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lunes, 9 de enero de 2017

Crónicas Felinas CXCVIII: La trilogía del mal (Primera parte)

Marrameowww!!!

Pese a que hace poco os contaba que estábamos un poco de capa caída en lo que a ejecución de maldades se refiere, debo deciros con orgullo que en las últimas semanas de 2016 conseguimos equilibrar la balanza a nuestro favor, haciendo que el saldo resultase ampliamente favorable en cuanto a la consecución de nuestros objetivos anuales. No, nos dan comisión ni nada pero ¿acaso existe mayor satisfacción en este mundo que la de un trabajo bien hecho? Ante todo, somos unos profesionales y muy perfeccionistas, por lo que no íbamos a dejar que un simple bache en nuestra carrera delictiva diese por tierra con el arduo trabajo de todo un año.

De las últimas tres trastadas del año ha habido para todos los gustos; Munchkin fue el único brazo ejecutor de la primera; la segunda también fue idea suya pero yo fui colaborador necesario y la tercera fue un trabajo en equipo en toda regla.

Comenzaremos hoy a relatar la primera y, en consecutivas semanas, os contaré las otras dos. Está muy de moda esto de las trilogías y, como buen gato moderno que soy, no quiero que pase el 2017 sin haber publicado ninguna. Por lo que vamos hoy con la primera parte de la saga.

La primera: 

No se debe morder la mano que te da de comer pero nadie dijo nada de los cabezazos.

He comentado en varias ocasiones que Munchkin es un agonías en lo que a alimentarse se refiere.  Cualquiera que lo vea pensaría que lo tienen muerto de hambre. Hay que decir que la bruja, si bien es mala persona en general, nos da de comer religiosamente tres veces al día pero, si por Munchkin fuera, tendría que estar poniéndole un plato de comida cada dos horas. Pues bien, tal es su ansia, que un día estaba la bruja sirviéndole en el platito y, cuando fue a depositarlo en el suelo, el imberbe le pegó un cabezazo en la mano (enloquecido por el hambre como estaba en ese momento) que propició que el platito, y todo su contenido de granitos de pienso, saliera volando por los aires. La bruja tuvo que arrodillarse en la cocina, como buena esclava que es, a recoger el pienso desparramado. Suerte para ella que Munchkin, en ese sentido, es muy colaborador y la ayudó activando el “modo aspiradora”. Esto debido, una vez más, a que el hambre le puede y no iba a estar él esperando a que le volvieran a poner la comida en el plato. Si hay que comer del suelo, se come y ya.

Lo que más me ha gustado de esta trastada es la perfecta combinación de emociones que provocó en la bruja. Sorpresa al ver cómo todo salía volando. Ira al comprobar que todo el contenido del plato yacía sobre el suelo de la cocina y, finalmente y para rematar con un toque dramático, humillación por tener que estar arrodillada en el suelo recogiendo granitos.

Sin duda, fue un golpe (o cabezazo) maestro.

Prrrrrr.

jueves, 5 de enero de 2017

Y van cinco

El próximo lunes 9 de enero, este blog cumplirá cinco añitos. Estoy que no me lo creo ni yo. El año pasado estuve más desconectada de lo que hubiera sido deseable dada mi escasa capacidad de adaptación al medio. No sé qué tal iremos este año en ese sentido.

Y sí, reconozco no sin algo de vergüenza que pensé en retirarme porque el cansancio que arrastro últimamente me pesa como una losa.

Pero, tirando un poco de estadísticas, veo que estamos a pasitos de alcanzar las mil entradas. Veo que me habéis dejado más de 18.000 comentarios y que me habéis visitado casi medio millón de veces (habría que restar las visitas de los bots pero tengo fe en que no sean tantas).

Y, claro, veo eso y me vengo arriba porque os estoy muy agradecida, de corazón. A los que comentáis siempre y a los que comentáis de vez en cuando; a los “de toda la vida” y a los más recientes; a los que me leéis a mí y a los que sólo leéis al gato, que me roba cada día más protagonismo, por haber estado ahí todo este tiempo aguantando mis sandeces, que no son pocas. La blogosfera me ha traído muy poquitos disgustos (como cuando me bloquearon la cuenta porque se suponía que me dedicaba al phishing, como si no tuviera una mejores cosas que hacer) y muchas, muchísimas alegrías. Momentos de risas, momentos de confidencias, desvirtualizaciones, amistades que han pasado a mi mundo 1.0 y hasta una boda donde comí y bailé como si se acabara el mundo. ¿Qué más puedo pedir?

Y, por todos esos motivos, me enorgullece anunciar que esto sigue. No sé a qué ritmo porque, en serio, me está costando cuadrar el blog con mis nuevos horarios pero sigue. Un poco por vosotros y otro poco por mí, porque esto es parte de mi vida a estas alturas y me sentiría incompleta sin este rinconcito.

Así que, si albergabais esperanzas de libraros de mí, siento desilusionaros pero no. Me tendréis que aguantar un poco más. Y, para premiar vuestra paciencia y vuestra fidelidad, en breve haré un sorteo. No tengo ni idea de qué sortearé pero algo será, aunque sea un ratoncito babeado por Forlán in person.  Esperaremos a que pasen las fiestas por si algún afortunado está por ahí vacacionando y nos ponemos a ello.  

El post está quedando un poco corto pero como me estoy poniendo más ñoña que Candy Candy viendo Bambi, lo vamos a ir dejando por aquí.

Un beso muy grande a todos y, una vez más… ¡gracias, gentuza!

miércoles, 4 de enero de 2017

Anuncios Pesadillescos CXCIV: La juerga padre

El anuncio inaugural del año es gran merecedor de esta sección.

A la orilla de la playa vemos una boca con brazos y piernas. Ya de por sí esta es una imagen bastante perturbadora pero la cosa empeora cuando pregunta “Nariz, ¿qué haces?”. Y sí, la receptora de su pregunta es una nariz. Una nariz también con piernas y brazos y, a la postre, para terminar de dar el toque surrealista a la imagen, una toalla puesta por encima, que se inclina sobre un caldero humeante y declara estar intentando librarse de una congestión. ¿Quién tiene congestión en la playa, con lo a gustito que se está? La congestión es para el invierno, cuando hay que andar soportando frío o, como mucho, para la primavera y sus habituales alergias al polen. Y, más extraño aún, ¿cómo habla una nariz si no tiene boca?

La boca, que es una sabihonda, le informa que necesita la ayuda de una botellita también dotada de extremidades. La botellita se acerca a la orilla y recoge agua en una especie de tubo de ensayo mientras la boca le explica que el agua marina, una vez extraído el exceso de sal y manteniendo los minerales y oligoelementos, es maravillosa para aliviar su congestión (diría “congestión nasal” pero me temo que eso sería caer en una terrible redundancia).

Y se ve que, tras este maravilloso consejo, a la nariz le ha ido estupendamente, porque podemos observarla haciendo surf y gritando “Yuhuuu” mientras expulsa vaharadas de aire por sus fosas, en un claro ejemplo gráfico de que ahora puede respirar con normalidad y disfrutar de la vida.

Que digo yo que, estando en la playa ¿no sería mejor que, ya que está, aprovechase para sumergirse en el agua en vez de tener que andar cargando con una botellita autónoma? Porque la botellita ni siquiera habla; sólo se dedica a recoger muestras en la orilla cual científico chiflado. Salir con ella tiene que ser el mayor de los aburrimientos. Aunque la boca, dicho sea de paso, tampoco tiene pinta de ser el alma de la fiesta si lo único que sabe hacer es hablar de oligoelementos.

Si a todo esto le sumamos que toda esta acción desenfrenada se ha desarrollado en apenas veinte segundos, me da que pensar que el viaje a la playa no ha estado demasiado bien aprovechado, si resulta que se han dedicado a aspirar vapores de un caldero, disertar sobre los minerales y separar la sal del agua mediante complejos procesos químicos que el churri es capaz de comprender pero que a mí, que soy de letras, me parecen brujería pura y merecedores de persecución inquisitorial.

Definitivamente, para tener estos compañeros de juerga playera, preferiría quedarme en mi casa viendo la televisión que, total, la congestión termina yéndose antes o después pero las fotos de ese viaje van a perdurar siempre en el disco duro y en el subconsciente.

Con lo caros que están los psicólogos, como para acumular un trauma más en esta vida.

lunes, 2 de enero de 2017

Crónicas Felinas CXCVII: Pobres pero desparasitados

Marrameowww!!!

Una vez más me toca estrenar año en el blog. En realidad me gusta eso de que los documentos de Word que guarda la bruja como backup siempre empiecen con un post mío. Es como un ligero rayo de esperanza acerca de la calidad de los posts venideros. Lo malo es que el segundo siempre es de la bruja y ya se va al traste el control de calidad.

Las fiestas navideñas en Bruja´s Manor han pasado sin pena ni gloria. Vamos, unas fiestas muy normalitas. Vinieron los padres del Consorte a pasar la Nochebuena con su habitual cargamento de jamón y una cantidad de manzanas traídas del pueblo que hubiesen bastado para acabar con el hambre en el mundo. Yo lo agradezco porque soy muy fan de la manzana y sé que si pongo ojitos de gato con botas cuando están pelando alguna siempre me va a caer algún trocito.

Para Nochevieja los únicos asistentes fuimos los cuatro habituales de esta casa y los petardos, un año más. En serio, ¿la gente no se cansa de ese ruido infernal? Yo ya lo voy llevando un poco mejor porque los años me hacen más sabio y sé que, aunque parezca que el mundo se viene abajo, en realidad es una extraña y retorcida manera de celebrar justamente lo contrario. Munchkin todavía no se hace mucho a ellos y se pasa la noche entrando y saliendo de debajo de la cama.

Para que empezásemos el año con nuestras interioridades bien limpitas, el día 29 nos desparasitaron. A mí sólo me tocó pastillita en casa porque me la tomo a las mil maravillas. A Munchkin hubo que llevarlo al veterinario porque es un rebelde sin causa. De premio tuvimos latita gourmet, igual que en Nochebuena y Nochevieja, así que en el fondo no estuvo tan mal la cosa; tres delikatessen en una semana es todo un record.

Papá Noel nos trajo ratoncitos (piensan que somos tontos y nos creemos que son nuevos pero sé de buena tinta que eran unos ratoncitos que nos habíamos encargado de perder tras algún mueble albaceteño y habían sido recuperados). También cayó un botecito de catnip que le hace más ilusión a Munchkin porque, como ya he contado alguna vez, yo soy más de valeriana.

Y poco más que relatar. A estos humanos inútiles que habitan nuestra casa no les tocó ni un reintegro en el sorteo de la Lotería de Navidad, así que, al menos de momento, me despido una vez más de ser un gato de familia rica. No sé qué les costaba comprar el décimo ganador. La bruja ha resultado ser todo un fiasco. Es muy poco profesional por parte de una bruja no saber qué número va a tocar. Se ve que sus poderes malignos sólo sirven para hacernos a nosotros la vida imposible con sus “No te subas ahí que te vas a caer” y “No comas eso, que te sentará mal”.

Lo curioso es que, en esas cosas, sí que acierta.

Prrrrrr.

jueves, 1 de diciembre de 2016

Fin de temporada

Bueno, pues este cuerpito se va de vacaciones de Navidad. En realidad, laboralmente hablando, tengo sólo dos semanas y, encima, separadas entre sí, pero como ya sabéis que cada vez que me voy de vacaciones me cuesta volver a reenganchar el ritmo normal y que en estas fechas tan señaladas media blogosfera está demasiado ocupada comiendo polvorones como para pasarse por estos lares y esto queda más muerto que una rave en un pueblo amish, pues cierro el chiringuito hasta enero. Ahí, confiando ciegamente en que me estaréis esperando cuando vuelva.

No soy yo de hacer balances anuales pero tengo que reconocer que este 2016 ha sido, por decirlo de una forma diplomática, algo convulso, sobre todo en lo que a trabajo se refiere. Espero que el 2017 me traiga cosas mejores o, al menos, que no me traiga nada peor, que con eso yo ya me daría por satisfecha.

Un placer haber compartido este añito con vosotros y espero que el año que viene haya muchos anuncios pesadillescos, que Forlán siga haciendo de las suyas y que me sigan pasando cosas raras en general, para poder venir a contároslas.

Sed buenos, vigilad las calorías navideñas y que los Reyes Majos os traigan todo lo que les pidáis, que sé que os lo merecéis aunque más no sea por haberme aguantado.


¡Feliz 2017, gentuza!