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lunes, 10 de febrero de 2014

Crónicas Felinas LXXIX: Soy un gato ganador

Marrameowww!!!

Este fin de semana he estado de parabienes. El viernes por la mañana sonó el timbre de casa y yo, siguiendo mi costumbre, corrí a esconderme pero por un resquicio alcancé a ver cómo un señor entregaba a la bruja un paquete de dimensiones considerables. La bruja escondió el paquete en lo alto de un armario y yo no podía ocultar mi curiosidad hasta que, por fin, el sábado por la mañana lo bajó de las alturas y me lo ofreció. Ya me parecía raro que la bruja me diese algo que había guardado con tanto celo pero supuse que era para mí cuando observé que el consorte me observaba a través de un agujerito que hacía “click” de vez en cuando. Entonces lo supe.  La cosa en cuestión era para mí y, a cambio, yo tenía que poner mis mejores poses para mostrároslas en el blog. Pues bueno, habría que sacrificarse, entonces.

¿Qué será esto?
 Me está costando abrirlo pero lo abriré o moriré en el intento. Esto huele bien.

La bruja me explicó que María, la mamá de Minino y Ary había organizado un sorteo para gatitos y, como el Universo siempre está de mi parte, me había tocado. ¡No cabía en mí de gozo! Muchas gracias a los tres por promocionarme y ayudarme a paliar el tedio de la comida que me sirve siempre la bruja.

¡Vaya! ¡Una latita!

No sólo una latita… Aquí hay de todo.

Aquí lo tenéis: Dos latitas, un saco de pienso, dos paquetes de delicatesen, una bolsita de chucherías de salmón y nada menos que seis ratoncitos que estoy deseando perder bajo el sofá. ¡Me ha tocado el gordo!

No sé ni por dónde empezar.

La bruja leyéndome la carta que me escribieron.


Y, de propina, os iba a dejar un vídeo recopilatorio de mis momentos estelares tras la apertura de la caja, incluyendo la cata de chucherías de salmón, que me han encantado pero parece que pesa mucho y nuestro amigo Blo no lo quiere aceptar. Ya le pediremos al consorte que lo apañe y, con un poco de suerte, os lo enseño la semana que viene.  

Lo dicho, que estoy de lo más feliz. Si alguien más me quiere mandar algo, pues aquí os espero…


Prrrrrr.

jueves, 6 de febrero de 2014

Hablar por hablar

Hace muchos, muchos años, tenía yo una compañera de trabajo con la que nunca me llevé bien. Ese tipo de gente con la que nunca haces buena migas porque parece que no nacisteis en la misma dimensión.

No sé qué conceptos espantosos tendrá de mí esta mujer ni cuánta falacia puede salir de su boca al referirse a mi personita (con lo adorable que yo soy, no sé cómo es posible que no le caiga bien a alguien) pero yo de ella diré que habla sin parar, es muy cansina, chillona, cotilla y tiene la manía de cogerte del brazo mientras te habla, no te vayas a escapar (a mí esta costumbre en la gente me pone de los nervios).

En fin, que me había quedado yo muy contenta de no tener que sufrirla más pero ha querido el aciago destino que seamos vecinas por lo que, de vez en cuando, nos encontramos por el barrio y, aunque una intenta saludar (por aquello de tener un mínimo de civismo) y seguir de largo, ella me para y, con eso, ya sé que voy a perder una valiosísima media hora de mi vida. Si voy con el churri, igual, que a él también lo conoce y se caían igual de mal.

Supongo que lo que intenta es sacarnos información para cotillear pero como nosotros no entramos en esos jueguecitos, al final se conforma con estar un rato de floreo (aprendí esta palabra gracias al nuevo juego de Vinividivinvi, pasaos a leer de qué se trata). El caso es que, como le falta un hervor y lo suyo es hablar por hablar, una termina viéndose envuelta en conversaciones como ésta (cien por cien verídica, aunque parezca que no):

- ¿Y vuestro gato? (Refiriéndose al difunto Luhay)

- Murió, el pobre. Ahora tenemos otro y estamos pensando en traer otro más porque desde que Luhay murió, éste se nos aburre.

- Lo que tenéis que hacer es tener un hijo de una buena vez y dejaros de tanto gato.

- No queremos hijos.

- Pues, Álter, teniendo un hijo te dan el horario de trabajo que quieras.

- Ya tengo el horario que quiero.

- Pues con el horario que tienes tú no hay forma de cuidar a un hijo.

- ¡Pero es que no tengo hijos!

Y yo, para mis adentros, pensando “¿En qué momento he entrado en este bucle infinito sin darme cuenta?” ¿Cómo es posible que exista gente que, con tal de hablar, no se dé ni cuenta de lo absurdo de algunas conversaciones? Siempre ha sido así. Recuerdo una vez en que decía que se había comprado un bolso de marca. Que era de sport pero que sólo lo usaba cuando iba de cena porque no era plan de llevarlo a la oficina a que se llenase de roña. Y una compañera, incauta ella, preguntándole ¿pero no era de sport? Y, claro, empezó el bucle… Yo siempre me la imaginaba discutiendo algo con Groucho Marx y ganándole por cansancio. 

miércoles, 5 de febrero de 2014

Anuncios Pesadillescos LXXXVI: Facilitando las cosas

La cosa va de desfiles militares. Pero no de desfiles militares con militares sino de desfiles militares protagonizados por diversos estereotipos de la sociedad como, por ejemplo: Señoras ricachonas con collares de oro y perlas de esos que hay que levantar pesas con el cuello para poder llevarlos sin morir desnucado; modernitos con traje, e-book y auriculares más grandes que sus cabezas (nuevos yuppies, que les digo yo); otras con trajecito de chaqueta que podrían pasar por secretarias u oficinistas pero el bolsito de sobre me despista. Ahí no entra nada y no lo veo yo un bolso muy adecuado para ir a la ofi. Si alguien sabe qué se supone que representan éstas, le estaré eternamente agradecida; chicos con camisa y corbata pero sin chaqueta. Podrían ser desde bancarios hasta conductores de autobús, pasando por encargados de locales de comida rápida pero tanto da, en el fondo.

Llegados a este punto nos muestran una estatua ecuestre que no pinta nada ahí pero será para romper un poco tanto desfile, que a estas alturas ya empieza a cansar como que un poquito. Al fondo, vemos que ya se van aproximando las ricachonas del principio y es aquí cuando nos percatamos de que llevan un chihuahua en el bolso, emulando a su ídolo, Paris Hilton. Por aquí llegan también los modernitos o nuevos yuppies, con el e-book sobre el pecho, a modo de escudo contra la realidad. Dan unas pataditas tan perfectas que las borlas de sus mocasines se balancean todas al mismo tiempo. Si es que da gloria verlos, meneando sus borlitas arriba y abajo. Les siguen los de la camisa y corbata pero sin chaqueta y las del traje de chaqueta sin corbata pero con bolsito de sobre que sigo sin poder identificar.

Y, a todo esto, uno ya está pensando que van a anunciar unos zapatos que te permitan caminar kilómetros y kilómetros sin que te salga una mísera ampolla y llegues al final de la jornada con los pies más suaves que el culito de un bebé pero no. Un cartel nos pide que salgamos de la fila y nos muestran un montón de coches de colores llamativos con dibujitos en el techo. Lo del dibujito en el techo lo veo bastante inútil porque desde un coche es complicado ver lo que lleva otro coche pintado en el techo. A lo mejor es para que los helicópteros que comprueban el estado de las carreteras te tengan bien identificado y sepan que ése que ha adelantado por la derecha eres tú y no otro. Que no se diga que no eres original y que vas a intentar mantener un bajo perfil aunque estés infringiendo las normas de tránsito. También es un buen blanco para que los vecinos envidiosos te tiren huevos desde los balcones que, quien más, quien menos, todos tenemos algún vecino que nos la tiene jurada. Yo pintaría una diana, directamente. Siempre me ha gustado hacerles la vida fácil a los demás. 

Soy así de altruista. 

martes, 4 de febrero de 2014

Ustedes Dirán LXXIII: Superando traumas (sugerido por Cecilia)

Terminando con la “Trilogía Cecilia” que nos ha tenido ocupados las tres últimas semanas, vamos con la última de las solicitudes que me realizó por mail. Ésta me va a resultar un poco más complicadilla, así que vamos a ver cómo sale.

Por si no lo sabéis, Cecilia es estudiante de Psicología y me preguntaba acerca de experiencias con psicólogos (en el ámbito profesional, se entiende) tanto propias como ajenas.

En cuanto a las ajenas, conozco todo tipo de resultados posteriores a un tratamiento en un psicólogo. Con respecto a las propias, sólo estuve yendo unos meses porque estuve de baja hace ya años por ansiedad y depresión. Vamos, que estaba hecha una patata.

Si me preguntáis si recomendaría visitar a un psicólogo, pues ahí no tengo opinión formada. Supongo que a alguna gente le servirá más que a otra y, al mismo tiempo, al existir diferentes corrientes en el campo de la Psicología, el tratamiento que puede funcionar con una persona, no tiene por qué funcionar necesariamente con otra; por tanto, creo que con probar no se pierde nada pero no iría diciéndole a todo aquél que me diga que se siente mal por algo que vaya corriendo al psicólogo. Es una decisión más bien personal y creo que si te mandan no da los mismos resultados que si decides ir por tu propia voluntad.

Yo creo que a mí me sirvió. Ojo, que no creo en milagros y pienso que en estos casos el primer convencido de querer tirar para adelante tiene que ser uno mismo. Pero el mío me ponía deberes para casa (del estilo de hacer listas con objetivos a corto, medio y largo plazo) que a mí sí me valieron para poner cosas en perspectiva en un momento en el que, a lo mejor, tenía la mente demasiado aturullada y no era capaz de sacar cosas en limpio si no las veía por escrito.

Trabajó también conmigo la empatía. No porque no tuviera, sino porque tenía demasiada y eso hacía que adoptara como propios los problemas ajenos, lo cual no es vida, claro está. Así que en ese sentido me enseñó a separar la paja del trigo para que yo me diera cuenta de que una cosa es estar dispuesta a escuchar a alguien o a echarle una  mano en lo que se pueda y otra muy distinta es pasarte la noche sin dormir por los problemas ajenos. Lo he puesto en práctica y, la verdad, creo que me va mucho mejor desde entonces. De hecho, creo que se dan mejores consejos (si los piden) cuando consigues ver la situación desde lejos.

Eso sí. Del mío recuerdo también que me removió muchas cosas. Pero muchas, muchas. Creo que el tiempo que estuve acudiendo a su consulta, sus ingresos netos se vieron mermados a causa de las cajas y cajas de pañuelos de papel que le gasté a aquel pobre hombre. Desconozco si todos lo harán igual o si a éste le iba el rollo culebrón.

P.S. ¡Mandadme propuestas, por piedad!

lunes, 3 de febrero de 2014

Crónicas Felinas LXXVIII: Lo que el viento nos dejó

Marrameowww!!!

No sé yo qué tal llevaréis los humanos el tema "viento" pero, lo que es a mí como felino de pro, me está sacando bastante de los nervios.

El viento empezó así como a lo tonto, y el caso es que nos hemos pasado unos cuantos días sufriendo unas ventiscas que los meteorólogos experimentados han dado en llamar "unas ventoleras que pa´qué".

El martes pasado, sin ir más lejos (bueno, sí, me estoy yendo un poco lejos pero la tirana de la bruja no me deja publicar con mayor frecuencia), me pasé toda la mañana corriendo por toda la casa sin ton ni son. Allí que iba yo, carrera pasillo arriba, carrera pasillo abajo, salto va, salto viene para desconcierto de la bruja. Dicho sea de paso, también le quise hacer la vida imposible y, mientras ella salía de la ducha y se ponía sus múltiples potingues, yo miraba por debajo de la puerta y reaccionaba ante los ruidillos que escuchaba. Por si acaso os lo estáis preguntando, sí, me meto con ella en el baño mientras se ducha. Soy un voyeur, ¿qué pasa? Aunque tampoco es que haya mucho que ver, la verdad. Lo hago, más que nada, para tirar su toalla del ganchito y sentarme encima, llenándosela de pelos (mala urticaria le dé a la condenada). A lo que iba: Se mosqueó bastante con mis reacciones, todo hay que decirlo. Hasta bajó la radio un par de veces, tal vez pensando que algún facineroso se había colado en nuestros dominios y estaba desvalijando la casa mientras ella se pulverizaba agua de avena en la faz. Finalmente, salió del baño mirando en todas direcciones para cerciorarse de que, efectivamente, en casa no había nadie más que nosotros dos.

Una vez salidos del baño, me metí debajo de las mantas de la cama (que la bruja ya había hecho) y me di un par de carreras por ahí. La bruja, suspiró, volvió a hacer la cama, y yo me fui corriendo al salón, donde salté sobre el sofá de tal manera que los cojines volaron por los aires. La bruja suspiró y colocó nuevamente los cojines.

En realidad, a esas alturas ya no es que me molestara tanto el viento pero le había pillado yo el puntillo a eso de tener a la bruja suspirando y recogiendo detrás de mí todo lo que yo iba tirando así que, cuando vi que ya se había puesto el abrigo para irse a trabajar, salté desde el sofá a la estantería, dándome de morros con los libros y tirándolos todos. Habéis adivinado: la bruja suspiró y recogió los libros.

Así que, si bien no estoy yo nada contento con el asunto del viento porque soy un gato acostumbrado al relax, la tranquilidad y vivir una vida sin sobresaltos y con estos vendavales me desquicio bastante, también tengo que admitir que le he encontrado su punto interesante porque, al tiempo que me desquicio yo, se desquicia ella, y eso siempre tiene su parte divertida.

Prrrrrr.