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lunes, 12 de noviembre de 2018

Crónicas Felinas CCLXVII: La Viborosa


Marrameowww!!!

Me acabo de percatar de que desde el pasado 13 de agosto no tenéis noticias mías. Dos meses han pasado y desconozco cómo es posible que hayáis podido sobrevivir sin mí. Confieso que me tiene bastante decepcionado el hecho de que no se hayan creado plataformas exigiendo mi vuelta o que no se haya hecho, al menos, una manifestación en alguna ciudad importante. O en un pueblo, al menos. Nada. Os da igual, parece. Uno aquí dejándose las zarpas en el teclado escribiendo en un idioma que ni siquiera es mi  lengua materna (porque yo sí que soy bilingüe y lo demás son tonterías) y vosotros impasibles. Una vergüenza. Me habéis defraudado más allá de los límites de lo que es capaz de defraudarme un ser humano (y ya hay que esforzarse para ello, porque el listón lo tengo bastante bajito con vosotros, todo sea dicho).

En fin, por contaros algo, aunque no os lo merezcáis ni por asomo, vengo a hablaros de algo que creo que no había mencionado nunca en el blog. ¿Os había hablado alguna vez de la Viborosa? Creo que no.

La Viborosa era una serpiente de peluche que me acompañó en mi crianza. Ya se sabe que no se puede confiar en la bruja en lo que tiene que ver con el instinto maternal. Así que, mientras pasaban un par de semanas para que el ahora difunto Luhay se acostumbrase a mi olor y no me comiese los higadillos, yo pasaba las horas muertas en una habitación, sin más compañía que la de la Viborosa (y visitas esporádicas de la bruja y el consorte para darme de comer y hacerme algún mimo que otro). Tanto cariño le cogí a este ser viperino que me lo llevaba conmigo a dormir y hasta le metía la cabeza en mi platito de  la comida, para que estuviese bien alimentado.

Serpiente de juguete para gatos
Yo, con cuatro meses, y la Viborosa con edad indeterminada
(Foto de archivo)

El caso es que un día, la Viborosa pasó a mejor vida. Bueno, vale, le terminé sacando todo el relleno con las uñas y los dientes. Hay amores que matan, ya sabéis. De recuerdo, sólo quedó un trozo de plástico que se escondía en sus entrañas y que servía para hacer sonido de cascabel. Guardaron el plástico ese y, aunque me avergüence admitirlo, en mí ejercía el mismo efecto que la campana de Pavlov. En cuanto un humano lo sacaba de su escondite y lo hacía sonar, yo acudía presto a la llamada, creyendo que tal vez esta vez sí se tratase de mi Viborosa resucitada.

Me consta (porque es de caballeros reconocer los méritos en esta vida) que ambos humanos se desvivieron por encontrar otra Viborosa, sin obtener resultado alguno en sus pesquisas.

Pero los hados decidieron recompensarme por mi buen hacer gatuno en esta vida y, hace un par de semanas, casi nueve años más tarde de aquella tragedia, mis humanos aparecieron con ella:

Serpiente de juguete para gatos
Yo, hace unos días, con Viborosa 2
Ha cambiado de look y está menos rota de lo que yo la recordaba pero su soniquete interior sigue siendo el mismo. Es mi Viborosa reencarnada.

Y yo no puedo ser un gato más feliz.

Prrrrrr.