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miércoles, 28 de marzo de 2018

Anuncios Pesadillescos CCXLI: Parece que va de un perfume


Ay, los anuncios de perfumes… cuántos momentos de destripe nos proporcionan. Hay veces en que quieren hacer algo tan artístico que al final no sabemos qué es lo que nos quieren vender y éste, precisamente, es uno de esos.

En la tele había visto cortes donde no entendía nada. Por suerte, he podido ver en TúTubo que, en realidad, esos cortes pertenecen a un vídeo de tres minutos de duración donde… tampoco he entendido nada pero he flipado durante más tiempo.

La cosa va así: Una chica está sentada a una mesa en lo que parece ser una gala o una entrega de premios. Todo el mundo disfruta mucho menos ella, que tiene una cara de angustia y de aburrimiento mortífero que no puede con ella. Se excusa con la mujer que tiene al lado (o eso supongo, porque no hay diálogo) y sale al descansillo. Allí se pasea con paso cansado y parece a punto de romper a llorar pero, de repente, empieza a sonar una música y no sé si la posee un ser del inframundo o si le da un ataque o qué pero empieza a poner caras muy raras y a hacer movimientos que se asemejan a convulsiones. Sale del descansillo dando patadas e, incluso, en un momento dado se muerde una mano como  si fuese un bocadillo de panceta, así porque sí. Pasa haciendo el baile del gorila delante de un espejo, hace la araña al mejor estilo “El exorcista” frente al espejo siguiente y se pone a discutir con el busto de algún señor muy importante (supongo, porque si no, no le erigirían un busto). Una vez terminada la discusión, le da un lametón en la frente. Muy normal, todo.

Sube unas escaleras a toda carrera y, al llegar a la planta superior, se acerca por detrás a un hombre que habla por el móvil (no sé si es el vigilante de seguridad o uno que también se aburría soberanamente en la cena) y lo mata con sus propias manos, sintiéndose muy poderosa.  Aquí ya la cosa toma un cariz todavía más raro y se adentra en un pasillo disparando rayos láser con los dedos. Caen cachos de revoque del techo y un jarrón con pinta de caro vuela en  pedacitos.

Se sube a una mesita donde intenta sin éxito detener el movimiento de sus brazos y piernas y, al no conseguirlo, se deja llevar hasta el escenario de un teatro sin público (afortunadamente para ellos) donde ejecuta un par de pasos de baile y del que termina dejándose caer.

Sin fracturas a la vista, sale del edificio y se dirige dando saltos y volteretas en el aire hasta un ojo gigantesco hecho con flores o con papel maché o no sé con qué. Levanta los brazos delante del ojo y, finalmente, atraviesa el iris flotando por el aire. Se da golpes en el pecho como un orangután y nos muestran, por fin, el frasco de perfume.

No le encuentro el sentido a todo esto, así que os dejo a vosotros la tarea de intentar interpretarlo. He visto en Internet varios intentos de explicación hablando de los Iluminati, los masones y el ojo de Horus pero yo destripo los anuncios por las risas, no para alimentar teorías conspiranoicas.

lunes, 26 de marzo de 2018

Crónicas Felinas CCXLVIII: Conclusiones del experimento


Marrameowww!!!

Como os contaba en la ducentésimo cuadragésimo quinta parte de Crónicas Felinas (vamos, en la que podéis leer pinchando aquí , si no se os dan muy bien las nomenclaturas de los números ordinales), la bruja y el consorte me habían comprado un montón de delicatesen mientras que al  imberbe sólo le habían comprado una mousse para hacer el experimento de si le gustaba o no. Tengo que incluir aquí una fe de erratas (errar también es felino, a ver si os vais a querer adjudicar en exclusividad la capacidad de equivocarse) y decir que, en realidad, a Munchkin le habían comprado dos latas. A saber: una mousse y un soufflé. No había reparado en la existencia del soufflé porque estos humanos nuestros compran de forma compulsiva y después ya nadie sabe qué corchos hay en la alacena.

Bueno, pues una vez probadas ambas latas por parte del jovenzuelo, os voy a relatar el resultado del experimento. La primera en ser catada fue la mousse, que empezó lamiendo, como siempre, con cierto reparo. Después se ve que la cosa le empezó a gustar y comenzó a darle tímidos bocaditos. Bocaditos que dejaron de ser tímidos y empezaron a convertirse en auténticos mordiscos cargados de fruición al constatar que, efectivamente, aquello estaba rico. Dejó el plato limpio, así que podemos aseverar, sin temor a equivocarnos, que fue un completo y rotundo éxito.

El soufflé fue un éxito parcial. Me explico. La mousse es, como su propio nombre indica, una mousse. Es decir, no tiene tropezones de ningún tipo pero el soufflé tiene cachitos de carne (de salmón, en el caso que nos ocupa) incrustados. Pues el imberbe, que para lo que quiere es muy paciente, se ocupó de comerse todo el soufflé dejando los cuadraditos de salmón abandonados a su suerte. Un rato más tarde se los terminó comiendo también pero tiene pinta de haberlo hecho porque se estaba quedando con hambre y eso es algo que él no puede consentir. Creo que un día puede haber un incendio en casa que él no sale por patas hasta haber terminado de comer porque para huir se necesitan energías.

Así que ya han determinado que, al parecer, el único premio (o plato de fiesta) que se le puede dar al imberbe es mousse. Vaya, lo más barato de todas estas cosas. Si es que para haber nacido en barrio rico es demasiado proletario.

Por mi parte, yo seguiré disfrutando de mis manjares de gato rico porque uno tiene un nivel. Y Munchkin tendrá que esperar a una nueva visita al veterinario para que le vuelvan a dar mousse porque la bruja ha determinado que, ahora que saben que le gusta, se apuntan el dato pero no van a permitir que se le vuelva costumbre porque no es cuestión de que se ande saltando la dieta a cada rato.

Si es que no gana para disgustos, el pobre. Ahora que ha descubierto algo diferente al pienso y que le gusta, se lo prohíben.

Prrrrrr.

jueves, 22 de marzo de 2018

Se le fue de las manos


Las madres suelen aleccionar a sus hijos en materia de responsabilidad. La cosa empieza con la típica retahíla de “ordena tu habitación”, “recoge tu ropa”, “¿a dónde te crees que vas si no has terminado de estudiar para el examen?”… ese tipo de cosas.

Y mi madre lo hizo porque yo de pequeña y hasta bastante avanzada la adolescencia era un desastre. Estudiar, estudiaba, porque siempre fui buena estudiante y en esa materia no di quebraderos de cabeza. Pero en lo que tenía que ver con el orden o con recordar cosas que tenía que hacer para cumplir con mis responsabilidades, eso ya era otro cantar. Yo era un espíritu libre y no iba a estar ocupando mi soñadora cabecita en banalidades como limpiar o ir a comprar unas cartulinas.

Como digo, me aleccionó. Y lo hizo tan pero tan bien que terminé convirtiéndome en una obsesa del control y la planificación. Tengo las tareas estrictamente divididas por días, horarios y tipos, distinguiendo operativamente entre aquellas que pueden ser realizadas de forma simultánea y las que no. A tal punto que, si quedo con alguien un fin de semana, un suponer, dedico toda la semana anterior a planificar cómo cumplir entre semana con las tareas que tengo asignadas para el día de la semana en que haya quedado con esa persona. Es decir, no soy capaz de disfrutar del tiempo libre si no he cumplido previamente con mis obligaciones. Obligaciones que, según el churri, a veces hasta me invento yo sola.

Lo contradictorio de tener una madre hippie como la mía es que, igual que te dice una cosa, te dice otra. Digo esto porque hace un tiempo hablaba con ella por Skype y le estaba contando mis planes para el fin de semana siguiente. Se percató de que los planes de diversión eran en realidad como un “metaplan” que englobaba otros múltiples planes de limpieza de muebles y planchado de ropa.

Así que mi progenitora dedicó tiempo a destejer esa maraña de responsabilidades que había tejido con primor años ha en mi cabecita. Me decía “Ay, m´hijita (expresión muy popular usada en el Río de la Plata), por una semana que se te queden los muebles sin limpiar no se va a acabar el mundo; tienes que disfrutar del tiempo libre; es que te veo como agobiada”. Y yo, presa del pánico y casi con lágrimas en los ojos, le respondía “¡¿Pero cómo voy a dejar los muebles polvorientos una semana?! No, no, no. De alguna forma me apañaré”.

Creo que por un lado tiene que haber quedado orgullosa de lo bien preparada que me dejó para la vida y las responsabilidades diarias pero por otro debe pensar que ha creado un monstruo. A veces no hay que insistir tanto en eso de inculcar valores porque, en ocasiones, al final nos lo tomamos en serio. Le preguntaré al respecto cuando vuelva a hablar con ella por Skype.

El domingo a las siete de la tarde, como tiene que ser.

miércoles, 21 de marzo de 2018

Anuncios Pesadillescos CCXL: Se masca la tragedia


La acción transcurre en una concurrida calle. Tiene pinta como de calle bohemia a juzgar por una monísima tienda de estanterías de madera en una esquina y un puestecillo de flores justo a su lado. Enfrente vemos un bar de los de toda la vida y ya no parece tan bohemia, aunque ahora parece que está de moda retomar las viejas costumbres. Bueno, es igual. El caso es que vemos a un operario abrir una arqueta y descender al foso, donde dudo que haya cocodrilos pero debe haber peores seres del inframundo. Mientras tanto, una chica compra unas flores en el puestecillo tan ideal y echa a andar mirando el móvil, sin percatarse de la arqueta abierta. No seré yo quien le desee el mal a nadie pero merecería caer por ir mirando el móvil mientras camina, que luego pasan cosas y nos andamos lamentando. Yo por la calle siempre miro dónde piso. No obstante lo anterior, punto negativo también para el operario por no señalizar convenientemente la arqueta abierta. Ha acordonado sólo uno de los lados en lugar de todo el perímetro. Desconozco el motivo.

En el mismo plano donde vemos el pie de la damisela de las flores, vemos un perro (pastor alemán, para más señas) que, sin motivo aparente, empieza a ladrar y sale corriendo en dirección a un transeúnte. Ese perro debería ir sujeto con una correa, si le da por cogerle tirria a la gente sin causa probable. Es un perro prejuicioso.

Pero siguen columbrándose desgracias en esa, hasta ahora, tranquila calle. El camarero del bar observa cómo un sofá de tres plazas se precipita hacia la vía pública tras haberse soltado de  una grúa. Una furgoneta frena haciendo chirriar los neumáticos para no estamparse contra el mueble. Alguien grita. Se avecina la tragedia. Nos enseñan detalladamente, por si no nos había quedado claro, el pie de la chica cerca de la arqueta, el sofá reflejado en la luna trasera de un coche (o esa creo que es la intención, porque no he visto otra cosa en esa escena), el sofá cayendo al vacío… Pero no pasa nada. El sofá cae limpiamente al lado de una de las mesas de la terraza del bar, el perro tira al suelo a su víctima pero vemos que únicamente quería hacerle carantoñas, y el operario coloca la tapa de la arqueta, quedándose sumido en la oscuridad en el interior del foso pero facilitando que la chica pose su pie sobre la tapa y siga caminando y mirando el móvil, sin percatarse ni de lo que ha pasado, tan inmersa como va en el Tinder o algo. Una pelirroja se sienta en el sofá con su taza de café, creyéndose que es Rachel Green en Friends.

La voz en off nos dice que siempre hay que esperar que todo salga bien y por eso estos seguros ponen a tu disposición todos los servicios y la tecnología que puedas necesitar.

Si esperásemos que todo saliera bien no contrataríamos seguros, leñe.

lunes, 19 de marzo de 2018

Crónicas Felinas CCXLVII: La torpeza a veces es muy útil


Marrameowww!!!

La bruja y el consorte llevaban tiempo diciendo que tenían que cambiar el edredón nórdico porque estaba ya muy viejito y tenía agujeritos por los que se escapaba alguna pluma ansiosa de libertad.

Como son unos indecisos y unos vagos redomados a los que es prácticamente imposible sacar de casa para hacer la más mínima tarea, el imberbe, que es muy amable aunque no lo parezca, les ha dado un empujoncito. Bueno, fue involuntario pero está intentando conservar su dignidad de alguna manera, así que, si os pregunta, decidle que la versión que os conté es que todo fue un plan cuidadosamente elaborado por su maquiavélica mente. Habrá que reforzarle la autoestima de alguna manera.

Os cuento la historia. La semana pasada, vuelve la bruja de trabajar y nos encuentra a ambos durmiendo sobre el lecho conyugal. Yo reposaba sobre la almohada y Munchkin, como suele ser su costumbre, se hallaba en una esquinita a los pies de la cama. Tengo que decir que, cuando el imberbe duerme, duerme de verdad. O sea, que no se entera de absolutamente nada de lo que pase a su alrededor. Sobre todo porque, como ya conté en alguna ocasión, se tapa los ojos con una pata y de esa manera ni siquiera detecta los cambios de luz. Es la presa ideal para cualquier depredador, vaya.

A ver, que me voy por las ramas y es mejor dejar esa tarea a los seres con alas, proveedores de relleno para los edredones nórdicos. El caso es que la bruja se sentó en la cama a quitarse los zapatos. El imberbe se percató en ese momento de que una de nuestros humanos ya había vuelto y, por tanto, era momento de empezar a molestar, a pedir cosas (comida, agua, atención…) y a crear la ilusión de que pedimos cosas aunque no necesitemos nada para desquiciarla intentando averiguar qué queremos. Para sacudirse la pereza y el sueño, se estiró, rodó sobre sí mismo en el colchón y… se le terminó la cama. Vamos, que se esmoñó. Rectifico: casi se esmoña porque, antes de dar con el lomo en el suelo, tuvo a bien engancharse al edredón con las uñas, realizando dos agujeros de tamaño considerable que convierten en tarea ineludible el tener que cambiar el edredón. Los agujeros tienen forma de letra L, por lo que son una especie de tapita que, al levantarla, deja ver con toda claridad las plumas de las que está relleno el invento.

En conversación telefónica mantenida esa tarde, la bruja advirtió al consorte que no menease mucho el edredón debido a que el jovenzuelo había ocasionado daños en el mismo. No hizo falta explicar más. Conociendo la proverbial torpeza del imberbe, el consorte le comentó a la bruja “¿Y por qué le ha dado por ahí? No me digas más; se ha caído”.

Sí, es la vergüenza de la especie pero al menos su torpeza ha servido para que tengan que salir a comprar un edredón con esta lluvia.

Me parto.

Prrrrrr.

jueves, 15 de marzo de 2018

Los objetivos


El churri trabaja en una empresa muy moderna, donde tienen reuniones motivacionales y “retiros espirituales” de estos donde se van todos, mindundis y jefes, un fin de semana a fomentar los lazos entre compañeros y donde esperan que la mayor aspiración de todo el mundo sea progresar junto con la empresa. Por tanto, el otro día vino a casa diciendo que tenía que preparar una presentación de Power Point indicando los objetivos que había cumplido el año pasado.

Me quedé pensando en la ardua tarea que tenía el churri por delante porque, si a mí me tocase hacer una presentación semejante, la lista de mis logros del último año sería algo así:

- No me he dormido encima del teclado.

- No he mandado a ningún cliente a tomar viento fresco.

- No he prendido fuego el edificio (estoy ganando muchísimo en autocontrol).

- He conseguido llegar vestida todos los días, dejando el pijama en casa (aunque el otro día me puse el jersey con la etiqueta hacia adelante; tendré que trazar un plan de acción para mejorar este punto).

- He logrado seguir respirando mientras trabajaba. Esto debe ser lo que se conoce como “multitasking”.

- He evitado la úlcera de estómago pese a ingerir el café de la máquina. Esto es algo que sólo conseguimos los que tenemos antigüedad en la empresa. No lo recomendaría nunca a principiantes.

- He recordado mi número de empleada en al menos dos de las múltiples ocasiones en que lo piden para hacer cualquier gestión. El resto de veces lo he tenido que mirar en mi tarjeta de acceso, lo cual me lleva al siguiente punto.

- No he perdido la tarjeta de acceso.

- He bajado por las escaleras con tacones sin ganarme una baja laboral en el proceso.

- He conseguido vencer la hipotermia y los golpes de calor pese a los azarosos cambios del aire acondicionado.

Y con estos diez puntos yo creo que ya tendría hecho mi resumen del año. Sólo me faltaría ponerle unos cuantos monigotes de esos de Power Point, que siempre dan un aire desenfadado a la presentación y poner una conclusión final, algo que englobe todo y les haga ver que soy merecedora de un ascenso y/o un aumento de sueldo. Supongo que pondría algo como “En resumen, me he mantenido con vida y no me he ganado un despido disciplinario”.

Entiendo que con eso debería bastar. Menos mal que mi empresa no es tan moderna ni tan cool. Ya el tema de la puntualidad, la consecución de objetivos globales y la total carencia de absentismo la dejo para otro momento, que tampoco quiero que me tomen por una empleada modelo; no vaya a ser cosa que me den un cargo directivo, con el estrés que eso debe suponer. Es mejor que piensen que, al menos, no molesto mucho y me ducho a diario, lo cual siempre es de agradecer (sobre todo para las pituitarias de los compañeros que se sientan en mis inmediaciones).

miércoles, 14 de marzo de 2018

Anuncios Pesadillescos CCXXXIX: ¿Pero esto qué es?


El de hoy es muy corto y no tiene prácticamente imágenes que describir pero me quedé tan estupefacta al verlo que lo apunté ipso facto para traerlo a esta sección porque debía compartirlo. No sé si me parece absurdo, ofensivo o ambas cosas a la vez pero yo aquí os lo dejo y vosotros ya vais opinando.

En pantalla, lo único que vemos es un portátil con la imagen de una tragaperras online. A su lado hay un ovillo de lana con unas agujas de tejer clavadas en ella y las manos de una señora que van dándole al botoncito para que las ruedecillas vayan girando, con la esperanza de obtener una combinación ganadora. Esto es lo único que veremos durante el anuncio, así que el presupuesto no parece haber sido un inconveniente para el rodaje.

Escuchamos la voz de una señora diciendo que, cada vez que gana, le dan ganas de hacer pis y hay veces que no llega a tiempo. Pero, desde que puede jugarse los dineros desde casa, ya no le preocupan las pequeñas pérdidas sino las grandes ganancias.

Os juro que esto es cierto. Tengo el anuncio delante de mí en este momento y lo he visto en la tele, que luego me andáis preguntando que de dónde me saco los anuncios. No me invento nada nunca; esto es real, queridos míos. Ni qué decir tiene lo anonadada que me quedé al escuchar esto. O sea, la señora es una ludópata de manual a la que no le importa hacerse pis encima con tal de seguirle dando al botoncito para jugarse la pensión y nos hacen ver esto como algo deseable. Pues no sé yo si me gustaría andar presumiendo de este tipo de perfil de cliente.

Mención aparte merece el cartelito que vemos debajo donde pone “Juega con responsabilidad”. Pues no será por el ejemplo que están poniendo, que es un claro ejemplo de “haz lo que yo digo pero no lo que yo hago”. A lo mejor la responsabilidad radica sólo en ponerse unos pañales para la incontinencia para no manchar la silla y poder seguir jugando y miccionando a gusto.

Repito, no sé si el anuncio me parece ridículo sin más o directamente ofensivo. No es que yo me caracterice por tener la piel especialmente fina. No suelo ofenderme con facilidad y, aunque a veces no lo comparta, defiendo todo tipo de humor pero una cosa son ciertas publicaciones que puedes optar por no ver/oír y otras son las que te meten a traición en la tele cuando no tienes escapatoria.

Creo que el post de hoy me está quedando más serio de lo que pretendía pero es que me quedé tan ojiplática cuando lo vi que ya no sé ni qué opinar. Por un lado me indigna pero por otro me dan ganas de empezar a reírme hoy y no parar hasta mañana.

Optaré por lo segundo, porque motivos para indignarse ya hay suficientes en este mundo y la indignación avejenta mucho.

lunes, 12 de marzo de 2018

Crónicas Felinas CCXLVI: Algo de mí que no sabíais


Marrameowww!!!

Hoy vengo con una confesión. Algo sin precedentes en este blog y que, pese a la vergüenza y el bochorno que me supone, merece ser relatado como parte del anecdotario de este vuestro humilde ídolo ya que considero que, como fans míos que sois, merecéis tener más información y, antes de que la bruja publique una biografía no autorizada y gane dinero a costa de mis desgracias, pues vengo y os lo cuento yo para chafarle los planes porque es bastante tonta pero a veces sorprende. Es mejor adelantarse a los posibles planes que pudiera tener tras una improbable pero posible conexión neuronal.

Como sabéis, la bruja y el consorte me adoptaron en una asociación. Fueron a buscarme a una casa de acogida y me trajeron a este infierno en el que vivo desde hace casi ocho años. Bueno, al principio era un infierno en otro barrio distinto al infierno del barrio en que vivo ahora pero eso sólo me ha servido para darme cuenta de que el infierno tiene sucursales y no seré capaz de escapar de él mientras viva; tal vez acumulé mal karma en una encarnación anterior, porque de otra manera no me explico por qué tuve que venir a parar a las manos de esta loca; se ve que en la asociación en cuestión no investigaban demasiado a los posibles adoptantes.

El día que me adoptaron, me bautizaron con el nombre de Forlán porque la bruja estaba imbuida de espíritu patrio tras el mundial de Sudáfrica.

Hasta aquí, como veis, ninguna novedad, pero la tremenda revelación viene ahora. Cuando ellos me bautizaron como Forlán, en realidad ya venía bautizado desde la asociación, donde habían tenido la feliz idea de llamarme… Carioco.

Sí, señores. Mi nombre original fue Carioco, el cual ostenté durante los primeros cuatro meses de mi vida. Pocas veces le he dado a la bruja la razón en algo pero esta sería una de esas escasas ocasiones. La bruja consideró que Carioco era un nombre espantoso y me lo cambió. No digo yo que Forlán sea la panacea de los nombres porque hubiese sido mejor ponerme algo más acorde a mi personalidad: “P**o amo”, “Dueño del mundo”, “Monarca”, “Líder supremo” o algo así pero, si sólo puede elegir entre esos dos, pues me quedo con el que me eligió la bruja, que al menos hace alusión a una leyenda del deporte y no da la sensación de que me acaban de sacar de una Escola de Samba.

Así que aquí os dejo mi confesión. También es cierto que muchos famosos han tenido que cambiarse el nombre porque el suyo no era demasiado comercial. Tal vez la bruja ya vio en mí el potencial para ganar visitas a mi costa y, cual ambiciosa productora de Hollywood, eligió otro que tuviese más “punch”. Y pasaré a la historia como Forlán. Como Madonna, como Cher, como Yurena.

Tal vez un día haga un quiz con preguntas sobre mí. A ver si detecto quiénes sois los verdaderos fans.

Prrrrrr.

miércoles, 7 de marzo de 2018

Anuncios Pesadillescos CCXXXVIII: La caída más falsa del mundo


Hoy vengo con la sensación de haber ido en busca de carbón y haber encontrado diamantes. Os cuento: estaba yo buceando en las redes en busca de un anuncio que no tengo forma de encontrar (Señores anunciantes: ¿qué os cuesta colgar los anuncios en las redes sociales para facilitarme la labor?) cuando así, de casualidad, encontré otro. Uno que confieso no haber visto nunca en la televisión, así que probablemente vosotros no lo hayáis visto tampoco. Desconozco de qué año es pero el vídeo tiene dos años de antigüedad, así que contad de ahí para atrás.

Recuerdo que cuando éramos pequeños y nos hacíamos una herida, nuestras madres nos echaban un mejunje rojo que nos encantaba lucir porque, a mayor cantidad de mejunje rojo, mayor gravedad revestía la herida. Luego parece que el rojo dejó de estar de moda y nos pasamos al color marrón, gracias a las bondades de la povidona yodada. Pero, de repente, lo que molaba era que aquello fuese transparente (lo cual a los niños no les haría mucha gracia porque no podían lucir cuánta cantidad de producto coloreado había sido necesario).  Bueno, pues de este último va este anuncio que nos sitúa en lo que parece ser una tienda de chuches (no está muy claro pero eso parece). Un grupo de niños baila una coreografía y cantan algo donde juro que lo único que se entiende es la marca comercial. El resto son palabras ininteligibles. Dan saltos y, de repente, la tragedia. Una de ellos se cae de rodillas. Repito: Se cae de rodillas. Acerca la mano al suelo sin tocarlo (repito: sin tocarlo) mientras el resto de niños se quedan estáticos mirando con caras de pavor. A todo esto, el plano se ha abierto y vemos a los supuestos directores del anuncio sentaditos en sus sillas de director (como su propio nombre indica) que observan impasibles el reciente descalabre.

La niña grita “Mamáaaaa” y ella acude presta con el spray transparente este, que rocía sobre una herida enorme en la palma de la mano de su hijita que yo no me explico de dónde ha salido (la herida, quiero decir; la mano sale del brazo y la niña salió de… su casa para ir a rodar el anuncio). Según le rocían eso, la niña pone una carita de ilusión que es para verla y siguen bailoteando. La madre se queda detrás, apoyada en el mostrador, con el bote en la mano por si su hija sufre otro percance y se vuelve a herir con… ¿el aire? Nadie le dice nada a la madre de que debe salir del plano. Será que tienen miedo a que, ante una nueva caída, la niña no obtenga asistencia sanitaria inmediata. Vemos que los directores siguen el ritmillo sentados en sus sillas, moviendo cabeza y pies como si estuvieran ante una obra maestra musical que es imposible escuchar sin bailar.

Y ya. Si alguien llegó a verlo en televisión le agradecería me lo comente porque no conocía esta maravilla.

lunes, 5 de marzo de 2018

Crónicas Felinas CCXLV: El empoderamiento

Marrameowww!!!

La semana pasada la bruja y el consorte fueron a unos conocidos grandes almacenes a comprar cosas que tenían que comprar (no me pidáis más información porque no pude sacar más datos mediante el correspondiente husmeo de bolsas). Aprovechando que estaban allí, decidieron pasar por la sección de mascotas para comprar alguna cosa para nosotros.

Nos compraron unas chuches y unas latitas. A mí no me engañan. Sé perfectamente que no las compran por simple bondad o generosidad sino que les gusta tener cosas a mano para cuando nos hacen alguna trastada, así que me huelo que en cualquier momento se viene visita al veterinario, pastilla o alguna otra porquería.

En fin, a lo que vamos. Compraron unas chuches (para ambos), cuatro bolsitas para mí y una latita para Munchkin. Y os preguntaréis por qué al imberbe sólo le toca una. Pues porque, como es muy “especialito”, no le gustan las latas. Al menos, no las latas que me gustan a mí con sus trocitos de carne y sus verduritas y… mmmmmm. Se me hace agua la boca sólo de pensarlo. Por tanto, decidieron llevar una latita de mousse porque el imberbe nunca las ha probado, a ver si estas sí que le gustan y pueden darle un premio cuando se lo merezca (que es en pocas ocasiones), ya que normalmente le ponen la latita, él chupa la salsa y después maúlla porque quiere pienso, dejando las maravillosas mollitas de carne abandonadas a su suerte.

Y  no os penséis que me trajeron cualquier bolsita, no. Me trajeron bolsitas delicatesen. A saber: Pollo y guarnición de espinacas y perlas de pasta; buey a la primavera; trucha y verduras a la juliana y una cuarta bolsita con pescado blanco a la florentina. Vamos, que voy a comer mejor que los humanos. Casi me dan ganas de que me hagan algo si luego voy a poder degustar estos manjares.

Pues el caso es que el imberbe se ha puesto celoso. Dice que soy un consentido, que cómo se nota que a mí me miman más que a él y no sé cuántas cosas más. No le vale la explicación de que a él después estas cosas no le gustan porque es demasiado clásico. Argumenta que nos tienen que dar lo mismo a los dos y que, si después se deja la bolsita entera en el plato, pues será problema suyo pero que no tienen que andar haciendo distinciones ya desde el primer momento. Que si a él le apetece que los humanos se gasten los cuartos en latitas para que después él sólo se tome la salsa pues que se fastidien y que se gasten los cuartos. Que encima la mousse es más barata y que seguro que lo hacen porque lo consideran un miembro de segunda categoría en el núcleo familiar y que él debe tener los mismos derechos que el resto y que… yo qué sé.

No me hagáis mucho caso pero me da la sensación de que se ha empoderado.

Prrrrrr.

jueves, 1 de marzo de 2018

He leído: “Los libros no se escriben solos”, de Eva Álvarez

Libro de Eva Álvarez: Los libros no se escriben solos.
Pese a que mi querida Eva ha sacado nuevo libro (el tercero ya, menudo carrerón me lleva), yo hoy vengo con la reseña del segundo porque soy más lenta que el caballo del malo. Podéis leer aquí la reseña del primero, por si os la perdisteis.

Como Eva es polifacética, el primer libro era sobre investigación de  un hecho histórico y este es autobiográfico, porque ella es así.

Confieso que muchas veces había oído hablar de la depresión posparto pero jamás de los jamases había escuchado nada acerca de la depresión preparto. Pues esto es, ni más ni menos, lo que le pasó a ella y, tras darse cuenta de que se daba poca o ninguna visibilidad a este tema, decidió remangarse y contarnos su experiencia. Ahí, con un par.

En cuanto al libro, el primer adjetivo que me viene a la cabeza es que es honesto, aunque supongo que lo mínimo que se puede esperar de un relato autobiográfico es que sea honesto, así que añadiré que es un libro valiente. Debe ser difícil desnudarse así ante los lectores para intentar hacernos entender qué se siente en este tipo de situaciones y estoy segura de que muchas mujeres van a agradecer que exista un libro con el que puedan sentirse identificadas. En cuanto a los que, por un motivo u otro, no nos vamos a sentir directamente identificados, al menos nos sirve para comprender el daño que podemos llegar a causar con según qué comentarios, aun cuando en un principio nos parezcan bienintencionados o “que no son para tanto”. Yo me considero una persona bastante prudente en cuanto a lo que comento a embarazadas o mamás pero tengo que decir que, incluso así, desde que leí el libro tengo mucho más cuidado con mis palabras.

Eso sí, tengo que decir (porque tengo que decirlo) que el formato me ha parecido extrañísimo pero al menos queda original en mi estantería y, cuando lo busco, lo encuentro a la primera.

Poco más que añadir, ya que prefiero que lo leáis y saquéis vuestras propias conclusiones.

Podéis adquirirlo pinchando aquí. Yo lo compré en papel porque soy más clásica que un piano de cola pero tenéis también disponible la versión Kindle, si es que sois más modernos que yo (que a poco modernos que seáis, lo seréis más que yo).