) una personalidad afable, eso te hace perder automáticamente el derecho a cabrearte y a pegar un puñetazo en la mesa de vez en cuando. La alternativa sería convertirse en un mal bicho a quien nadie se atreva a llevarle la contraria pero está claro que, de donde no hay, no se puede sacar, así que ahí seguimos tanto A. como yo, aguantando nuestra cruz y permitiendo que todo el mundo nos pase por encima, no ya sólo porque nuestra forma de ser nos impide reaccionar de otra manera sino porque, si se diese la casualidad de que de repente comenzásemos a conseguirlo, tal vez nos respetarían más pero no tanto por haber sacado las uñas sino porque puede  parecer que nos hemos vuelto un poco ciclotímicas o que nos hemos dado a las drogas duras y estamos sufriendo los efectos de un síndrome de abstinencia de los chungos; y éstas no son buenas cualidades para un puesto de trabajo. No está la cosa como para andar haciendo experimentos, tampoco.

De esta serie de divagaciones importantísimas para el devenir del Universo en general, surgió el tema del “carácter”. Cuando se dice que alguien tiene carácter es inevitable pensar en alguien o bien con mala leche o bien, al menos, que no se calla nada y canta las cuarenta en cuanto es menester. ¿Significa esto que nosotras, por ser más tranquilitas, no tenemos carácter? Porque hasta donde yo sé, sí lo tenemos. La diferencia radica en que tenemos buen carácter, que no es lo mismo que no tenerlo.

Así que desde aquí reivindico, por un lado, el derecho inherente de la gente pusilánime a pillarse un buen rebote y montar un pollo de órdago de vez en cuando y, por otro, que la palabra “carácter” se utilice siempre acompañada de un adjetivo, ya que carácter, lo que es carácter, tiene todo el mundo; hasta el más anodino de los seres, sí, en cuyo caso tendría un carácter anodino para hacer juego con el resto de su persona.