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lunes, 27 de febrero de 2017

Crónicas Felinas CCV: Los gestos del hambre

Marrameowww!!!

Ya he comentado en alguna ocasión que, a la hora de comer, Munchkin es un ser de lo más exigente. Cuando tiene hambre no atiende a razones y es capaz de tirar al suelo todo lo que encuentre desatendido sobre una mesa, con tal de que le presten atención y ver satisfechas sus demandas.

Pero a esta técnica de “acoso y derribo” le ha sumado otra arma, tal vez más cercana a la tortura psicológica, que utiliza cuando ve que lo de tirar las cosas al suelo ya no surte efecto o, en su defecto, cuando ya no queda nada más que tirar. Ésta consiste en mirar fijamente a la bruja con cara de enfurruñado. Y puede quedarse con esa cara de estar enfadado con el mundo durante horas. Frunce el ceño, inclina ligeramente las orejas hacia atrás y mira a la humana (por llamarla de alguna manera) con cara de profunda ofensa.

La bruja ha intentado captar un documento gráfico de alguno de esos momentos para ilustrar este post pero, en cuanto ve acercarse la cámara, mira hacia otro lado. Supongo que tiene miedo de que luego esas fotos vayan a ser utilizadas en su contra en un juicio. Lo más cercano que ha podido conseguir ha sido esto:



Sí, la foto está en vertical porque la bruja es una paleta y no ha aprendido todavía eso de que las imágenes que se toman con un móvil tienen que ir en horizontal. Ella es feliz siendo una cutre. Como digo, no es su momento de mayor enfurruñamiento pero la inútil ésta no ha sido capaz de captarlo en todo su esplendor.

Nótese también en la fotografía que tiene un bigote quebrado en el hemisferio derecho de su careto. Lleva meses así y no hemos sabido en qué momento ni bajo qué circunstancias se lo quebró. Puede haber sido haciendo cualquier cosa; no es muy ágil que se diga y está siempre piñándose; la última fue el sábado pasado, que se cayó al intentar subir a una mesita de centro que tendrá treinta centímetros de alto, tirando una botella de refresco marrón carbonatado en el proceso.  En fin, que me disperso, el asunto es que ahí luce con orgullo su bigote quebrado, apuntando hacia arriba como dedo acusatorio.

Desconozco si esta técnica le reporta mejores resultados. Yo creo que la de tirar cosas le iba mejor. Sobre todo porque, con la cara de enfadado, lo único que consigue es que la bruja se parta la caja comentando la jugada con el consorte “Mira qué cara; si está graciosísimo”. Y así pueden pasarse horas; las mismas que le dure el enfado a él. Venga a comentar lo gracioso que está y sin inmutarse por la pérdida de calorías y azúcares que empiezan a hacer mella en su organismo (eso según él, que intenta hacerles creer que está al borde de la desnutrición extrema y la muerte por inanición).

El pobre está indignado. No consigue que tomen en serio su legítima hambre.

Prrrrrr

jueves, 23 de febrero de 2017

Dime cómo se inspecciona esto, que ya lo hago yo (Segunda parte)

Sé que os dejé con mucha intriga la semana pasada por lo que, sin más dilación, arrancamos con la segunda entrega (si os la perdisteis, leedla antes pinchando aquí para enteraros de algo). Me voy a pasar un poco de extensión pero tres capítulos ya van a ser muchos.

Respuesta del técnico: “Yo no tengo por qué andar llamando a nadie. Yo toco timbre y, si no me abren, me voy”. Intento no entrar al trapo y le digo que vale, que venga para casa, que ahí estoy. Me responde que no, que se ha ido a atender un aviso urgente y que ese día ya no tiene tiempo de volver hasta mi casa. Creo que la lengua me sangraba ya de tanto mordérmela. Para tranquilizarme, me dice que la semana que viene andará también por mi zona y que me llama un día por la tarde para pasarse. No sé la de veces que le pregunté “¿pero cuento con que me vas a llamar?”. Por supuesto que me iba a llamar, faltaría más. Podía dormir tranquila con la certeza de que se comunicaría conmigo.

El 16 de diciembre llamo a la distribuidora para poner  una reclamación (¿a que ya habíais adivinado que no me iba a llamar? Qué listos son mis lectores). Tienen un problema informático. Me piden que llame más tarde o al día siguiente. El 17 de diciembre siguen tocándose las narices con problema informático y me instan a llamar al día siguiente. Les doy otro día más de plazo porque soy así de generosa y porque tengo vida más allá de estar llamando a la distribuidora. Consigo poner una reclamación.

El 20 de diciembre me llaman desde la distribuidora para decirme que vuelven a pedir cita a la contrata y que me llamarán para concretar.

No me llaman pero el martes 10 de enero, al llegar de trabajar, me encuentro un papelito en el buzón donde ponía que habían estado a las diez de la mañana y que no había nadie (qué sorpresa que no haya nadie en un sitio donde te han dicho por activa y por pasiva que hasta la tarde no hay nadie). En el papel venía el teléfono del técnico y me conminaba a llamar hasta el día siguiente como  último día. Sí, por increíble que parezca, me estaban dando un ultimátum. Como soy muy bien mandada, lo llamé. Me dijo que en esa semana me llamaba para pasarse un día por la tarde. Habéis adivinado: pasó el miércoles, el jueves y el viernes y no supe nada más del técnico.

El 16 de enero llamo nuevamente a la distribuidora y me dicen que reiteran la reclamación. El 17 me llama un tercer técnico y me dice que se va a pasar esa tarde. Con pocas esperanzas de que eso vaya a suceder, le contesto que estupendo, que ahí estaré.

Y, contra todo pronóstico, vino. Y me hizo la inspección. Yo no cabía en mí de gozo. Llamé al churri para darle la buena noticia y creo que los dos dábamos saltos de alegría, cada uno a un lado de la línea.

El 20 de enero me volvió a llamar el mismo técnico para decirme que tenía que pasarse a hacer la inspección. Volvía a tener mal apuntado el número de planta. Le dije que mi número de planta era otro y que ya la había hecho y me dice “Ya, ya, era por confirmar que estuviese hecha”.

Me dio hasta penica.

miércoles, 22 de febrero de 2017

Anuncios Pesadillescos CCI: De amor sin prejuicios

Un hombre entra en casa con un perro lanudo en brazos. De estos que parecen rastafaris. Nos dice que pasear los llena de energía y de suciedad, mientras deposita al perro en el suelo. Ya en los tres primeros segundos de anuncio me surgen varias incógnitas:

1) ¿Por qué trae al perro en brazos? ¿No se supone que vienen de pasear? ¿O es que el paseo es sólo para el dueño y el perro viaja cómodamente en brazos? ¿O es que el dueño no quiere que el perro pise el césped del jardín pero no le importa que pise el suelo de su casa con las patorras llenas de porquería?

2) ¿Por qué, al abrir el plano, se observa que el suelo ya tiene manchas antes de que el perro empiece a andar por él? Es muy extraño todo.

En fin, el caso es que suelta al perro rastafari y éste va dejando huellas. Pero muchas huellas. Mogollón de huellas que apuntan todas en un mismo sentido; como si el perro fuese obra de un científico loco y tuviese dieciocho patas.

Pero el hombre no sufre porque tiene una fregona futurista y también rastafari, llena de trencitas que se mojan y dan vueltas en un escurridor que hace las veces de centrifugadora, echando el agua asquerosa al cubo. Esa agua en la que seguramente volveremos a sumergir la fregona para limpiar una segunda estancia, sí. O que me diga alguien que cambia el agua entre habitación y habitación, que se ganará toda mi admiración y mis respetos.

El asunto es que, como la fregona es rastafari, el perro empieza a hacerle ojitos mientras suena una canción soul que hace que hasta a nosotros se nos ericen los pelos de la nuca (con o sin rastas). Miedo me da pensar qué puede llegar a pasar con esa pobre fregona cuando se quede sin vigilancia. Eso si me creo el anuncio, cosa que es complicada. No soy ninguna experta en perros porque nunca he tenido ninguno pero mis gatos son más bien de perseguir sin piedad a la fregona (en casa friega el churri porque yo siempre estoy quejándome de la espalda; y sí, me quejo porque me duele, que os estoy viendo venir) e intentar destrozarla a zarpazos y mordiscos. No sé si esto será común a todos los animales o que los míos son destructivos de por sí o que no hemos dado con el peinado “fregonil” que enamore perdidamente a mis gatos.

El anuncio termina diciéndonos que tenemos que enamorarnos de la turbo-limpieza. Claro, no tengo yo mejor cosa que hacer que enamorarme de una fregona. Ya bastante poco romántica soy como para encima andar suspirando por objetos inanimados. Por muchas rastas que lleven y pese a ese look exótico que hace que me teletransporte a una playa de Jamaica donde podría vivir un tórrido romance con las palmeras como únicos testigos de mi pasión…

Estoooo, que no, que no me enamoro de una fregona y punto en boca.

lunes, 20 de febrero de 2017

Crónicas Felinas CCIV: Llamada a la colaboración ciudadana

Marrameowww!!!

Ayer fue el cumpleaños del consorte. Para celebrarlo, decidió viajar a su tierra natal hasta mañana martes. No lo culpo, cualquier excusa es buena para librarse un par de días de la bruja.

Pero, así como no lo culpo, también os digo que ya podría haber aprovechado para llevarnos con él. Viajar a Albacete, si bien estresante, es satisfactorio. Tenemos nuevos muebles que arañar y nos dan jamón, lo cual siempre es un aliciente.

Pero no, nos ha dejado aquí, a merced de la bruja. Dos días de suplicio teniendo que soportarla sin que haya nadie que nos defienda. La bruja es implacable y, sin que esté aquí el consorte para ejercer de abogado del diablo, veo que vamos a llegar muy reprimidos a mañana. Tal es nuestro miedo a que esta bruja perversa nos lance un conjuro y nos convierta en alguna alimaña, que no nos hemos atrevido a portarnos mal; al menos de momento. Aún tenemos un día para pensar un golpe de efecto que desbarate todos sus planes.

Pero tiene que ser una trastada épica; nada de medias tintas. Si la trastada es demasiado light no compensará el castigo. Tiene que ser algo que haga que merezca la pena haber transgredido las normas aunque haya que afrontar consecuencias.

El problema es que estamos como cohibidos y no se nos ocurre nada, por lo que recurro  a vosotros a fin de que me iluminéis. Acepto todo tipo de sugerencias y, si conseguimos sacarla de sus casillas de aquí a mañana, prometo relatarlo la semana que viene para vuestro solaz. No os cortéis, aunque penséis que pueda tratarse de una jugarreta desproporcionada. El imberbe y quien suscribe no tememos a los retos. Dicen que siempre es bueno aceptar nuevos desafíos si se quiere prosperar en la vida.

Nada me humillaría más si la respuesta de la bruja a la pregunta “¿Qué tal se han portado?” fuera “Uy, divinamente, no me han dado ningún problema; son unos cielos”. Si hay algo que no quiero ser en esta vida es “un cielo”. Uffff. Me da la escarlatina sólo de pensarlo.

Y tal vez os preguntéis “¿Tan desesperado está que recurre a la ayuda humana?” Y la respuesta es sí. No me avergüenza decirlo; o sí me avergüenza pero hay ocasiones en las que hay que tragarse el orgullo si se quieren obtener resultados. A problemas desesperados, medidas desesperadas.

Sé que soy vuestro gato preferido en la blogosfera y el mundo entero, por lo que estoy seguro de que no me dejaréis en la estacada y alguno de vosotros tendrá una idea genial (o, si no es genial, al menos será pasable; soy consciente de que sois humanos y tampoco quiero exigir nada por encima de vuestras mermadas posibilidades). Así que hacedlo por mí: estrujaos las neuronas y dadme material jugoso con el que conducir a la bruja un pasito o dos más cerca de la locura. Si son tres pasitos os prometo que os hago la ola.

¿Preparados para el brainstorming?

Prrrrrr.

jueves, 16 de febrero de 2017

Dime cómo se inspecciona esto, que ya lo hago yo (Primera parte)

A menudo me pregunto por qué parece que en todas las empresas y comercios se me toma por el pito del sereno. Por ejemplo, si entro a un bar e intento pedir al camarero que le dé al botoncito para la máquina de tabaco, el camarero en cuestión atenderá incluso a gente que ha entrado después que yo antes que a mí.  Sirva esto como ejemplo fútil de situaciones en las que me veo inmersa a diario.

Ahora paso a lo que realmente vengo a contaros. Allá por junio recibí una carta de mi distribuidora de gas donde decían que en septiembre pasarían a hacer la inspección quinquenal. Como tuve todo el follón en el trabajo que ya os conté (y, si no lo leísteis, podéis hacerlo pinchando aquí), en el momento no le di mayor importancia pero como posteriormente terminé pidiendo vacaciones para septiembre, el 21 de agosto llamé  para decirles que yo en septiembre no iba a estar y me dijeron que no había problema, que ya me llamarían más adelante. Pocos días más tarde recibo otra carta diciendo que van a hacer la inspección el día 23 de septiembre, por lo que el 8 de septiembre vuelvo a llamar reiterando que no voy a estar. Me dicen que esas son cartas que ya están programadas y que no me preocupe, que me llamarán más adelante y que sin en seis meses (ahí es nada) no me han llamado, que se lo haga saber.

El 1 de diciembre me  llaman para preguntarme si el día 9 me viene bien. Digo que sí pero que tiene que ser por la tarde. Me dicen que de cuatro a seis de la tarde porque a partir de la seis ya no trabajan. Yo me quedo pensando que ese es un horario ideal para hacer la inspección a gente que trabaje con horario de comercio pero, como no es mi caso, les digo que vale, que en ese horario estaré en casa.

Llega el ansiado 9 de diciembre y, a las 16:18, me llama el técnico diciendo que en diez minutos se presenta en mi domicilio. Le digo que muy bien, que ahí le espero. A las 17:29, como no ha aparecido ya me preocupo pensando si habrá sido abducido o algo, por lo que llamo yo. Le digo que llevo una hora esperando y que si ha tenido algún problema, a lo que responde “Pues claro, como que he estado tocando timbre y no me ha abierto nadie”. Le digo que eso es imposible, que no me he movido de casa y que sorda, de momento, no estoy. Me confirma entonces el domicilio y me dice que le habían apuntado mal la planta. Vaya, pobre hombre… Le indico que eso me parece comprensible pero, que si tenía mi teléfono, por qué no me llamó para preguntarme por qué leches no le abría la puerta, a lo que me contesta…

Lo sabréis en el segundo capítulo, donde continuaremos con esta fascinante historia.

miércoles, 15 de febrero de 2017

Anuncios Pesadillescos CC: No culpes al ambientador de lo que te pasa por agarrada

Hace poco más de un añito os hablé de este ambientador aquí y diréis, “Qué mala eres, cómo te cebas con ellos; déjalos ya tranquilitos”. Y prometo que lo intento. Hay veces que veo el nuevo anuncio de un producto que ya ha sido destripado y me da hasta penita volver a traerlo a esta sección pero es que lo veo una segunda vez y una tercera y es que no puedoooo.

Así que, aun a riesgo de parecer una desalmada, vamos a darles un poco más de caña. En esta ocasión, hemos pasado de “mini-estudio coquetuelo” a “piso de diseño colorista”. La protagonista rocía ambientador sin piedad en un piso de paredes y muebles blancos con múltiples elementos decorativos de colores vivos. Confieso que, en cierta forma, sería la casa de mis sueños. Una es muy amiga del color y no me da miedo que mi casa termine pareciendo una barraca de circo. Pero, eso sí, intentaría que los complementos cumpliesen con unos mínimos estándares de calidad porque resulta que, cuando la muchacha rocía el ambientador, los jarrones, botellas, relojes y hasta ventiladores vintage que decoran su hogar comienzan a desteñir llenando, a su paso, las paredes y muebles de chorretones de pintura de colorines.

La voz en off nos dice que, ya que pones tanto amor en tu casa ¿por qué la vas a andar manchando con un ambientador tradicional? El plano se abre para mostrarnos la cara de estupor de la protagonista mientras contempla cómo su hasta entonces piso supercuqui se ha convertido en una masa informe de colores sin orden ni concierto. Hasta los cuadros han desteñido.

Por suerte, ellos tienen la solución con un ambientador sin agua para que las cosas no se mojen. Desconocía yo que el agua tuviese esas propiedades disolventes tan poderosas. ¿Quiere esto decir que si me da por lavar un jarrón en el fregadero de la cocina va a perder todo su color? Es que yo creo que ni las cosas compradas en un “Todo a Cien” tienen una pintura tan endeble.

La chica del anuncio, sin embargo, opta por cambiar de ambientador y , oh, sorpresa, con éste los múltiples cacharritos que decoran su piso no pierden ni un ápice de sus pigmentos. Supongo que habrá tenido que comprarlo todo de nuevo o armarse de paciencia y pintarlo todo a mano, si es aficionada al DIY. Desde luego, éste no sería mi caso. Soy torpe y vaga a partes iguales, así que dudo que me diera por ponerme a pintar objetos. Realmente dudo hasta que me diera por ir a comprarlo todo otra vez. De alguna forma intentaría autoconvencerme de que los chorretones, dentro de todo, no quedan tan mal.

Lo mismo no es que este ambientador funcione mejor sino que ha comprado elementos decorativos de mejor calidad, en vista del exitazo que tuvo con los anteriores. Si esto fuera así, la publicidad no nos demostraría absolutamente nada pero, claro está, nunca lo sabremos.

Cómo juegan con nuestras ilusiones. 

P.S. Este anuncio resultó ganador del PAPA 2017 en la categoría Nacional:


lunes, 13 de febrero de 2017

Crónicas Felinas CCIII: Crónica de un sábado

Marrameowww!!!

Está claro que 2017 va a ser el año de Munchkin. Es así, tengo que asumirlo por mucho que me pese no ser el protagonista indiscutible de este blog.

Como ya hemos comentado en esta sección (y lo ha comentado también ella en las suyas, porque vaya que no ha dado la paliza con el temita) desde el verano la bruja cambió su turno de trabajo y ahora le toca levantarse a las 5:15 de la mañana.

Creo que comenté que nosotros esperábamos a que sonase su despertador para empezar a acosarla reclamando nuestro alimento. Los fines de semana, Munchkin se encargaba de despertarla a base de arañazos entre las 8:30 y las 9:00.

Pues bien, el imberbe ha descubierto que es mucho más divertido llamarla antes de que suene el despertador. Los primeros días de la semana pasada empezó a llamarla a las 5:10, después a las 5:00, por ir probando a ver cuántas horas de sueño menos puede soportar la bruja esta. El viernes la llamó a las 4:45 pero ahí la bruja dijo basta y lo mandó al pasillo para disfrutar de la media hora que le faltaba.

Pero hagamos una crónica de lo que sucedió el sábado:

5:17 AM. Munchkin despierta a la bruja. Supongo que quiso dejarla dormir un poco más, por ser  fin de semana. La bruja lo echa al pasillo y el consorte le dice que entonces tiene que sacarme también a mí para que no nos echemos de menos. La bruja (que en el fondo tiene su corazoncito) dice que no, que yo me estoy portando bien y que no me va a castigar a mí también. El consorte se va a dormir al salón para que Munchkin esté acompañado. Sí, los tenemos dominados a estos humanos.

6:00 AM: Empiezo a maullar para que me deje salir del dormitorio. Se levanta para abrirme la puerta y le dice al consorte que vuelva al dormitorio, que ya nos quedamos nosotros en el salón. El consorte le dice que ya se ha tapado con las mantitas y que ya no se mueve. La bruja se enfurruña porque al final la que se ha quedado sola es ella.

10:00 AM: La bruja se despierta sin poder creer su suerte. La hemos dejado dormir hasta esa hora por primera vez en meses. Se levanta alegre y contenta creyendo, la muy ilusa, que el consorte habrá tenido que levantarse del sofá para darnos de comer. Se queda con cara de panoli al comprobar que el consorte duerme plácidamente y nosotros nos abalanzamos a por ella para que nos dé de comer.

12:00 PM: El consorte continúa durmiendo pese a que la bruja lleva un rato en el salón, nos ha dado de comer, ha regañado a Munchkin por intentar comerse mi comida pese a haberse terminado ya la suya y se ha sentado a bloguear. Munchkin y yo dormimos plácidamente acurrucados contra el consorte.

12:30 PM: Creo que la bruja nos está mirando mal a los tres.

Prrrrrr.

jueves, 9 de febrero de 2017

De pescados y clases sociales

El sábado pasado el churri y yo cenamos boquerones fritos. A ver, un momento, no cambiéis de blog tan rápido, que os prometo que esto lo digo por algo  y no es que me haya quedado tan falta de ideas que esto vaya a convertirse ahora en un diario de lo que como. No digo que nunca vaya a suceder pero, de momento, hoy no es el día.

El tema es que el churri y yo siempre hemos tenido una cierta rivalidad en cuanto a esto. Él es muy fanático de los boquerones mientras que yo lo soy de las anchoas. Hasta hace un tiempo no tenía ni idea (llamadme ignorante) de que en realidad se trata del mismo pescado y que se le llama “boquerón” o “anchoa” según cómo esté preparado. Si se prepara con vinagre es boquerón y si se encurte con sal pasa a ser anchoa.

Mi argumento para defender la anchoa era que, aun sin ser conocedora del dato antedicho, siempre había preferido la anchoa al boquerón y que, si el precio se encarece al convertirse de boquerones a anchoas, será porque las anchoas son mejores y esto es claro distintivo de que tengo el paladar fino. No es que los boquerones no me gusten pero donde esté una buena anchoa… El churri decía que eso era porque los mejores boquerones son los que se reservan para anchoa, ya que éstas llevan mucho más elaboración, lo cual no hizo más que reforzar mis argumentos, por lo que exclamé triunfante “¿Ves? Cualquier boquerón con un mínimo de ambición en la vida aspira a llegar a anchoa en un futuro. De hecho, desde que son pequeñitos les inculcan que si estudian mucho, obedecen a sus padres y se esfuerzan, algún día llegarán a anchoa. Yo creo que hasta opositan para anchoas”.

Mientras decía esto, me  imaginaba (mientras tomaba notas para el post) a las abuelas boqueronas, orgullosas, diciendo “pues mi nieto ha conseguido plaza de anchoa. Y del Cantábrico, nada menos”.

Está claro que, ante estos irrefutables argumentos, el churri no tuvo más remedio que reconocer que el estatus de anchoa es mucho más valioso que el de simple boquerón. Una anchoa es un boquerón con rango, no se ha quedado en boquerón raso y eso, claro está, hay que valorarlo.

Y, sí, por si acaso os lo estáis preguntando, en esto consisten las conversaciones que se mantienen en esta casa los sábados por la noche. Debates sesudos que denotan a las claras nuestro elevado nivel intelectual. Hablar de política o del cambio climático ya está muy visto. El debate del momento es boquerón vs anchoa, que os veo muy pasados de moda. El día menos pensado lanzo una encuesta en Twitter, a ver quién gana (aunque si gana el boquerón siempre podré decir que la gente no tiene ni repajolera idea, que es lo que decimos siempre que el resultado de una encuesta no nos convence).

Y tú, ¿aspiras a anchoa o te conformas con ser boquerón?

miércoles, 8 de febrero de 2017

Anuncios Pesadillescos CXCIX: 50 sombras más limpias

Cuando era adolescente era muy friki. Vale, ahora también, lo sé. El caso es que, fuera friki o no, conseguí hacerme con un cd de jingles publicitarios de los años 50 en Estados Unidos. Tal era mi frikismo que hasta me sabía (y me sé) de memoria unos cuantos. Por tanto, para muchos productos tradicionales mi memoria no sólo se remonta a lo que yo misma haya vivido desde que nací son que, en ocasiones, recuerdo cosas que ni siquiera vi en primera persona.

Es así que el primer recuerdo que yo tengo del calvo que lleva limpiando nuestros hogares durante generaciones sea algo como esto:


La cosa fue evolucionando y nuestro calvorota cada vez era más sexy, hasta que tuvimos una review de su vida entera tal y como os relataba en este post.

Pues bien, ha evolucionado tanto, pero tanto, tanto, que ahora, gracias a Stinfalus Avechuchus me entero de que ahora, aparentemente, se ha convertido en todo un icono sexual. Sí, así como lo leéis.

El anuncio no ha llegado a España, al menos de momento pero supongo que todo se andará. Lo primero que vemos es a una mujer rubia con coleta en el pelo limpiando una encimera. De repente,  empieza a sonar una musiquilla que nada tiene que ver con la cancioncilla inocente y pegadiza de los años cincuenta. Se trata de un RnB de lo más sensual. Y, a su ritmo, aparece contoneándose el calvo in person, portando en sus manos un cubo de fregar repleto de productos de limpieza variados.

El calvo estruja una esponja con su mano poderosa, dejando que el líquido jabonoso chorree hasta el suelo y, a continuación, comienza un sensual baile que aprovecha para ir quitando cuanta manchita encuentra por ahí. Se ponen cada uno de un lado de la mampara de la ducha y mueven al unísono sus bayetitas con sensual cadencia hasta que queda eso como los chorros del oro.

El momento estelar es cuando nuestro calvo comienza a pasar la fregona moviendo sus prietas nalgas al son de la música. A estas alturas, la protagonista ya se ha soltado la coleta del pelo y mueve su melena, presa del ardor erótico-festivo al ver semejante especta-culo en medio de su salón.

El calvo la llama por su nombre (creo que es la primera vez en años que lo oigo hablar) y ella, saliendo de su ensimismamiento, se percata de que, quien ha realizado toda la faena no es otro que su maridín, que poco se parece al calvo, la verdad sea dicha. Él le pregunta si así ya está suficientemente limpio y ella, que ya venía “entusiasmada” (por decirlo finamente) con la experiencia anterior, se le tira al cuello como una mantis religiosa dispuesta a devorar a su presa y lo tira sin piedad sobre el sofá.

El anuncio termina con un rótulo donde dice “Tienes que amar a un hombre que limpia”. No entraré a valorar el machismo intrínseco que detecto en esta frase.

Otro día.

lunes, 6 de febrero de 2017

Crónicas Felinas CCII: La trilogía del mal (Corolario)

Marrameowww!!!

Sé que la semana pasada os dije que la trilogía había tocado a su fin pero, como ha sucedido algo relacionado con la misma, no podía dejar pasar la oportunidad de contároslo.  Por tanto, hoy os voy a agasajar con un bonus track.



Corolario: No se debe morder la mano que te da de comer pero nadie dijo nada de los cabezazos (técnica depurada)

Recordaréis (espero) la primera parte de la trilogía, donde os relataba que Munchkin había conseguido volcar todo el contenido del vasito lleno de pienso que la bruja portaba en su mano con la intención de verterlo en su plato.

En esa ocasión os contaba que el imberbe había participado activamente en el proceso de recogida, activando su modo aspirador y comiendo los granitos del suelo al tiempo que la bruja los recogía con sus torpes manos.

Pues bien, la escena se repitió la semana pasada (sí, la bruja tiene una tara mental importante y no aprende de los errores pasados). Os resumo: Bruja con vasito en la mano, Munchkin que, en su desesperación, le empuja el brazo con la cabeza y vaso que sale volando por los aires desparramando su contenido en el proceso. Hasta aquí, un calco de la situación anterior.

Munchkin volvió a activar el modo aspiradora pero, como es gato, sí aprende de los errores cometidos en el pasado. Por tanto, observó que, según iba recogiendo granitos del suelo, la bruja iba depositándolos en el interior del platito.

Por tanto, decidió abandonar completamente el modo aspirador y esperar pacientemente a que la bruja le fuese echando granos  de pienso en el plato. De esta forma, él podía comer tranquilamente sin tener que andar a la caza y captura del granito perdido.

Así que la bruja recogió pacientemente los granos, uno por uno, sacándolos de los recovecos más insospechados, mientras Munchkin simplemente se deleitaba con el alimento, sabedor de que no le hacía falta mover ni una garra para ver satisfecho su apetito.

Sin duda, merece cierto reconocimiento esto de ir refinando las trastadas hasta convertirlas en algo más cruel, humillante y retorcido para la bruja.  A veces me da un poco de miedo que me termine robando el protagonismo porque hay que reconocer que ha sabido combinar a la perfección sus técnicas de gato salvaje con mis artimañas maquiavélicas. Por un lado, esto me hace sentir una especie de “orgullo paterno” pero por otro estoy empezando a sentir cómo se tambalean los cimientos de mis tretas otrora insuperables. Tal vez sea que los brutitos pueden aprender cierta sutileza pero los sutiles no podemos aprender a ser brutitos. Porque sí, yo soy todo delicadeza, como la araña que teje una primorosa tela para que sus presas acudan creyendo que se trata de un taller de mantelería lagarterana y poder zampárselas a gusto, sin tener que andar persiguiéndolas, con lo cansado que es eso.

Pues lo dicho, sirva este corolario para dejar constancia de una nueva jugarreta pero también de mi miedo a ser destronado.

Prrrrrr.

jueves, 2 de febrero de 2017

Discusiones financieras

Hoy vamos a hablar de finanzas. Qué tema tan apasionante para cerrar la semana,  ¿verdad?

Os cuento. El churri y yo tenemos una cuenta conjunta. La sucursal está en nuestro antiguo barrio, así que no vamos nunca. Antes teníamos una comercial que era bastante maja. Llamaba alguna vez pero si no te interesaba lo que ofrecía pues adiós muy buenas.

Hace un tiempo el churri decidió contratar un seguro de hogar. Para ello fue a nuestra sucursal y lo contrató. Hasta aquí, todo estupendo. Pero ya no estaba nuestra comercial de antes. Habían puesto a otro que tal vez vio en el churri un filón para colocarle cuanto producto financiero tuviera por ahí, por lo que empezó a llamar y mandar mails cual psicópata, empeñado en que contratase más cosas. El churri se hartó de decirle (telefónicamente y por escrito) que de momento no gustábamos nada más y que ya le avisaría. En una ocasión tuvo la mala idea (pobrecito mío, ya sé que a veces es difícil reaccionar ante tamaña presión) de decirle que lo consultaría conmigo. Al poco tiempo ya le estaba preguntando si lo había consultado y el churri le respondió que sí, pero que no nos interesaba.

Así pasé a convertirme en su nuevo objetivo. Me llamó un día y me hizo una superoferta. Bueno, en realidad me hizo dos. Primero me quería vender una tele de cincuenta pulgadas (los bancos cada día se parecen más a bazares). Le dije que un tele de cincuenta pulgadas no me entra ni en el mueble, lo cual es verídico pero a él le pareció el chiste del siglo y se rio con esas carcajadas que uno sólo suelta cuando quiere obtener algo de su interlocutor.

En vista de que con electrodomésticos no iba a conseguir ganarse mis simpatías pasamos, ahora sí, a hablar de temas más serios. Me ofrecía una  cuenta ahorro con un depósito inicial de 2.000 euros y una rentabilidad de, atención, un pedazo de 1% de interés para mí sola. Su argumento para venderlo era que, si bien un 1% puede parecer una birria, me podía servir para irme de vacaciones a final de año.

Yo no soy ninguna experta financiera pero sé sumar dos y dos. Le dije que no le veía la ventaja a tener inmovilizados 2.000 euros durante todo un año para ganar veinte. Iba a añadir que con veinte euros lo mismo me daba para irme de excursión a Parla, porque no sé qué clase de vacaciones pretende este hombre que me tome con esa ganancia. Con los dos mil sí me podría ir pero, si ya los tengo de antemano, no me hace falta meterlos en una cuenta aparte para decir “ahora tengo para el viaje y para un décimo de lotería de navidad, ole”.

Su contraargumento fue: “Pero es que no hace falta que lo tengas inmovilizado. Puedes sacarlo cuando quieras”.

Pues si lo saco cuando quiera no consigo mis veinte eurazos, con la ilusión que eso me hacía. 

miércoles, 1 de febrero de 2017

Anuncios Pesadillescos CXCVIII: Los fosforitos-fosforitos

El de hoy es cortito pero me ha dado problemas porque no sé decir “a la española” de qué van disfrazados los protagonistas.

Intento explicarme. Lo primero que vemos es un niño corriendo a coger la mano de su padre (o de algún otro adulto porque no me ha dado por pedirles un examen de ADN). Pero van vestidos de… de… ¿fosforitos? ¿Cómo se le dice en España a estos seres antropomorfos que uno dibuja con palitos simulando tronco y extremidades y apenas un círculo para emular la cabeza? ¿Monigotes? ¿O eso es otra cosa? Bueno, sea como fuere, y perdonando mi lapsus lingüístico (es lo que tiene ser “bilingüe”) creo que ya os habéis hecho una idea. Yo los seguiré llamando fosforitos porque es una palabra que me parece de lo más tierna y porque, si los llamo “monigotes” todo el post  pierde el poco sentido que iba a tener.

El plano se abre y vemos toda una familia de fosforitos. Pues los fosforitos, aparte de ser fosforitos en sí mismos, son fosforitos porque el disfraz consiste en un traje negro con unos palitos que brillan en la oscuridad. O sea, que son fosforitos-fosforitos.

¿A que ya no os estáis enterando de nada? Es igual. El caso es que la familia fosforito-fosforito, portando calabazas de Halloween en sus manos para que no sea tan raro eso de ir de fosforito-fosforito por la calle, se monta a un monovolumen. La voz en off dice que una nueva generación de familias merece una  nueva versión de este coche. Arrancan y comienzan a recorrer las calles.

Y ya. Mirad que le he dado vueltas al asunto. Lo he visto del derecho y del revés. Hasta he intentado encontrar mensajes subliminales ocultos, aunque más no fuera por hacer un “Anuncios Pesadillescos Creepy Edition” pero nada. Lo que ves es lo que hay. Sin más vueltas. Para mí que ni siquiera se pusieron a pensar en cómo iba a ser el anuncio. Alguno de los miembros de la agencia daría la casualidad de que tenía un coche de estos  y le dijo a un cámara “tú acompáñanos a mí y a mi familia el día de Halloween disfrazados de fosforitos-fosforitos y nos grabas. Con eso ya tenemos el anuncio hecho”.

En definitiva, que aparte de ser un anuncio bastante WTF, se nota que no se estrujaron demasiado las neuronas pensándolo. Que digo yo que podrían haber rizado un poco el rizo y haber puesto un policía también vestido de fosforito-fosforito dirigiendo el tráfico. O todos los habitantes de la ciudad, ya puestos: El panadero, el quiosquero y la gitana del romero. Me gusta cómo ha sonado esta última frase, le da como un aire de coplilla al post.

Pues eso. Podrían haberse inventado toda una ciudad de fosforitos-fosforitos. No digo yo que con ello el anuncio fuese a cobrar más sentido pero, al menos, hubiese tenido más personajes de los que hablar y a los que destripar convenientemente.

Cada día piensan menos en mí.