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miércoles, 13 de febrero de 2013

Anuncios Pesadillescos XXXVIII: Un anuncio de altura


Hoy toca anuncio viejuno. Estamos en momento remember total, lo sé, pero andaba con este anuncio en la lista de posibles desde el año pasado y decidí que ya venía siendo hora de darle un poco de caña. Hace tiempo que no lo veo así que espero que no les dé por repetirlo pero como a veces vuelven para quedarse, vamos a darle un repasito para que no nos pille desprevenidos si eso sucede.

Nunca hubiese imaginado que, cuando en una pareja hay problemas de impotencia, la mejor solución es subirse a un árbol y esperar a que vengan a ofrecer ayuda. Vamos, que si la cosa no funciona, te subes con tu pareja a una rama (si puede ser con el pijama de tu abuelo, mejor que mejor) y ves pasar voluntarios de lo más variopintos y pintorescos.

El primero en aparecer será un helicóptero de rescate, de donde cuelga un hombre con camilla y todo. No aceptéis su ayuda. Esperad a ver quién más se aparece por ahí.

Al poco rato, aparecerá un grupo de acróbatas rusos que se subirán unos a hombros de otros hasta alcanzar vuestra rama preguntando si todo va bien. Esto se pone mejor por momentos.

¿Quién podía faltar por aparecer? Pues un tío con una mochila voladora. No sé si alguna vez habéis jugado al Worms. Si sois igual de freakies que yo, sabréis a lo que me refiero. Si no, pues imaginaos una mochila con unos tubos que expulsan “nosequé” comprimido de manera que te elevas en el aire. Lo que cualquiera espera encontrarse por ahí.

Hasta que llega el salvapatrias. Un médico como está mandado, con su estetoscopio y su bata blanca que, en vez de andar dando saltos a lo Tarzán entre los árboles, opta por arrimar una escalera al tronco e invitaros a bajar y dejaros de tonterías.

Diréis que tengo poca sensibilidad artística pero yo no termino de cogerle el punto a la alegoría de subirse a un árbol en caso de disfunciones eréctiles. Llamadme atolondrada, si eso…

martes, 12 de febrero de 2013

Ustedes Dirán XXVI: La terminal II (sugerido por Sofi)


A raíz de este “Ustedes Dirán”, nuestra amiga Sofi o Valeria o Aniceta o como le haya dado por llamarse ahora, del blog “Esa chica en el espejo”, me pidió una secuela.

Dicen que segundas partes nunca fueron buenas pero, como yo por vosotros hago lo que sea, me arriesgo a que me salga una porquería de post con tal de satisfacer vuestros deseos, por lo que aquí van otros puntos que, a mi entender, deberían mejorarse en los aeropuertos.

Propuesta de mejora número 3: El Free Shop

¿Qué es eso de ahorrar en fruslerías como un perfumito, un bolsito, un cartoncito de tabaco o una botellita de vino? Hay que reactivar la economía y no habría para ello nada mejor que ofrecer cosas grandes, donde se note el ahorro: Una cinta de correr, una bici estática, un coche, un yate… Vale, a lo mejor se cae el avión por el peso pero ése no es nuestro problema. Estamos aquí para mejorar las prestaciones de los aeropuertos. De la seguridad en los aviones que se ocupen otros.

Propuesta de mejora número 4: La sala de embarque

El tiempo promedio que nos toca perder en esas salas infernales es de hora y media, y con suerte. Digo yo, ¿les costaría mucho buscarse las castañas para hacernos más llevadera la espera? No sé, un servicio de catering en condiciones (que no lo haga el que habitualmente prepara la comida para los aviones, por favor os lo pido), un partido de fútbol entre pilotos y azafatos, un simulacro de atentado, mensajes contradictorios en las pantallas, qué se yo… Hay mil opciones para tenernos entretenidos ese rato. A lo mejor alguien infarta pero con las maniobras de reanimación ya tendrían segundo acto para el espectáculo. Si es que no le echan nada de imaginación al asunto.

Propuesta de mejora número 5: Calor humano

Por mucho que uno se vaya de vacaciones lleno de ilusión, dejar tu casa siempre provoca una especie de desazón. Te preguntas mil veces si has dejado todo en condiciones y no hay nadie para consolarte. Para colmo, si alguien ha tenido a bien ir a despedirte al aeropuerto, has debido abandonarlo al cruzar las puertas por lo que te sientes más desamparado que nunca.

Yo propongo que las azafatas de tierra agiten sus pañuelitos del cuello  a la voz de “Buen viaje. Te regaremos las plantas. Aquí estaremos a tu regreso”. Un abrazo y un besito tampoco estarían de más, por lo menos en Business.

P.S. Si quieres ver tu propia rayada hecha realidad, no dudes en proponérmela. Algo se podrá sacar de ahí…

lunes, 11 de febrero de 2013

Crónicas Felinas XXIX: La fiesta de algunos es la condena de otros


Marrameowww!!!

El sábado hubo jolgorio en “Bruja´s Manor”. Bueno, jolgorio para los humanos. Para mí eso es una auténtica tortura.

Ya de por sí no soy muy adepto a que venga gente a casa. Digamos que con la bruja y el consorte tengo un pacto de no agresión porque me dan de comer, me limpian el cajón de arena y esas cosas. A los padres del consorte los tolero porque los tengo más vistos y porque siempre que vienen me dan jamón de estrangis, lo que siempre suma puntos pero, por lo demás, es oír el timbre y salir yo corriendo a esconderme debajo de la colcha de la cama. Siempre saben dónde estoy, no obstante. Debe ser que detectar un bulto sospechoso en medio del lecho conyugal les hace sacar conclusiones. Al fin y al cabo, se ve que tan tontos no son.

Por norma general, cuando suena el timbre entra una sola persona que va a la cocina, le saca una foto a un cacharro que hay en la pared y se va o bien entrega una caja cuadrada con rica pizza y también se va. Éste me cae mejor. Pero cuando empiezo a escuchar el timbre una vez y otra y otra y cada vez hay más voces y gente caminando y montando jarana, yo lo paso fatal. No asomo ni el hocico, no vaya a ser que se les ocurra hacerme alguna cosa espantosa.

Para peor, no es que sean gente muy normal, si es que puede aplicarse ese término tratándose de humanos. Aprovechando que una de las otras brujas había faltado a la reunión, optaron por mandarle un mensajito diciéndole que mi bruja y el consorte se habían comprometido. Y se tronchaban imaginándole la cara. En un principio pensé que nadie podría llegar a creerse que alguien (ni siquiera el consorte) pudiera llegar a estar interesado en casarse con la bruja pero parece que la cosa coló y,  al día siguiente, había un precioso mensajito en el móvil de la bruja diciendo que qué alegría y que ya sabía ella que al final ese momento llegaría. La bruja la dejó vivir en su ilusión todo el día antes de mandarle el mensaje del desengaño (en su perversidad, pensó en mantener más tiempo la gracieta pero por una vez se portó como una persona de bien).

Total, que entre unas tonterías y otras estuvieron horas dando por saco, mientras yo seguía escondido en el dormitorio.

Columbré que se iban cuando empecé a escuchar más movimiento del habitual y sonidos de cosas recogiéndose. Escuché frases del estilo “¿Dónde he dejado yo mis alas de Isis?”. Cuando digo que no son muy normales, es por algo.

Al fin se fueron y yo pude abandonar mi exilio voluntario. La cocina era un caos de cacharros y reí para mis adentros haciendo apuestas sobre quién iba a fregar todo aquello. Quedaba un poco de whisky en un vaso de chupito. Casi le doy un tiento pero me pillaron. No hay justicia en este mundo. Ni valeriana, ni whisky… ¿Cómo pretenden que sobrelleve esta vida tan dura con la que me ha tocado lidiar?

Prrrrrr.

viernes, 8 de febrero de 2013

Quincuagésimo sexto premio: Liebster Award versión rosita


Pensé que tenía ya esta versión, pero creo que no (o no lo encuentro). No sé cuántas versiones diferentes del Liebster Award se han sacado ya pero parece que unas cuantas.

El caso es que el pasado 11 de noviembre, MJ, del blog “Yo y mis cosas pensó muy amablemente en mí para entregármelo. ¡Muchas gracias, guapa!

Tiene penitencia de las gordas. Contar once cosas sobre mí, responder once preguntas, formular otras once y pasarlo a once blogs con menos de 200 seguidores. Ahí es nada.

Vamos al lío que, si no, me van a dar aquí las uvas.

Once cosas sobre mí:

1) Pasé media vida creyendo que “debacle” se decía “adebacle”. El día que me di cuenta de mi error, casi se me cae la cara de vergüenza. Empecé a acordarme de la gente que dice “arradio” y “amoto” y, después del bochorno, me dio un ataque de risa descomunal.

2) Tengo desde pequeña un telegrama que me enviaron desde el Palacio de la Zarzuela.

3) Hasta donde sé, no soy alérgica a nada pero de pequeña sí que me pillé una reacción bastante fuerte a un jarabe que casi me manda al otro barrio.

4) Últimamente arrastro un cansancio descomunal. Cosa por demás extraña habiendo vuelto de vacaciones hace poco más de un mes.

5) Sufro horrores de contracturas musculares. Sobre todo en la espalda y en el cuello (parezco una abuelilla relatando sus achaques).

6) En mi vida cotidiana, procrastino hasta límites insospechados. En el trabajo, prefiero hacer las cosas cuanto antes. Detesto que se me acumule el trabajo.

7) Soy más de verdura que de fruta.

8) Cuando me sale un granito, soy incapaz de no tocarlo.

9) Siempre pienso que se me hubiese dado bien ser monologuista.

10) Odio ver la tele por verla. Si hago zapping y no encuentro nada que me interese, me pongo a hacer otra cosa.

11) No colecciono nada.

Vale, ahora vamos con las preguntas que plantea MJ:

1.- No sales de casa sin: Ropa.

2.- ¿Tienes alguna fobia?: A los espacios cerrados. Sufro mil de claustrofobia.

3.- Personaje de tv que te haga cambiar de canal: Unos cuantos. Rafa Mora, Belén Esteban, Jorge Javier Vázquez…

4.- Cuando eras pequeña ¿que querías ser de mayor?: De todo. Bailarina, actriz, mafiosa, secretaria, cajera de supermercado… Según tuviera el día.

5.- Te gustaría viajar a la Luna?: Pues sí. ¿Por qué no?

6.- Una serie de tu infancia que recuerdes con cariño: Aquellos Maravillosos Años.

7.- Un lugar que hayas visitado y te haya sorprendido para bien: Albacete (fuera de bromas)

8.- ¿Y otro que te haya sorprendido para mal?: Sólo estuve de pasada, así que no es una opinión muy objetiva, pero diría que Elche (Perdón, Yolandica… Te quiero.)

9.- ¿Te gustan las joyas?: No soy muy fan.

10.- ¿Tienes plantas en casa?: No. Los gatos y las plantas no son buena combinación. Aparte, soy pésima para la botánica. Se me mueren todas.

11.- ¿Sabes patinar?: Con las rueditas puestas en paralelo, sí. En hilera nunca lo he probado pero me da que no sería lo mismo.

Voy a plantear la siguientes preguntas:

1) ¿Te da miedo el dentista?

2) ¿Jamón serrano o de York?

3) Cuando tienes frío ¿qué parte del cuerpo se te enfría más?

4) ¿Llevas las uñas cortas o largas?

5) ¿Qué mascota imposible te gustaría tener?

6) ¿Cuál es el último libro que has leído?

7) ¿Cuál es la combinación de colores que más te horroriza?

8) ¿Tu refresco favorito?

9) ¿Cuál ha sido la peor película que has visto?

10) ¿Te pesan los lunes?

11) ¿En qué habitación de la casa sueles bloguear?

Y el premio va para… (confieso que ni me he fijado en los seguidores, así que si incumplo la norma con alguno, se siente...)

Merengaza, de “Merenganza y Otros Dulces”.

Gladys, de “IntegralWoman”. 

María, de “Minino y Ary”.

Imara Black, de “African Roots”.

Irene, de “Mis Tortuguitas”.

Nuria, de “Fragmentos de mi Vida”. 

Yaneth, de “My Points ofView”.



Dunia, de “Woman´s Time”.

Mamá Ciruela, de “Cómo Naciste”. 

Y así queda la cosa… ¡¡Buen fin de semana para todos!!


jueves, 7 de febrero de 2013

Memorias de Uruguay VI: De bufandas, pajaritos, diluvios y yonkis motorizados


El día 8 de diciembre, cumpleaños de mi tía, se suponía que íbamos a quedar con ella pero al final no se pudo, por lo que decidimos posponer la visita y, en su lugar, nos fuimos con mi mami a pasear por Carrasco.

Carrasco es el barrio más fashion de Montevideo así que eso de pasear entre mansiones siempre sienta bien, aunque más no sea por soñar, intentando que la envidia no te corroiga las entrañas. No cuelgo fotos porque en todas las que sacamos salen el churri, mi mami, o ambos y yo respeto mucho la privacidad ajena, que para exhibicionista ya estoy yo. Pero estuvo bonito, el paseo, con caminata por la playa incluída.

Total, que el encuentro con mi tía fue el día 10. Como habíamos quedado en el mismo barrio donde vive mi amiga S., aprovechamos para hacerle una visita exprés antes de quedar con mi tía, dado que, como teníamos la agenda apretadilla, no sabíamos si íbamos a poder quedar más veces. Me regaló una bufanda superchuli, de lo más calentita, que pasó a ser la segunda bufanda que me traje de Uruguay.

Fuimos al bar donde habíamos quedado con mi tía y, como hacía bueno, nos sentamos fuera. Por fin llegó mi tía y todo eran besos, abrazos, cuéntame qué tal te va la vida… Mi tía raja cosa mala así que la comida se alargó como por cinco horas. En tanto tiempo, la situación meteorológica de la ciudad puede cambiar drásticamente, por lo que se empezó a poner negro y a refrescar y yo iba con una camisetita de tirantes. Friolera como es una, empecé a pasarlo mal cuando cayeron las primeras gotas (estábamos fuera pero bajo techo, así que tampoco nos preocupamos demasiado). Como tenía frío, estrené una de las dos bufandas que me regaló mi tía (sí, ya llevaba cuatro), poniéndomela a modo de pashmina sobre los hombros. Me quedó ideal de la muerte. Las cuatro gotas que caían se convirtieron en cinco, seis… Y al final en una tromba de agua que aquello parecía el diluvio universal. El problema era volver a casa. Mi tía vive no donde Cristo perdió el mechero, sino donde se dio cuenta de que lo había perdido y a mí tampoco me seducía la idea de andar caminando hasta la parada del autobús y ponerme  a esperar. Había que conseguir un taxi, de manera que sobornamos al dueño del bar para que llamase por teléfono al Radio-taxi pero, con la que caía, aquello era misión imposible. El churri hizo una excursión a la siguiente calle a ver si, de casualidad, veía alguno. No vio ninguno pero salvó a un pajarillo de una muerte segura, que se había caído en un charco y no era capaz de salir. El churri es un héroe.

Había un yonki por ahí que creo que trabajaba de algo en el bar (o que conocía al dueño, no sé), que viendo que estábamos dispuestos a pagar propina, se fue hasta una calle más transitada a la búsqueda de un taxi (o de una canoa, o de un transatlántico; a esas alturas ya daba igual). Mientras tanto, el otro seguía llamando por teléfono sin éxito. Yo me congelaba. Llamé a mi madre para preguntarle a qué hora salía de trabajar, que como no le pillaba lejos lo mismo podía venir en el taxi desde su trabajo a recogernos a los tres. Salía súper tarde. Mami, descartada.

Cuando yo ya empezaba a plantear la posibilidad de volver nadando, aparece el yonki cual caballero andante montado en el taxi. No le di un beso porque a tanto no llego pero estaba que daba palmas con las orejas. Tuvo su propina, el chico. En qué la habrá usado, pues ya vete a saber…

Al día siguiente… Bueno, os lo cuento la semana que viene (donde sí habrá fotos, prometido)